MI MADRE, SOLTERA ARDIENTE.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LOVERBKS.
Mi mamá fue madre soltera; me tuvo a mí cuando solo tenía quince años, un poco antes de salir de la secundaria. De mi papá, poco o nada supe, sólo lo necesario; que nunca se interesó en mi y que sus padres le enviaron muy lejos, fuera de la mala influencia de mi mamá que se había “aprovechado de su inocencia” de niño, cuando que eran compañeros de salón.
Yo la recuerdo de toda la vida como una madre amorosa, que me dedicaba mucho tiempo. A pesar de que mi abuela se metía mucho en nuestras vidas y quería ser ella la mandona, mi mamá nunca dejó su responsabilidad, y la larga colección de fotos que tenemos me lo recuerda a cada rato; mi mamá fue, y ha sido, una madre como pocas.
Mi historia se sitúa a la edad de 15 años, cuando ella recién cumplía los treinta. Su dedicación a mí tal vez, no le permitió rehacer su vida, si eso puede llamarse correctamente de esa forma. A lo que me refiero es que nunca tuvo necesidad de un hombre; de niño se lo escuché decir hasta el cansancio, y si, efectivamente nunca le conocí una pareja.
Siempre se cuidó mucho, desde que recuerdo; ya grandecito yo me llevaba a correr por la playa, me enseño a nadar, y en general deportes acuáticos. También hacíamos bici, y ella, por su parte, daba clases de pilates y aeróbicos en un gym que mi abuelo le fue acondicionando poco a poco. Decía que hacía ejercicio por salud, no para verse bien, menos para alguien en especial.
Yo quiero mucho a mi madre, pero a pesar de ser su hijo, al entrar en la adolescencia no pude evitar empezar a verle como mujer, sobre todo al vivir solos, en la diaria convivencia, era común verle en poca ropa, o en fachas como ella decía, o en sus ajuares de gym, y desde chico me di cuenta de que mi mamá estaba muy, pero muy buena.
Chaparrita; medía, o mide aproximadamente 1.60. Sin ser flaca, era delgada, ligeramente musculada, piernas y nalgas de velocista, abdomen casi de lavadero y unas bubis de tamaño promedio, pero eso si, bien redonditas y bien formadas, con un rico pezón que cada rato me anda marcando en batas por la casa. Ella también se había habituado a mostrase así delante de mi desde chico; ya en edad de primaria, recuerdo haberle visto muchas veces completamente desnuda, al arreglarnos para irme a la escuela. Pero todo eso cambió al ir yo creciendo.
Fue hasta que un día, cuando accidentalmente al pasar por su recámara, con la puerta entreabierta, vi que estaba recién salida de la ducha y envuelta en una toalla. Vi sus hermosas piernas desnudas y su cabello corto mojado que sacudió sensualmente para eliminar el exceso de agua. Me seguí caminando, pero algo me detuvo; una fuerza extraña se apoderó de mi mente y me regresé para verle de pasadita; estaba ya sin la toalla buscando unas ropas ligeramente inclinada con su exquisito trasero parado hacia donde yo me encontraba. Sus labios vaginales se veían claramente bajo sus nalgas con su sexo al parecer pulcramente depilado.
Una fuerza poderosa me movió y me salí al patio trasero, oscuro a esa hora de la noche. Nuestra casa estaba bardeada por todos lados, de manera que me moví furtivamente amparado por la noche y las sombras. Mi idea era buscar su ventana, lo que hice al estar afuera; me había dado cuenta de que la cortina estaba ligeramente abierta, así que me dispuse a seguir mi impulso de espiar a mi madre desnuda. Confieso que sentía una ligera nomás, sensación de remordimiento. Pero también sentía un fuego en mi abdomen que nunca había sentido; una sensación violenta de algo que me recorría desde el estomago, por el tronco, hasta anidarse bajo mis orejas y hacer que mi corazón latiera muy, muy fuertemente. Cuando me asomé por la cortina, que además se transparentaba mucho, viéndose con toda claridad hacia adentro del cuarto, más no hacia afuera, por la oscuridad de la noche y el reflejo del vidrio, el espectáculo fue grandioso.
Mi joven madre seguía completamente desnuda buscando en su ropa interior. Ahí se esfumo cualquier resto de remordimiento; ver a mi madre así, de esa forma, en el inicio de mi plenitud sexual. Fue algo extraño y difícil de explicar; la veía como mi madre, pero además sentía quererla aún más, pero al mismo tiempo con un deseo muy grande, como cuando amas a alguien con pasión, alguien que no es de tu familia obviamente.
