Mi Cesar
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Él es un joven muy dulce.
Tiene ya sus 18 años entrados a 19 este otoño.
No es como piensas, un galán.
No.
No es común.
Tiene un nivel de síndrome de Down.
No le cuesta trabajo expresarse o jugar.
Quien lo ve me dice que parece muy normal.
Yo les digo que es normal.
Un joven con mucho ánimo y energía.
Desde que mi esposo me dejo, cuando supo que mi Cesar tenía trisomía 21, las cosas fueron muy difíciles.
El médico me recomendó ejercicio y una dieta baja en grasas y carbohídratos para evitar que él tuviera el problema del sobrepeso.
Desde entonces yo también cambie de dieta y hago ejercicio regularmente.
Después del trabajo, paso por él, a su escuela.
Hace un tiempo me platico de que una de sus compañeras le pidió que fuera su novio.
¡Que niñas tan aventadas! No se me hubiera ocurrido hace.
bueno en mi época.
Yo no hubiera sido capaz.
También él, mi César, está cambiando.
Sus cambios físicos comenzaron hace apenas, y por supuesto, su curiosidad acerca del sexo opuesto y sobre el sexo propiamente.
Una mañana de sábado, desde la puerta de mi recámara me preguntaba que si me podía hacer una pregunta, que si no me iba a enojar.
Yo le respondí que no.
Que no tenía que enojarme cuando él me preguntara; que lo hiciera.
Y entonces se acerco a mi.
¡Menuda sorpresa me lleve! ¡Tenía una erección y realmente era muy grande lo que veía! Me pregunto que por que le pasaba eso, que ya le había sucedido otras mañanas y que no entendía la razón.
Aún en shock, le pedí que se acercará.
Su papá era así.
Lo tenía del mismo tamaño.
Sus boxers de botoncitos casi se rompían de la presión.
Le pedí que me dijera si había soñado con chicas, mientras mis ojos no podían dejar de ver semejante miembro.
Me dijo que no.
Que sabía que los chicos de su edad podían soñar así, que en su escuela les habían dicho, pero que él no había soñada nada así.
Ya en tono preocupado me cuestiono si era normal.
Luego de escucharlo le pregunte si le dolía, y respondío que si.
Desabotone su calzoncillo y contemple esa belleza por completo, larga y gruesa, ahora libre.
Se ruborizo y aunque protesto, solo opte por decirle que era mi hijo, que lo había visto más de una vez a su pene, que yo le había enseñado a orinar y que no tenía por que ser tan vergonzoso.
Que además ya no le dolía.
A pesar del sermón, no dejaba de taparse, estaba todo rojo.
Y me pidió que no lo viera.
Le dije que eso sucedía por que se acumulaba orina.
Que lo mejor era que fuera al baño y que era de lo más normal, que a todos los hombres les pasaba.
Me agradeció y salió de mi recamara.
Y desde ese instante tuve otros pensamientos.
Me acordaba de las sesiones de sexo con su padre, de las noches sin él, de los pocos amantes que me llevaron a hoteles sencillos para apagar mi ansia y lo pobre que resultaba su arte amatorio.
Su labia me hacia mojar esperando el momento, pero su tamaño y desempeño dejaron mucho que desear.
Me dedique mejor a cuidar a Cesar y a olvidar a los caballeros poco expertos.
Eso sí, confieso abiertamente, mis manos aprendieron cada rincón de mi cuerpo que me produce placer.
Nunca pensé en un juguete.
Nunca podría entrar a una tienda por esos juguetitos.
Pero al ver el tamaño que tenía mi Cesar, no pude, si no recordar como se siente ser penetrada hasta el fondo, sin descanso, intensamente.
Recordé la lengua sobre mi lengua, mis pechos, mis piernas, mi sexo y a un pene sobre mis pechos, su aroma, su sabor, su textura, su tibieza.
¿Sentiría lo mismo? ¿Podría tener un pene de ese tamaño de nuevo? ¿Me dolería?
