Me costó trabajo la segunda vez con mi madre
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juandeldiablo1957.
Pasaron como tres meses, yo ya era oficial del ejército muy joven, apenas tenía 19 años y por lo mismo, cada vez que podía echaba desmadre, como ya era autosuficiente en lo económico, me sentí libre de hacer lo que yo quisiera.
Cierta noche que llegué bastante tarde a mi casa, me la encontré bastante enojada conmigo, por llegar tarde y por tenerla con pendiente.
Ya era entrada la noche, por eso vestía una batita algo transparente que me dejaba ver le par de tetas grandes y sabrosas que tenía.
Esa noche me había tomado unas copas no tantas para andar borracho, pero si, para desinhibirme un poco, molesto por sus reclamaciones estiré la mano y la tomé del brazo y la jalé hacia mí.
Pensé en reclamarle y decirle que no tenía derecho de controlarme, pero me detuve al ver que ella estaba llorando, me enterneció verla así, y en vez de decirle eso, le dije “Te amo madre, te amo locamente”.
Sin darle tiempo a nada, usé mi mano libre para tomar de la nuca a mi madre y acercar su cara a la mía, pegué mis labios a los suyos y comencé a besarla con gran pasión, lo hice tal vez por el influjo del alcohol que tome o por el gran amor que en realidad sentía por mi madre.
Solté su brazo y con la mano libre la abracé por la cintura, ella hizo el intento de zafarse de mi abrazo y de mis besos, a pesar de esos intentos, su lengua correspondía los movimientos de la mía dentro de su boca, todavía hacia el intento de zafarse, hasta que soltó un suspiro y se entregó a mis besos, podía sentir como temblaba todo su cuerpo apretado al mío, mientras yo la seguía abrazando y besando.
Con las manos le acaricie las nalgas, se las sobe y se las estruje, ella apenas se movía, cuando sintió mis dedos tratando de separarle sus dos cachetes, ella reacciono e hizo el intento otra vez de separarse de mí, pero era inútil, yo la tenía bien sujeta con una mano, mi mano libre no cesaba de tocar sus nalgas.
Nuestras bocas se separaron y ella recupero el habla y me dijo.
Hijo, te has vuelto loco, soy tu madre, no puedes hacerme esto otra vez, me dijo angustiada.
Yo le conteste, no me importa mamita, te deseo más que a nadie, te deseo desde aquella noche que por primera vez fuiste mía, madre mía, he tenido el deseo ardiente de tenerte otra vez en mis brazos para amarte, como nunca he amado a una mujer y la seguí besando.
Ella no dejaba de resistirse, me pedía que parara, me rogaba que la soltara, me suplicaba que recuperara la cordura y yo solo contestaba que no, que no la dejaría libre.
Mi boca buscaba besarla en el cuello, en su cara, en su boca, solo la dejaba de besar para que ella tomara respiro, agarrando aire, me seguía diciendo: Por lo que más quieras hijo, te lo ruego, contrólate por favor, me dijo entre susurros.
Me separe un poco de ella y le dije, lo que yo más quiero es que vuelvas a ser mía, quiero volverte hacer el amor, quiero que seas mi mujer, la abrace con más fuerza y la seguí besando, ella como pudo me dijo, pero esto está mal hijo, recapacita, no puedes hacer esto otra vez con tu madre.
Le dije, ya lo hicimos una vez mama, ¿Por qué te angustias tanto?, que no entiendes, que yo te amo, yo siempre te he amado y no voy a renunciar a ti y si tu no quieres, entonces me iré de la casa, ya que, no podría estar junto a ti, sin poderte amar.
Entrégate a mí otra vez, se mi mujer, me separe de ella y la deje de abrazar, ella estaba con la cabeza baja, la tome del mentón y levante su hermoso rostro, susurrándole, toma una decisión.