Mi corazón brincaba en mi pecho salvajemente mientras mis ojos permanecían en ella. No pasó mucho tiempo en que mi pene estuviera completamente parado aprisionado dentro de mi pants. Ella se movía en calma, sin prisas. Finalmente escogió la ropa a ponerse, pero antes tomó un tubo de body lotion y empezó a aplicárselo generosamente, parada, subiendo sus piernas, una a la vez a un banco que usa para vestirse. Se puso cuidadosamente desde sus muslos, hasta los pies, proceso durante el cual me ofreció unas hermosas vistas de su sexo y de sus bubis, que luego masajeó también con el aceite.
De pronto empezó verse en el espejo, supervisando cuidadosamente algunas partes de su cuerpo que supongo había estado trabajando en el gym. Su cara de satisfacción decía que le gustaba lo que veía. A mi también me gusta, pensé. En eso estaba cuando me di cuenta de que mi mano ya frotaba mi pene por encima del pants.
Al modo de las mujeres cuando se están cambiando; tardan una eternidad, se tomaba su tiempo, permitiéndome observarla placer, como nunca hubiera imaginado estarla viendo: con un morboso deseo. Recordé que mi mamá había dicho saldría a cenar con mi abuela, por eso se cambiaba. Cuando levantó su panty chiquita chiquita, casi tanga y la vio antes de ponérsela, ya no pude más; me bajé el pants y mi pene saltó hacia afuera, casi automáticamente mi mano lo tomó con decisión y comencé a masturbarme de verdad.
Mi mamá se puso su panty y la acomodó de diferentes maneras hasta que esta se ciñó a sus formas por todos lados. Por si fuera poco, se giró para verse en el espejo y paró las nalgas hacia donde estaba yo al tiempo que la jalaba por última vez. Fue delicioso ver como la tela se apretaba en sus nalgas. Mi pene hacia un fuerte ruido por los fluidos abundantes que manaban de él, mientras yo disfrutaba enormemente pajearme con el espectáculo de mi madre desnuda.
Fue especialmente caliente cuando mi madre se puso su top sport, de esos que también levantan y separan, como dice el comercial. Luego de colocarse el top sus manos acariciaron su vientre hasta sus muslos; luego subió su mano derecha hasta su sexo presionándose por sobre la panty, al tiempo que volteaba a la puerta y ver si no andaba yo por ahí. Si supiera que lo que quería evitar se estaba dando desde hacía un buen rato.
Su mano exploró su sexo al tiempo que la otra recorría y apretaba sus bubis. Fueron solos unos instantes, en que cerró los ojos y se dejó llevar por su propia caricia. Me quedó claro que mi mamá a pesar de todo lo dicho durante tanto tiempo, si tenía deseos y necesidades sexuales. Mordió sus labios y dejó ese momento tan íntimo y sublime, no sin antes, llevar su dedo medio a su boca, chuparlo y luego meterlo por dentro de su panty y explorar de nuevo su sexo, solo unos segundos, hasta que pude ver algo así como un escalofrío que la hizo arquear su espalda y temblar un segundo.
Salió de su trance y continuó con su aliste; antes de ponerse ropa inició el proceso de polvearse y maquillarse discretamente. Como su tocador estaba junto a la ventana, le continué observando largos minutos mientras se maquillaba. Fue tan sensual verle hacer caras al espejo mientras buscaba el mejor efecto y color en su rostro. Ver sus bubis bambolearse con los movimientos de sus brazos me calentó muchísimo, además de la cercanía de sus formas semidesnudas, que me permitieron ver cada detalle de su piel aún tersa y lozana. Cada detalle fue my erótico, desde los lunares pequeños de sus blancos hombros y su escote, hasta el brillo en sus labios, de los cuales fantaseé verlos posados en mi glande.
No pude reprimir un sonoro y largo gemido cuando grandes y repetidos chorros de semen brotaron a borbotones de mi pene en un increíble orgasmo. Un instante después me sentí avergonzado, así que me subí el pantalón y me regresé a mi cuarto. Sin embargo al pasar por su recámara no pude evitar mirar nuevamente. Ya se había puesto un mini vestido rojo cortito y pegado al cuerpo, que resaltaba muy bien sus formas.
Ella sintió mi presencia y me habló:
_ Hijo, pásale. Dame tu opinión.
_ ¿Si? Dime.
_ ¿Cómo me veo?
Yo la miré de arriba abajo, y con un poco de vergüenza todavía al recordar lo que había hecho hacía un rato, le respondí:
_ Te ves muy bien mamá.
_¿Tu crees?
