Más Turbaciones
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Voy a contar una historia que me está pasando ahora mismo, pero que tiene unos antecedentes varios años atrás.
Ahora mismo, mi sobrina me hace pajas, pero eso lo contaré al final.
Y es que, al leer varios relatos, he decidido contar algunas cosas que me han pasado, y que me están ocurriendo en el presente.
Y es que, ironías de la vida, mi sobrina me hace pajas ahora, y hace unos quince años, yo se las hacía a su padre, mi hermano.
Sí: contaba yo con unos 10 años, y mi hermano tendría 16, pues me saca 6 años.
No voy a detenerme mucho en los preliminares; el caso es que, con los descubrimientos del sexo en la infancia y la adolescencia, nos enseñamos nuestros penes, pero mi hermano en plan sexual.
Yo le agarraba la polla, que se le ponía dura, cosa que a mi me asombraba mucho porque no había visto cosa igual.
Es de suponer que a todos los que me leen ahora se acordarán de cuando fueron pequeños (da igual niño o niña) y vieron alguna polla erecta.
A mi me parecía una cosa impresionante.
Se trataba de juegos de paso de edad, más sexuales para mi hermano, que se lo pasaba muy bien mientras yo agarraba su polla y subía y bajaba mi mano, pero también excitantes para mi, que descubría un mundo nuevo.
Ahora, con la edad (tengo 25 años), podría pensar que relacionarse con el sexo en la infancia y adolescencia, aunque sean unas masturbaciones inofensivas, te va a dar menos vergüenza en el futuro, como veo que me pasó a mi.
Tras unos meses donde yo pajeaba a mi hermano, y no me parecía mal, ni me obligaba, al contrario (meses de verano, donde no se tiene nada que hacer), en años sucesivos ya ni me ofrecía su polla ni yo decía nada.
El estaba en sus cosas del instituto, en deportes, con chicas…, y aquel verano de pajas que le hacía pasó al recuerdo, y sigo recordándolo.
Pero…, esa “desvergüenza” me la pegó a mi, pues en clase, junto a otros chicos “desvergonzados” nos hacíamos pajas en el aula.
Ahora pienso que estábamos muy salidos y muy locos.
Solo con unos 12 o 13 años, no recuerdo, pero me juntaba con un grupito de amigos, y nos pajeábamos, ¡incluso en el aula!.
Cuando había clase de tutoría o de algún trabajo en equipo, con las voces de los chicos en cada grupo haciendo sus trabajos, yo con otros estábamos al final de clase, nos poníamos un libro delante, para que no nos viera el profesor, sacábamos la polla, y nos pajeábamos, jaja.
Hasta que llegó un día: en una clase de tutoría, donde el profesor nos dejaba que estudiásemos porque teníamos una semana de exámenes, yo con otros amigos al final de clase, teníamos la polla al aire y nos pajeábamos…, pero en un momento miré al profesor que estaba sentado leyendo algo, y se nos cruzaron las miradas.
Me quedé helado, porque me di cuenta que estaba viendo lo que hacíamos (cosa natural, pero que parecía que no queríamos entender).
Me quedé parado, con la polla tiesa, pero dejé de pajearme en ese momento.
Intenté guardármela en el pantalón, dura como un palo como estaba.
Y no dije nada.
En el descanso, les dije a mis amigos que el profe nos había pillado, que estaba enterado de todo, jajaja.
Supongo que el profesor tendría vergüenza de decirnos algo…; el caso es que no volví a pajearme en clase, aunque sí en los lavabos o en el cine del colegio, pero siempre de forma más discreta que en el aula.
Eso con 12 o 13 años.
Con 15 años me ocurrió otra situación en el colegio que voy a contar.
El instituto tiene su parte de primaria con niños pequeños, que cada uno tiene sus aulas y sus horarios, y coincidimos a la hora de comer.
Pues sucedió que unos colegas de mi edad me vieron en el patio y me dijeron que fuese con ellos, que me iban a dar una sorpresa.
Llegamos a un sitio escondido, fuera del instituto en un bosquete, donde me presentaron a un niño que nos iba a hacer una paja.
Yo me había hecho pajas con mis amigos, sobre todo en el cine del colegio, que siempre dejábamos el suelo o los butacones con los chorreones de semen…, pero ahora una mano distinta a la mía me iba a menear mi pene.
