Mi experiencia con mis primos
Esta es la historia de mi experiencia a mis 17 años con mis dos primos Lorena y Felipe.
Hola, soy Dante, tengo 17 años y vivo en una casa grande con mis padres. Mis primos, Felipe y Lorena, viven en la casa de al lado. Felipe tiene 14 y es un chico curioso y travieso, mientras que Lorena, de 13, es más reservada y soñadora. Pasamos mucho tiempo juntos, explorando la casa y compartiendo secretos.
Todo empezó un día cualquiera cuando Felipe y yo estábamos jugando videojuegos en mi habitación. Él se quedó a dormir y, mientras yo fingía estar dormido, lo observé mientras se cambiaba. Su cuerpo delgado y tonificado llamó mi atención. Desde ese día, empecé a fantasear con él, imaginando cómo sería tocarlo.
Una noche, mientras estábamos solos en mi habitación, decidí mostrarle algo en mi ordenador. «Felipe, ¿quieres ver algo interesante?» pregunté, tratando de sonar casual. «Claro,» respondió, acercándose. Abrí una pestaña con un video porno y lo puse en pantalla completa. Felipe se quedó sorprendido, pero también curioso. «¿Qué es esto, Dante?» preguntó, sus ojos fijos en la pantalla. «Es solo un video,» respondí. «A veces lo veo para… ya sabes, relajarme.»
A partir de ese día, empecé a dejar videos porno en mi ordenador cuando sabíamos que íbamos a estar solos. Felipe siempre se quedaba mirando, cada vez más interesado. Una vez, mientras veíamos un video, noté que su respiración se aceleraba y su rostro se sonrojaba. Sin pensar, puse mi mano en su muslo y lo acaricié suavemente. Felipe no se apartó, así que me atreví a subir un poco más, rozando su entrepierna. Él jadeó suavemente, y en ese momento supe que estaba listo.
Unos días después, mientras estábamos solos en mi habitación, decidí ir un paso más allá. «Felipe, ¿quieres ver algo más interesante?» pregunté, sacando mi móvil. «Claro,» respondió, acercándose. Abrí una aplicación de porno y seleccioné un video donde dos chicos se besaban y se tocaban. Felipe observaba atentamente, su respiración cada vez más rápida. «¿Te gusta?» le pregunté al oído. Asintió con la cabeza, sin apartar la vista de la pantalla.
Decidí arriesgarme y lo besé en el cuello. Felipe se tensó por un momento, pero no se apartó. Mis manos exploraron su cuerpo, sintiendo cómo se estremecía con cada caricia. Lo giré para que quedara frente a mí y lo besé en los labios, un beso profundo y apasionado. Felipe respondió, sus manos subiendo por mi espalda, tirando de mí más cerca.
Nos dejamos caer sobre la cama, nuestras bocas aún unidas. Mis manos recorrieron su cuerpo, explorando cada centímetro. Felipe gemía suavemente, sus caderas moviéndose contra las mías. Deslicé mi mano dentro de su pantalón, sintiendo su erección. Felipe jadeó, sus ojos cerrados con fuerza. Lo acaricié lentamente, sintiendo cómo se endurecía en mi mano. Felipe se movió contra mí, su respiración entrecortada.
«No pares, Dante,» susurró, sus caderas moviéndose más rápido. Aumenté el ritmo, sintiendo su placer crecer. Felipe gritó, su cuerpo tenso, y se corrió en mi mano, su semen caliente y pegajoso.
Nos quedamos allí, jadeando, nuestros cuerpos entrelazados. Felipe me miró con una mezcla de sorpresa y satisfacción. «Nunca había sentido algo así,» admitió, sonriendo.
Con Lorena, las cosas fueron diferentes. Ella solía quedarse a dormir en mi casa los fines de semana. Una noche, mientras todos dormían, me levanté para ir al baño y la vi despierta, mirando su teléfono. «¿No puedes dormir?» le pregunté, acercándome. «No, solo estaba viendo cosas en internet,» respondió, sonriendo tímidamente.
Decidí arriesgarme y me senté a su lado en la cama. «¿Te gustaría ver algo más interesante?» le pregunté, sacando mi móvil. «Claro,» respondió, curiosa. Abrí una aplicación de porno y seleccioné un video donde una chica se tocaba a sí misma. Lorena observaba atentamente, su respiración cada vez más rápida. «¿Te gusta?» le pregunté al oído. Asintió con la cabeza, sin apartar la vista de la pantalla.
A partir de ese día, empecé a dejar videos porno en mi móvil cuando sabíamos que íbamos a estar solos. Lorena siempre se quedaba mirando, cada vez más interesada. Una vez, mientras veíamos un video, noté que su respiración se aceleraba y su rostro se sonrojaba. Sin pensar, puse mi mano en su muslo y la acaricié suavemente. Lorena no se apartó, así que me atreví a subir un poco más, rozando su entrepierna. Ella jadeó suavemente, y en ese momento supe que estaba lista.
Unos días después, mientras estábamos solos en mi habitación, decidí ir un paso más allá. «Lorena, ¿quieres ver algo más interesante?» pregunté, sacando mi móvil. «Claro,» respondió, acercándose. Abrí una aplicación de porno y seleccioné un video donde una chica se tocaba a sí misma. Lorena observaba atentamente, su respiración cada vez más rápida. «¿Te gusta?» le pregunté al oído. Asintió con la cabeza, sin apartar la vista de la pantalla.
