Matriarcado incestuosamente pervertido
Dicen, que al doblar una esquina de una calle cualquiera, te puedes encontrar con todo aquello que es normal, o lo que no esperabas. Yo me encontré con un mundo nuevo. Un mundo especial. Un mundo maravilloso..
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– ¿Eres tú Maribel?
La persona que me hacía esa pregunta era una mujer madura, más o menos unos 55 años. Me quedé mirándola fijamente. Estaba muy bien maquillada y peinada, vestía elegantemente pero… en plan exhibicionista profundo. Gran escote que mostraba más que generosamente, a través de una especie de camiseta de larguísimos tirantes, sus tetas algo caídas y que marcaba más que bien sus pezones. Falda de tubo hasta medio muslo, y unos zapatos de increíbles tacones a esas horas del mediodía.
No la conocía de nada y sin embargo ella si me conocía a mí, ya que salí de la facultad para fumarme el último porro de la mañana y ella, que estaba como esperándome en el patio de entrada, se dirigió directamente a mí, así que simplemente le dije:
– Sí, soy Maribel.
– Hola Maribel, me llamo Marisa y me gustaría hablar contigo largo y en privado ¿te parece que comamos juntas y luego vayamos a mi apartamento y nos tomemos unas copas, nos liemos unos porros bien cargados, y hablemos de lo que más te gusta a ti?
– Entonces sabrás que lo que más me gusta a mí es el sexo.
– Sí, y en todas sus vertientes. Sé que a pesar de que tienes novio serio en el pueblo, casi eres aquí la reina de las orgías más depravadas, y de eso y otras cosas, quiero hablar contigo muy en serio.
– ¿Vas a proponerme que me haga puta y trabaje para ti?
– No te voy a proponer eso porque ya sé que eres puta desde los 15 años y trabajas a tu aire. Aunque tu pobre novio nada sabe de ello, y las pocas veces que te dejas follar por él, lo hace con condón, y sin embargo, aquí el condón no lo usas ni como monedero.
Mientras me hablaba tan claro y tan directo, esos ojos que no me perdían de vista se clavaban en los míos y me estaban estudiando. Esa mujer sabía de qué hablaba y a mí, que soy una de las mejores putas de la universidad a mis 21 años, me estaba poniendo el coñito húmedo y lleno de hormigas que no dejaban de moverse. La miré más detenidamente, noté que hablaba en serio y solo le dije:
– Espérame aquí, voy a recoger mi mochila al aula.
Al salir de la facultad con mis cosas, la pude ver mejor. Su escote, desde el lateral era casi completo, la chaquetilla dejaba sus tetas casi al aire, buenas tetas aunque un poco caídas ¡pero preciosas para su edad! Su pequeña falda no solo era eso, pequeña, sino que tenía un buen corte lateral que si también lo llevaba en la otra parte, al sentarse casi se le vería el coño por delante y el culo por los lados. Los tacones, delgadísimos, deberían ser de unos 12 cm. Y ella estaba rodeaba de moscones de los dos sexos. Debería medir descalza sobre 165-167 cm y su contorno natural, cerca de los 100 cm.
También ella me miraba a mí sin perder detalle. Yo mido 173 y mi contorno es de 97 cm. de duras tetas con areolas y pezones medianos y ligeramente oscuros. Mis piernas son largas y mi culo se marca obscenamente (o lo hago marcar yo al ir tan ajustada) con mis vaqueros, o cualquier otra prenda de ropa que me ponga en esa parte. A los hombres y mujeres os gusta ver culos y tetas, y yo no pongo obstáculos, al revés, me exhibo. Soy castaña clara, piel bien bañada por el sol, ojos verdes esmeralda grandes y pestañas demasiado normales para mi gusto. Preciosa boca de mamona, con unos labios acostumbrados a abrazar y acariciar miles de pollas, para vaciarles sus huevos y beberme ese néctar tan pegajoso, calentito y salado.