¿Cesar ya se masturbaba? Tendría que hacerlo.
Era un joven muy normal y fuerte.
Se vendría muy fuerte y abundantemente, además la erección le duraría un poco más, pues su juventud le permitiría.
Si.
Me imaginaba a mi chiquito jalando su pene hasta eyacular un mar.
Sacudí mi cabeza.
¿Cómo diablos estaba pensando eso de mi hijo? Si se masturbaba, probablemente lo haría por la noche o en la regadera.
Sus calzoncillos olerían a semen.
Revisé la ropa antes de ponerla en la lavadora.
Sus calzoncillos estaban todos limpios, excepto uno.
El de ese sábado por la mañana.
Tenía ese ligero aroma.
Hace cuanto no había tenido ese aroma.
Cerré los ojos para concentrarme más.
Aquí estaba.
En una pequeña mancha.
Si.
No pude evitar pensar en el sabor.
De nuevo sacudí mi cabeza.
Puse todo a lavar.
Me sentí sucia.
Muy culpable de saber algo que no debía.
Pero, desde ese día, revisaba sus calzoncillos, en busca de ese aroma tan rico.
Lo descubría una o dos veces por semana.
Y pronto pude saber en que días lo hacía.
Cesar paso de ser mi angelito, a mi objeto de investigación.
Me ponía a pensar sobre lo que imaginaba para masturbarse.
¿Yo? Sus amigas eran más su tipo.
También note algo más.
Me mojaba.
Ya sé que te parece loco.
Pero me mojaba.
Ese olor y sabor.
También paso eso.
Con la punta de mi lengua probé varias veces su sabor.
Una ocasión mientras comíamos su favorito, mole con pollo, lo miraba curiosa por su desfogue sexual, cuando me dijo que lo miraba raro.
No pude evitar enrojecer.
Imaginaba sus manos acariciando su pene hasta venirse y comenzar a limpiar, cerrar su calzoncillo y mancharlo con unas gotitas, para mi, sólo para mi.
Tenía que dejar de hacer eso.
Pero me fascinaba encontrar esas gotitas.
Y, ahora se juntaba con la caza de su horario de placer.
Quería verlo masturbándose.
Ver como se retorcía cuando se venía.
Tuve que ser más concentrada en la oficina pues ya me había cachado el gerente imaginando cuando elaboraba un informe.
Y es que tan solo de pensar en su cuerpo, su sudor, su pene y su semen me hacía perder la noción del tiempo y de lo que hacía.
El viernes por la noche tomamos nuestra cena como siempre.
Sabía que ese día era el que eligió para hacerlo y yo lo iba a ver.
Fue a su cama, se despidió con su besito lindo y sus dientes recién cepillados.
Su aliento.
No fui a la cama y le dije que miraría uno de esas películas tontas que pasan por la noche.
Ya eran más de las doce cuando decidí subir a su recamara.
De puntitas y sin zapatillas entré a su cuarto.
La luz estaba apagada.
No se podía ver bien, pero tuve la sensación de que iba a ver algo bueno.
Estaba temblando.
Levante sus cobijas un poco para poder ver su pierna, pero al verlo tan dormido levante la cobija hasta su cintura.
Y se movió.
Me aterré y quise salir huyendo, pero mis piernas no respondieron.
No despertó.
Regrese lentamente a mi sitio, frente a su cama.
Estuve así no se cuanto tiempo.
La leve luz que entraba de la calle a su recamara fue suficiente para que mis ojos se acostumbraran después de un rato.
Ya me estaba durmiendo cuando vi sus manos ponerse entre sus piernas.
Se acaricio las piernas y me parece que bajó su calzoncillo, acariciando sus nalgas.
Se volteó para quedar boca arriba, sus manos jugaban entre sus testículos, sus nalgas y sus piernas.
¿Cuando había aprendido eso? Note, entonces, ese sube y baja en su mano, sobre su pene.
