Mi hija, mi perdición
Cuando surge el amor entre un padre y una hija, es difícil expllicarlo con palabras hermosas, porque se considera algo sucio y reprochable, pero en este relato espero haberlo conseguido..
Ya sabéis que en ocasiones, mis lectores y seguidores, se ponen en contacto conmigo para contarme alguna experiencia que han tenido en algún momento de sus vidas, dándome permiso para publicarla y darla a conocer, siguiendo el estilo de mis relatos.
En esta ocasión se trata de una hermosa historia, de la que voy a intentar transmitir la belleza y la ternura con la que me la relataron, así que voy a transcribirla siendo lo más fiel posible a ella, respetando esa esencia de los sentimientos que en este caso surgieron entre un padre y su hija, a todos los efectos.
Quizás pueda dar la impresión de que este relato os parezca más sutil y con una menor carga erótica de lo habitual en mí, pero a pesar de eso, yo misma mientras lo estaba escribiendo, he sentido como una extraña tensión sexual que iba creciendo cada vez más dentro de mí, y esta es la historia:
Soy un hombre divorciado, de 38 años, que estaba comenzando una relación con una mujer que estaba separada también, pero se quedó viuda un año después de comenzar nuestra relación.
Al principio de empezar a vivir juntos, era una relación tranquila y placentera, que compartíamos con un hijo de mi primer matrimonio, que aunque vivía con su madre, yo lo tenía conmigo muchos fines de semana y periodos de vacaciones, que se juntaba con la hija de mi pareja, llamada María, que tenía 11 años en esos momento.
Al principio ella vivía también con su padre y con su abuela, para su mayor comodidad para ir al Instituto donde estudiaba, por su cercanía, mientras nosotros vivíamos a las afueras de la ciudad, aunque ella seguía viéndose a diario con su madre y venía a nuestra casa muchos fines de semana también, pero cuando su padre falleció, al año de empezar la relación su madre, ella vino a vivir definitivamente con nosotros.
De todo esto, habían pasado ya tres años, en los que María desde un principio se mostró cercana a mí, pero cautelosa por mi relación con su madre, aunque según fue pasando el tiempo se encariño rápidamente de mí, pues yo también le iba dando ese trato cariñoso y mimoso, como si se tratara realmente de esa hija que me hubiera gustado tener.
María era una niña delgadita, con un pelo negro, largo y ondulado que caía sobre sus hombros y unos bellos ojos penetrantes, a la vez pícaros y con mucha luz. Yo tuve la dicha de contemplar su explosión como mujer, desde esa edad, en la que empezaban a abultarse sus pezones que se notaban claramente cuando llevaba finas camisetas y blusas que se levantaban por delante a causa de esas protuberancias, cada vez mayores, que le daban un aspecto a la vez angelical, pero que te atrapaba por su belleza preadolescente, con toda esa frescura que ya había perdido su madre, pero que seguramente tuvo en su día igualmente, ya que la cría se parecía mucho a ella.
Como decía antes, desde el principio de la relación, el ambiente era de confianza, tranquilo y relajado, coincidiendo muchos fines de semana que estaban juntos también mi hijo y la hija de mi pareja, por lo que ellos se divertían de forma especial como dos niños de esas edades, con sus guerras de cosquillas, , juegos y salidas de fin de semana, pero mi hijo solía celarse un poco de ella, al ver mis atenciones con la hija de mi pareja, por lo que yo evitaba mimarla en exceso delante de él, aunque ella también se daba cuenta y sabía que cuando mi hijo no estaba en casa, todos mis mimos eran para ella sin mesura
Tras el fallecimiento de su padre, por enfermedad, ella se refugió aún más en mí, por lo que la madre estaba encantada de ver como la niña me había aceptado de tal modo que tras el triste acontecimiento, ella fuese la que se volcase en mí.
Ya contaba ella sus 12 años, siendo a todos los efectos como su padre, ry como tal, la recogía en el Colegio por la tarde, tras lo que íbamos juntos a la piscina los dos y la traía a casa después para hacer los deberes. A ella la gustaba hacerlos muchas veces en mi escritorio, sentándose en mis rodillas, lo que a mí me encantaba, porque me gustaba achucharla, acariciarla y mimarla mientras ella se dejaba querer.