Se despidió de la corte de admiradores y se acercó a mí. Se puso a mi lado y simplemente con su mano hizo un arco en el aire y comprendí que deseaba dar la vuelta a los jardines de la facultad. Toda ella despedía un perfume intenso pero suave, elegante. Y un aura de potente sexualidad. Nada nos dijimos hasta llegar a la esquina y al llegar allí, se detuvo y me dijo:
– Maribel, aquel restaurante del fondo tiene unos comedores privados. He reservado uno de ellos para nosotras ¿te parece bien? Así estaremos bien atendidas y tranquilas.
– Supongo que pagarás tú ¿no? Porque ese sitio es caro.
– Por supuesto cariño -me dijo ella riéndose-
Y resultó además, que ella era una habitual porque todo el personal la saludaba por su nombre y con respeto. Al llevarnos al íntimo pero no pequeño comedor preparado para dos personas, no me pude contener y le pregunté:
– ¿Tan segura estabas Marisa que vendría a comer contigo?
– Por supuesto cielo, si te nombran el sexo nunca dirás no a una propuesta… al menos hasta hoy.
Y mientras me decía esto, se quitaba la chaquetilla. Verdaderamente llevaba una semi especie de camiseta de seda-semi top (que no era ni lo uno ni lo otro) de larguísimos tirantes. Sus tetas se salían apenas se movía, y por debajo, más de 20 cm de estómago algo tatuado y con una cadenita colgando de su ombligo. Yo miraba al encargado y Marisa al ver esa mirada mía, le preguntó:
– Samuel ¿tienes algún inconveniente que esta jovencita y yo comamos en pelotas y nos comamos las dos si nos gustamos?
– Por supuesto que no Dª Marisa… y si necesitan algún servicio especial por nuestra parte, ya sabe que nos tiene a sus órdenes.
Marisa se quedó con el top puesto, pero se quitó la faldita y tal y como supuse, no llevaba bragas. Pero alrededor del coño tenía unos discretos y longitudinales tatuajes y en sus labios, 6 aros de mediano tamaño cada uno. Y mirándome a mí, que aun estaba vestida y de pie, sonrió y me preguntó si no me iba a desnudar, al menos a quitarme el sujetador y las braguitas. En ese momento entraba con un carrito Samuel con una preciosa ensalada y una botella de vino blanco en cubitera. Yo me empecé a quitar lentamente el jersey (por si me llamaba la atención) y al ver que pasaba de mí y bajo la atenta mirada de Marisa, me quité mi camiseta y el sujetador, quedándome en toples con los ajustados vaqueros.
Creí que la visión completa de mis redondas y rotundas tetas sería suficiente, pero Marisa me dijo al ver que no me quitaba los pantalones:
– Y la braguita cariño ¿vas a comer con ella puesta? ¿Para qué la necesitas?
Y no. No comí con ella puesta. Me la quité al mismo tiempo que el pantalón, quitándome antes las deportivas. Y mis gruesos labios vaginales, miles de veces abiertos por tantas y tantas pollas de carne o de látex, quedaron expuestos a su vista. Lanzó un buen silbido que debió oírse en la calle, se levantó, se acercó a mí, puso su mano entre mis piernas y empezó a jugar con ellos, mientras sus labios bucales devoraban los míos y su lengua penetraba profundamente en mi boca.
La muy puta sabía muy bien utilizar sus manos y su lengua. Tres veces estuve a punto de correrme, pero la cabrona sabia por mis estremecimientos que estaba ya cerca y lo retardaba. Y a la cuarta, aunque ella lo intentó, no pude más y tuve uno de mis mejores orgasmos. Marisa cogió rápidamente una copa de la mesa y la puso entre mis piernas, y con paciencia, sacó casi dos deditos de mis fluidos. Le añadió vino hasta media copa y se lo bebió todo.
Tardamos casi dos horas en comer, porque entre plato y plato nos comíamos las dos. Había allí un pequeño sofá y lo utilizamos sabiamente. Pero aquella mujer me estaba intrigando de forma inusual. Era incapaz de negarme a nada de lo que me estaba haciendo y a nuestro porno privado. Se estaba convirtiendo en un imán sexual de atracción poderosa. Puedo juraros que era una diosa del sexo. Jamás había estado con una mujer de tanto poder sexual como el suyo y me sentía poderosamente atraída por ella. Nos sirvieron un gran cuenco de frutas, una «macedonia de frutas», y ella vació el zumo que había y en su lugar orinó en el cuenco, yo la miré, las dos sonreímos, y yo terminé de llenar el cuenco con mi propia orina.
