Magdalena . Tercera Parte.
Me sonrió con sus ojos cargados de lujuria, luego se deslizó besando mi pecho, mi vientre y se detuvo a la altura de mi pelvis..
Me pareció extraño escucharla preocupada preguntar qué donde estaba su madre y no por qué mi mano estaba cubriendo su coño y mis dedos penetrándola. Mi verga se agitó y sentí la ebullición en mis cojones, volví a ocupar su ingle con mi mano.
—¡Tranquila! … tú madre se fue a trabajar y yo me he tomado el día libre …
Magdalena rodó sobre mí y mis dedos se deslizaron fuera de ella, sentí el roce de sus sedosos muslos cuando me montó a horcajadas, se levantó y se quitó la remera quedando completamente desnuda, luego se abrazó a mí aplastando sus juveniles tetas contra mi pecho, se acercó a mi oído y susurró:
—Me alegro, papi …
—¿Te alegras de que tú madre no este?, o ¿Te alegras de que yo esté aquí? …
Magdalena levantó su cabeza para mirarme y dijo:
—Todas las anteriores …
No quise escuchar nada más, la empujé suavemente hacia atrás hasta dejarla recostada en su espalda, luego acaricié su vientre plano y ligeramente cóncavo, abrí un poco sus muslos y quede hipnotizado con la convergencia entre sus torneadas piernas y su bajo vientre, tomé su manita y la coloque sobre mi enhiesta verga.
—Tenla Magdalena … Tómala y ponla donde tú quieras …
Sus gráciles deditos envolvieron mi polla con delicadez, apuntó la gorda cabezota contra su hendedura vaginal y la humedeció con sus fluidos hasta que se torno resbaladiza, mi líquido preseminal se mezcló con los suyos, resbalé dentro de ella, su apretado coño aprisionó mi pija, ella se puso tensa y me abrazó con fuerza y sentí sus uñas rasguñando mi espalda. Empujé y empujé tan adentro hasta chocar con su hueso pélvico, mi verga estaba toda dentro de mi hija. Magdalena gimió y arqueó su espalda, sus manos se desplazaron a mis caderas.
Había desflorado a mi hija con su consolador hace un par de semanas, pero ese fue un evento artificial. Ahora la estaba follando por primera vez, la primera pija en su coño era la mía, de modo que en este momento estaba tomando la verdadera virginidad sexual de mi niña. Mi pene entraba y salía de sus ceñidas carnes no ya virginales, su cuerpo adolescente se tensaba y se estremecía a cada embistes de mí polla, trataba de acallar sus gemidos pero no le era posible. No había en mi algún sentimiento de culpa, no me sentía malvado ni degenerado, tampoco me sentía orgulloso ni lujurioso, no creí haber comprometido mi alma. Por el contrario, me sentí muy bien y, a juzgar por los gemidos, las caricias y arrumacos de ella, mi pequeña tampoco odiaba el momento.
Ella era joven, fresca, nueva, excitante y prohibida, por lo que mis recorridos cojones quisieron verter mi esperma rápidamente en ella. Mi clímax comenzó dentro de mis bolas, se hincharon y entraron en ebullición, se hizo una presión insoportable, luego el tapón voló. La embestí con todas mis fuerzas y la sostuve pegada a mí, la follé enérgicamente vaciando copiosas chorreadas de esperma dentro de su cálida y estrecha panochita juvenil. Me quedé jadeando como un animal herido sobre ella, luego mi verga resbaló goteante fuera de su estrecho coño, me levanté a mirarla, estaba sonriendo con sus ojitos centelleantes, me besó en los labios y me dijo.
—Te amo, papá …
—Yo también te amo, cariño …
Sentí como su mano se deslizaba entre nos dos hasta alcanzar su coño rezumante de semen, mojó sus dedos en mi esperma y con un dejo de preocupación, dijo.
—No nos hemos cuidado, papi … ¿No te preocupa eso? …
En realidad, no lo había pensado si debería correrme o no en ella, pero no me preocupaba este hecho.
—No lo sabes, ¿verdad? …
—¿Qué cosa? … ¿Qué debería saber, papi? …
—Después de que nació tu hermano, tu mamá no quería hacer uso de anticoncepcionales, entonces acordamos de que me hicieran una vasectomía. No puedo dejar embarazada a ninguna mujer …
Magdalena me miró con ojos desorbitados.
