MI ABUELITA MARTHA 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por carlitos1972.
Desde que nací fui criado por mi abuela viuda Martha, y mi madre soltera Clara, ya que mi padre apenas aceptó reconocerme como su hijo, él jamás se hizo cargo de mí; tanto es así que antes de cumplir mi primer año, él dejó de tener contacto conmigo y se mudó a otra ciudad donde rehízo su vida. Les cuento que un año antes de mi nacimiento, mi abuela había enviudado después de un matrimonio de más de 40 años. Comenta la familia que ella y mi abuelo eran el uno para el otro, inseparables, así que se sumergió en una profunda depresión, la misma que terminó cuando yo nací. En ese momento, mi abuelita tuvo un nuevo motivo para vivir feliz: Yo, su último nieto, Fabrizio!
Tenía ella varias hijos e hijas, pero todos se habían independizado, se habían casado, tenían sus propias familias, algunos en otras ciudades, así que cuando mi madre tuvo mala suerte con su marido, ella nos acogió, convirtiéndonos en una familia de 3. Todo era felicidad, viví una infancia feliz, pero empezaban las disputas familiares porque consideraban que mi abuela ya no estaba en obligación de atenderme a mí, mientras mi mama salía a trabajar; conforme pasaban los años, yo comprendí esta situación que era muy penosa, y eso hacía que sintiera mucho rechazo hacia mi familia, y más apego a mi abuela. Siempre la quise, la quiero, y siempre la voy a querer. Cuento esto para que entiendan el nivel de afecto que desarrollé con mi abuelita, desde muy temprana edad.
Ahora bien, los hechos: cuando cumplí 12 años, y por la insistencia de mi abuela y madre, volví a entablar comunicación con mi padre. Para ellas, no era posible que mi padre sea un vago que rehízo su vida en otra ciudad, se casara y tuviera hijos, y a mí me dejara de lado. A pesar de ser como ser, las mujeres de mi casa siempre procuraron que guardara respeto hacia mi progenitor. Así que a partir de esa edad, yo siempre viajaría todos los veranos a pasar vacaciones a la capital, junto con mi padre, madrastra, y hermanastros.
Obviamente siempre me comunicaba con mi abuela, a quien yo le tenía mucha confianza, le contaba de todo, o casi todo. Al año siguiente, mi madre vio una gran oportunidad de viajar al extranjero para trabajar y ahorrar más dinero, pues ya empezaba a preocuparse por mi educación superior futura; ella no se confiaba que mi padre pudiera ser responsable de eso, pues apenas me recibía en su casa y a regañadientes. Y obviamente sería un abuso, usar los recursos de la pensión de mi abuela y la renta de una casita y chacra en un pueblo cercano, que le dejó en herencia mi abuelo, además de todo eso, la presión de la familia y sus discrepancias; así que sin pensarlo 2 veces mi madre viajó, y mi abuela se quedaría nuevamente sola, sobre todo los veranos. A veces llorábamos por teléfono diciéndonos cuanto nos extrañábamos, incluso a pesar que algunos días, algunas de mis tías, se quedaban haciéndole compañía.
Cumplí 14, ya saben cómo es uno a esa edad, las hormonas están al 100%, y yo aburrido con los antipáticos de mis hermanos en la capital, aunque me divertía jugar con ellos, por ser el mayor, y mandarles en todo jeje, mientras yo me escabullía para darme unas ricas pajas, viendo revistas porno, y esas cosas. En esa época yo ya tenía una contextura gruesa, algo panzón, alto, usaba lentes y tenía una buena verga, gruesita pero no tan larga, apenas unos 16cms. Recuerdo perfectamente ese día terrible de mayor miedo que sentí en mi vida. Estaba yo en la azotea, mirando revistas porno, manoseándome rico, cuando mi madrastra llega y me dice que tengo una llamada urgente de mi ciudad natal, percibí que no eran buenas noticias, y así fue. Era mi tía Marisol al teléfono: “Fabri, tienes que venir urgente, tu abuela se cayó de las escaleras” Sentí que mis piernas se doblaban, que me faltaba el aire, me puse pálido, frio, es una horrible sensación la angustia. Sentí miedo y rabia, porque sabía que mi abuela estaba sola, y en parte era mi culpa, en parte era culpa de mis tías que no se preocupaban por atender a su madre. En fin, con las pocas fuerzas que tenía, hice maletas, y ese mismo día viajé a encontrarme con mi abuelita adorada.
