Mi madre, mi primer amor y mi primera mujer poseida por mi. Primera parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El mayor placer que un hombre puede experimentar es el de penetrar con su pene el sexo de la mujer que le dio la vida. Y ello es aún más verdad cuando se trata de un adolescente cuya madre es aún joven y hermosa. Al placer sexual se añade el de transgredir el tabú de los tabúes, y por ello es la mejor experiencia que un hombre pueda experimentar, más aún si el hombre es virgen, y su madre la primera mujer en ser poseída por él.
Quién mejor que la mujer que te dio la vida, que te llevo nueve meses en su seno, que te alimentó con su propia leche, que te cuidó con amor y ternura durante la infancia, quién mejor para convertirte en hombre. Y a quién mejor un hombre puede regalar su virginidad que a aquella mujer que sabe que lo ama incondicionalmente y siempre estará a su lado, quien mejor para darle ternura en un acto que no se repetirá en la vida.
Eso me pasó a mí cuando tenía quince años. Mi madre me había tenido a los dieciocho años y en aquel sublime momento en que me convertí en hombre mi madre era un hembra de 33 años en todo su esplendor. Mi padre era marino mercante y por ello pasaba largas temporadas fuera de casa; de los doce meses del año pasaría unos nueve fuera y tres en casa, por lo que lo común era que mi madre y yo estuviésemos solos durante largas temporadas. Mi madre pues era una hembra desatendida sexualmente la mayor parte del año. He de decir que mi pene no era muy grande sobre todo en comparación con el de mi padre, lo cual me tenía a mí ciertamente preocupado; en erección tenía unos 11,5 cm. y en flacidez más o menos la mitad, e incluso si me retraía yo hacia mí mismo y apretando llagaba casi a desaparecer como engullido por los testículos y además no descapullaba bien, pues en erección no descapullaba y si yo tiraba del prepucio hacia abajo apenas aparecía la punta del glande, y si intentaba bajarlo un poco más el dolor era insoportable sobre todo si estaba en erección. Un día me atreví a comentárselo a mi madre, pues mi padre como he dicho no solía estar en casa y con él tenía yo muy poca confianza. Mi madre me pidió que se lo mostrase, pero me daba vergüenza y además el hecho de que la comparase con la de mi padre, la cual yo había visto en flacidez y aún así era mucho más larga que la mía, por lo que en erección debía medir más de veinte cm., me producía más vergüenza todavía.
Pero al mismo tiempo me excitaba el hecho de que mi madre me viese el pene, pues desde que había descubierto la masturbación a los doce años, mi madre era la mayor fuente de inspiración, sobre todo su hermoso culo que yo de niño cuando dormía con ella veía casi todos los días cuando ella se levantaba de la cama y se quitaba el camisón, ya que dormía sin bragas , lo cual es una sana e higiénica costumbre que pocas mujeres practican y que yo enseñe a la que ahora es mi mujer y a la que por cierto adoro y quiero con locura. Al levantarse y quitarse el camisón ella se quedaba desnuda; un camisón por cierto de esos cortitos que por delante simplemente tapan justo el chochín y por detrás dejan al aire la parte más baja del culo permitiendo ver algo de la rajita, esa parte de la rajita que se curva para ir a buscar el chochín.