Estaba extrañado.
El niño estaba nervioso, con sonrisa nerviosa, de unos 10 años (creo que me dijo que tenía 9 y todavía no había cumplido los 10).
El caso es que mis amigos dijeron que ese niño ya había pajeado a otros, y ahora lo iba a hacer a nuestras pollas.
Bueno…, en un sitio recóndito, fuera de miradas indiscretas, yo me lo estaba pensando cuando mis dos amigos ya se sacaron la polla y le dijeron al niño que se pusiera manos a la obra.
El niño agarró la polla a uno, bajaba el pellejo del prepucio, lo subía, y así iba excitando el pene del primer amigo que se empezó a ponerse duro y a dejar asomar el glande.
Una vez que dejó la primera polla más dura que una piedra, se puso con la segunda polla del segundo amigo, y, viendo yo la situación, me saqué mi pene y se lo ofrecí al niño para que hiciese igual.
Me agarró mi polla, sacaba, metía, tiraba, subía, bajaba…, en unos segundo empezó a llenarse de sangre y se me puso más tiesa que un mástil.
Como el niño no tenía tres manos, el pene que no tuviese agarrado tendría que ser pajeado por su propio dueño, pero el niño iba cambiado de penes cada poco tiempo y todos teníamos nuestra paja hecha por una mano ajena.
El niño parecía un poco tímido, de risita nerviosa, poco hablador.
No acababa de saber si estaba ahí por propia voluntad, o había sido obligado por mis amigos.
No sé… Cuando llegaba la hora de que la leche empezaba a subir de nuestros huevos a la polla para eyacular, mi polla empezó a escupir leche mientras el niño me la tenía cogida.
Le manché la mano y la ropa….
, pero mis dos amigos fueron más estúpidos.
Quisieron y lo lograron, echar la leche en la cara del niño.
“No os paséis”, les dije a ellos, porque no entendía aquellas escenas de las pelis porno que los hombres duchan de semen la cara y los ojos de las tías.
Eran películas…, pero en la vida real, al niño no pareció agradarle que le bañasen la cara de semen.
No dijo nada, pero se veía que estaba incómodo.
Eche una pequeña bronca a mis amigos, que tras eyacular se largaron, y yo me quedé con el niño, sacando pañuelos de papel para limpiarle el semen que yo le había dejado en la ropa, y dándole esos pañuelos para que se limpiase la cara.
Intenté hacer migas con el pobre niño nervioso, de modo que no estuviera incómodo.
Le pregunté si le había gustado agarrar penes y pajearlos, y me decía “sí”, lacónicamente.
Poco hablé con él, pero le recomendé que si no quería hacer eso, que se negara a hacerlo.
Él asentía en silencio.
En el bar del cole le compré una chuche y yo me compre algo, para que por lo menos estuviera cómodo conmigo, y le dije que si me quería hacer una paja en otro momento, sin ninguna presión, y sin obligación, yo estaba dispuesto.
Durante un tiempo, no insistí y, aunque le veía todos los mediodías en el patio, le saludaba, y seguía a lo mío.
Al pasar una semana, tuve tiempo de comentarle algo más, y le pregunté si quería verme mi polla otra vez.
Sonrió, y afirmó con la cabeza.
Yo estaba cachondo…, pero no quería obligarle a él a nada.
Yo me podría haber hecho una paja yo solo…, pero, al darme permiso el niño para hacérmela él, no tuve duda.
Buscamos los lavabos más discretos del colegio, y allí fuimos los dos.
Nos encerramos en un wáter, me bajé los pantalones, y el niño pudo verme toda la entrepierna, porque el primer día solo me veía el rabo.
Ahora me veía el culo, las piernas, los huevos.
Se asombró, jaja.
Mi polla no es que sea muy larga, pero no es corta: 17 centímetros me mide ahora, y con 15 años también me mediría lo mismo.
Pero en lo que sobresale es en su anchura.
Es un señor tronco, ancho, ancho, con unos señores huevos impresionantes.
Lo que no lo tengo de largo, lo tengo de ancho y de huevos.
El chaval alucinó, y también se impresionó por los pelos, que no vio el primer día.