En esos momentos de especial unión, solía acariciarle la espalda con frecuencia, reposando mi mano en su cintura frotando suave sus caderas, caricias que ella recibía gustosa, disfrutando de esas atenciones mimosas, como una gatita que solo le faltaba ronronear.
La madre y yo siempre anduvimos por casa con total naturalidad sin que hiciéramos nudismo propiamente dicho, pero sin tampoco ocultarnos, por lo que entre ellas nunca se cubrieron y yo andaba en calzoncillos con normalidad, haciendo la niña lo propio como nosotros andando en camiseta y en braguita sin recelo alguno, siempre y cuando mi hijo no estuviese en casa.
El tiempo iba pasando y María se iba metiendo en los 13 años, por lo que empezaron a cambiar las cosas, en el sentido de que ella empezó a crecer y desarrollarse de una forma rápida, como todas la niñas de esas edades, llegando a los 1,70 de estatura, como yo, calzando ya un 41, muy formada, pero con poco pecho, melena abundante, llamativa por detrás, aunque aún niña por delante; la regla acababa de entrar en su vida, y las conversaciones con sus amigas y sus primas se habían vuelto diferentes, con los chicos del Instituto al acecho, las picardías, en fin, fue el año del cambio.
A pesar de ello, ella seguía cogiéndome de la mano por la calle tanto solos como con su madre; le encantaba que la rodease con mi brazo por la cintura o por los hombros, y supongo que poco a poco se fue fraguando una ilusión en ella y una especial unión conmigo.
Ya de niña era costumbre que frecuentase nuestra cama los fines de semana, tanto estuviésemos todos en casa o solos, ya que la madre trabaja a turnos algunos fines de semana, y había sábados por la mañana que ella no estaba, pero sin embargo María seguía viniendo para mi cama igualmente, por lo que yo la arropaba encantado y seguíamos durmiendo un tiempo más.
Cómo decía antes, las cosas fueron cambiando sin saber muy bien por donde discurrían. Sus mimos y acercamientos empezaron a ser más flojos cuando la madre estaba en casa, sin embargo, cuando estábamos solos, María era todo ternura, sus sentadas en mis rodillas eran largas y muchas veces injustificadas, a lo que se unían los abrazos en el sofá, las posturas en la que se ponía para abrazarme por la espalda frotándose contra mí; un sin fin de pequeñas cosas que fueron despertando en mi cierta alarma y a su vez un pequeño morbo.
Quizás por culpa de todo eso, empecé a fijarme en ella, cada mes estaba más bonita, más mujer, aparentaba 16 años para quien no la conociera, sus pechos comenzaban a surgir, un fino vello en sus partes íntimas florecía, y las hormonas de los dos parecía que se comunicaban entre sí, de una forma extraña y turbadora.
Todo eso provocaba que yo me dijera a mí mismo:
—(¡Ay! ¡Que escándalo! ¿En qué estás pensando?, pero si es tu hija; solo tiene 13 años, te estas volviendo enfermo).
Se empezaban a librar mis primeras batallas en mi conciencia, pero esta no tuvo mucho tiempo para actuar, ya que mi supuesta hija alborotaba mis neuronas, el morbo aumentaba día a día y en mi conciencia un martillo me golpeaba tratando de devolverme a la realidad, para evitar esos pensamientos.
Finalmente, todo surgió de la forma más simple; la madre trabajaba en el turno de mañana, María se vino para mi cama, como tantas otras veces y dormimos hasta cerca de las 10. Luego nos levantamos y desayunamos, como cualquier otro día, tras lo cual debíamos ducharnos y arreglarnos para salir a hacer algunos recados.