—¿¿Te castraron?? …
Me vino de sonreír.
—Por supuesto que no … todavía tengo todo mi equipo y todo me funciona normal … simplemente que mi semen non genera espermatozoos … podría follarte el coño hasta dártelo vuelta y no correrías ningún riesgo de quedar embarazada … estarías a salvo …
La mirada de mí hija se tornó más tranquila y con una intrigante ojeada cazurra me pregunto.
—¿Y tu te crees capaz de follarme hasta darme vuelta mi vagina? …
—Querida … sería feliz de intentarlo …
Magdalena me sonrió, se levanto de la cama diciendo.
—Tengo ganas de orinar, papi …
Y se fue al baño. Me recosté a mirar las líneas que formaban figuras en la desgastada pintura del techo hasta que ella regresó. Su desnudez me fascinaba, la magnífica imagen de su joven y adolescente cuerpo me subyugó y la contemplé de arriba abajo, luego gateó sobre la cama, metió la mano bajo la almohada y saco su consolador, depositándolo sobre mi estómago, me sonrió sicalípticamente y propuso:
—Veamos si eres capaz de hacerlo …
Me pilló de sorpresa y divertido le pregunté.
—¿Hacer qué? …
Magdalena me sonrió con sus ojos brillantes que centelleaban y con algo de timidez me dijo.
—Eso que dijiste … follarme hasta darme vuelta mi chochito …
No sé si fue el tono provocativo de su voz, la llama en su mirada o la caliente sonrisa en sus labios, pero al instante después de las audaces palabras de Magdalena, mi polla estaba vibrando y pulsando en el aire. Recogí su consolador y lo puse entre sus muslos. Mi hija se estiró sobre la cama y puso contemplativamente sus brazos bajo su cabeza, la observé con admiración. La había visto varias veces desnuda, pero esta vez me tomé el tiempo de mirar todas las sinuosidades del cuerpo de mi hija. En algún modo me había perdido el momento en que mi pequeña niña se transformó en esta exuberante, sexy y caliente mujer que yace recostada a mi lado.
Mientras mis ojos recorrían su maravillosa femineidad, Magdalena puso su mano sobre mi polla y me tocó para animarme con sus caricias, jaló mi verga endurecida un par de veces, luego alzó sus brazos y abrió sus piernas invitantes. Me acosté de lado a su costado, mi granítica verga presionaba el costado de su muslo dejando hebras de liquido preseminal que bañaban la tersura de su piel. Puse la punta del artilugio sobre la rajita estrecha de su sexo, lo hice girar presionando su chocho y su labia vaginal se abrió mostrando sus rosáceas carnes, entonces comencé a presionar su ojete hundiendo el falo de gel dentro su panocha profundamente. Magdalena jadeó y gimió moviendo sus caderas, luego puso su mano en mi brazo cuando comencé a follarla con el dildo, para después mover su mano buscando mi pene, mientras metía y sacaba el juguete de su panocha, ella jalaba y tiraba mi polla endurecida. Me incliné sobre sus incipientes pechos y lamí sus pezones alternadamente, metiéndome de a uno a la vez entre los labios, para chuparlos y acariciarlos con la punta de mi lengua. Hasta ahora nunca le había chupado sus pezones, vi como sus pies se encorvaban y su mano apretó con fuerza mi pene, sus gemidos se hicieron audibles. Continué a lamber y besar sus tiernas tetitas sin detenerme un momento de follar su coño con el consolador. Empezó a hacer respiros cortos y a gruñir, después emitió unos chillidos y vagidos de bebita, cerró sus muslos con fuerza y arqueó su espalda, saqué el dildo de su chocho y con dos de mis dedos follé su concha hasta que se estremeció y chillando se plegó sobre la cama gimiendo y temblando y haciendo espasmódicos movimientos orgásmicos de pelvis, la follé con mis dedos hasta que resbalaron fuera de su vagina bañados en fluidos, luego me dio la espalda y se quedó casi inerte sollozando y jadeando.
