Mi Hermanito en la Escuela
¡Buenas a todos! Quiero comenzar platicándoles que inicié mi vida sexual a muy temprana edad, a los 12 años. Desde la primera vez, fue algo emocionante para mí. Ahora tengo 17, y varios de mis compañeros de curso han tenido la posibilidad de estar conmigo..
Siempre tuve una relación muy cercana con mi hermano; éramos inseparables, a pesar de la diferencia de tres años entre nosotros. A algunos les parecía curioso lo unidos que éramos, pero para mí era lo más natural del mundo. Santiago siempre tuvo una personalidad protectora conmigo, y su carácter celoso se hacía evidente cada vez que alguien intentaba acercarse a mí en la escuela. Aun así, compartíamos mucho tiempo juntos, incluso en los descansos. Aunque él jugaba fútbol, de vez en cuando se tomaba un momento para sentarse conmigo y mis amigas.
Cuando estábamos solos, nuestras conversaciones fluían sin reservas. Nos unían los mismos gustos musicales y hablábamos de todo, pero un tema recurrente eran nuestras relaciones. Me divertía molestándolo con las chicas que mostraban interés en él, aunque él parecía indiferente. En cambio, cuando yo le contaba mis propias experiencias, su incomodidad era evidente, lo que, debo admitir, también me entretenía un poco. Yo ya era una chica con cierta experiencia, mientras que él, por el contrario, aún se mantenía virgen. Como buena hermana, quise ayudarlo a dar ese paso.
Ese día llegamos a casa, siempre mamá estaba en sus asuntos y nosotros ya estábamos lo suficientemente grandes para ocuparnos de los nuestros. Llegamos juntos a su habitación donde tenía la única computadora que teníamos en casa en ese momento. Le enseñe varias paginas porno y vimos videos juntos, con la idea mía de que el entendiera ciertas cosas, pero también porque tenia la curiosidad de verlo excitado.
Me acerque para hablarle, lo notaba sumamente nervioso y eso, insisto, me divertía. Deslicé mi mano lentamente sobre su muslo, apretándolo suavemente y lo miraba absorto en el video que se reproducía en la pantalla. Aprete mis propias tetas contra su brazo, no se comparaban con las de las chicas que estaba viendo, pero el toque tuvo el efecto esperado, porque volteo su rostro para mirarme, su brazo había quedado en medio de mis tetas. Yo me reía suavemente mientras seguía acariciando su pierna.
Acerqué mi boca a su oreja, disfrutando del poder persuasivo que tenía sobre él, rozaba mis labios al tiempo que mi manó subía aún más hasta sentir toda su erección. Espere una reacción inesperada de su parte que no llegó, al contrario, Santiago simplemente se dejaba hacer, eso sí, comenzó a respirar agitadamente.
Pero yo deseaba a todas fuerzas que el tomara algo de iniciativa, por lo que por un instante me molesté, me separé de él y crucé mis brazos, dejándole ver mi frustración. Me recosté contra la pared, mirándolo. Vuelvo a la computadora y cierro los videos, ahora con la intención e que se fije en mí, tiene una mujer a su lado, no importa que sea su hermana, quería que se fijara en mí, lo miré y sonreí.
—Eres muy lindo, Santi —dije, inclinándome nuevamente hacia él.
Él me miró ahora sí con nerviosismo, desviando la mirada intermitentemente.
—¿Por qué dices eso? —preguntó con voz queda.
Me encogí de hombros, jugando con los pliegues de su camiseta.
—Porque lo eres. No entiendo por qué sigues sin aprovecharlo… tantas chicas suspiran por ti.
Santiago soltó un suspiro y se rio de forma nerviosa.
—Yo he tenido sexo con muchos chicos ya, yo podría enseñarte.
Mi mano sigue jugando por su pecho, me voy acercando más y más, muy lentamente en busca de algún signo de vacilación o reticencia en él y luego hundo mis labios en su cuello, besándolo insistentemente.
Vuelvo a colocar mi mano sobre su pene y lo aprieto sobre su pantalón. En ese momento me miro frente a frente y nos besamos. Su beso fue bastante torpe, creo que o no había besado antes o si lo había hecho había sido muy poco, mientras masajeaba su pene metí mi lengua en su boca, buscando la suya y fui enseñándole como tenía que mover su boca.
Rompo el beso, nos unen algunos hilos de saliva y le sonrío. Siento como su pene palpita en mi mano. En ese instante la idea de haber llegado demasiado lejos me pasó por un momento, pero el morbo que me generaba esta situación me lo impidió. Además que me resultaba muy divertido comprobar que mis dominios sobre los hombres ocurrían incluso debajo de el techo de mi propia casa.
