Mi hijita Maya 2
Mi pequeña e inocente hija y yo nos bañamos juntos y las cosas pasaron a otro nivel….
Lee la primera parte en: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/incestos-en-familia/mi-hijita-maya-1/
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Perdón por tardar tanto en publicar la segunda parte de este relato, pero es que después de lo sucedido aquel día en la piscina, mi vida se ha convertido en una completa locura. Los meses han pasado sin que me diera cuenta.
Y no es para menos. La verdad es que después de que Maya y yo salimos del agua, inició dentro de mí una verdadera guerra sin cuartel. Por un lado estaba mi cabeza, que me decía que lo que había hecho había sido una atrocidad. Pero, por otro lado, mi pene no pensaba lo mismo. Mientras que mi conciencia se castigaba por lo que había sucedido, mi polla se moría de ganas por volver a sentir la deliciosa suavidad del pequeño coñito de mi hija.
A medida que fueron pasando las horas de ese sábado infernal, mi polla fue relajándose poco a poco, dando paso a la culpa y al remordimiento. ¿Qué había hecho? ¿Cómo fui capaz de hacerle eso a mi hijita? ¿Es que acaso estaba loco? ¿Qué clase de padre era?
Esas preguntas martillearon incesantemente en mi cabeza toda la noche, evitando que pudiera conciliar el sueño. Me preguntaba una y otra vez qué iba a hacer y como podría mirar a mi hija a la cara nuevamente. Y lo que es peor, de repente surgió dentro de mí un terrible temor a lo que podría pasar si Maya le daba por contar lo que había sucedido. No, eso no podía suceder. Que alguien más se enterara de aquello sería mi fin. Mi familia, mi carrera, mi reputación, mi libertad, todo se acabaría. Y a esto había que sumarle algo mucho peor, el terrible efecto que mis actos podrían suponer para la vida de mi hija.
Me moría de miedo solo de pensar que mi lascivia pudiera dañarla de alguna manera. Tanto era mi temor que me prometí a mi mismo que si por un milagro divino salía ileso de aquella situación, jamás en la vida se me ocurriría hacer de nuevo lo que hice.
Durante los siguientes días, observé con atención a Maya. Buscaba cuidadosamente alguna señal de cambio en su forma de actuar. Pero no vi ninguna, ella seguía siendo la misma niña alegre y risueña de siempre. Eso me relajó un poco.
Pero, aunque Maya no cambió, yo sí. A decir verdad, el sentimiento de culpa hizo que mi forma de actuar con ella cambiara radicalmente. Y es que, a pesar de haberme prometido a mí mismo olvidar todo lo sucedido, ya nada era igual.
Todo cambió. Por más que lo intentara, ya no podía ver a mi hija con los mismos ojos. Los acontecimientos acaecidos ese día en la piscina, volvían a mi mente una y otra vez. Soñaba con ellos y aunque no quisiera mi cuerpo se encendía de inmediato. Por primera vez me fijaba en cosas que antes simplemente no veía, como darme cuenta de que mi hija ya era toda una señorita y tuve la certeza de que se convertiría en una deliciosa mujer. Comencé a percatarme de que su cuerpecito ya estaba en pleno desarrollo y me preguntaba en qué momento fue que mi pequeña creció tanto. A veces me quedaba embobado mirándola. Santo cielos, que hermosa era.
Es por eso que no pude cumplir la promesa que me hice. Por más que lo intenté no pude. El solo hecho de imaginar lo que sentí al tener mi polla aprisionada em medio de las deliciosas nalguitas de mi hija y tener mi glande tan cerca de la entrada de su coñito me volvía loco. Tanto así que cuando lo recordaba era inevitable que mi pene se pusiera como una piedra. Por más que lo quisiera no podía evitarlo. El cielo sabe cuantas duchas frías me di en esos días. Donde quiera que estuviera esos recuerdos venían a mí. Incluso cuando estaba teniendo sexo con mi esposa. Y Maya no ayudaba en nada.
Convivir con ella fue un suplicio. Desde su nacimiento, mis hijos han tenido una relación muy estrecha con Marie y conmigo. Siempre hemos estado muy unidos. Abrazos y besos son nuestro único modo de demostrarnos el cariño que nos tenemos y por más que me esforzaba en mantener las distancias con Maya, ella siempre me buscaba.
No importaba donde o con quien estuviéramos, sus cariñosos besos en la mejilla y sus fuertes achuchones no se hacían esperar. Y aunque intentaba no sentir nada, me era imposible. Al sentirla tan cerca, mi polla revivía como por arte de magia.
La lujuria creció tanto dentro de mí, que me olvidé de todo. Me olvidé de la culpa, del miedo. Dejé de interesarme por todo lo demás. Descuidé mi trabajo. En mi mente solo estaba Maya y la idea de volver a sentir su suavidad.
Por eso es que dejé de resistirme y comencé a buscar momentos para estar cerca de ella. Aprovechaba cada oportunidad para tocarla. Cuando me abrazaba, intentaba que nuestros cuerpos estuvieran en contacto el mayor tiempo posible. Me echaba sus bracitos al cuello y se apretaba inocentemente contra mí. Ponía sus lindos labios en mi mejilla y yo sentía que moría y subía al cielo. Dejé de usar ropa interior cuando estaba en casa, así que el más leve contacto con la tela de mi pantalón era increíble.
Algunas veces se sentaba en mis piernas, llevando su lindo vestidito de estampados o los preciosos leggings que su madre le compró, y mi polla veía la gloria. La acomodaba en mis piernas de tal forma que mi pene quedaba justo en medio de sus sabrosas nalguitas. Era el paraíso.
Me quedaba así con ella largo rato, disfrutando como loco. Pero no me detuve ahí. Con el tiempo fui cogiendo más confianza y comencé a poner mis manos en su barriguita. Seguí más allá y empecé a meter mi mano por debajo de su blusita y masajeaba su ombligo. Y no paré ahí. Mi locura me llevó más lejos cuando mis dedos comenzaron también a agarrar sus pezoncitos, mientras ella seguía encima de mí, ajena a lo que pasaba.