Me dijo, sonriendo. Yo me quedé muy serio, y casi sin pensar, las palabras salieron de mi boca:
_ Estás genial mamá, te ves bien buena con ese vestido.
_¿Qué, queeeé?
Me dijo, entre incrédula y sorprendida.
_ ¿Qué lenguaje es ese para con tu madre?
Me dijo en tono de regaño, pero con una cierta pizca de malicia en sus ojos.
_ Disculpa mamá, perdóname. Pero la verdad es que si eres muy linda, y te ves muy bien, con cualquier ropa; con bata, recién levantada, en ropa del gym, con vestido, en ropa interior.
Esto último se me salió sin darme cuenta, pero ya lo había dicho. En vez de enojarse con el comentario, se quedó pensativa un momento y me comentó:
_ Voy a salir con tu abuelita, vengo temprano.
_ Está bien mamá, me traes un Frappé.
_ Ok. Cuídate.
Algo me llevó a sus brazos mientras le decía:
_ Te quiero mamá.
Le abracé fuertemente y le di un beso en la mejilla. Oler su Red de Giorgio en su cuello me encendió nuevamente, pero esta vez la tenía en mis brazos. Le di un beso nuevamente en la mejilla, casi en su oído y mis manos se posaron en la cintura, atrayéndola hacia mí y presionando mi cuerpo con el de ella. Cuando le solté sus ojos estaban cerrados y sus labios entreabiertos.
Los abrió y me miró dulcemente al decir:
_ Yo también mi amor. Te amo, mi pequeño hombrecito… Bueno, ya no tan pequeño, je je.
Creí sorprenderle viendo mi entrepierna, donde mi pene estaba a medias, casi a tres cuartos de su erección producto de la embriaguez que me acababa de producir el contacto con ella.
Se sentó en la cama para ponerse sus tacones, y no pude evitar de nuevo verle hasta su intimidad y sus bien formadas piernas al ponérselos. Se levantó y caminó rumbo a la puerta, dejando el aroma de su perfume en mis sentidos al pasar. De nuevo mi mente trató en vano de luchar contra lo que estaba sintiendo, y me sentí avergonzado una vez más, por unos instantes. Se paró en el marco de la puerta y volteó a verme al tiempo se echaba el cabello hacia atrás muy sensualmente y me decía:
_ Te portas muy bien. Al ratito regreso.
La vi alejarse contoneando su cuerpo sensualmente, como si fuera la primera vez que miraba a esa hermosa mujer. Y de hecho así era, estaba viendo no a mi madre, sino a una sensual mujer. Se fue, y no pasó mucho tiempo en que me ganó la calentura nuevamente; me fui a mi cuarto y me masturbé viendo videos de mujeres maduras (para mi edad). Al terminar me bañé y me puse cómodo para dormir, no sin antes ser víctima de mi conciencia una vez más por un rato.
Puse una comedia en el DVD y me dispuse a dormirme. Hacía calor, de manera que con el aire acondicionado a temperatura normal me encontraba muy a gusto en bóxers y sin camiseta. Terminada la película me vinieron los recuerdos nuevamente del cuerpo de mi madre desnuda y no pude evitar tocarme otra vez, así acostado como estaba. Sin embargo, a pesar del recuerdo tan vivo, no podía encontrar la emoción vivida hacía un rato. Me levanté y fui al cuarto de mi mamá, donde estuve hurgando en su ropa interior.
Me fui al baño y encontré colgados el bra y las pantis que se había quitado. Los llevé a mi cara y pude sentir su olor aún en las ropas. Restos de su perfume aún permanecían en su panti y el top, mezclado con el de su feminidad. Sentí otra vez esa sensación intensa de calor que buscaba, así que me llevé su ropa al cuarto. Me tiré en la cama y proseguí con mi paja; puse sus prendas en mi pecho cerca de mi rostro para sentir su aroma sutil y embriagador. Me había bajado mi bóxer por debajo de mis testículos, de manera que mi pene estaba parado y fuera de mis ropas en su totalidad mientras me pajeaba divinamente.
Estaba casi a punto de mi tercer orgasmo de la noche pensando en mi madre, tan absorto y metido en ello que no me di cuenta en absoluto cuando mi ella llegó, abrió la puerta y fue directo a mi cuarto a llevarme mi frappé.
_ ¿Qué estás haciendo? Ahyy!! Perdón chiquito, debí tocar.
