Marisa y Raul | tia y sobrino parte 4 (Final)
El final de una maravillosa historia.
Han pasado unos meses desde que Marisa y Raul descubrieron el embarazo, y su vida juntos se ha vuelto aún más íntima y llena de amor. Su secreto los había unido de una manera poderosa, y ahora, con el bebé en camino, su vínculo era inquebrantable.
Una tarde, mientras el sol de invierno se filtraba a través de las cortinas, creando una atmósfera cálida y acogedora en la habitación, Marisa se sentó en la cama, acariciando su vientre abultado. Llevaba un camisón holgado que acentuaba su figura ahora redondeada, y su cabello caía en ondas suaves alrededor de sus hombros.
Raul entró en la habitación, su rostro iluminándose al verla allí, radiante y visiblemente embarazada. Avanzó hacia ella, sus ojos brillando de amor y deseo. «Tía, estás más hermosa cada día», susurró, acercándose para besar su vientre abultado. «Nuestro pequeño estará aquí antes de que nos demos cuenta».
Marisa sonrió, sintiendo una calidez en su corazón al ver la emoción en los ojos de Raul. «Lo sé, cariño. Y no puedo esperar para conocerlo». Acarició su cabello, disfrutando de la cercanía y la intimidad que compartían. «Pero por ahora, solo quiero pasar tiempo contigo. Solo tú y yo».
Raul asintió, su rostro brillando de deseo. «Estoy aquí para ti, tía. Siempre». Bajó hacia ella, besando su cuello, sus manos deslizándose por su cuerpo, disfrutando de las curvas de su embarazo.
Marisa gimió suavemente, sintiendo un calor familiar entre sus piernas al sentir su tacto. «Me encanta cuando me tocas», susurró, sus manos enredadas en su cabello. «Me haces sentir tan viva».
Raul sonrió contra su piel, sus manos bajando por su cuerpo, desabotonando su camisón y exponiendo sus pechos hinchados por el embarazo. La besó en los pezones erectos, chupando y lamiendo suavemente, mientras ella se retorcía debajo de él, disfrutando de la sensación.
«Tus pechos están tan sensibles, tía», murmuró Raul, levantando la cabeza para mirarla a los ojos. «Me encanta ver lo mucho que te excito».
Marisa sonrió, sintiendo una oleada de deseo. «Me encanta excitarte, cariño. Y me encanta saber que soy la única que puede darte este placer».
Él la miró durante un momento, su deseo mezclado con un amor profundo. Luego, lentamente, bajó por su cuerpo, besando y lamiendo su piel suave. Sus manos la exploraron, disfrutando de las nuevas curvas de su cuerpo y la sensación de su vientre abultado debajo de sus dedos.
Marisa gimió y se retorció debajo de él, sintiendo una espiral de placer que la consumía. «Raul, por favor…», suplicó, sintiendo la necesidad urgente de sentirlo dentro de ella.
Él la entendió perfectamente, y se colocó entre sus piernas abiertas, guiando su miembro hacia su entrada húmeda. La penetró lentamente, sintiendo la calidez y la suavidad que lo rodeaban. Ambos gemieron al unísono, sus cuerpos uniéndose en una conexión profunda y significativa.
Marisa levantó las caderas para recibirlo, sus manos enredadas en las sábanas debajo de ella. «Oh, Raul…», gimió, sintiendo su longitud llenándola por completo. «Me haces sentir tan completa».
Raul comenzó a moverse lentamente, disfrutando de la sensación de estar dentro de ella, de ser uno con ella y con su bebé por nacer. Sus movimientos eran suaves y lentos, llenos de adoración y ternura.
«Te amo, tía», susurró Raul, besando su cuello, sus manos acariciando su vientre abultado. «Amo a nuestra pequeña familia. No puedo esperar para conocer a nuestro pequeño».
Marisa sonrió, sintiendo una oleada de amor y emoción. «Yo también te amo, cariño. Y sé que serás un padre increíble». Acarició su cabello, disfrutando de la intimidad de su conexión ahora incluso más profunda.
Sus movimientos se volvieron más urgentes a medida que su pasión crecía. La habitación se llenó de sus gemidos y susurros de placer, sus cuerpos brillaban de sudor a la luz suave de la tarde. La luz del sol danzaba a través de las cortinas, creando patrones de luz y sombra en sus cuerpos entrelazados.