Llegué, estaba mi abuela en su cama, tenía la pierna ya enyesada, nos abrazamos, lloramos, converse con mis tías, me pidieron que me quedara por el resto del verano, a hacerle compañía. Decían que ellas no tenían tiempo de atenderla todo el tiempo, pero que apoyarían en todo lo que puedan. -NO HAY NINGÚN PROBLEMA-, les dije.
Básicamente era de lunes a viernes por las mañanas que me quedaba a solas con mi abuela y la atendía en todo lo que podía. Ella no podía mover una pierna, y tenía algunas raspaduras y moretones en su espalda. El día comenzaba así: la levantaba de la cama para que pudiera sentarse, luego con mucho cuidado ella rodeaba mi cuello con su brazo, se apoyaba en mí y del otro brazo una muletilla, así con bastante paciencia la llevaba hasta su baño privado, y la sentaba, entonces la dejaba sola por unos momentos, hasta que ella me llamaba y procedía a llevarla nuevamente a su cama. Entonces me encargaba de sentarla con cuidado en el respaldar de su cama, le llevaba el desayuno, conversaba con ella, limpiaba su habitación, le lavaba sus prendas, como era verano, tenía mucho calor, y a veces también le pasaba una esponja humedecida por el rostro, piernas, hombros, es decir, yo la trataba como a una reina.
Sucedió casi de inmediato, al 4to día desde mi llegada, esa mañana me desperté más temprano que de lo costumbre, amanecí con una calentura y erección común a mi edad, pero recordé que tenía cosas que hacer en la casa, así que finalmente me levante y me dirigí hacia la habitación de mi abuela. Al suponer que ella aun dormía, entre sigilosamente a su cuarto para abrir las ventanas como lo hacía todas las mañanas, en efecto ella dormía, más aun, estaba roncando un poco. Debido al calor y a petición de ella, en los días previos yo había ubicado su cama, pegada a la pared donde estaba la ventana que daba hacia el patio posterior. Así fue pues que la encontré durmiendo boca arriba, su pierna enyesada totalmente estirada y su pierna derecha casi totalmente flexionada y apoyada sobre la pared, las sabanas a un costado.
Ella era una señora de 66 años, no muy alta, era muy blanca, cabellos canos que se los pintaba ocasionalmente, era de contextura normal, ni gorda ni flaca, tenía unos enormes pechos ya un poco caídos, si era muy caderona, tenía unas posaderas muy prominentes. Sonreí, y entonces al aproximarme hacia la ventana pude ver con más detalle sus muslos blancos, fuertes, y la tela del faldón se le había caído delicadamente, como haciendo una invitación a indagar que más había adentro. No sé qué pasó por mi cabeza exactamente pero sentí morbo, sentí lujuria, sentí que estaba a punto de hacer una travesura indebida, y después de dudarlo por unos segundos lo hice. Simplemente me incline desde el borde de la cama, y desde ahí lo vi, era la raja peluda de mi abuela, me quedé con la boca abierta, tenía ella algunos vellos canos que se mezclaban con otros negros, todos alborotados. Miré en mi short y noté una tremenda erección, me palpitaba la verga, me saboreaba los labios de ver esa imagen tan exquisita del sexo de mi abuela, su concha peluda, y seguramente transpirada por el calor de esa mañana. La contemplé varios minutos mientras me sobaba el bulto. Ah caray! pensé, no aguanté más y me saqué la verga y empecé a masturbarme viendo todo eso. Apenas pude llegar al inodoro de su baño privado para arrojar mis mecos, al bajar la palanca del baño, no pude evitar despertar a mi abuela con el ruido; al salir del baño la vi estirar sus brazos y acomodar su pierna, le abrí la ventana, y nos dimos un feliz buenos días. Al día siguiente fui por más!
A la mañana siguiente, me desperté temprano nuevamente pero esta vez ya más decidido a hacer algo más; entré sigilosamente a la habitación de mi abuela, ella dormía plácidamente, yo ya caminaba hacia adentro con mi verga en la mano, contemplándola, esta vez ella estaba toda estirada pero eso no me impidió, levantarle la falda del pijama con mucho cuidado. Oh si, ahí estaban sus piernas ricas, me animé por mas, y apareció su vagina deliciosa. Uffff que deliciosa se veía, de pronto ella hizo un movimiento leve, yo me quedé de piedra conteniendo la respiración; ella había flexionado nuevamente su pierna como el día anterior, así que su concha peluda quedó totalmente expuesta.