Recuerdo una tarde cuando estábamos Maya y yo solos en casa. Marie había salido a visitar a su madre y se había llevado a Marcus, a pesar de que estábamos en plena cuarentena.
Maya y yo veíamos una película en el salón, sentados en el sofá y con sendos cuencos de palomitas. Estaba un poco nervioso la verdad. Mi esposa y mi hijo pasarían toda la tarde fuera y nosotros estaríamos completamente solos todo ese tiempo. Miraba de reojo a Maya. Ella estaba sentada a mi lado, con las piernas cruzadas encima del sofá. Estaba absorta en la pantalla. Iba vestida con uno de sus acostumbrados vestidos de florecitas, cuya falda se le había subido un poco, dejándome ver sus preciosos muslos blanquecinos. Santo cielos. Me quedé allí petrificado por un momento y mis nervios fueron sustituidos por un creciente deseo que salía desde mis entrañas. Sentía como mi polla crecía y crecía en mis pantalones.
-… una pregunta?- Una voz me sacó de mi ensoñación y al mirar la cara de mi hija noté que ella me estaba mirando extrañada- ¿Qué te pasa papi? ¿Estás bien?
-¿Mmmm?… Eh!… ¿Qué?
-¿Que qué te pasa papi? Hace rato que me estás mirando raro y no me escuchas. ¿Te pasa algo?
-Eh… No… No hija es solo que… ¿Qué me decías?
-Que si puedo tener un perro.
-Eh… Ah… ¿Un perro?… Eh…
-Si un perro.-respondió con cara de exasperación- Papi estás muy raro hoy.
-Lo… lo siento hija es que… Un perro… mmmm… eh… no lo sé hija. Un perro es mucha responsabilidad para una niñita como tú.
-¿Qué? No papi, ya no soy una niña, puedo cuidar muy bien a mi perro.
-Sí cariño, pero recuerda que tu madre no quiere tener mascotas en la casa.
Mis ojos iban de su carita a sus piernas sin cesar, mientras ella seguía hablando.
-… mi amiga Patty tiene uno y ella misma lo cuida. Por favor, papi, Patty es más pequeña que yo y cuida muy bien de Rufo… Y yo tambíen puedo cuidar a Muffy.
-¿Muffy?
-Sí… así voy a llamar a mi perro. Por favor papi, habla con mamá.
-Está bien hija, hablaré con tu madre.
-Síííí!.
Y con esto, soltó el cuenco de palomitas, se puso de pie y me echó los brazos al cuello, mientras inundaba mi cara de besos.
-Eres el mejor papi.
Yo estaba paralizado. Una de sus rodillas estaba en medio de mis piernas, rozando mi polla y yo podía sentir su calor de lleno en mis testículos. La abracé por la cintura y la apreté contra mí. Ella seguía llenándome de besos, mientras yo disfrutaba de su contacto. Luego de un rato, ella dejó de besarme. Hizo ademán de separarse con intención de sentarse de nuevo a ver la televisión, pero yo no la dejé. La halé contra mí y la abracé de nuevo. Ese movimiento hizo que ella quedara sentada a horcajadas sobre mí. También hizo que su vestidito se le subiera quedando solo con sus calzoncitos encima de polla. Yo estaba sin ropa interior, solo con mis pantalones, y mi pene estaba mirando hacia el techo, duro como una roca, así que ella quedó literalmente montada en mi miembro de una forma que podía sentir de lleno la suavidad y el calorcito de su coñito, a pesar de la tela que nos separaba. Casi me corro allí mismo.
-Papi vamos a ver la peli, por favor, que ya casi termina y no la voy a ver.
Hizo otro esfuerzo por levantarse, pero no la solté. Rodeé su cintura con mis brazos y la apreté con fuerza.
-Cari… cariño, por… por favor, quédate conmigo así un ratito, ¿sí? Tu papito quiere demostrarte cuanto… te ama. ¿Tú no amas a… papito?
-Sí papi, te quiero mucho, pero quiero ver la peli.
-Un rato más hijita, déjame abrazarte más.
-Mmmmm… está bien papi.
Apoyó su cabeza en mi hombro y se quedó así.
Y ahí estaba yo, sentado en aquel sofá, con la polla a punto de explotar y mi hija encima de mí. Cerré mis ojos y traté de controlar mi excitación. Durante un momento no me moví.
Pasado unos minutos, abrí los ojos, bajé la mirada por su espalda y me detuve en su trasero, cubierto por su vestidito. Que culito tan delicioso. Debajo de la tela, parecía una hermosa montañita de algodón. No lo pensé mucho, bajé mis manos hasta depositarlas en sus nalguitas. Las dejé ahí sin moverlas por un momento.
Pasado un rato, comencé a moverlas poco a poco. Primero fueron simples caricias, pero al ver que ella no reaccionaba y que estaba quieta, los roces fueron aumentando hasta que empecé a apretar sus nalguitas. La cogía con las dos manos y las apretaba. Mi polla estaba a reventar.
Continué dándome un festín con su culito, hasta que ya no pude más y poco a poco fui levantándole el vestido, dejando ver sus lindos calzoncitos color rosa.
Ver eso me volvió loco. Me detuve un momento temiendo su reacción, pero no pasó nada, simplemente se quedó como estaba. Continué con las caricias, hasta que eso no fue suficiente. Comencé a mover las caderas. Suavemente. Sentía como mi glande rozaba su vaginita, a pesar de que no estábamos desnudos. Se sentía increíble.
Metí mis manos por debajo de su calzón y apreté sus glúteos. Continué mis movimientos pelvicos, hacia arriba y hacia abajo, como si la estuviera follando. Ella seguía recostada en mi hombro.
