Mi madre mi primer amor y la primera mujer poseida por mí. Segunda parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
2ª parte. A los pocos día llegó mi padre. Aquella misma noche mis padres tuvieron una gran discusión. Mi padre había conocido a otra mujer en algún puerto y quería divorciarse de mi madre. El día que mi madre se entregó a mí ya sabía ella algo de esa infidelidad y por eso creo que en cierto modo lo había hecho por despecho hacia mi padre. Yo oí la discusión, pues daban grandes gritos. En el fondo, aquello me gustaba, si mi padre se divorciaba de mi madre yo quedaría como el hombre de la casa. El ambiente aquellos días en casa estaba enrarecido, pero ellos a mí no me habían dicho nada; todo lo que yo sabía era por lo que les había escuchado en sus discusiones . A los tres días del regreso
de mi padre , me preguntó mi madre si ya le había yo comentado a mi padre mi preocupación por el tamaño de mi polla y por no poder descapullar. Le dije aún no mamá, es que no sé como decírselo. Entonces mi madre me dijo que se lo tenía que decir, tienes que ir al médico con él, piensa que si no descapullas no podrás nunca penetrar a ninguna mujer. No querrás siempre conformarte con correrte a las puertas del chochín, además a las hembras nos gusta que el macho nos penetré y derrame su semen dentro de nosotras, lo del otro día hijo estuvo bien pero puede ser aún mucho mejor. Intuí que mi madre con esas palabras estaba insinuando que quería ser poseída por mí, y eso me animó a abordar a mi padre y contarle lo que me pasaba. Estaba decidido, cuando viniese se lo diría, pero cuando él vino no me atreví .
Al día siguiente mi madre me volvió a preguntar, y le dije que no. Se enfadó y me volvió a insistir, e incluso volvió a insinuar que quería ser perdonada completamente por aquel bofetón que me dio y que lo del otro día, cuando hicimos el amor sin penetración debía tener una continuación plena para obtener el perdón completo. Yo deseaba mucho penetrar a mi madre, pero parecía que mi madre también deseaba mucho ser penetrada por mí, pero yo quería que no lo hiciese por despecho hacia mi padre. Estaba en un mar de dudas. Pero el estimulo de mi deseo y el morbo que me daba que mi madre también desease lo mismo que yo, me dio el valor de afrontar la situación y aquella misma noche se lo dije a mi padre. El con bastante frialdad se limitó a decirme que hablaría con su amigo médico para concertar una consulta.
Al día siguiente, me dijo el próximo Viernes por la mañana iremos al médico, así que ese día no iras al colegio. El Sábado él volvía a embarcar. Llegó el Viernes y fuimos al médico. Nos dijo que no era fimosis, sino unas adherencias balano prepuciales que no dejaban desarrollar bien el pene y que teníamos que haber venido antes pues ahora si quería que creciese tendría que ser a base de hormonas y el resultado con ellas era incierto, pero que de todas formas algo más si que crecería incluso sin hormonas. Me quitó aquellas adherencias a lo vivo, sin anestesia ¡qué dolor! casi me desmalle, recuerdo que me sacó un licor de cerezas para reanimarme . Nos dio unos polvos que tenían función cicatrizante y desinfectante para que me los pusiese dos veces al día, una por la noche antes de acostarme y otra por la mañana al levantarme. Primero debía descapullar el glande hasta abajo, lavar con agua bien la zona, luego secar bien con gasas y luego rociarla con aquellos polvos blancos. Debía hacerlo durante quince días. Dijo que los primeros días al descapullar tendría dolor pero que con los días el dolor iría disminuyendo hasta llegar a desaparecer. También nos dio unas pastillas que dijo eran para evitar la erección pues esta podía ser muy dolorosa durante el tiempo que tardase en cicatrizar bien. Una cada doce horas. Así que allí mismo me tomé la primera.
Aquella misma noche mi padre me hizo la cura. Al bajarme el glande y descapullar tuve un gran dolor, pero a la vez estaba contento de ver que podía descapullar el glande completamente. Mi padre me dijo que me fijase bien como hacía la cura, pues mañana el ya no estaría y me la tendría que hacer yo. Yo le dije igual que ahora me lo haces tú, mañana cuando no estés tú me lo podría hacer mamá. Me dio un bofetón. ¿cómo se te ocurre decir eso? No tienes ya edad para que tu madre te vea desnudo. Yo, lleno de coraje estuve a punto de decirle lo que habíamos hecho yo y mamá, pero afortunadamente no se lo dije. Me limité a decirle que aunque tenía quince años mi pene en flacidez era como el de un niño de cinco y que a esa edad sí que me lo había visto mamá. Mi padre aunque se iba a divorciar de mi madre creía tener todos los derechos sexuales sobre ella y el hecho de que ella tocase el pene de otro hombre aunque fuese haciéndole una cura a su hijo parece que le había herido en su hombría de marido posesivo y celoso, y me contestó con clara intención de herirme, no te da vergüenza que tu madre vea que aunque tienes quince años tienes la polla de un niño pequeño.
