Mi amigo el Productor – Capitulo 4
La novia de los dos.
(Nota: todo lo que aquí se relata es fantasía y no tiene relación alguna con la realidad ni pasada ni presente ni futura.)
Vero mira cómo me voy abriendo la camisa y su expresión de enojo se le va pasando, su carita se relaja y me empieza a mirar con amor otra vez, como a mí tanto me gusta. No llego a quitarme la camisa por completo. Solo la tengo abierta al frente y ya la nena está otra vez echada sobre mi cuerpo con sus manitos acariciando mi cabello y su boquita buscando mis besos.
Empiezo a acariciar ese cuerpito delicioso y bajo rápidamente en busca de los cachetes de su culito. Ella lo mueve y lo levanta como pidiendo más atención ahí, o que quiere ser tocada por ahí.
Me trato de quitar el pantalón pero mi hija no me deja en esta posición. Su lengüita dentro de mi boca y mis manotas manoseándole el culito y ya entre las piernas, que ella abre con gusto. Siente un dedo en su ano primero y luego en su rajita, la voy preparando.
“Ese pantalón es un estorbo, déjame ayudarte…” dice Pablo, y se pone a mis pies y comienza a quitarme las zapatillas y luego me baja el pantalón, por fin, como buen amigo, me quita el bóxer dejando al aire mi verga parada y dura como un mástil apuntando directamente entre las piernas abiertas de Verito.
“¡Gracias Pablo! Pero, ¿se la voy a poder meter? Tiene una conchita de nena muy angosta…” digo mirando al costado, mientras Vero me chupa el lóbulo de la oreja y el cuello, como una vampirita.
“Sí Papi, sí… metémela como le hacías a mami!” exclama la pendeja, que está caliente como un pequeño volcán. Lo puedo sentir en mis dedos, todo ese flujo que le brota de la vaginita caliente.
“¡Yo te ayudo a abrirle y lubricarle la rajita!” se ofrece Pablo, que rápidamente y algo nervioso por la excitación, se desnuda completamente de la cintura para abajo, y luego se arrodilla entre nuestras piernas abiertas con su propia verga al aire y dura como un palo también.
Siento el pecho de mi amigo apoyado sobre mi pija y levanto más el culito de mi hija para que él la pueda lamer y chupar bien, ahí donde quiero hundir mi falo.
“¡Qué rico Paaaa!!! ¡Me gusta cómo me chupa Pablo!” me dice la gatita entre deliciosos gemidos de niña.
“Lo hace para que yo te pueda meter mi cosa sin que te duela tanto.” le explico.
“Me va a doler mucho pa? ¡Me está dando miedito!” me dice, como de pronto entendiendo el tamaño de lo que le voy a meter.
“Esta primera vez te va a doler mi amorcito, pero después de esta vez, te va a encantar, vas a querer mucho y muchos que te la metan….” le digo jadeando, y siento como Pablo me agarra la verga y me la guía hasta colocar el glande a la entrada de la conchita de mi hija!
Luego, él se acuesta a mi lado y me dice al oído: “Lo mejor es metérsela de una, fuerte y rápido, desvírgala y ya!” me dice en voz baja.
Le hago caso, y agarrando fuerte de las nalguitas a Vero, empujo mi pelvis, y la verga, que solo estaba metida la cabeza y un poco más, desaparece dentro de la carnecita rosada y húmeda, que se resiste, pero empujo y empujo, entre los grititos de dolor de mi nena, que me excitan todavía más. Se la clavo toda toda hasta rasgarle su himen de niña, ¡y siento mi falo chocando contra el cérvix de su conchita abierta y sangrante!
Me doy vuelta con la nenita empalada en mi palo, como clavada, y tendido sobre ella me la empiezo a coger con ganas y sin frenos ni cuidados, tal como le hacía a su madre, o a las putas que frecuentaba.
“”Me dueeeleee Paaaa!” gemía la gatita!
“No pares Héctor, no pares, es lo mejor.” me animaba Pablo, quien parecía entender sobre el tema, mientras se masturbaba mirando con qué ganas yo me cogía a mi propia hija de solo nueve años!
“No puedo parar Verito! Tu papá no puede parar ahora que ya te la metió.” le digo entre jadeos y trato de besarla en la boca, arqueando mi cuerpo como bajando hacia su boca, por la diferencia de tamaño de nuestros cuerpos.
