Mi hermano y yo (IX)
La tía de Bea.
Al día siguiente en el desayuno, Alberto nos comunicó que íbamos a tener compañía. Era su hermana Lucía, la tía de Eva.
Lucía era un personaje. Mayor tres o cuatro años que Alberto, pronto se fue de casa. Trabajaba en un banco en el extranjero. Su relación con su cuñada fallecida era mala. Intentó convencer a su hermano que no se casara al quedar su mujer preñada, pero con 18 años su hermano creía estar enamorado. Pronto se dió cuenta de su error. A los dos o tres años de matrimonio, comenzaron las discusiones. Ella le echaba en cara de que por culpa de quedarse embarazada había perdido oportunidades para su carrera profesional y lo ponía en contra de su familia. Cuando Bea creció escuchando las peleas, y se sentía culpable.
Lucía ya estaba en el extranjero, pero siempre que podía venía para ver como estaba su sobrina y apoyar a su hermano, pero a escondidas ya que la relación con la madre de Bea era inexistente. Cuando falleció la madre, Lucía intentó que el banco la trasladase de vuelta, pero no querían ya que gracias a su trabajo había conseguido que la delegación en el extranjero prosperase. Pero al final lo logró.
– “Lucía ya consiguió el traslado. Llegó ayer por la noche al país y en unas horas estará aquí”, dijo Alberto.
Efectivamente. Al mediodía bajo un calor insoportable, un taxi se acercó a la puerta de la finca y salió Lucía. Era una mujer ancha,, pero al no haber tenido familia, tenía una cintura delgada lo que hacía que sus tetas y sus enormes caderas sobresaliesen. Los chicos le ayudaron con las maletas.
-”Vaya, vaya, sobrinita, como has crecido, estás hecha toda una mujer. Y tú Andrea, lo mismo”, mirándonos como si fuesemos una mercancia.
Se acercó a su hermano, al que besó en los labios y, para sorpresa de ambas, hizo lo mismo con Juan.
Hablaron un poco del viaje, de los días de vacaciones que iba a tener antes de incorporarse a la delegación de la ciudad mientras tomábamos unas bebidas.
Al cabo de un rato, preguntó a Alberto:
-”Menudo trabajo has hecho aquí, está como nueva. Mi habitación en el sótano ¿no? Quiero cambiarme y probar esa piscina”, mirando la casa. Otra sorpresa más.
-”Sí, está todo listo, gracias a Juan que me estuvo ayudando el último año”, contestó Alberto, ahora para mi sorpresa, entendí las escapadas los sábados por la tarde.
Desapareció con Juan que le ayudó con sus maletas. Al cabo de un rato, apareció, con las tetas al aire y con un tanga minúsculo de baño. Alberto y Juan apenas se fijaron, como si ya la hubiesen visto antes. Lucía se dirigió a nosotras:
-” ¿no os meteis?”, preguntó
-”Pues sí que nos apetece, nos vamos a cambiar”, contestamos
-”De cambiarse nada, vosotras desnudas que tenéis unas buentas tetas y un buen culo para lucir”, dijo Lucía, casi ordenando.
Obedecimos. Los chicos tumbados en unas tumbonas nos contemplaban a través de sus gafas de sol como nos divertíamos, al principio, inocentemente, luego ya nos metiendonos mano entre las tres.
Lucía nos hizo salir de la piscina, y nos obligó a que le comiesemos el coño. Era una mujer enorme, con un coño sabroso, hasta que tuvo su primer orgasmo gimiendo sin recato alguno.
Luego nos puso a las dos abiertas y dijo dirigiendose a los chicos, los cuales se estaban haciendo unas pajas:
-”Pensé que a estas putas ya les teníais el coño más dilatado. Aún esta bastante estrechos”
Nosotras ante tanto descaro y vicio ya estábamos cachondas. Lucía con unos dedos expertos empezó a masajearnos el clítoris hasta nuestro primer chorro y el primer orgasmo. Luego nos chupaba las tetas a ambas y nos obligaba a que nos besásemos con la boca abierta fundiendo nuestras lenguas. Éramos tres viciosas. Luego nos comió y nos metió los dedos en culo, dándonos azotes. Más tarde, cada una se puso a chuparle una de aquella tetas enormes como si fuésemos bebés intentando mamar leche. Fue en ese momento cuando vimos dos pollas a la altura de nuestra cara soltando toda la leches poniéndonos perdidas.