Escuché a mi madre decir desde la puerta, primero en todo de enojo y luego de disculpa. Yo asustado solo me giré y jalé mi sábana para cubrirme. Las ropas de mi madre quedaron bajo mi cuerpo. No supe que decir, ni qué hacer. Solo me quedé mucho tiempo inmóvil y asustado. Mi pene se durmió dentro de mi bóxer, y yo también poco a poco fui cayendo en sueño. Como una media hora después, ya casi dormido, escuché que mi madre llegaba hasta mi cuarto, que estaba enseguida del suyo:
_ Hijo, tesoro, ¿Ya te dormiste?
Y se asomó a mi cuarto. Yo estaba ya durmiéndome, así que se me hizo más fácil fingir que lo estaba profundamente y no contestarle, más que nada por el bochorno de hacía un rato.
_ Buenas noches hermoso.
Me dijo, al tiempo que se acercaba a mí y me daba un beso en la mejilla. Sentí sus labios en mi piel, y mi corazón se aceleró nuevamente, sobre todo por el aroma de su perfume, tan embriagador.
_ Te quiero chiquito.
Me dijo, mientras me besaba nuevamente en la mejilla. Sentí de nuevo su calor y su aliento tibio en mi rostro con sabor a menta y piña colada, que sabía era lo que tomaba cuando salía con sus amigas. Fue un enervante en mis sentidos. Mi pene respondió inmediatamente y empezó a crecer poco a poco en mi bóxer de licra. Ella se quedó recostada en mi brazo mientras jugaba su mano en mi pecho. Sentía su aliento tibio en mi cuerpo y sus uñas acariciando descuidadamente mi pecho. Mi erección era más que evidente y no podía evitarla. Quería taparla pero su cuerpo sobre el mío, casi, me impedía moverme.
De pronto sentí como súbitamente se incorporó, quedando sentada en la cama. Abrí lentamente los ojos para ver que mi madre miraba el bulto en mi bóxer entretenidamente, con los ojos muy abiertos y una expresión que jamás había visto en ella.
Cerré los ojos y tragué saliva; me sentía confundido y no sabía qué hacer. Ella se acercó a mi entrepierna y tocó mi pene por sobre la tela. Abrí los ojos de nuevo y pude ver como solo tocó con la yema de los dedos, con el índice, presionando hacia abajo. Lo dejó un instante, pero después lo hizo de nuevo, esta vez con dos dedos. Al sentir su mano, hice una contracción con mi pene, poniéndolo más duro. Ella entonces utilizó un tercer dedo y posó su mano sobre mi tronco tímidamente y pude sentir como lo acarició deliberadamente.
Yo sentía mi miembro palpitar fuertemente dentro del bóxer, duro como una roca. Mi cabeza de nuevo bullía llena de pensamientos y emociones encontradas. Yo me giré haciendo como que sentía algo y quedé de frente a ella en su regazo. Ella por respuesta me abrazó maternalmente y sobó lentamente mi espalda desnuda. Pero sentía era más una caricia en mi musculada espalda de surfer adolescente. Sentía en mi cara cierta opresión que sin dificultad pude adivinar que la provocaba; tenía sus bubis en mi cara, y el aroma de su boby lotion del mismo perfume, hacía su efecto embriagador.
Estiré mi brazo, como acomodándome y le abracé en un supuesto movimiento involuntario. Mi mano quedó en su espalda y mi brazo por su delgado talle. Mis mejillas entre sus bubis deleitándome con su calor y su sutil y embriagador perfume alentando mis bajas pasiones.
De pronto ella quitó mi mano de su cintura y se levantó y se alejó de la cama, salió del cuarto hacia el suyo sin más. Yo me quedé confundido, desconcertado, pero en cuestión de pocos minutos el sueño se fue apoderando de mí.
No le escuché entrar nuevamente en la habitación, pero sentí en la cama cuando llegó más tarde, no se cuanto tiempo, pues ya estaba casi dormido de verdad sobre mi lado izquierdo. Ella se acomodó detrás de mí, y me abrazó, poniendo su mejilla en mi espalda, más bien en mi nuca. Mi pierna derecha estaba echada hacia delante, y ella puso su mano en mi muslo por un costado. Inmediatamente mi piel empezó a mandar información a mi cerebro; se había ido a cambiar, sentía en mi espalda la suavidad del satín de alguno de sus pequeños camisones de dormir que yo ya conocía en esos veranos cálidos. Su pierna derecha imitó la posición de la mía, pegando su cuerpo al mío como una extensión de este. Sentía en mis nalgas su pelvis y el calor de su cuerpo. Sus piernas estaban en contacto directo con las mías, y en mi espalda sus bubis duras y redondas.
