Mi madre mi mas bello amor !
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Desde los 16 años vivo con mi madre y mis dos hermanas, puesto que papá nos abandonó por una secretaria que conoció en su empresa. El ayudaba en los gastos de la casa como era su obligación pero cada vez sus contribuciones eran mas esporádicas, por lo que mi madre decidió buscar un empleo en el área de producción de una fábrica de unos amigos de la familia. Tuvimos que vender la casa muy confortable donde vivíamos y mudarnos a una muy pequeña en un barrio cuyos impuestos y servicios públicos pudiéramos solventar. La mudanza ya causó demasiados traumatismos, puesto que cada uno de nosotros contaba con su habitación, mientras que en el nuevo hogar fue preciso que mis dos hermanas, una mayor y otra menor que yo compartieran un cuarto y yo el otro con mi madre. La casa contaba con una reducida área de ropas, cocina y servicios, pero un solo baño para todos.
Mi madre tenía 36 años cuando mi padre la dejó. Como él, trabajaba como agente comercial en todo el país, la verdad es que no nos hizo mayor falta cuando no regresó definitivamente. Por eso nuestro hogar se limitaba mamá, sus dos hijas adolecentes y yo; que a la postre y a pesar de que ellas todavía me consideraban un chico, hacía mucho rato había despertado sexualmente y dentro de mi cabeza existían un mar de dudas, deseos reprimidos, complejos de culpa y frecuentes ejercicios onanistas, desde los 11 años mas o menos. Sé que no es fácil aceptar que desde la niñez uno comience a engendrar conductas extrañas, taras, fetiches o desviaciones para el resto de su vida, pero también quiero dejar en claro que uno obedece a impulsos, estímulos sensoriales, visuales, etc, y que justamente por haber convivido con tres mujeres, estuve expuesto a estos estímulos permanentemente. He sido de un carácter reservado y prudente, y jamás di pie para que mis emociones quedaran en evidencia delante de las de mi casa. El hecho es que desde que tengo memoria siempre observé a mi madre desnuda o en ropa interior en casa, lo mismo que a mis hermanas, y si bien, en ese estadio de la niñez esto no reviste la menor importancia, llega un momento donde algo despierta dentro de nosotros, y comenzamos a descubrir algo elemental: piel; y en este caso piel femenina y hermosa para terminar de agravar las cosas.
Mi madre es una mujer de 1.65 mts de estatura, 66 kilos de peso, cabello corto y piel clara pero con el bronceado permanente de las mujeres de clima cálido, pues vivimos en una ciudad del sur del país donde la temperatura alcanza un promedio de 30 grados y algo mas, durante todo el año. No tiene un busto prominente, pero en compensación gran parte de su peso corporal se ubica en sus caderas, nalgas y piernas, con una apariencia muy provocativa, a pesar de que en la calle sea muy recatada en su vestimenta diaria y mucho mas en su trabajo. Su única diversión conocida desde entonces se resumía a la piscina de un club campestre en las afueras de la ciudad, a donde la acompañábamos con mis hermanas los días domingos o festivos. Nuestra vida era absolutamente previsible y común, dado que los ingresos económicos no sobraban en el hogar y los tres hijos demandábamos gastos considerables a pesar de que entre otras privaciones, tuvimos que ingresar a las escuelas del estado.