Me coloque a sus espaldas y le susurre al oído, te amo madre, te deseo, mientras le acariciaba sus caderas y sus nalgas con suavidad, la voltee suavemente y la volvió a besar, esta vez con más dulzura, ella correspondió mi beso con la misma ternura.
Se separó de mí, diciéndome, necesito pensarlo bebé, esto que me pides no es normal, me dijo, mientras que tomaba mi rostro entre sus manos y me empezó a besar con ternura, entre beso y beso me decía, no quiero perderte como perdí a tu padre, tú eres todo lo que me queda y sin ti no puedo vivir.
Yo la abracé con ternura y delicadeza, la comencé a besar con más pasión, lamía y mordisqueaba suavemente sus labios y ella hacía lo mismo con los míos.
Le dije, de verdad te deseo madre, eres la única mujer que de verdad deseo hacer mía.
Sin mucho trabajo, abrí su bata de dormir y comencé a acariciarle sus grandes tetas.
Mientras que yo me entretenía con sus tetas, ella em decía, entiendo lo que sientes por mí, pero tengo miedo que esto se salga de control y no sepa que hacer.
Me senté en un sillón cercano, para entonces yo estaba bien caliente, se notaba muy claro la excitación que sentía, ya que se me había formado un gran bulto en el pantalón, ella se me quedo mirando, mientras que su mano temblorosa sobaba delicadamente mi verga a través de la tela del pantalón, Me dijo, quisiera tener tiempo para pensarlo, mientras me desabrochaba el pantalón, tomo mi verga entre sus dedos.
Su mano libre se posó sobre mi cabeza y me acarició como cuando era un niño, pero al mismo tiempo con la otra comenzaba a masturbarme.
Le dije, para mama, déjame quitarme la ropa, lo cual hice de inmediato, me volví a sentar, ella se quedó mirando mi verga, que para entonces ya estaba bien parada.
Me dio un beso profundo y apasionado, después acercó su boca a mi oído y me dijo, aunque me oponga a esto, tengo grandes deseos de que me hagas el amor otra vez, esta noche bebé me voy a entregar a ti por completo, no bien terminó de hablar, cuando tomo con fuerza mi verga, al tiempo que se quedó mirándome a los ojos.
Lleno de lujuria le dije, está bien madre, esta noche te voy hacer mía para siempre, en mis adentros, yo sentí una gran felicidad de que mi madre estuviera decidida a ser mi mujer, me pareció, que ella quería prolongar el momento y disfrutar del morbo de saber que se iba a entregar a su hijo.
Después de recibir mi respuesta, mi madre se arrodilló frente a mí en medio de las piernas, volvió a tomar mi verga, como si quisiera cerciorarse de su grosor y su potencia, jugo con ella por un instante, ahora era yo el que temblaba de emoción.
Era bastante excitante ver a mi madre hincada frente a mi completamente desnuda, acerco su boca a mi verga y comenzó a lamerla suavemente cubriéndola totalmente con su saliva tibia.
Pasaba de mis huevos a la cabeza rodeándola casi por completo con la boca y la lengua, sabía muy bien lo que hacía y por un momento me pregunté cómo es que era tan buena mamando si desde que la dejó mi padre ella no había tenido otro hombre, al menos no que yo supiera.
Después tomo mi verga y se la paso por el rostro, cuando la pasó por su nariz inhalo profundamente como si quisiera impregnarse del olor de la verga de su hijo.
Exhalo por la boca y al mismo tiempo se metió mi pene entero dentro de la misma.
Su boca estaba tibia y húmeda, su lengua jugaba con mi verga mientras esta entraba y salía cada vez con más rapidez.
Mi madre me la mamaba con ahínco y entusiasmo.
Casi con ansias metía la verga hasta su garganta.
Los ruidos que hacía su boca, cuando mi verga le entraba completa, me excitaban como a nadie, yo no podía hacer nada, solo acariciar sus cabellos negros que se enredaban entre mis dedos y gemir con mucho placer.
