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Incestos en Familia, Masturbacion Femenina, Masturbacion Masculina

Mi Loredana.

Inmediatamente reconocí esos sonidos, estaba seguro de saber de que se trataba..
La primera vez que sucedió fue hace algunos meses.     Me había despedido de mi hija Loredana de dieciséis años, ya que tenía un viaje a la ciudad de Arica, en el norte de Chile.     Soy camionero, poseo un Volvo FH16, pero desafortunadamente me encontré con problemas mecánicos que debía solucionar a la brevedad para volver al trabajo.     Por este motivo tuve que dejar el camión en el taller y regresar a casa antes de lo planeado.

 

Era pasado mediodía cuando subí a cambiarme ropa, pase por la puerta de Loredana y oí algo que me hizo detenerme a escuchar.

—¡Aaahhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Ooohhh! … ¡Hmmmm! … ¡Aaaahhhh! …

Inmediatamente reconocí esos sonidos, estaba seguro de saber de que se trataba.     También yo los había hecho de vez en cuando, quizás no en la forma tan erótica en que la escuchaba a ella.     Jalando mí pene en las noches de soledad, recordando a mi extinta esposa desaparecida con el Covid-19.

 

 

Siempre me ha gustado masturbarme.     A decir verdad, no es que haya tenido mucho sexo.    Me casé muy joven, mi mujer era una exreina de belleza, así que los dos primeros años de matrimonio follábamos como conejos, después nació Loredana y decidimos no tener más hijos, yo me hice una vasectomía y seguimos disfrutando de la vida.     Hasta cuando la pandemia decidió separarnos.    Desde entonces he recurrido a mis manos para autosatisfacerme, logré juntar el suficiente dinero para comprar un segundo camión y tengo planes para un tercero y un cuarto en los próximos cinco años.    Soy bueno en lo que hago.

 

 

Ahora afuera de la habitación de la puerta cerrada de mi hija, parecía evidente que ella también se autosatisfacía, el único sonido que provenía de su cuarto era el de ella.     Lo sé que toda adolescente llega a esa etapa de la vida, pero esta era la primera evidencia directa que tenía de ello.     Y me sentí fascinado.     Sabía que debía alejarme y respetar su privacidad, pero no tuve la suficiente fuerza de voluntad para hacerlo.

 

 

Tuve que quedarme y escuchar.     Estaba deslumbrado y sentí una especie de encantamiento al escuchar sus sicalípticos suspiros y vagidos.     De repente se me ocurrió pensar, ¿Qué tal si ella no estuviera sola?   ¿Podría haber alguien teniendo sexo con ella en su dormitorio?    ¿Será un niño?   ¿Tal vez una niña?

 

 

Escuché atentamente, me acerqué más y apoyé mi oído contra la puerta; pero no pude escuchar a nadie más que a ella.     No había otras voces, ningún otro sonido excepto el de Loredana.     Ella estaba sola y se masturbaba.    Ahora sí que debería alejarme, pensé.

 

 

Pero seguí pegado allí.     Me quedé a escuchar un poco más.     Escuché la agitada respiración, los gemidos, quejidos y gruñidos.     Incluso podía oír el chapoteo húmedo de sus dedos follando su coño mojado.     Tal vez era solo mi imaginación, pero podría jurar de que yo podía oírlo.     Y eso me hacía volverme loco de caliente.

 

 

Nadie puede saber cómo ni cuándo suceden estas cosas.     ¿Esta mal?    ¿Esta bien?     ¿Quién podría decir que esto no lo excitará?   ¿Cómo no excitarse escuchando a una chica que se masturba aún cuando esta chica sea tu propia hija?      Cuando llega ese momento en que la escuchas que su excitación aumenta y su orgasmo se aproxima.     No se ustedes, pero para mí esto significó un cambio radical en mi vida.

 

 

De repente me di cuenta de algo.     No solo estaba escuchando a mí hija masturbarse, sino también había tirado fuera mi pene y me estaba jalando la polla casi sin darme cuenta.    Me abrí más mi cremallera para no rasguñar y provocarme una herida en mi pija dura como palo.

 

 

Fue entonces cuando decidí alejarme de su puerta.     Empero, no me fui a mi dormitorio a cambiarme la ropa de trabajo, sino que bajé silenciosamente a la cocina, saqué una cerveza helada del refri, bebí y me senté a esperar.

 

 

Mientras bebía mi cerveza, volví a pensar en los sonidos que estaba haciendo mi hija.     ¡Dios santo!   Esto me excito muchísimo.    Simplemente no pude evitarlo, mi mano hizo descender la cremallera de mis pantalones, tiré fuera mi polla que estaba dura y un poco adolorida y comencé a magrearla pensando a Loredana.     No tarde nada en llegar a la cúspide de la excitación y solo en un minuto exploté rociando mi semen en el piso de la cocina.

 

 

Cuando terminé, me levanté y lavé mis manos en el fregadero, luego cogí el trapero y no deje trazas de mi esperma sobre las baldosas.     Con una toalla desechable limpié mi polla y subí la cremallera de mis pantalones.     Me quedé un rato apoyado a la encimera de la isla mientras recuperaba la normalidad de mi respiración, sorbiendo lentamente mi cerveza y esperándola.

 

 

Al cabo de una decena de minutos, escuché que se abría la puerta de su dormitorio y la escuché bajando las escaleras.     Entró a la cocina vestida con unos leggings y una remera, obviamente sin sostén.

—¡Oh! … ¡Uhm! … Hola, papi … —Dijo mirándome realmente sorprendida.

—Hola, cariño … —Respondí sorbiendo mi cerveza.

—¿Qué haces en casa? … ¿No deberías estar de viaje? …

—Tuve que dejar el camión en el taller … Una falla inesperada … Pero debería estar listo para mañana …

—¡Oh! … Mejor que te haya sucedido ahora que aún estás aquí y no durante tu viaje …

—Sí, es verdad …

Me quedó mirando en forma inquisidora y me preguntó.

—¿Y cuanto tiempo llevas aquí? …

—Acabo de llegar y estoy bebiendo una cerveza fresca para capear el calor …

—Bueno, sí … Realmente hace mucho calor …

Y ese fue todo su comentario.

***

 

 

Tal vez esa podía haber sido la ocasión de hablar con ella sobre algunas cosas de la vida, sobre las hormonas, los impulsos sexuales, la masturbación y, y todas esas cosas que los padres deberían enseñar a sus hijos o hijas, pero no lo hice.     Porque recordé vívidamente lo avergonzado que me sentí cuando mi padre a trece años me llamó bajo el parral y comenzó una extraña y confusa conversación sobre flores, pajaritos y abejitas.     En realidad, pienso que su intención era bien intencionada, solo que no tenía aptitudes comunicacionales como para transmitirme toda esa información que, a decir verdad, yo ya había encontrado forma de enterarme por mí mismo.

 

 

La cosa se fue complicando con Loredana, porque no fue solo esa vez que la escuché ensimismada a darse placer.     También esos hechos se repitieron y, no por la tarde, sino por la noche.     Después de darle las buenas noches, me iba a mi cuarto para prepararme para dormir, luego de esperar una media hora, salía de mi habitación al pasillo y me colocaba fuera de su puerta para escuchar lo que sucedía dentro.    A veces no sucedía nada, no había ningún sonido ni ruido extraño, pero la mayoría de las veces oí lo que esperaba escuchar, mi hermosa hija masturbando su coño adolescente.

 

 

También lo hice yo mientras la escuchaba emitir todos esos rumores, gemidos, susurros, quejidos y uno que otro chillido, mientras follaba su coño con sus dedos.    Mi verga se ponía dura como el granito y me masturbaba al mismo tiempo que ella, a veces incluso trataba de controlar mi eyaculación al momento en que ella con profundos gemidos y suspiros se corría en la intimidad de su dormitorio murmurando incompresibles vocablos.

 

 

Sabía que no estaba bien que yo la espiara y que era complicado hacerlo.    ¿Cómo podría explicarlo si ella de repente abriera la puerta y me encontrara con mi polla en mano?    Era un riesgo, pero ya no me importaba.     Valía la pena escucharla y al parecer ella ignara de todo, no se preocupaba de lo que sucedía a su alrededor.

 

 

Esto continuó por algunos meses.     Casi todas las noches cuando estaba en casa, la escuchaba afuera de su puerta, y casi todas esas noches escuchaba sus gemidos de placer al alcanzar su orgasmo.     Yo afuera de su puerta hacía lo mismo, hasta había comprado unas toallitas desechables donde recibir mi semen eyaculado.

 

 

Era muy emocionante y excitante para mí.     Cerraba los ojos y la imaginaba desnuda de cuerpo entero acariciando su vientre, sus muslos, sus tetas y su panocha caliente y mojada.     A momentos me parecía de estar junto a ella haciéndolo al mismo tiempo, en la misma cama y habitación.     Ese solo pensamiento me volvía loco de lujuria.     Sé que no estaba bien, sé que no era lo correcto, sin embargo, era la cosa más excitante, lasciva y deseable que me había tocado vivir hasta ahora.

 

 

Se había trasformado en un vicio, en una droga y yo era adicto a ella.     Más de una vez había prometido de que no lo volvería a hacer, pero poco a poco fui aceptando mi debilidad y cada noche esperaba de volver a sentir todas esas placenteras emociones.     Finalmente, me autoconvencí de que estaba bien lo que estaba haciendo, siempre y cuando no fuera más allá que eso, solo una forma de fantasear con mi hija en forma delirante y emocionante.

 

 

Inevitablemente llego un momento en que no me bastaba solo tener esta fantasía.     No podía limitarme solo a escucharla mientras ella se masturbaba.     Yo quería verla haciéndolo.     Sé que esa era una idea descabellada, una cosa estúpida y enfermiza, pero mientras más lo pensaba, más me convencía de que no había nada mejor que eso.     Debía hacerlo.     Era imperativo hacerlo.

 

 

Así fue como un día viernes regresé a casa antes que mi hija volviera del colegio.     Aparqué el coche dentro del garaje para que ella no lo viera.     Me fui a mi cuarto, me coloqué pantalones cortos y una remera azul y me fui al dormitorio de Loredana.     Desde la ventana podía ver la vereda por donde ella debería aparecer de un momento a otro.     Como a eso de las tres, la vi que llegaba en su bicicleta cargando su pesada mochila, cuando entró a la casa yo me escondí en su armario.

 

 

Estaba muy nervioso porque el riesgo era enorme.   ¿Qué pasaría si ella me descubría allí?     ¿Qué podría decir yo en mi defensa?     No había manera de encontrar respuesta a esas inquietudes, así que deje de pensar en las consecuencias.     Mi corazón parecía querer salir de mi pecho cuando la escuché entrar a su cuarto.

 

 

Dejó caer su mochila sobre una silla.     Había dejado una pequeña abertura de un centímetro más o menos, para poder espiarla, desde allí podía ver bien casi toda la cama.     Ella giraba por su habitación y vi que llevaba los auriculares de su iPod puestos, a ratos bailoteaba al ritmo de alguna canción que escuchaba.     Entonces vi que comenzaba a quitarse la ropa.