“Ya te saldrán a ti también pelos”, reía yo, y le enseñaba bien los huevos, incluso el culo.
Pelos en la entrepierna, pelos en las piernas.
Ya estaba desarrollado, en cuestión de pelos, jeje.
Pues, mi polla ancha y un poco hinchada, pero todavía no erecta, la agarró con sus manos, y empezó a pajearme.
Despacio iba asomando el capullo bajo el pellejo del prepucio, empezó a brillar el capullo y a hincharse como un globo a punto de explotar.
Me senté en la taza del wáter para que el niño estuviera más cómodo en la paja que me estaba haciendo.
Y, cuando me llegó la hora de eyacular, disparé el semen hacia otro sitio que no estuviera él, para no ducharle de semen.
Pero aun así, su mano se mojó con mi leche.
Yo quedé a gusto, y me cercioré que el niño estuviera cómodo.
Ya no tenía la risa forzada nerviosa del otro día, sino que estaba más confiado en aquel wáter discreto donde estábamos solos.
En una ocasión, uno de los amigos que fuimos pajeados por el niño, le empezó a hacer burla y a pedirle que le pajeara en público (o sea, que estábamos rodeados de gente en el patio), poniendo colorado al pobre niño.
Ahí me metí yo y le defendí, pegándole unos cuantos gritos al amigo bocazas, que tenía mucho que perder como se enfrentara conmigo.
Y así es como me convertí un poco en el ángel de la guardia del niño, al que si tenía problemas, yo lo defendía de quien le acosase.
No es que yo le quisiera para mi sólo (para que solo me haga pajas a mi), sino que el niño estuviera a gusto y no le hicieran caer en ridículo, ni le presionaran, ni le obligaran.
Yo, que tampoco abusaba de la confianza, me hacía alguna paja cada semana, o cada dos…, y siempre que él decía que sí.
No sé hasta qué punto abusamos del pobre niño, o si bien él se sentía excitado agarrando nuestras pollas…,pero yo no le obligué y conmigo estaba contento y tranquilo.
Así que no me siento culpable de las pajas con las que me agradó.
Y ahora pasamos a la actualidad.
Han pasado 10 años de aquello, tengo 25, y mi hermano 31…, pero tiene una hija que no llega a 10 años, mi sobrina, de la que hable al principio.
Una niña muy rica y muy graciosa, con la que juego y a la que cuido.
Estoy hablando de este mismo verano:
Estábamos en un hotelito en una urbanización en la playa.
Habíamos ido la familia, mis padres, mi hermano, su mujer, mi sobrina….
En una habitación estaba la cama de matrimonio de mi hermano, en otra mis padres, en otra mi cama y la de mi sobrina.
Eran habitaciones amplias, no la cama solo y ya está, sino con sofás, y espacioso.
Como una casa normal.
Yo no intentaba hacer nada sexual a mi sobrina… Solo que estábamos viendo la tele algún programa que no sé cuál era, que salían gente desnuda (no sé… si sería algún reportaje sobre playas nudistas o algún programa de esos que sale gente desnuda en un reality…).
Mi sobrina miraba la tele sin quitar ojo, y los mayores nos reíamos del programa.
El caso es que esa noche me preguntó mi sobrina sobre los genitales de los hombres, refiriéndose al programa.
No había visto ninguno de verdad (lógicamente), y ahora le llamaba la atención ese bulto entre las piernas que tenían los hombres.
Miró a mi bulto, que estaba tapado por un pantalón corto de pijama, miró mi paquete… y me preguntaba si yo lo tenía como lo que había visto en la tele.
Me asombró las curiosidades de mi sobrina.
Ella, con sus casi 10 años, ya sabía más o menos cómo estamos hechos los seres humanos, los hombres tenemos “colita” y las mujeres una “rajita”.
La rajita suya la conocía muy bien, jaja, pero la “colita” de los hombre la habían vuelto muy curiosa esa noche.
Me agarré mi paquete y lo sacudí en plan de broma diciendo que “ahí debajo del pantalón está mi colita, jajaja”.
Pero no era colita, sino un rabo bien grande, jaja.
“A verlo”, me dijo apostando a que si yo era muy vergonzoso.
No soy vergonzoso, le aclaré…, pero… “¿para qué quieres verlo?”.