No soporté más, abrí la cremallera de mi pantalón y liberé mi polla. La tomé con una mano y comencé a masturbarme, mientras con la otra acariciaba su trasero.
Rocé su culito con mi polla. La tela de su calzoncito enseguida quedó empapada por mis fluídos. El contacto casi me hace eyacular.
Mi mano seguía metida debajo de su ropa interior, manoseándola sin parar, haciendo que poco a poco su calzoncito se le metiera por en medio de sus glúteos y dejando su culito al descubierto. No lo pensé más y froté mi glande en él. Era alucinante.
Mi movimiento de cadera continuó y mi polla, toda mojada, comenzó a deslizarse por el centro de ese hermoso traserito, por enmedio de sus nalgas.
Estaba tan caliente que tome esas nalguitas y comencé a masturbarme con ellas. Las frotaba contra mi polla una y otra vez, hasta que sentí que me iba a correr. Entonces me detuve. Mi respiración estaba agitada. Ella seguía encima de mí, recostada en mi hombro.
Estuve sin moverme un rato, hasta que sentí que Maya pretendía levantarse de nuevo. La apreté con fuerza y no la dejé soltarse. El televisor continuaba emitiendo la película y el cuenco de palomitas se había caído al suelo.
-Ya papi, por favor, vamos a ver la película, ¿sí? Mira, ya se cayeron las palomitas.
-Pero hijita… Eh… está bien. Voy a recostarme aquí en el sofá pero, por favor, no te separes de mí. Luego haré más palomitas.
-Está bien papi.
Me di la vuelta con ella encima, puse mi cabeza en el reposabrazos y me recosté en el sofá.
Me dio un beso en la mejilla, puso su cabecita en mi pecho y se dispuso a ver la televisión. Encima de mí. Mientras ella estaba absorta en la pantalla, continué manoseando su culito e inicié nuevamente el movimiento.
Mi polla se frotaba con su culito de una forma fenomenal y mientras tanto su vestidito se le había subido, dejando su cuerpo casi desnudo totalmente, y yo aproveché para acariciarla por todas partes.
Estiré mis piernas en el sofá e hice que ella hiciera lo mismo encima de mí, dejándo mi polla completamente aprisionada entre sus muslos. Era el paraíso.
Si no me detenía en ese momento iba a eyacular, pero no me importó, comencé a meter y a sacar mi pene en su entrepierna. Se sentía delicioso.
Estuvimos así varios minutos. Ella estaba recostada encima de mí, absorta viendo la película y con mi polla palpitado entre sus muslos.
Mis fluídos permitían que mi pene entrara y saliera fácilmente y mi glande se divisaba cuando salía por por detrás, justo en medio de sus preciosas nalgas. Aquello era espectacular.
Ya casi iba a correrme, pero un sonido hizo que me detuviera. Había alguien en la entrada. Santo cielos, quien fuera debía de ser la persona más inoportuna del planeta. Esperaba que no fuera mi esposa quien hubiera regresado. El timbre retumbó por toda la casa, lo que me hizo comprobar que no era ella, pues ella tenía llaves.
-Vino alguien, papi. ¿Quién será?- dijo Maya, mientras trataba de incorporarse.
Yo la solté para que se levantara, no sin antes meter mi polla en mis pantalones. Respiré hondo para sofocar el enfado que me provocó la interrupción. Maya se levantó del sofá y yo hice lo mismo. Su vestido seguía a la altura de su cintura. Se lo acomodé bien y le dije que siguiera viendo la película. Ella asintió, miró las palomitas que estaban en el suelo y se arrodilló para recogerlas.
El timbre sonó nuevamente. Me dirigí a abrir la puerta, no sin antes detenerme a mitad del camino y comprobar si no se me notaba mucho la erección que tenía. Acomodé mi polla lo mejor que pude y abrí la puerta. Era el vecino que quería que yo le vendiera una de mis podadoras. Fuimos al garaje y estuvimos ahí regateando alrededor de una hora, hasta que al final cerramos el trato.
Nos despedimos y yo regresé a la casa con intención de continuar donde lo había dejado. Pero al entrar al salón me di cuenta de que Maya ya se había ido. El televisor estaba apagado y el cuenco de palomitas yacía encima de la mesita de café.
Seguro estaba en su habitación. Subi las escaleras tan rápido como pude y entré en su cuarto. No estaba ahí. Un sonido de agua corriendo me hizo darme cuenta que ella estaba en el baño. Santo cielo, cuánto daría por estar ahí dentro.
No lo pensé mucho, tenía que entrar. Me quité la ropa dispuesto a saciar mi deseo de una vez por todas. Abrí la puerta lentamente y entré. La ducha es transparente, así que la vi inmediato. Estaba de espaldas a mí, lavándose el cabello. Me quedé paralizado mirando como el agua corría por todo su cuerpecito.
Eso fue todo para mí. Sin pensarlo más me metí en la ducha. No se si fue porque el agua no la dejaba escuchar, pero en principio ella no se percató de mi presencia, siguió enjuagando su cabellera, ajena a todo.
No fue sino hasta que, en mi lujuria, me acerqué más a ella y mi dura polla rozó su deliciosa espaldita, cuando ella se dio cuenta de alguien estaba allí.
En un acto reflejo, se dio la vuelta y casi se cae si yo no la agarro por un brazo. Tenía jabón en la cara y los ojos cerrados. Lanzó un pequeño gritito asustada. Yo traté de calmarla de inmediato.
-Hija, no te asustes soy yo, papá- dije sosteniéndola por el brazo.
-¿Pa… papi?¿E… eres tú?
-Si cariño soy yo, no temas.
Con la otra mano se lavó la cara hasta que pudo abrir los ojos y, cuando pudo comprobar que en verdad era yo, cerró el grifo y me miró.
-Papi, me asustaste, ¿qué haces aquí? Pensé que te habías ido.
-Sí, salí un momento pero ya regresé.