Tras el desayuno me pidió el ordenador para ver sus correos de las amigas del día anterior con las que había estado chateando; accedí, mientras yo iba recogiendo el dormitorio, pero ella me llamo, pues habían surgido varios mensajes del antivirus por entrada de troyanos y estas cosas de la informática; me acerque y me senté en la silla para revisar lo sucedido, mientras ella se sentaba en mis rodillas para ver lo que hacía, ambos en camiseta y en calzoncillo y ella en braguita, fijándonos solamente en lo del ordenador, y cuando pude solucionarlo, ella continuo revisando el correo que le quedaba, quedándonos los dos en esa misma posición.
Aunque era de las muy pocas veces que la tenía semidesnuda sentada sobre mí, como de costumbre comencé a acariciarle la espalda pero cada vez bajando más la mano hasta tocar el nacimiento de sus nalgas; ya lo había echo otras veces y nunca se opuso a ello. A veces le daba un cachete sin malicia, pero nunca le pareció mal que le tocase el culo a modo de broma, ya que ella también lo hacía conmigo y con su madre, pero jamás hasta ese momento, había dejado mi mano totalmente posada sobre su nalga.
Ella aparentaba sentirse cómoda, mientras yo seguía con mis caricias, unas veces parando mi mano en su cintura y otras la bajaba más tanteando el terreno y como no hacía ninguna protesta, me aventure y la deje caer hasta que la tuve sobre aquella tersa nalga.
De repente me sentí algo violentado, ya que empecé a notar como la excitación producida por esa situación, se traducía en una rebeldía de mi miembro en mi calzoncillo y no quise que me viese así, así que retire la mano y me quise levantar con la disculpa de que nos íbamos a retrasar en nuestras faenas y ella me dijo que esperara, que ya acababa y así me ayudaba ella. Al final, pude relajarme al ver que mi bulto se suavizaba sin crecer, pero volví a colocar la mano en su culito suave, mientras le comentaba que había que retirarse pues debíamos ducharnos, pero ella me insistió en que le diese un minuto más, y yo al final, encantado.
Le comente que no nos daría tiempo a hacer los recados si no nos íbamos para la ducha ya, pues ella era muy tardona en el baño, salvo cuando lo hacía con su madre. Jamás se había duchado conmigo, por supuesto, por lo que de broma le dije:
—Si te parece te puedes duchar conmigo, así acabamos antes.
Y para mi tremenda sorpresa me contesto:
—Vale. Me quede pensando en la respuesta, ya que me acababa de meter en un lio, porque nunca había estado del todo desnudo delante de ella, ni tampoco ella delante de mí.
Mientras hablábamos, yo había puesto mi otra mano en su barriga, como abrazándola, notando sus latidos como pequeñas palpitaciones nerviosas, como si a ella lo de la ducha juntos la hubiera puesto especialmente nerviosa también, aunque yo no acababa de creerme que lo de la ducha lo hubiera dicho en serio.
Al acabar con el ordenador, nos levantamos del escritorio y nos fuimos hacia el baño. Yo tome la iniciativa y pase delante, suponiendo que ella no entraría, pero me equivoque, por lo que opte por ser lo más natural posible, como cuando mi hijo era pequeño y se duchaba conmigo, así que intentaría aparentar que con ella fuese lo más normal posible.
Me quité la camiseta, haciendo ella lo mismo, y luego mi calzoncillo, haciendo ella lo mismo con sus braguitas, aunque poniéndose de lado, no dejándose ver, y cuando yo me giré para acercar la toalla para luego, ella aprovecho para introducirse en la bañera, sin que en ningún momento la hubiera visto por delante, pero cuando me gire y vi aquella hermosa espalda dando paso a un redondo y fantástico culo, me di perfecta cuenta de que aquella ducha iba ser un suplicio para mi convertirla en algo normal.
Entre a su vez en la bañera corriendo tras de mi las cortinas, mientras ella estaba frente al grifo regulando la temperatura del agua, en posición semi inclinada, por lo que al estar yo detrás de ella, no podía separar mi vista de su culo mientras mi miembro iba creciendo de forma inevitable y sin poder disimularlo.
Cuando ella se giró e inevitablemente lo vio, me disculpe y ella se le quedo mirando para decirme:
—No te preocupes, algunas veces a mi papa le pasó lo mismo, él me decía que eran las ganas de mear.