Yo le decía con voz temblorosa, entre tartamudeos de excitación, mamacita chula, nunca me la habían mamado tan rico, ninguna mujer me lo ha hecho como tú mamita querida.
Mi madre no dejaba de mirarme a los ojos mientras me chupaba la verga.
Yo le repetía lo bien que mamaba.
Pero cada vez me costaba más trabajo articular palabras.
Sabía que faltaba poco para alcanzar el clímax.
Madre, mamá, mamita linda, no aguanto más mamita, me voy a venir.
en cuanto dije lo anterior, solté una descarga enorme de leche, mi madre no pudo reaccionar a tiempo y recibió toda mi leche dentro de su boca, trato de tragársela toda, pero no pudo, mi leche comenzó a escapársele por las comisuras de sus labios, lo poco que quedo en su boca, se lo trago, mientras me miraba sonriendo a los ojos.
Yo quede como muerto por la tremenda mamada que me dio, mi madre me beso y pude saborear su saliva y tal vez el semen que se tragó, tras ese último beso, ella me habló con ternura, ahora es el momento de irnos a dormir.
Hasta mañana bebe, me dijo, con un susurro casi inaudible.
Nos dimos un último beso de buenas noches que duró solo unos pocos segundos y me resigné a irme a dormir solo esa noche.
Me tomó un par de horas dormir, incluso creí que no dormiría esa noche, pero una vez que pude hacerlo, me quede bien dormido hasta casi después del mediodía.
En cuanto recupere la conciencia me levante completamente desnudo con una tremenda erección.
Fui directo a la recamara de mi madre y la encontré sentada a la orilla de su cama cepillándose su cabello negro.
Ya no tenía puesta su bata de dormir, estaba completamente desnuda, se acaba de bañar, me saludo sin voltearme a ver, cuando me vio, se sorprendió verme totalmente desnudo y con la verga parada en todo lo alto.
Tras unos instantes recuperó la compostura y se mordió los labios sin quitarle la vista a mi verga, avance hacia ella, al mismo tiempo que ella se ponía de pie y me dejaba ver su hermosa figura desnuda.
Me detuve a pocos centímetros de ella, el rostro de ella se mostraba dubitativa y parecía que intentaba decirme algo, pero no sabía cómo hacerlo.
Fui yo, quien rompió ese incomodo silencio, madre, yo sé que todavía tienes dudas sobre lo que va a pasar a pesar de lo que hemos hecho los dos, pero ya no hay marcha atrás.
Después de lo que paso anoche ya no podemos volver a ser como éramos antes, ya no somos solo madre e hijo ahora vamos a ser amantes también, le dije, al mismo tiempo que le tomaba la mano y la acercaba a mí, ella me abrazó con fuerza y empezó a temblar, al tiempo que me decía, tengo miedo hijo, tengo miedo de que estemos cometiendo un gran pecado los dos, pero no quiero que me dejes, sin ti no tengo razón de ser, al decir esto dejó de temblar y su voz se tornó más segura, continuo, no puedo soportar la idea de perderte, así que prefiero pecar a tu lado y condenarnos los dos, a dejarte ir, hazme tuya, cógeme, cógete otra vez a tu madre.
En cuanto terminó de hablar nos dimos el beso más apasionado que jamás he sentido en mi vida, nuestros cuerpos se mezclaron en un abrazo prohibido, mis manos acariciaban sus pechos, apretaban sus nalgas, se deslizaban sobre su cintura y sus caderas, mientras que mi boca y mi lengua se enredaba con la suya, ella no se quedaba atrás y correspondía a mis besos y mis caricias de la misma forma.
La recosté sobre su cama para subirme sobre ella, la seguí besando, mi boca bajo hasta sus tetas y se las empecé a chupar arrebatándole suspiros de placer.
Me pedía más, me rogaba que siguiera, me decía, muérdeme los pezones, mi amor, chúpamelos como cuando eras un bebé, mi cielo, me matas de placer.