Marisa sirvió la fruta en dos pequeños cuencos individuales y nos la comimos con nuestros personales y meados zumos. Y el resto del meado de las dos, nos lo bebimos por turnos directamente del gran cuenco. Yo lo empecé a beber, lo dejé, ella bebió, y luego yo, y luego ella… hasta que lo vaciamos. Me miró y me preguntó:
– Me gustaría follarte hasta agotarnos y ver hasta donde puedes llegar ¿quieres que vayamos a mi casa y nos rompamos follando?
Y como negarme a eso?
Al salir del restaurante, del que no vi pagar la cuenta. Se nos acercó un negro de casi dos metros, bien trajeado y a una señal de Marisa, adelantó el paso y fuimos a un enorme coche negro, y cuando la puerta estaba abierta por el negro para que entráramos, Marisa le dijo:
– Thomas, llévanos directamente a casa.
Vi un pequeño gesto de extrañeza pero ninguna pregunta. Y al arrancar el coche, Marisa abrió mi bolsa donde estaban mi sujetador y mi braguita, las cogió, abrió la ventana, las arrojó a la calle y me dijo:
– Cuando estés conmigo, cariño mío, nunca, nunca, jamás de los jamases, uses prendas interiores. Y siempre que te sea posible usa faldas, falditas, microfaldas, para poder exhibirte y exhibir ese pedazo de coño que tu madre te ha dado. Y así también será más fácil follarte sin obstáculos.
Y no sé si quería decirme algo más porque cogí su rostro y me lo comí a besos. Jamás había follado con una mujer de más de 35 años pero la vieja esta y su misterio, se habían apoderado de mí. Dos veces orgasmé hasta llegar a un sitio oscuro. Era un garaje pero no exactamente. Subimos a un pequeño ascensor y salimos a un distribuidor. Yo solo llevaba puesta mi camiseta, el resto de la ropa me la había ido quitando en el coche. Marisa estaba desnuda.
Me llevó hasta una habitación muy grande con dos camas muy distintas, una grande cubierta por una sábana plastificada y otra enorme, redonda, y Marisa me dijo:
– Te he dicho antes que quiero saber hasta dónde puedes llegar en un primer contacto. Ya sé que te gusta la dorada lluvia, nos la hemos bebido, y ahora quiero saber si te gusta la amarronada caca. Si es así, ve a la cama plastificada y tiéndete panza arriba. Yo me pondré sobre ti y dejaré caer mis caquitas sobre tu boca, y cuando termine de defecar totalmente, las dos nos las comeremos mientras nos comemos a besos y nos follamos como locas. Tengo unos arneses enormes y unos deseos más enormes todavía de disfrutar de ti. Creo que mi hija y sobre todo mis nietas, han elegido bien contigo.
No fui capaz de pensar en nada, ni siquiera en lo que acababa de decirme. Estaba simplemente en un séptimo cielo de felicidad sexual y enormemente incapaz de negarme a nada que me pidiese hacer. Fui hacia la cama cubierta por unas telas plastificadas, me quité la camiseta y totalmente desnuda me tumbé «panza arriba». Instantes después, el culo de Marisa estaba sobre mi y vi como poco a poco el anillo anal se empezaba a abrir para dejar caer sobre mi boca sus delicias. Ajusté un poco mi cuerpo para que cayese directamente sobre mi boca y Marisa se rió diciéndome:
– Maribel, eres mucho más puta de lo que sabía de ti. Voy a convertirte en un miembro destacado de mi familia.
Y mientras terminaba de hablar, los productos de la digestión de sus comidas anteriores empezaron a caer sobre mi boca y mi rostro. Minutos después, vi como el culo de Marisa desaparecía y ella también desaparecía de mi campo de visión. Y como tenía la boca y la cara llena de mier… mientras la esperaba empecé a comer sin asco alguno. Hacía años que practicaba el scat en muchas orgías, lo pagaban mucho más que bien. Y de repente vi a Marisa de nuevo en mi campo visual ¡pero con un arnés brutal!
