Mari Carmen, una madre muy ardiente.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por hagen2012.
Mari Carmen, una madre muy ardiente.
Mari Carmen conduce despacio por la autopista, con la mente puesta en una brumosa sensación de melancolía.
Acaba de dejar a su marido en el aeropuerto y regresa a casa, sin muchas ganas de hacerlo en realidad.
Los coches la adelantan , algunos la increpan por su lentitud, pero ella ni siquiera se da cuenta.
Sigue pensando, sintiéndose mal por hacerlo.
Sigue pensando que se siente sola, triste y aburrida.
Y no es que vaya a echar mucho de menos a su marido.
Últimemente, las cosas entre ellos no van nada bien.
Llevan algo más de veinte años casados y ahora, ella se siente mal, como si algo le faltara.
Tienen dos hijos, un niño y una niña, bueno,no tan niños, la chica tiene veinte años y ya va a la Universidad y el chico es todo un hombretón de quince años.
Viven en una bonita casa en las afueras de la ciudad, los dos tienen buenos empleos y el dinero no falta.
Sin embargo.
Sin embargo, en los últimos meses, algo ha fallado.
Mari Carmen intenta no seguir pensando, pero la maquinaria de su cerebro continúa funcionando por libre.
Mari Carmen se siente ahogada, acorralada.
Necesita algo, pero no sabe muy bien el qué.
Sigue conduciendo y casi sin darse cuenta, la portada de su chalet se yergue ante ella.
Introduce el coche en el garaje y baja lentamente.
Luego, entra en la casa por la puerta del garaje y sube a su habitación.
No hay ruidos en la casa y no debe haberlos, pues sus hijos están estudiando, Pili en la Universidad y Pablo en el Instituto.
La habitación es amplia y luminosa, la tarde no ha hecho más que comenzar y una dulce luz entra por la ventana entreabierta.
Mari Carmen lanza las llaves sobre un mueble, se despoja de la chaqueta que llevaba puesta y se suelta el pelo, un largo, lacio y bien cuidado pelo teñido de negro que le llega hasta media espalda.
Se sienta sobre la cama, a un lado de la misma , y se mira en el espejo de cuerpo entero que está frente a ella.
Durante unos instantes, no resiste su propia mirada.
Luego, lo hace.
Ve en el cristal a una mujer de cuarenta y cinco años, no muy alta, con evidentes ojeras, los ojos apagados, la boca amplia y de labios finos y arrugas en las comisuras que el maquillaje no ha sabido disimular.
Lleva encima una blusa blanca, de botones brillantes, y una falda corta, que termina en sus rodillas.
Nunca ha tenido unas piernas de ensueño, pero tampoco necesita ocultarlas; simplemente, están bien.
Y las luce cada vez que tiene ocasión.
-¿Qué me pasa?- susurra, mirándose al espejo.
Y el espejo le devuelve la mirada.
Luego, con los ojos fijos, se contesta a sí misma.
-Lo sabes, sabes lo que te pasa.
y es muy sencillo.
: tu marido ya no te hace el amor.
hace mucho tiempo que no sientes nada duro entre las piernas.
Abochornada por lo que acaba de decir, Mari Carmen esconde la cara entre las manos y comienza a sollozar.
Sus lágrimas se deslizan por sus mejillas y recorren su cuello, hasta quedar sumergidas en el valle que separa sus pechos.
La mujer se mira de nuevo en el espejo.
-Oh, no- susurra – Otra vez , no.
Pero sabe que resistirse es inútil.
Nota el calor en su entrepierna, siente el deseo que la domina, un deseo largamente postergado, durante muchos días, esperando justo este momento, el momento de su soledad absoluta en la casa.
Despacio, muy despacio, Mari Carmen comienza a desabrocharse la blusa.
Y este solo hecho basta para que el calor de su bajo vientre aumente, y el deseo se asome a su boca, y un gemido escapa de sus labios:
-Ahhh…- la blusa cae al suelo, casi sin que ella se de cuenta de que se la ha quitado.
Sus generosos pechos, cubiertos por un sujetador amplio y negro, quedan a la vista.
Mari Carmen se mira a conciencia en el espejo y decide que tiene unas buenas tetas.
Y es verdad que las tiene.
Tiene unas tetas grandes y jugosas, algo flácidas y caídas hacia abajo, pero hermosas y atractivas.
Sin pensarlo mucho, se desabrocha el sujetador, lo tira al suelo y sus grandes melones quedan al aire.
-Si…son…son bonitas…- susurra Mari Carmen, acariciándose las tetas, mirándose al espejo.
Sus dedos juguetean con sus pezones, los pellizcan sin compasión.
Pronto, los tiene como piedras, duros y erectos, unos grandes pezones sonrosados y bellos.
-Sii…sii…ahhh…siii…tengo un buen par de tetas…¿Qué más quiere?¡Tengo unas buenas tetas, lo que todo hombre desea, unas buenas y grandes tetas a su entero servicio!