“Que rico te coge tu papá Verito!” le dice Pablo, y ella para de llorar por un momento, porque le importa mucho todo lo que diga él. “Dejalo que te llene de lechita de hombre, de esa que sirve para hacer bebés…. “
Ella gemía pero ya no sabía yo si de dolor o de placer. Era bastante escandalosa para su edad. Yo sentía como se me iba juntando todo el semen acumulado de tanto estar con la verga parada durante la sesión de fotos, y tenía que eyacular todo ahora!
“Si fueras más grande te hago un bebé cosita linda!” le digo, mientras siento el placer delicioso del orgasmo que se acerca y ya no se puede detener.
Unos gemidos roncos de hombre gozando resuenan por las paredes de la casona derruida. Y se escuchan otros gemiditos de niña mezclados con estos también. Le voy llenando la vaginita de esperma caliente, ese mismo del que ella nació, cuatro, cinco o más chorros que me producen un placer delicioso.
Me incorporo un poco para ver la cara de mi nena, para ver como está. Pero sigo clavado en ella, la tengo como empalada y no la suelto. Pablo se sigue pajeando y mira la escena con lascivia.
Lo miro y le digo: “¿Querés pajearte y correrte sobre su cuerpito?”, él asiente por supuesto.
Entonces, un poco a regañadientes, pero con la verga ya perdiendo tamaño, se la saco a la nena y la dejo despatarrada sobre la manta, con unas lagrimitas que la caen de sus dulces ojos, pero también con una expresión en su carita que expresa placer, que se siente diferente, que por fin fue usada para lo que nació.
Pablo se arrodilla junto a ese cuerpito desnudo y yo puedo ver como se tira la piel de la verga hacia atrás, se pajea cada vez más rápido, gozando, y en menos de un minuto, le baña el cuerpito a Vero con semen calentito, varios chorros caen sobre ella, desde su montecito de venus hasta el ombliguito!
Ella estaba con los ojos cerrados y pega un gritito de sorpresa y de placer al recibir la ducha calentita de Pablo sobre su suave piel.
¡Los dos hombres nos miramos, jadeando de excitación! Y ambos sentimos que algo especial empieza en nuestras vidas, no es necesario expresarlo en palabras, se siente en nuestros corazones.
Verito se pasa los dedos por la pancita, palpando el semen pegajoso y calentito de Pablo y después se toca la rajita, por donde poquito a poco va saliendo un poco del semen de su papá mezclado son su sangrecita de niña desvirgada.
“¿Me dejas chuparla entre las piernas?” me pregunta Pablo, desconcertándome un poco.
“Sí por supuesto….”
“Y ahora qué hacemos?” nos pregunta de pronto la nena, que ya no llora, pero su corazoncito sigue latiendo a mil.
“Ahora te chupeteamos toda!” le digo, y me inclino a besarla, primero en la boca después en los pezones, la pancita…. Me enloquece de pasión su desnudez de niña, me calienta como ninguna mujer podría hacerlo.
Pablo se tira boca abajo entre sus piernitas y le empieza a chupar y lamer el clítoris así como todo lo que sale de esa rajita, ¡semen y sangre incluidos!
Mi hija empieza a gemir de placer nuevamente, y entonces toma con sus deditos un poco del semen de Pablo que quedó en el huequito de su propio ombligo y se lo lleva a la boca para saborearlo. De inmediato me besa con mucha lengua y me da a probar también el líquido de mi mejor amigo!
Ahora la que disfruta es la guachita, con los lametones de Pablo que le deja la conchita limpia como salida de un baño, en tanto yo le limpio todo el cuerpito a mi nena, lamiendo la emisión tibia de mi amigo y convidándole a ella en su boquita. ¡Nos la estamos devorando entre los dos hombres y ella lo disfruta sin disimular!
Verito tuvo varios espasmos en ese momento, la conchita le latía. Le puse los dedos ahí mientras Pablo terminaba de lamer esa parte y le empezaba a meter la lengua en el culito, usando la punta de su lengua como un pequeño y suave pene, estimulándole las terminaciones nerviosas que hay allí. Creo que eso le hizo correrse a la pequeña. Y sí, era un orgasmo sin la menor duda. ¡Tuvo varias contracciones en el clítoris y le brotaron más juguitos vaginales en ese momento!