– Bien mi querida Maribel. Vamos a ver hasta dónde eres capaz de aguantar. Es mi última prueba antes de nuestra larga e interesante charla perversa. No te preocupes por el tamaño, solo es una polla de 7 cm de diámetro. Una auténtica revienta culos y coños. Lástima que esta negra polla no pueda preñarte.
Yo pensé en la única vez que me habían metido en el culo una polla de 7 cm y temblé de miedo. Al menos, esperaba que Marisa supiese usarla, sobre todo por lo incómodo del tamaño y su peso, para darme placer en lugar de dolor ¡y sabía usarla! Se tumbó sobre mí, pero en lugar de penetrarme directamente, empezó a besarme y a participar en la mutua comida de sus excrementos. Mientras tanto, su mano jugaba con mi coño y sus dedos ¡divinos dedos!, penetraban en mi cavidad y me hacían maravillas.
Tuve un orgasmo detrás de otros. La caca de mi rostro y la que había caído por mi cuello hasta el plástico fue desapareciendo, y no solo yo me la comía ¡esta mujer era tan cerda como yo! Y casi sin darme cuenta noté como ¡otra vez más! mis labios vaginales se abrían ante la penetración de ese monstruo negro y ¡joder como empujaba la Marisa y que bien le sentaba ir al gimnasio! Sabía hacerlo, sabía usarla. Sobre todo y a pesar del grosor de la polla, gracias a las corridas que ella misma me provocó.
No fue delicada. No le importaba el tamaño de lo que me metía. Ella simplemente iba a lo suyo ¡a follarme a tope! Mis músculos se abrían de manera rabiosa, como si unas manos muy fuertes tirasen de ellos desde adentro hacia afuera, al mismo tiempo que permitían que aquel pollón se moviese dentro de mi vagina. La sensación de plenitud, esa sensación parecida a esas comidas que no te caben ni una gota de vino más, llenaba mi coño. Era imposible que esa polla de negro látex que me llenaba totalmente, se moviese dentro de mis dilatadísimos músculos ¡y sin embargo lo hacía! La muy puta de Marisa sabía hacerlo… ¡y hacerme feliz!
Levanté mis manos mientras me dejaba hacer y me dejaba follar y acaricié su rostro, y eso la molestó:
– ¿Qué cojones crees que estoy haciendo? No eres mi marido, no eres mi hija, ni siquiera eres mi amante, solo eres una puta que me estoy follando para mi placer, no el tuyo -dijo con mala leche-
– Entonces, si lo que quieres es follarme con esa mala leche que parece te está saliendo ¿por qué no dejas de tratarme como una niña y me follas de verdad… como adultas?
Y todos los rayos de una gran tormenta se desataron y yo me preparé para lo peor, sin saber qué sería lo peor. Paró su follada, me miró fijamente, esbozó una ligera sonrisa y me dijo:
– Sí Maribel, tienes razón. Quiero ponerte a prueba y romperte. Quiero que explotes y lo voy a conseguir. Ya te lo advierto, voy a cambiar de agujero y te voy a meter esto en el culo hasta rompértelo.
Y cuando comprobé que iba en serio porque me sacó esa mojada polla de mi coño y su glande lo apoyó en la entrada de mi ano, yo misma, presa de más miedo del que expreso, levanté un poco mi culo para facilitar la entrada ¡la penetración de una polla de 7 cm de gruesa! Pero además hice algo insultante para Marisa ¡le sonreí! Y Marisa me premió dejándose caer encima mío, y metiendo dentro de mi culo toda la enormemente gruesa cabezota de su polla artificial. Joder con la polla de los huevos ¡me estaba matando y rompiendo el culo! El dolor era terrible e increíble la dilatación anal.
– Así puta, así me follo a las putas como tú ¡rompiéndoles el culo!
Al oírla y notar un grito de triunfo en su voz, se me ocurrió, posiblemente por fastidiar su victoria, la mayor estupidez de mi vida y le dije:
– Con esa polla no conseguirás doblegarme, soy muy puta para ti ¿no tienes algo más grueso?