-”Ahora os vaís a limpiar la cara la una a la otra sin dejar una gota de leche, un regalo de nuestros chicos”. Dijo Lucía.
Así lo hicimos como si nos fuese la vida en ello. Cuando acabamos, Lucía se dirigió a los chicos.
-”Porque no bajais al pueblo a tomaros algo y hacer algo de compra de comida. Tengo que hablas con estas chicas”
Ambos asintieron, fueron a vestirse unos polos y unos pantalones. Estaban guapísimos. Y se fueron.
Nostras nos metimos en la ducha las tres, ayudándonos con el pelo y para enjabonarnos. Una vez más nos corrimos juntas. Luego nos volvimos al jardín, en las tumbonas de la piscina, vestidas solamente con unas gafas de sol. El cuerpo de Lucía, aunque maduro, era impresionante. Era una mujerona, que podría con varios chicos a la vez.
-”¿Bueno, chicas, estareis sorprendidas?”, dijo Lucía.
-”Algo más que sorprendidas, tía”, le contestó Bea.
-”Para empezar no me llames tía, me gusta, pero prefiero Lucía. Te cuento, cielo. Con Alberto ya follábamos siendo adolescentes. Mejor dícho, ya me lo follaba y le enseñé lo que es ser un hombre. Con Juan, llevo desde hace un año, cuando venía del extranjero. Yo les fuí animando a convertiros en sus putas. En primer lugar a Alberto. Con Juan, era arriesgado, porque no sabía como reaccionaría, pero tuvimos una inmensa fortuna. Bea, que puedas tener una amiga como Andrea, con la que puedas hablar y que tenga una relación con un hermano o padre, no era fácil. Solo ocurre una vez en un millón.”
-”Entonces, ¿también te has follado a Juan?”, le pregunté.
-”Sí, cariño”, me contestó acariciándome suavemente la mejilla. “En realidad, me los follo a pares, ya me encularon y follaron por delante al mismo tiempo. En mi caso es la única manera de quedar bien follada. Espero que no te moleste”
-”No, le quiero y quiero que disfrute, pero eres mucha mujer, no sé si seré capaz”, repliqué.
-”No os preocupeis, no os los voy a quitar, vais a estar a la altura, yo me encargo de ello”, dijo riéndose. “En realidad, ya hemos hecho muchos planes para vosotras. Entre los tres os vamos a convertir en unas auténticas putas, y yo también los quiero. Los haremos felices en la cama y fuera de ella ¿que os parece?”
Las dos nos miramos, nos cogimos de la mano, y con una amplia sonrisa de felicidad, asentimos con ahínco.
-”Aunque estoy un poco enfadada con ellos, creo que os han azotado ya, sé que fue poco, pero quiero enseñarles. Son hombres y a veces no dejan de ser algo brutos. Ya me pidieron disculpas”, continuo Lucía.
-”Si ayer nos azotaron con ganas, aunque no nos importa, queremos que dsfruten”, dijo Bea.
-”Si, mi amor, pero tienen que aprender. Hay más, a largo plazo también quieren preñaros, Alberto a Andrea y Juan a Bea, para que no haya problemas ¿os gustaría?”, les dijo Lucía.
-”No nos lo habíamos planteado… ufff, darles un bebe”, dijo yo. Bea asintió con igual fuerza.
– “Pensamos también en vivir juntos, para poder intercambiaros cuando nos plazca, porque vais a ser mi juguete también. Incluso para las apariencias puede que os casemos con ellos”.
-”Caray Lucía, lo habéis planeado todo”, dijo Bea.
-”Hay mucho más, pero poco a poco. Bueno, pero nada, ya os iré preparando Aún teneis un coño estrecho que hay que trabajar. Esta noche, os vamos a follar los tres. Yo me pondré un arnés”.
Las tres nos reímos. A continuación, Lucía nos dió una de aquellas enormes tetas a cada una que chupamos con ansiedad como si fuésemos sus hijas, mientras nos metía los dedos en el coño para tuviésemos un par de orgamos más.
– “En menudas putas os voy a convertir, tenéis cuerpo para eso y más. Os gusta, eh zorritas?”
Ambas gemiamos como perras en celo mientras afirmábamos. Después nos relajamos y recostamos en las tumbonas al sol.
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