Mi hermano y yo (IV)
El secreto de su mejor amiga, Bea..
Como dijo Juan, nos recogió en la playa. Esta vez, me situé delante, dándole un beso fugaz en los labios, y luego mirando a Bea de reojo, la cual me respondió con una sonrisa y un guiño. Tan pronto nos situamos en la avenida hacia la urbanización, cogí a mi hermano de la mano. Él no la rechazó, en vez de eso, me dirigió una sonrisa dulce.
Cuando llegamos al edificio residencial de Bea, que estaba a menos de 50 metros del mío, me giró y me dijo:
- “Mañana hablamos…nos vemos”
- “Byes”, contestó Bea, asintiendo con una sonrisa
De repente, me giré y vi como Juan le miraba el culo a Bea cuando salía del coche. Curiosamente, no me puso celosa, en absoluto.
Cuando Bea se acercaba al portal sonó su móvil. Era su padre.
- “Hola, cariño”. Era la voz de su amado. “Llegaré un poco más tarde, el tráfico está horrible, ponle media hora más. Recíbeme con una de las mallas de red de cuerpo entero que compramos para ti en Internet. Y tacones por supuesto”.
- “No te preocupes, mi amor, me pongo como quieras. Pero por favor, conduce con cuidado. ¿Quieres algo especial de cena?”. Le contestó Bea.
- “Lo que tú quieras, o mejor aún, cojo una pizza por el camino para los dos. Tranquila, tendré cuidado, un beso, cielo”.
Bea tuvo tiempo para ponerse guapa. Eligió una malla de cuerpo entero negro con red de rombos, un collar de perlas de las joyas que le regaló su padre y unos tacones que le permitían ganar algunos centímetros, aun así, apenas llegaba a los hombres de su padre. El peinado fueron unas coletas laterales. A su padre, le encantaba el aspecto aniñado que mostraba cuando ponía su uniforme de Secundaria, las coletas o su ropa de preadolescente en la cual sus grandes tetas luchaban por hacer saltar los botones.
Cuando sonó la puerta y el sonido de las llaves sobre la mesa de la entrada, Bea fue corriendo a darle un beso a Alberto. Esto lo ponía a cien ya que los pasitos rápidos y cortos que tenía que dar a causa de los tacones de aguja que calzaba le hacían botar sus tetas y su culo de forma exagerada.
- “Esta es mi chica, sabía que no me defraudarías. Pon esta bolsa en nuestra habitación y espérame allí, una ducha rápida y voy ¿qué tal la playa?”, le dijo su padre.
- “Genial, Andrea y yo lo pasamos genial”, le contestó Bea
- “Me alegro de que seáis amigas, es una chica responsable y que se esfuerza mucho, como tú”, respondió Alberto.
Pronto salió de la ducha, su piel tenía un olor agradable debido al gel de sales. Se enfundó un albornoz y se dirigió hacia Bea y le dijo sin contemplaciones:
- “Hoy te voy a desvirgar el culo”
Era algo que Bea sabía que iba a ocurrir tarde o temprano, pero no por ello la puso algo nerviosa. A continuación, Alberto le dijo que se pusiese al borde de la cama con los pies en el suelo y el cuerpo estirado encima de la cama, formando un ángulo recto, ya que la cama era bastante alta. De la bolsa saco cuatro muñequeras de terciopelo con gancho. Dos se las puso en las muñecas de los brazos, y con unas cuerdas recubiertas también de terciopelo, la ató, con los brazos abiertos al cabezal de la cama. Luego, sacó una barra de metal plateado de unos 60-70 cm. En los extremos puso las dos muñequeras, se la colocó en los tobillos, lo que le impedía cerrar las piernas. Y para acabar de inmovilizarla con otras dos cuerdas ató los extremos de la barra a las patas traseras de la cama. Para finalizar trajo un almodón grande que puso debajo de la barriga de Bea, lo que hizo que su culo casi se pusiese mirando al techo. De esta forma, quedaba a la altura de la polla de su padre. Y así la dejó.
Alberto se sirvió un poco de ginebra y contempló tranquilamente el trabajo que había realizado, probando las ataduras y asegurándose que Bea estuviese totalmente inmovilizada. Observó que ella empezaba a temblar y con alguna lágrima asomando a sus ojos. Entonces, se arrodilló en una lateral de la cama y separándola suavemente el pelo de la cara, le preguntó si tenía miedo.
- “No, Alberto, confío en ti. Pero algo asustada estoy. Tienes la polla muy grande y… “
- “Tranquila”, le contestó, mientras la acariciaba. “Mira, vamos a tener una palabra clave, que si la pronuncias paro ¿Qué te parece, Rojo?, como los semáforos. Cuando la pronuncies paro de inmediata. Pero estoy seguro de que tienes un buen culo para aguantar mi polla y vas a cumplir como una campeona.”