Me moví entre sus muslos apenas se volteó, me acomodé en medio a sus piernas abiertas, apoyé mi amoratado glande en la apertura de su coño encharcado, la penetré un poco y me detuve a mirarla, sus ojos estaban llenos de lujuria, puso sus brazos alrededor de mi cuello y me amarró con sus piernas, me atrajo a ella y susurró en mi oído:
—Papá … finge que soy mamá … tómame como lo haces con ella … fóllame fuerte, papi …
Hundí mi polla en ella con todas mis fuerzas, tanto que la empujé unos cuantos centímetros más arriba de la cama. Magdalena agarró mis nalgas con ambas manos y me tiró dentro de ella con fuerza acompañando cada uno de mis embistes. Nunca había sentido un placer similar, no sé si era el cuerpo sexy de ella o la perversión de follarme a mi propia hija, pero cada fibra, cada nervio de mi cuerpo vibraba de placer sintiendo la estrechez de su coño cálido y tierno.
Mis veintidós centímetros de verga se acomodaban bastante bien en el coño de mi hija, podía bien sentir sus apretujados pliegues vaginales, poco a poco se habituó a que su joven cuerpo aceptara una polla más larga y gruesa que su juguete, ella movía su cuerpo sinuosamente acompasándose a mis embistes. Me susurro al oído:
—¡Ooohhh!, papi … esto se siente mucho mejor que mi consolador … nunca te detengas, papi … fóllame … ¡Aaaahhhh! … ¡Sigue, papi! … ¡Sigue! …
No podía contener mi corrida inminente, así qué salí de su coño y me desplacé a lamer su chocho rebosante de fluidos, muy pronto mi lengua la hizo desesperar y ella entrelazó sus dedos en mis cabellos y me tiro contra su coño. Lambí, comí y chupé su panocha hasta sentirla convulsionar salvajemente en su segundo orgasmo. Había gritado ruidosamente, en forma descontrolada, agarré una almohada y la tiré sobre su rostro, eso acalló un poco sus quejidos guturales, la rodeó con fuerza con sus brazos y siguió con sus chillidos y plañidos de bebita temblando toda. Apenas había tenido la oportunidad de normalizar un poco su respiración, cuando me encaramé sobre ella y volví a penetrarla con energía.
Estaba boqueando y resoplando follándola en todas las posiciones posibles, ya le había chupado las tetas y el coño repetidas veces. Magdalena se corrió en una serie de orgasmos, en ese lapso de tiempo, mis bolas se habían transformado en un caldero y se estaba por desatar un vendaval de esperma. Estábamos acostados de costados, a lo cucharitas, mi polla entre sus glúteos perforaba incansablemente su panocha, con mi mano bajo su brazo pellizcaba sus duros pezones, luego cual, si fuera una guitarra, mis dedos se movían sobre su monte de venus a revolucionar su clítoris y no pude aguantar más.
—¡Ahora, mi niña! … ¡Qué me corro dentro de ti! … ¡Siéntelo mijita! … ¡Siéntelo como papi te llena tu tierna panochita! … ¡Tiene! … ¡Tiene! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …
Magdalena estiró su mano sobre mi cadera y me tiró profundamente en ella, al mismo tiempo que empujaba su culito hacia atrás. Así terminó nuestra mañana en esta incestuosa follada con su chocho repleto de espumoso semen paternal.
Me levante de la cama con mi abatida verga imitando a un péndulo, mis rodillas estaban débiles, estaba tembleque y apenas me sostenía en pie. Mi hija se estiró sobre la cama como una tigresa, acomodó una almohada y me miro con devoción, sonriéndome con satisfacción.
—Te amo, papi … estoy muy contenta de que lo hayamos hecho finalmente …
Observé atentamente su apretado y enrojecido coño rezumando nacaradas gotas de semen bajando por sus muslos, una fuerte sacudida eléctrica de lujuria recorrió por mis bolas, tenía que irme antes de no contenerme y saltar sobre ella otra vez a follarla enardecido. Seguramente su pequeño hermano estaba por levantarse, debía ir a preparar su desayuno, miré sus ojos.
—Pequeña … tengo que irme … es hora de que todo vuelva a la normalidad …
Se sentó al borde de su cama y me dijo.
—Está bien … pero otra vez que mamá y el pequeño no estén … ¿Crees que podrías ayudarme a ver otras cosas en la computadora? …
Luego tomó mis bolas en sus manos acariciándolas, se inclinó a lamer y besar mi lánguido pene y agregó.
—Necesito aprender muchas cosas más … mucho … muchísimo más …
Su mirada de mujer atrevida y emancipada me hizo estremecer. Tomé su consolador todavía húmedo con sus fluidos, lo puse entre sus piernas y le dije.