Parecía que inconscientemente ella estaba pidiendo que se la cojan. Yo empecé a pajearme frenéticamente mirando su cuerpo, sus piernas, esas tetas cubiertas apenas por su pijama que no dejaba mucho a la imaginación. El momento del climax, no llegaría al baño esta vez así que en un momento de debilidad, le arroje mi semen a ella, mis chorros, algunos fueron a dar a sus muslos, los más potentes llegaron muy cerca de su sexo, no recuerdo haber botado tanta leche en una paja, y la culpable de todo esto era nada más y nada menos que mi propia abuela. Pensé, si la limpio ahora mismo, la despertaré, así que la deje así, me acomodé, y me retiré de la habitación; a los pocos minutos entré nuevamente, esta vez a abrir las ventanas, y noté que mi semen ya no era ni espeso ni blanco, sino que se había puesto líquido y le chorreaba por las piernas a mi abuela que al despertar me dio los buenos días, -que calor hace hijito-, me dice, -estoy sudando-. -SI CLARO, AHORITA TE PASO LA ESPONJA ABUELITA-, sonriéndole con una malicia que jamás había sentido. La limpié lo más que pude, pero cuando más me aproximaba a sus muslos, ella me dijo, -ya dame la esponja, yo puedo sola, ve a tomar desayuno, yo quiero leer un ratito, acomódame en la cabecera-, así lo hice. De repente ella sintió vergüenza de sentirse mojadita ahí cerca de su vagina, y por eso me detuvo, que se yo. Al día siguiente era sábado, así que tuve que esperar al lunes para ir al ataque, pero esta vez al todo o nada!
Fue el fin de semana más largo, por fin llegó el lunes y pensé la forma de coger a mi abuelita de una buena vez. Fui como de costumbre muy temprano en la mañana, ahora solo en boxers ajustados a su habitación, pero esta vez ella ya estaba despierta, leyendo su pequeño devocionario, y su rosario en mano. -QUIERES QUE TE LLEVE AL BAÑO-, pregunte, ella me dijo: -si hijito, solo quiero orinar-. Sentí que ella miró de reojo mi bulto que aún no estaba totalmente armado, la misma maniobra de siempre, su brazo alrededor de mi cuello, y caminamos juntos uno al lado del otro, pero al llegar al inodoro, esta vez fui más osado, la giré un poco, quedando frente mío, puse sus dos manos en mis hombros, le dije -APÓYATE BIEN-, y la fui acercando al asiento, mis manos pasaron rápidamente de su cintura, a su cadera, y a sus poderosas nalgas, ella lanzó un pequeño gemido, yo levanté su falda mientras ella se iba sentando, oh que sensación para más placentera, pude rosar sus nalgas, mientras ella terminó por sentarse y mirándome fijamente, y luego una mirada veloz a mi bulto que parecía que estaba por romper la tela de mi bóxer, yo ya de pie volví a inclinarme para darle un beso en la frente, -TE QUIERO ABUELITA, BUENO, YO QUIERO DARME UN DUCHAZO, HACE CALOR, ME AVISAS ABUELITA-. -Si hijito-, dijo con una voz algo confundida tal vez. Fui a mi cuarto, me quité el bóxer y me puse una toalla a la altura de mi cintura o un poco más abajo dejando ver orgulloso e intencionalmente la mata de pelos que ya tenía a mis apenas 14 años de edad. -Ya Fabri!-, escuché a mi abuela, fue como música para mis oídos esa voz tan suave y maternal.
Entré y ella abrió sus brazos, me incliné, ella apoyó sus manos nuevamente en mis hombros, la rose nuevamente en sus nalgas, la giré un poco, caminamos juntos, pero esta vez mi mano descarada ya rosaba con más obviedad sus glúteos, ella me miraba de reojo, me sonreía, enseguida bajaba la mirada, directamente hasta mi bulto. Era ahora o nunca, con una pequeña maniobra, hice que mientras caminábamos se me cayera la toalla. Ambos reímos, pero seguimos caminando, ella no podía quitar sus ojos de mi verga totalmente parada. Llegamos a la cama, y traté de sentarla más cerca de la cabecera como siempre pero ella me detuvo, -no no, quiero echarme todavía-, así que la senté mas al centro, y procedí a acostarla, ese momento que duró unos pocos segundos, pareció durar toda una vida, ella echada mirándome la verga con una cara de confusión y lujuria al mismo tiempo, y yo de pie contemplándola, mirándole a los ojos, saboreando y mordiendo ligeramente mis los labios, con un rostro de lujuria y total perdición. Me aproximé hacia ella inclinándome, para darle otro beso en la frente, -¿ESTAS CÓMODA ABUELITA?-, recorriendo su cuerpo, acariciándola suavemente, sus pechos, su abdomen, sus muslos, con la excusa de acomodar bien su pierna enyesada, pero manteniendo mi torso hacia su lado para que ella se siga deleitando con la verga de su nieto.