Nuevamente apreté mis labios contra los suyos, mi lengua se deslizaba en su boca mientras el beso se profundizaba, exploraba su boca con un hambre que me sorprendía incluso a mí. Ese fue el momento en que Santi reaccionó, sentí como sus manos comenzaban a explorar mi cuerpo, un tacto que me enviaba escalofríos por mi columna vertebral, abrí mi boca para gemir justo sobre la de él. Su mano derecha se metió bajo mi falda escolar y llegó directamente a mi vagina, cogí su muñeca e hice presión, dándole a entender que era ahí que debía de tocarme, sentía como me iba humedeciendo rápidamente, le pedí entre susurros que me siguiera tocando.
Estábamos totalmente cegados por la lujuria, olvidábamos que nuestra madre estaba en casa, en el piso inferior, pero nada importaba, Santiago comenzó a desnudarme con la prisa que solo puede tener un jovencito a esa edad. Me producía risa su afán, pero le ayude a retirar mi camisa y mi sujetador, revelando mis senos desnudos. Sus ojos se abrieron de par en par mientras me contemplaba, me acerque lentamente y también le ayude a quitarse su camisa, luego terminamos de desnudarnos ambos entre besos mutuos en nuestros cuellos, hombros y bocas.
Cuando estuvimos desnudos me di la vuelta, hice a un lado las sillas y me apoyé en la pared, dándole una hermosa vista de mi trasero. Deje escapar un chillido de sorpresa cuando siento su pene bajo mi trasero, yo era más alta que él, entonces abrí mis piernas y le permití que lo dejara en medio, su abdomen se pego por completo a mi cola y como su pene estaba en el más alto grado de erección hizo contacto directo con mis labios vaginales. Estiré una mano hacia atrás, agarré sus caderas y comencé a indicarle como debía moverse, al final esa había sido mi intención, que él aprendiera, solo que, quizás, me deje llevar. Cuando percibí que ya tenía claros los movimientos me dejé hacer de él. Su pene rosaba constantemente mi vagina, haciendo que se abriera y mojara todo su pene con mi esencia.
Bajé mi mano y solo tuve que colocarla un instante bajo su pene para que este entrara al menos hasta la mitad dentro de mí, inmediatamente Santiago la saco, creo que se sorprendió, pero un segundo después volvió a metérmela, esta vez más profundamente y luego la volvía a sacar completa. Después de eso sus movimientos fueron rápidos.
Gemía de placer al sentir el pene de mi hermano entrar y salir continuamente de mi vagina. Rápidamente me acomode a su tamaño y yo solamente disfrutaba. Él también gemía, me agarro de las caderas, hasta después no considere el esfuerzo que debía hacer para no caerse, o para que siempre mantuviera el ritmo de la penetración. Mientras yo disfrutaba de un ritmo más pasional y lento, Santiago estaba desposeído, parecía un demonio que quería meterme kilómetros de pene dentro de mí. Me encontraba perdida en el placer de nuestra pasión prohibida.
Increíblemente para mí, el orgasmo me alcanzó antes que a él. Mi cuerpo se convulsionaba mientras olas de placer mi inundaban. En ese momento Santiago se quedo quieto, con lo más adentro que podía tener su pene en esa posición. Estaba hipnotizado con lo que me había ocurrido.
Gemí suavemente mientras Santi se retiraba de mí, mis rodillas duelen por la fuerza del acto pasado, protesto débilmente, pero mis palabras se convirtieron en un gemido cuando sentí sus manos en mis nalgas, separándolas. Me sonrojé profundamente, ese sentimiento de sentir que haz hecho algo malo luego de que te ha alcanzado el orgasmo. Me sentí expuesta y vulnerable mientras mi hermanito examinaba mi vagina. Movía ansiosamente mi cola. Aún así me reprimí de negarle su derecho a observar.
El silencio que quedó en la habitación era denso, cargado de emociones que ninguno de los dos parecía saber cómo manejar. Santiago se puso de pie y comenzó a vestirse, sin palabra alguna hice lo mismo, él no se había venido, pero no quise presionarlo más, además, como mencioné un sentimiento de culpa comenzó a invadirme. Santi evitaba mi mirada, mientras yo intentaba descifrar lo que pasaba por su mente.
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja.
Tardó unos segundos en responder, pero finalmente asintió.
—Sí… solo necesito pensar.
No quise presionarlo. Sabía que algo había cambiado entre nosotros, algo que no tenía marcha atrás. Sin decir más, me acomodé a su lado, dejando que el tiempo hablara por nosotros. Quizás, al amanecer, las cosas serían más claras.
Salí de su habitación, y en ese momento sentí algo extraño, todo había cambiado. Los días siguientes, en la escuela ya no buscaba sentarse conmigo en los descansos, ya no me contaba sobre su día ni sonreía con la misma facilidad. Intenté actuar como si nada hubiera pasado, como si todo pudiera volver a la normalidad con el tiempo, pero en el fondo sabía que algo se había roto entre nosotros. Y lo peor de todo era que quizás nunca encontraríamos la forma de arreglarlo.
gran relato como sigue
Me gustó mucho tu relato, espero que arregles el problema con tu hermanito, pero si yo fuera él estaría encantado de haberlo echo con mi hermana