Esa visión de mi madre me gustaba, pero yo no sabía el porque, ni la asociaba yo con nada sexual pues tendría yo unos seis años, aunque a veces se me producía una erección que yo al principio no asociaba a la visión, pero luego poco a poco sí que fui asociándola. De hecho, cuando yo a los siete años pasé a adormir a otra habitación algunas veces yo aún veía a mi madre que se levantaba de la cama e iba al baño paseando por la casa llevando solo el camisón y me encantaba asomándome a la puerta de mi habitación verla andar y como al ritmo de sus caderas el bamboleo del camisón iba dejando ver ahora un poquito menos ahora un poquito más su culito y esa deliciosa rajita , y luego de vuelta a su habitación verla venir de frente y poder ver a veces un poquito de su vello púbico y de sus bien proporcionadas tetas que se dejaban ver gracias al generoso escote de aquel camisón de ensueño. Volviendo a cuando dormía en el cuarto de mis padres, mi madre cuando se levantaba, siempre lo hacía de espaldas a la cama donde yo aún estaba, supongo que aunque yo era pequeño prefería por pudor mostrar su culo y no su chochín, así que yo siempre veía a mi madre por detrás, la espalda , sus hermosas piernas y su culo, un culo que me ha fascinado toda mi vida. Ahora al contarle yo mi problema ella me había pedido que se lo enseñase y yo estaba deseando quedarme desnudo ante ella, pero a la vez me daba vergüenza debido al pequeño tamaño de mi mingola (así llamaba ella coloquialmente al pene), pero a la vez sabía que ella sería comprensiva y en ningún momento se iba a reír de él. Así que le dije: Esta bien, mañana te lo enseñaré. Al día siguiente era fiesta y tendría tiempo por la mañana para enseñárselo con tranquilidad .
Aquella noche estuve muy excitado mentalmente, pero no tenía erección, sin duda debido al nerviosismo que la situación me provocaba. Me preguntaba yo, si la excitación que me producía el hecho de quedarme desnudo delante de mi madre, y por lo tanto de una mujer, de una mujer de bandera como ella era, me produciría una erección en su presencia o si por el contrario el gran nerviosismo que sentía impediría la erección. Me levanté temprano, me duche, me limpié los genitales a conciencia, me perfumé y una vez bien seco me dirigí al cuarto de mi madre llevando puesta solamente una camiseta larga que llegaba justo a taparme el pene y mis genitales, por lo que simplemente tirando de ella un poco hacia arriba estos estarían al descubierto. Antes de ir al cuarto de mi madre me miré la mingola, me pareció pequeñísima, más pequeña que nunca, sin duda los nervios no ayudaban sino todo lo contrario, me la estiraba para hacerla más grande, pero no servía para nada. Me aterraba hacer el ridículo. Pensé, bueno, mi madre es una mujer, pero sobre todo ahora la tengo que ver como mi madre y la voy a ver para exponerle mi problema, no para seducirla , aunque en el fondo lo que yo deseaba es seducirla como mujer , pero comprendía que ella se había ofrecido a ayudarme como hijo suyo que era y para nada más. Me dirigí a su cuarto preso de una extraña excitación que recorría todo mi cuerpo y entré sin llamar. ¡Hola! mamá ¿qué tal has dormido? Vengo por lo que hablamos ayer. ¿El qué ? dijo ella. Evidentemente ella o no se acordaba o se hacía la despistada. Mamá, acuérdate, te dije que mi…. no descapullaba y me perecía que no era muy grande y tú me dijiste que te la enseñase y a eso vengo . Y dijo: Cariño, soy tu madre y no debe darte vergüenza, además ya te la he visto muchas veces cuando eras pequeño; quiíate el calzoncillo, cariño. Mamá, yo duermo sin calzoncillos y he venido directo desde mi cama. Ah, como tu padre, sí es lo más higiénico, bueno pues subete la camiseta y vamos a ver ese pequeño tesoro. Me quite la camiseta y me quede desnudo ante ella. Me dijo, hijo yo no entiendo mucho de estas cosas , en realidad al natural sólo he visto la de tu padre y sí, desde luego la suya es mucho más larga, pero me imagino que ya te crecerá, sólo tienes quince años.
Le dije, mamá yo si he visto la de otros chicos en el vestuario y la suya es mucho más grande. Se levantó de la cama y me dijo , siéntate aquí, al borde de la cama; y ella cogió una silla y se sentó frente a mí, se inclinó hacia mí, ofreciéndome una excitante visión de su cuerpo en camisón por lo que sentí como un impulso en mi pene como si este se fuera a levantar, pero no lo hizo, pero notaba en él como latidos. Repito, ella se inclinó y con una de sus manos tomó mi pequeño tesoro ( así lo había llamado ella , sin duda para relajar mi tensión) y lo levantó hacia el abdomen quedando mis testículos ante ella, los tomó con su otra mano y con mucha suavidad les dio un pequeño movimiento de arriba abajo como sopesándolos en su mano y me dijo: Cariño de este par no te podrás quejar, los tienes más grandes que tu padre. Eso me reconfortó y e hizo que me sintiese bien.