Se deja caer hacia atrás, hasta quedar tumbada sobre la cama, media tumbada en realidad, con los pies todavía en el suelo.
Está a un lado de la cama, pues ésta se encuentra frente a la puerta de la habitación; el espejo está en una pared lateral.
Mari Carmen comienza a sollozar de nuevo, y con los sollozos, vienen los temores: "¿Será que mi marido tiene una aventura con otra?- piensa, aterrada.
Lo ha pensado otras veces, docenas de veces, y cada vez que lo hace, le duele màs adentro y más profundo.
-¡Por eso no me hace ya el amor, por eso está cansado de mí!"
Continúa sollozando, pero por poco tiempo.
El calor que siente en la entrepierna se va extendiendo por todo su cuerpo y sabe que no podrá detenerlo.
-Aahhh…- vuelve a gemir Mari Carmen, tumbada sobre la cama, desnuda de cintura para arriba.
Sus manos recorren el blando espacio de su estómago, un estómago que no es plano precisamente, sino que muestra una evidente aunque no abundante capa de grasa.
Sus dedos se deslizan hacia más abajo, hasta llegar al borde de la falda.
La tienta la idea de levantarse e irse corriendo de allí, a un lugar dónde la pasión no la domine, pero no puede.
Agarra la falda por la parte superior, duda un instante y luego, despacio, se la baja, empujándola con las manos, hasta dejársela arrollada en torno a las rodillas.
-Mmmm- gime.
A estas alturas, su corazón late más fuerte y su respiración es entrecortada.
Está excitada, muy excitada.
Nota, incluso, que una ligera humedad hace acto de presencia en su entrepierna.
Mari Carmen sabe que ahora no puede parar.
Suavemente, vuelve a agarrar la falda y la empuja más abajo, hasta que cae al suelo, enrollada junto a sus pies.
Luego, sin solución de continuidad, se quita los zapatos y lanza la falda con fuerza, a lo lejos.
Se levanta.
Se mira en el espejo , admira su cuerpo semidesnudo.
Solo lleva encima sus bragas, unas bragas negras, anchas, nada de tangas.
Cierra los ojos, se acaricia las tetas, se acaricia el vientre, se acaricia los muslos, se acaricia todo su cuerpo…
-Aahhh…sii…sigue…asii…ahh- susurra, imaginándose unas masculinas manos que la tocan y la adoran sexualmente.
Después, se tumba de nuevo sobre la cama, esta vez de cara a la puerta de entrada.
Sabe lo que va a hacer a continuación y eso la excita.
Va a masturbarse, como viene haciendo con frecuencia desde hace tiempo.
Se siente sucia, muy sucia, al hacerlo, pero también sabe que lo necesita, que su ardor sexual necesita desfogarse y estallar por alguna parte.
Y así, despacio, Mari Carmen alza las piernas en el aire, se agarra las bragas por el borde, tira de ellas y las empuja hacia abajo.
Se baja las bragas, lenta y suavemente, degustando cada instante de ese lujurioso momento, y como siempre, eso la excita aún más.
Ahora está decididamente cachonda y no hay vuelta atrás.
Admira sus bragas, apelotonadas en torno a sus tobillos.
Y entonces, simplemente, se las quita con una mano.
Se quita las bragas con un gesto teatral y exagerado y las lanza de cualquier modo al suelo.
Vuelve a poner las piernas sobre la cama.
Ahora está desnuda, total y completamente desnuda, y va a masturbarse.
Separa las piernas al máximo y así, vergonzosamente despatarrada, empieza a deslizar una mano hacia abajo.
Su mano acaricia con suavidad su bajo vientre, notándolo ardiendo y tembloroso.
Mari Carmen suspira con sensualidad, y detiene la marcha de su mano.
Degusta el glorioso momento inmediatamente anterior al inicio de la masturbación durante varios segundos.
Luego, sobrevuela con su mano el oscuro matorral de su entrepierna, notando el roce de los pelos que dan calor a su sexo.
-Ah…ahh…ah…- Mari Carmen jadea, con una gota de saliva brillando en la comisura de sus labios.
Abre aún más la boca y deja escapar un auténtico y poderoso gemido de placer, pues su mano ha alcanzado su objetivo y ahora, su dedo índice penetra en su coño mojado y ansioso.
-¡Aaahhhhh!-
Mari Carmen empieza a masturbarse, frenética, totalmente abierta de piernas, metiéndose y sacándose el dedo índice del coño una vez tras otra, un dedo índice que se muestra mojado, pringoso y brillante.
La feliz y adorable madre se revuelca desnuda sobre la cama, con los ojos cerrados, masturbándose, gimiendo de placer.
Arquea su cuerpo como una serpiente y empieza a saltar, arriba y abajo, arriba y abajo, una vez y otra, como si estuviera follando con un invisible y potente macho, despatarrada del todo, enseñandolo todo, pues está tan abierta de piernas que se le ve a la perfección el agujero del culo, además de su encharcada rajita.