 

 

Bailó y canto frases incomprensibles, parecía en inglés.     Se quitó las zapatillas sentada en su cama, luego la falda y su blusa, debajo de esa llevaba una remera blanca, dejó todo sobre una poltrona y cuando se metió sobre la cama se quitó las bragas, quedándose solo con la delgada camiseta.     Su coño estaba completamente afeitado, cosa que no me sorprendió mucho, pues ya había encontrado maquinillas de afeitar en el baño, en su momento pensé las utilizase para sus axilas y línea de bikini, no sabía que depilaba enteramente su entrepierna.

 

 

Un par de minutos después se sacó los audífonos y dejó su iPod sobre su mesita de noche, luego se sentó en su cama y se quitó la camiseta y su sujetador, tirándolo hacia los pies de la cama.     Ahora estaba completamente desnuda.     Por unos instantes la perdí de vista, se había levantado, pero no sabía que es lo que estaba haciendo y esto me puso muy nervioso; de un momento a otro podría haber abierto la puerta del armario y me encontraría allí con mi verga dura como palo.     Afortunadamente nada de eso sucedió, simplemente volvió a la cama, se recostó boca arriba y sus manos comenzaron a acariciar su vientre liso.

 

 

Casi me volví loco de lujuria, ahora lo estaba viendo.     Estaba viendo a mi hermosa hija adolescente totalmente desnuda que comenzaba a acariciar su cuerpo escultural.    Sin siquiera pensarlo comencé a magrear mi pene caliente y tieso.

 

 

Loredana comenzó a acariciar sus pechos todavía pequeños, aprisionando sus pezoncitos entre sus dedos; con su cabeza apoyada a la almohada y sus ojos cerrados en ensueño.     Se mordía su labio inferior y de tanto en tanto asomaba su lengua para humedecer sus labios ligeramente entreabiertos en éxtasis.     Tenía sus piernas cruzadas con los muslos apretados sujetando su mano estrechamente entre ellos.

 

 

Tenía que poder ver mejor.     Me acerqué a la abertura de la puerta del armario y la abrí con extremo cuidado un centímetro más.     Sí Loredana mirara en mi dirección, probablemente me descubriría escondido allí, pero eso ya no me importaba nada.     Mí lujuria estaba desatada y sin control alguno.

 

 

Observando escondido en el armario, vi como levantaba sus rodillas y separaba sus delgadas piernas, deslizando sus manos por sus muslos hacia la convergencia de ellas y cerquita de su panocha.    Acarició suavemente su monte de Venus limpiamente afeitado y luego con sus dedos separó los labios ligeramente más oscuros de su conchita, pude ver claramente el rosado húmedo del interior de su chocho hinchado, brillante y excitado, mí polla dio un respingo y se me hizo agua la boca.

 

 

Mi propio pene pareció haber crecido un par de centímetros, gotitas de pre-semen aparecieron sobre mi glande amoratado.     Sabía que no podía correrme porque arriesgaba que me atraparan en mi escondite.     Pero hubiera sido extremadamente fácil, mi calentura me tenía al borde del clímax.

 

 

Los ojos de Loredana estaban cerrados, se mordió su labio inferior mientras sus dedos jugaban con su coño y me pareció escucharla murmurar algunas palabras que no logre entender.     La vi empujar dos de sus dedos profundamente dentro de su humedal emitiendo un significativo gemido, tuve que apretar mi polla para no correrme y calmarme un poco.

 

 

Me sorprendió cuando levantó sus caderas de la cama, lanzó jadeos y gemidos afanosos, todo su cuerpo se estremeció.     No pensé que se iba a correr tan pronto, parecía estar muy cerca de su orgasmo.     De repente se dio vuelta sobre la cama y se puso boca abajo.    Estaba ligeramente girada hacia mí, así que estaba con una vista privilegiada del coño de mi hija, con sus dedos profundamente enterrados en su intimidad, moviendo sus caderas entusiásticamente para follar sus dedos con fuerza, cada vez más y más rápido.     La oí jadear, gemir y murmurar para sí misma.     Me parecía oler el aroma de su joven sexo.     ¡Dios, santo!   Yo estaba a punto de acabar.     Necesitaba correrme urgentemente, pero no me atreví.

 

 

Loredana se quejó y gimió mientras continuaba a follar su panocha con sus dedos.    Continuó así por algunos minutos, luego cambió de posición.     Esta vez se puso de rodillas girada hacia el armario, tenía una almohada entre sus piernas, los dedos de su mano izquierda profundamente enterrados entre sus jugosos labios, mientras su mano derecha aplastaba y pellizcaba sus tetas.    Ahora escuchaba nítidamente sus gemidos y vagidos, también podía escuchar sus palabras mientras follaba a toda fuerza su sexo adolescente.     Mientras sus caderas enloquecían follándose a sí misma, de sus labios escapaban a gritos la palabra.

—¡Papá! … ¡Papá! … ¡Oh, papá! … ¡Hmmmmmm! … ¡Aghhg! … ¡Paapiii! …

Chillaba mientras se corría lanzando algunos chorritos de su esencia de mujer hacia el armario.

 

 

El problema se presentó de inmediato.     No pude contenerme ni un segundo más y me corrí con gruesas hebras de nacarado semen.     Fui muy ruidoso al hacerlo y ella se dio cuenta de que yo estaba allí.     Cuando comenzó a recuperarse de su orgasmo, miró hacia la puerta del armario que a todo esto estaba abierta de par en par.    Al principio sus ojos se abrieron estupefactos en genuino asombro, pero luego se tornaron dulces y me sonrió casi divertida.

 

 

Vi la sonrisa en el rostro de mi hija adolescente.     Acababa de atraparme fisgoneándola, escondido dentro de su armario mientras ella se masturbaba.     Al parecer ella no estaba enojada ni aterrorizada por lo sucedido.     Ella realmente me sonreía como una cómplice de todo.     Pero pensé que solo eran ideas mías y que ella en el fondo debía estar alterada y con algo de miedo.     Salí del armario tratando de esconder mi vergüenza.     Me arreglé los pantaloncitos, mis dedos estaban pegajosos de esperma.

—Cariño … Yo … ¡Ehm! … Yo, lo siento … No era mi intención molestarte … Me avergüenzo de mí mismo … Perdona, pero no sé que más decir …

Loredana parpadeó, todavía jadeaba recuperándose de su reciente orgasmo; apartó un mechón de cabellos que cubrían su rostro sudoroso y luego dijo.

—¡Eh! … ¡Ehm! … Bueno … Está bien, supongo …

—¿Te sientes bien? … Estás segura? …

—¡Ehm! … ¡Sí! … ¿Cuántas veces me has visto? …

—Nunca … Esta es la primera vez …

Me senté en la cama a su lado, coloqué mi mano en su hombro.

—¿Estás segura de estar bien? … ¿No estás enojada conmigo? …

Loredana se había mantenido desnuda sentada de rodillas, con sus manos entre sus piernas, moviéndola suavemente.     Se lamió sus labios y me preguntó.

—Te gustó lo que viste? …

—Por supuesto que sí … Es muy cachondo ver a alguien hacer eso …

—¿Eso incluye a tu propia hija? …

—Especialmente por eso … Por que eres mi preciosa y hermosa hija …

A Loredana parecieron gustarle mis palabras.

—¡Guau, papi! …

Su sonrisa era mucho más clara y brillante ahora, ya no había rastros de sorpresa ni enojos.

—A decir verdad … Y espero no te enojes … Está es la primera vez que te veo, pero ya te había escuchado hacerlo otras veces …

—¿Deveras? …

—Bueno, sí … Y no solo te escuché … Sin poder resistirlo, jugué con mi polla … Me calentó mucho escucharte …

—¿Te gustaba? …

—Sí … Me gusta mucho …

—Guau, papi … Me impresionas …

—¿Seguro que no te importa? …

—Me parece genial … Me alegro de excitarte así tanto … Puede que suene raro, pero a mí también me gusta pensar en ti, ¿sabes? … Como hacer algo sexual, me gusta pensar en eso …

—¿Piensas en eso? …

—¡Oh! … Sí, papi …

—Y ahora mientras te tocabas, ¿pensabas en eso? …

—A-ha …

Le sonreí aliviado a mi encantadora hija adolescente totalmente desnuda.

—Entonces … ¿Qué pensabas? … ¿Tal vez en hacerlo juntos? … ¿Mirarnos mientras ambos nos masturbábamos? …

—¡Oh!, papi … Eso sería genial …

Noté que su mano entre sus piernas comenzaba a moverse más rápido, al parecer ella ya había comenzado.

—¿Y te gustaría que lo hiciéramos ahora? …

—A-ha …

Dijo sentándose sobre la almohada con sus piernas abiertas y sus dedos acariciando su encharcada panocha.    Mirándome fijamente ella encorvó su espalda hacia atrás mientras sus manos subieron a masajear sus esplendidas tetas.     La miré lascivamente y pregunté.

—¿Está bien si me desnudo? …

—Claro que sí … Yo también quiero verte …

Me dijo meneando sus cejas seductoramente.     Me puse de pie un momento para despojarme de mis pantalones cortos, también me quité mis boxers.     Vi la mirada de Loredana fija en mi entrepierna, recorrió toda la longitud de mi polla escudriñando mis cojones que se balanceaban en su engurruñado saquito.     Agarré mi polla con mis dos manos y se la mostré a ella.

—No está mal para tu anciano padre, ¿verdad? …

Se que mi polla esta un poco por sobre la media.     Mi esposa me dijo que cuando había tenido sexo conmigo por primera vez, pensó que la estaba desvirgando por segunda vez.    A mis treinta y siete años me conservo con mi musculatura tonificada y firme, también por las exigencias físicas de mi trabajo.     Disfruto cuando las mujeres miran con lujuria mi entrepierna donde se dibuja la forma de mi nervudo y abultado pene.

 

 

Me encanta mi polla y juego con ella debido a mi exuberante libido.      Me masturbo con mis dos manos y a veces utilizo un coño de silicona que compré en la zona franca de Iquique y que no basta para contener mi polla.     Mis brazos y pectorales son fuertes, mis abdominales bien marcadas y tengo algo de barriga debido a la cerveza.     Pero Loredana pareció pasar por alto mi Michelin cervecero.

—¡Oh!, papá … Estás muy bien … No he visto muchos, pero el tuyo es el más grande hasta ahora …

—¡Uhm! … Me alegra escuchar eso …

Se lamió los labios mientras con ambas manos trabajaba entre sus piernas, una frotando su clítoris y la otra follando su estrecho coño.     Me subí a la cama y me arrodille frente a ella, nuestras rodillas casi se tocaban.     Miré sus hermosos pechos y ella miró mi glande hinchado y lustroso.     Puse mis dos manos alrededor de mi polla, haciéndole notar que había espacio para una mano más y comencé a masturbarme con movimientos verticales, eso envió una descarga eléctrica directamente a todo mi cuerpo que me hizo temblar.     Loredana también se estremeció, sus tetas tiritaban firmes y duras, mientras sus dedos se movían mucho más rápido.

—¡Uhh! … ¡Uuh! … ¡Aahh! … ¡Aaahhh! … ¡Uhhh! … ¡Urgh! … ¡Argh! …

Emitió sus gemidos y gruñidos agudos.