Pese a decirme eso para humillarme seguro que él recordaría también que el médico nos había dicho que con el tamaño que tenía mi pene en erección era más que suficiente para dar placer a una hembra, y por eso me atreví a contestar a mi padre y le recordé que el médico nos había dicho que yo podía follar perfectamente; y que además una madre no se avergüenza nunca de los defectos físicos de un hijo. Me cayó otro bofetón. De todas formas yo tenía decidido pedirle a mi madre que me hiciese las curas y sólo tenía la duda de tomarme o no esa noche la pastilla para evitar la erección, pues si la tomaba al día siguiente no tendría yo una erección cuando mi madre me tocase la polla y yo deseaba mucho esa erección delante de ella con el glande descapullado hasta abajo para que ella pudiese ver que ya podía follar con normalidad. No pensaba yo en el dolor que me produciría una erección en las condiciones en que estaba, solamente pensaba en demostrar a mi madre que ya podía hacer el amor, que ya podía follar. Me hizo la cura y me recordó que me tomase la pastilla para evitar las erecciones, se despidió de mí diciéndome que al día siguiente se iría temprano y ya no le vería. Me fui a la cama sin tomarme la pastilla. Acababa yo de meterme en la cama, cuando entró mi padre en mi habitación diciéndome he visto que no te has tomado la pastilla pues en la caja sólo faltaba una, la que te has tomado esta tarde, aquí te la traigo con un vaso de agua. Recuerda lo que dijo el médico, que una erección en estos primeros días podía ser muy dolorosa. Me la tuve que tragar . Mi padre me dio un abrazo y se volvió a despedir de mí. Una vez se había ido él, me levanté , fui al baño, y me provoqué el vómito haciendo el menor ruido posible para no llamar la atención.
Al día siguiente cuando me levanté mi padre ya se había ido. Mi madre seguía en la cama y fui a verla para pedirle que me ayudase en la cura. Si, cariño ve al baño que ahora mismo iré yo para curarte. La esperé sentado en el bidé. ¡Hola cariño! ya estoy a aquí para curarte ese pequeño tesoro. Te traigo también una pastilla que me dijo tu padre que era muy importante para evitar que tuvieses erecciones, pues serían dolorosas. Si mamá, pero aún no me toca. Bueno pues aquí la dejo para luego. Llevaba puesto su camisón cortito y nada más, ni bragas ni sujetador. Se sentó frente a mí y empezó a hacer lo que yo le iba indicando. Primero, mamá me bajas el glande con mucho cuidado y luego me la lavas con agua. Te ha dolido esta noche cariño. No mamá le respondí . Me la descapulló con mucha suavidad y a causa de la visión de de mi madre semidesnuda y del sensual roce de su mano en el glande empecé a notar que iba a tener una erección, acompañado de un dolor cada vez más intenso. ¡Ay!,¡Ay! grité. Mamá que dolor, para , para no sigas. Mi madre dijo, pero si con la pastilla no se te tenía que poner tiesa. Mamá, le dije medio en broma, , tu cuerpo es superior a cualquier pastilla, te ves tan hermosa y sensual que ni una caja entera de esas pastillas que me hubiese tomado hubiera evitado lo inevitable ante la contemplación de un cuerpo tan hermoso y sexyl como el tuyo. Fue a la nevera y trajo agua fría para bajarme el subidón, además se puso una bata para no enseñar tanta carne y la erección fue disminuyendo hasta llegar a la flacidez, a la vez que la intensidad del dolor se iba haciendo más soportable. ¿Seguro qué te tomaste ayer la pastilla? me preguntó. No sé mamá, a lo mejor se me olvidó. Pues ahora mismo te tomas la pastilla que te he traído y esperamos una hora para que haga efecto y entonces te haré la cura. Mientras aprovecharemos para desayunar juntos y para hablar de una cosa importante.
Ella preparó un delicioso desayuno y mientras lo tomábamos me contó que mi padre y ella se iban a divorciar. Me dijo que mi padre se había enamorado de otra y ya no le quería. Yo dije, se habrá vuelto loco, si tú mamá eres la mujer más guapa del mundo. Pero yo en el fondo me alegraba porque la mujer más guapa del mundo iba a ser ahora solo para mí. No obstante mi madre parecía no sentirlo mucho. Cariño, me dijo, por la economía no debes preocuparte, tu padre me dijo que lo iban a ascender a Capitán y que pactaría ante el Juez pasarnos una generosa cantidad todos los meses, con eso y con la renta que nos reporta el alquiler de los cuatro pisos que me dejaron tus abuelos no habrá problemas para que vayas a la Universidad a estudiar Medicina como siempre has querido. Y ahora vamos a hacer la cura. Me la hizo y pasaron los días.