E increíblemente sí lo tenía. Paró de hacer fuerza para meterme ese pollón. Lo sacó. Se bajó de la cama y momentos después apareció con el arnés todavía colocado pero con una enorme polla, también negra, en la mano.
– No sé Maribel si has querido pincharme diciendo si tenía otra polla más gruesa, pero ya ves que sí. Es un regalo de mi nieta Tania. Esta polla tiene 28 cm de longitud y 9 cm de diámetro y pesa casi dos kilos ¿de veras lo quieres dentro de tu culo? Porque si me dices que si, no pararé hasta que toda esta polla y repito TODA, esté perfectamente encajada dentro de tu culo y pueda follarte. Y soy tan fuerte como lo has adivinado antes, llevo toda mi vida en el gimnasio, así que te la podré meter y luego follarte. Lo que pase con tu ano, lo que sea de tu culo, es algo que no me importa.
Le cogí esa polla con mi mano y me quedé sorprendida por su tamaño y su peso. Vi como ella sonreía aviesamente y solo le dije:
– ¿Y por qué no lo intentas? ¿O crees que soy demasiado puta para ti? No olvides que querías probarme y hablar conmigo de negocios. Tú eres la directora de la orquesta ¿qué prefieres que suene, la flauta o el trombón?
Y la muy puta eligió el grosor del trombón. Cogió liquido de mis fluidos y de la propia mierda que había en la cama y con ellos frotó toda la polla, y después hizo algo increíble, levantó un poco el plástico bajo mi culo, acumuló caca, orín y fluidos ¡y se lo bebió! Mientras me decía que la mierda era su mejor droga y que precisamente quería hundirme en ella para siempre. Cosa que no entendí hasta horas más tarde.
Poco a poco, demasiado lentamente para mi gusto porque alargaba mi dolor, ese pollón empezó a entrar en mi culo. Notaba a través de su respiración la fuerza que estaba haciendo para meter ese monstruo. Pero ese monstruo empezó a entrar dilatando brutalmente mi anillo anal, que empezó a sangrar ligeramente, y a abrir los músculos internos y las paredes de mi pobre intestino. Tardó unos minutos pero lo consiguió. Y con un enorme grito de triunfo, lo cogió entre sus dos manos y empezó a follarme de verdad.
El roce de ese monstruo con mi anillo anal, no solo me producía un enorme dolor, sino que su roce constante y tan prieto lo hacía arder. Varias veces estuve a punto de decirle que parase. Yo misma me decía siempre, que el dolor debe tener unos límites razonables, pero en esta follada había algo animal que yo no intuía pero que llamaba mi atención y me dejaba hacer, haciendo un enorme ejercicio mental de relajación para que mis músculos no se opusieran a su penetración y dejarla entrar. Aunque sinceramente, esa polla era demasiado gruesa para mi inapropiado culo… pero la deseé. Unos 15-20 minutos después, sus manos dejaron de hacer fuerza y me lo dejó clavado en mi culo.
Me miró jadeante y me dijo:
– Ahora, con ese culo tan dolido y castigado, y tu coño inflamado, me gustaría follarte los dos agujeros con mi arnés ¿me dejas? Quiero saber tus límites, porque el culo lo tienes mal y te va a doler. Pero quiero explorar tus límites y si son como me imagino, voy a hacerte correr como la puta que creo eres ¡disfrutarás como una cerda!
– Vale Marisa ¿Cómo quieres que me ponga? -solo le dije eso-
– De a 4. Pero pongámonos a tono, vamos a colocarnos.
Cogió dos enormes copas y las casi llenó de un licor blanco. No olía mal, pero al dar mi primer y potente trago, es como si me bebiese gasolina pura. Marisa me miró riéndose a gusto y ella lo siguió bebiendo como si fuese agua. Y yo no quise ser menos y me terminé la copa ¡aquel maldito brebaje con sabor a hierbas debía tener al menos 60-70 grados de alcohol! Dejó las copas, se colocó detrás de mí y casi sin darme cuenta, ese otro pollón del arnés de 7 cm penetró en mi culo. Dios mío ¿qué agujero me había abierto la muy cabrona con la otra polla de 9 cm, para que esta penetrase tan tranquilamente dentro de mi como si lo hubiese hecho toda la vida?