—¡Hey!, niña … Más despacio … Te vas a correr antes que yo … —Le reclamé sonriente.

—¡Ay, papi! … Puedo correrme muchas veces … ¿Acaso no sabes que soy multiorgásmica? …

Me dijo con su sonrisa caliente y fascinante.     Su respuesta atrevida me sorprendió y me hizo preguntarme si alguna vez había sentido algo de miedo al estar haciéndolo conmigo.     Yo estaba más nervioso que ella con mis dudas y preocupaciones, ella parecía ser más feliz que nunca, sin preocupaciones ni remordimientos de ningún tipo.

—Me encanta tu polla, papá … Es enorme …

—A mi me gustan tus tetas tan duritas y jóvenes …

Mi frente estaba cubierta de sudor como así también mis pectorales, comencé a magrear mi pene un poco más rápido, me sentía de estar casi listo para acabar.     Pero al parecer Loredana ya estaba más que lista.

—¡Ooohhh, papá! … ¡Papá! … ¡Qué rico, papá! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Ugghhh! … ¡Aahhh! …

Jadeó con los ojos cerrados y su cuerpo temblando mientras sus caderas se movían como con golpes eléctricos y sicalípticos follando sus rígidos y resbaladizos dedos.     Repetidamente su cuerpo se sacudió en convulsionados estremecimientos orgásmicos.

 

 

Me parecía estar en un sueño, estaba justo donde siempre había soñado estar, esto era increíble.     En la cama de mi hija junto a ella masturbándonos juntos.     Estaba viéndola alcanzar maravillosos orgasmos, esto era mucho mejor que la más bella de las fantasías.

 

 

Mientras esperaba que se recuperara, recogí una gotitas que se derramaban por mi glande y las espalmé para hacerlo brillar como un sol, me hice ligeramente hacia atrás para que ella pudiera apreciar bien mi polla, quería que Loredana viera claramente lo que iba a hacer.     No pasó mucho tiempo y abrió los ojos sonriendo tímidamente.

—¿Ves? … Ese es uno … Mejor dicho el segundo si cuentas el que viste mientras estabas en el armario …

—A-ha … Bueno … ¿Quieres ver a papi correrse ahora? …

—¡Oh! … Sí …

Dijo entusiásticamente con ávidos ojos.    Tomé mi pene y lo estrujé, luego lo sacudí.

—Mírame, cariño … Quiero que me mires …

—No me lo perdería por nada al mundo, papi …

Empujé lentamente mi prepucio hacia atrás con mi mano derecha.     Luego comencé a jalarlo, primero lentamente para luego ir aumentando la velocidad a medida que sentía la tensión de mis piernas y el hormigueo en mis bolas.     Estaba completamente lubricado, mi polla estaba luciente y daba destellos violáceos.     Loredana no se perdía ninguno de mis movimientos, aumenté la velocidad de mi mano y sentí esos golpes eléctricos que accionaron el movimiento incontrolado de mis caderas, moví mi pelvis follando con fuerza mi mano.

—Mírame, cariño … Quiero que veas como me corro …

—Sí, papi … ¡Ehm! … ¿Puedo hacerlo yo también? …

—Por supuesto que sí, cariño … Hagámoslo juntos …

Observé como rápidamente mi hija insertó dos dedos en su conchita, pero solo hasta el segundo nudillo, a continuación, comenzó a follar su orificio a una vertiginosa velocidad.

—Listo, papá … Estoy lista …

—Yo también, Loredana … Corrámonos juntos … ¡Vamos! …

Me puse de rodillas y apunté mi polla hacia mi hija.     No podía evitar de verla dedeando su dulce panocha en forma intensa, mi hermosa bebita estaba cachonda.     Mis bolas se contrajeron y un denso filamento de semen voló desde mi polla al seno izquierdo de mi hija, luego varios más brotaron para mojarla con mi lechita por sus muslos y su mano que rasgueaba su coño cual si fuera un instrumento de cuerdas.     Ella folló su coño si piedad y se corrió casi junto conmigo.     Realmente podía correrse todas las veces que quisiera, una verdadera multiorgásmica.     Otra vez la escuché llamando mi nombre mientras su entero cuerpo se estremecía de placer.

—¡Uhmmm, papá! … ¡Papi, aaahhh! … ¡Papi rico! …

Fue increíblemente erótico verla correrse una vez más y mi propio clímax duró una eternidad, tuve que aferrarme a su edredón para no derrumbarme fuera de su cama.     Me quedé apretando mi pene, masajeándolo y extendiendo mi placer lo más posible.     Poco a poco abrí los ojos.

—¡Uufff! … Eso fue genial, Loredana …

—Sí, papi … Fue impresionante como me bañaste toda con tu tibio semen …

Loredana estaba sonriente y radiante.     La miré recogiendo semen con sus dedos embadurnados con los fluidos de su panocha para llevárselos a sus labios y chuparlos, saboreando mi leche y sus jugos.     Me alegró mucho que ella no tuviera ninguna complicación para probar mi esperma, parecía disfrutar y sentirse cómoda con el sabor de mi semen.

 

 

Si alguien me hubiera dicho algunos días atrás que estaría arrodillado en la cama de mi hija masturbando mi polla junto a ella, le habría dicho de hacerse ver por un psicoanalista, porque de seguro estaba loco.     Era imposible que algo así pudiese suceder.     Los padres no hacen eso con sus hijas.     Sin embargo, aquí estaba yo bañando con mi semen el esplendoroso cuerpo adolescente de mi hermosa hija.     Nos habíamos masturbado juntos y tanto a ella como a mí, nos había encantado.

—¿Estás bien, papi? … —Preguntó ella sacándome de mi ensoñación.

—¡Ehm!, sí … Solo … Solo pensaba en algo …

Me miró entre divertida y curiosa, queriendo saber más.

—¿Algo? … ¿Te preocupa alguna cosa? …

—¡Uhm!, no es nada … Pero mientras te observaba desde el armario me pareció escucharte decir “Papá, papá”, mientras te masturbabas … ¿Por qué llamabas mi nombre? …

Me miró dubitativa, frunció el ceño y trató de sonreír, pero le resultó solo una mueca nerviosa.

—¡Ehm! … Bueno … Yo … Prométeme que no te enojarás …

—Por qué tendría que enojarme, cariño … Estamos teniendo solo una conversación franca … Puedes decirme todo lo que quieras y no veo haya motivo para enojarse …

—Bueno … ¡Ehm! … En mi celular y laptop normalmente veo algunos porno, de esos en que padre e hija tienen relaciones, ¿sabes? … Sé que son actrices y actores que fingen ser parientes, pero a mi me gusta esa temática … Y estaba pensando a esos videos cuando me escuchaste decir eso …

—¿Tener sexo como padre e hija? … ¿Eso es lo que te atrae? …

—A-ha …

—¿Te gustaría tener relaciones conmigo? …

—A-ha …

Me quedé alelado y sin poder reaccionar.     Jamás pensé en tener sexo con mi hija adolescente.     Esto iba mucho más allá que cualquiera de mis fantasías.     Estaba sin palabras.    Fue ella la que reaccionó preguntando.

—¿Estás bien, papá? … Quiero decir, ¿está bien? …

—¿Te refieres a ver esos videos o a que tu y yo tengamos relaciones sexuales? …

Se encogió de hombros casi tímidamente y luego respondió muy suelta de cuerpo.

—Ambas … Creo …

Loredana estaba expresando sus deseos de tener sexo conmigo, su propio padre.    Estaba todo casi fuera de mi comprensión y no me resultaba fácil aceptarlo de buenas a primeras.     ¿Qué hacer?     ¿Qué decir?

 

 

Nos quedamos en silencio sin saber si mirarnos a los ojos o rehuir nuestras miradas.     Loredana pudorosamente terminó de limpiar su cuerpo con su remera y luego sin importar su humedad, se la puso para cubrir su desnudez.     La habitación estaba llena de aroma de sexo.     Ella había tenido tres orgasmos en los últimos veinte minutos, yo había alcanzado dos veces el ápice del placer eyaculando copiosamente; el último con una fuerza inaudita que bañé gran parte del cuerpo de ella con mi semen caliente.

 

 

¿Estaba mal todo esto?    ¿Un padre y su hija masturbándose juntos?     Lo más probable es que sea catalogado como una cosa aborrecible.     Tal vez por los que nunca han vivido una experiencia de este tipo.     Para mí en cambio, había sido el clímax más maravilloso y satisfactorio de toda mi vida.     Una ocasión cálida e íntima de sentirme cerca de ella y fortalecer nuestro vinculo.     Ahora estaba enfrentado a la realidad, debía responder la pregunta de mi hija.     Ella fantaseaba con tener relaciones conmigo y había manifestado su deseo de ir más allá que solo masturbarnos juntos.

 

 

Como padre debía responder en contra de mis instintos de hombre.     Me quedé mirándola y recorriendo su cuerpo con mi mirada.     Sus senos todavía pequeños cubiertos por la remera manchada de semen, sentada sobre sus blancas y largas piernas, sus muslos todavía mojados por sus fluidos.     La respuesta me la estaba dando mi cuerpo, mi polla volvía a revivir y ponerse dura.     Ella sonrió cuando vio la reacción.     Mi boca estaba seca, saqué mi lengua para humedecer mis labios, me aclaré la garganta y luego saqué el habla, pero tampoco quería ser tan taxativo con un Sí o un No.    Así que le pregunté.

—¿Podrías mostrarme algunos de esos videos que sueles ver en tu laptop? … Quiero cerciorarme de que es lo que ves para tener una buena idea de que es lo que quieres …

—¡Ah!, bueno … Hay muchos … Vamos a mi laptop para verlos en la pantalla más grande …

Dejé escapar un suspiro de alivio, había ganado algunos minutos antes de responder lo que ya me resultaba obvio.     Loredana bajó de la cama y se dirigió a su escritorio donde estaba su computadora portátil.     Observé sus lindas nalgas blancas moviéndose en armonía con su cadencioso caminar; Loredana era ya un espectáculo de mujer a su tierna edad y mi respuesta era ya evidente.

 

 

Se detuvo frente a su escritorio y encendió la computadora, pero antes de sentarse, extrajo desde un cajón de su escritorio una vieja toalla de playa a rayas blancas y azules.     Le dio varios pliegues y la colocó sobre la silla, luego se sentó en ella.

—¡Uhm! … De tiempo me preguntaba que fin había hecho mi toalla de playa preferida …

Dije levantándome de la cama, ella se rio audiblemente sin siquiera mirarme, al tiempo que decía.

—Sí … La uso para … ¡Ehm! … Ya sabes … No quiero manchar la silla cuando me salen algunas gotas … Estos videos me calientan mucho …

Se puso a navegar entre varios sitios pornográficos y mientras lo hacía, le dije.

—¡Ese! … Ese con la rubia y ese hombre delgado …

—¡Oh! … Es uno de mis favoritos …

El video mostraba a una joven rubia, aparentemente adolescente, con un hombre que al menos le doblaba la edad, unos treinta o treinta y cinco años, estaban de pie besándose y acariciándose.     Me paré al lado de Loredana y puse una mano en su hombro.

