Mi hermano y yo (II)
Confidencias con mi amiga Bea.
Al día siguiente, los primeros rayos de sol del día, atravesando la ventana, incidieron en mi cara despertándome. Estaba de espaldas a Juan, y su brazo derecho me rodeaba apoyando su mano en mis tetas. Lentamente lo separé para no despertarlo y me dirigí hacia la cocina a preparar el desayuno. Mientras me ponía una camiseta de asas y un pantaloncito de pijama, sin bragas, me quedé mirándolo. Su cuerpo atlético, deseado por muchas de sus y mis amigas, era mío, solo mío.
Mientras preparaba zumo y el café con tostadas, apareció. Tenía la vista hacia el suelo y empezó a decir palabras de disculpa. Pronto, me armé de valor y le corté.
- “Juan, quería hacerlo, si no quisiese te lo hubiese dicho y sé que no habrías intentado nada. No soy tonta. No quiero que vuelvas a disculparte. Y desayuna que ayer tuviste un día movido”
Esto último, parecía dicho con doble sentido, hizo que quedásemos en silencio unos segundos y, de repente, nos pusimos a reír a carcajadas. Al finalizar, se quedó mirándome con una ternura infinita. Luego cambió a una sonrisa maliciosa y me dijo.
- “Gracias”
Me acerqué a él y le posé mis labios en los suyos. Y después le contesté:
- “Gracias a ti por todo lo que has hecho por mí y por hacerme mujer. Nadie me hubiese tratado mejor en mi primera vez”
- “De todas formas, Andrea, tenemos que hablar largo y tendido”
Le contesté:
- “Hablaremos todo lo que quieras pero que sepas que para mí solo hay un hombre y eres tú. A partir de ahí, hablamos de todo lo que quieras y haremos lo que tú quieras”
Me sonrió otra vez de forma maliciosa y se dispuso a tomar el café. Tenía que hacer doble jornada en la fábrica el sábado y así libraba el domingo.
- “¿Quieres algo para cenar especial, Juan?”. Le pregunté.
- “Sorpréndeme”. Contestó
- “¿Cómo ayer?”. Le dije riéndome.
- “Pero que mala eres, Andrea. Quizás te sorprenda yo”
Acabó de desayunar. Se duchó y vistió y se dirigió a la puerta, pero se detuvo unos segundos. De repente oí sus pasos de vuelta a la cocina. Se acercó, me abrazó poniendo su mano derecha en mi culo y me besó.
- “Nos vemos a la noche”
- “Ten cuidado, cariño”. Le dije
Me sonrió una vez más y se fue. Yo no podía ser más feliz. La mujer de mi hermano. Ni en sueños podía imaginarlo.
Acababa de recoger y limpiar un poco la casa cuando sonó el móvil. Era Bea.
- “Lo quiero todo con pelos y señales. Cuantos orgasmos, como era su polla de grande. Pasa por mi casa y nos vamos un rato a la playa”
Otra vez Bea en estado puro. Le dije que en media hora pasaba por allí.
Bea era hija única, tenía unos meses más que yo, 19 años. Su madre había muerte en un trágico accidente de coche hacia casi tres años, por culpa de un conductor borracho que invadió el carril contrario. A diferencia de mí, sus padres la tuvieron a los 18, en su primer año de universidad. Ella era alegre y atrevida, yo tranquila y sosegada. Creo que el ser polos opuestos, nos hacía ser mejores amigas. El resto eran conocidas. Físicamente era como yo, salvo que tenía mechas en el pelo y algo más corto, ancha de caderas también, pero sus tetas algo más que las mías, que ya era decir. Su padre con 38 parecía tener 10 años menos. Como Juan, practicaba deporte a diario. Coincidían en el gimnasio, pero el padre de Bea, Alberto que es como se llamaba, generalmente se iba a la sala de pesas, mientras Juan a la piscina. Pero, a veces coincidían y solían charlar a menudo.
Al llegar a casa de Bea, la vía paseándose desnuda, con esas enormes tetas botando alegremente, mientras me decía que estaba eligiendo el bikini. Ya me lo imagino, apenas le cubría nada. Cuando llegué le dije que necesitaba ir al baño. Y me contestó que fuese al de arriba, también vivía en un dúplex, que el de abajo venía el fontanero el lunes porque estaba la cisterna estropeada. Cuando fui arriba, entré en la enorme habitación de su padre y vi la puerta del vestidor abierta. Me picó la curiosidad y entré.
Mi primera sorpresa fue que vi allí ropa de mujer. Al principio pensé que era la ropa de su madre, pero habían pasado tres años del accidente y pronto descubrí que aquella ropa era la que Bea se ponía a menudo. Alguna incluso la compramos juntas. Sus tangas, sus minifaldas, sus jerséis, sus pantalones elásticos, sus sujetadores… pero ¿qué hacía su ropa en la habitación de su padre? Cuando me giré, la vi detrás de mí.
