MARÍA: HERMANITA MENOR (SANDRITA Juegos nocturnos…)
Sandrita, la menor de las Valenzuela comienza su despertar sexual de la mano (verga y coño) de su mamita y papito. .
Por más que intentaban hacerla dormir en su cama 30 noches seguidas, Sandrita se escabullía cada dos por tres a la habitación de sus padres para colarse entre las sábanas y dormir apretujada entre ambos. A los dos dejó de importarles cuando descubrieron que tenían en su hija menor una mujercita caliente que podía complacerlos a ambos.
Su papito, Gerardo, creía que Sandrita era la más quieta de las cuatro hijas que le había parido su mujer, la más normalita y comportada con su fascinación por las muñecas LOL y sus crayolas y libros de colorear de mandalas, pero todo cambió cuando cumplió años e intentaron, de nuevo, convencerla de que tenía que dormir en su cama como sus hermanas, era una niña grande. Su papito no sabía que mientras él daba las «buenas noches» a sus hijas mayores, Sandrita las daba a su mami.
Comenzó con la excusa del miedo, abrazándola de costado frente a ella y enterrando su rostro en su pecho, era su mami, su protectora y Sandrita era la más tierna e inocente de sus niñas, no podía admitirlo pero era su preferida.
La niña de sus ojos enterraba su rostro entre sus pechos y a través de la ligera bata de seda podía sentir su respiración, Felicia era una mujer de pezones grandes y sensibles, fogosa desde su primera menstruación, no era insensible ante el calor de la respiración de su nena, que descansaba sobre esa delicada zona, y luego estaba su esposo, Gerardo, su macho, que le metía mano nada más se dormía la niña en los brazos de la madre. Dos dedos entraban en el encharcado coño de la madura mujer mientras mantenía abrazada a su nena, toda delgadita y con olor a fresco, que se hacía la dormida para escuchar a su papito meterle la verga despacio y de lado a su mami.
Un día, tras que su esposo le acabara en el coño y se echara hacia el lado contrario para dormir, pudo entrar Felicia en ese estado de ensueño donde la realidad se difuminaba con la imaginación, y comenzó a excitarse y a acelerar su respiración. Al cobrar conciencia, se dio cuenta de que la nena que abrazaba le estaba chupando los pezones a través de la tela, Felicia no sabía si la nena simplemente estaba dormida, así que no quiso asustarla y despertarla, sino que la dejó hacer unos minutos, hasta que la vio abrir los ojos y buscar el otro pezón tras dejarle transparentado el baby doll por la saliva.
—Nena, ¿Qué haces? —preguntó en un susurro. Sandrita no se asustó, sino que solo alzó esos ojos almendrados, inocentes y vivaces.
—Quería chuparte como cuando era niña —le dijo con inocencia—. ¿Voy a tener unos pechos como los tuyos, mami?
La niña susurraba, pero igual temían ambas que papito despertara. Felicia giró el rostro para asegurarse de que Gerardo aún durmiera, lo hacía, con ronquidos leves y una respiración acompasada. Se volvió a la nena, acariciando su espalda.
—Es probable, mi amor. ¿Quieres seguir chupando? —Sandrita asintió y su mami se bajó los tirantes del baby doll para dejar completamente desnudas sus grandes ubres—. Chupa, mi vida, chupa.
Sandrita se prensó de labios a una de las tetas de su mamá y con la mano rodeó la otra, dando ligeros apretones. Felicia comenzó a humedecerse mientras la semilla de su macho salía de su interior y le empapaba las piernas. Cerró los ojos y dejó que los suaves sabios de su hija la chuparan como un becerro, apretó las piernas frotándose con ellas y alcanzó a sentir un placer suave y exquisito sin llegar al orgasmo.
Así comenzaron los juegos, y poco a poco habían llegado a ocultarlo tan bien que Gerardo culeaba a su mujer sin darse cuenta de que ésta tenía a su becerrita mamandole las tetas al otro lado, cuando él se dormía, era el turno de la mami y se inclinaba un poco hacia el pecho de su nena, con dos tetitas puntiagudas ya, para levantarle el camisón y chuparselas. Era tan deliciosa su delgada princesa, sus manos fueron yéndose cada vez más hasta su cintura, recorría las piernas largas y las caderas, hasta que un día llegó a esos glúteos gorditos y paraditos cubiertos por unas bragas blancas con corazoncitos rojos, metió la mano entre ellos y… su nena estaba mojada.