¡Fue una cogida deliciosa!
“Ahora estamos unidos los tres…” les digo a ambos, mientras nos recostamos con la chiquilla en el medio. “
Los tres tenemos algo del otro en el estómago, en la boca o en la concha… Los tres nos tenemos adentro el uno al otro.” les digo a los dos, recordando las locuras que acabábamos de hacer en medio de una pasión desenfrenada, esa que sólo una niña pequeña puede provocar en los hombres.
“A vos te faltaría probar su sangre, estaba muy rica!” me dice Pablo relamiéndose.
“Ya la probaré… ya la probaré”, le contesto yo sin tener idea de lo que estaba diciendo.
“¿Papi….? ¿Ya soy tu novia ahora?”
“Sí mi amor”, le digo mirándola a los ojos con todo el cariño de un papá y de un amante.
“Y también puedo ser la novia de Pablo si él quiere?” me vuelve preguntar con toda inocencia, mientras mira perdidamente al cielo y a las nubes, que es allí donde parece sentirse.
Yo lo miro a Pablo sorprendido y el me guiña un ojo en señal de asentimiento.
“Por supuesto mi amor, podés ser su novia también si él quiere.”
“¡Quiero quiero! Verito quiero que seas mi nena también” le dice él en tono alegre y juguetón. Entonces ella nos regala a los dos una sonrisa de esas que te derriten el corazón. ¿Podía haber en el mundo una nena más encantadora?
“Allá hay una bomba manual de agua, junto a aquel aljibe… vamos a lavarnos”, dije notando para mi alivio esa solución, ya que estábamos todos pegajosos, ¿se podría decir sucios?, especialmente Vero. Toda su piel se la habíamos lamido y cubierto de saliva o de semen, y encima todo lo que habíamos transpirado los tres.
¡Por suerte la bomba funcionaba! Dos o tres fuertes manijazos y comenzó a salir agua muy fría por la vieja boca de hierro. Estábamos desnudos y empezamos a lavar a la nena primero. Nos arrodillamos a cada lado de ella para estar a su altura, y la sosteníamos entre los dos, porque la gatita se quería escapar del agua fría. Le hacíamos cosquillas y ambos hombres la besábamos cariñosamente en su carita preciosa, mientras la manoseábamos por todas partes con la excusa de lavarla. Ella se dejaba hacer como una perrita dócil y mansita. Le gustaba sentir las manos de dos hombres por todo su cuerpito desnudo.
Luego nos lavamos nosotros, especialmente las partes genitales y nos fuimos a la combi a vestirnos.
Teníamos nuestros pechos llenos de alegría y nos sentíamos unidos, como una pequeña familia, aunque fuese muy fuera del común de las familias.
Durante el viaje de regreso a la ciudad, Vero estaba radiante y muy entusiasmada.
“¿Papi? ¿Puedo invitar una amiguita a casa esta tarde?” me pregunta con su voz melosa, esa que yo no sabía resistir.
“Sí mi vida, por supuesto. ¿A quién querés invitar?”
“A Carla, la compañerita que te conté, la que….”
“¡Sí, sí, ya me acuerdo!, le respondo preguntándome qué me deparará el resto del día.
“¡Gracias Paaaa! ¿Y la puedo invitar a quedarse hasta el domingo?” siguió insistiendo.
Yo me desilusioné un poco ya que tenía la esperanza de pasar una noche volcánica en la cama con mi nena, pero accedí aclarándole que necesitaríamos el permiso de los padres de Carla.
Por fin llegamos a casa de Pablo. La nena entró un momento para ir al baño, y entonces mi amigo el productor aprovechó para decirme:
“Héctor… Algún día tenemos que filmarnos…. Tenemos que hacer un video bien largo, de nosotros dos cogiéndonos a tu hija!” Yo le dije, que sí, ¡porque el morbo se había apoderado de mí y ya estaba dispuesto a cualquier cosa! Además ahora Verito era nuestra novia, ¿o no?
Vero salió de la casa y nos despedimos, felices, para volver a vernos el lunes por la tarde en el Estudio. Teníamos casi dos días libres por delante.
Nos subimos a nuestro auto y en casa almorzamos algo rápido, unos sándwiches y gaseosa.
Al rato después del frugal almuerzo, Vero llamó al celular de su amiguita y se puso a charlar con ella como cotorrita, invitándola finalmente a casa.