Durante más de media hora me perforó los dos agujeros. Fue realmente la mejor y más dolorosa follada de mi vida lésbica, porque además, lo que había bebido antes, me había subido a la cabeza como ningún otro alcohol o borrachera anterior. Me daba alas para dejarme hacer lo que mi amante desease… y la muy puta sabía hacerlo. Empecé a correrme. Y empecé a gritar del placer, del intenso dolor o de las dos cosas, pero gritaba como loca y eso la excitaba más y también empezó a gritar mientras me follaba ¡Jamás había tenido yo tantas corridas ni tan intensas!
Sus manos eran fuertes. Me agarraban de las caderas casi sin dejarme moverme. Mis manos y mis rodillas se clavaban en la cama y cada vez me dolían más soportando sus embates y mi peso. Mis brazos casi no me sostenían. Y yo, «casi, casi» estaba en una nube de la que no quería salir. Un buen rato más tarde, el cuerpo de Marisa se paró, me agarró fuertemente clavándome algunas de sus uñas y se desplomó encima mío, y como podéis imaginaros, tal y como estaban mis brazos y mis piernas de agotadas y doloridas, me desplomé sobre la cama con su cuerpo encima mío, con la enorme polla clavada en mi coño.
Durante unos minutos solo éramos dos mujeres jadeantes tendidas sobre un charco de excrementos, de fluidos vaginales, de sudor y también de mi sangre. Las dos quietas, las dos cansadas, con el consolador del arnés parcialmente dentro de mi coño. Me di cuenta que el cuerpo de Marisa empezaba a moverse lentamente y con un «plop», la polla salió de mi coño ¡y hasta en eso me hizo daño porque se había pegado a mis paredes! La voz de mi amante salió de su boca con inequívocas señales de agotamiento para decirme:
– Vamos a ducharnos puta, nos lo hemos ganado.
También yo empecé a moverme sin fuerzas ¡y con unos terribles dolores en toda la entrepierna! Joder como me dolía esa zona y como flaqueaban mis piernas para sostenerme sobre ellas. La seguí y vi que habían varias duchas en la habitación que entramos. Mi cabeza era un perfecto caos. La ducha era de monomando así que fácil de regular la temperatura, y me di una ducha de cojones. Me enjaboné varias veces y poco a poco fui pasando del agua caliente a la fría más fría.
En un estante habían varias toallas, me sequé, me envolví el cabello, me puse una crema antiinflamatoria en mis partes tan usadas y salí de ese «duchódromo». Pero al salir me encontré con otra sorpresa: Una jovencita casi desnuda, con impresionantes tacones y fumándose un porro sentada en un pequeño sillón, me dijo:
– La abuela me ha dicho que cuando termines de secarte y de asearte un poco, te pongas lo que está en la cama grande y salgas por esa puerta hasta el fondo del pasillo. Allí estaremos todos esperándote para cenar. En esa cómoda encontrarás algo de maquillaje. Por cierto, soy Tania y ese monstruo que ha perforado tu culo es un regalo mío a mi amada abuela. Increíble que te haya podido follar con él el primer día, yo tarde casi dos semanas en podérmelo meter.
Y se marchó taconeando divinamente, pero ¡esa cría no tendría más de 14-15 años! Me sequé bien, me maquillé un poco y la ropa que me tenía que poner consistía en un par de medias negras muy altas con ligueros granates. Una braguita de algodón que me taparía bien el culo dañado. Un kimono azul celeste con muchos dibujos orientales que me llegaba a medio muslo. Y un par de zapatos negros, casi sandalias, con unos tacones finísimos de 12 cm. Salí de allí y me dirigí al final del pasillo. El dolor de mi entrepierna era terrible a pesar de la crema que me puse ¡y hubiese matado en esos momentos, por fumarme un buen y potente porro como el de la cría que tan bien olía!