En el momento en que tuvimos la noticia de que mi padre había abierto un nuevo hogar, mi madre entró en un proceso depresivo que la tuvo bastante mal. Esta situación generó en mí sobre todo, un odio irreconciliable hacia él, hasta el día de hoy, pues no soportaba ver a mi preciosa mami sufriendo por causa de ese mal nacido, máxime cuando ella como esposa y madre jamás dejó nada que desear; todo lo contrario. Con el pasar de los meses y cuando iniciábamos el período de vacaciones unas tías que viven en otra ciudad, nos convidaron a visitarlas, lo cual mis hermanas aceptaron, pero yo no, pues decidí quedarme acompañando a mi mamá, máxime cuando en ese momento logré que me emplearan como mensajero en una fábrica de unos conocidos de la familia. Quería demostrarle a mi madre que yo podría asumir el papel del hombre de la casa y de paso contribuir económicamente. Frecuentemente conversaba con ella y trataba de darle ánimos, por lo que su actitud fue cambiando con el pasar del tiempo. Hasta ahí todo perfecto.-
Como comentaba antes, el afán de todos en casa por las mañanas por tomar baño y alistarnos, hacía que muchas veces viera a mis hermanas prácticamente desnudas en su cuarto, mientras se vestían, lo mismo que a mi madre y quizás ellas no tomaban las precauciones de cerrar puertas y ventanas, primero por el calor, y segundo porque estábamos acostumbrados a vernos desnudos desde niños. Además la ducha tenía una puerta de acrílico que permitía observar claramente nuestra silueta cuando nos bañábamos, y para colmo de males no encajaba bien en el marco, por lo cual permanecía entreabierta y si cualquiera se detuviera unos segundos, daba para ver perfectamente a quien estuviera adentro. De hecho existía la confianza mutua de que ninguno en casa se detendría a fisgonear a nadie… en mi caso particular, hasta ese verano.
Una tarde que mi hermana mayor se duchaba, al llegar del colegio desprevenidamente miré por la hendidura del marco que era bastante amplia, como ella rasuraba no solo sus axilas sino su vello púbico, hasta quedar completamente depilada, una costumbre que no tenía mi madre. Esto me pareció extraño, pero al detenerme en su cuerpo, una sensación de angustia me fue invadiendo y excitando y sin poder explicármelo dirigí mis ojos al contorno de sus caderas y su trasero sedoso y grande, como buena herencia de mi madre. Me detuve en sus pechos pequeños pero con unos pezones puntiagudos y erectos, y finalmente anclé mis ojos en su vientre, su sexo descubierto y sus bellas piernas y pies. Mi hermana no se dio por enterada, hasta que al mirar a donde yo estaba me pidió que le alcanzara una toalla pequeña puesto que se había lavado el cabello. Salió envuelta en la toalla de baño, y con la otra improvisó un tocado para cubrir su cabeza. Yo puse cualquier tema de conversación, mientras lavaba sus pequeños interiores blancos y los ponía a secar en la cuerda. En ese momento percibí que era toda una mujer, y que a sus 17 años, estaba formada físicamente como tal. En ese momento sentí vergüenza conmigo mismo, y supuse que mi conducta no era la mas apropiada, pero al darme cuenta del desparpajo de ella al entrar al cuarto y colocarse su crema humectante sin cerrar la puerta, la tranquilidad retornó un poco. De todas maneras yo sabía que la había detallado como toda una hembra, cuyo parentesco poco o nada me importaba y que me inspiraba un deseo hasta entonces desconocido. Aproveché que se fue a la sala a estudiar en el comedor y entré al baño y sin poderme contener me masturbé con la deliciosa imagen de su desnudez tatuada en mi cerebro.
