Mi hija y yo rompimos la rutina
Me arrojé sobre ella, le saqué el corpiño y comencé a chupar sus pezones que endurecieron muy rápidamente. la besé por todo el cuerpo, mientras ella gemía de placer, le quité su bombacha y comencé a penetrarla. Bombeaba excitadísimo como un adolescente, por lo que pude aguantar lo suficiente para qu.
Esta historia ocurrió hace unos tres años con mi hija Analía. Tengo tres hijos: Carla, Analía y Gustavo.
En aquel momento, Analía tenía 30 años, casada con dos hijos de 6 y 4 años. Al ser la hija del medio era mi preferida, ya que Carla es muy parecida a su madre en cuanto a carácter y físicamente y, Gustavo es el hijo varón por lo tanto el favorito, así que Analía fue siempre mi consentida, aunque nunca había pensado llegar a este nivel de intimidad. Físicamente, era muy bonita de altura mediana, pelo castaño enrulado y ojos marrones.
Estábamos en una fiesta familiar en la casa de Carla, ya que era el cumpleaños de su esposo. La casa era amplia con varios ambientes y un jardín. Era una tórrida noche de diciembre en Buenos Aires, decidí salir un poco al jardín ya que adentro había mucha gente y música, el ambiente me aturdía. Allí la encontré a Analía fumando un cigarrillo, estaba muy linda con una blusa blanca ajustada y una pollera y zapatos negros.
-Hola preciosa, le dije, puedo hablar un rato con vos.
-Muchas gracias por el piropo, Pa, hace rato que no me dicen nada, dale charlemos un rato.
Pienso que desinhibida por varios chopps de cerveza que había bebido, en el diálogo, ella me contó que estaba aburrida e insatisfecha con su matrimonio, que no tenía casi nunca relaciones con su esposo, que quería buscar otra persona y me preguntó cómo era la vida después de tantos años casado con su madre; le conté que era complicado, que tenía el mismo problema y que tenía una amante que había conocido en el club con la que me veía regularmente.
Analía se mostró interesada en la historia y me pidió más detalles, fue allí cuando me invitó que fuera un día de la semana a tomar mate cuando estaba sola, entre las 13.30 y 17.30 hs. Fue en ese momento, cuando mi mujer pidió que entráramos ya que quería anunciar que su padre (el viejo jodido de mi suegro) iba a hacer su cumpleaños el domingo siguiente al mediodía en el country que vivía y no el sábado a la noche como había anunciado antes.
-Salimos a las 11 hs. de casa, me dijo mi mujer.
-No puedo, tengo que ir al parque a retirar unas monedas de colección que compré a las 12 hs, le repsondí.
– Entonces me voy sola.
Analía decidió intervenir
– No hay problema Pa, dijo, Sergio (su esposo) va con los chicos con su auto y yo te paso a buscar a las 12 con mi Palio.
-Pero ese auto es una batata, siempre se queda, la interrumpió su marido y, además vos nunca manejas en la autopista, te vas a perder.
-Me parece una buena idea -dije-, además la puedo guiar a Analía con la autopista.
-Hecho entonces, dijo ella, te llamo el sábado y coordinamos bien.
La situación me había parecido algo extraña ya que era verdad que Analía no le gustaba manejar en rutas o autopistas y el diálogo que habíamos tenido me había dejado pensando un poco, pero no esperaba lo que iba a suceder…
El sábado a la noche me llamó Analía y coordinamos la hora y la esquina del parque. A las 12 del otro día puntualmente, con mucho calor, estaba ella con su palio color azul esperándome puntualmente.
Entré al auto y la saludé, estaba hermosa: llevaba una musculosa de color blanco, en el que se traslucía el corpiño del mismo color y su hermoso par de tetas, además llevaba una minifalda de jean color azul muy corta.
-Estás divina, le dije, estaba realmente impresionado por verla vestida así.
– Muchas gracias caballero, dijo ella, usted sabe apreciarme, jaja.
Me preguntó por las monedas que había comprado y otras cosas triviales, mientras me contaba su rutina semanal, sin embargo, yo miraba fijamente sus piernas, hasta que en un momento dejé de hacerlo porque tuve una erección. Tomamos la autopista hacia La Plata, había muy poco tránsito, al llegar al peaje, ella abonó en efectivo y le dieron el correspondiente ticket. Allí fue el momento clave, Analía tomó nuevamente el volante y dejó caer el ticket entre sus piernas, aceleró un poco y me dijo:
-Se me cayó el ticket, no me lo alcanzas que estoy manejando.
Mi mano quedó entre sus piernas mientras tomaba el pequeño papel, ella las cerró apretando fuertemente mi mano y me dijo:
– Vi que me mirabas las piernas cuando subiste, así que comprobá si te gustan por vos mismo.
Analía detuvo el auto en la banquina, mis manos fueron lentamente hacia arriba hasta que llegué a acariciar su concha, pero a través de la bombacha de seda blanca que estaba usando. Ella detuvo mis manos, acercó su cara a la mía y nos besamos un buen rato. Finalmente me dijo: conozco un lugar por acá, siempre pasamos cuando Sergio va a pescar a la costa.
Un kilómetro después Analía dejó la autopista, tomamos una bajada, pensé que quería ir a un telo, pero el auto entró en un camino de tierra bastante polvoriento. El sol pegaba de lleno a esa hora del mediodía. Después de recorrer un buen rato, había un grupo de sauces que daban una placentera sombra, a la orilla de un arroyo, el lugar estaba totalmente vacío. Analía frenó y estacionó el auto bajo los árboles. Era un paisaje hermoso, ya que había una leve brisa que aliviaba el calor y solo se oía el canto de los pájaros.
-Espérame un minuto, ya voy, me dijo.
Yo dudaba mucho de lo que estaba por hacer, ya que me parecía incorrecto, pero estaba muy caliente y ya había cruzado la línea antes así que sólo me quedaba avanzar.
Un minuto después, Analía apareció vestida solo con la ropa interior, corpiño y bombacha de impoluto color blanco, mientras llevaba una lona playera azul y blanca, además en la otra mano tenía una cajita en la que había un preservativo.
-Me lo regaló mi amiga Karen, me dijo que llevarlo encima me traería suerte, así que si me permitís…
Analía desabrochó mi pantalón y luego corrió el boxer negro que usaba, mi verga estaba ya bastante erecta, con lo que con solo unas caricias que me hizo, pudo desenrollarlo en su totalidad sobre mi miembro.
Me arrojé sobre ella, le saqué el corpiño y comencé a chupar sus pezones que endurecieron muy rápidamente. la besé por todo el cuerpo, mientras ella gemía de placer, le quité su bombacha y comencé a penetrarla. Bombeaba excitadísimo como un adolescente, por lo que pude aguantar lo suficiente para que ella alcanzara el orgasmo primero y luego acabé con una gran cantidad de leche.
Quedaron nuestros cuerpos sudados y enredados en la lona, con la respiración agitada y tratando de recobrar el ritmo. Finalmente, Analía me dijo, hay que llamar por teléfono y decir que nos quedamos con el auto.
Tomé el celular y llamé a su esposo, le conté que el auto se había quedado y lo estaba reparando.
-Yo dije que ese auto era una batata, dijo mi yerno.


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