-¡Aaahh!¡AAAhhh!¡¡AAAhhhh!!¡¡Siiii!!¡¡Oooohhh…siii…ahhh…!!- gime y grita casi Mari Carmen, en la completa seguridad de que nadie puede oirla y que, en consecuencia, puede masturbarse a gusto y chillar de placer.
Pero no está sola en la casa.
Ni mucho menos.
Su hijo Pablo ha vuelto del Instituto casi corriendo.
No tenia clase a última hora, lo sabía con antelación, pero no ha dicho nada en casa.
Su mente quiere ocultar la verdadera razón, pero de un modo silencioso, esa misma mente le dice que la razón está perfectamente clara : semanas atrás, cuándo su padre se marchó también de viaje, regresó a casa pronto, de modo inesperado.
Subió a su habitación y luego decidió buscar a su madre, a la que, por cierto, no había visto.
No le pareció raro, puesto que la casa era grande y podía estar en cualquier otra parte : el jardín, la cocina,…pero no.
No estaba ahí.
Pablo la buscó sin asustarse lo más mínimo.
Y cuándo se acercaba a la habitación de sus padres, lo oyó.
Oyó unos profundos y jadeantes gemidos, unos gemidos ahogados, que al principio no supo identificar.
Un instante más tarde sí lo hizo.
Había visto, a escondidas, algunas películas porno, y sabía lo que eran: eran gemidos de placer.
¿Estarían su padre y su madre haciendolo, haciendo el amor allí? Pero su padre se había ido al aeropuerto, a uno de sus viajes.
Extrañado, levemente excitado por el sonido de sexo caliente que se filtraba a través de la puerta cerrada del dormitorio de sus padres, Pablo aplicó el ojo a la cerradura.
Y lo que vio hizo que de pronto, sin previo aviso, su polla se pusiera dura, muy dura, màs dura de lo que nunca antes había estado.
Porque allí, frente a él, fácilmente visible a través del ojo de la cerradura, se encontraba su madre.
Estaba desnuda, tumbada sobre la cama.
Estaba abierta de piernas y estaba…estaba…MASTURBÁNDOSE.
Esta palabra surgió en su mente como un hierro candente y se le grabó a fuego.
Le estaba viendo el sexo a su propia madre, un sexo jugoso y sonrosado, una raja muy abierta, con un juguetón dedo dentro que no cesaba de entrar y de salir, de entrar y de salir.
Encima de la raja, una abundante pelambrera negra cubría la entrepierna de Mari Carmen.
Y Pablo, avergonzado, rojo de turbación, notó que la polla se le ponia cada vez más y más dura, tan dura, que tuvo que sacársela del pantalón.
Dedicó una larga mirada a su polla.
Era grande, muy grande, y estaba endureciéndose a pasos agigantados…Se la agarró con una mano y empezó a hacerse una paja, mientras miraba a su madre.
Su madre, que estaba desnuda a escasos metros de él, abierta de piernas, masturbándose, jadeando.
Intentó varias veces dejar de mirar, dejar de masturbarse, pero no pudo.
Siguió pajeándose hasta que vertió abundantes chorros de semen sobre sus manos, sobre sus pantalones, sobre el suelo.
Limpió, aterrado, el suelo como pudo con su pañuelo.
Luego, se guardó la polla y miró por última vez a su madre.
Aún seguía masturbándose, gimiendo de placer, allí, tan, tan cerca…
Pablo se marchó.
Durante las semanas siguientes, sin querer reconocerlo, esperó como loco la hora de que su padre se marchase de viaje.
Podía tener suerte y que ese día coincidiera con uno en los que no tenía clase a última hora.
Y la tuvo.
El día había llegado.
El día esperado era hoy.
Y ahora, Pablo está justo al lado del dormitorio de sus padres, como la otra vez.
Solo que ahora, la puerta no está cerrada y puede oir los gemidos de placer de su madre con más intensidad.
Una intensidad dolorosa, puesto que una parte de él quiere huir, marcharse a su habitación, olvidar lo que ha visto, lo que ha oido.
Pero no puede.
No puede.
Se queda allí parado, sin atreverse a acercarse a la entrada de la habitación, aunque sabe que terminará por hacerlo.
Mari Carmen se masturba cada vez más frenéticamente.
Salta sobre la cama, como una fiera enloquecida, lanza tremendos gemidos de placer, se mete y se saca el dedo del coño a velocidad vertiginosa, buscando el orgasmo tan deseado y tan postergado en noches de soledad compartida.
-¡Sii…ohh…siii…ahhh…ahhh…ahhh!!¡¡Fóllame…fóllame…fóllaaameee!!- grita Mari Carmen, totalmente cachonda y olvidada de sí misma y de todo tipo de precauciones.
A Pablo , esos gritos, esos jadeos, logran ponerlo muy caliente.
Se atreve por fin a echar un vistazo, asomándose a una esquina de la entrada.
Mari Carmen tiene los ojos cerrados, está muy concentrada masturbándose , y no lo ve.