Ella seguía con su mano en mis cojones, y yo me preguntaba si le gustaría estar así, con ellos en la mano. Me dio un beso en la frente que yo aproveche para bajar la mirada y ver sus hermosos muslos que el pequeño camisón dejaba ver en su totalidad y yo pensé ahí está su chochín, por dos cm. no se lo veo. Sin soltar mis cojones me preguntó como de grande la tenía cuando se ponía erecta. Yo balbuce y no sabía que decir, así que ella me dijo: bueno, lo mejor es que tuvieses ahora una erección y así lo podríamos ver juntos. Hijo piensa en algo que te excite, si quieres me voy, te excitas tú solo y cuando la tengas en erección me llamas. Mira hijo voy al baño y cuando venga te la veo. Me quede solo, pero el "tesoro" seguía sin levantarse pues estaba yo preso de un nerviosismo que lo impedía. A los diez minutos mi madre regresó, por cierto guapísima pues se había duchado, peinado y pintado. Además se había perfumado y desprendía un aroma tentador. Si con esos estímulos mi pene no respondía…………………… .
Me dijo tranquilo y piensa en lo que más te excite en este mundo, alguna chica te gustará en especial o alguna artista o cantante de moda, de esas que gustan tanto a los chicos. Anda dime quién te gusta. Yo pensaba en ella y en la visión de su culo , esa visión que me tenía obsesionado desde que era pequeño y podía entonces disfrutar durante los breves segundos en que ella se levantaba de la cama y se quitaba el camisón para vestirse. Anda, repitio dímelo, y yo le conteste mamá es que me da mucha vergüenza decírtelo, es que no puedo. Hijo dímelo . No puedo me da mucha vergüenza repetí. Pero ella volvió a pedirmelo con una voz seductora. Yo le conteste, pero si te lo digo me prometes que no te enfadaras. Ella, que debía estar presa de curiosidad por saber quien me gustaba, me lo prometió, y yo entonces le conté con voz entrecortada e invadido todo mi cuerpo de una extraña excitación que lo que más deseaba es volver a ver su precioso culito del que estaba locamente enamorado desde niño. Ella olvidó su promesa y me dio un bofetón. Vete a tu cuarto y no salgas de allí en todo el día, me dijo.
Me fui y en mi cama lloré amargamente, y me decía a mi mismo que no se lo tenía que haber contado. Me aterraba perder el cariño y el amor de mi madre y que no me volviese a querer y me viese como un monstruo depravado, pues mi madre había recibido una educación religiosa y tradicional en la que ciertos pecados como el incesto no tenían perdón. Además también me preocupaba el hecho de no haber tenido una erección pese al gran estimulo que una hembra como mi madre suponía para un macho normal. Cualquier hombre viendo a mi madre como yo la acababa de ver hubiese tenido una erección inmediata. Sería yo de esa clase de impotentes que pueden tener una erección en soledad pero no la logran en presencia de una mujer y por lo tanto nunca pueden realizar el acto sexual con penetración. Incluso pensé en ir con una puta para comprobarlo, pero era yo muy joven y seguramente ninguna querría ir conmigo, o sí querrían, pues ellas lo hacen sólo por dinero, pero yo no quería hacer el amor pagando sino con alguien que me quisiese de verdad.