Decidí arriesgarme y la besé en el cuello. Lorena se tensó por un momento, pero no se apartó. Mis manos exploraron su cuerpo, sintiendo cómo se estremecía con cada caricia. La acerqué más, mi mano subiendo por su muslo. Lorena gimió suavemente, sus caderas moviéndose contra las mías. Deslicé mi mano dentro de su shorts, sintiendo su humedad. Lorena jadeó, sus ojos cerrados con fuerza. La acaricié lentamente, sintiendo cómo se mojaba más.
«No pares, Dante,» susurró, sus caderas moviéndose más rápido. Aumenté el ritmo, sintiendo su placer crecer. Lorena gritó, su cuerpo tenso, y se corrió en mi mano, su humedad caliente y pegajosa.
Nos quedamos allí, jadeando, nuestros cuerpos entrelazados. Lorena me miró con una mezcla de sorpresa y satisfacción. «Nunca había sentido algo así,» admitió, sonriendo.
Unos días después, decidí llevar las cosas un paso más allá. «Lorena, ¿te gustaría probar algo nuevo?» le pregunté, con una sonrisa pícara. «¿Qué tienes en mente?» respondió, curiosa. «Quiero hacerte sentir bien de otra manera,» dije, acercándome. Sin esperar su respuesta, me arrodillé frente a ella y deslicé su shorts hacia abajo. Lorena jadeó, pero no me detuvo. Acercé mi rostro a su entrepierna y comencé a besarla suavemente, sintiendo cómo se estremecía. Mis labios y lengua exploraron cada rincón, haciendo que Lorena gimiera de placer. Mis manos subieron por su cuerpo, acariciando sus pechos mientras mi boca trabajaba en su clítoris. Lorena se retorcía, sus caderas moviéndose contra mi rostro, buscando más presión. Aumenté el ritmo, sintiendo cómo su placer crecía. Lorena gritó, su cuerpo tenso, y se corrió en mi boca, su humedad caliente y pegajosa.
Nos quedamos allí, jadeando, nuestros cuerpos entrelazados. Lorena me miró con una mezcla de sorpresa y satisfacción. «Nunca había sentido algo así,» admitió, sonriendo.
Finalmente, decidí que era el momento de ir más allá. «Lorena, ¿te gustaría que te hiciera el amor?» le pregunté, con una voz suave y segura. «¿Aquí? ¿Ahora?» respondió, sus ojos muy abiertos. «Sí, aquí y ahora,» dije, besándola suavemente. Lorena asintió con la cabeza, una sonrisa tímida en su rostro. La acosté en la cama y me coloqué encima de ella, besando su cuello y sus pechos mientras mis manos exploraban su cuerpo. Deslicé mi mano entre sus piernas, sintiendo su humedad. Lorena jadeó, sus caderas moviéndose contra mi mano. Deslicé un dedo dentro de ella, sintiendo cómo se apretaba a mi alrededor. Lorena gimió, sus ojos cerrados con fuerza. Añadí otro dedo, moviéndolos lentamente dentro y fuera, preparándola para mí. Lorena se retorcía, sus caderas moviéndose contra mi mano, buscando más presión. Aumenté el ritmo, sintiendo cómo su placer crecía. Lorena gritó, su cuerpo tenso, y se corrió en mi mano, su humedad caliente y pegajosa.
Me posicioné entre sus piernas, mi erección rozando su entrada. Lorena me miró, sus ojos llenos de deseo y confianza. Empujé lentamente, sintiendo cómo se apretaba a mi alrededor. Lorena jadeó, sus uñas clavándose en mi espalda. Empecé a moverme lentamente, entrando y saliendo de ella, sintiendo cómo su placer crecía con cada embestida. Lorena se movía debajo de mí, sus caderas encontrándose con las mías, buscando más profundidad. Aumenté el ritmo, sintiendo cómo su placer crecía. Lorena gritó, su cuerpo tenso, y se corrió a mi alrededor, su humedad caliente y pegajosa. Me moví más rápido, sintiendo cómo mi propio placer crecía. Con un último empujón, me corrí dentro de ella, llenándola con mi semen caliente.
Nos quedamos allí, jadeando, nuestros cuerpos entrelazados. Lorena me miró con una mezcla de sorpresa y satisfacción. «Nunca había sentido algo así,» admitió, sonriendo.
Dos años después, se mudaron de ciudad. Cuando venían de visita, nos tirábamos miradas, recordando lo que solíamos hacer. Pero ya no se había vuelto a pasar, solo quedaban los recuerdos y las miradas cómplices.
Con Felipe, las cosas fueron más directas, ahora nos gustaría volver a vernos, pero se mudó a otro país. Para recordar los viejos tiempos, nos pasamos videos de niños follando y platicamos de como nos gustaria volver a repetir.
Luego contare contare otra historia mas actual con los gustos que adquiri por estas experiencias.
Si alguien le gustaria charlar o compartir son bienvenidos a mi telegram: @DeltaBravo99
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