Pero Pablo si la ve a ella.
Desnuda, en la media bruma de la habitación, con un hermoso color dorado tiñendo su cuerpo.
Abierta de piernas, con su coño y su agujero del culo a la vista, con la preciosa mata de pelo negro encrespado cubriéndolo por arriba…Ahhh…-piensa Pablo-está deliciosa.
Tras haberlo pensado, se arrepiente y da marcha atrás, hasta ponerse de nuevo a salvo, pegado a la pared contigua a la habitación.
Está cachondo, tiene la polla dura, a punto de salírsele de los pantalones.
La lucha en su mente entre el deseo y lo que es correcto es tremenda, pero poco a poco, la victoria se va decantando hacia el deseo, sobre todo gracias a los jadeos intermitentes y húmedos de su madre, que no cesa de masturbarse.
Lentamente, sin saber casi ni lo que está haciendo, con el corazón a punto de salírsele por lo boca, Pablo empieza a desnudarse.
Se quita la camisa, se baja los pantalones, se los quita…ahora está en calzoncillos y calcetines.
La polla parece un misil, dura y tiesa, a punto de romper los calzoncillos.
Tímidamente, se asoma de nuevo a la habitación.
Su madre está ahora boca abajo, abierta de piernas, en una postura realmente obscena, a cuatro patas, metiéndose no uno, sino dos dedos en el coño.
-Ahhh…ahhh…mmmmhh…ahhh…- gime Mari Carmen, sin saber que le está enseñando el culo a su propio hijo.
Pablo, con los ojos abiertos como platos, siente que la polla se le sale de los calzoncillos.
Vuelve hacia atrás de nuevo, se aplasta otra vez contra la pared…
-No puede ser…no puede ser…no puedo estar pensando realmente en…no…no…- se dice a si mismo en su mente calenturienta.
Pero su cuerpo piensa por él.
Sus manos bajan hacia sus calzoncillos, se los quita, se quita también los calcetines…Ahora está desnudo, desnudo por completo y esa certidumbre lo abruma de placer.
Se mira la polla.
La tiene dura, muy, muy dura.
Dura y palpitante, con las venas marcadas y ligeras gotas temblando en la punta del glande.
Y entonces, coincidiendo con un gemido de su madre, penetra en la habitación de ésta y se queda delante de ella, desnudo, con la polla tiesa.
Mari Carmen está otra vez boca arriba y con los ojos cerrados, con el coño mojado, a punto de correrse.
Con los dedos de una mano separa hasta lo imposible los labios de su coño, mientras se mete bien a fondo dos dedos de la otra mano…Con este panorama delante de sus narices, Pablo está prácticamente hipnotizado por su madre, y no puede ni moverse.
Se queda allí, delante de ella, con la polla dura y tiesa, apuntando a Mari Carmen.
Y Mari Carmen abre los ojos.
-¡¡Oh, no, Dios mío!!¡¡Pablito!!- exclama, asustada.
Un segundo más tarde, el susto deja paso a la más absoluta vergüenza y de un salto se sienta sobre la cama, con la espalda pegada a la espaldera de la misma, las piernas pudorosamente recogidas y las manos tapándose las grandes tetas bamboleantes.
Pablo permanece sin inmutarse, de pie, con los ojos muy abiertos.
Bueno, sin inmutarse no.
Ha empezado a hacerse una paja y en la habitación es posible escuchar el ruido que hace su mano al machacarse la polla.
Mari Carmen no dice nada.
No puede decir nada, no sabe qué decir.
Ni siquiera sabe cuanto tiempo ha estado espiándola Pablo, aunque eso no importa.
Lo que importa es que su propio hijo la ha visto desnuda, desnuda y masturbándose como una loca del sexo.
Pasa el tiempo y ninguno de los dos dice nada.
Pablo sigue masturbándose, aunque muy despacio, como para darle tiempo a su madre a decidirse a actuar, a tomar una decisión.
Los ojos de Mari Carmen se fijan en los ojos de su hijo.
En ellos ve solo una cosa : deseo.
El corazón le retumba a Mari Carmen en las sienes, no sabe qué hacer.
Su mirada recorre la cara petrificada de su hijo, luego recorre su torso desnudo.
Sabe que no debe seguir mirando, sabe que debe detenerse, salir de la cama, vestirse, ordenarle a Pablo que haga lo mismo e intentar olvidar el incidente; tal vez tras una pequeña charla amigable se arreglaría.
Pero Mari Carmen sabe que eso no va a suceder.
Continúa mirando a su hijo, o mejor dicho, admirándolo.
Sus ojos, lentamente, van bajando, hasta que al fin llegan a una masa de pelo hirsuto y negro, una masa arremolinada, que es solo la antesala a lo que Mari Carmen desea y no desea mirar.
Mari Carmen siente que la excitación vuelve a tomar posesión de su entrepierna, furtivamente expulsada por el susto de ver a su hijo de repente.