No lo creía, me dolía rico, allí.
Me estaba mojando y sentí la urgencia de tocarme también, de jalar mis pezones, de chuparlos y jalar mi clítoris hasta explotar.
Contuve la respiración mientras mi Cesar se enderezaba.
Mi corazón casi se detiene.
Busco algo que después deduzco fue un condón, pues lo coloco sobre su bien formado pene y continuo sin haberse percatado de mi presencia.
Siguió un rato más hasta que oí su gemido más largo pero también el más silencioso.
Se había venido.
Yo me había acariciado igual.
Quise detenerme pero mis manos buscaron mi clítoris y mis pezones.
Casi me vengo.
Duro un poco más de diez minutos pero eso fue suficiente para que pronto volviera a dormir.
Me asegure que durmiera y salí.
Estaba tan caliente que me encerré en mi recamara, donde mis dedos jalaron y frotaron mi clítoris y se hundieron hasta que caí de rodillas en un orgasmo como no la había sentido antes.
Mis piernas no tenían fuerzas, me quede tirada junto a la cama durante un rato.
Chupe mis dedos llenos de mi sabor.
¿Qué me estaba pasando? Me calentó ver a mi Cesar masturbarse y ahora chupaba mis jugos.
Me estaba sintiendo tan cachonda, tan ardiente, quería sentir un pene dentro de mi, quería chuparlo, quería que me chuparan toda, toda, que una lengua probara el sabor de mi boca, de mis senos, de mi vientre y mi sexo, que sostuvieran mis piernas mientras entraban fuertemente frente a mi, que me pusieran como una perra y sin verle sentir que entraran y sostuvieran mi cabello.
Quería que me dijeran que me amaban, que querían lo que se comían, que les gustaba lo que tocaban.
Quería a mi Cesar hasta el fondo.
Me detuve, fui al baño y ahí con agua fría trate de calmar esa ansia, esos pensamientos, esas ganas de ser poseída.
Te juro que lloré toda la noche pensando que ardería en el infierno, y que me estaba aprovechando de mi Cesar, es decir, de su condición.
Me despertó el sol entrando por la ventana.
Me sentía tan bien pero tan mal.
Cesar tocó a la puerta preguntando si íbamos a desayunar.
Le dije que sí, salí a la cocina.
Encontré a mi Cesar poniendo la mesa, al acercarme me miro raro, descubrí que llevaba mi bata de dormir, una batita linda color negro hasta el muslo, pero no llevaba algo más.
Cesar dijo amorosamente que me veía muy bonita, que nunca me había visto así antes.
Me acerque y lo abracé fuertemente, su aliento lo sentí sobre mi pecho, mis pezones se pusieron duros, lo sostuve unos minutos, era tan agradable esa sensación, su aliento y sus manos sobre mi cintura.
Sostuve su carita y puse la mía frente a la suya.
Lo estaba respirando, mi interior dolía de las ganas de tenerlo, temblaba de ansia.
Le pregunte si sabía que lo quería mucho, el dijo que sí, que él también me quería.
Pero, ahí estaba de nuevo esa sensación de culpa.
Le pedí que sacará la fruta y la verdura para empezar a preparar.
Todo ese movimiento de batir, cortar, freír, y demás acciones en la cocina provocaban que mis pechos asomaran una que otra vez, sin salirse, pero tan voluptuosos que nadie podría dejar de verlos, aunque fuera por accidente como mi Cesar.
Estaba tan rojo; aunque sabía la respuesta le pregunte que que le ponía tan avergonzado.
Él dijo que nada y a quemarropa le pregunte que si estaban bonitos mis pechos, mientras los sostenía haciéndolos más evidentes a sus ojitos.
Cesar casi estalla de vergüenza, sólo dijo que que preguntas le hacía y yo le respondí que lo que se pregunta cuando alguien quiere saber si le quieren.