—¡Ah!, sí, es verdad, ya se me pasaran —ni ganas tenía yo de orinar, pero buena salida la del padre en sus días, aunque no pude evitar pensar morbosamente en las duchas que habría tenido María con su padre.
Yo seguía observándola de arriba abajo, mientras ella cogía la esponja y el jabón, admirando su perfecta juventud, sus senos duros a medio desarrollar y su monte de Venus algo más abundante de lo que me había imaginado, pero muy bonito y bien hecho, sin un pelo fuera de lugar.
Al echar gel en su esponja, se la cogí de la mano y la gire a ella para enjabonarle la espalda, quedándome detrás de ella, lo que era menos violento para mí por mi irremediable y cada vez más evidente erección que ya no bajaría mas pues la libido iba en continuo aumento. Le frote la espalda, le bese el cuello como solía hacerle a veces en la cocina cuando le daba los buenos días, pero esta vez era de puro deseo, por lo que seguí bajando con la esponja hasta alcanzar sus caderas, que comencé a frotar por los lados hasta llegar a enjabonar sus nalgas, entusiasmado por su escandalosa suavidad, tanteando el canal del culo y permitiéndome ella que le pasase la esponja, tras lo cual me agaché para continuar con las piernas, todo ello mientras el agua caía por su espalda aclarando el jabón que yo le daba.
Cuando tuve su culo frente a mi cara se lo bese mientras mis manos recorrían sus piernas sin mucho control, se lo continué besando en distintos sitios disfrutando de su permiso mientras mis manos subían por delante de sus piernas, hasta que ella me cogió la esponja y yo volví a ponerme de pie mientras seguía acariciándola con total suavidad, por lo que creo que ella sabía que el juego había comenzado, pero sin que ninguno de los dos pudiera saber hasta dónde.
Continuó echando más gel en la esponja, girando ella esta vez hacía mí comenzando a enjabonar mi pecho, mientras yo la miraba a los ojos para ver su reacción, teniendo la tentación de besarle los labios en ese momento, pero preferí esperar, dejando que ella también pasara la esponja por mi cuerpo, llegando hasta mi cintura, continuando por la espalda, acercándose a mí y rodeándome con sus brazos quedando a una distancia tan corta que fue inevitable que se rozara con mi polla dura, durísima de tanto aguantar.
Al darse cuenta de ello María, dejó mi espalda para volver al frente donde continuó su recorrido en mi vientre y mirando hacia abajo comenzó a enjabonar mis inglés, volviéndome ella a mirar a los ojos, como esperando mi permiso y estando desprevenido, note como sus manos alcanzaban mi miembro rebozándolo de suave jabón, dejando caer la esponja al tratar de sujetar entre sus manos el tesoro que acababa de encontrar. Yo me agache a recoger la esponja, para continuar enjabonando su pecho, pero mi reparo era mayor que el de ella, así que la puse sobre su vientre y comencé a frotarla en círculos suavemente hasta ir tocando ligeramente sus pechos y el jardín de su sexo, mientras ella seguía sin soltar mi polla que acariciaba muy lentamente sin saber muy bien qué hacer con ella, ya que ya estaba enjabonada de sobra.
Yo en cambio decidí dar un paso más y solté la esponja dejándola caer al fondo de la bañera, pero al agacharme, en vez de recogerla, pare a la altura de su ombligo para besarlo, acariciándome ella el pelo mientras yo con mis besos derivaba por su vientre hacia sus ingles, acariciando con mi mano su joven bosque de finos vellos, por lo que recogí de nuevo la esponja para enjabonárselo, abriendo ella ligeramente una pierna, para permitir pasar la esponja por el medio con suma cautela, dejando de enjabonarla para que el agua recorriera su cuerpo aclarando el poco jabón que quedaba.