Y entonces, los ojos de Mari Carmen se posan al fin en la polla de su hijo Pablo, una polla grande, gruesa, temblorosa.
Sin darse ni siquiera cuenta, Mari Carmen abre la boca, asombrada.
Nunca había visto una polla como esa, tan grande, tan poderosa, tan gorda.
Supera con creces a la polla de su marido y Mari Carmen siente que el coño le arde de pasión.
Hacía mucho tiempo que no le veía el pene a su hijo, y , por supuesto, nunca se lo había visto en plena erección.
Y es algo digno de verse, piensa Mari Carmen, extasiada en la contemplación de aquella polla que es la de su propio hijo.
Mari Carmen vuelve a mirar a Pablo a los ojos, un Pablo que ya no se masturba, sino que espera, en silencio.
Los ojos del muchacho brillan de deseo, de pasión.
Mari Carmen sonríe y deja de taparse las tetas.
Sus grandes melones quedan al aire y Pablo se deleita mirándolos y remirándolos.
Luego, Mari Carmen da otro paso : separa las piernas y le muestra a su hijo su coño, entreabierto y jugoso, mojado y ardiente de deseo.
Pablo no resiste más.
Se mete en la cama, junto a su madre, que no hace el más mínimo esfuerzo por rechazarlo.
Madre e hijo se abrazan amorosamente; Mari Carmen, sonriente, besa a Pablo en la boca, un beso de amor, largo y con lengua, que el muchacho no sabe contestar, perdido como está en la contemplación de la rotunda desnudez de su madre.
Mari Carmen frota sus grandes tetas contra el pecho de su hijo y éste, flotando en una nube de deseo, gime con voz entrecortada.
-Ah…ahh…- Pablo no sabe ni qué hacer.
Lo que le está ocurriendo es algo que no había soñado ni en sus más sucias fantasías.
Pero es real.
Está realmente aquí, en la cama de sus padres, desnudo con la polla tiesa, junto a su desnuda madre.
Y pronto sabe lo que quiere hacer.
Coge las tetas de su madre con ambas manos y empieza a manosearlas y a acariciarlas, mientras, loco de deseo, besa aquellos maternales pezones, hinchados y duros como piedras.
-Oh…¡Ohh!.
¡Sii!.
– gime Mari Carmen, con los ojos semicerrados, hundiendo las manos en la cabellera de su hijo.
Pablo parece no tener nunca bastante y durante muchos minutos no hace otra cosa que tocar, acariciar, estrujar y chupar las tetas de su madre.
"¡Tetas, tetas, tetas!"- grita la mente de Pablo, desquiciada con tanta teta y tan a tiro.
Los pezones de Mari Carmen son sometidos a intensas y prolongadas chupadas; los hermosos melones de la amorosa madre son lamidos por completo.
Pablo siente en su boca la suavidad y la blandura de las tetas de su madre; descansa la cabeza sobre aquellas mullidas almohadas y gime de placer, sintiéndose féliz y cachondo como nunca había soñado estar.
La polla se le pone a Pablo dura del todo, convirtiéndose en una pétrea lanza, gruesa y obscena, que surge de su bajo vientre como una invitación al placer más desenfrenado.
Mari Carmen, con las tetas mojadas en la saliva de Pablo, le agarra la polla a su hijo con una mano.
Debe detener aquella frenética adoración a sus tetas, si quiere llegar a algo…jugoso con sus hijo.
-Ssshh…- le dice, acariciándole la cara- Tranquilo…tranquilo…sshh…cálmate…- le susurra, y el chico, poco a poco, se calma.
Deja de tocarle los melones a su madre y degusta a fondo el placer de sentir su verga, dura y tiesa, atrapada en la mano de Mari Carmen.
Mari Carmen besa de nuevo a su hijo en toda la boca.
Le mete la lengua hasta el fondo, mientras con una mano empieza a hacerle una paja a Pablo.
La tersura y suavidad de la piel de la polla de su hijo, la dureza y el tamaño de la misma , su grosor, hacen que Mari Carmen se ponga más y más caliente.
No le quita ojo a la verga de Pablo, la acaricia con amor mientras le hace la paja más increíble que el chico haya podido soñar jamás.
-Oh…ahhh…ahh…h…ahh- gime Pablo, mientras la mano de su madre se desliza de arriba abajo por toda la superficie de su polla enhiesta y endurecida.
Pronto, Mari Carmen comprende que desea chupar aquella polla, que desea saborearla, sentirla dentro de su boca.
Sabe que necesita chuparle la polla a su propio hijo y que no va a poder resistirse, aunque sea un acto sucio, obsceno e incestuoso.
Nunca había tenido una polla tan gruesa, tan grande, tan dura, entre las manos, pero eso no va a contentarla.
No.
Necesita chuparla.
Y lo hace.
Abre la boca, mira a su hijo, ve en sus ojos la vergüenza, la turbación y la indecisión, pero también ve el inextinguible deseo.
Acerca sus labios a la punta de la verga de Pablo.