Su cuerpecito, totalmente desnudo y mojado, era precioso. Sus tetitas, ya en desarrollo, mostraban los pezoncitos más hermosos que yo he tenido la suerte de ver. Y más abajo, su coñito totalmente lampiño, podía volver loco a cualquiera.
-¿Y tú también te vas a bañar?
-Sí, hija.
-¿Y tu baño?
-Mi baño se dañó y no tengo donde bañarme, así que si no te importa, me gustaría bañarme aquí contigo y de paso ahorrar agua, ¿no crees?
-Sí, papi, podemos ahorrar agua.
-Bien entonces, ¿no te importa que nos bañemos aquí juntos?
-No me importa.-dijo encogiéndose de hombros.
-Que bueno, cariño. La verdad es que me gustaba mucho cuando eras pequeña y yo te bañaba.
-¿En serio papi? ¿Tú me bañabas?
-Sí cielo. Y a ti te encantaba.
-Pues entonces, ayúdame a bañarme, papi.
-Bien hija, date la vuelta.
Ella se puso de espaldas y sin más, abrí el grifo, tomé un poco de shampoo y comencé a lavar su cabello. Enseguida estuvimos los dos mojados. Desnudos y mojados. No lo podía creer.
Yo masajeaba su cabecita, mientras mi polla apuntaba peligrosamente a su redondo y hermoso culito. El agua seguía cayendo encima de nosotros. Tomé la esponja y comencé a frotar su espalda. Lo hacía suavemente.
-Por favor cariño, pon tus manitas ahí en la pared y deja que papito te bañe.
Ella obedeció. Se agarró de la pared del baño mientras yo la bañaba. En esa posición, su culito quedó en pompa, apuntando hacia mí. Era una visión increíble. No me contuve y acerqué mi polla a él. El roce fue maravilloso. Solté la esponja, hice que abriera un poco más las piernas y comencé a enjabonar sus nalguitas.
Me puse en cuclillas y observé su tracerito por primera vez en todo su esplendor. ¡Qué maravilla!
Dejé caer el jabón y con las dos manos separé suavemente sus nalgas. Su anito, rosadito, se dejaba ver claramente y, más abajo, su tesorito. Su coñito quedaba totalmente frente a mí, precioso y apetitoso.
Sin esperar más, acerqué un dedo a su lindo ano. Ella se estremeció un poco con el contacto. Acerqué mi dedo otra vez y lo toqué. Esta vez, comencé a acariciarlo poco a poco. Pasaba la yema de mi dedo por todo su contorno y estuve así un momento hasta que no pude soportarlo más, y acerqué mi mano a su vaginita. Se sentía delicioso. Pasé mi mano por encima levemente. Ella se retorció un poquito.
Lo acaricié durante un tiempo con la yema de mi pulgar, hasta que escuché un pequeño suspiro y un leve estremecimecimiento de su cuerpo. No me conformé con eso y decidí que tenía que probar su sabor. Acerqué mi lengua a su anito y lo lamí. Otro suspiro. Luego lamí su coñito. Un pequeño gemido. Sabía a gloria. Pasé mi lengua otra vez. Otro gemido.
Comencé a mover mi lengua.
-Cariño mío, estás muy sucia. Deja que papá te limpie.
Mi lengua no se detenía. Iba de su coñito a su delicioso anito, saboreando su virginidad. Es lo más excitante qe he vivido. No hay comparación.
Me puse de pie e hice que se diera la vuelta, dándome una maravillosa vista de sus pezoncitos rosaditos. Tomé el jabón y comencé a pasar mi mano por encima de ellos. Los acariciaba y los metía entre mis dedos. Al final no me pude contener y acerqué mi boca. Comencé a chuparlos. La tome por la cintura mientras los lamía. Al hacerlo, ella se pegó a mí, de tal forma que sentí como mi polla entraba en contacto directo con su coñito.
Ella era muy pequeña para mí, así que tuve que tomarla en mis brazos y levantarla del suelo. Sus piernas estaban entreabiertas, así que mi pene no tuvo en reparo en seguir su camino. Primero, chocó con su coño, después con su anito, para luego salir por detrás de ella, justo en medio de sus nalgas. Creí que explotaría.
Mi boca se estaba dando un festín con sus pequeñas tetas. El agua seguía fluyendo por nuestos cuerpos. La abrazaba con fuerza. Nuestros cuerpos eran uno solo. Comencé a mover mis caderas. Poco a poco. Sentía como el calor de su vagina recorría todo mi miembro.
En un momento dado ella cruzó las piernas, una por detrás de la otra, dejando mi pene totalmente aprisionado por su entrepierna. No hay palabras para describir esta escena. Era increíble.
Mi polla, salía y entraba, en medio de sus muslos, mientras mi lengua jugaba con sus pezones. Mis manos bajaron hasta sus glúteos y los acariciaban sin parar. Ya sentía el final. Mis bolas estaban anciosas por expulsar su contenido.
Me detuve un poco mi movimiento de cadera. Mis labios se alejaron de su pecho. Miré a Maya. Ella estaba mirando hacia arriba, con los ojos cerrados por el agua que caía. Miré sus tetas, estaban enrojecidas por la lamida que les acababa de dar. La deposité en el suelo. Me puse de rodillas, con mi cara justo a la altura de su pubis. Examiné su coñito.
Era precioso. Tomé la esponja y comencé a frotarla en su barriguita. Por su ombligo. Hasta que fui a parar a su vaginita. La acaricié. Ella se echó un poco hacia atrás. Su respiración era rápida. Al parecer estaba un poco excitada.
-Hijita mía, deja que papá te lave, por favor. Estás muy sucia. Sabes que después te toca a ti lavarme a mí, ¿verdad?
-Sí… papi.
-Bien, entonces, levanta un poco la pierna para poder lavarte mejor-le dije, tomando su pierna izquierda y poniéndola en mi hombro. Su coño estaba ahí, a total disposición de mi lengua. No lo pensé más, me entretuve lamiéndolo por unos minutos.- Papi va a lavarte cariño.