Al abrir la puerta oí voces y al entrar, me di cuenta que habían varias personas, incluyendo una cría de no más de 2 años. Marisa, casi desnuda como el resto del grupo, se acercó a mí y me dio un fuerte beso en la boca mientras su mano se metía bajo el kimono y jugaba con mi pezón izquierdo. Eran 6 personas, 5 mujeres incluyendo a la cría y un hombre. Marisa hizo las presentaciones y al hacerlo, una de las mujeres, muy joven, se giró y la reconocí de la universidad:
– ¡Laura!… pero ¿qué haces aquí?
Y de repente la cría me pregunta:
– ¿Conoces a mi mamá… de qué la conoces?
Estaba Marisa, su hijo Pascual de unos 40 años, su hija Mercedes (Merche) y las hijas que tenían estos dos hermanos, Laura y Tania, de 20 y de 14 años. Y la pequeña Katia, hija de Laura ¡y de su propio padre! Miré sorprendida a Marisa y a cada uno de ellos con enorme cara de sorpresa. Durante el curso anterior y el actual, había conocido a Laura no solo en la universidad, sino en las muchas orgías que frecuentábamos y había follado muchas veces con ella. Era bastante pasiva, viciosa a tope, y jamás decía que no a cualquier tipo de fiesta sexual, incluida la zoo, mucho más adepta a este tipo de sexo que yo, pero ¡jamás había sabido ni sospechado que tenía una hija!
Es cierto que sus tetas habían tenido leche, incluso una vez mamé de ellas, pero muchas estudiantes tomaban productos para que sus tetas estuviesen siempre llenas de leche porque la vendían para pagarse sus vicios. Hasta yo misma lo hice una vez con el natural enfado de mis padres, pero… si quieres vicios, tienes que pagarlos! Y mi novio ¡ni se enteró… otro cornudo!
Todos me miraban sonrientes, incluso en los dedos de Pascual y de Merche habían unas alianzas como si fuesen matrimonio. Y la voz de Marisa se dejó oír:
– Maribel, mi nieta Laura, desde hace muchos meses, me ha hablado maravillas de ti, de tu forma de pensar y de lo puta que eres en las orgías. Esa es la razón por la que te he investigado y nos hemos conocido hoy. Sé que eres discretísima y sé que de lo que estás viendo y de lo que luego hablaremos, no dirás nunca nada a nadie aunque tu respuesta sea NO, y voy a ser muy directa, aunque como nuestra follada ha sido estupendamente larga y cansada, primero vamos a cenar. Pero quiero adelantarte que deseo que formes parte de nuestra incestuosa familia y nos des muchas niñas, que a su vez sean las futuras putas de nuestra familia y generen nuevas niñas/putas para el futuro ¡quiero ser la matriarca del más pervertido clan incestuoso de esta ciudad y de muchas ciudades!
Creo que mi cara de sorpresa era un poema más largo que los de Bècquer y solo atiné a decir:
– Marisa, después de haberte conocido esta tarde y de conocer y follar desde hace meses a Laura, no me importaría ser parte de esta familia y parir una niña detrás de otra, porque creo que me lo pasaría pipa con tanta puta y tantas ganas de follar todos, pero yo no soy de vuestra familia ¿cómo voy a formar parte de ella?
– ¡Casándote con Laura! Ella es más lesbiana que hetero, está colada por ti y está segura que podrías ser una pieza estupenda para todos. Ella ya ha tenido una hija de su padre y ahora te tocaría tenerla a ti, también de mi hijo. Por supuesto, siempre serás, como lo somos todos, sexualmente libre e independiente, y podrás follar con quien quieras, cuando quieras. Y tener hijas de quien te apetezca o de «no se sabe quién», sin importar el color de la piel.
Miré sorprendidísima a Laura y vi que estaba mirando al suelo con la cara más roja que jamás había visto. Pero de repente, levantó sus ojos, ¡me miró y sonrió!
Y Marisa añadió:
– Ya os conocéis hace tiempo y os habéis follado muchas veces. Tú Maribel serás su macho dominante, y ella tu sumisa absoluta ¡Y las dos aumentareis mi descendencia!
Y Laura sonrió alegremente. Muy alegremente.
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Aida88 == [email protected]
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