Mi historia (Primera parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lilianababko.
Muy pocas mujeres decidimos o nos arriesgamos a contar nuestras experiencias de incesto, principalmente por que en casi el 100% de los casos son traumáticos.
En estas líneas trataré de contarles mi historia, mis recuerdos y lo que sentía cuando a los 9 años tuve encuentros sexuales con mi hermano mayor de 20.
Me llamo Liliana y tengo 38 años, han pasado casi 3 décadas de aquella relación incestuosa que duró casi 2 años.
Antes de comenzar creo pertinente acotar varias cosas, todo aquello que viví sí me marcó, pero muy distinto, a diferencia de la mayoría no tengo traumas ni afecta mi vida, tal vez porque en cierta forma tengo responsabilidad en ello.
Tampoco le guardo rencor a mi hermano, pero sí algunas molestias que mas adelante les diré.
No recuerdo exactamente por qué, pero a los 8 años comencé a frotarme con mi almohada, hincada en la cama la doblaba entre mis piernas y aunque no tenía idea de qué hacía, me gustaba la sensación producida por friccionarme, y no pasó mucho tiempo para que de pronto un día mi cuerpo estremecido conociera el primer orgasmo.
Por instinto sabía que aquello debía mantenerlo en secreto, era muy precavida ya que compartía habitación con una hermana 5 años mayor, camas separadas pero ella era muy observadora y recuerdo bien el temor que me producía pensar ser descubierta.
Casi a diario aprovechaba los momentos a solas para disfrutar aquel juego secreto que luego de un repetitivo movimiento sobre la almohada, me hacía sentir una intensa sensación de gozo.
Durante un par de meses me limité a hacerlo en mi cuarto y un día se me ocurrió probar en la sala con un cojín del sofá, noté que era distinto, tal vez por la adrenalina de estar en la sala.
No me preguntaba mucho sobre aquello, igual no tenía respuestas, para entonces no había cable ni Internet y había más tabú que hoy día.
Simplemente de entregaba al rico sentir pero sí descubrí que en ese momento mi cuerpo cambiaba, noté que mis diminutos pezones se ponían rígidos y aquella cosa en el medio de mi cosita crecía mucho y era donde más tenía sensaciones.
Llevaba unos 5 meses de aquellos juegos secretos cuando el hijo mayor del primer matrimonio de mi papá se mudó con nosotros, sólo lo había visto en fotos y pues era un desconocido.
Por precaución usaré otro nombre.
Hugo tenía 20 años apenas cumplidos, en palabras de mi madre: “A pesar de ser tan apuesto como su padre, Hugo es un completo tonto, se la pasa estudiando todo el día”.
En efecto mi hermano era muy lindo, pero recuerdo que en esos días recién se había estrenado “La venganza de los Nerds” y pues todos le decían así.
Al principio me daba igual su presencia, casi no se hacía notar, hasta que un día me disponía a mi rutina secreta en el sofá y en plena fricción sobre el cojín un olor intensificó mi momento, sobre el sofá estaba un abrigo de Hugo y sin entender por qué, el perfume de mi hermano impregnado me hizo sentir mi juego más intensamente.
Inconscientemente comencé a sentir cosas por él, hoy puedo decir que me enamoré de mi hermano.
Ahora si notaba su presencia y me molestaba mucho que él me ignorara, era como si yo fuera invisible, creo que hasta llegué a llorar por su indiferencia.
Al cumplir 9 años recuerdo que al soplar las velas mi deseo fue que mi hermano me prestara atención, a cada momento hacía cualquier cosa para que notara mi presencia pero todo era en vano.
Decidí hacer lo que una vez escuché cuando en el cuarto mi hermana y una amiga hablando de chicos, se comentaban sobre qué ropa usar para llamar la atención, así que opté por vestirme como ellas, con ropa ajustada o que dejara ver más de la cuenta.
Yo tenía 9 años, no sabía que aquello sí funcionaría pero también despertaría en Hugo deseos hacia mí, yo sólo quería atención.
Un día que mis padres no estaban y mi hermana ayudaba a una vecina a teñirse el cabello, con la torpe inocencia de una niña decida a que su enamorado la note, salgo del cuarto con una minifalda que apenas cubría mis calzones y un top mínimo, hasta usé un poco del perfume de mamá, lo busco en la sala y para mi sorpresa él tenía mi cojín cómplice abrazado y veía tv, nerviosa paso frente a él y de reojo veo que al fin Hugo volteaba a mirarme.
Volví a pasar y de nuevo sus ojos se clavan en mí pero no dice nada.
Molesta, decido echarme en la alfombra a un lado suyo, bocabajo, y pues sus ojos no se apartaban de mi, ¡al fin lo había logrado! Una agradable sensación de triunfo me embargaba en ese instante, casi podía sentir su mirada recorriendo mi infantil cuerpo mientras yo miraba la tv fingiendo no darme cuenta.