Miré su carita. Se estaba mordiendo los labios. Esos ricos labios. Su cuerpecito se estremecía, mientras mi lengua recorría de arriba a abajo la entrada de su tesorito.
Me detuve. Bajé su pierna de mi hombro. Ella se pasó la mano por la cara para apartar el agua que caía de la ducha. Cerré el grifo y me puse de pie.
-Ven aquí, cariño, ya casi estás completamente limpia. Solo te falta un lugar donde aun no te he lavado.
-¿Dónde papi?
-Tu boquita.
-¿Mi boquita?
-Si, preciosa. Tu boca está un poco sucia y papá tiene que limpiarla. ¿Quieres que papi la limpie?
-Sí, papi.
-Bien. Bueno… eh… abre tu boquita y saca un poco la lengua.
-Aaaaa… ¿Así?-preguntó, abriendo la boca todo lo que pudo y sacando la lengua.
-Sí cariño, así.
Y sin más , me agaché un poco, acerqué mi lengua a la suya hasta que ambas se tocaron.
No me detuve ahí. Introduje su lengua a mi boca, mientras la mía entraba en la suya. Puse mis manos en su traserito y la apreté contra mí. Mi polla se pegó a su barriguita.
-Mueve tu lengua, cariño, por favor.
Ella obedeció. Nuestras lenguas comenzaron a bailar al unísono en nuestras bocas. Era maravilloso. En su inocencia, Maya creía que lo que hacíamos era darnos un simple baño. Cuando en verdad aquello no tenía nada de inocente. Era sexo en toda la extensión de la palabra. El mejor sexo que he probado y el mejor beso de lenguas que me han dado en toda mi vida, a pesar de ser tan inexperto.
Era tan delicioso aquello, que me olvidé de las sutileza. Con toda mi lujuria y mi excitación, comencé a besarla de una manera asombrosa. Metía y sacaba mi lengua de su boca. Besaba y mordía suavemente sus labios. Ella no tenía ni idea de lo que hacía, solo se quedó allí, mientras yo me la comía. Mordí suavemente sus labios.
Estaba a punto de correrme. Sentía como mis líquidos pre-eyaculatorios se derramaban en su abdomen. Así que dejé de besarla. Miré sus labios, estaban enrojecidos por el castigo que acababan de recibir de los míos. La solté, agarré la esponja y se la di a ella.
-Toma… caríño… Ahora te toca… a tí.
-Sí, papi- dijo, tomando la esponja y comenzando a frotar mi pecho.
Mientras lo hacía, miré mi polla. Era increíble el tamaño que tenía. Nunca la había visto así. La verdad es que jamás ninguna mujer me la había puesto así de dura, ni siquiera Marie. Solo Maya lograba que yo alcanzara ese nivel de excitación.
Ella continuó. Frotó la esponja en mi estómago, hasta acercarse peligrosamente a mi polla. Luego hizo que me diera la vuelta y comenzó a lavar mi espalda. Mientras lo hacía, comencé a masajearme la polla frenéticamente. De nuevo el deseo de eyacular.
Ella se agachó y empezó a frotar la parte de atrás de mis piernas. Dejé de masturbarme y me di la vuelta. Maya estaba agachada, de tal forma que mi polla quedó justo encima de su cabeza. Sus cabellos rozaban mi glande mientras ella se movía, concentrada en lo que estaba haciendo.
La sensación era maravillosa. Miré hacia arriba y cerré los ojos. Maya estaba ahora frotando mis rodillas. Mi polla descanzaba encima de una de sus orejas. Entré como en un trance. Aquello era surrealista. Pero una pequeña voz me sacó de mi ensoñación rápidamente.
-… está bien?
-¿Mmmm?
Dirigí la vista hacia abajo y lo que vi me perturbó sobremanera. Maya había dejado de fortarme con la esponja. En su lugar estaba de rodillas, mirándome a la cara. Y lo que es más increíble, en la posición en la que estaba, mi polla quedaba muy cerca de su boca. Tanto que sentía su respiración en mi glande. Quedé enceguecido por la lascivia. El deseo de sentir sus labios acariciando mi pene pudo conmigo.
-Que si así está bien, papi- el calor de su aliento casi me hizo correr.
-Eh… mmmmm… sí…. hijita… solo te… falta un lugar en… el que todavía no me has lavado.
-¿Dónde papi?
-Aquí- dije señalando mi polla.
Ella lo miró extrañada y yo sentí que iba a morir allí mismo.
-¿Ahí, papi?
-Sí cariño. Te falta lavar ahí-exclamé, ya fuera de mí.
Y sin esperar más, le quité la esponja, tomé sus manos y las puse en mi polla. Sus pequeños dedos la rodearon de inmediato, haciéndome ver las estrellas.
-Ahí, hija. Mira… que sucia… está.-dije, ciego ya de la excitación.- quiero que me laves bien. ¿Lo harás hija?
-Sí, papi.-Respondió, con sus manos apretando mi polla y mirándome con su inocente carita.
Eso me mató, la verdad. Sin esperar más, agarré sus manos e hice que comenzará a moverlas. Era la gloria. Era increíble sentir sus pequeñas manitas frotando mi polla.
-Así… cielo… Aaaaaahhhh.- gemía- Sigue así, por favor, lávamen bien.
Sus dedos recorrían torpemente una y otra vez toda la extensión de mi pene, desde el tronco hasta la punta. Sus manos estaban pegajosas por mis fluídos.
Comencé a mover las caderas suavemente. Agarré sus manos con las mías para que no soltara mi polla. Estuvimos así unos minutos. Era la mejor masturbación que me habían hecho en la vida. Mis movimientos poco a poco se fueron haciendo más rápido. Ella al parecer se había cansado de mover las manos. Estaba quieta. Yo era el único que me movía.
-Así… Así… Así cariño, quédate así, papá hará todo el trabajo por tí.
