Marisa y Raul | tia y sobrino – 3ra parte, nuevo integrante en la familia
Han pasado unos meses desde que Marisa y Raúl comenzaron su aventura secreta, y ahora una pequeña sorpresa los espera .
Han pasado unos meses desde que Marisa y Raul comenzaron su aventura secreta, y su pasión no ha hecho más que intensificarse. Sus encuentros lascivos se habían vuelto más frecuentes y urgentes, y a menudo pasaban las tardes enredados el uno en el otro, explorando sus cuerpos y empujando los límites de su placer.
Una tarde cálida de verano, Marisa esperaba a Raul en su habitación, ansiosa por su llegada. Llevaba semanas sintiéndose extraña, su cuerpo experimentando cambios sutiles que no podía explicar. Una visita al médico confirmó sus sospechas: estaba embarazada.
La noticia la dejó aturdida. Por un lado, estaba asustada y preocupada por las implicaciones de su aventura prohibida. Pero por otro lado, una calidez se extendió por su cuerpo al pensar en llevar un hijo de Raul. Amaba a su sobrino y sabía que él la amaba también, y la idea de crear una nueva vida juntos la llenaba de una emoción secreta.
Mientras esperaba, se tocó el vientre ligeramente abultado, una sonrisa en sus labios. Había decidido mantener el embarazo, independientemente de las consecuencias. Este bebé era una parte de Raul que siempre estaría con ella, un vínculo eterno entre ellos.
La puerta se abrió y Raul entró, su rostro iluminándose al verla allí, radiante y deseable como siempre. Llevaba una camiseta sin mangas que mostraba sus brazos musculosos y pantalones cortos, revelando sus piernas largas y bronceadas. Su cabello caía en desorden sexy sobre su frente, y sus ojos oscuros brillaban con deseo cuando la vio.
«Tía…», murmuró, cerrando la puerta detrás de él. Avanzó hacia ella, sus ojos recorriendo su cuerpo con admiración. «Estás radiante hoy».
Marisa sonrió, sintiendo un calor familiar entre sus piernas al ver su deseo por ella. «Gracias, cariño. Pero creo que eres tú quien me hace brillar».
Lo tomó de la mano y lo guió hacia la cama, donde se sentó, tirando de él hacia ella. Se sentó a horcajadas sobre su regazo, disfrutando de la sensación de su cuerpo fuerte y atlético debajo de ella.
«¿Cómo estás hoy, tía hermosa?», susurró Raul, sus manos deslizándose por su espalda, tirando de ella hacia un beso apasionado.
«Ansiosa», respondió ella, sus manos enredadas en su cabello. «Ansiosa por ti».
وتوزعó hacia atrás, exponiendo su cuello, y él obedeció, bajando para besar y lamer su piel sensible. Sus manos bajaron por su cuerpo, desabotonando su blusa y exponiendo sus pechos.
Marisa arqueó la espalda, ofreciéndose a él. Amaba la forma en que la tocaba, con una mezcla de urgencia y adoración. Sus pezones se endurecieron bajo su atención, y ella gimió suavemente, sus manos agarrando sus brazos.
«Me encanta oírte, tía», murmuró Raul, tomando un pezón erecto entre sus labios, chupando y lamiendo mientras ella se retorcía encima de él.
Las caricias de Raul bajaron por su cuerpo, sus manos deslizándose por su vientre ligeramente abultado. Marisa lo miró a los ojos, viendo una mezcla de deseo y curiosidad en su mirada.
«¿Te gusta, cariño?», susurró ella, sintiendo un calor entre sus piernas al ver su expresión. «Te gusta tocar mi vientre».
Raul la miró durante un momento antes de responder: «Me encanta tocar cada parte de ti, tía. Pero hoy… hay algo especial en tu vientre. Me hace desearte aún más».
Sus palabras la emocionaron, y ella bajó la cabeza para besarlo con pasión. Sus manos bajaron por su cuerpo, desabrochando su pantalón y liberando su erección. Lo tomó en su mano, sintiendo su calor y dureza.
«Quiero sentirte dentro de mí, cariño», susurró ella, guiando su miembro hacia su entrada húmeda. «Quiero que me llenes por completo».
Raul gimió cuando ella se deslizó hacia abajo, tomando todo su largo en su interior. Ambos gemieron al unísono, disfrutando de la sensación de conexión y plenitud. Marisa comenzó a moverse lentamente, subiendo y bajando, sintiendo cada pulgada de él dentro de ella.
«Oh, tía…», gimió Raul, sus manos agarrando sus caderas, ayudándola a marcar el ritmo. «Te sientes increíble hoy. Tan apretada y húmeda».
Marisa sonrió, sintiendo un calor intenso en su vientre. «Eres tú, cariño. Me haces sentir así. Me haces sentir viva».
Aceleró el ritmo, sus caderas moviéndose en círculos mientras lo cabalgaba. La habitación estaba llena de sus gemidos y susurros de placer. La luz de la tarde brillaba a través de las cortinas, iluminando sus cuerpos sudorosos y entrelazados.
Raul levantó las manos para acariciar sus pechos, masajeando y pellizcando sus pezones erectos. Marisa cerró los ojos, sintiendo una espiral de placer que la consumía por completo.
«No puedo… oh, Dios…», gimió, su cuerpo temblando al borde del clímax.
«Déjate llevar, tía», susurró Raul, sus ojos brillando con deseo. «Quiero sentirte venir en mi polla».
Sus palabras la empujaron al límite, y con un grito sofocado, Marisa se precipitó al abismo, su cuerpo temblando en oleadas de placer. Sintió el miembro de Raul latir dentro de ella, y supo que también había llegado a su liberación, derramando su esencia caliente y pegajosa en su interior.