—Pues puedes comenzar a practicar querida … ya vendrán nuestros momentos …
Magdalena lo tomó en sus manos, chupeteó la punta dándome una lasciva mirada y una gran sonrisa.
—Sí, papi … lo haré … estaré pronta …
Pasaron un par de semanas desde nuestra única y última follada, ella estaba sentada al sofá mirando un video en su Tablet. Julio, mi hijo jugaba juegos en su propia Tablet. Mi esposa había salido al mercado. Magdalena me estaba mostrando un video en el cual ella y su amiga Francine, practicaban saltos y acrobacias gimnasticas, cuando me incliné para mirar, ella se giró ligeramente, levantó sus piernas y las colocó sobre las mías, lo que provocó que se alejara de mí. Me incliné un poco más para ver la pantalla chica, apoyé mi mano en su muslo cubierto por un ajustado pantaloncito leggins, yo también estaba con pantalones cortos, sentí la tibieza de su piel sobre la delgada tela de la prenda e inconscientemente comencé a acariciar su pierna con las yemas de mis dedos. Después de palparla y sin pensarlo metí mi mano bajo la elástica tela de sus leggins y los deslicé hasta la convergencia de sus muslos. Magdalena dio un respiro que casi se sofocó, me miró con sus ojos abiertos al máximo y expresivamente me dijo.
—¡Papi! … no hagas eso … es malo …
Mi rostro no reflejaba nada y con la máxima inocencia le pregunté.
—¿No hacer qué? …
Sus ojos chispearon radiantes.
—Tocarme … tocarme así …
—¿Cómo es eso? …
Ella me sonrió complaciente y paciente.
—Así … cómo si quisieras tener sexo conmigo …
—¿Y por qué demonios querría hacer eso? … ¿Eres mi dulce e inocente hijita? …
Magdalena me sonrió con todos sus blanquecinos dientes.
—Pero, papi … ¿Inocente? … ¿No me quitaste eso hace algunas semanas? …
Mi verga se estaba metiendo a mil y recordarme de haber tomado su castidad en dos ocasiones anteriores, había hecho que mi libido se trasmutase en una vorágine de lascivia y deseos por volver a poseerla. Desde la última vez no habíamos hecho nada y mirando el brillo reluciente de sus ojos, me decía que ella estaba lista para terminar la abstinencia entre nos dos.
Ella se río e intentó de escapar, la aferré metiendo mis manos bajo sus pechos, podía sentir el bordado de su sostén, mis dedos tocaban sus costillas. Magdalena se retorcía y se esforzaba por huir, trataba de reír y respirar al mismo tiempo, la tiré sobre el sofá, sus largas piernas pataleaban en el aire, mi mano se había metido bajo el elástico de sus leggins y toqué sus bragas, la parte superior de su top se había arremangado y dejaba al descubierto su sujetador rosado.
—¡Papi! … ¡Papi! … ¡Detente! … ¡No puedo respirar! …
Crédulamente, dejé de hacerle cosquillas y la dejé sentarse, ella estaba boqueando por aire, me miró y al verme relajado y confiado, se abalanzó contra mí, envolvió sus brazos alrededor de mi cabeza y luego rodamos juntos del sofá al suelo. Terminé de espaldas con mi hija sobre mi pecho, me tenía inmovilizado con los brazos en la alfombra.
—¡Y ahora qué, papá! … ¿Qué vas a hacer ahora? …
Me dijo desafiante. Mis ojos se fueron directo a su entrepierna, el genero de sus ajustados leggins dibujaba perfectamente la forma de su joven y pequeño chocho, mi verga pulsó independientemente alocada.
Fácilmente giré sus cincuenta kilos y me puse sobre ella sujetando firmemente sus brazos contra el suelo, luego refregué mi erección en la convergencia de sus muslos, sobre su monte de venus y le dije:
—¡Quiero follarte! … ¡Eso es lo que voy a hacer ahora mismo! … ¡Te voy a follar! …
Los relucientes ojos de mi hija se abrieron como huevos fritos, movió sicalípticamente sus caderas hacia arriba restregando su concha contra el bulto de mis pantalones, luego hizo un puchero y con voz infantil me dijo.
—Bueno … Sí es eso lo que quieres … hagámoslo rápido, antes de que venga alguien …
La liberé, se puso de pie y me dio un beso en la mejilla, aferro mi mano y me llevo a su habitación, cerro la puerta con seguro y nos paramos frente a su cama, envolví su cintura en mis brazos y la atraje hacia mí, la hice girar y tomé sus tiernas tetitas en mis manos presionando mi verga contra sus firmes nalgas para que pudiera sentirlo, ella respondió empujando su trasero contra mi erección.