Me movía frenéticamente. Mi polla se deslizaba entre sus manos y mi glande sobresalía por el otro lado. Tanto así que en el momento en que daba una de mis embestidas, mi glande rozó por accidente su labio inferior. Embestí otra vez y de nuevo mi polla rozó su boquita. Sentí un escalofrío en todo el cuerpo. Ella se alejó un poco, pero esa deliciosa suavidad me volvió más loco de lo que estaba.
Quité las manos de maya de mi miembro. Ella las bajó, las puso en sus muslos y me miró extrañada.
-¿Ya, papi?
-Eh… no… no hija… aun no hemos acabado. Tienes que limpiar un poco más.
-¿Más?
-Sí, cariño. Pero esta vez tienes que usar tu boca también.
-¿Mi… mi boca?
-¿Recuerdas cómo yo te limpié tu lengua hace un momento?
Ella asintió.
-Pues… también debes hacerlo así.
-¿Con mi lengua?
-Sí.. eh… solo debes usar tu lengua y tu boquita y así podrás limpiarlo bien.
-Está bien.
-¿Sí? Esas es mi chica. Bien, ahora solo tienes que poner tus manitas aquí- Le dije colocando sus manos en mi polla.-Aaahhhh… así hijita… muy bien.
-¿Así?
-Sí… perfecto. Ahora saca tu lengua.
-Ella lo hizo.
-Bien… ahora acercala y comienza a lamer. Como si fuera un helado.
-¿Cómo un helado?
-Sí.
Y lo hizo. Acercó su lengua a mi polla y la rozó. Solo fue un toque leve, pero eso casi me hace eyacular. Mi cuerpo se estremeció.
-Aaaahhhh.
Luego otro lametón. Esta vez su lengua entró en contacto directo con mi glande. Otro lametón. Lo hacía como si se estuviera comiendo un helado. Sus manos apretaban con fuerza el tronco de mi polla, mientras su lengua pasaba una y otra vez por la punta de mi pene.
-Así, cariño… Aaaahhhh. Que bien lo haces.
Mis gemidos iban en aumento. El placer era increíble. Inconcientemente comencé a mover mis caderas. Su lengua era una maravilla. No podía aguantar más.
-Así, cielo… Aaaahhhh. Ahora… tienes que meterlo en tu boca.
-¿En mi boca?
-Síííí… aaaahhhh. Mételo.
Obedeció. Sus labios se cerraron torpemente en torno a mi polla. Ya casi estaba, si no me controlaba, iba a eyacular en ese momento. Tenía literalmente mi glande dentro. El paraíso. Sus dientes me rozaban y su lengua no se estaba quieta dentro de su boca. Se movía sin parar.
Tomé su cabeza entre mis manos y me quedé así, sin mover ni un músculo. Sin respirar. Al final, empujé un poco. Mi polla entró más, pero sus dientes me lastimaban un poquito. Ella había quitado sus manos de mi pene y me miraba a la cara con sus grandes e inocentes ojos.
-Así… hijita. Solo abre un poco más tu boquita cariño, ¿Sí?
Ella asintió y abrió la boca un poco más. Los dientes ya no me rozaban. Empujé un poco más. Con su cabeza sujetándola fuertemente, comencé un rico vaivén que casi me hace explotar. Mi glande salía casi hasta la mitad, para volver a perderse nuevamente dentro de su boquita deliciosa y calentita.
Mis caderas se movían sin parar. No lo podía creer. Al fin estaba saciando mi deseo. Maya cerró los ojos y yo continué follando su boca. Mis embestidas se hicieron cada vez más fuertes, hasta que sentí como mi polla se metía hasta su garganta. La punta de mi polla estaba tocando su úvula.
Me quedé así un momento. Miré hacia arriba y cerré mis ojos, hasta que sentí sus arcadas. Ella comenzó a tocer. Sus ojos estaban abiertos de par en par y de ellos comenzaron a salir unas pequeñas lágrimas. Su saliva se escurría por la comisura de sus labios.
Queriendo soltarse, puso sus manitas en mis muslos y comenzó a empujar. Sus dientes se cerraron sobre mi polla, hasta que no pude soportar más su mordida y la solté. De inmediato mi pene salió disparado de su boca, bañado en saliva.
Maya, que estaba de rodilla, al echarse hacia atrás, cayó sentada en el suelo. Tocía sin parar y su carita estaba roja.
-Papi, no…- Intentó hablar pero no pudo.
-Ya cariño, todo está bien. No pasa nada.
Poco a poco fue dejando de tocer y cuando sentí que ya estaba lista para otra ronda, la tomé por los hombros e hice que se pusiera de rodillas nuevamente.
-Vamos, cielo, ya casi acabamos. Ya casi está limpio.
-Pero…
-Ven, agárralo con tus manos y vuelve a meterlo en tu boca.
Creí que se negaría por lo que acababa de pasar. Pero no lo hizo. En vez de eso, asintió de nuevo tomó mi polla con una mano y la introdujo en su boca.
-Ahora, chupalo como si fuera un caramelo. Mueve tu mano también.
Abrió bien la boca para que sus dientes no rozaran y comenzó a chuparlo. Tímidamente al principio. Pero luego fue agarrando más confianza. Esta vez no agarré su cabeza y dejé que ella hiciera todo el trabajo.
Lo chupaba y lo lamía como si fuera un helado. Su mano se movía de arriba abajo.
Al final, cuando sentía que ya no podía aguantar más, agarré su cabeza, la sujeté fuertemente y me corrí dentro. Mi semen llenó por completo su boca. Mis bolas se vaciaron.
El semen escurria de sus labios. Cuando mi polla se había vaciado por completo, la saqué de su boca. Ella intentó escupir, pero yo no se lo permití. En vez de eso, le tapé la boca con una mano y le dije que lo tragara.
-Por favor, hija tienes que tragarlo. De esta manera el trabajo estará completo.