Al día siguiente me desperté mas temprano que ellas, me bañé apresurado y las llamé para que se alistaran. La primera en entrar a la ducha fue mi hermana de 15 años, quien era mas delgada y alta. Adormilada se despojó del camisón de su pijama, se quitó sus interiores y abrió la llave. Su cuerpo aun sin terminar de formarse ya mostraba una mujer esbelta, con unos pechos mucho mas grandes que los de mi otra hermana, piernas largas, pero sin la voluptuosidad de las caderas y el culo de las otras. Acabó de ducharse y salió envuelta en su toalla hacia el cuarto de ellas que quedaba enfrente del pequeño patio interior y frente al área de servicio, y desde donde, por medio de su ventana abierta podía verla mientras rápidamente comenzaba a colocarse sus ropas para ir al colegio. Enseguida entró mi hermana mayor, pero tuve que cancelar mi propósito de verla de nuevo porque mi madre también se levantó para ayudarme a preparar los desayunos que ya había adelantado. Debido al intenso calor, todas dormían con unos camisones cortos de seda que dejaban ver sus curvas y sobre todo el movimiento libre de sus nalgas al caminar, puesto que su ropa interior era demasiado pequeña, aparte de que ninguna usaba sostén en casa. Así vi a mi preciosa madre esa mañana, y reparé en cada uno de sus movimientos, y en la gracia de su divino trasero de puta, así como en sus téticas pequeñas. Me extasié en sus piernas cuando las cruzó para tomarse un café en la mesa auxiliar de la cocina, y las vi adornadas de una ligera celulitis que acabó de excitarme mas. Por último me detuve en sus pies, delgados, lisos, con unos dedos perfectos y cuyas uñas estaban finamente decoradas con un esmalte nacarado, y desde ese momento quedé marcado por el fierro del mas inexplicable de los fetiches, puesto que el solo hecho de contemplárselos bastaba para llevarme a los mas altos grados de la concupiscencia.
Ese día fue terrible. No pude aguantar los deseos de expiarla y gracias a que mis dos hermanas ya se habían marchado para el colegio, con el corazón latiendo acelerado me ubiqué donde pudiera abarcar con mis ojos todo ese universo de piel, en esa mujer madura, cuyo vientre mostraba unas estrías que le daban un toque hermoso, hasta donde un rombo de vellos negros ocultaba la majestuosidad de sus grandes labios vaginales, como una impronta de deseo en medio de sus piernas gruesas.
Sus caderas anchas complementaban su culo redondo y ligeramente caído por la gravedad pero sus nalgas eran todo un desafío a la sensatez. La piel de su trasero era de un color marfil, estampada de lunares, y el perímetro de sus piernas llenas pero delineadas estaba sembrado de unos delicados vellos dorados que ella cada semana decoloraba para ir a su piscina. En resumen; ver con otros ojos la indescriptible belleza de mi madre marcó para siempre el destino de mi lujuria y mis deseos mas profundos, y sabiendo que estaba cometiendo el peor de los pecados posibles, no me importó partir para la adoración de su cuerpo durante tantos años, amándola como sé que nadie lo hubiera hecho en su vida y apartando de mi el sentimiento de culpa por el incesto que ya había comenzado a experimentar, me decidí a hacerla mía, así tuviera que recurrir a lo que fuera, con tal de convertirme en su amante, en su marido y mas que nada en el ser que estaría dispuesto a jugarme hasta mi propia vida por hacerla mi mujer, mi preciosa hembra, mi mas bello amor… esa mujer que por aberraciones del destino estaba ligada a mi faltamente por el sentimiento filial que nos debíamos.
Hay situaciones en las que todo confluye para que las cosas mas descabelladas ocurran. Y creo que el destino nuestro estaba ligado a nuestra relación marital tarde o temprano. Comenté antes que compartía el cuarto con ella, y que muchas noches antes, tuve sensaciones raras pero exultantes cuando la cercanía de su piel era evidente pues dormíamos en la cama matrimonial, y que sin explicarme cómo, palpar sus piernas cerca de las mías era algo que me gustaba. De otro lado su pijama no era que la cubriera demasiado, por lo que muchas ocasiones observé sus pantis diminutos, asfixiando todo ese sacrílego monte de venus, del cual escapaban por sus bordes unos traviesos y suaves vellos negros. Sin embargo hasta ese día comprendí porque me ponía nervioso su cercanía en la cama, y en particular cuando me abrazaba antes de dormirse para darme las buenas noches. Días atrás por el calor sofocante, adormecida se libró de su sábana, y al levantarme y prender la luz para ir al baño, el espectáculo de su cuerpo de diosa impura era inaguantable para cualquier mortal. Estaba dormida boca abajo con su pijama enrollada arriba de su cintura, con la pierna derecha doblada y abierta, y su majestuoso culo desnudo expuesto a mi merced, mientras la tanguita entraba dentro de él, dejando gran parte de su sexo a mi disposición. Me sentí mal, porque era mi madre, y a pesar de que el pecado y el deseo gritaban mas alto, terminé por cubrirla buscando un poco de alivio a mi atormentada conciencia.