El chico puede sentir el aliento cálido de su madre rodeando su glande rojo y brillante.
Ni siquiera se atreve a suponer lo que va a suceder a continuación.
Mari Carmen separa los labios, agarra la polla de su hijo con una mano y se la mete en la boca.
-¡Aaahh!- gime Pablo, mientras siente en su verga, atrapada por los dulces labios de su madre, el delicioso tacto de una lengua femenina.
Mari Carmen se mete la polla de Pablo hasta el fondo de la boca, hasta la garganta.
La llena de saliva, la chupa bien chupada, haciendo que la habitación resuene con el eco obsceno de su succión.
El sabor de aquella polla virginal, la dureza de la misma, su gran tamaño, hacen que Mari Carmen se vuelva loca de pasión.
El coño le arde, los fluidos comienzan a desbordarse por los labios de su vagina.
-Slurp…slurp…sluuurpp…mmmhh…mmhh…- se escucha chupar a Mari Carmen.
Pablo , recostado hacia atrás, con los ojos fijos en el techo de la alcoba, siente un intensísimo placer que recorre todo su cuerpo.
Mira hacia abajo.
Su madre, su desnuda madre, está a cuatro patas, agarrándole la verga con una mano, mientras con la boca le hace una estupenda mamada.
-"¡Mi madre me la está chupando!¡Mi propia madre me está haciendo una mamada!¡Es increíble!¡Es…ohhhhhh!"- piensa Pablo, con la polla palpitante y ensalivada.
Mari Carmen menea la boca cada vez más rápido, subiendo y bajando una y otra vez, metiéndose la polla de su hijo hasta el fondo de la boca y sacándosela casi por completo en cada meneo.
-Slurp.
Slurp.
Slurpslurpslurpslurp…mmmmhhh…ahhh…sluurp…mmmmhhh.
Mari Carmen no piensa.
Solo chupa.
Chupa y chupa, como una chupapollas cualquiera, sintiéndose cada vez más y más cachonda.
Nota que la verga de su hijo está palpitante y caliente, nota que está muy cerca del orgasmo.
Y ella necesita una salchicha dura que meterse bien adentro del coño, necesita follar urgentemente, es casi una necesidad médica.
Así pues, con toda la mala gana del mundo, se saca la polla de la boca y la deja en paz.
La verga del chico brilla, mojada en saliva.
Pablo la mira, con los ojos muy grandes y ardientes.
-Por favor, mamá…no lo dejes ahora…sigue chupando…sigue chupándome la polla, por favor…- le suplica a su desnuda y cachonda madre.
Mari Carmen le acaricia la polla con una mano; luego, separa sus dedos del miembro de su hijo y los sitúa sobre las mejillas de éste, dándole una suave caricia de madre.
-Pablo…si sigo chupándote la…la…polla….
no tardarás en correrte…y no quiero eso…al menos, todavía no…¿entiendes?
Pablo asiente.
Está muy excitado, sobreexcitado en realidad, sobre todo después de oir pronunciar a su madre la palabra "polla".
Pero comprende que si quieren tener algo más que una sesión de mamada, debe esperar un poco.
Y lo hace.
Los dos se quedan quietos durante unos minutos, mirándose el uno al otro y sonriendo como tontos.
Mari Carmen le atusa el pelo a su hijo y éste se deja hacer.
Pronto, Pablo nota que la gordura de su nabo ha disminuido.
Mari Carmen también lo comprueba, cogiéndole la verga con una mano y meneándola con facilidad a un lado y a otro.
El placer que el chico siente es inenarrable.
Desea que el mundo se pare y que este momento perdure para siempre, allí tumbados los dos, desnudos, haciéndose juegos amorosos.
Mari Carmen le hace una paja a Pablo durante unos segundos, solo para endurecerle la polla lo suficiente.
Cuándo lo logra, se sitúa a horcajadas sobre el bajo vientre de su hijo, sentándose sobre él, abierta de piernas al máximo.
La jugosa rajita de Mari Carmen se encuentra ahora a escasos milímetros de la punta de la enhiesta polla de Pablo, que mira a su madre con deseo inextinguible, temblando de placer.
-¡"Voy a montarme a mi propio hijo!¡Es increíble, es horrible…es…es…es que la tiene tan grande, tan dura…siii…!"- piensa Mari Carmen, también temblando de deseo.
Pablo nota el roce de los pelos del conejo de su madre sobre su propia polla.
Luego, siente el roce, no de los pelos, sino de los labios de la vulva de su madre.
Un segundo más tarde, siente que su madre empuja hacia abajo, rauda y veloz, hasta quedar ensartada.
-¡Oooohhh….
siiiii!- gime Mari Carmen, que hace mucho tiempo que no siente nada duro en el chocho.
-¡Aaaahhhh!¡Es maravilloso!
Pablo, petrificado, siente que tiene la polla totalmente dentro del coño de su madre.
El placer que le invade no puede ser medido, ni narrado.