—¿Ellos son padre e hija? …

—Interpretan esos roles, pero son actores profesionales …

—¿Heterosexuales? …

—Sí, eso me gusta … Pero hay videos con lesbianas y homosexuales también …

Noté que Loredana había deslizado su mano entre sus piernas y se estaba tocando.     Me sorprendió lo cómoda que se sentía viendo un video pornográfico junto a mí, no tenía ninguna ambivalencia, se comportaba como si siempre hubiéramos hecho esto.

 

 

En tanto, en el video, la chica se había arrodillado y acariciaba la polla del hombre, masajeándola con sus firmes tetas y lamiendo con su lengua cada vez que esta asomaba en el surco en medio a sus pechos.    El hombre solo acariciaba los cabellos de la muchacha, note que la chica tenía una mano entre sus piernas al igual que mi Loredana, acariciaba su coño y gemía al igual que mi Loredana.     Se trataba solo de una mamada, no había sexo con penetración, prácticamente no había incesto, pero no por eso la escena perdía su erotismo y ese placer de lo prohibido.     Los roles de padre e hija tampoco eran exagerados.

 

 

Mi mano se fue automáticamente a mi polla.     No podía ver algo así sin masturbarme.     Loredana se giró a observarme y luego se levantó de la silla.

—Siéntate …

Eso fue lo que hice, me senté sobre la suave toalla y ella se sentó sobre mis muslos, dejándome amplio espacio para jugar con mi polla.     Otra vez nos masturbábamos juntos, esta vez mirando un video de incesto.     Muy pronto gotitas de semen mojaron el fondo de la espalda de Loredana, escurriendo como lágrimas entre sus glúteos.     Ahora nada importaba, el que ella fuera mi hija y yo su padre era nada más que una cosa circunstancial.     Éramos solo una pareja disfrutando de la maravilla del sexo, yo complaciéndome de la belleza de la excitación de mi hija.    ¿A quien diablos le importa si ella es mi pequeña hija y yo su propio padre?

 

 

La chica de la pantalla ahora estaba sentada en la piernas de su supuesto padre, al igual que mi pequeña Loredana, vi como él la masturbaba y acariciaba sus senos.     Me pareció algo de experimentar con mi hija.     Pasé una mano por su cintura hasta alcanzar su panocha mojada, mi otra mano se fue a sobajear sus tiernas tetas.     Estaba en eso cuando la mano de Loredana se cerró alrededor de mi pene, comenzando a magrearlo hacia arriba y hacia abajo.     Mordí su cuello y besé su lóbulo, sentí que mi placer se había agigantado considerablemente y estaba pronto a explotar; pero de nuevo Loredana se me adelantó por unos segundos.     Meció su ingle follándose en mis dedos frenéticamente y con suaves quejidos se estremeció entre mis brazos.     En ese momento comencé a salpicar su espalda con mis cálidos borbotones.

—¡Dios santo! … ¡Aaaahhhh! … ¡Uhhhh! … ¡Ummmm! …

Sus muslos se cerraron firmemente aprisionando mi mano entre ellos y ella no cesaba de gemir y chillar; mientras yo también tensaba mi cuerpo y presionaba mi polla contra su espalda rociándola con mi esperma.     Me apoyé en la espalda de ella tratando de recuperar mi respiración y compostura.

 

 

Quedé respirando afanosamente en su cuello, Loredana medio giró su rostro y rozó mis labios, no pude apartar mi boca y la besé, nos besamos como dos chicuelos del colegio, mi hija me hacía rejuvenecer, me daba nuevas energías.      Sus labios eran suaves y tiernos, su rostro estaba sudoroso y enrojecido, probablemente también el mío.     Mis manos todavía apresaban y acariciaban sus deliciosas tetas duras como melocotones.     Ella se levantó ágilmente y se volvió a sentar a horcajadas sobre mis muslos, pero esta vez girada hacia mí.     La miré a los ojos, le sonreí y con una voz afanosa le dije.

—¡Hola!, hermosa …

—¡Hola!, papi …

Los ojos de Loredana estaban muy abiertos.    Tenía una dulce expresión mezcla de niña rebelde, sorpresa, asombro y afecto.     Solo nos miramos por lago rato, puse mis manos en sus amplias caderas y no volví a moverme.    Ella miró mi boca y lamió sus labios, luego mientras acercaba su rostro al mío fue cerrando sus ojos y volvimos a besarnos.

 

 

 

Creo que ese fue un momento decisivo entre Loredana y yo.     Nos estábamos aceptando el uno al otro.     Desde cuando la escuchaba detrás de la puerta, hasta cuando me escondí en su armario para luego masturbarnos juntos sobre su cama, incluso cuando veíamos el video pornográfico con ella sentada en mis piernas; todavía existía una quizás mínima posibilidad de poner termino a toda esta situación, pero sintiendo el ardor de su beso y la forma en que ella estrechaba su cuerpo contra el mío, me hacía suponer que tanto ella como yo estábamos dispuestos a ir aún más allá.     Y después, no habría vuelta atrás.

 

 

Su beso apasionado me hacía vibrar, todavía era un beso sin lengua.     Había sencillez, ternura e inocencia en ese beso tierno y suave; entonces metí mi lengua en su boca y ella no perdió tiempo en introducir la suya en la mía.     Había besado a Loredana una infinidad de veces, pero esta era la primera vez que sentía los labios de la mujer que había en ella.     Temblé estrechando su frágil cuerpo con sus duros pezones aguzados empujando contra mi pecho, jadeé casi sin aliento mientras mi polla volvía a revivir con nuevos bríos.     Ella se separó ligeramente de mí y me sonrió.

—¿Estás bien, papi? …

—Sí … Pero no dejes de besarme …

Nuestros labios volvieron a unirse y ella comenzó a hacer una especie de vaivén con sus caderas, frotando sus mojados labios mayores contra la cabezota de mi glande.     Nuestras lenguas seguían explorándonos, ambos gemimos y jadeamos besándonos con lascivia y ardor, nos estábamos chupando la boca casi en forma obscena, como si fuese una película porno.

 

 

Como en sincronía, ambos miramos la pequeña pantalla del portátil.     La niña estaba apoyada sobre sus codos y el hombre estaba entre sus piernas practicándole sexo oral.     Se le veían solo sus ojos bajo el vientre de la muchacha mientras no cesaba de lamer y chupar el coño de la chica.     Loredana se volvió y mirándome a los ojos, me dijo.

—Quiero probar eso, papi … Bueno … Eso y muchas cosas más …

—¿Segura? …

—Sí …

Dijo con entusiasmo levantándose y dirigiéndose a la cama donde prontamente se recostó en la misma posición de la chica de la pantalla.     Me levanté y contemple su joven cuerpo de niña adolescente que estaba creciendo y transformándose en una autentica mujer.     En dos años más sería una adulta, pero para mí sería siempre mi niña.

 

 

Ella se rio cuando me arrodille entre sus piernas, mirándome con su boca entreabierta y sus expresivos ojos muy grandes y en expectación.     Me agaché para acomodarme entre sus lechosos muslos.     Miré su precioso coño hinchado, mojado y caliente.     Ella ahora estaba mirando directamente a mis ojos, el aroma fresco de su sexo inundó mis fosas nasales, besé su muslo izquierdo y la sentí temblar, luego me agazapé, abrí su coño con mis dedos y me zambullí en un paraíso de acuosa sapidez.     El coño de mi hija.     Mí corazón latía a mil mientras hundía mi lengua en la preciosura bañada de ella.

—¡Hmmmmm! … ¡Ooohhh! … ¡Ssiii, papi! … ¡Que rico! … ¡Folla mi coño con tu linda lengua, papi! … ¡Ummmmm! … ¡Aaahhh! …

Me sorprendió oírla hablar así, casi me detuve.     Miré su hermosa vulva rosada y fresca, reluciente de humedad.     Se me hizo agua la boca y volví a bucear en ese océano de delicias.     Dentro de mi cabeza una voz critica me decía que estaba siendo débil, pero una voz altisonante se sobrepuso a esa voz y confirmé en silencio que si lo era.     Sonriendo para mí mismo continué lengüeteando ese sabroso agujerito apretado de mi hija.

—¡Ummmmm! … ¡Ooohhh, papi! … No puedo aguantar más … Era mucho tiempo que soñaba esto … Me voy a correr, papi … Me voy a correr, ¡hmmmmmm! … ¡Oooohhhh! … ¡Aaahhh! …

Levanté ligeramente mis ojos para murmurar con mis labios rozando su sexo.

—¡Córrete, mi niña! … ¡Córrete para papá! …

Apreté mis labios contra su coño y mi lengua azotó alocadamente su clítoris.     Loredana se estremeció y lanzó un agudo chillido junto a un gemido gutural.

—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Qué rico, papi! … ¡Argh! … ¡Urgh! … ¡Que lindo! … ¡Que lindo, papi! … ¡Sigue! … ¡Sigue haciéndolo, papi! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! …

Apretó sus piernas contra mis mejillas y con su mano empujó mi cabeza más adentro de su conchita, Estaba a estrecho contacto con el sexo de mi hija mientras ella movía descontroladamente sus caderas y se retorcía sobre la cama chillando y gimiendo.     Retiré un poco mi rostro de su coño y observé su vagina ampliamente abierta por mis dedos que tiritaba y se contraía, mientras ella no cesaba de agitarse, revolcándose sobre el edredón.

—¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Ooohhh! … ¡Dios mío, papi! … ¡Eso fue increíble! …

—¡Ummm! … Te gustó eso, ¿eh? …

Logré balbucear entre jadeos.     Estaba delirando de excitación y mi mano alcanzó mi verga dura como el acero.    Magreé mi pene por un rato mientras todavía estaba boca abajo contemplando la vagina vibrante de mi hija, pero no pensé que pudiese llegar a un clímax de ese modo, solo que estaba motivado y bastante cerca.

—¿Puedes besar otro poco mi coño, papi? … Pero con cuidado, está demasiado sensible todavía …

Volví a abrir su coño con mis dos manos y hurgueteé con mi lengua en el charco sabroso de su femineidad, Loredana abrió ampliamente sus piernas y cerro sus ojos gimiendo y jugando con mis cabellos.

 

 

Deslicé mi lengua lo más profundo posible e hice movimientos en círculos por dentro y por sobre su labia excitada.     Loredana gimió y levantó su pelvis arqueando su espalda, para permitir que mi lengua avanzara lo más profundo dentro de ella.     Miré su coño mojado y luciente.     Inhalé su esencia de mujer, el delicioso aroma de excitación sexual de mi pequeña hija.     Después observé su clítoris y me sorprendí de verlo totalmente erguido y desafiante, como esperando por mi lengua.     ¿Será eso posible?     ¿Podría volver a hacerlo?

 

 

Esta vez no lo pensé ni siquiera un segundo.     Inmediatamente bajé mis labios y lo apresé entre ellos, comenzando a frotarlo con mi lengua en todas las direcciones.     Mi lengua azotaba su protuberancia arremolinándose y haciéndole cosquillitas, mientras mis labios se cerraban y lo chupaban, succionando fuertemente para masturbarlo enérgicamente.      Entonces deslicé dos de mis dedos en su vagina para follarla con ellos mientras deliraba chupando su coño.