Una semana después mis hermanas viajaron de vacaciones donde mis tías. Decidido a todo. La esperé como todas las noches y le sugerí que tomara su ducha antes de comer. Salió del baño envuelta en una pequeña toalla que dejaba la parte inferior de sus nalgas descubiertas…. Qué espectáculo por Dios ¡ … Vistió su pijama celeste pero sin nada por debajo, por lo cual pude apreciar como se traslucían sus provocativos vellos púbicos, y se sentó a comer. Una vez terminamos llevé los platos al fregadero y la convidé para que viéramos un poco de televisión. Estaba muy asombrada con tantas atenciones, y me lo hizo saber en un tono irónico pero dulce. Nos sentamos en cada extremo del sofá… entonces agarré sus pies y un poco de aceite y comencé hacerle un masaje por sus talones, y pantorrillas… después agarré uno a uno sus coquetos deditos y los masajeé suavemente… pronto estarían en mi boca, pensé en ese momento… ella no fue indiferente a mis caricias y puedo asegurar que estaba excitada con cada movimiento de mis manos por sus pies.
Fue quedándose dormida, lo cual aproveché para separar ligeramente sus piernas y poder observar su sexo de fuego; ese promontorio que resaltaba por encima de su pijama, poblado de esos vellos que tanto he adorado… cuidando de no cometer un error la desperté y le dije que era hora de ir a la cama… muy obediente mi hermosa princesa me dio un beso en los labios como era su costumbre y se acostó. A la media hora decidí acostarme a su lado y a pesar de que le había dicho que dormiría en el cuarto de mis hermanas, ella me pidió que la acompañara pues le daban nervios sentirse sola. Dejé puestos mis pantaloncillos y poco a poco acerqué mi cuerpo al suyo, para que el calor que emanaba de los dos pasara desapercibido. Delicadamente levanté su sábana y allí estaba mi Diosa, con todo el esplendor de su sexo a centímetros de mis manos… no resistí la tentación y poco a poco posé mi mano derecha sobre su pubis, esperando alguna reacción pero no ocurrió nada. Ella seguía profunda. Entonces deslicé uno de mis dedos hasta sus labios y noté que esa gruta de la perdición estaba caliente y totalmente empapada de un líquido delicioso… embadurné mis dedos y los llevé a mi boca, varias veces, hasta que no pudiendo aguantar mas embadurné también mi pene y me masturbé como nunca lo había hecho hasta entonces. En un momento se dio vuelta de espaldas a mi y entonces enloquecido por el culo mas bello de la creación, me dispuse a acariciarlo con sigilo hasta que pude acceder al perímetro de su ano, palpar sus pliegues perfumados y sentir la estrechez de ese culito que estaba destinado a ser mío por siempre.