Tardó un poquito, pero lo hizo. Poco a poco sentí como tragaba. Arrugó la cara pero finalmente se tragó todo lo que tenía en la boca.
Cuando hubo terminado, quité mi mano. Ella se limpió los labios con su antebrazo.
-¿Ya estás limpio, papi?
-Sí, cariño. Ya estoy limpio. Ahora fuiste tú quien te ensuciaste. Mira.- Dije señalando su pecho. Parte del semen escurrido había caído encima de sus tetitas. El morbo de ver eso me calentó de nuevo, pero no podíamos seguir. Ya casi era la hora de que mi esposa y mi hijo llegaran, así que teníamos que acabar de bañarnos y salir del baño lo más pronto posible.- No te preocupes, papá te limpiará de nuevo.
-Está bien.-Respondió, pasándose la mano por el pecho y quitándose los restos de semen.
Terminamos de bañarnos. La envolví en una toalla y salimos del baño. Ella fue hasta su cama y se sentó allí. La miré y al verla así, tan hermosa como estaba, prácticamente desnuda, mi polla revivió nuevamente. Miré su boquita y no me contuve.
Me quité la toalla, caminé hacia la cama. La puse de pie y luego de quitarle la toalla comencé a secarle el cabello con ella. Mi polla rozaba su abdomen.
-Ay! Cariño, creo que no hemos hecho un buen trabajo. Mira todavía sigue sucio- Le dije señalando mi pene.
-¿Sigue sucio?
-Eh… Sí cielo… y no puedo salir así de aquí. Creo que vas a tener que seguir limpiándolo.
-Bien.
Santo cielo, lo íbamos a hacer otra vez. Solté la tolla. Hice que se sentara en el borde de la cama.
-Tómalo con tu manita, cariño.
Esta vez no tuve que decirle nada, ella lo hizo sola. Agarró mi polla con sus manos y pasó su lengua por mi glande. Luego se lo metió en la boca. Metía, sacaba y lamía mi polla.
Hice que sacara mi polla de su boca y lamiera mis bolas, mientras que con la mano recorría mi polla de arriba abajo. Cuando sentí que me corría, la metí de nuevo en su boca y me descargué. Cuando hube acabado, la saqué y le dije que lo tragara. Ella lo hizo.
Luego limpié su boca, sus muslos que estaban mojados por su saliva, luego fui al baño y lavé mi polla a conciencia. Cuando salí, me envolví en la toalla. Ella ya se estaba vistiendo.
-Papi, recuerda, tienes que hablar con mami hoy.
-¿Sobre el perro?
-Sí. Prometiste que hablarías con ella, no lo olvides.
-Está bien, hablaré con ella, pero solo si tú me prometes algo.
-¿Qué, papi?
-Quiero que nos bañemos juntos siempre.
-Pero, ¿no vas a reparar tu baño?
-Claro que sí hija, pero me gusta más bañarme aquí contigo. Y además, sabes que así podemos ahorrar agua.
-Sí, está bien, papi.
-Entonces, ¿es un trato?-dije extendiéndole la mano.
-Sí es un trato-dijo sonriendo. Estiró su pequeña manita y estrechó la mía.-Nos bañamos juntos siempre y tú hablas con mamá sobre mi perro.
-De acuerdo. Ah, y antes de que se me olvide…
-¿Qué?
Me arrodillé hasta quedar a su altura. Tomé sus manitas entre las mías y las besé.
-Quiero que este sea nuestro secreto. No puedes decirle a nadie que nosotros nos bañamos juntos, ¿de acuerdo?
-¿Por qué, papi?
-Pues porque… eh… ese será nuestro secreto. De nosotros dos solamente, y nadie debe saberlo. Jamás.
-Eh… está bien, no se lo diré a nadie. Lo prometo.-dijo de manera solemne.
-Ya lo sabes. No se lo digas a nadie. Ni a tu mami, ni a tu hermanito, ni a tus amiguitas. Recuerda, a nadie.
-De acuerdo, papi.
-Esa es mi niña-dije dándole un beso en la mejilla, justo en la comisura de sus labios. Se sintió delicioso.- Bien ahora iré a mi cuarto a cambiarme. Tu madre ya casi llega. Seguro que viene cansada y no quiere cocinar. Así que hoy toca piza.
-Sííííí… pizzaaaa!!!
-Bien, cariño. Termina de vestirte.
Me puse de pie y al hacerlo, la toalla se abrió por un costado, dejando mi polla, dura con el hierro, al descubierto, rozando la barbilla de Maya. Eso me encendió sobremanera. Pensé en hacer que ella «me limpiara nuevamente», pero ya no había tiempo, Marie ya casi estaba en casa. Así que salí corriendo de la habitación de mi hija y entré en la mía. Iba camino al baño a masturbarme, cuando escuché un ruido en el primer piso. El llanto de un niño me advirtió de la llegada de mi esposa y de mi hijo.
Ni modo, ya no había tiempo. Me vestí rápidamente, acomodando mi dura polla de la mejor manera y salí a recibirlos. Al pasar por en frente del cuarto de Maya, solté un suspiro. Si Marie los demás se enteraran de lo que había pasado ahí dentro.
Bajé las escaleras, le di un beso de bienvenida a Marie y traté de calmar los desconsolados llantos de Marcus. Al parecer lloraba porque su madre no le había comprado un juguete. Miré hacia el salón. En el piso aun habían algunas palomitas. Observé el sofá. Ahí inició toda la acción de ese día.
Maya bajó al cabo de un rato. Entró en la cocina, saludó a su madre, sacó un jugo del refrigerador y se sentó en el comedor. La observé detenidamente. Estaba preciosa. Miré su boca. Esa boquita que me dio tanto placer ese día. El mayor placer que he experimentado.