Luego me tranquilicé un poco al pensar que yo si tenía erecciones cuando veía chicas por la calle o cuando veía películas o fotos, o cuando veía a veces a mi madre por la casa y tenía que ir al baño para masturbarme. Pero luego pensé que en esas ocasiones, en realidad no estaba con una mujer y me volvió a aterrar la idea de ser impotente en presencia de una hembra. Transcurridas unas dos horas, mi madre abrió la puertea de mi cuarto y vino hasta mi cama. Me dio un beso muy tierno y me dijo: Perdóname hijo, te dije que no me enfadaría, tu confiaste en mí y me contaste algo muy intimo que me dejo desconcertada, y reaccioné mal y te pegué, pero he estado pensando y no es algo tan malo, es más, es algo natural que seguro les pasa a muchos chicos pero nunca se atreverán a contar. Yo no sabía muy bien si mi madre se refería a lo de contar lo del tamaño de mi pene o si a lo de contar que ella me gustaba, que ella era mi sex simbol. Así que le contesté, mamá es que lo de mi mingola me tiene muy preocupado y yo creo que ese tamaño no lo tienen muchos chicos ni es natural como tú has dicho. Me contestó: hijo no me refería ahora a lo de tu mingolina, sino a que muchos chicos tienen fantasías sexuales con sus madres, incluso tiene un nombre científico, complejo de Edipo le llaman los médicos.
Así que es algo totalmente natural y normal, lo que no es tan normal es que sean tan valientes como tú y se declaren a su propia madre. Entonces mamá, ¿no soy un monstruo depravado?. Pues claro que no mi amor, eres lo que más quiero en este mundo y te lo voy a demostrar. Pero a papá también lo quieres e incluso un poco más que a mí. De papá ya hablaremos otro día pero has de saber que como se quiere a un hijo no se quiere a nadie. Mamá, tú también eres lo que más quiero y no me refiero ahora naturalmente al aspecto sexual sino a algo mucho más grande y hermoso.
A papá también le quiero mucho, pero tengo tan poca confianza con él, apenas está con nosotros y a veces parece como si no tuviese padre. No le dirás nunca lo que te he dicho ¿verdad?. Tranquilo hijo, no se lo diré nunca, pues aunque seguramente el también tendría el complejo de Edipo a tu edad y desearía a su madre, no comprendería que su hijo pasase por lo que el pasó y no sería comprensivo con el hecho de que su hijo deseará a la mujer sobre la que él cree tener todos los derechos. Pero respecto de lo que tú llamas tu problema es decir sobre lo del tamaño de …. creó que si se lo debías de comentar a él, sin decirle que me lo has dicho a mí, pues creo que no le gustaría que un en un tema así hubieses confiado más en mí que en él; además tu padre tiene un amigo médico especialista en estas cosas y sería bueno que tu padre te llevase a él. Pronto vendrá casa a pasar quince días y se lo contarás. Antes te he dicho que eras lo que más quería en este mundo y que te lo iba a demostrar. Vamos a mi cuarto y allí nos meteremos en la cama como cuando eras pequeño y dormías conmigo.
Me pondré aquel camisón cortito de color blanco con topitos azules que me ponía entonces y que hace tiempo que no me pongo. Gracias mamá, estás en todo, eres un cielo, sabes mamá gracias a lo que me has dicho en mi cuarto estoy mucho más relajado y creo que eso me va ayudar a mí y a mi "tesoro" que es también el tuyo mamá. Me dijo metete en la cama, tal como estás ( yo aún llevaba sólo la camiseta) y cuando me ponga el camisón me meteré yo también, luego me levantaré y haré lo que hacía cuando dormías conmigo, o sea me levantaré me quitaré el camisón, me quedaré desnuda un momento y me pondré la braga como si me fuera a vestir completa, pero no seguiré vistiéndome, sino que me volveré a quitar las bragas y así iré repitiendo hasta que alcances una erección. Vale mamá. Yo está vez ya estaba con la erección, pero no se lo dije para no perderme la visión que mi madre me había prometido. Mi madre se metió en la cama, me dio un beso y acto seguido se levantó e hizo lo prometido. Volver a verla así de nuevo después de tantos años me estaba produciendo un gran placer que fue en aumento al ver como se iba poniendo las bragas pues lo hacía con un contorneo de caderas que me puso a cien.