A la mañana siguiente desperté con una sensación de tristeza y remordimiento. Mamá se levantó sonriente y me abrazó dándome las gracias por todo lo que hacía por ella. Entro a la ducha y de nuevo mi tormento tomó vuelo, contemplando su desnudez, en la cual me hubiera podido deleitar por toda mi vida, sin cansarme de recorrer con mis labios cada centímetro, cada poro de su piel. Salió apresurada medio envuelta en su toalla y en ese instante los dioses de la perversidad me trajeron a la mente la idea de que debía invitarla esa noche de viernes a tomar un buen licor. Le pedí que terminara rápido sus labores pues le tenía reservada una gran sorpresa, y ella abriendo mas de la cuenta sus grandes ojos cafés me aceptó la oferta. Cuando regresó de su trabajo, ocurrió lo rutinario, ducha, cena muy frugal, pero al llegar a la sala destapé una botella de vodka con jugo de naranja y se la ofrecí. Cuidé de que bebiera lo suficiente y despreocupadamente y tal vez por la mezcla del jugo de naranja no sintió como iba embriagándose poco a poco. Como a las dos horas en las que repetí los masajes en sus pies, y conversamos de todo, se fue quedando dormida. Aproveché para llevarla casi cargada a la cama, la recosté, la cubrí y esperé a que se durmiera profundamente. A la media hora regresé al cuarto y sin dudarlo un instante, le halé la sábana. Me quedé estupefacto al ver que se había quitado la pijama y solo tenía una pequeña tanga roja. Su respiración era profunda, lo cual aproveché para ir quitando poco a poco esa pequeña prenda, hasta dejarla como Dios la trajo al mundo. Enloquecido de deseo abrí sus piernas y me estremecí al contacto de mi boca con su sexo empapado de ese líquido delicioso que lamía con sevicia. Ella daba unos ligeros gemidos pero no se despertó. Besé sus piernas, su vientre y sin recostar mi cuerpo sobre ella chupe sus teticas hasta ver crecer sus pezones dentro de mi boca. Estando con mi miembro a punto de reventar lo acerqué a su boca y lo refregué dejándole rastros del líquido seminal en sus carnosos labios.
Quería mas, pero temía que al penetrarla así como estaba, el peso de mi cuerpo pudiera despertarla y causar no sé que tragedia. Entonces poco a poco la fui volteando de lado hasta que logré que quedara de espaldas a mi… gimió un poco pero siguió durmiendo con las piernas encogidas … al tenerla así con todo ese culo que me enfermaba de solo observarla, me coloqué con mi rostro justo en medio de sus nalgas y a pesar de lo pesadas por el gran tamaño, las abrí de par en par para lamer todo ese orificio por el que deliraba cuando chupaba sus interiores en el baño y olfateaba esa perversa mezcla de todos sus humores y fluidos. Cuando me sacié de todo lo que brotaba de sus entrañas, me acomodé detrás de ella y acercando mi aparato, abrí sus nalgotas preciosas, llevándolo hasta la entrada de su vulva y con toda la meticulosidad del mundo la fui penetrando hasta que no quedó nada, y a pesar de haber parido tres hijos puedo asegurar que su cuquita tenía la estrechez que cualquier jovencita hubiera deseado… me mantuve así, en unos movimientos imperceptibles y en un momento en que toda mi hombría luchaba por desprenderse tuve que retirárselo para no embadurnarla con toda la carga de semen que contuve en mis manos…. Me limpié y la limpié a ella… intenté dormir pero no pude, pues una vez la emoción de mi eyaculación terminó, vino junto una carga de remordimiento atroz y me sentí como el peor de los mortales.
Sin embargo en un momento de laxitud la observé de nuevo, desnuda, indefensa, con su culo retándome para que continuara dentro de ella y sin dudarlo un instante la penetré de nuevo y la penetré dos veces mas hasta que el cansancio me derrotó y me quedé dormido a su lado, completamente desnudo también. Menos mal desperté primero, me levanté sin hacer ruido pero bastante confundido… fui al cuarto y la cubrí con la sábana y esperé como hasta las nueve de la mañana para despertarla… temía que hubiera sentido algo, estaba aterrorizado… Sin embargo se despertó sonriente y fue a buscarme a la cocina a preguntarme a qué horas se quedó dormida… me dijo, fingiendo un cierto enojo que yo era un chico muy malo, que la había emborrachado y que en lugar de haberle dado un masaje la había dejado abandonado en su cama solita… soltó una carcajada, me abrazó y me dijo que era lo mas hermoso que ella tenía en su vida… y que de todas maneras le debía su masaje… Este masaje quedará para una próxima oportunidad….
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!