“Momento, momento! Dame ese teléfono gatita. Tengo que hablar con la mamá de Carla primero”, le digo interrumpiendo el cotorreo.
“La mamá ahora no está Papi…. está el papá…” me dice susurrando.
“Bueno, que Carla me comunique con su papá entonces.”
Finalmente hablé con el buen hombre, que se llamaba Rafael, y quedamos en que vendría con su hija a eso de las seis de la tarde, con una muda de pijama para que pasara la noche en nuestra casa.
Llegada la hora, arribaron muy puntuales en un bonito vehículo todo-terreno hasta la puerta de casa. Los vi llegar desde la ventana de mi cuarto en el piso superior. Él era un hombre relativamente alto, joven y de aspecto muy agradable. Entonces vi bajar de esa especie de jeep a su hija, Carla… ¡Qué bomboncito! Era una niña menuda y muy hermosa, de largo cabello rubio algo ondulado, ¡y con una carita que enamoraba! ¿Esa angelita le había enseñado los besos franceses a mi nena? Me parecía difícil de creer. ¡Tan inocente que se veía!
Cuando entraron a casa las chiquilinas se abrazaron y salieron corriendo a la habitación de arriba para jugar, o para lo que fuera que hacen las niñas a esa edad cuando se juntan.
El papá de Carla se sonrió y clavó sus ojos con mucho interés en mi hija Verónica, con demasiado interés yo diría. Ya conocía yo esa mirada, esos ojos que se van solitos cuando ven algo que les llama la atención irresistiblemente.
“Bueno, Rafael, ¡tu nena ni se acordó de saludarte!” le digo riendo.
“¡Ja ja! No te preocupes. Cuando está entusiasmada con algo se olvida del mundo a su alrededor, y eso me incluye a mí”, dice resignado.
“Bueno, te invito un café si gustas”, le ofrezco y él acepta.
“¿Y cuántos años tiene Carla?”
“Ocho, en unos meses cumplirá nueve.”
“Ah! ¿Y entonces fue al cuarto grado todo este último año? Con ocho años según entiendo. O sea, empezó la escuela a los cinco”, digo para darle conversación, aunque algo confundido con la edad de la nena.
“Sí, a los cinco. Es una niña muy avispada y con la madre pensamos que no le dañaría en nada comenzar la escuela un año antes. La verdad es que se ha adaptado de maravilla a relacionarse con niñas y niños un año mayores que ella en promedio.” me explicó mientras sorbíamos un rico café sentados sobre el amplio sofá donde solíamos mirar la TV con Verito.
“Te entiendo, Vero tiene 9 años, uno más que Carla, pero en cambio ella ya no tiene a su madre la pobrecita! Es que mi esposa murió en un accidente automovilístico hace tan sólo seis meses.” le confieso mientras me conmuevo un poco con el triste recuerdo.
“Ay, ¡cuánto lo siento! No sabía eso. Pero al menos, si te sirve de algún consuelo, tu hija seguramente recordará con cariño a su madre. Y estoy seguro que teniendo un papá como tú no le faltará nada de amor o consuelo.
“¡Epa! En eso tengo que darte la razón. Eso trato de ser para ella, así como ella lo es para mí: el más dulce consuelo que podría tener.” le digo pensativamente.
“Es cierto, muy cierto. Difícil recibir o encontrar amor más sincero para un padre que el de una niñita, de nuestras propias hijas, que a esta edad nos ven como a sus príncipes azules, o eso creo yo.” me dice mi nuevo amigo, con esa mirada y tono de voz que yo ya empezaba a reconocer, y más aun recordando cómo había mirado a Verito cuando llegó a casa.
“¿No es un poco extraño que sean tan amigas nuestras hijas, siendo que se llevan casi un año de diferencia?” le pregunto con algo de curiosidad, aunque podía pensar en un buen motivo para que fueran tan amigas.
“Es que Carla es un poco más madura que lo usual para sus ocho añitos y le gustan las nenas más grandes…” me dice, sonándome bastante ambiguo lo del verbo “gustar”.
“¡Sí, es posible! ¿Y entonces a qué te dedicas?” le pregunto.