Una corriente eléctrica de intensidad pavorosa recorre su cuerpo y el joven lanza un aullido de placer.
-¡¡AAAAAAHHHHH!!- gime Pablo.
Mari Carmen, ensartada en la gran polla de su hijo, se queda aún un segundo más en la misma estática posición.
Luego, comienza a saltar arriba y abajo, arriba y abajo, una y otra vez, con los ojos en blanco, la lengua fuera y el cuerpo tembloroso.
Las tetas se le mueven al compás de sus saltos, sus nalgas desnudas golpean a cada embate los muslos de su hijo.
Mari Carmen se está follando a su propio hijo.
Y cada vez con más intensidad, con más saña.
La cuarentona mujer salta como una loca sobre la polla de Pablo, ensartándose y desensartándose de ella a velocidad de vértigo, mientras gime y jadea y grita de placer.
Pero no solo grita.
También masculla obscenidades que dejan atónito a su hijo:
-¡Si…!¡Asi, bien adentro…oh, que dura está!¡Aaahhh…!¡Siii….
!¡Fóllame…fóllameee…fóllame toda…ahhh…!¡Oh, si, si, si,,,ya viene…ya…ya…!¡Aaaaahhhh…!¡Me cooorrooo…siiii…ahhh…!-
Y Mari Carmen se corre sobre la polla de Pablo, mojándola toda con sus jugos imparables, que fluyen cremosos como un torrente desbocado.
Pablo contempla arrobado la cara de su madre, que tiene los ojos en blanco, la lengua fuera y la boca abierta en un permanente gemido de placer.
Y durante un segundo, un pensamiento cruza su calenturienta mente : su madre es una puta.
Una puta.
Una puta cachonda.
Pero consigue rechazarlo, asqueado de sí mismo.
Luego, Mari Carmen cae a un lado suyo y siente su entrecortada respiración.
Los grandes melones de su madre suben y bajan con ritmo ansioso y enloquecido.
Después, poco a poco, se van aplacando.
Pablo no sabe cuanto tiempo transcurre, aunque no debe ser mucho.
De todos modos permanece alli, tumbado boca arriba, con la polla tiesa, mojada en los humores calientes de su madre, mirando al techo, desnudo y cachondo.
Mari Carmen se incorpora después de unos minutos.
Vuelve a estar en forma, en realidad, no se había sentido tan viva en mucho tiempo y los reparos que pudiera tener a hecho de estar en la cama practicando el sexo con su hijo los arrincona a un lado oscuro de su mente y los deja allí; ya volverán luego para atormentarla, pero ahora no, ahora era tiempo de sexo, de placer puro y duro, y ya que hablamos de algo duro…¿qué tal la dura polla de su hijo Pablo?
Mari Carmen agarra la salchicha carnosa de su hijo, se la lleva a la boca y le da un par de lametones.
-Aahhh…mamaaa…ahhh….
– gime Pablo, sintiendo que el orgasmo se acerca a pasos agigantados.
-Sshh…tranquilo, Pablo…ahora…ahora vas a …ejem…vas a follarme…de verdad…yo debajo y tú…tú encima de mí…¿de acuerdo?
Pablo, como en un sueño, contempla como su madre, su desnuda y apetitosa madre, se tumba boca arriba junto a él y se abre de piernas.
Puede oler el coño de su madre, oh si, por supuesto que sí puede olerlo,y es un olor magnífico, a mar, a sal pura y ardiente, a pasión incontenible…Pablo acaricia el coño de su madre, le pasa la mano por encima de la vulva.
Mari Carmen tiembla y emite un quejido de placer.
-Oh…- y mientras gime, se retuerce con lascivia y Pablo, sin pensarlo, la besa en la boca.
Las lenguas se juntan y ésta vez, Pablo disfruta de un auténtico beso de amor.
Excitado y endurecido en su salchicha por la reciente experiencia, Pablo sonríe.
Se sitúa encima de su madre, le estruja las tetas con las manos y…
– Si, mamá…voy a follarte…¿quieres que te folle?- le pregunta, babeando de gusto.
Mari Carmen, también babeando, le responde.
-Si…oh, si, por favor, Pablito, por favor…fóllame…fóllame…¡Fóllame!
Pablo no se lo piensa más.
Le mete la polla hasta el fondo del coño a su propia madre y gime de placer al hacerlo.
Mari Carmen aúlla de gusto, al sentir de nuevo aquella enormidad dentro de su vientre.
-¡¡AAAmmmmhhh…siii…ohhh…!!¡¡Qué dura la tienes…y qué grande!!¡¡Muy grandeeee!¡Ohh…sii…sii…ahhh…sigue…no pares…fóllame…fóllame…ahhhh!!- gime Mari Carmen, cachonda del todo.
Y Pablo se la folla.
Se la folla a fondo.
Le mete la polla bien adentro, luego la saca casi del todo, para volver a meterla otra vez, y otra vez, y otra…Si…sii…ahhh…El chico funciona como un émbolo desbocado, penetrando a su madre con fuerza, con brutalidad incluso…Mari Carmen responde a la penetración jadeando de gusto sin parar y alzando sus piernas para enlazar con ellas la espalda de su hijo y así apretarlo más hacia ella.