De pronto, La gloria!, sentí su mano coger mi verga, cerré los ojos con fuerza, y volví a abrirlos para mirarla a ella, no había nada más que pensar, poco a poco fui acercándome más a ella, levanté mi pierna derecha, y la puse en la cama justo atrás de su cabeza, quedando mi verga a escasos centímetros de su boca. -Ay hijito, esto no está b…..- La interrumpí poniendo mi verga bien adentro de su boca… -AHHHHHH- me sentí poseído totalmente, era un morbo infernal, de estar penetrando la boca de mi propia abuela, entonces la sujeté de sus cabellos canos, y empecé a bombear su boca, -gllllpppp glllppp-, ella hacía unos sonidos exquisitos.. -AHHH ASI CHUPA CHUPA… AHH QUE RICOO, SIII… CHUPASELA A TU NIETO-. Las embestidas eran tan frenéticas que en un momento se salió mi verga toda mojada y babienta, -Ayyy Fabriz…-. Otra vez la interrumpí metiéndole mi verga más al fondo… -AHHHH QUE RICO LA CHUPAS ABUELITAAAAAAAAAA… ME VENGOOOO… AHHH-. Tenía tanta leche acumulada, que cuando me vine, se salían los chorros calientes por entre la comisura de sus labios, pero ella seguía chupando como una enferma golosa. De pronto pensé que hacía mucho tiempo que ella no sentía el calor de un hombre, y yo fui el afortunado en cubrir ese vacío. Terminamos exhaustos, decidí echarme a su lado, le sonreí mientras ella terminaba de lamerse los dedos con los que limpiaba el semen de su cara. Así nos dormimos un rato, pero la acción continuó apenas nos despertamos una media hora después.
Abrí lo ojos y ella estaba a mi costado durmiendo plácidamente, con una cara de contenta que ni se imaginan. Empecé a besarle, como agradeciendo la tremenda mamada que acababa de darme; besaba sus mejillas, sus labios, su nariz, ella despertó y correspondía mis besos que pasaron de ser tiernos y dulces a feroces y voraces, de pronto ya me encontraba lamiéndole la boca, dándole mordisquillos a su cuello, sujetándola del pelo, volvía a su boca y procuraba meterle mi lengua lo más profundo posible, y ella no se quedaba atrás, empezaba a gemir. Esta anciana arrecha me estaba calentando una vez más, y yo ya estaba con la pija redura, la misma que ella cogió entre sus manos para pajeármela. Poco a poco me incorporé, y me puse encima de ella, abrí mis piernas y apoyándome en el respaldar de la cama, empecé a darle de mamar verga a mi abuelita, otra vez. -ASIII ASIII UFFFF CHUPA ABUELITA ASI…- ,-mmmmm mmmm- ella gemía como loquita, parecía incomoda por la posición, pero que bien que me la mamaba, –¿QUIERES QUE TE LA META? ¿AHHHH… QUIERES?-. Le quité la verga por un momento para que ella conteste. -Ayyy si Fabrizio métemela-.