Me reí como una tonta adolescente coqueteando con el novio.
Cesar me contesto en una frase rápida y simple, que se veían muy bonitos como mis piernas y mis pompis.
Ahora la que se ponía roja era yo.
Me había visto toda.
Mi pechos que caben en un bra 34E, mi cintura 66 y 92 de trasero habían sido contemplados por completo.
Al verme tan callada me pidió que no me enojara, que sólo me había visto así pues al pasar a la cocina era inevitable, le dije que no era eso, que le agradecía que fuera tan sincero.
Terminamos el desayuno como si fuera otro sábado más y me dijo que se iba a bañar pues sus amigos le habían invitado al cine, que si me acordaba.
Le dije que sí aunque en realidad no me recordaba de eso, y me dije que si no me atrevía ahora, no lo haría después.
Del gabinete tome la botella de tequila y en caballito serví hasta el borde.
Lo bebí de un golpe y fui al baño.
Me detuve frente a la puerta.
Quería a mi Cesar.
Quería tener un pene tan grande y lindo como el de mi hijo.
No.
No podía pensar así.
Ya no quería sentir esa ansía, ni ese dolor sabroso entre mis piernas.
Sabía que lo encontraría desnudo, ciego por el jabón en su carita y lo podría chupar hasta vaciar su semen sobre mi.
Baje a la cocina y serví otro caballito.
Lloré.
¿Cómo puede una madre tratar de sacar ventaja de la condición de su hijo? Era la más vil y malvada madre de todas.
¿Qué haces cuando sabes que lo estas haciendo mal? Ya no quería llorar.
Sentí ese odio, esa lástima, ese asco y esa lujuria.
Encendí la radio.
¡Siiii! LaBelle y Lady Marmalade.
Ese ritmo.
Me puse a bailar.
Sentía la tela rozando mi cuerpo.
Me sentí tan sensual, que cualquier hombre me tomaría y me haría suya.
Me acaricie toda a ritmo de la música: “more, more, more”.
Me tire sobre el sofá y me volví a acariciar desde mis pies, mis piernas, mi vulva, mi clítoris, mi vientre, mi cintura, mis pechos, mis pezones, mi cuello y brazos, mi boca.
La canción acabó.
Me descubrí con la bata abierta y mis piernas abiertas, muy mojada y mis pezones súper duros.
Arregle la bata, y subí a mi recamara.
Sentada sobre la cama llore de nuevo.
Llore en silencio, sólo lagrimas.
Pensé que no había ni habría un hombre en mi vida ya.
Que este cuerpo se marchitaría más, que pronto la gravedad haría su parte y la resequedad haría más surcos en mi cara.
Así fue como me encontró Cesar.
Me preguntó si me sentía triste, le dije que sí.
Que no había nadie más que me viera como una mujer.
Muy tierno me dijo que él me quería.
Mi Cesar.
Un hombre que no podría tocar sin sentir culpa.
El locutor saludó y otra vez había olvidado, ahora había sido apagar la radio.
Otra pieza inició: Blue Velvet.
Abracé a mi Cesar.
No llevaba más que su toalla alrededor de su cintura.
Sentí su piel, limpia, oliendo a jabón y su cabello aún sin secar.
Le pedí que bailara conmigo, poniendo sus manos sobre mi cadera casi sobre mis nalgas.
Acaricie su cabello, mire sus ojos tan lindos y café.
Las lágrimas no cesaban.
Me pidió que no llorara, pero no lo podía evitar, besé su frente, sus mejillas, su nariz, su boca.
Busqué su lengua.
Estaba tan quieto como un maniquí.
Quería detenerme, pero mi cuerpo seguía y seguía, bese suavemente su cuello, sus pezones, su vientre sin un gramo de grasa, tire la toalla, bese alrededor de su pene, y aunque no estaba erecto continué hasta sus testículos, levantando su miembro, chupe primero suavecito, luego con mucha ganas ese par de dulces.