Me preguntó , hijo ya está arriba el tesoro. Lo estaba, pero yo conteste que no para seguir disfrutando de aquella visión. Ahora se quito las bragas cual si fuese una profesional del striptease; estaba claro que mi madre se había desinhibido por completo y parecía gozar de lo que hacía. Después de tres subidas y bajadas me volvió a preguntar, yo dude un momento y entonces antes de que yo dijese nada se volvió cubriéndose el chochín con una mano y las tetas con la otra y me dijo: a ver cómo va la cosa; y con la mano que le tapaban hasta ese momento las tetas me destapó y vio mi erección diciéndome: pillín la tenías ya tiesa y te lo callabas para seguir viendo el striptease de tu madre. Pero lo dijo sin reproche, más bien todo lo contrario pues parecía contenta de que su hijo o sea yo disfrutase de su desnudez. Hijo, ahora vamos examinar ese "tesoro" . Sólo puedo compararla con la tu padre. La suya es más larga pero más estrecha, la de tu padre es como un palo, la tuya es más ancha y más corta pero más proporcionada y no te lo digo por despreocuparte también es más bonita. La de tu padre da miedo, perece un sable, en cambio la tuya está para comérsela. Me dijo: ahora te intentaré bajar el prepucio. Le conteste: mamá, ten mucho cuidado. Su mano izquierda seguía tapando su chochín y con la derecha me intentó bajar el prepucio, pero no pudo pues enseguida di un grito de dolor. Perdona hijo, debe ser fimosis, cuando venga tu padre que te lleve al médico amigo suyo. Te lo tendrás que arreglar porque sino no podrás hacer el amor ni follar, ya que para introducir el pene en la mujer debe estar el glande fuera. Pero mamá, hacer el amor y follar ¿no son la misma cosa? No exactamente me contestó y yo estuve a punto de preguntarle la diferencia y si ella con mi padre hacia el amor o follaba.
Luego acarició mi erecto pene con mucha suavidad y le dio un beso que a mí me puso a cien. Hijo me perdonas por el bofetón. Claro mamá, pero puedo pedirte dos cosas más. Claro cariño, me contestó. Tomé su mano derecha y le dije la primera mamá es que me des otra bofetada y la segunda es que me la des con la mano izquierda ( que era con la que se cubría su sexo). Me contestó, pillín tú lo que quieres es verle el chochín a tu madre, pero no te voy a dar ninguna bofetada y lo del chochín lo dejaremos para otro día mi vida. Bueno mamá, pero por lo menos deja que te lo roce con la punta de mi poya. Cierra los ojos hijo. Yo estaba sentado al borde de la cama con los ojos cerrados, note que me la cogía con su mano y la acercó a su sexo y yo apenas noté en la punta de mi poya el roce de sus pelitos púbicos tuve un eyaculación como nunca había tenido, pues mi poya empezó a vibrar arriba y abajo, y cada vez que lo hacía hacia arriba golpeaba el sexo de mi madre con gran fuerza y en ese mismo momento salía un chifletazo de semen que se estrellaba contra el chochín. Seis chifletazos le endosé, experimentando un placer mucho mayor que el que yo había tenido haciéndome pajas. Si sólo con rozar el chochín de aquella estupenda hembra que era mi madre, había disfrutado así "cueva del place"¿ cómo sería metérsela toda entera en su "cueva del place"? . Yo jadeaba , pero mi madre también, o sea ella había disfrutado y era evidente que en las apenas tres horas que habían transcurrido desde el bofetón mi madre se había transformado totalmente. Me dijo. Hijo, hoy has hecho el amor por primera vez. Entonces yo le contesté, o sea mamá hacer el amor es correrse fuera y follar es hacerlo dentro. Me dijo, cariño que ingenuo eres, hacer el amor es entregarse el uno al otro por amor, es lo que hemos hecho nosotros ahora. Y se me pasó por la cabeza que las cosas entre mi madre y mi padre no debían ir bien, que mi madre debía follar con mi padre pero no hacía el amor con él. Lo que en ese momento era sólo una sospecha, pronto comprobaría que era una realidad. (CONTINUARA).
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