“No sé”, dijo ella, “para verlo”, me dijo sin más razones.
“Venga, venga, venga”, me insistía la curiosa, jajaja.
Eran las 12 de la noche, y cada habitación estaba cerrada, la mía, la de mi hermano, la de mis padres… “Venga…, que no nos van a pillar nadie”, y con esa frase que me dijo, me hice una idea de que ella sabía que si nos pillaban nos la íbamos a cargar.
No solo yo, sino sobre todo ella, o eso era lo que ella pensaba, que estaba haciendo mal y que si se enteraban sus padres la castigarían mucho.
“Bueno”…, digo yo.
“¿Me bajo el pijama?”, la pregunto, y ella con brillo en los ojos y sin dudar me respondió: “Sí, venga”.
Como yo no soy vergonzoso, no me iba a costar, pero la primera vez con una que no sabe, y que encima es mi sobrina, y que encima es una niña pequeña que no sabe nada del tema, pues me lo pensé un poco…, pero la chica no tenía sueño y su intención era más de curiosear y de jugar.
Vale, pensé yo.
Jugaremos…, pero mi juego será distinto al de ella.
Me bajé el pijama (un vulgar calzoncillo de tela) y ahí apareció mi pene, mis testículos y mi culo a la vista de mi sobrina.
Ella sonreía nerviosa para sus adentros, para no hacer ruido.
“¿Qué es eso?”, preguntaba por lo que me colgaba debajo del pito: “Mis huevos”, respondí, agarrándolos con las dos manos.
Huevos XXXL, que no se habían visto claros en el programa de televisión.
Ahora los tenía mi sobrina a su alcance.
“Agárralos”, la dije, y en sus dos manitas abiertas posé mis huevazos para que los examinara, tocándome el escroto, agarrando cada huevo.
Estaba impresionada, jajaja.
Ahora me tocaba jugar a mi: La dije: “Agárrame el pito con una mano”.
Ella obedeció.
Con mi mano tiraba de la suya de modo que la mano de ella estiraba mi pito, y luego lo bajaba.
Así iba subiendo y bajando el prepucio sobre el glande que empezó a aparecer y mi polla empezó a empalmarse.
Eso sí que no lo había visto en la televisión, como mi polla se estaba convirtiendo en el Increíble Hulk.
“¡¡¡Hala!!!”, dijo ella, y se quedó sin palabras.
Al poco tiempo, ya tenía la polla en modo supremo; por supuesto, a ella le era imposible abarcar todo el tronco de mi polla, que había subido y estaba más dura que una viga de hierro.
Es el momento cuando la expliqué la fisiología de los genitales masculinos, o se lo recordé, pues algo habían dado en clase de ciencias naturales en el colegio, pero, claro, sin tantos detalles como estaba dando yo ahora.
La dije que me fuera pajeando suavemente (o sea, que subiera y bajara su mano sobre mi pene), y entonces, el que se lo estaba pasando bien era yo.
La preguntaba si le gustaba mi polla, y ella contestaba que sí.
Ante todo, quería cerciorarme que no hacía nada contrario a lo que ella quisiera.
Nos dijimos ambos que aquel juego nadie debía saberlo, ni los abuelos, ni sus padres… Nadie.
Es un juego solo entre nosotros dos.
Como le expliqué cómo en mis huevazos se hacía la leche que luego saldría por la polla, al rato se lo comenté que estaba a punto de salir, y schweppsssss, chorrazo de leche disparado al suelo.
Me cayó unas gotitas en mi ombligo, que limpié con mi dedo y luego me chupé el dedo diciendo “qué rica leche”, jajaja.
“Hala, a la cama a dormir”
Al día siguiente, como ya me conocía mi sobrina en pelotas, pues ya no me cambiaba discretamente, sino que estaba en pelotas delante de ella sin ningún pudor (no es que sea exhibicionista, sino que si salgo del baño y me tengo que vestir, pues durante algún segundo tendré que estar desnudo.
Y ahora no me escondía).
La comentaba que me había gustado mucho el juego, y que si esa noche lo podríamos volver a hacer.
“Vale”, fue su respuesta.
Cojonudo, pensé yo.
Por la noche, una vez que cada uno se va a su cuarto, empezaba el juego.