Vieja zorra pensé!. Si que estaba caliente la anciana, sin más decir, me acomodé en posición misionero, miré fijamente a los ojos a mi abuelita Martha, y saaaazzzz! de un solo golpe empecé a penetrar a mi abuelita, que delicia su vagina, (no era apretada como la de mi prima, tal vez les cuente esa anécdota en otro relato) pero sí que se sentía delicioso empujársela centímetro a centímetro, yo me acomodaba para poder ver como se entrelazaban mis vellos y los de ella. La cara de goce de mi abuelita era indescriptible, y gemía mucho, hasta parecía que le faltaba poco para gritar de placer. Empecé a bombear más duro, y ella posaba sus manos en mis nalgas, como pidiendo que no se la saque nunca; hasta podía sentir sus uñas, dejándome marcas, y eso me excitaba tremendamente. -ERES UNA VIEJA CALIENTE…- -mmmmm- ella me miró, como suplicándome perdón con los ojos y acariciando mi mejilla, -ay mi niño…- -SI, SOY TU NIÑO, Y TU MI PUTA ARRECHA-, la besé apasionadamente otra vez, y me salí de ella, inmediatamente con cuidado pero con rapidez, pude darle vuelta y traerla al borde de la cama, quedando su pierna enyesada bien estirada pero encima de la cama, y su otra pierna en el piso, la imagen de su culo blanco e indefenso me hizo pecar de lujuria y perversión.
Dejé caer harta saliva, y empecé a jugar mis dedos en su ano, -ayyyyy Fabrizio así noo… ayyy-, -CALLATE!-, le grité, dándole un furibundo palmazo. Se sentía exquisito eso de darle de nalgadas a esa ancianita, un poco más de saliva en mi verga, se la acomodé en la entrada de su culo y… bufffffff, siiii que apretado, por Dios!, mi abuelita no sabía qué hacer para zafarse, yo la tenía totalmente dominada, y a cada empujoncito, sentía como mi verga se hacía paso por entre los pliegues de su ano virginal. Si, era virginal el culo de mi abuela, minutos después ya la estaba poseyendo como un demonio. Ella empezó a gritar, y chillar, pero por ratos se mordía la mano para evitar hacer tanto ruido, ya que en el fondo esta viejita zorra quería más y más, a pesar que le dolía mucho que su nieto le esté reventando el culo como jamás lo hizo mi abuelo.
Yo de 14 años, y ella de 66 años, y estaba aguantando toda mi verga por el culo. Que vicioso me puse de tenerla así, gimiendo como una perra. Yo le apretaba más las caderas con mis manos, dejándole marcas en su piel gelatinosa. Veía entonces su pelo canoso, y me aproximaba para susurrarle a su oreja -QUE RICO CULO ABUELITA, QUE RICO!!!- Y ella gemía con más fuerza, -ayyyy ayyyy bebé ayyyyy…- -MMMMMMM-, esa palabrita me cautivó, habían pasado muchos años desde que me decía bebé; pues ahora su bebé le estaba metiendo la pija entera por el culo. Me daba curiosidad y gracia ver su pierna enyesada bien estirada al borde la cama, y su otra pierna tocando el piso, esa flexibilidad me permitía bombearla más a gusto, tanto que seguía dándole de palmazos. Palmazos que alguna vez ella me dio cuando yo hice alguna travesura de niño. Ahora era yo quien sometía a la anciana, diciéndole que -ERES UNA PUTA GUARRA, TIENES EL CULO SUCIO PERRA…- Me retiré por un momento, cogí su calzón, fui al baño a humedecerlo y regrese a limpiarle su culo, una vez que se lo deje más o menos limpio volví a penetrarla, y esta vez pego un grito delicioso.. -Ayyyyyy…- -¿AYY QUE? Le dije, -CONTESTA! DI MI NOMBRE, ¿COMO SE LLAMA TU NIETO? -Ay Fabrizio mi vida, mi bebé, ayyyyy… -UFFFFF-, esa voz quejumbrosa de mi abuelita me ponía como un cerdo y así seguí bombeando… -UFFFF YA ME VENGO ABUELITA, YA ME VENGOOOO-, -ayyy mi niño, si…- -UFFFFF AHHHHGGGHHH- Toda mi verga hasta el fondo, terminé llenándole de semen su culo, fue una cogida descomunal!
Terminé rendido, acostándome a su lado, dándonos besos como dos enamorados. Ese sería el principio de una relación que aún continúa en la actualidad. Ahora yo de 30 y ella de 82. Tenemos relaciones sexuales cada vez que voy de visita, y nos quedamos a solas, aunque obviamente no con el mismo frenesí que en esas épocas, debido a su edad. Yo diría que gracias al incesto que cometimos, somos 2 buenos amigos, pues nos contamos todo. Ella siempre se interesa por mis aventurillas con alguna mocosa de turno, y yo también presto mucha atención a sus historias eróticas de antaño que vivió con mi abuelito, de quien al parecer no solo heredé el culo intacto de su hembra sino toda su perversión!
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