—¿Te gusta? —le susurró al oído. Sandrita respondió asintiendo y moviendo su cadera contra su mano. Felicia también estaba empapada, no aguantaba más y como los ronquidos de su esposo eran señal inequívoca de que dormía, comenzó a bajarle el calzón a su nena. Está se dejó, hipnotizada por la lengua de su mami que le hacía círculos en esos pezones que prometían ser iguales a los de ella, y por los labios gruesos que chupaban y los dientes que daban ligeros mordiscos; la tenía tan desnuda como ella, y así deslizó un dedo entre los labios lampiños de la menor de las hermanas, sintiendo cómo se tensaba bajo sus brazos.
—Mami… —gimió quedito mientras Felicia le hacía círculos sobre su pequeño clítoris, le calló con un beso, luego otro y otro, hasta que los labios de Sandrita se abrieron para recibir la lengua de su mami. La nena no toleró mucho aquel manoseo y apretó el cuerpo atrapando la mano de su mami entre sus piernas, un par de segundos duró así, hasta que poco a poco soltó sus músculos y quedó laxa en sus brazos, de no ser por la oscuridad hubiese podido ver sus pezones empapados e hinchados y ese coñito húmedo y sonrosado por la fricción.
La dejó dormir por esa noche, pero tras repetir el juego un par de veces, Felicia quiso seguir avanzando y pronto tenía a su nena probando de sus dedos el semen de su macho y sus propios jugos vaginales.
—¿Quieres probar la leche de mami y papi? —le preguntó una noche, Sandrita asintió y se prensó de los dedos de su mami chupando como si fuese un helado—. ¿Quieres más? —La nena volvió a asentir relamiendose los gruesos labios, idénticos a los de su esposo. Felicia volvió a introducir sus dedos entre sus labios para dárselos a su nena como si fuese miel—. ¿Te gusta?
—Sí, mami —respondió, besándola en la boca, esta vez siendo la nena quien le abriera para recibir de buena gana la lengua de su madura mami—. Quiero más.
—Ven aquí entonces —dijo Felicia levantando las sábanas para que la nena entrara entre sus piernas, y así lo hizo con la misma escurridiza técnica con que se escabullía para dormir con ellos, liviana y silenciosa. Felicia abrió las piernas y pudo sentir la respiración de Sandrita muy cerca de su coño empapado, luego un besito en la pierna, en medio de la oscuridad, otro en la pierna contraria, no podía ver nada, aunque levantara la sábana la negrura era absoluta.
Estaba ansiosa cuando su nena por fin metió la lengüita en su coño para chupar el semen de Gerardo y sus lubricantes mezclados, la nena no podía saber lo que hacía, era la primera vez, pero esa inexpertis y lo erráticos de sus movimientos aportaban más excitación y morbo. Sandrita simplemente metía su lengua y sus labios entre los de su madre, la escuchaba chupar y tenía que susurrarle que no hiciera tanto ruido, mientras ella se mordía los labios para no gemir. Las manos de Sandra comenzaron a experimentar también abriendo sus labios, tocando su hinchado clítoris y finalmente enterrando uno, dos, tres dedos en ella para sacar más y más mieles de mami que chupaba con mucha gana. Sandrita sólo llegó a sentir una mano de su mami escurriéndose entre las sábanas y un susurro «chupa fuerte». Obedeció, chupando las mieles de mami tanto como pudo mientras está la empujaba hacia su coño y se corría como la perra en celo que era, contra la cara de su nena.
Cuando Gerardo comenzó a ponerle pastillas para dormir a su mujer y tener más tiempo con sus hijas mayores, dejó a Sandrita sin su leche para dormir. La nena estaba inquieta, su mami ya no le daba lo que necesitaba para dormir y se tenía que conformar con chuparle las tetas hasta quedarse dormida. En la escuela andaba inquieta y comenzaba a buscar esas experiencias con otros, pero lo que quería no lo obtenía a la hora del sagrado sueño reparador. No tardó mucho en darse cuenta que su papi formaba la otra mitad de la fórmula que tomaba para dormir.
Con su papito fue un poco distinto porque él tenía esa «cosota» entre las piernas, la que unos llamaban «pene» y otros «verga». Se la había visto demasiadas veces ya cuando culeaba a su mami y cuando le daba la lechita a sus hermanas, las noches en que ella ya no podía obtener de mami la suya. No le llamaba la atención, pero entendía que si se ponía dura, le daba lechita rica.
Se hacía la dormida y aventaba una mano y una pierna sobre el pecho de su papito, se quedaba quietecita sintiendo su respiración aún acompasada. Comenzó a darse cuenta lo firme y guapo que era su papito, acariciaba su pecho y apretaba sus tetas crecientes ya sobre su brazo. Las siguientes noches bajaba la mano y la dejaba en su vientre, bajo las sábanas, su papito despertó y apartó la mano del lugar, ella esperó pacientemente y volvió a bajarla.