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Urgh! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Ummmm! … ¡Uuuuh! …

Gritó Loredana cerrando de golpe sus piernas, pero yo ya estaba allí pegado como un molusco gasterópodo marino, (una vulgar lapa), moviendo mi lengua y torturando su clítoris que se había vuelto a poner duro.     Lo lamí y lo chupé hasta hacerlo entrar en mi boca.     Que cosa más esplendorosamente exquisita, le comí el coño a mi hija como si fuera un hebreo en el desierto recibiendo su maná divino directamente del cielo.      Ella pataleó y se revolcó un poco en la cama, pero finalmente aferró mis cabellos y comenzó a follar mi boca con su vagina caliente, abierta y excitada mientras daba gritos cachondos.     Otra vez percibí en anticipación sus temblores, continué a succionar su botoncito tembloroso y ella explotó en otro orgasmo fabuloso.     A medida que ella recuperaba de a poco sus fuerzas, me sentí orgulloso, satisfecho, feliz y lleno de amor y de lujuria por la carne de mi carne.     Ahora yo quería más.     Quería hacer de todo con ella.

 

 

Mientras ella todavía jadeaba con los ojos semicerrados, me levanté hacia las almohadas y puse mi dura y larga polla cerca de su rostro.     Me miró solo un instante y luego comenzó a lamer mi cabezota hinchada y chorreante de gotitas de pre-semen como si fuese un delicioso helado para chupetear.

—¿Te gusta lamer mi polla? …

—¡Oh, sí! … Me encanta …

Me incliné sobre ella y comencé a follar su párvula boca inocente.     Me sorprendí de mí mismo, nunca antes había hecho eso.     No me gustaba mucho experimentar, pero ahora estaba dispuesto a todo junto a mi niña preciosa.     Debía sentirme mal, debía sentirme como un padre pervertido y fracasado, pero no era así, me estaba sintiendo como nunca me había sentido antes.     Mi polla hinchada se hundía profundamente en la boca de ella atosigándola y provocándole algunas arcadas, pero ella resistía estoicamente mis profundas estocadas a su laringe.

 

 

Tenía los ojos cerrados, una mano en la nuca de Loredana y con la otra me apoyaba para no caer encima de ella.     Comencé a sentir la tensión en mis piernas, mis bolas se encogieron, mi pelvis aceleró sus locos movimientos.     Me llegó como un tsunami, olas y olas de semen blanco comenzaron a brotar de mi polla, sentí que mi hija se apoderaba de mis caderas y me tiraba más adentro de su boca, la escuchaba tragar y tragar, estaba acabando en su boca, con un poco de pudor lo saqué de su boca y le acabé en su rostro angelical.     Todo me parecía correcto, bien y necesario.     Mi esperma caliente escurría por sus pómulos y mejillas, con un denso filamento pendiendo de su barbilla.     Pero esto no era el final.

 

 

Después de bajarme de ella y recostarme a su lado para descansar algunos minutos.    No dimos algunos besos más murmurando palabras de afecto y amor.     Y tanto yo como ella no relajamos en un dulce e inevitable sopor de cansancio y satisfacción.     Nos quedamos dormidos.

***

 

 

Me desperté durante la noche y me escabullí a mi dormitorio.     ¡Santo Dios!   ¿Qué me había sucedido?   ¿Cómo es que no supe contenerme?    ¿Qué raza de padre soy?     ¡Me he aprovechado de mi hija adolescente!     Me sentí profundamente avergonzado por haber cedido a mis más bajos instintos.     Sabía que algo así no debía haber sucedido.     Ella era simplemente una adolescente con sus hormonas revolucionadas.     Se suponía que el adulto responsable era yo.     Pensé de haberme convertido en un monstruo degenerado y pervertido del peor tipo.

 

 

Al día siguiente tenía un viaje al puerto de San Antonio y me levanté temprano, Loredana todavía dormía cuando salí.     No pude dejar de pensar en ella durante toda la jornada.     Seguramente ella habrá reflexionado y estará hecha una furia conmigo.    Tenía que hablar con ella.     Ese día regresé tarde a casa, me acerqué a su puerta y toqué suavemente.

—¿Loredana? … ¿Estás despierta? …

—Sí, papi …

—¿Podemos hablar, cariño? …

—Espera un segundo …

Escuché un revuelo de ruidos mientras ella se acomodaba, luego dijo.

—Puedes entrar …

Apenas entré reconocí inmediatamente el olor a coño.    Loredana estaba sentada sobre la cama con sus piernas recogidas y su laptop en su regazo.     Vestía sus leggings y una remera corta que dejaba bien en vista su vientre liso.     Noté que sus dedos estaban húmedos.

—¡Ups! …

Chilló cuando noto que miraba sus dedos.    Rápidamente los restregó en sus leggings para secarlos.     Sus mejillas estaban sonrojadas y sus tetas parecían hinchadas con sus duros pezones amenazando con romper su top.     No me cupo la menor duda sobre lo que estaba haciendo cuando llamé a su puerta.

—¿Todo bien, cariño? … —Pregunté amistosamente.

—¡Ehm!, sí … —Respondió dubitativamente.

—¿Estás molesta por lo de anoche? …

—Más o menos … ¡Uhm! … Supongo …

—¡Ehm!, querida … Lo primero que quiero decir es que lo siento mucho … Nunca debí hacer lo que hice …

—Espera, papi … ¡Uhm! … No tienes que disculparte de nada … Todo fue mi culpa … Soy yo la que debería pedirte perdón …

—No, tesoro … Es todo lo contrario … Yo soy el adulto … Y …

—Y yo fui la que se comportó como una puta caliente …

Me dijo interrumpiéndome, pero no se detuvo allí, prosiguió.

—Yo sabía que tu no habías tenido relaciones sexuales desde hace bastante tiempo … Me vinieron unos locos pensamientos por la cabeza y me aproveché de ti … Fui yo a tentarte, papi …

—¿Tú me tentaste? …

—Sí, papi … Estaba cachonda y, como hace más de un año que no tengo novio … Lo único que pensé era en tentar al único hombre que estaba siempre cerca de mí y que me amaba incondicionalmente … Tú, papi … Soy yo la que debiera pedirte perdón …

Algunas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas y dijo.

—Fui mala y fue malo lo que hice … Sé que quizás nunca me perdonarás …

Me acerqué a ella y la envolví en mis brazos.

—¡Oh, cariño! … No tengo nada que perdonarte … Está bien … Todo va a estar bien … Hicimos algo que no deberíamos haber hecho … Debía haber sido yo a detener todo, pero fui débil … Si hay que culpar a alguien, ese soy yo …

—¡Oh, papi! … No quiero que me odies por ser así …

—No, tesoro … No te odio … Solo te amo … Te amo cada día más …

—Lo dices solo para hacerme sentir bien, lo sé …

—No es así … Es la sacrosanta verdad …

—Tal vez deberías enviarme a algún psicoanálisis …

—Por supuesto que no … A veces es normal que una chica tenga esos sentimientos …

—¡Oh, papi! … Eres tan generoso y bueno … Pero yo siempre tengo estos pensamientos … Lo de anoche fue lo mejor que me ha pasado en mi corta vida …

Hubiera querido decirle que para mi también había sido una noche fantástica, pero esperaba no volver a equivocarme y me mantuve en silencio, pero ella continuó.

—Cuando llamaste ahora a mi puerta, pensaba que venías para repetir lo de anoche … Me estaba masturbando, pensando en ello, ¿sabes? … No puedo dejar de pensar a ti y a tu polla, papi … Me encanta tu polla …

¡Ayúdame tú Dios todopoderoso!  Esta chiquitica estaba poniendo a prueba toda mi fuerza de voluntad, tenía que mantenerme fuerte por ella y por mí.

—Está bien, tesoro .. Pero debemos calmarnos … Ya averiguaremos que te sucede …

—Pero hay algo muy mal conmigo … No debería excitarme contigo …

—Sin duda es inusual, querida … Pero no creo que sea tan extraño … En los chicos se llama complejo de Edipo, en las chicas es el complejo de Electra … Generalmente pasa a medida que vas creciendo … Probablemente estás en esa etapa … Debemos solo esperar a que te pase …

Con esa premisa en mente le di el beso de las buenas noches y salí de su cuarto con una mediana erección.     Había sido una dura prueba no volver a repetir lo de antenoche, hasta cierto punto me sentí orgulloso de haber podido controlar mis demonios.     Pero yo sabía muy bien que estaban ahí y me acechaban a cada paso tratando de hacerme recaer en lo morboso y prohibido.     También tengo que decir que no soy de fierro, me fui a mi dormitorio y me masturbé.     Sí, me masturbé, pero lejos de ella.

 

 

Logramos retomar nuestras vidas, ella a sus estudios y yo a mis viajes y a mí trabajo, pero no podía sacármela de la mente.     Durante los viajes que iba sin copiloto, me metía en la litera del camión y me masturbaba pensando en Loredana y volver pronto a casa solo para poder verla.     Ella era mi luz, iluminaba toda mi vida.

 

 

Llevábamos cerca de una semana manteniéndonos bajo control.     Ese fin de semana era ya noche y me estaba adormeciendo cuando sentí movimiento de alguien que se subía a mi cama.     Era Loredana.

—¿Lore? … ¿Qué haces aquí, hija? …

—Papi … No puedo dormir … Quiero saber, ¿por qué estás enojado conmigo? …

—No lo estoy ni lo he estado …

—Pero ya no te siento como antes … Me rehúyes … Estas alejado de mí …

—Pues es solo tú imaginación … Yo soy el mismo de siempre … ¡Ummm! … ¡Yawwnn! …

Bostecé ostentosamente tratando de no quedarme dormido.

—Ves … Ahora mismo estás durmiéndote y no quieres escucharme … No quieres nada conmigo …

—Estoy cansado, hija … Estuve tres días en la carretera durmiendo solo a ratos …

—¿Y pensaste en mi durante esos días? …

—Por supuesto que sí … Eres mi hija y debo cuidarte …

Estaba casi por dormirme otra vez cuando ella se movió y tocó mi brazo.

—¿Y que pensabas, papi? … Cuéntame … Quiero saber que pensabas de tu hija sola en casa …

Esa pregunta me inquietó bastante; eran tantas las veces que me detuve a masturbarme pensando en ella y mi polla también se comenzó a inquietar.

—Pensaba en tus estudios … En tu colegio … En tus excelentes calificaciones … Estoy juntando el dinero para que vayas a la universidad, ¿sabes? … Quiero que seas una profesional …

—¿Solo eso, papi? … ¿No pensabas nada más? …

—Bueno … También a lo que habíamos hecho y que no volveremos a hacer jamás …

Dije remarcando mis palabras para que entendiera que estaba hablando seriamente.

—¿Deveras, papi? … ¿Tu polla no se puso dura? … Porque pienso que ahora tienes la polla durita, ¿no es verdad, papito? …

Eso me empezó a quitar el sueño, no sé cómo, pero ella sabía que mi polla estaba tan endurecida que casi me dolía, pero debía resistir, así se aburriría y se iría.     La sentí acurrucarse más a mí y dijo.