Ella asintió, aún asustada, con la cabeza.
Alberto depositó el vaso en una mesa de un pequeño saloncito adyacente a la enorme habitación y se situó detrás de Bea. Ella podía contemplar en el espejo como se quitaba el albornoz y destacando su enorme polla empalmada apuntando directa hacia ella. Cogió una crema lubricante con un suave olor a aloe vera si se la pasó por la polla. A continuación, se puso un poco en sus dedos y empezó a trabajar el ojete del culo de Bea, primero con un dedo y luego con dos. Bea empezaba a ponerse cachonda, pero estaba inmovilizada y apenas podía mover el culo.
Alberto volvió a echarse un poco más en la polla y empezó a metérsela por el culo a su hija. Primero la punta, luego un tercio donde Bea y ahí empezaba a gritar de dolor y placer. Más tarde, la mitad, los gritos y jadeos subían de intensidad. Alberto mientras sacaba y metía, le dijo a su hija:
- “Bea, ahora va a ir entera”.
Bea estaba asustada, en el espejo no podía creer que la enorme polla le entrase. Cuando iba a pedirle a su padre, que tuviese cuidado, Alberto, de una pequeña embestida, le metió toda la polla completa.
Bea empezó a gritar mientras su padre empezó a bombear su culo. Quería pronunciar la palabra clave, pero sabía que si lo hacía no volvería a metérsela por el culo. Debía demostrar que era una buena jaca para él, tenía que demostrarle su amor y entrega, que estaría a la altura. Empezó a morder la colcha, pero poco a poco el dolor empezó a convertirse en placer mientras su culo se dilataba más y más. Alberto se inclinó hacia adelante hasta poner su boca en la oreja de su hija. Bea escuchaba como su amado jadeaba como un poseso, lo que la empezó a poner más cachonda teniendo su primer orgasmo. “¿Cómo era posible tener un orgasmo mientras te rompen el culo?” Pero así era.
Los jadeos de su padre empezaban a ser más intensos y rápidos, le metía su lengua en los lóbulos de la oreja, lamía su cuello, su cara… hasta que explotó dentro. Ella sintió un líquido caliente en su recto. Durante un par de minutos, Alberto quedó sobre Bea, hasta que se levantó, dejándola como estaba, sentándose en la butaca y, mientras saboreaba su ginebra contemplada a la puta de su hija como su sumisa para usarla, abierta de piernas boca abajo y atada. La leche empezó a salir del culo de Bea resbalando por los muslos interiores. No decía nada, pensó que había acabado, pero pronto se dió cuenta de que iba a ver un segundo asalto y que su culo iba a ser otra vez perforado.
Al cabo de un cuarto de hora, Alberto sacudió su polla para que se enderezase otra vez, algo que fue rápido. Acabo el resto de ginebra de un trago y cogiendo del pelo a Bea la obligó a ver en el espejo como volvía a darle por el culo. Ahora apenas había dolor, lo tenía totalmente dilatado y la polla de su padre entraba con un guante, hasta su segunda corrida y un par de orgasmos de ella.
Una vez finalizó, su padre fue a ducharse dejando a Bea en esa posición para ser usada. Luego, desnudo, abrió un cajón y sacó una pequeña cámara de fotos, y sacó unas cuantas fotos a Bea, en esa posición y un pequeño video.
- “Amor, crees que es una buena idea…alguien puede descubrirlo”, le dijo Bea.
- “No te preocupes, por eso uso una cámara y no un móvil. Por seguridad, la tarjeta de memoria la guardo en la caja de seguridad que hay detrás del cuadro. No soy tonto. Me juego mucho”.
Eso la tranquilizó. Su padre había pensado en todo. Antes de desatarla, cogió un cinto, y le dio un par de cintazos en las nalgas, que Bea aceptó sin rechistar, solo un pequeño grito en cada uno…. Le estaba mostrando el siguiente capítulo. Aunque aún era pronto.
Se metió en el baño y se untó el culo con una crema con calmante ya que había sido la primera vez. Tenía la sensación de que el culo lo tenía más levantado y que caminaba con las piernas más abiertas. Se acostó en la cama de matrimonio con su padre estaba leyendo, ya eran pareja, y ella cogió su libro y también se puso a leer, no sin antes darle un beso a Alberto y decirse ambos un “te amo”. Al cabo de un rato, se quedaron dormidos abrazados, ella poniendo su cabeza en el pecho de él, y él abrazándola con suavidad, hasta dormirse.
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