Recuerdo que la chica estaba muy excitada.
Yo me desnudé en seguida y se me empalmó la polla rápidamente; empezó a pajearme con risas, y cambiábamos de posturas, para no aburrirnos.
Como yo la decía que tenía leche de hombre, me hizo ponerme a cuatro patas y ella de rodillas hacía como una lechera ordeñando.
Pues imaginad en el suelo de la habitación yo a cuatro patas y ella con sus manitas tirando y subiendo mi pollón.
El juego era muy divertido y excitante.
La dije yo que estuviera atenta, que la avisaría cuando la leche fuera a salir, y en poco tiempo la avisé: schweppssssss, primer chorrazo de leche al suelo, segundo chorrazo, tercer chorrazo… jejeje, me incorporé porque la chica quería seguir ordeñándome, y la enseñé el charquito de leche en el suelo.
Fui a limpiarlo con papel higiénico…, pero la niña parecía que no tenía sueño esa noche y quería seguir jugando.
Mi polla estaba ancha e hinchada como una morcilla, pero había bajado.
Pero, la niña juguetona, dando tobas a mi pene o sacudiéndolo con la manita, consiguió que volviera a ponerse tieso.
Ahora el juego era a hacer el perrito.
Los dos a cuatro patas: al estar a cuatro patas, el camisón de ella se le subía dejando al descubierto su culito tapado con las pequeñitas braguitas.
Yo, como el perro gigante con gran rabo, me acercaba a ella por detrás y empujaba a su culito con la punta de mi pene.
Esos empujones a ella la daban risa y a mi me ponían a cien.
Imaginad que ella a cuatro patas cabe debajo de mi a cuatro patas, así que me ponía encima de ella y le daba un pollazo a su culito cubierto por la braguita.
Me iba excitando pero bien… Otra variante del empujón con el pene era frotar mi polla tiesa en su parte superior del tronco por su rajita del culo y rajita de la vagina.
Me agachaba un poco y daba varios empujones, de para adelante y para atrás, frotando mi pene con la zona de su culito donde acababa y se juntaba con su vagina (todo con las braguitas puestas, que yo no quería quitárselas ni tocarlas).
Eso le hacía gracia y a mi me excitaba mucho esa frotación.
Un par de meneítos, y se cambiaba de postura.
Yo volvía a ir a cuatro patas hasta que me ponía encima y vuelta a meter mi polla entre sus piernas rozando su culito y su vagina.
Así varias veces noté que iba a explotar de leche otra vez.
La dije que se convirtiera de nuevo en lechera, porque iba a echar la leche.
Se puso de rodillas y empezó a ordeñarme y sin tardar tiempo, ya estaba mi pene escupiendo ríos de semen.
Acabé con los huevos vacíos y exhausto.
Ella también estaba cansada esta vez, así que, tras limpiar el charco de semen, nos fuimos a dormir.
No todas las noches, porque no en todas podíamos hacerlo (ya sea por sueño o por venir de cenar de un sitio tarde), pero si muchas noches hicimos estos juegos tan divertidos, que se acabaron cuando se acabaron las vacaciones y tuvimos que volver a casa.
Estamos hablando de hace medio mes.
Desde entonces la veo menos, pero alguna vez incluso la han dejado conmigo para que la cuide porque sus padres iban a hacer la compra y luego se iban a algún sitio.
Cuando me he quedado sola con ella (unas dos o tres veces), la he recordado si echa de menos mi polla, y como dice que sí, pues me la he sacado y me ha pajeado.
No hemos practicado juegos como los que he narrado que hacíamos por las noches…, pero si alguna vez sé que vamos a estar más tiempo, se lo propondré.
Y otra cosa que la voy a proponer, es que me la chupe.
Ya solo hablo de la “leche” que sale de mis huevos.
La propondré que si la quiere beber… A ver qué me dice… Si está muy excitada, no creo que ponga pegas pues ha hecho de todo con mi pene: solo le faltaba morderlo o chuparlo.
Eso es lo próximo que la voy a pedir.
Y si le gusta la leche, pues tengo unos huevazos muy gordos que están para saciar su sed.
A ver si este fin de semana me quedo con ella, y se lo pregunto.
Saludos.
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