Me gustan los huevos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Este es un recuerdo de mi infancia.
De cuando tenía de 10 a 12 años.
Siempre me han gustado el sexo masculino, y sobre todo, los huevos, las pelotas, los testículos, en su bolsa peluda, bolsa suave, dulce al tacto.
Cuando fue la primera vez que pude comprobar esa suave textura?.
Hace más de 10 años, hace unos 15 años, cuando yo tenía unos 10.
Era una niña pequeña, pero bastante pesada con mi hermano y sus amigos, y durante una época, me dio por pellizcarles sus partes, haciendo que ellos se encogieran para protegerse (tanto mi hermano como sus amigos).
Mi hermano y sus amigos andaban por los 16 a 17 años, así que eran bastante mayores como para jugar conmigo, que encima era una niña que estaba sola en casa.
Me aburría y jugaba con ellos a hacer cosquillas.
Y, según crecía, me fue interesando o me fue atrayendo lo sexual, la diferencia entre chicos y chicas, qué cosa tenían los mayores entre las piernas, y esas cosas que pensábamos, más o menos.
La curiosidad sexual me hizo espiar a mi hermano y a un amigo suyo cuando me di cuenta que se cambiaban de ropa tras salir de la piscina de casa de ese amigo.
Una vez me escondí cuando pude adivinar que iban a cambiarse de ropa.
Salían de la piscina de la urbanización y se encaminaban a un sótano donde allí se cambiarían.
Yo me había adelantado y me había escondido en aquel sótano: lo vi a unos 5 metros de distancia.
Se quitaban el bañador y les colgaba lo que yo estaba buscando: unos buenos penes colgando y unos buenos testículos que me llamaron mucho la atención, y todo rodeado de unos matojos de pelo que atraían mi mirada.
No tardaban mucho en cambiarse y ponerse algo de ropa encima.
Durante varias sesiones de piscina en otros días, yo hacía lo mismo: me adelantaba al sótano y me escondía detrás de un mueble a ver como se cambiaban y como colgaban sus sexos entre sus piernas.
En otras ocasiones, yo seguía pinchándoles, jugando, pellizcándoles su entrepierna, entre risas e insultos de ellos que me llamaban pesada, plasta, plomo.
Y, un día les quise pegar un susto cuando se cambiasen de ropa en el sótano: quería acercarme más a ellos cuando estuvieran desnudos, pero, claro, me tenía que descubrir de mi escondite.
Y así pasó: me volví a adelantar al sótano, y cuando ellos estaban desnudos hablando, salí de un salto: “OS PILLÉ”.
Les pegué un buen susto, jaja.
Y me acerqué a ellos a pellizcarles sus partes, y ahora sin la protección de ningún pantalón ni ropa interior.
Le agarré el pene al amigo de mi hermano, que con cara de asombro preguntaba a mi hermano que qué hacía yo ahí agarrando su polla.
Pusieron cara de póker y se reían.
Fue cuando con mis manos agarré los huevos de ese chico, esas bolas envueltas en esa bolsa peluda, blandita y suave.
Me encantó.
Yo, riéndome, cambié mis manos del sexo del amigo al sexo de mi hermano, le agarré los huevos también, y él, con cara de cansancio y resignación, también se dejó hacer.
En vez de encogerse e irse, esa vez me dejaron tocar sus partes.
Volví a agarrar el pene del amigo de mi hermano, y éste me dijo que lo agarrara bien, no le fuera a hacer daño, que con la risa nerviosa y mi excitación, lo que hacía era como tocar una zambomba.
Me sujetó mi mano y me guió cómo agarrar su pene, bajando el pellejo y apareciendo el capullo.
Esa fue una sorpresa que no me esperaba, pues según iba haciendo eso, su pene empezó a crecer y a hincharse de modo que ese glande fue saliendo e hinchándose como un globo de color rojo.
Ese pene ya estaba distinto, jeje, pues se estaba poniendo erecto, que yo no lo había visto así antes.
Sería por la circunstancia, que vi que el pene de mi hermano también empezaba a apuntar hacia arriba, a ensancharse y a crecer.
En un momento, ambos penes estaban anchos, largos, duros y tirantes.
El amigo me indicó como agarrar su pene (o sea, yo no sabía, pero me indicaba como hacer una paja, no con este nombre), y yo estaba ahí subiendo mi mano y bajando por la piel de su pene.
Al rato, quise hacer lo mismo con el pene de mi hermano, que también estaba tieso.
También lo agarré, subí y bajé mi mano por su piel, y yo estaba bastante emocionada.
Según pude comprobar, las caras de ellos no parecían de excitación (seguro que estaban excitados porque sus penes estaban tiesos) sino que estaban aguantando que les tocase con resignación.
Al rato ya dijeron que estaba bien, que ya no más.
Otro día más, pero hoy tenían prisa.
Bueno…, yo me di por satisfecha porque había visto y tocado más de lo que esperaba.
Y…, mientras que el amigo de mi hermano le veía menos (cosa lógica), a mi hermano le veía todos los días, y con él era más pesado a la hora de pellizcarle o tocarle el pene.
Cuando me ponía muy pesada, él con hastío me permitía y se sacaba la polla flácida para que yo se la pusiera tiesa, cosa que hacía con los movimientos de manos que me habían enseñado.
A partir de una 3ª o 4ª vez, fue la primera vez que estuve mucho tiempo con el pene de mi hermano y vi como escupía leche por la punta.
Ese día supongo que mi hermano estaría más caliente y me permitió que él llegase hasta el final.
Otro día, con su pene erecto cerca de mi cara, me golpeaba con el pene y yo intentaba darle algún mordisco, cosa que hice (pero suavemente).
Era un juego que nos encantaba (sobre todo a él, supongo, jaja).
Así que, entre mordiscos y besos, terminaba echando la leche encima de lo que tuviese delante.
Y ya está.
Según fui haciéndome más mayor, me fue dando más vergüenza hacer esas cosas hasta que dejé de hacerlo.
Ahora solo lo recuerdo.
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