Mi boca pasaba de uno de sus pechos al otro ayudado por mi mano que apretaba con fuerza la teta que quedaba sin atender.
Ella acariciaba mi cabello y suspiraba con fuerza.
Me reincorpore un poco, hice que abriera las piernas y las levantara, pude ver su vagina que tanto ansiaba, sin esperar a nada hundí mi cara en su vagina y comencé a comérmela como desesperado, los suspiros de mi madre se transformaron en gemidos de placer.
Mi lengua se movía a placer dentro de su vagina, jugaba con su clítoris y mordía sus labios vaginales, ella “¡Sí bebé, sí bebé, más, más, dame más!”.
Yo podía sentir como se humedecía su vagina más y más, hasta que ella logro un orgasmo intenso mientras yo devoraba sus jugos con fruición.
Levanté mi cara de entre sus piernas y la miré directo a los ojos, su cara mostraba una lujuria que seguramente era reflejo de la mía, ella ansiaba este momento tanto como yo y no la iba a defraudar, me reincorpore de nuevo y la comencé a besar de nuevo, mis manos acariciaban todo su cuerpo, desde su cintura y sus nalgas, pasando por sus tetas y su rostro, de pronto escuche a mi madre decir, hazme tuya, hijo mío, tómame bebé, cógeme, me decía entre gemidos y suspiros.
Yo no me hice más del rogar.
Me reincorpore de nuevo, le abrí las piernas y de un solo golpe penetre a mi madre, ella soltó un gran gemido en cuanto sintió mi verga deslizarse dentro de ella.
Susurrándole al oído, le dije que la amaba mientras mi verga empezaba a salir y entrar nuevamente en su vagina, le entraba toda completa sin esfuerzo, pero a pesar de eso sentía como me la apretaba con cada estocada, seguí con el metí y saca, por un largo tiempo, no por nada tenía 19 años, a esa edad uno parece un garañón o un semental, hasta que sentí que se abrazaba a mí con fuerza, sentí como mi madre empezaba a tener un orgasmo bastante intenso, quedándose muy quietecita, mientras yo incrementaba la velocidad de mis estocadas.
(Me sentí muy feliz, por haber logrado que mi madre tuviera un orgasmo producido por mí.
Y más me sentí feliz, porque mi verga iba ser la única que le iba quitar las ganas a mi madre e iba a estar a su disposición cada vez que ella quisiera, pues además de ser su hijo, iba ser su amante).
Pero no iba ser el único que ella iba tener, era mi madre y merecía que yo la dejara satisfecha, así que, no deje que se recuperara y seguí metiéndole la verga a toda velocidad, hasta que después de un rato logre que se viniera otra vez, yo también estaba a punto de venirme, cuando sentí que esto ya era inevitable, le di la última estocada y me empecé a venir como loco dentro de ella.
Tardamos unos minutos en reponernos, cuando ella lo hizo, me miro y me dijo con una sonrisa, nunca había tenido un orgasmo tan intenso en mi vida hijo, ni con tu padre lo había tenido, nunca había estado tan cachonda en toda mi vida.
Gracias hijo, me haces una mujer muy feliz.
Ella llorando de felicidad, me dijo, soy tuya hijo, júrame que nunca me vas a dejar, te amo hijo, le dije con mucho amor, yo también te amo madre y ahora que eres mía no va existir otra mujer en mi vida más que tú, al oír esto, me abrazo y me dio un beso lleno de amor maternal y de amor lujurioso, un beso único que ninguna otra mujer podría haberme dado jamás.
Desde ese día no hubo otra mujer más en mi vida que ella, por casi veinte años la hice feliz y calme sus ansias, con el tiempo me tuve que casar, pero, eso no fue obstáculo para que la siguiera amando, hasta que ella perdió el interés por el sexo debido a su edad, deje de cogérmela a los casi sesenta años.
Saludos.
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