“Tengo una agencia de compra y venta de vehículos. Me especializo en los todo-terreno. Es que además me encanta ir a las playas y hacer travesías por las dunas. ¿Y tú? ¿Qué haces en tu vida laboral?” me pregunta a su vez, metiéndome sin intención en un rollo que todavía me tenía algo confundido. Sin duda mi vida no era de lo más normal, en especial con todo lo que había ocurrido durante la última semana.
“Bueno, te confieso que con la muerte de mi esposa, hace seis meses, caí en un pozo depresivo del cual recién ahora me estoy recuperando, y en ese proceso perdí mi trabajo. En resumen, soy un desempleado.”
“¡Cuánto lo siento! Lamentablemente yo no tengo nada laboral para ofrecerte en este momento”.
“¡No, no! No tienes que preocuparte por nosotros. En realidad hay algunos ingresos en el hogar gracias a Verónica…” le digo, ¡y al instante me arrepiento por mi falta de prudencia, por ser tan bocón!
“Bueno, me alegro, pero cómo sería eso? ¿Cómo puede una niñita como ella generar ingresos en el hogar, si es que me permites preguntarte?” me dice intrigado.
Me doy cuenta que tengo que salir del brete como sea, y decido que lo mejor es contarle la verdad, al menos la parte que se podía contar.
“Resulta que mi mejor amigo, una persona de absoluta confianza, es el dueño de una agencia de modelaje, y me ofreció esta oportunidad para Verónica, especialmente viendo lo bonita que es la niña”, le voy contando.
“Ah… ¿y qué tipo de modelaje?” me pregunta él, más inquisitivo de lo que yo esperaba.
“Ropa de niños y niñas, para las revistas o publicidad audiovisual.”
“¿Ropa interior también?”, me pregunta luego de quedar un minuto en silencio, y pareciendo cada vez más interesado
“Creo que sí, que también ropa interior, pero mi nena solo ha posado para ropa de paseo hasta ahora, ropita de verano.”, le digo inventando descaradamente.
Nos quedamos ambos en silencio un momento, como evaluando lo que cada uno había expresado, cuando notamos que las risas y algarabía de las niñas, que nos llegaban del cuarto mientras charlábamos habían cesado de golpe. Eso nos llamó la atención. “Demasiado silencio”, creo que pensamos ambos.
“Subamos un momento a ver cómo están las niñas…” le digo, y él me sigue.
Al llegar al piso alto y avanzar por el pasillo, seguido por el papá de Carla, noto que continúa el más absoluto silencio, y al acercarnos al cuarto de Verónica, se ve que la puerta está apenas entreabierta.
Rafael y yo nos asomamos a mirar por ese angosto resquicio, sin hacer el mínimo ruido, y entonces vemos a nuestras dos pequeñas hijas, sentadas bien juntas sobre un silloncito en un rincón, y…. las vemos que se están besando con muchas ganas, mirándose con amor a los ojos, ¡y que los besos que se dan son en la boca! Me giro apenas y poniendo un dedo sobre mis labios, le pido o sugiero a Rafael no hacer ruido ni interrumpirlas.
“Mejor vámonos y hablemos…” le susurro en voz bajísima. Él asiente con la mirada, pero los dos echamos una miradita curiosa más. Entonces vemos claramente como las nenas ya se están dando las lengüitas de la forma más erótica y excitante…. y cómo Vero está levantándole la faldita a Carla, ¡buscando acariciar el pubis de su amiguita!
Bajamos los dos padres bastante shockeados por la escalera y nos volvimos a sentar sobre el sillón. Nos miramos. Hubo un silencio incómodo. Estábamos agitados, pero ninguno de los dos percibió enojo por parte del otro.
“La verdad, yo creo que se veían divinas nuestras nenas, comportándose así de afectuosas entre ellas…” me dice finalmente Rafael, siendo más sincero que yo hasta ese momento.
“Sí, fue una escena para recordar… muy estimulante…” le contesto, y nos miramos con complicidad.
Los dos tragamos saliva, y los dos tuvimos esa sensación deliciosa que siente un hombre cuando comienza a tener una erección. Ver a nuestras hijas así, dándose besos sensuales y a tan corta edad, nos había excitado y ya no había forma de negarlo.
“¿Y qué estarán haciendo ahora?” me pregunto en voz alta, mientras el papá de Carla intenta disimular que tiene la misma curiosidad, ¡y que se muere por mirar!
Continuará.
Muy buen relato