Mi amigo y su regalo
Hacía una semana que había asistido al cumpleaños de quince de Brenda y su padre me hizo una propuesta interesante que no pude rechazar. .
Fui a la casa de Carlos justo una semana después de haber asistido al cumpleaños de quince de su hija Brenda, él era viudo y tenía otra hija, menor, de 14 años. Los tres vivián en una casa modesta pero muy arreglado y cálida.
Carlos es un hombre mayor, de 66 años, me dijo que su salud estaba resquebrajada y que tenía que hacerle un favor por la gran amistad que tuvo con mi padre.
Yo le dije qué tipo de favor era el que tenía que hacerle. Me dijo que había hablado con las hijas hace unos diez días atrás y les propuso que se fueran a vivir conmigo que yo las iba a cuidad más y mejor que él. Cuando me dijo eso, me opuse, pero casi sin firmeza. Yo era soltero y me jactaba de serlo y, además, me encontraba perfectamente bien siéndolo. Pero al fin y al cabo, luego de una par de horas de charla me terminó por convencer. Le dije que trajera a las chicas que quería hablar con ellas.
Llegaron Brenda y Sandra y les dije si ellas querían venir a vivir conmigo, me respondieron afirmativamente. Les dije que eso era una cuestión muy importante porque ellas tendrían que realizar ciertas labores en casa mientras yo me iba a trabajar y que durante unas horas iban a estar solas.
Me dijeron que no había ningún tipo de problemas y que ya Carlos les había hablado de todo lo referido a si iban a vivir conmigo. Estando todo claro me despedí de mi amigo y me llevé a las chicas a casa. Ambos tenían un pequeño bolso con ropa. Cuando llegamos a mi casa, se las mostré y le dije que iban a tener que estar en una pieza una de ellas y la otra en una pequeña cama en el comedor, ya que no tenía más que dos habitaciones.Tal como lo había planteado en su momento, durante la primera semana todo fue muy bien.
Al octavo día y llegada la noche me fui a mi habitación me despedí de ellas con un beso y me puse a leer un libro, me cansé de la lectura y me puse a ver una película erótica. Con el volumen lo más bajo posible para que la chicas no escucharan absolutamente nada. A eso de la medianoche pude escuchar desde mi habitación unos susurros que venían de la habitación de Brenda, me puse a escuchar con mayor atención y, además, se escuchaban unos gemidos muy suaves. Me levanté con sigilo, abrí la puerta de mi habitación con el menor ruido posible y pude corroborar los susurros y los gemidos, estaba intrigado, fui hasta el comedor y Sandra no estaba en su cama, entonces fui a hasta la habitación de Brenda y abrí de golpe la puerta, me encontré, para mi asombro, con ambas mujercitas en bolas y chupándose las conchas, se asombraron e intentaron taparse con las sábanas, les dije que no hicieron eso y que continuaran con lo que estaban haciendo, pero con la condición que yo pudiera ser un espectador de lujo.
Ambas sonrieron y me dijeron que no había ningún problema, y me preguntaron si estaba enojado, les dijo que no, que bajo ningún punto de vista, pero que continuaran con lo que estaban haciendo, me senté en un banqueta y me puse a ver con gran emoción. Me gusta mucho que las hembras tengan sexo entre ellas y nunca había tenido la posibilidad de verlo y nunca creí poder verlo en mi propia casa.
Brenda y Sandra se dieron hermosos besos de lengua, se chuparon las tetas, las conchas y los culos, se metieron los dedos, gimieron mucho y se acabaron como dos perras en celo. A todo esto yo me encontraba con la verga muy erecta, pero nunca la dejé expuesta. La menor vino hacia mi con su hermoso cuerpo desnudo, sus bellas tetitas y su hermosa concha llena de vellos, se agacho, abrió mi piernas y sacó mi verga del interior de mi calzoncillo, y comenzó a chuparme la pija de arriba hacia abajo y a lamer la cabeza, con lo cual me ocasionaba una cosquilla enloquecedora, mientras la otra desde la cama observaba con una leve sonrisa.
La tomé por los hombres, le dije que se levante y la besé profundamente, le chupe las tetas y la concha y le puse la verga hasta en fondo. La cogí durante unos minutos, mientras la tomaba por sus nalgas, la saqué de arriba mío, la hice dar vuelta, de espaldas a mi, la hice agachar y le pasé la lengua por el culo, se lo mojé bien y le dije que se relajara que la iba a coger por el orto, no me dijo nada y se sentó sobre mi pija, gritó un poco pero le entró hasta el fondo.
Luego la llevé a la cama, la puse boca abajo y le dije que acariciara mis pezones suavemente pero de manera seguida porque le iba a dar toda la leche en su hermosa conchita, Ello hizo eso y en menos de cinco minutos derramé todo mi semen dentro de su cavidad vaginal. Nunca me había echado un polvo así. Y menos con una mujer tan pequeña, fue una delicia, sin darme cuenta que a su lado estaba su hermana mayor, quien con una carcajada al verme exhausto del polvo que me había echado me dijo con sus ojos de gata: «mañana me toca a mi».
cuando cuentas más está buena la historia