—¿Sabes, papi? … Yo sí he pensado en ti … Ahora mismo tengo mi almejita toda mojada … Me estoy metiendo los dedos, papi … Mi panocha arde y está toda empapada pensando a tu polla … Esa polla dura que tu tienes ahí entre tus piernas … ¿Me la dejas tocar, papito? …

Sentí su mano sobre mi vientre y rápidamente la sujeté; sus dedos estaban mojados con los fluidos de su coño.

—No lo hagas, cariño …

Intenté recomponerme, pero mi polla había levantado una enorme tienda y no había forma de ocultarla; afortunadamente las luces estaban apagadas.     Sus dedos mojados estaban sobre mi vientre y podía perfectamente sentir la humedad en ellos.

—Pero está bien, papi … Eres un apuesto hombre … No tienes una mujer … Me tienes a mí … Como yo te tengo a ti … Yo pienso en ti y en lo sabrosa que era tu polla en mi boca … No puedo olvidar eso, papi … Me mojo pensando en ello …

Traté de doblar mis rodillas para ocultar mi furiosa erección.     Me estaba volviendo loco.

—Hija, tienes que entender que no podemos hacer esas cosas …

Dije sin soltar su mano mojada que comenzaba a hacer círculos en mi ombligo.

—¿Por qué no, papi? … No hay nada de malo en pensar estas cosas … ¿Lo hiciste, papi? … ¿Pensante en mí? … ¿Pensante en tu Loredana que no hace otra cosa que pensar en ti? …

Se acurrucó más cerca.     Sentí su cuerpo suave y cálido.     Creí sentir también sus duros pezones en mi brazo.     ¡Santo Dios!      Hubiese querido saltarle encima y follarla hasta eyacularle en su cerebro.     Respiré lo más tranquilo que pude y me quedé callado.

—Lo ves, papi … El que calla otorga … Entonces lo hiciste, ¿verdad, papi? …

Ya no tenía sentido negarlo y ella lo sabía.

—¡Ehm! … Bueno … Sí, lo hice … Y no estuvo bien eso, yo … ¡Ehm! …

—¡Calla! … No tienes que explicarme nada … A mi me sucede lo mismo, ¿sabes? …

En ese momento debí alejarme de ella y mandarla de regreso a su dormitorio, pero ahora estaba acariciando mis pectorales y no tuve las fuerzas para hacerlo.     Ella pasó su pierna sobre mi muslo y tuve que bajar mis piernas.     Ahora su muslo casi rozaba mi polla en furibunda erección.     Sus dedos húmedos me hicieron cosquilla en mi tetilla derecha.     Con una voz rauca y seductora, me dijo.

—Eso es lo normal, papá … Y dime, ¿te masturbaste cuando pensaste en mí? … Pues yo lo hice … Me metí mis dedos en mi panocha e imagine tu gorda polla otra vez en mi boca dejándome sin aliento … Fue maravilloso, papi … Después te corriste en mi garganta … Bañaste mi cara … Eso no se puede olvidar … Tú polla es exquisita, papi …

Me pregunté si estaba soñando o no.     Me parecía tan de ensueño escuchar todas esas palabras de boca de mi hija, esto debía ser solo otro de mis tantos sueños cachondos.     Entreabrí mis ojos y su perorata continuaba, con su mano jugando con mis vellos pectorales.

—¿Crees que soy una hija asquerosa por pensar en eso, papi? …

Sentí que me miraba atentamente aún cuando no podía ver claramente su rostro.     Quizás ella tenía ojos de gata y podía verme en la oscuridad.

—No … No … Pero creo que nos es bueno …

Dije tratando de disimular mí ansiedad.

—Me gustó todo lo que hicimos, papi … Me arrepiento de no haber guardado mi virginidad para ti, ¿sabes? … Te la merecías mucho más que mi novio … Pero también pensé a ti cuando él me metió su polla, ¡hmmm! … Como me hubiera gustado que fuera tu polla a mancharse con mi sangre y no la de ese cretino … Debería haber sido tuya desde el principio, papi … Follar solo contigo … Eso es lo que quiero, papi …

La mano de Loredana volvió a bajar a mi vientre y yo volví a bloquearla allí.     No quería que ella se percatara de la tremenda erección que me provocaban sus eróticas confesiones.     Pero no sabía cuanto más iba a poder resistir.

—Déjame, papi … Déjame tocar tu polla … Solo un poquito … Solo una vez … Quiero saber si lo tienes duro … Yo estoy toda mojada, ¿sabes? … ¿Quieres sentir como está de mojada mi panocha, papi? …

Así diciendo tomó mi mano y la llevó sobre su monte de Venus, suave y lampiño.     No pude quitar mi mano, mis dedos se acercaban peligrosamente a su hendedura encharcada y caliente.     Sentí mi dedo medio introducirse en la convergencia de sus apretados labios.     Sentí la dureza de su clítoris.

—¡Ummmmmm! … ¡Aaaahhhh! …

Gimió Loredana sintiendo la yema de mi dedo medio presionando su botoncito del placer.

—Mi coño está muy mojado, ¿verdad? …

Sentí que no debía ir más allá.

—Cariño … ¿Por qué no te vas ahora a tu cuarto y terminas esto por ti sola? …

—¡No, papá! … No … Déjame estar aquí contigo …

Dijo abrazándose estrechamente a mí y casi comenzando a sollozar.

—Solo si prometes estar buenita y tranquila …

—Lo juro, papá … Estaré tranquila … Lamento haber hecho que tu pene se ponga duro, ¿sabes? … Porque lo tienes duro, ¿verdad? …

No quise responderle para no seguir con esto que no conducía a nada correcto.     Bueno, estaba convencido de que ella esperaba que eso sucediera, pero yo debía sobreponerme y actuar como debía actuar, es decir, como un adulto y como un padre responsable, y basta con la tontera.

 

 

Loredana permaneció quieta y callada.     Se sentía bien tener un grácil cuerpo de mujer a mi lado, incluso si ella era mi hija.     Hubiese querido abrazarla, pero me contuve.     Tenía que ponerle fin a esto por la mañana.     Estaba todavía turulato con toda esta situación y no podía pensar claramente en este momento.     No pasó mucho tiempo y me quedé dormido profundamente o eso es lo que yo pensaba.

 

 

La cama se comenzó a mover, pensé que podía ser un sismo, acá en Chile son habituales.     Pero no había ruido de terreno.     La habitación estaba todavía a oscuras.     Tal vez ella se estaba levantando para irse a su propio cuarto.     Pero no, el movimiento era sostenido y rítmico.     Suave, acompasado.     Oh, Señor mío, ¡no!

—Lore … ¿Qué estás haciendo? …

—Lo siento, papá … No puedo evitarlo …

—¿Acaso te estás…? …

—Sí, papi … Tengo mis dedos en mi coño y se sienten muy bien, ¿sabes? …

—¡Señorita! … ¿En que quedamos? … No deberías …

—Lo sé, papá … Solo un poquito … Tengo que correrme … Luego estaré bien y dormiré … Te lo prometo de verdad …

Ella ya no intentaba disimular nada y se masturbaba descaradamente en mi cama. ¿Qué cosa no supe explicarle?

—Me estoy masturbando, papi …

Dijo entre jadeos con la respiración entrecortada.

—¿Por qué no lo haces tú también? … Hazlo conmigo, papá … Por favor …

Podía escuchar claramente el chapoteo que hacían sus dedos follando enloquecidamente su panocha empapada.

—No … —Dije con un hilo de voz.

—Vamos, papi … Sé que quieres esto … Sé que tu polla está dura … Hazlo conmigo, papá …

Quería oponerme.     Quería ser lo suficientemente fuerte y hacer lo correcto.     Quería ser un padre modelo y hacer lo que era mi deber hacer.     En cambio, comencé a ceder, los cimientos de mis muros de integridad y rectitud comenzaban a derrumbarse.    Me estaba venciendo la vulgar lujuria de mi hija cachonda.

—¡Hazlo, papi! … Toca tu polla … Quiero que lo hagas conmigo …

Mi mano se deslizó sin querer dentro de la parte inferior de mi pijama y aferré mi erección.     Hacía años que no me sentía así de duro.    Estaba consciente de que estaba actuando como un pervertido, pero no podía detenerme.     Ella estaba conmigo al borde del abismo y me empujaba hacia allí y me rogaba de saltar hacia el vacío juntos los dos.

—¿Lo estás haciendo, papi? …

Preguntó en la oscuridad de la habitación mientras ella continuaba a mecerse bajo el edredón.     Lo único que pude responder fue.

—Sí …

—¿De verdad, papi? … ¡Dios santo! … ¿Te masturbas, papi? …

—Sí, lo hago …

Magreé con todas mis fuerzas mi erección granítica y me uní a los movimientos de ella.

—Se siente bien, ¿verdad? …

Loredana pateó el edredón y quedamos ella y yo destapados.    Podía dilucidar en la tenue luminosidad algunos rasgos del cuerpo de mi hija, eso era suficiente para estimular mi imaginación, me sentí muy cachondo con esas imagines.     Podía oler sin esfuerzo alguno el olor del coño excitado de mi hija, ahora que no había nada que nos cubriera.     Ese aroma termino de encenderme totalmente.     Hacía muchos años que no olía ese perfume de mujer de esta manera.     Me dieron ganas de hacer algunas cosas condenables a su coño cachondo.     Cosas que eran perseguibles penalmente y de las cuales podría arrepentirme por el resto de mi vida.

—La verdad es que se siente bien, Lore … Pero no debería estar haciendo esto contigo …

—Pero te ruego que no te detengas, papi … Acaricia tu linda polla mientras yo follo mi coño … Eso es lo que tienes que hacer, papi …

Era imposible para mí detenerme ahora, es más, comencé a pajear más rápido mi polla.

—Eres imposible, chiquilla …

—No puedo hacer otra cosa … De siempre he querido hacer esto contigo … Pienso en tu polla todas las noches mientras me masturbo … ¿Tú haces lo mismo, papi? … ¿Piensas en mi coño? …

Me alegre de que no hubiera luz en la habitación que revelara mi vergüenza por hablar de estas cosas, así que respondí sinceramente.

—Sí … Pienso en ti follando tu coño con tus dedos … Pienso en la cantidad de orgasmos que puedes alcanzar … Te imagino desnuda masturbándote y me encantan pensar en tus tetas …

—¡Uhm! … Te gustan mis tetas, ¿eh? …

—Son deliciosas …

—¿Y te gustaría poner tu polla entre mis tetas? …

—Me encantaría …

Dije y me bajé rápidamente los pantalones del pijama.     Dado que no había luz suficiente para ver, ¿A quien podría importarle si estaba con o sin pantalones?

—Lo sabía … ¡Oh, papi! … Eres tan caliente como yo … Y ahora me voy a correr … ¡Joder! … Me estoy corriendo, papi … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Me corro!… ¡Aahhhh! … ¡Aahhhh! … ¡Córrete conmigo, papi! … ¡Córrete en mis tetas! … ¡Hazlo, papá! … ¡Uuhhhh! … ¡Aahhhh! …

Rápidamente me levanté y sacudí mi pija apuntando hacia donde pensaba que podían estar sus senos, no podía verlos claramente, pero pensar en volver a bañar su hermoso y delicado cuerpo con mi esperma, fue suficiente para incitarme y explotar como un volcán.