-¡¡Ohhhhhh!!¡¡Que maravillaaaaaa!!- exclama Mari Carmen, flotando en un mar de placer sin fin.
Siente que se va a correr otra vez y empieza a arquear su cuerpo para facilitar la labor de su hijo.
Se hace hacia arriba y engulle del todo la polla de Pablo con su coño hambriento.
Pablo sigue follándose a su madre, sin pensar en nada, deleitándose solo en el intenso placer que está recibiendo.
-¡¡AAAAAHHHHHAAAAA!!- exclama Mari Carmen, con una sensual expresión de placer incontrolable en el rostro-¡¡ME COORROOOO!!¡¡PABLITO!¡ME COORROOO!!¡¡AHHHH!!¡¡AHHHH!!¡¡AAAAHHHSIIIIIISIIIIOHH HHDIOSMIOOOME CORROOO…AHHHH…!!
Pablo siente que tiene la polla metida en un charco caliente.
Su madre de nuevo ha derramado sus incontenibles jugos sobre su verga y ésta está nadando literalmente en ellos.
El chico entonces nota que ya no puede más.
Intenta contenerse, intenta pensar en otra cosa, pero es imposible.
El orgasmo es imparable.
Saca la polla del chocho de su madre, y avanza, sin pensar , hacia delante.
Ahora, la polla de Pablo está a escasos centímetros de la cara de su madre, una cara ansiosa y ardiente, una cara que muestra a las claras el intenso placer del orgasmo.
Pablo la mira un segundo.
Mira a su madre.
La ve allí, desnuda, despatarrada, con el coño mojado, la cara brillante de deseo, la boca abierta…y un sucio pensamiento vuelve a insinuarse en su mente.
-"PUTA"- piensa.
Y no bien lo ha pensado, lo borra con insistencia.
Pero ha sido suficiente.
Pablo empieza a correrse.
Mari Carmen, golosa, abre la boca para recibir el semen de su hijo.
-¡¡AAAAAAHHHHHH!!- gime Pablo.
Tiembla de gusto, sintiendo un placer como nunca antes ha sentido, un placer que multiplica por miles el placer de su más intensa paja.
Un chorro sale disparado de su polla.
Mari Carmen lo recibe en toda la boca, más bien en la lengua.
Pablo ve como la lengua de su madre se llena de semen, su propio semen.
-Si…dame de beber…dámelo todoo….
– gime Mari Carmen, excitada.
Pablo lanza otro chorro, más potente que el anterior.
Esta vez, el semen se estrella, no solo contra la boca abierta de su madre, sino contra sus labios, contra sus mejillas encendidas.
Mari Carmen cierra la boca y traga semen, saboreándolo con gusto.
Pablo sigue corriéndose, cada vez más aprisa.
Los chorros escapan de su polla con celeridad, y Mari Carmen hace todo lo posible para tragárselos, pero no puede con todos.
De esta forma, poco a poco, en cámara lenta, la cara de Mari Carmen se llena de semen, un semen que se le mete por todos lados : en la nariz, en los labios, en los ojos…Pablo sigue corriéndose y lanza aún más chorros, aunque más débiles.
-¡Ooooohhh!.
¡Oooooohhh!.
– gime el chico, cerrando los ojos y lanzando manguerazos a diestro y siniestro.
Cuándo al fin termina de correrse, cuándo la última gota abandona su polla, mira hacia abajo.
Su madre tiene una expresión de inequívoca satisfacción en el rostro.
Un rostro que está chorreante de semen; porque Mari Carmen tiene la cara llena de semen por todas partes, un semen que le corre en riachuelos por las mejillas y le corre hacia el cuello mojado.
-Oh, mamá…- gime el chico, a punto de derrumbarse a un lado.
Pero antes de hacerlo, ve como su madre abre la boca y le muestra su interior, un interior lleno de esperma viscosa .
Mari Carmen sonríe y se lo traga todo delante de su hijo.
Pablo cae hacia un lado y descansa.
Al fin.
Madre e hijo permanecen así, juntos, tumbados sobre la cama, desnudos, sin hablar.
Al fin, después de una eternidad de deseos satisfechos, Mari Carmen se vuelve hacia su hijo.
-Pablito, tenemos que levantarnos y vestirnos…tu hermana está al llegar…y no querrás que nos vea aquí…¿no?
Pablo mira al chorreante rostro de su madre.
Y otra vez la palabra temida se insinúa en su mente.
-"Puta"- vuelve a pensar-"Puta.
Pero…¿y si pudiera tener no una , sino dos putas para mí esta tarde tan extraña?-
Borra el pensamiento.
Pero ha dejado un poso en el fondo.
Un resto difícil de borrar.
Pablo sonríe.
Y se piensa la respuesta a la pregunta de su madre.
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