Mi hermano y yo (VI)
Otra vez con mi hermano.
El mes de Julio iba a ser estresante. Bea y yo empezamos a trabajar por las mañanas para hacer algún dinero y en la fábrica querían aumentar la producción ya que durante la primera quincena de agosto iban a parar para hacer unas obras de mantenimiento. Juan por fin tendría al menos dos semanas de vacaciones. Se lo merecía, entre la universidad y el trabajo, apenas le quedaba tiempo para el deporte y para mí, aunque no me importaba, solo quería que fuese feliz.
A mediados de mes, recibimos una llamada de nuestros padres. Vendrían a la ciudad porque querían hablar con nosotros. Juan recogió su ropa que tenía en mi habitación, prácticamente ya empezábamos a vivir como pareja. Temíamos que nuestros padres quisiesen dejar la casa de campo y venirse a vivir.
Cuando llegaron nos pidieron sentarnos. Nos comentaron que un abuelo nuestro que vivía en Panamá, nuestro padre había nacido y vivido unos años allí, hasta que mi abuela se vino con él a Europa, había fallecido. Le dejaba a mi padre, que era hijo único, una hacienda en la costa y el dinero, que parece ser era bastante, ya que se dedicaba a temas de inversiones inmobiliarias. Nos contaron que están pensando en ir a vivir a Panamá, y que habían puesto la casa de campo a la venta, ya tenían comprador. Ese dinero quedaría en una cuenta para nosotros. Le apreté la rodilla a Juan para que no se negase. El dúplex quedaría a su nombre, pero con permiso para venderlo si quisiésemos.
Tuvieron la decencia de preguntarnos si alguno quería irse con ellos. Ambos le contestamos que no, que teníamos nuestra vida y no queríamos cambiarla. Creo que los cuatro respiramos aliviados cuando dijimos que era lo normal.
Durante esta semana estuvieron empaquetando cosas y cuando tuvieron todo lo enviaron allá, y prepararon el viaje. El día 20, los llevamos al aeropuerto. La despedida fue un poco fría, resultado de años de casi indiferencia. Solo mi madre mostró algo de emoción.
Nunca más volví a ver a mi padre, ya que falleció allá pocos años más tarde. Fuimos a visitar a nuestra madre, le preguntamos si quería venirse, pero dijo que no. Años después falleció ella. Vendimos todo lo que tenían y nos lo trajimos.
Pero volvamos atrás. Cuando despegaron, mi hermano y yo nos cogimos de la mano mientras mirábamos por el ventanal. Al llega a casa, Juan me dijo que el fin de semana habría cambios, le pregunté cuáles.
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“Viviremos ya como pareja”, dijo viendo la habitación grande de matrimonio que había quedado libre.
No lo pude resistir, me abalancé a él y le abracé y lo comí a besos, diciéndole lo que lo amaba. Me miró y me respondió con un beso muy dulce. A continuación, me arrancó la camisa y el sujetador, saltándome las tetas, y me subió la falda para arrancarme la tanga. Ya no usaba braga, salvo con el período.
Me tumbó en la cama de matrimonio y me empezó a follar de una forma salvaje. Yo no quería que parara, me abría de piernas cogiéndolas los muslos con mis manos para que bombease todo lo que quisiese. Me cambió de posición, a cuatro patas, mientras me palmeaba el culo, y luego, me dijo de encima de él, para que me saltasen las tetas.
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“Menudas ubres tienes hermanita, como saltan”, mientras con las manos me cogía el culo para que me moviese más.
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“Dame tu polla, estoy necesitada, dios, no puedo vivir sin ella, castiga ese coño. Soy como una perra en celo, que puta estoy hecha, no pares, mi amor”.
Jadeaba y gritaba y no hacía más que soltar chorros por el coño. Tenía la polla de Juan totalmente empapada, pero cuantos más chorros echaba más salvaje y bruto se ponía Juan. Como me gustaba ser su sierva.
Hasta que salió de mi coño gritando “me corro”, para no dejarme preñada empapando con su leche una vez más mis tetas. Teníamos que solucionar eso, quiero sentir su leche en mi coño. Bea había empezado a tomar las pastillas y su padre ya se estaba corriendo dentro de ella, y yo quería lo mismo. Mañana mismo me voy con ella a la farmacia, pensé.
Y una vez más quedamos abrazados y dormidos.
El mes de Julio estaba siendo brutal. Bea y yo empezamos a trabajar, la preparación de las cajas con la ropa, cosas personales y otras varias de mis padres, para enviarlas por transporte a su nueva casa. Mi madre me dejó algunas joyas, y mi padre uno de sus relojes, le encantaba compra. Miré a mi hermano suplicando a mi hermano para que no lo rechazar y no hubiese problemas. Se lo cogió. Luego preparar la habitación de matrimonio para nosotros, nuestra ropa en el vestidor, un nuevo colchón, cortinas más alegres, algunos adornos que no nos gustaban y dándole un aspecto más moderno y juvenil. Incluso un sábado la pintamos.
Luego la fábrica, ya prácticamente desde principios de mes estaban haciendo dobles turnos, querían resolver todos los pedidos y dejar algo de stock para la última semana de agosto que era la vuelta, ya que las tres primeras iban a ser el proceso de mantenimiento. Tanto Juan como Alberto venían desechos, así que, en mi caso, y supongo el de Bea, solo queríamos que descansaran. Estábamos en plan amas de casa total excepto las horas que trabajábamos por la mañana.
Y así llegamos al inicio de agosto donde cogimos vacaciones.
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