—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! …

—¡Oh, papi! … ¡Eso fue increíble! … ¡Vinimos juntos! …

No me quedaba aliento para responder, pero me sentí bien de hacerla feliz.     Como pudo me tomó una mano y me la apretó fuerte.    Sin duda fue una de mis mejores experiencias sexuales en toda mi vida.     Eso no quitaba la gravedad del asunto, también era una de las cosas más vergonzosas hasta ahora.     Finalmente logré decir.

—Me alegro de que te haya gustado, cariño …

—Y a ti, ¿te gustó? …

—Sabes que sí …

—¿Y tu sabes que ahora mi coño está lleno de jugos? …

—Supongo que debe estarlo después de este loco momento … Hasta puedo olerte …

—Sí, papi … Haces que me vuelva loca … Y si puedes olerme, ¿No te gustaría saborearme? …

Dijo mientras acercaba sus dedos mojados a mi boca.     No pude decir nada, solo sé que se los chupé hasta dejarlos limpios.

—Parece que te gustan mi jugos, ¿verdad? …

—Sí, me gustan mucho …

—Y tengo mucho más aquí abajo, papi … ¿Quieres probar? …

Ya había probado su delicioso néctar anteriormente, casi sin pensarlo me puse en medio de sus piernas.     En la tenue iluminación de mi dormitorio, podía ver los blancos muslos de Loredana, a medida que me fui inclinando, pude percibir su perfume y su temperatura, aspiré su esencia de niña mujer y saqué mi lengua para separar sus hinchados labios mojados.

—¡Uhhhh, papi! … Eres un experto lamedor de coños … ¡Ahhhhh! …

Suspiró cuando lamí su rajita desde su culo hasta su glorioso clítoris.     Metí mi lengua en su cálida hendedura tratando de absorber cada molécula de su líquida esencia.     Comencé a alimentarme de su coño caliente.     Chupaba y tragaba saciándome de su divina y exquisita sopa.     Luego me posicioné sobre su lentejita erguida, primero lo lamí y luego lo chupe sediento.

—¡Uggghhh, papi! … Me vas a volver loquita otra vez … ¡Ssiii, papi! … ¡Sigue así! … ¡Que rico que me lo haces, papi! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Umpf! … ¡Uhhh! … ¡Ahhh! …

Apretó mi cabeza con sus muslos y comenzó a corcovear tratando de escapar de mí, al tiempo que follaba mi boca con su vagina abierta y jugosa.

—¡No te detengas! … ¡No pares! … ¡Me estoy corriendo, papito! … ¡Aarrgghh! … ¡Ahhh! … ¡Ahhh! … ¡Mmmm! …

Me sentí en el paraíso bebiendo sus divinas secreciones.     Loredana abrió sus piernas y me dejo chuparla mientras se estremecía con tiritones y acompañaba el todo con su risita cantarina y gemidos libidinosos.

—Te gustó eso, ¿verdad? …

—Yo … ¡Ehm! … Creo que no debería haber hecho eso …

—Pero por como me comiste el coño debe haberte gustado, ¿verdad? …

Ella me empujó sobre la cama y se vino encima de mí con sus labios rozando los míos, nos besamos como viejos amantes.     Metió su lengua en mi boca y escarbó el sabor de su propio coño.     Compartimos el sabor divino de su panocha.     Nunca me había corrido tres veces en una noche, pero ésta, estaba a punto de ser mi primera vez.

 

 

Nos besamos por largo rato, luego ella besó la punta de mi nariz y se enderezó pasando las manos por su cuerpo todavía bañado por mi semen.

—Creo que tendré que lavarme un poco … Me dejaste toda pegajosa …

Se sentó en sus rodillas y comenzó a esparcir mi semen por su piel, en eso se fijó en mi polla.

—¡Oh, papi! … Todavía estás durito …

Estiró su mano y me hizo cariñosas cosquillas en mi glande.

—¿Qué podemos hacer con esto, papi? …

Me miró expectante.     Sabía que ella quería continuar jugando conmigo, pero yo realmente no sabía que hacer ni que decirle.     También yo quería continuar y follarla hasta sacarle los sesos.     Pero ella es mi hija y debería detenerme aquí.

—¿Sabes qué, papi? … Me iré a lavar y al regreso me dices que vamos a hacer con tu polla así de dura … No te puedes quedar así … No quiero sentirme culpable de eso …

Así diciendo saltó fuera de la cama y se dirigió raudamente al baño; otra vez gocé de la vista de sus redondos y firmes glúteos oscilando al ritmo de su caminar, realmente Loredana tenía un culo como para enmarcarlo en una obra de arte.

 

 

Volvió envuelta en una toalla blanca y se sentó sobre la cama secando sus cabellos con una toalla más pequeña.     Tenía unas irrefrenables ganas de orinar, así que me levanté y le dije.

—Es mejor que yo también vaya a darme una refrescada … 

Me tomó solo algunos minutos meterme bajo la ducha y orinar mientras dejaba escurrir el agua tibia y reponedora por mi cuerpo exhausto.      Me sequé rápidamente y volví a mi habitación, encontré a Loredana extendida sobre la cama totalmente desnuda y con las piernas bien abiertas que examinaba su coño con atención.

—Estoy viendo mi coño, ¿sabes? … Me he corrido tantas veces que pensé podía tener alguna laceración o cambio, pero no tengo nada, solo mi clítoris está un poco delicado y me estremezco cada vez que lo toco … Por lo demás no tengo nada, papi … Ven … Ven a mirar también tú …

Todas las molestias y el cansancio que sentía desaparecieron de golpe al ver a mi sexy angelita con sus duras tetas desnudas y su panocha rosada abierta que se ofrecía para dejarme chequear su cuevita caliente.      Me incliné entre sus piernas y efectivamente su cuquita lucía preciosa, pulcra, aromática, tibia e invitante.

—¿Quieres que nos masturbemos otra vez, papi? …

Me dijo con una vocecita dulce e inocente, como si fuese una angelita con alitas, pero yo sabía que el infierno caliente estaba concentrado en su coño.     Mi usual diatriba fue superada por los cuernos de mi angelito malo que me decía de lanzarme de cabeza a lamer su panal de miel.     Mí polla había vuelto a ponerse dura, ella apuntó con su dedito.

—Me encanta verte así … La polla de mi papá … Una polla siempre dura …

Me dijo sin ocultar su sonrisa mientras lamía descaradamente sus labios.     Me sentí vulnerable y cohibido estando allí de pie con mi polla dura a plena vista, bajo la luz del sol de la mañana que se filtraba por las ventanas.     Pero también me sentí bien por la lujuria en los ojos de ella.

—¡Oh, papi! … Tienes gotitas …

Miré hacia abajo y vi una gota de semen caer desde la punta de mi polla, inmediatamente se formó otra.     Esto era muy raro en mí, hacía más de una década que mi pene no reaccionaba así.

—Esto es solo por tu culpa, ¿sabes? … —Dije apuntándola con el dedo.

—¡Oh! … Espero tanto que sí …

Dijo sonriendo maquiavélicamente, luego se deslizó al borde de la cama, estiró los labios de su coño y me dijo.

—Échalo aquí, papi … Acerca tu polla a mi panocha … Gotea dentro de mi coño, papá …

Me parecía sentir la dulzura y tibieza de su conchita apresando mi glande.     Moría por abalanzarme encima de ella y follarla como a una puta callejera, pero ella era mi Loredana, ella era mi hija.   No podía hacer eso.

—Acércate, papi … Méteme tu polla … Quiero tanto sentirte dentro de mí …

Como un autómata me acerqué al borde de la cama y caí de rodillas.   Su coño estaba a la misma altura de mi polla, bastaban solo unos pocos centímetros para estar en posición de penetrarla.    Ella levantó sus piernas en alto y ahora podía ver claramente el hoyuelo estriado y apretado de su culo también de color rosado.    Sus manitos distendieron un poco más los labios de su coño.

—Elije, papi … Mi panocha o mi culo … Lo único que quiero es sentirte dentro de mí …

Me sentí incapaz de reaccionar.     Mi hija estaba ahí para mí, con su culo y su panocha disponibles para mi polla.     Ya no podía engañarme a mí mismo.     Lo que más deseaba en la vida era poder adentrarme con mi polla en sus vísceras o en su canal vaginal.     Tomé mi polla en mi mano y ella me dijo.

—Papi, te ves super sexy masturbándote, mirando mi coño … Pero eso ya lo hicimos … Ahora quiero probar tu polla … Métemela, papi … Métemela toda …

Con la máxima tranquilidad que pude reunir, empujé mi cabezota hinchada en medio al surco caliente y mojado de su panocha, mi polla se bloqueó en medio a su diminuto agujerito de su culo, ella emitió un chillido.

—¡Oh, papi! … Por ahí me vas a romper toda … Tu polla es demasiado grande …

No tenía ninguna intención de perforar su trasero, fue solo algo circunstancial.     Volví a mover mi polla hacia arriba y aplasté su clítoris enhiesto y me quedé allí presionándolo y aplastándolo para dominarlo y someterlo, pero solo logré que ella corcoveara como una potranca y lo hiciera resbalar a la entrada de su húmedo orificio rosado.

—¡Oh, papá! … Empújalo dentro, por favor …

Mantuve mi polla apegada a la redondeada abertura de su vagina, haciéndole sentir solo mi gruesa cabezota.

—¡Uhmmm! … ¡Sí, papá! … ¡Dame más! … ¡Quiero más de tu polla …

Loredana se estremeció, sacudió sus caderas y las levantó.     Mi polla se incrustó uno o dos centímetros dentro de su ajustada cavidad vaginal.     Se sentía muy apretada y ella dio una serie de gruñidos animalescos.

—¡Arghhh! … ¡Urghhh! … ¡Uhhhh! … ¡Hmmm! … ¡Oh, papi! … ¡Qué gran polla! … ¡Aaahhh! … ¡Ummm! … ¡Me corro, papi! … ¡Urghhh! … ¡Ahhhh! …

Meneó sicalípticamente sus cadera en círculos antes de decir.

—¿Viste eso, papi? … Hiciste que me corriera …

—Te estaba mirando y vi todo …

—Ese es el poder de tu hermosa polla, papi … Ahora métela toda y fóllame con fuerza … Tu puedes, papi … Eso es lo que quiero, que me folles … Haz follado mi boca y te haz corrido en mis tetas … Ahora te quiero sentir en mi coño, papá … Folla mi coño caliente, estrecho y mojado … Es para ti, papi …

 

 

No podía seguir aguantando.     La tomé en vilo y la lancé en medio de la cama, ella lanzó un grito de sorpresa, pero vio que me ubicaba entre sus piernas y las abrió ampliamente para mí.     Tomé sus piernas y las doblé sobre su pecho, en esa posición tenía su culo y su coño a mi completa disposición.     Loredana tenía los ojos abiertos como platos, pero no se quejaba de nada.     La había levantado como una pluma y ni siquiera sentí su peso cuando la boté contra el edredón.     Me di cuenta de lo ligera y vulnerable que era en mis fuertes brazos, ahora la tenía a mi merced bajo de mí.     Podía perforar con todas mis fuerzas ese esplendido culo suyo y causarle un dolor terrible, o sumergir mi polla dura como el acero en ese espectacular y tierno coño suyo adolescente.