Unos minutos después, Marie subía las escaleras, con Marcus ya más tranquilo. Fui hasta la mesa del comedor y me senté frente a ella. No dejaba de mirarla. Ella no paraba de hablar sobre su nuevo perro y sobre la promesa que le hice, mientras mi polla palpitaba de excitación debajo de la mesa.
Ahí nos quedamos un buen rato. Ella hablaba y yo asentía. Saqué mi polla del pantalón y comencé a masturbarme, mirando a Maya. Estábamos así cuando Marie volvió a entrar a la cocina.
Guardé mi pene rápidamente. Ella fue hasta el refrigerador y se sirvió una limonada.
-Marcus ya se durmió, estaba agotado el pobre.-Se sentó a mi lado.
-Sí, es verdad.- respondí.
-Mi madre te envía saludos. Quiere que vayamos este fin de semana a visitarla.
-Ah… ¿pero es que ella no sabe nada de la pandemia?
-Sí, pero ya sabes como es.
-Sí lo sé.
-Eh… mami, papi quiere hablarte de algo.
-¿De qué?
-Eh… Maya cariño, luego hablo con tu madre. Por ahora, ¿por qué no vas y llamas por teléfono y pides una pizza.
-Está bien.
Maya fue hasta el salón para hacer la llamada y Marie me miró con cara de agradecimiento. Se acercó a mí y me dio un beso.
-Ah… mi maridito me conoce muy bien. Sabes que estoy cansada y no quiero cocinar hoy.
-Sí, cariño lo sé.
-Sí. Es que, entre atender a mis pacientes y pasar toda la tarde con mi madre, he terminado agotada. ¿Por qué no me das un masaje?
-Sí, después que cenemos cariño. Comamos pizza ahora y luego podré darte todos los masajes que quieras.
-¿Solo masajes?-dijo de forma coqueta.
-¿Qué tienes en mente?
-Pues… lo que se nos ocurra.
Deslizó su mano por debajo de la mesa y agarró mi polla.
-Vaya! Que dura la tienes.
-Eh… sí es que solo con verte y de pensar en lo que haremos esta noche se me pone tiesa de inmediato.
-Wow… sí que está dura. ¿Quieres saber un secreto-dijo secreteándome al oido. Tomó mi mano con la que antes me estaba masturbando y la metió en sus bragas.- Mira que mojada estoy. ¿Por qué no olvidamos la pizza y subimos ahora a la habitación?
-Eh… no, cielo. Comamos primero. Tengo mucha hambre.
-Está bien. Es bueno que comamos bien porque esta noche no vamos a dormir-ronroneó.
Maya volvió a entrar. Marie quitó la mano de mi polla y yo saqué la mía de sus bragas. Al parecer estaba muy excitada porque sus fluídos escurrian de mis dedos.
-Ya está, en un momento traerán la pizza.
-Bien.
El repartidor llegó media hora después. Marie fue a abrir y yo me percaté como la miraba el hombre. La verdad es que mi esposa estaba para comérsela.
Comimos y luegos nos pusimos a ver una película. Esta terminó pasadas las nueve de la noche. Maya estaba rendida durmiendo en el sofá. Así que mientras Marie fue a ver como estaba Marcus, yo aproveché para tomar a mi hija entre mis brazos y llevarla a su habitación.
La levanté del sofá. Ella me echó los brazos al cuello y balbuceó algo en sueños. Subí las escaleras con ella cargada, disfrutando de su contacto. Entré en su habitación y la deposité en su cama. Noté como su linda faldita se le había subido, dejándome ver su lindo calzoncito. Su coñito se notaba por debajo de la tela. Acerqué mi nariz y lo olí. Olía a gloria. Tomé el borde de su calzón y lo bajé.
Empezaba a ver el inicio de su coñito, cuando el pomo de la puerta comenzó a girar. Solté el calzón y la arropé rápidamente con la colcha, justo a tiempo de ver la cabeza de Marie que asomaba por la puerta.
-¿Está dormida?
-Eh… sí, está… dormida.
Me levanté, fui hacia la puerta y salí de la habitación, recuperándome de la impresión al estar a punto de ser descubierto.
-Que bien. Ahora tenemos toda la noche para nosotros.
Fuimos a nuestra habitación y lo hicimos dos veces. Y si fuera por ella, lo hubiéramos hecho toda la noche, pero yo ya me había corrido cuatro veces ese mismo día, por lo que al final tuve que inventar una buena excusa. Ella pareció aceptarlo porque enseguida se quedó dormida. Entrada la noche yo también me dormí. Y, como siempre, soñé con Maya.
Y con lo que pasó esa tarde en el baño.
Continuará…
Tengo una pregunta cómo conquistarte a tu esposa es una belleza y debe tener muchos pretendientes, soy alguien con poca experiencia y confianza y me gustaría unos consejos, gracias.
me encantó
Que buen relato, algo largo pero esta excelente 😉
Magnífico genial
Que rico relato y ame masturbo solo de imaginarme el cuerpo de maya
maravilloso, ojala te la cojas pronto debe estar buenisima mayita, y se nota que pide verga a gritos.
Tienes razón, debe estar no solo buenísimo, sino riquísima, vdd. Ojalá logré coronar con ella y también se pudiera con Marie, jeje.
Espero impaciente el siguiente capitulo , una delicia leerte !!
Y nunca llego la 3era parte..Un pena.Este relato aunque largo estuvo increible.Muy bueno.Excelente en verdad.Ya es la 3era vez que leo ambos relatos.Espero cuando vuelva nuevamente este el 3er relato cuando metes tu vergon en esa rica chuchita virgen de la putita rica de tu hijita de 9 años.
Yo me hubiese concentrado más en el placer de ella, que en el mío.
Excelente relato. Aunque ya ha pasado tiempo, te animo a que continues la historia.
Ojalá un día llegue una tercera parte👍
Alguien sabe si salió la 3ra parte?
gran Relato,espero que un dia este la 3 parte
Joder es buenísimo, realmente excitante y morboso, estoy deseando leer el siguiente epidodio.