Mi mano registro su erección y dureza poco a poco, acaricie esa nalgas duritas, buscando su ano.
Trato de decirme algo, que no deje terminar pues lo senté sobre la cama.
Estaba asustado, excitado y confundido.
Su carita me aterrizó.
Pregunté si lo lastimaba, que podía parar, que me dijera algo.
Casi en un susurro dijo que le gustaba esa sensación.
En la radio se oía “Yes sir, I can Boogie”.
Y lo probé al fin.
Era mío, su glande redondo y gordito, ese pene largo y duro, sostuve con mi boca sin manos sobre el glande, mi lengua abría su uretra y probe su sabor cuando comenzó a mojarse.
Chupe todo su largo, quise tenerlo todo en mi boca, pero no cabía, succioné para sentirlo hasta lo más dentro de mi garganta.
Casi se viene.
Me puse de rodillas y le pedí ponerse atrás de mi.
Guíe su pene hasta mi vagina que ya se había mojado mucho, entro fácilmente, le pedí que empujara mientras sostenía mi cintura, entendió a la perfección, empujaba lentamente, luego acelero, de nuevo sentí que se vendría.
Lo detuve y lo senté de nuevo, guíe su pene otra vez, mientras lo montaba.
Mire su carita roja y sus ojos llenos de lujuria, le ordené sostener mis nalgas, abrirme mientras yo azotaba sobre su miembro, sentía todo su largo salir y entrar, le pedí que me dijera que si era bonita,que su mamá era bonita, que me si amaba, y al decir que sí , quisé su sabor en mi boca de nuevo, sentado como estaba lo mame nuevamente, nuestros sabores me hicieron desearlo dentro otra vez.
Wild Cherry tocaba “Play that Funky Music”.
Lo mame hasta que el sabor se acabó.
Lo monté mostrándole mi espalda, mis manos jugaban con mis pezones y el clítoris.
¡Dios mió! Estaba disfrutando tanto, y él más.
Le hice más preguntas, quería que todas las contestará diciendo la palabra mamá.
Me ponía tan caliente.
“American Woman” de The Guess Who lleno mi cabeza, entraba con más confianza, empujándose para disfrutar, yo daba unos saltos para sentir su miembro golpear el fondo y sentir esa electricidad recorrer mi cuerpo más seguido.
Conteniendo su grito dijo mi Cesar que ya se venía y yo, en pleno disfrute, aceleré la caricia en mi pecho y clítoris.
Le rogué que me llenara, que llenará a su mamita con todo su leche, que me amara mucho otra vez.
Que su mamita lo mamaría otra vez, que deseaba su verga tan grande, que sería su puta y le pediría su leche más veces, y así una corriente de electricidad recorrió mi cuerpo hasta explotar en mi cabeza.
Me salí para ver a mi Cesar.
Parecía haber llegado al cielo, su carita se veía tan feliz.
Note que su miembro no había bajado mucho, así que chupe todo lo que estaba ahí, con ternura, con suavidad.
Jamás me había portado así.
Me ajuste la bata y recogí la toalla, iba goteando su semen pues había sido mucho.
Cesar dormía, lo tape con un cobertor,me vestí y salí a caminar.
Un hermoso sol brillaba pero mi corazón estaba tan confundido que por venir pensando lo que había pasado casi me atropellan.
Cuando regresé Cesar estaba ya vestido para salir.
Fuimos con sus amigos al cine.
Las demás mamás platicaban sobre la ropa, su futuro, los gastos y otras cosas que hablamos mientras estamos juntas, pero mi mente brincaba de la felicidad a la culpa y así, una y otra y otra vez.
Seguimos nuestra relación de siempre.
Noto que me quiere decir algo, pero cuando se acerca lo evado.
No dejo de decirle que lo amo, mientras él responde que me ama igual.
No quiero lastimarlo, pero mente durante los sueños me recuerda su sabor y la sensación.
Lo deseo de nuevo.
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