 

 

Todavía estaba un poco indeciso.     Mis instintos animales primarios me decían de follarla sin misericordia de ningún tipo.     Pero como padre sabía lo errado que podía ser cualquier movimiento de mi polla.     Tire sus piernas juntas sobre mi pecho y di un golpe de caderas con todas mis fuerzas.

—¡Oh, papi! … —Gimió mi princesita.

Y mi pene resbaló en medio a sus mojados labios, deslizándose prepotentemente al interior caliente y mojado de su apretado coño.     Escuché varios gemidos más y su cuerpo se puso tenso, apreté sus piernas y la comencé a follar con fuerza.     No había tenido tantas mujeres durante mi vida, había amado a su madre como a ninguna otra, pero nunca había sentido un coño como el de Loredana.    Había un hechizo y fascinación en su sexo de mujer.     Quería ser yo el dominador, quería ser yo quien la sometía, pero era ella que me embrujaba con el delicioso roce aterciopelado que estrujaba mí polla con deliciosas contracciones húmedas.

—¡Oh, papá! … Te amo … Necesitaba esto …

—Yo también te amo, cariño …

No podía penetrarla más que eso, pero de todas maneras empuje con mayores bríos dentro de su ajustado coño hasta golpear su trasero con mis bolas.     Quería fundirme dentro de ella y quedar acoplado por siempre con su candente conchita como si fuese parte de ella y ella parte de mí.     En algún modo ya lo éramos, ella carne de mi carne, yo la había engendrada en el coño de su madre, solo que ya no era una cosa solo biológica, esto se había convertido en nuestra realidad presente al unir nuestros sexos cachondos.

—Tu polla está dentro de mí, papi …

Dijo Loredana separando un poco sus piernas y acomodándolas más cerca de mis hombros, luego agregó.

—¿Sabes que he soñado con esto desde que era una niña? … Soñaba con tu polla mucho antes de saber que también me podías follar con ella …

Para mí este estimulo era demasiado, sentí el cosquilleo y la contracción de mis bolas.     No me gustaba que sucediera tan rápido, pero la previne diciéndole.

—¡Umpf! … Me voy a correr, tesoro … ¡Uhhhh! …

—Córrete dentro de mí, papá … Llena mi coño por primera vez … Dámelo todo …

Me instó Loredana casi implorándome.     Le di una violenta embestida y dispare mi semilla profundamente dentro de su coño palpitante.    Aferré sus pierna con todas mis fuerzas y le enterré mi daga de carne profundamente para rociar sus paredes vaginales con mi semen caliente.    Me vacíe enteramente dentro de ella y ella uso sus músculos vaginales para drenar completamente mis bolas.     Fue una sensación de desahogo y satisfacción que nunca había sentido.     Parecía que mis borbotones nunca acababan de salir de mi polla.     Chorro tras chorro, expulsé todo el contenido de esperma acumulado en mis bolas en lo profundo de la matriz de mi hija.

 

 

Loredana enterró sus uñas en mis brazos, sus ojos estaban cerrados aceptando con devoción la semilla de mis paternales cojones, moviendo ligeramente su ingle y succionándome más y más dentro de ella.     El sexo siempre había sido una cosa intensa y placentera entre nosotros, pero esto estaba un nivel más arriba, completamente diferente, era como rendirse cuenta de estar vivo, gozando de la vida.     Me estremecí por mucho tiempo mientras mi polla convulsionaba, incluso después de haber disparado la última ráfaga de semen en su acogedora panocha, Loredana sobajeó y ordeñó mi polla hasta cuando dejé de embestirla.

—¡Oh, papá! … ¡Ahhh! … ¡Uhhh! … ¡Hmmm! … Me corro, papá … ¡Ummm! … Me estoy corriendo con tu polla, papá … ¡Ooohhh! … ¡Ahhh! …

Le solté un poco las piernas y ella las envolvió alrededor de mi cintura levantando al mismo tiempo sus caderas para hacer que mi pene se enterrara más profundo dentro de ella.     Mientras temblaba toda y movía su cabeza de lado a lado balbuceando palabras de placer apenas inteligibles.

 

 

Me incliné sobre ella y la aferré por los hombros levantando en vilo su frágil cuerpecito de niña con mi polla profundamente enterrada en su coño, me subí sobre la cama y la dejé caer con la cabeza sobre una almohada, luego la aplasté con mi cuerpo y la seguí follando.     Ella me mordió el hombro y enterró sus uñas en mi espalda, me volví loco y clavé mi pija con todas mis fuerzas en ella.     Podía sentir las contracciones de su vagina aprisionando mi polla, atormentándome con fuertes apretones de sus músculos internos, la abracé fuerte experimentando un placer nuevo e indescriptible.     Loredana emitió un sonido animalesco y gutural, gruñendo cerca de mí oído.

—¡Otra vez, papá! … Estás haciendo que me corra de nuevo … Que rico que me follas, papi … ¡Aaaahhhh! … ¡Ahhh! … ¡Dios, mío! … ¡Fóllame, papi! … ¡Fóllame siempre así! …

Loredana se agitaba bajo mi peso y su coño devoraba mi polla lamiéndolo y mordiéndome con sus suaves carnes candentes.

 

 

Quedé exhausto y sentí a Loredana respirando con mucha dificultad, casi sin aliento.     Una paz infinita de apoderó de nuestros cuerpos, como si se hubiesen sosegados.     Todavía estaba dentro de ella, pero parecía que podíamos quedarnos así por una eternidad, solo respirando y gozando de las sensaciones sensoriales que estimulaban a nuestros cerebros.     Estábamos unidos como un solo cuerpo.     Aunque si no me quedaba más semen en mis bolas, no quería sacar mi pene de la vagina de mi hija, quería seguir follándola para toda la vida.

—¡Oh, papi! … ¡Me gustó tanto! … ¡No puedo creer que hayas llenado mi coño! …

Su boca buscó mi boca y nos besamos compartiendo nuestras salivas.

—Sí, cariño … Nunca me había corrido así con nadie … Solo tú puedes hacer que esto suceda … Hubiera querido follarte mucho antes si hubiese sabido de las delicias de tu coño en mi polla …

La escuché reír, deslizó sus manos sobre mis glúteos y me amarró con sus piernas y me dijo.

—¡Eres increíble, papi … ¿Qué tal si vuelves a follarme de nuevo? …

—¡Hmmm! … Haz leído mi mente … Era justo lo que pensaba hacer …

Saqué mi polla de su panocha caliente y luego la volví a meter.     En cualquiera otra ocasión, me pene se habría ablandado, pero Loredana era mejor que el viagra.     Mi pene comenzó inmediatamente a engrosarse y a crecer, los gemidos y suspiros de ella me estimulaban aún más.     Ella abrió los ojos y me miró fijamente.

—¿Sabes, papi? … Hasta ahora había tenido sexo con niños de mi edad … Esta es la primera vez que lo hago con un hombre de verdad … Tu polla es deliciosamente muy diferente … Me haces feliz …

¡Dios!   Ella sí que sabía como estimularme.    Agarré una de sus piernas y la levanté lo máximo que pude, ella se medio giró sobre la cama y quedé montado sobre su otra pierna, entonces su coño quedó muy abierto y así comencé a embestirla con todas mis fuerzas.     Loredana chillaba como una puta caliente contorsionándose y moviendo su culos para sincronizar mis clavadas con sus empujones contra mi polla.     Sostuve su pierna con mi brazo izquierdo y con mi mano derecha inicié a masajear su clítoris, sus gritos aumentaron y también sus convulsiones.     Sus chillidos y sus risas eran el mejor estimulante para mi lascivia y lujuria.     ¡Dios santo! Sí la folle con toda mi alma.

—¡Folla mi coño, papi! … ¡Fóllame con tu polla grande y dura! …

—¿Querías la polla de papá? … ¡Pues siéntela! …¡Está toda dentro de ti! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Tómala! …

La empujé con más fuerza.     Sentí sus quejidos y fuertes gemidos, pensé que la estaba lastimando, pero ella se dio cuenta que me calmaba y me gritó con fuerza.

—¡Más, papi! … ¡Más fuerte! … ¡Dámelo todo, papá! … ¡Dame más! … ¡Ooohhh, papi! …

Me rogaba por más y yo se lo di.     La embestí salvajemente, la hacía casi levantar sobre el colchón, su cuerpo parecía volar en el aire mientras ella tentaba de aferrarse con las uñas a las sábanas.     Cada vez que le daba una violenta embestida ella gruñía y chillaba pidiéndome que le diera más duro.

 

 

Su coño estaba cremoso, dejando salir en forma de espuma la mezcla de nuestros fluidos, mi ingle y mis bolas estaban empapados en ello.     Las contracciones de ella y sus gruñidos me decían que estaba cerca de otro orgasmo.     No pensé que pudiera volver a correrme una vez más, pero escuchar sus cachondos sonidos me tenían al borde de mi propio clímax.

—¡Dámelo, papi! … ¡No te detengas! … ¡Sigue por favor! … ¡Así, papi! … ¡Ssiii así! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii, papi! … ¡Si!, ¡Si!, ¡Si!, ¡Sssiiiii! …

—¡Tiene! … ¡Tómalo! …¡Toma todo mi semen! … ¡Solo para ti, cariño! … ¡Carajo! … ¡Solo para ti! …

Eyacular en el coño de mi niña al mismo tiempo que ella alcanzaba su orgasmo fue una cosa increíble, para mí como para ella.     Mi clímax duró un instante, pero ella convulsionó por una decena de segundos, quizás más.     Pero continué bombeando su enfebrecido coño tembloroso que me hacía tiritar con pequeñas y cada vez más débiles contracciones.     Me encantaba follarla y darle lo que siempre había querido.

 

 

Le bajé la pierna y me recosté a su lado, rápidamente ella se montó sobre mí y se aseguró de meter mi polla en su joven coño.

—¡Oh, papi! … No tienes idea de cuanto soñé este momento … Tu polla dentro de mí …

Me dijo besándome entre jadeos.

—Nunca pensé que sería tan rico estar contigo, papi …

Dijo besándome el cuello y lamiendo mi lóbulo, agregando seductoramente.

—Y ahora estás dentro de mí, papi … Es mejor de lo que nunca imaginé …

 

 

Me quedé dormido dentro de ella y ella cedió al cansancio adormeciéndose sobre mi pecho.    Se había finalmente completada nuestra unión.     Una unión carnal entre padre e hija.     Una unión incestuosa.     Una unión de pareja.     Era nuestro destino.     Teníamos mucha vida por delante y estaba en nosotros nuestra propia felicidad.

 

Fin.

 

 

***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

 

 

El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

 

 

[email protected]

 

110 Lecturas/19 junio, 2025/0 Comentarios/por Juan Alberto
Etiquetas: colegio, confesiones, incesto, madre, mayor, mayores, playa, sexo
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