Mi abuelo, mi amante, yo su putito (Cuarta parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PasivoMorboso42.
En la tercera parte les conté cómo había debutado como “prostituta” para mi abuelo teniendo sexo con Horacio. Desde esa primera vez seguí cogiendo con él, a veces junto a mi abuelo a veces solos cada 10 o 15 días en casa de mi abuelo, generalmente por la tarde. Unos tres meses después ambos me cuentan que le habían contado todo al otro amigo Alfredo y que se excitó mucho al saber que si pagaba los 300 dólares podría hacer conmigo lo que él quisiera. Pero mi abuelo y Horacio me advirtieron que Alfredo realmente era super super dotado y que si yo no quería ellos lo entenderían y le dirían que no. Por supuesto, yo ya sabía de los comentarios respecto a la dotación de Alfredo y obviamente acepté que viniera a verme.
Como a los cuatro días, mi abuelo me informa por la mañana que esa tarde a las 17hs vendría Alfredo a verme. Mi abuelo esa tarde debía por distintos compromisos laborales quedarse en el taller, entonces me preguntó si no tenía problemas en recibirlo yo solo. Yo le dije que se quedara tranquilo, que a Alfredo yo lo conocía y no habría problemas. Mi abuelo me dijo que Alfredo ya le había pagado y que le gustaría que lo reciba vestida de “nenita” tal como lo recibí a Horacio la primera vez.
Llegó la hora, y yo ya estaba vestida con el top blanco, la tanguita color lila, las medias de red negras, los labios pintados de rojo fuerte y me puse para ir hasta la puerta a recibirlo, unas sandalias de taco alto casi 12cm que por cierto había aprendido a usar excelentemente. Mi abuelo me las había regalado y me decía que yo tenía a la “puta” en el alma porque caminaba mil veces mejor que muchas mujeres en tacos altos, era mucho más sensual.
Tocan el timbre, voy a la puerta, abro y allí estaba Alfredo. Había olvidado el lindo macho que era: 49 años, 1.80, piel blanca, pelo bien corto negro, delgado pero fornido, mucho más peludo que mi abuelo y Horacio, ojos negros penetrantes, siempre me gustaron sus manos grandes y fuertes. Me mira fijo y seriamente a los ojos, entra y cierra la puerta con llave. Yo le digo: “hola papi” y sin decir palabra me alza en sus brazos y me besa profundamente. Tenía barba de dos días y un perfume caro que inmediatamente me transportó a las nubes. “Hola preciosa, no pensé que podías estar tan pero tan divina, linda” me dijo. Yo solo me dejaba hacer y ronroneaba como una gatita en celo, cosa que lo puso más “loquito”. “Vamos a la cama papi” le dije. Y me bajó de sus brazos y yo caminando sensualmente delante de él lo guié de la mano a la cama matrimonial.
Se notaba en su cara que estaba contento, feliz. Yo me subí a la cama, me puse de rodillas en el borde y lo acerqué a mí comenzando a desabrocharle la camisa. Me gustaba besarle el torso peludo, él mientras jugaba con mi cabello lacio y por momentos metía su lengua en mi boca deseosa. Yo, claramente, ya era toda una profesional del sexo, sabía cómo llevar la situación. El tenía un pantalón negro que por cierto cuando fui bajando mi mirada y concentrándome en su sexo me impactó. Se veía que me esperaba algo bien, bien grande allí abajo. Ya sin su camisa, le quité el cinturón y le bajé el pantalón hasta las rodillas y en ese momento golpeó mi mejilla derecha la pija más grande que había probado hasta ese momento. Semi parada, hermosa, circuncidada (su madre era judía, padre católico), oscura, venosa, suave, caliente. Luego supe, porque yo mismo la medí que en pleno estado de excitación le medía 27cm de largo, de gruesa era apenas un poco más que la de mi abuelo y Horacio pero ninguno llegaba a esa longitud. No traía calzón, por eso al bajarle el pantalón saltó golpeándome la cara y juntos nos reímos y por supuesto, al segundo la tenía en mi boca. Se la chupé desesperadamente unos dos minutos y luego en un momento paramos así el podía quitarse el pantalón y los zapatos para después acostarse en el medio de la cama y yo continuar con mi labor bucal que tanto placer me producía.
Sentir a ese macho gemir y gozar con los placeres que yo le brindaba, para mí era supremo. Besar, lamer y chupar el tronco de su pija y sus hermosos huevos me llevaba al éxtasis total. En un momento, me levanta hasta quedar nuestras caras frente a frente y nos miramos profundamente y comenzamos a besarnos apasionadamente como viejos amantes. Yo cada tanto tomaba con mi mano o con ambas manos su mástil caliente que cada vez parecía más duro como roca y me agarraban como shocks de electricidad en mi vientre del placer de saber que en pocos minutos lo sentiría dentro mío. Mientras nos besábamos me fue sacando el top y la tanguita y con su dedo mayor comenzó a jugar en mi anito.