Continué con la mano empujando suavemente su pierna hacia un lado para que las separara más todavía, por lo que ella la levanto posándola sobre el borde de la bañera, momento en el que yo acerque mi boca a su sexo, besándolo y buscando con mi lengua despacio la entrada de su conejo, lo que hizo que ella empezara a suspirar con la respiración cada vez más agitada, a pesar de lo cual, yo, completamente excitado, seguí comiéndole el conejo con la lengua en esa postura incomoda agachado con la cabeza hacia arriba y cayéndome el agua en la cara obligándome a cerrar los ojos privándome de ver en toda su expresión la hermosura con la que me estaba deleitando, pero aun así valía la pena aunque reconociendo que aquello era un suicidio en toda regla, el estar disfrutando del coño de la hija de mi pareja, de 13 años (a poco de los 14), algo de locos que nunca me hubiera imaginado.
Tras conseguir abrir la ranura de aquel fantástico conejito con la lengua y de sentirla gemir y suspirar de forma continuada, decidí incorporarme parar recuperar un poco la compostura, viendo como María tenía los ojos cerrados y los pezones erectos, señal de todo lo que ella estaba disfrutando igualmente, por lo que sin dudar me los lleve a la boca por primera vez, acariciando sus suaves y duros pechos juveniles y al acariciarle la cara, abrió los ojos, y al verla de frente, con esa boca entreabierta, me decidí a besarla en los labios, cuyo tacto solo, fue fantástico.
Le di la vuelta, y retomando la esponja, cómplice en todo este juego, la abrace frotándole los pechos por delante, a la vez que me aproximaba a ella haciéndole sentir por detrás mi polla sobre sus nalgas, apretándose instintivamente ella contra mí y comenzando un vaivén arriba y abajo, rozándola con mi polla por todo el el canal de su culo hasta su espalda. Aquello fue definitivo.
Decidido al suicidio, sin remisión, solté la esponja, me retire un poco hacia atrás, poniendo mis manos en su cintura a la altura de sus ingles, tirando un poco de ella hacia mí, y con una mano en su espalda le hice un gesto para que se inclinase un poco, acercando de nuevo mi miembro a ella, esta vez por el medio de sus piernas, ligeramente abiertas en una postura que la hacía tremendamente deseable, empecé el suave vaivén de nuevo mientras mis manos acariciaban ansiosamente su cuerpo entero.
Note su excitación y sus nervios; tocando con mi vientre sus nalgas haciendo llegar del todo mi polla a la entrada su coño para sentir su contacto, acercando una mano para acariciárselo con un dedo comprobando que ella no rechazaba aquel paso, por lo que cerré el agua para evitar que esta empeorase la lubricación para empezar a penetrarla lo mejor posible, estando ya totalmente fuera de mí, sin nada que pudiera impedir ya lo que tanto estaba desando hacer.
Con una mano, suavemente moví su pierna al igual que antes, lo que ella entendió al momento y volvió a ponerla sobre el borde de la bañera, aproximando mi miembro a la entrada de su cueva. A mí me parecía increíble lo que estaba a punto de hacer, yo con 38 años desvirgando a mi hija virtual; estaba excitadísimo desde hacía ya mucho rato, sintiendo el calor de su entrada, pero yo estaba muy nervioso y me agarré la polla con la mano tratando de acompañarla un poco, notando como latía con fuerza y comenzando a frotarla con el capullo, haciendo suave presión.
Pero poco a poco, cada vez más presión, mientras ella permanecía quieta, respirando muy agitada, y centrando mi capullo a su huequito empuje despacio, notando como estaba en el umbral de la puerta; empujé un poco más, hasta que sentí como mi capullo ya estaba dentro, dándome su calor abrasador, por lo que de repente frene de golpe, ya que el calor que mi punta recibía y mi terrible excitación me iban a jugar una mala pasada, ya que estaba a punto de correrme en ese mismo instante y no podía ser.
Tenía que aguantar lo más posible ese inenarrable placer, mientras me decía a mí mismo:
—(¡Dios!, aguanta, aguanta, aguanta,…..)
Y tratando de controlarme, la apreté con fuerza con la mano tratando de parar lo inevitable, pero el primer disparo de semen ya había salido con fuerza, el primer chorro de leche acababa de llegar al interior de su vagina de una forma irremediable.