Suavemente se desligó de mí y camino hacia su escritorio, tomó su computador y lo trajo mirándome a los ojos:
—Quiero que veas algo …
Acto seguido se conectó a un sitio porno. Abrió un video donde una chica sobre una cama le estaba haciendo una mamada a un tipo mayor, se recostó a mi lado y me susurró:
—He estado practicando, ¿sabes? …
La muchacha de la pantalla chupaba enardecidamente la verga de su compañero, mi verga se había agrandado por lo menos un par de centímetros más. Yo estaba recostado con su computador sobre mi estómago. Magdalena se levanto y se fue al baño, miré hacia allí y vi que sus leggins y unas braguitas negras yacían en el piso del baño, regresó vistiendo solo su top, saltó sobre la cama y se recostó a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro para mirar a la hermosa morena del video que se tragaba toda la pija del hombre. La mano de Magdalena se depositó sobre mi durísima verga acariciándome por sobre los pantalones, luego la metió por debajo y comenzó a jalar mi duro miembro, se acercó a mi oído para preguntar:
—¿Mamá también te hace esto? …
Dejé la computadora a un lado y me quité los pantalones, ahora ambos estábamos desnudos de la cintura para abajo. La empujé sobre su espalda, me metí entre sus piernas acercando mi cabeza hacia su coño, miré sus ojos diciéndole:
—Sí … tú madre es una de las mejores mamadoras que he conocido … pero necesita estar caliente para hacerlo … y yo me encargo de eso …
Afirmada en sus codos y siempre con esa mirada desafiante de sus ojos brillantes, me dijo:
—¿Cómo? …
No respondí, solo agaché mi cabeza para besar su tierno coño y comencé a impartirle una lección de sexo oral. Lo había hecho tantas veces, pero hacerlo con mi hija tenía una connotación especial, sabía que tenía que hacerla desesperar de caliente. Tenía que querer y desear chupar mi polla para su placer y no solo para el mío. Lamí y relamí su chocho incansablemente, puse una mano sobre su monte de venus y acaricié su túrgido clítoris hasta hacerla saltar con cada toqué o lengüetazo. Muy luego comenzó su cantico pre-orgasmico de jadeos y chillidos, sus piececitos estaban encorvados y sus manos aferraban firmemente el edredón, luego dio un salto y tiró de mis cabellos con fuerza temblando completamente y gritando desesperada.
—¡Aaaahhhh! … ¡Hmmmmm! … ¡Argh! … ¡Hmmmmm! … ¡Oooohhhh! …
Me empujo con fuerza y se giró jadeando guturalmente, la dejé recuperar por algunos minutos, luego se giro hacía mí y me beso, entonces le dije:
—Es tu turno, niña … enséñame … muéstrame lo que has aprendido …
Me sonrió con sus ojos cargados de lujuria, luego se deslizó besando mi pecho, mi vientre y se detuvo a la altura de mi pelvis. Magdalena agarró mi pene y lo miró estudiándolo por unos segundos, luego su lengua comenzó a trazar círculos alrededor de la corona de mi glande y metió la punta de su lengua en el orificio en la cima saboreando las nacaradas gotas de mi líquido preseminal, luego se puso entre mis piernas y me fijó con sus ojos cerciorándose que la estuviese mirando cuando abrió sus labios y engulló la amoratada cabezota de mi lustroso glande, hizo una pequeña pausa y luego hizo deslizar la mitad de mi verga en su boca, sus ojos se entrecerraron cuando mi entera verga entro en su boca, sentí como la punta de mi polla encajó en su garganta, hizo algunas involuntarias arcadas, me miró algo nerviosa, entonces le dije:
—Ese fue un muy buen comienzo, mi niña …
Me sonrió y volvió a inclinarse a chupar mi verga con gusto. No intenté darle ninguna instrucción, era una mamadora innata, la dejé que experimentara a placer, eché mi cabeza para atrás y me relajé. Magdalena lamía, chupaba y tragaba mi verga profundamente, todo a su ritmo. Mis bolas se hinchaban dado el fragor de su mamada, mi pene pulsaba excitado por su laboriosa lengua, estaba feliz de sentir su boca en mi polla, se detuvo y me miró:
—¿Qué tal? … ¿Te gusta como lo hago? …