Cuando él despertó tenía la mano de la nena sobre su polla, encima del slip y debajo de las sábanas. Se había vaciado las pelotas con sus hijas mayores, pero la excitación del roce lo despertó y su primer instinto fue apartar la mano de nuevo, pero… se dejó llevar, y cuando tomó la mano de su nena no la apartó sino que la bajó y la volvió a subir, era más pequeña que la de Caro, apretaba muy rico; su verga terminó por ponerse erguida, se la sacó del slip listo para terminar de correrse en la mano de su hija.
Se giró hacia su nena en cambió y la abrazó con cuidado de no despertarla, tomó la pierna delgada que tenía encima de la suya, nervosa y bronceada, y la trajo hacia sí, su verga quedó apretujada entre el abdomen de la nena y el suyo, ella era tan pequeña y delgada pero podía sentir esos pezones duros y gorditos contra su pecho desnudo. Comenzó a mover sus caderas suavecito, para no despertarla, olía tan rico a su perfume de Barbie y su piel era tan suave, una mano se enterró entre sus nalgas para darse cuenta de que ella no tenía ropa interior, sólo la batita de Hello Kitty. Acomodó su verga en la rajita lampiña y tierna y reanudó la masturbación entre los labios de su nena, sintiendo cómo estos se abrían a su paso y… estaban mojados. No lo creía posible pero su nena estaba mojadita.
—¿Te gusta, princesita? —le dijo en el oído, inclinándose hacia su pecho por la diferencia de tamaño; tenía que confirmar si la nena estaba despierta o no.
—Sí, papito —ronroneo ella, abrazándose a su pecho con ahínco. Fue suficiente para que Gerardo diera suelta a sus cochinadas tanto como lo había hecho con sus hijas mayores. Sin embargo, algo había de diferente en ella que no quería mezclarlo con lo de sus hermanas, quizá la edad, quizá la dulzura de su Sandrita. Continuó jugando en su habitación con su mujer al lado, frotando los labios de su nena con su verga, podía imaginarse su gran tronco contra esa almejita pequeña y cerradita, le prendía mucho saber que era el último coñito de aquella casa del cual le quedaba por disfrutar, quería correrse probando aquel bocadito.
—Ven, princesita, dejame probarte.
No le costó cargarla sobre sus hombros aún recostado y llevarla hasta el rostro, la sentó con fuerza sobre su mandíbula y comenzó a comerse el último sabor disponible en su casa, era un macho completo y realizado. La nenita, que nunca había sentido algo tan rico se agarró del respaldo de la cama y se dejó hacer mientras abajo su papito le hacía a ella lo que ella le hacía a su mami, pero su papito lo hacía distinto, ella no movía la lengua así ni chupaba así, tomó nota y aprendió mientras la hacían gozar de placer con más que sólo roces. Sus caderas comenzaron a moverse de manera involuntaria y fregó su coñito contra la barba rasposa de su papi. Gimió quedito, pero su papi interrumpió para decirle que no hiciera ruido.
Sandrita tensó su cuerpo de nuevo como cuando su mami la tocaba allí abajo, pero esta vez fue más fuerte y su papi tuvo que sujetarla para que no cayera de lado, sino de espalda sobre el torso amplio que la protegía, si coñito aún a pocos centímetros de la boca que le había dado placer. Cuando abrió los ojos, escuchaba los mismos sonidos que hacían cuando culeaban, pero tenía a un lado de su cabeza la verga erguida y la mano de su papi yendo y viniendo. Quizá el instinto, quizá reconociendo el olor del precum de su papito, se lanzó de boca a esa verga venosa y gruesa justo cuando él iba acabando, los chorros de lechita surgieron y le bañaron el rostro mientras daba lenguetazos inexpertos con los ojos cerrados. Con los dedos recogió la leche de su rostro y lamió el abdomen y la verga que le dio la vida hasta que no quedó ni una gota.
Así se dio cuenta Gerardo, de que la menor de sus hijas sería la más putita de todas.
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¡Holis, Emma aquí!
Tengo unos relatos ya preparados que me gustaría compartirles para hacerlos pasarla rico. :p
No olviden dejarme saber sus opiniones en los comentarios y escribirme si desean contenido hot. Los invito a mi perfil.
Un beso caliente,
Emma.
Delicioso , espero los demás relatos de las hermanas.😍
Holis. Gracias por leer, te invito a pasarte por mi perfil y leer los relatos llamados «Maria», esos son los que tratan sobre sus hermanas. 😉 Aunque todos los relatos están relacionados y puedes disfrutarlos en orden si quieres. Un beso.
Estoy muy excitado y me voy a masturbar pensando en que si hubiera tenido hija o hijas también hubiera hecho lo mismo 😋😘😋😘😋😘. Muchísimas gracias y leeré y disfrutaré los demás relatos. Besitos 😘😘😘.