Fueron aproximadamente 40 minutos de besos y revolcón en la cama, me gustaba que un macho así, que parecía tan recio, fuera tan dulce. Sin decirnos nada, yo supe que sentíamos algo más que solo placer por fundir nuestros cuerpos. Evidentemente, en esos pocos minutos de placer sexual, yo sabía que ese hombre sería algo más en mi vida. En un momento paró de besarme y me dijo: “bebé, seguro que vas a soportar mi verga dentro tuyo?”, “mira que ni siquiera mi esposa la soporta”. Yo le respondí, “mi amor, es lo que más deseo, sentirte todo adentro mío”. Entonces él me dijo, “bueno, pero si realmente no la aguantas me lo dices, estoy acostumbrado a que no la soporten y eso me quita placer”.
Luego, me hizo poner boca arriba en el medio de la cama, y al igual que Horacio puso mis piernas en sus hombros y se dedicó varios minutos a transportarme al paraíso chupando ricamente mi ojetito. Yo deliraba de placer. Igualmente, por las dudas, saqué de la mesa de luz un lubricante cicatrizante porque realmente esa pija ganaba en más de 5cm a las pijas que hasta ese momento me había comido y él mismo se encargó de ponerme la crema en el culito y untársela en su pija. Me hizo poner boca abajo con la colita bien levantada y apoyó suavemente su cabezota circuncidada en mi anito. Como dije alguna vez, yo no sé si era la edad o que mi culito estaba entrenado, pero fue penetrándome suavemente y si digo que me dolía miento, ya que por supuesto sentía que entraba una braza ardiente y dura que me partía en dos pero para mí era puro placer no dolor. Alfredo a cada instante me preguntaba cómo lo sentía y yo solo gemía y le pedía que siguiera. Él me tomaba fuertemente de la cintura y también gemía mientras iba introduciéndome su hermosa barra diciendo lo hermoso que se veía mi culito desde su vista privilegiada. En un momento siento que choca con sus huevos en mis huevitos y toco con mi mano derecha mi culito y noto que ya tenía sus 27cm bien profundos en mí. Alfredo se desplomaba en palabras de agradecimiento hacia mí, diciendo que era a la segunda persona que había podido introducirle toda su verga sin problemas. La primera era una prostituta vieja que ya no vivía en el barrio. Yo creo que es verdad que uno a esa edad es más elástico analmente y con entrenamiento entran las pijas grandes sin problemas.
Dejó unos segundos, toda su pija dentro de mí y comenzó a moverse suavemente. Yo mismo, por el placer que me estaba dando, le pedía que aumentara el ritmo de la cogida, hasta que en un momento ya me serruchaba sin piedad. Yo ya estaba super dilatado, la saca me da vuelta pone rápido mis piernas en sus hombros y me penetra profundamente, me levanta y él de rodillas en la cama y yo sentado en su pija, nos besábamos apasionadamente. Ambos sabíamos que nos estábamos enamorando. Me cogía fuerte pero a la vez era dulce y suave, me besaba y chupaba mis ardientes tetitas como ningún otro y eso me hacía delirar. No sé cuánto tiempo pasó quizás 10 minutos quizás una hora, se pierde la noción del tiempo cuando hay sumo placer. Me avisa que va a acabar y en el momento que lo siento que me llena la cola de leche yo acabo mojando nuestros vientres. Me tira en la cama sin sacar su pija de mi cola y nos seguimos besando. En un momento siento su pija salir suavemente de mi cola y lo miro a sus ojos que estaban llenos de lágrimas. Me asusto y le digo: “papi, qué pasa?” y él me responde: “te quiero precioso… o preciosa, cómo te gusta más?”, yo le respondí “como a vos te guste llamarme papi” y como respuesta suspiró y me besó profundamente. Luego agregó, “no me importa que seas nene o nena, sos hermoso o hermosa y quiero darte todo lo que me pidas, el dinero que le dí a tu abuelo no es nada en comparación con lo que siento con vos mi amor”. Yo le dije que a mi abu lo quería mucho, pero realmente lo que estaba sintiendo en esa, apenas hora y media con él, no lo había sentido con ningún otro. Efectivamente miramos el reloj y eran las seis y media de la tarde. Mi abuelo llegaría a las 20 aproximadamente.
Nos quedamos haciéndonos mimos un rato más y volvimos a hacer el amor. Y digo hacer el amor porque con Alfredo no era solo coger como lo hacía con mi amigo o con Horacio y la mayoría de las veces con mi abuelo. Alfredo me hacía el amor, siempre me hizo el amor y eso me trajo la primera gran pelea con mi abuelo que contaré en la quinta y última parte de este primer periodo de mi vida sexual y amatoria.
Si Alfredo se hubiera jugado por mí, otra hubiera sido la historia pero en esa época aunque él lo hubiera deseado, yo sabía que no iba a dejar a su familia. Con él tuve sexo hasta mis 17 años, por supuesto mi abuelo era mi “marido oficial”, pero mi “amante oficial” fue Alfredo. Mente de “joven enamorada” yo le creí a Alfredo cuando me decía que dejaría todo por mí. Ahora lo entiendo. Imaginen en esa época un hombre de casi 53 años escapándose con un jovencito de 17!!! Imposible.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!