«Más, Raul, por favor», gimió Marisa, sus manos agarrando las nalgas de Raul, tirando de él más adentro. «Quiero sentirte en lo más profundo de mí».
Raul obedeció, moviéndose con más fuerza, sus caderas empujando hacia arriba mientras la llenaba por completo. La cama crujía debajo de ellos, el ritmo de sus movimientos creando una melodía salvaje y apasionada.
«Oh, tía, estás tan apretada», gimió Raul, su voz ronca y llena de deseo. «Me haces perder el control».
Marisa sonrió, sintiendo una espiral de placer que la consumía por completo. «Quiero que pierdas el control, cariño. Quiero sentirte desatarte dentro de mí».
Con un grito sofocado, Raul llegó a su liberación, derramando su esencia dentro de ella una vez más. Marisa lo siguió poco después, su cuerpo temblando en oleadas de placer. Sintió su semen caliente dentro de ella, y una calidez la invadió al pensar en su bebé, creciendo fuerte y saludable gracias a su amor.
Se quedaron quietos durante un momento, disfrutando de la sensación de conexión y satisfacción. Marisa acarició el cabello de Raul, sintiendo un vínculo inquebrantable entre ellos, un vínculo que duraría por siempre.
«Nuestro bebé será perfecto, tía», susurró Raul, besando su frente. «Será fuerte y hermoso, como tú».
Marisa sonrió, una lágrima de felicidad deslizándose por su mejilla. «Lo sé, cariño. Y lo amaremos y cuidaremos juntos. Será nuestra pequeña familia perfecta».
Se abrazaron, sintiendo la calidez y el amor que los unía. Su secreto, su aventura prohibida, había creado algo hermoso y eterno. Y en ese momento, sabían que su amor y su vínculo eran inquebrantables, independientemente de lo que el futuro les deparara.
Los meses pasaron, y una noche, mientras la luna brillaba a través de la ventana del hospital, Marisa dio a luz a un hermoso y saludable bebé. Raul estuvo a su lado durante todo el trabajo de parto, sosteniéndole la mano y animándola. La habitación del hospital estaba llena de amor y emoción mientras Marisa traía a su sobrino al mundo.
Cuando el bebé finalmente llegó, envuelto en una manta suave, Raul lo tomó en sus brazos, mirando con asombro a la pequeña vida que había ayudado a crear. Marisa, exhausta pero radiante, miró a su sobrino y al bebé, sintiendo una ola de amor abrumador.
«Es perfecto, tía», susurró Raul, sus ojos brillando de amor y orgullo. «Es perfecto, justo como tú».
Marisa sonrió, sintiendo una paz y una felicidad que nunca antes había experimentado. «Lo es, cariño. Y lo amaremos y protegeremos juntos. Seremos una familia, no importa qué».
Se abrazaron, el bebé entre ellos, sintiendo la calidez y el amor que los unía. Su secreto, su aventura prohibida, había creado una nueva vida, un vínculo eterno que los uniría para siempre.
A medida que el bebé crecía, Marisa y Raul se adaptaron a sus nuevos roles como padres. Su amor por el niño era inquebrantable, y su vínculo como familia era inquebrantable. Su secreto estaba bien guardado, y su aventura prohibida se convirtió en un recuerdo preciado, un lazo secreto que los unía.
El niño creció amado y cuidado, rodeado de amor y felicidad. Marisa y Raul eran padres devotos, y su amor por el niño solo se intensificó con el tiempo. Su aventura lasciva se había convertido en una memoria preciada, un recordatorio de la pasión y el deseo que los habían llevado a crear algo hermoso juntos.
Y así, en la intimidad de su hogar, Marisa y Raul continuaron su vida juntos, una familia unida por el amor, la pasión y un secreto compartido. Su aventura había sido intensa y prohibida, pero había dado lugar a algo hermoso e inquebrantable: su pequeño y perfecto lazo eterno.
Espero que les haya gustado esta serie de relatos, estoy armando un modelo de IA para hacer este tipo de historias, cualquier sugerencia o comentario sera recibido. Gracias por leerme
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