Yo, una chiquilla inconscientemente estaba usando precozmente mi instinto femenino para despertar el deseo sexual de un nerd, que a sus 20 aún era virgen y toda su libido acumulada se centró en mí.
Ya sabía cómo captar su atención y cada vez que podía me paseaba frente a él vestida ligera o en bata de dormir, como ya dije, sin estar consciente fui despertando su apetito sexual, Ya no sentía la tristeza de ser invisible, y pensaba que era bueno, él me hablaba más y hasta me invitaba a ver tv.
Para esos días a pesar de considerar que aún tenía la infantil inocencia de una niña, por asociación sabía que lo que hacía con la almohada tenía relación con cosas que aún no entendía (Todo lo referente a sexo) y que comprendí un poco más cuando comenzamos a tener juegos de miradas, donde él miraba fijamente mi cosita, cruzábamos miradas y volvía abajo, yo me miraba y de nuevo miradas cruzadas.
Al entender su interés por mi vaginita yo seguí el juego y también miraba aquel bulto que se marcaba en su entrepierna, luego miraba mi cosita y finalizaba el recorrido mirándonos fijamente, en silencio.
Por un par de meses aquella escena se repetía casi a diario, mi hermano saboreaba con sus ojos partes específicas de mi cuerpo y mientras mi atención se centraba en aquel bulto que él me mostraba, me hacía gestos para que abriera las piernas o me pusiera de lado para él ver mis nalgas.
Un día estando en pleno juego de miradas, él me dijo: quieres verlo? Y aunque un poco nerviosa, asentí con un gesto de la cabeza.
Mi hermano estaba sentado en una cómoda y yo diagonal a él en una banqueta, veíamos caricaturas (Reconozco el mérito de haber soportado tantas veces simular ver mis caricaturas, eran para niñas) Para ese momento yo también estaba alerta y ambos mirábamos a todos lados antes de cualquier cosa, en ese instante miro a ver si no hay nadie cerca y cuando volteo mi reacción fue de susto al ver aquella cosa rígida sostenida en su mano.
Asombrada recuerdo haber pensado que cómo era posible que a los varones se les pusiera así de grande y duro, mientras mi hermano sin dejar de mirarme comenzó a subir y bajar su mano y me hace el gesto que usaba para pedirme que yo abriera las piernas.
Ese día yo tenía un vestido, cuando lo levanto y mis calzones quedan a la vista su mano comenzó a moverse más rápido, su respiración era fuerte cuando de pronto se encorva hacia delante y de la punta de su pene me sorprende ver que chorros de semen brotan en cantidad (Para ese momento no tenía idea de qué era aquella cosa blanca, obviamente no era orina, poco tiempo después lo supe escuchando comentarios en el colegio, ahora sabía a qué se referían cuando decían leche)
Al correrse, mi hermano se queda unos instantes apoyando en la cómoda, su pene estaba menos rígido y palpitaba mientras una gota de la cosa blanca guindaba de la punta, entonces él se levanta y rápidamente limpió el piso y simplemente se marchó dejándome allí.
Confundida y con muchas interrogantes miro la mancha húmeda en el piso y descubro que la cómoda tenía en un borde un pequeño hilo de ese líquido, me acerco y tímidamente palpé la viscosa textura y raro olor de lo que había salido del pene de mi hermano.
Desde su llegada a la casa, mi mamá le había acondicionado un espacio al lado del cuarto de lavado, apenas había espacio para una cama, un escritorio y un pequeño en insuficiente clóset de esos que compran hechos y sólo hay que armarlos.
Aunque mi mamá siempre le decía que no podía hacer más (Aquella casa era de dos habitaciones) mi hermano no mostraba incomodidad, tenía la suficiente privacidad para estudiar y ahora pues para usarlo como sitio seguro donde en el momento posible me atraía para masturbarse frente a mí.
Por iniciativa propia aprendí a saber los momentos propicios para acercarme al cuarto de mi hermano sin riesgo de ser descubierta, también tomé la iniciativa de acortar la distancia en aquellos momentos.
Cuando veía despejado el camino iba a su cuarto donde siempre estaba estudiando en su escritorio, en silencio entraba y me sentaba a la orilla de su cama, digamos que eso era la señal para que él sentándose muy cerca de mí sacara su erección y a pocos centímetros yo observaba su ritual masturbatorio.
Era inevitable que por la cercanía sus chorros terminaran ocasionalmente en mis piernas o ropa (Hasta el día de hoy no he conocido a otro hombre que eyacule tanto cómo él, realmente era mucho el semen que brotaba) y una vez fue tanto que mi rostro sintió aquel viscoso y tibio líquido.
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