Se quedaron quietos durante un momento, disfrutando de la sensación de conexión y satisfacción. Marisa podía sentir su semen caliente dentro de ella, y una sonrisa se extendió por su rostro al pensar en el bebé que estaban creando juntos.
«Te amo, Raul», susurró, besando su frente. «Nuestro bebé será una bendición».
Raul la miró, su rostro una mezcla de sorpresa y emoción. «Tía, ¿estás…?».
Ella asintió, una lágrima deslizándose por su mejilla. «Estoy embarazada, cariño. Vas a ser padre».
Una sonrisa se extendió por el rostro de Raul, y la tomó en sus brazos, abrazándola con fuerza. «Oh, tía, estoy tan feliz. No puedo creer que vayamos a tener un bebé juntos».
Marisa se acurrucó contra él, sintiendo su corazón latir contra su pecho. «Lo sé, cariño. Será nuestro pequeño secreto, nuestro lazo eterno».
Se quedaron así, enredados el uno en el otro, disfrutando de la intimidad de su conexión ahora incluso más profunda. La idea de llevar el bebé de Raul la llenaba de una emoción abrumadora, y sabía que haría cualquier cosa para proteger su secreto y a su nueva familia.
A medida que avanzaba el embarazo, su deseo por Raul no hizo más que intensificarse. Sus encuentros lascivos se volvieron más frecuentes, impulsados por la urgencia de crear más vida, de fortalecer su vínculo. Marisa amaba la sensación de su sobrino creciendo dentro de ella, y cada encuentro los unía de una manera nueva y poderosa.
Una tarde, mientras la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando patrones de luz y sombra en la habitación, Marisa esperaba a Raul con anticipación. Llevaba un camisón suelto que acentuaba su vientre ahora abultado, y su cabello caía en ondas suaves alrededor de sus hombros.
Raul entró en la habitación, su rostro iluminándose al verla allí, radiante y visiblemente embarazada. Avanzó hacia ella, sus ojos brillando con deseo y amor.
«Tía, estás más hermosa que nunca», susurró, acercándose para besar su vientre abultado. «Nuestro pequeño está creciendo».
Marisa sonrió, acariciando su cabello. «Lo está. Y me encanta sentirlo patear y moverse dentro de mí».
Raul levantó la cabeza y la besó con ternura, sus manos bajando por su cuerpo, acariciando su vientre. «Me encanta saber que llevo a mi hijo dentro de ti. Es lo más hermoso que he experimentado».
Ella lo tomó de la mano y lo guió hacia la cama, donde se sentaron uno frente al otro. «Ahora, cariño, quiero sentirte dentro de mí. Quiero que nuestro bebé sienta lo mismo que yo».
Él asintió, su rostro brillando con emoción. Bajó haciaella, besando su cuello, sus pechos, mientras sus manos deslizaban por su cuerpo, disfrutando de las curvas de su embarazo.
Marisa gimió suavemente, sintiendo un calor intenso entre sus piernas. «Por favor, Raul… te necesito ahora».
Él la miró durante un momento, sus ojos oscuros llenos de amor y deseo. Luego, lentamente, entró en ella, sintiendo la calidez y la humedad que lo rodeaban. Ambos gemieron al unísono, sus cuerpos uniéndose en una conexión profunda y significativa.
Marisa cerró los ojos, sintiendo cada pulgada de él dentro de ella. La sensación de plenitud la consumió, y una ola de placer la recorrió. «Oh, Raul… me haces sentir completa».
Él comenzó a moverse lentamente, disfrutando de la sensación de estar dentro de ella, de ser uno con ella y con su bebé por nacer. Sus movimientos eran suaves y lentos, llenos de adoración y ternura.
«Te amo, tía», susurró Raul, besando su cuello, sus manos acariciando su vientre. «Amo a nuestra pequeña familia».
Marisa sonrió, sintiendo una paz y una felicidad que nunca antes había experimentado. «Y yo te amo. Nuestro bebé será tan afortunado de tenerte como padre».
Sus movimientos se volvieron más urgentes a medida que su pasión crecía. La habitación estaba llena de sus gemidos y susurros de placer, sus cuerpos brillaban de sudor a la luz suave de la tarde.
«Más, cariño», gimió Marisa, sus manos enredadas en el cabello de Raul. «Dame todo».
Raul obedeció, moviéndose con más fuerza, sus caderas empujando hacia arriba mientras la llenaba por completo. La cama crujía debajo de ellos, el ritmo de sus movimientos creando una melodía salvaje.
«Oh, Dios, tía… estás tan apretada», gimió Raul, su voz ronca y llena de deseo. «Me haces sentir cosas que no puedo explicar».
Marisa sonrió, sintiendo una espiral de placer que la consumía. «Hazme tuya, cariño. Lléname con tu amor».
Con un grito sofocado, Raul llegó a su liberación, derramando su esencia dentro de ella una vez más. Marisa lo siguió poco después, su cuerpo temblando en oleadas de placer. Sintió su semen caliente dentro de ella, y una calidez la invadió al pensar en su bebé, creciendo y nutriéndose de su amor.
Se quedaron quietos durante un momento, disfrutando de la sensación de conexión y satisfacción. Marisa acarició el cabello de Raul, sintiendo un vínculo inquebrantable entre ellos, un vínculo que duraría por siempre.
«Nuestro bebé será fuerte y hermoso», susurró ella, besando su frente. «Será una bendición para este mundo».
Raul sonrió, su rostro radiante de amor y orgullo. «Lo sé, tía. Y lo amaremos y protegeremos sin importar qué».
Se abrazaron, sintiendo la calidez y el amor que los unía. Su secreto, su aventura prohibida, había creado una nueva vida, un vínculo eterno entre ellos. Y en ese momento, sabían que cualquier cosa era posible, siempre que estuvieran juntos.
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