Habían ya transcurrido catorce días desde la primera cura y la cosa iba muy bien, así que deje de tomar la pastilla para evitar la erección. Por la mañana después de la cura dijimos esta noche será la última. Llego la noche y antes de ir a dormir fuimos al baño para hacer la última cura. Yo fui primero y estaba como siempre esperando a mi madre sentado ya en el bidé. Entró mi madre vistiendo sólo el cortito camisón, lo cual me extraño, pues desde el día de mi dolorosa erección me había hecho las curas vistiendo recatadamente para evitar estímulos que desencadenaran mi erección, así que tocarme ella mi polla para lavarla y tener yo una erección fue todo uno. Ya no te duele, ¿verdad? hijo. Ya no mamá. Su cara al igual que la mía reflejaba satisfacción, sin duda para los dos aquella erección ya sin dolor era un motivo para estar contentos. Me la secó y yo le dije mamá ahora me echas los polvos, pero ella contestó no, hoy el polvo me lo va echar tú a mí, hijo. Hace cuarenta días que hicimos el amor, te acuerdas cariño.
Hoy volveremos a hacer el amor como amantes que se entregan el uno al otro con amor, pero también follaremos como macho y hembra que se aparean con lujuria. Mamá le dije, esto no lo harás por despecho hacia papá. Hijo, esto lo hago porque tengo ganas de follar con el hombre que hace cuarenta días me hizo el amor como nadie y ese hombre eres tú hijo, el único hombre que amo en mi vida. Yo sentado aún el bidé tenía mis escasos once cm. de cipote totalmente erectos y apuntado al techo, paralelos a mi abdomen, cuando mi madre de dirigió a mí, abrió sus piernas dejando cada una de ellas a uno de los lados del bidé y quedando su cara por encima de la mía fue bajando su voluptuoso cuerpo rozándolo con el mío hasta que la rajita de su chochín llego a tocar la punta de mi polla, que tomó en su mano para embocarlo justo en la rajita asegurando así que cuando yo empujase la penetración sería un éxito. Entonces me dijo soy toda tuya.
Entonces la penetré sintiendo una placer inmenso que fue aún mayor al oír exclamar a mi madre un grito de placer. Me levanté y al hacerlo también levanté a mi madre pues los dos formábamos un solo cuerpo unido por nuestros sexos. Con mis manos la agarré bien por el culo, y ella se abrazó a mi por mi cuello y sus piernas se cruzaban por detrás a la altura de mi culo. En esa posición comencé andar en dirección a mi cuarto, pero en el pasillo me detuve, apoyé su espalda en la pared y nos dimos un apasionado beso entre susurros y gemidos de placer. Luego dejamos esa posición y sin sacar yo en ningún momento la polla del tan agradable chocho de mi madre, en medio del pasillo me incliné yo y ella conmigo y empecé a meterla y sacarla sujetando su cuello con mis manos y ella apretando fuerte sus piernas contra mi culo.
Así llegamos hasta mi habitación sin soltarnos un solo momento, abrí yo mi armario pues en la parte posterior de la puerta de este había un espejo que me ofrecería la excitante visión de devolvernos la imagen de mi madre follando con su amante hijo. Entonces nos dirigimos hacia la cama, me senté en el borde de la misma, justo en frente del espejo que me devolvía una imagen esplendida del culo y de la espalda de mi madre. Si yo en el pasillo había llevado la iniciativa en el meter y sacar la polla, era ahora mi madre quien la tomaba y dirigía y con sensuales y provocativos movimientos de cadera que yo podía ver gracias al espejo, para después ser yo quien volviese a llevar la iniciativa tomándola del culo, se lo elevaba y dejando mi polla casi fuera sin llegar a sacarla, para luego ir dejando caer su culito lentamente mientras mi polla se volvía a introducir poco a poco hasta quedar engullida del todo por su húmeda y caliente vagina. Ella se puso a maullar como una gatita y me decía quiero que me folles como el gato folla a su gatita. Poco después los dos nos corrimos juntos de placer, depositando yo por fin mi semen en la vagina de aquella mujer, que además de una bellísima hembra era también una madre sensacional que me había hecho hombre, y me había hecho ver que mis escasos once cm. eran más que suficientes para hacer gozar a la más exigente de las amantes. (CONTINUARÁ).
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