Mamá, gorda y puta (2da parte) (final)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por RelatosHott.
Una vez en la ducha, miré a mi mamá, que estaba dándome la espalda.
El agua se deslizaba sobre su piel.
Ella comenzó a frotarse el cuerpo.
Con ambas manos, agarró sus enormes nalgas y las estiró hacia arriba para luego dejarlas caer; rebotaban como si fueran dos pelotas de básquet.
Ella alzó su mirada y la posó en mí.
Esbozó una sonrisa de travesura.
Dio media vuelta y se me acercó.
Observé la forma en la que ese gran pedazo de carne empapado se me arrimaba.
Yo también me le acerqué.
Me abalancé hacia ella como un animal.
Nos fundimos en un apasionado abrazo.
Comenzamos a comernos nuestras bocas bajo la lluvia.
Anhelaba volver a saborear su saliva y su cálido aliento.
Nuestras lenguas volvieron a entrelazarse.
Luchaban entre sí, con fuerza, para adentrarse aún más en la boca del otro, tratando de llegar hasta las entradas de las gargantas.
Como soy más alto, el tronco de mi verga estaba afirmado en el vientre de mamá; la tomé de la cintura y la aprisioné contra mi cuerpo para que pudiera sentirla aún más.
No se pronunciaban palabras, estaban de más.
Sólo se oía el sonido de la lluvia chocando contra el suelo de la bañera.
A su vez, sentía la respiración de mamá mientras intercambiábamos saliva.
Descendí mis manos hasta su culo.
Le apretujé las nalgas.
Mis dedos se incrustaron en esas masas de carne y grasa.
Aparte mi rostro del suyo y miré hacia allí.
Tenía ganas de poseer todavía más su culo; puse una mano en la raya y la introduje entre las nalgas.
Mamá gimió.
Empecé a frotar el intersticio como si le estuviera limpiando el culo.
Con mis dedos, acaricié su ano con fuerza.
Mi verga estaba totalmente erecta, pero aún así mi excitación aumentaba.
La tomé de los brazos y, violentamente, hice que se pusiera de espaldas.
Apoyé mi pene en su culo y le agarré las tetas.
Realicé movimientos circulares con mi pelvis.
Ella me siguió el juego; movía su cadera a la par.
Miré hacia abajo y vi al tronco de mi pene perderse entre sus grasosos glúteos.
Estaba decidido; así como lo estaba para masturbarme frente a ella, decidí que iba a cogérmela.
Volví a girarla hacia mí y le di otro beso de lengua.
Luego salimos de la ducha.
Nos dirigíamos a mi dormitorio.
En el trayecto, no separamos nuestros cuerpos en ningún momento; caminábamos mientras nos besábamos y manoseábamos.
Yo le agarré el culo y le acariciaba las tetas; mamá hacia lo mismo con mi verga y mis huevos.
Entramos a mi habitación.
Me acosté en el colchón.
Ella se acostó encima de mí.
Sentí a esa gran mujer posarse sobre mi torso.
Sentí sus tetas.
Sentí su gordo vientre.
Sentí todos sus rollos.
Sentí esa pesada blandura.
Me encontraba en el paraíso.
Continuamos con el apasionado beso de madre e hijo.
Las babas comenzaban a rebalsarse de nuestras bocas; teníamos el mentón y el cuello mojados.
Acaricié toda su espalda hasta llegar a su culo; volví a apretárselo.
Le separé las nalgas, exponiéndole el ano.
Estaba preparado, iba a penetrarla.
Doblé las rodillas, de modo que pude sentir su culo rozar mis muslos.
Quise introducirle mi verga erecta en la vagina, pero no pude; la cabeza resbaló y el tronco se deslizó por sus labios.
—Mmmmm —dijo mamá.
La penetré en el segundo intento.
Sentí su vagina cálida y húmeda.
El placer me hizo poner los ojos en blanco de forma involuntaria.
Lo había logrado.
Me hallaba dentro de mamá.
Empecé a embestirla.
Al chocar mi pelvis contra su cuerpo, se oían como cachetazos.
Mamá cambió los gemidos por gritos; nada le importaba.
Eramos los dos únicos cuerpos en esa casa, y estábamos en mi habitación, en mi cama, y cogiendo.
—¿Te gusta, puta? —le pregunté— ¿te gusta?
—Ay, sí, pendejo.
Cogeme, cogeme.
Rodeé su cintura con mis brazos, aguante la respiración e incrementé la intensidad de las embestidas.
La cama se movía de una lado al otro; se escuchaban las patas raspando el piso.
El rostro de mamá estaba ruborizado; una vena se marcaba en su frente.
Gozaba.
Su cuerpo estaba mojado, pero ya no eran del agua de la ducha, sino de sudor.
Sus enormes tetas y su gordo vientre se deslizaban en mi piel.
Estaba por acabar, así que rodeé su cintura con mis brazos y di una última embestida.
Allí mantuve mi verga.
Eyaculé dentro de mamá.
Las contracciones de mi uretra al depositar la leche se encontraron con sus contracciones vaginales.
Ella suspiró en mi oído.
Su cuerpo se relajó (pareció desinflarse) y sus carnes se amoldaron.
El semen se desbordó de su vagina y comenzó a chorrear, mojándome mis huevos.
Nos quedamos en esa posición por varios segundos, hasta que ella decidió apartarse y acostarse a mi lado, pero sin quitar su gordura de mi cuerpo.
Ella me miró a los ojos y lanzó una risita de adolescente juguetona.
Luego me dio un beso cariñoso en la frente, y me abrazó haciendo que coloque mi cabeza en su pecho.
Mi felicidad era inmensa.
Un sueño se había hecho realidad.
Mi mamá es una vieja gorda puta.
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