Su mano apretaba firmemente mi verga, no le respondí, solo la levanté sobre mi estómago, separé sus piernas con mis manos, alcancé sus labios y empujé mi verga hacia arriba empalándola en mi larga y gruesa polla, mordió mis labios gimiendo. Luego de algunos minutos comenzaron sus temblorcillos gimiendo sensualmente a cada uno de mis embistes, se apretó a mi mordiendo mi hombro, su cara estaba enrojecida, sudada y deformada por la lujuria, tomó un respiro y balbuceó jadeante:
—¡No te corras dentro de mi … avísame cuando estes listo! … ¡Oooohhhh! … ¡Hmmmmm! …
La hice rodar bajo de mí, enganche sus piernas en mis antebrazos y enterré mi pija profundamente y la follé con todas mis fuerzas hasta que no pude aguantar más y se lo saqué:
—¡Ahora, cariño … necesito correrme! …
Ella se levantó de un salto, me empujó sobre mis espaldas, se arrodilló a mi costado y se inclinó tomando mi polla, chupando y succionando vigorosamente, no era necesario decir nada, sentí una increíble presión y comencé a derramar un torrente de esperma en la boca de mi hija. Magdalena se sobresaltó al recibir en su boca el potente chorro de semen, sus ojos se abrieron en sorpresa, tomó la segunda chorreada y tragó, luego sacó mi verga de su boca recibiendo gruesas hebras de esperma en su cara, top, vientre y piernas. Me miró sicalípticamente mostrándome su boca llena de parduzco semen, hizo gotear un poco en su barbilla y se trago el resto. Por un breve momento su ceño se arrugó con desagrado, como si hubiese chupado un limón salado, pero luego sonrió victoriosa como si se hubiera adjudicado un premio. Se limpio su cara con los dedos y se los chupó, lo mismo hizo con los restos sobre su top. Después se sentó a horcajadas sobre mis muslos, sonriendo me pregunto:
—¿Mamá te lo hace así? …
—Tendrás que practicar mucho más para alcanzar el nivel de ella … tu madre es una hábil chupadora … pero créeme … para la primera vez … eso fue algo de muy especial e increíble …
—Mi consolador sabe de plástico … tu pija tiene un sabor diferente …
—¿Qué tan diferente? …
—Bueno … al menos no sabe de plástico …
Me hizo sonreír su respuesta. Miré el reloj y vi que teníamos todavía un par de horas, no teníamos ningún apuro por levantarnos, fui al baño y luego también ella. Me quité la camiseta y ella su top y su sujetador, estábamos los dos completamente desnudos, nos abrazamos y nos pusimos a hablar de sexo, de lo que habíamos hecho hasta ahora. La levanté un poco y chupe sus pezones, luego la recosté y acaricie esas duras tetitas en formación, su vientre lo recorrí con mis dedos hasta llegar a su coñito resbaladizo y mojado. Magdalena quería ver otros videos pornográficos para preguntarme cosas al respecto, después de unos buenos veinte minutos de videos pornográficos varios, comenzamos a ejecutar algunas de las maniobras vistas en la pantalla. Mi hija revivió mi verga con sus sutiles labios y yo follé su estrecho coño con mis dedos, al improviso mi hija de contó de haber conocido a un chico.
—Papi … se llama Eduardo … es guapo y me gusta … me ha invitado a salir con él más de tres veces … ¿Puedo salir con él, papi? …
—¿Y cómo? … ¿No es un tarado mental ese? …
—¡No, papi! … puede caminar y hablar al mismo tiempo …
Me dijo ella sonriendo y apretándose a mi cuerpo.
—¿Quieres acostarte con él? …
Metí dos de mis largos dedos en su coño y con mi pulgar acaricié su clítoris. Magdalena se estremeció, mordió su labio inferior exhalando un gemido y un suspiro:
—¡No, papi! … eso no … Tal vez si me gusta mucho lo hare … pero no lo haré con ningún chico a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera …
Le sonreí con una cierta complacencia, a sabiendas que ella eso no lo podría controlar.
—Entonces … ¿Qué harás si te pones cachonda? …
Mi hija puso su mano en mi mejilla y me dio un beso en los labios.
—Pues en ese caso … regresaré a casa rápidamente … esperando que mamá no esté …
Continuara …
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