En cualquier otra situación, aquello habría sido un desastre, porque el riesgo de embarazarla sería alto, pero aunque ella no lo sabía, yo no tenía miedo, porque tengo la vasectomía hecha desde hacía 6 años, por lo que me relajé, pensando que hacer, al notar como esa primera presión se suaviza, así que esperé aguantar un poco más penetrándola para continuar sintiendo ese tremendo placer de estar follando a una cría de esa edad.
Entre tanto, mi hija, que por su inexperiencia no tenía ni idea de lo que había sucedido, estaba también disfrutando como nunca, haciendo un movimiento con su cadera y subiendo un poco el culo, se echó hacia atrás para sentir la penetración más profunda con una total suavidad, facilitada por la leche que estaba en la entrada, hasta que ella lanzó un gemido, casi inaudible, que a mí me hizo pensar de inmediato que había roto su virginidad.
Entonces, rápidamente tomé el control de la penetración retrocediendo un poco para volver otra vez a empujar despacio bombeando lentamente centímetro a centímetro hasta notar como se desliza al interior tres cuartas partes de mi miembro, sin empujar más por temor, momento en el que a ella comienzan a temblarle las piernas, y quizás porque llevaba ya un buen rato en esta postura, la noté débil para continuar la follada, y como además volví a notar todo su calor en mi polla repitiéndose las ganas de regar todo su interior, antes de que sea más tarde de nuevo, la fui retirando lentamente, incorporándose ella y observando yo como mi miembro salía levemente manchado por una ligera estela rojiza, que me hizo imaginar que era el pequeño sangrado de la desfloración de María.
Acabamos rápido la ducha para aclararnos totalmente, saliendo yo primero para dejarla a ella un poco de intimidad, sin apenas cruzar palabra, como así había sido durante todo nuestro encuentro sexual, yo me encontré muy extraño por lo que acabábamos de hacer ya que María no me hablaba tampoco, lógicamente avergonzada también, cuestionándome si había hecho lo correcto.
Aun en el baño, con ella fuera de la ducha, finalizó de secarse y salió del baño sonriéndome ligeramente, lo que me alivió inmensamente, y más todavía cuando se acercó a mí besándome en los labios con dulzura, a la vez que le ayudé a terminar de secarse, aprovechando para no perder el contacto físico entre los dos, todo sin mediar palabra, por lo que le pregunté:
—¿Te encuentras bien?
Ella asintió con la cabeza, envolviéndose la toalla al cuerpo y saliendo del baño, mientras yo la sigo sin toalla, desnudo y agarrándola por detrás por la cintura la acompañé a su cuarto, le quité la tolla, que puse sobre la cama, poniéndola a ella encima, quedando cruzada en diagonal con una pierna en la cama y la otra en el suelo, me eché sobre ella y la besé en la frente, el cuello, mientras le acariciaba los hombros, rozándole sus pechos y volcando mis caricias sobre su vientre me vuelvo a centrar sin perder más tiempo, en alcanzar su sexo con la boca que ella inmediatamente me recibe de agrado abriendo sus piernas para facilitarme la llegada, subiendo la pierna que estaba en el suelo para ponerla sobre mi hombro mientras yo me ponía de rodillas a pie de la cama, para a comerle el conejito con exquisito esmero y cuidado para que se relaje todo lo posible.
Ya sin los nervios del primer intento, mis movimientos con la lengua son cuidadosamente pensados, sin prisa y con una paciencia que nunca imagine emplear en esta tarea, degusté esa delicia como si no hubiera probado algo igual en mi vida, o al menos no lo recordaba de esa forma tan intensa.
Empecé a sentirla gemir de nuevo, mientras que su respiración se volvía más acelerada, acariciándose ella misma los pechos y manteniendo las piernas abiertas sin presión, movía la cadera arriba y abajo, estando en esa posición cerca de 20 minutos saboreando su manjar con absoluto cuidado, introduciéndole un dedo para acompañar el juego y debido a su buena lubricación, ella lo recibía sin problema, pensando incluso que esta tan a gusto con la nueva sensación que no es consciente de lo que le estoy haciendo, lo que aproveché para meterle un segundo dedo sin ningún inconveniente, estando aquello completamente encharcado en mi saliva y sus jugos, lo que me indicó que volvía a estar en un estado estupendo para intentar una segunda penetración y consumar y finalizar lo que había empezado.