- “Lo siento, Bea, no quería curiosear”. Me disculpé.
- “No pasa nada, tarde o temprano necesito contárselo a alguien”.
- “¿Contar el qué?”.
- “Llevo unos tres meses siendo la mujer de mi padre”. Me espetó
- “¿Cómo? Pero, te obliga, te hace daño, vamos ahora a la poli ….” . Me cortó antes de acabar.
- “¿Daño? Es el hombre más maravilloso que puedo tener. Además, no soporto las mosquitas y las hienas que están a su alrededor intentando cazarlo.”
Eso era cierto. Desde que quedó viudo, era la pieza más codiciada de divorciadas y solteronas, incluso hasta jóvenes veinteañeras se le insinuaban. Tenía un puesto de responsabilidad en la fábrica, de hecho, cuando supo que mi hermano quería independizarse, lo metió con la condición de que no dejase de hacer la carrera. Lo apreciaba muchísimo.
- “¿Seguro que no te obliga? ….”. Le insistí
- “¿Obligarme? Casi tuve que obligarle yo a él.”
- “Como siempre te veo rodeada de chicos, siempre pensé…”, le dije
- “Es para no levantar sospechas. No cambio a Alberto, bueno, a mi padre por nada. Todos son una banda de inmaduros. Tú lo sabes bien. Alberto me hace sentir mujer”. Me contestó.
En ese momento, salí del vestidor, y de un impulso la cogí de la mano y me la llevé casi a rastras al salón. Estaba asustada por mi reacción. Nos sentamos una frente a la otra. Le miré a los ojos durante unos segundos y le solté:
- “No hay ningún chico de pueblo, es mi hermano Juan, ayer lo hice con él por primera vez”
Se quedó con la boca abierta al principio. Luego me sonrió y sin decirnos nada nos abrazamos como cuando siempre necesitábamos apoyo la una de la otra.
Cuando nos separamos vimos que ambas teníamos los ojos vidriosos y alguna que otra lágrima resbalando. Era como si nos hubiésemos sacado un peso de encima. Y comenzamos a reírnos y llorar al mismo tiempo.
Empezamos a contarnos como había sido la primera vez. Lo cariñosos que fueron, el cuidado que habían tenido con nosotras… y los orgasmos que habíamos tenido después, tratándonos como unas buenas hembras, lo grandes que eras sus pollas y como sabían hacernos gozar. Era casi el mismo guion.
- “Y ¿ahora qué?” Le dije a Bea.
- “De momento es nuestro secreto. Ni a nuestros chicos le contaremos lo que nosotras sabemos”. Me contestó.
Me gustó lo de “nuestros chicos”.
- “Me parece bien. Ya iremos viendo”. Y nos fundimos en un enorme abrazo.
- “Bueno a la playa ¿quieres uno de mis microbikinis?” Mientras me guiñaba un ojo.
- “Pues sí, como dices soy una buena jaca que tengo mucho de lo que presumir”.
- “Así se habla. Esta es mi Andrea”, mientras me sobaba las tetas.
Nos pusimos los bikinis, hicimos un par de bocadillos y nos fuimos a la playa, en su coche. La tarde era agradable, no muy calurosa, pero tumbadas estábamos a gusto. Decenas de chicos pasaban a nuestro lado, sobre todo, cuando nos pusimos boca abajo y nuestros culos apenas eran tapados por la tanga del bikini. Ambas nos sonreíamos maliciosamente, hasta quedarnos medio adormiladas.
Pasaron las horas y vi la hora en el móvil. Era tardísimo.
- “Bea, quede de preparar algo especial a Juan”
- “Pero ¿qué hora es?”. Me dijo asustada
- “Casi las siete”.
- “Dios… yo también quedé de prepararle algo a mi chico. Además, le prometí que me pondría algo especial”
- “¿El qué? Bea”.
- “Unos ligeros, medias y sujetador a juego y servirle la cena así”
- “Mmm … que bien suena. No se me había ocurrido”. Le dije.
- “No te preocupes. Compré tres modelos puedes quedarte uno”.
Le di las gracias. Paramos por el camino para comprar algo para la cena y luego en su casa. Elegí un juego en tono morado, como siempre con una talla de sujetador que dejaba media teta al aire. Nos dimos un beso y nos fundimos en un abrazo.
- “Andrea, mañana nos vemos y nos contamos”.
- “Por supuesto, Bea…”.
Me encantan tus relatos, porfavor continua ya quiero leer mas de lo que cuentas
Gracias por tu valoración.
Tengo otro capítulo ya terminado y listo para subir, y uno pendiente de revisión.