Pero antes de hacerlo, noté como ella comenzaba a mover la cadera en forma de espasmos, a golpes cortos, sus gemidos son ya en voz alta, movía las piernas ligeramente con nerviosismo, acercándose algo que ella aún no conoce, por lo que no pude parar en ese momento tan crítico,así que continué en mi puesto tras ya 30 minutos arrodillado en la alfombra, y con más ahínco que antes, continué lamiendo y succionando su clítoris, notando como su excitación subía hasta que surgió la explosión entre gemidos (que temí oyesen los vecinos), dando bruscos golpes de cintura y cerrando sus piernas dejándome atrapado entre sus muslos, pero a pesar de la situación no abandoné a mi niña en su primer orgasmo.
Retiré los dedos y dejé de hacer toda presión con la boca, pero sin dejar de pasar la lengua con muchísima suavidad mientras ella cogía aire y se deja rendir sobre su lecho.
Abandonando su conejo, me puse sobre ella, y sin poder aguantar más, me fui directo a sus tetas, besándolas con mi cara todavía mojada por sus jugos, besándola luego en la boca, mientras ella me abrazaba con fuerza, apretando aún más mi boca contra ella, notando en ese momento como la punta de mi polla acababa de tocar su entrepierna resbaladiza, por lo que moví mi cintura intentando conducirla al centro de aquel coñito empapado de su primer orgasmo, lo que me facilitó ella levantando las piernas, y mientras sostengo una de ellas, al mirar hacia abajo,pude ver como se la iba introduciendo toda y bombeando despacio entré en su totalidad sin dificultad, apretando hasta el fondo, hasta juntar nuestros pubis.
Aguanté así un poco más, con toda mi polla dentro haciendo fondo y comenzando a follarla muy despacio, porque yo notaba que no aguantaba ni un minuto más, con mi cuerpo a punto de reventar, y volviendo a hacer fondo apreté mi polla contra ella, sin moverme. La sujeté por las nalgas, susurrándole al oído que me abrazara con sus piernas, haciéndolo ella así, para levantarla luego ligeramente en el aire, buscando un cambio de postura, que me hiciera olvidar las ganas de correrme, haciendo todo lo posible para evitar pensar en ello.
Girándome, me senté en la cama quedando ella sobre mí y tendiéndome un poco hacia atrás, dejé que fuera ella la que diera rienda suelta a su cuerpo arrancándome su premio cuando yo ya no pudiera más.
Se quedó mirándome,y después de besarme empezó a moverse encima de mí, en un acto que parece ser instintivo, porque para no haberlo hecho nunca yo estaba asombrado viendo cómo se contoneaba sobre mí, subiendo y bajando sobre mi polla hasta dejarla toda dentro y empezando a moverse hacia adelante y atrás, una y otra vez, frotándose contra mí, echándose sobre mi pecho y se volviéndose a levantar de golpe de un impulso, empecé a notarla ya muy agitada, cada vez más y en un estado como subiéndose por las paredes, fuera de sí, me dijo:
—¡Otra vez, otra vez!, ………
Entendiendo yo que le vuelve a venir su orgasmo y se va a correr en toda su expresión, lo que hizo que yo tampoco aguantara más, y le dijera que siguiera sin parar, que estaba a punto de correrme:
—No pares niña, no pares, por Dios no te pares ahora, sigue……
Y ella tenaz y a su vez descontrolada entra en un trance convulsivo dando bruscos golpes de cadera, notando yo como se corre terrible y largamente, parecía estar a punto de soltarse de mi sacándosela, por lo que se lo impedí cogiéndola por sus nalgas y con fuerza clavándosela encima de mí, hasta el fondo, momento en el que yo exploté de placer y eyaculé en su interior, la que creo, fue la eyaculación más abundante y exagerada de mi vida, por todo lo que llevaba aguantando antes y todo lo que genero mi excitación después, dándole en el fondo de su coñito, notándolo ella con fuerza y extrañeza a la vez.
Mi polla no paraba de manar semen, teniendo pequeños espasmos, empujando con fuerza dentro de ella enloquecido, una y otra vez, notando mi pubis cada vez más mojado y mirando hacia ella, vi como rezumaba leche del coñito de María, que tenía tanta cantidad dentro de ella que el líquido se salía de la cavidad vaginal, cayendo rendida sobre mi pecho, cara con cara, notando yo todavía mi miembro duro sin podérselo sacar por la postura, así que me quedé quieto para no incomodarla, pero poco a poco se fue deshinchando agotada saliendo sola, mientras María reclinada sobre mí, mientras la abrazaba, notaba como toda la leche bajaba desde su interior quedando calentita sobre mi vientre, mientras le acariciaba su precioso culo, notando toda su entrepierna completamente mojada.
Un poco más relajados, después de tan tremenda e inolvidable sesión de sexo para los dos la dije que tenía que levantarse para asearse, y al incorporarse sobre mí seguía goteando sobre mi cuerpo, echándose ella la mano al conejo para parar el líquido notándolo muy viscoso, diciéndole yo para tranquilizarla:
—Es mi leche, hija, tú premio —Se rió nerviosamente y corrió hacia el baño, siguiéndola yo para indicarle que se sentara en el bidé para explicarle como creía yo que debía de asearse, y ante su asombro, y aún más del mío, observamos como allí sentada, un reguerito fino de su premio seguía bajando escapándose por el desagüe.
Aseados y cansados en exceso, volvimos para mi cama a dormir otro rato pasando de todos los recados, teniendo que explicar al regreso de su madre que nos habíamos quedado dormidos y que tras ducharnos y recoger la casa ya no habíamos tenido tiempo para las compras.
Luego, traté de transmitirla sinceramente mi alegría de haber compartido aquella experiencia con ella, y a su vez, reservando para mí, un tremendo arrepentimiento por haber abusado de su cariño y de su confianza. Luego continué explicándole mi miedo al más mínimo comentario por parte de ella, ya que los dos éramos totalmente conscientes de que aquello estaba mal, porque aunque no fuese mi verdadera hija, ella era menor de edad, y a mí un comentario suyo me puede costar la cárcel, la separación de su madre y la perdida de toda una vida, desde el negocio hasta el prestigio social del que desde hace unos años a esta parte estábamos disfrutando.
Ella me prometió que nunca aquello se sabría jamás por ella, que me quería muchísimo y nunca permitiría que me hiciesen daño.
Pero el problema más inmediato para nosotros, sería como íbamos a llevar esta relación a partir de ahora, como nos sentiríamos ante su madre, ya que sentía el gran pesar de haberla engañado, y además con su propia hija, menor de edad.
Por parte de María, quizás no hubiera tanto pesar, ya que ella, a esa edad, acababa de descubrir el sexo, como algo maravilloso de su futura vida adulta, algo que quería seguir disfrutando ya desde este mismo momento, siendo ese deseo mucho más fuerte que el temor a lo que pudiera pensar su madre de su inicio sexual.
Incapaces ambos de privarnos de esas fuertes sensaciones que controlaban nuestra voluntad, aprovechábamos cualquier momento en el que estuviéramos solos en casa para desahogarnos uno con el otro, para volver a alcanzar esas altas cotas de placer, que yo al menos, no había conseguido nunca alcanzar con ninguna mujer y para María, nuestros encuentros eran una conquista diaria de placer que ella parecía necesitar cada vez más en su recién estrenada adolescencia.
Hermoso relato, me encantó ¿Habrá segunda parte?
En principio no, pero puedes leer el resto de mis relatos…..
Waw si alguien tiene contenido en T es Grlwxz
Muy excitante y con mucho morbo.
Este relato se ha convertido en uno de mis favoritos, gran talento.
Excelente relato, que rico darle sus primeros orgasmos a la niña…