De nuevo su aroma sutil a alcohol y coco llegó tibiamente a mi nariz exaltando mis sentidos. Era algo perturbador, pero a la vez excitante. Mi miembro estaba ya como una roca. Yo moví mi brazo hacia atrás como dormido y posé mi mano en su muslo, casi su nalga; su camisón estaba corrido. Nomás de imaginármela así a mi lado, porque no la podía ver, hizo que una nueva oleada de erección recorriera todo mi pene, lo que me ocasionaba casi dolor en mi glande.
Ella tomó mi mano con la suya y la movió por la piel desnuda de sus muslos lentamente haciéndome estremecer. No podía reprimir el deseo de apretarla y manosearla, así que hice como que me despertaba y me moví un poco. Su mano resbalo por mi muslo hasta muy cerca de mi bóxer, moviéndose lentamente; en unos segundos estaba en mi pene sobando discretamente mi glande con la yema de sus dedos. De pronto sentí la tibia humedad de su lengua introducirse en mis orejas, acompañada de su cálido aliento de piña colada. Chupo el lóbulo de mi oreja al tiempo que tomaba mi pene con sus dedos. No pude reprimir un gemido de pasión y deseo cuando lo hizo:
_Ssssssssh¡ Mmmmmhh!
_ ¿Estas despierto mi niño?
Me dijo, con una voz seductoramente erótica.
_ Si mamá. ¿Qué estas haciendo aquí?
_ Vengo a hacerte compañía chiquito.
_ Pero ¿Qué me hacías mamá? Soy tu hijo.
_ Perdóname mi bebito, pero hace rato que te vi hacer lo que hacías me quedé pensando. Te has dedicado a hacerme compañía y ayudarme con mis cosas que no has ni tenido tiempo de tener una novia, y eso no es justo.
_ Pero no es necesario que hagas esto mamá, está mal.
_ Tienes razón hijo. Pero también al verte, sentí algo muy fuerte dentro de mí. Un inmenso amor y un deseo muy grande… de venir contigo a estar contigo mi niño.
Yo quería protestar, pero no tenía argumentos ni voz para decir nada. Quise levantarme, pero con mis nervios lo que hice solo fue tallar mi rostro en su escote, o en sus bubis que salían por su camisón suelto.
_ Acuéstate.
Me dijo, al tiempo que sobaba mi pene sin miramientos. Me puso una mano en el pecho en señal de que me quedara quieto mientras con la otra me acariciaba. Chupo y lamió mis tetillas con maestría, luego poco a poco fue salivando mi pecho y mi vientre con su lengua hasta llegar al borde de mi bóxer, levantó su cara y buscó mi pene por encima de la tela, su boca se posicionó en mi miembro duro recorriendo todo su tronco para luego chupar su cabeza por encima de la prenda. Yo solo negaba:
_ No mamá ¿Qué haces?… No! mamá!….. Mamá!…..Mamaaaaá! Mmmmmhh!!
En unos instantes tenía mis manos sobre su cabeza mientras me hacía un fabuloso oral. Me dio una exquisita mamada durante unos tres o cuatro minutos, tiempo durante el cual mi pudor y conciencia poco a poco se fue desmoronando en los pliegues de las sábanas. Cuando ella dejó mi pene, palpitante y escurriendo su saliva mis escrúpulos quisieron volver.
_ Mamá ¿Qué estamos haciendo? Esto no está bien.
Ella por respuesta se subió arriba de mi y empezó a moverse sobre mi vientre; inmediatamente dejó mi cuerpo lleno de sus fluidos.
_ Hijo…Te he estado observando desde hace días… Has cambiado mucho; has crecido, y no he podido dejar de
notar que eres todo un hombre…my lindo. Ahorita que te vi desnudo y tocándote, hijo, algo nació en mi, más fuerte que nada… Me fui al baño a cambiarme para dormirme y me he dado cuenta de que falta mi ropa interior que me he quitado esta tarde. ¿Es esa mi panty? Lo que está junto a ti… Es lo que tenías en tu pecho cuando te masturbabas, verdad?
Yo todo sonrojado, no supe qué decir, descubierto.
_ ¿Te masturbabas pensando en tu madre?
Silencio. Y por mayor respuesta se prendió de nuevo de mi pene a mamarlo salvajemente, haciendo sonoros ruidos mezclados con sus gemidos, que me incitaban al pecado.
_ ¿Para qué masturbarte si tu madre puede cumplirte tu fantasía? ¿Eh? Precioso…
Dejó mi pene escuchándose un sonoro chupetazo al soltarlo, se echó para atrás y se puso de pie delante de la cama. Yo me quedé inmóvil observándole. Ella empezó a moverse sensualmente, bailándome; mientras lo hacía circundaba la cama en su acto de exhibicionismo. En un momento dado muy sensualmente se despojó de su camisón con un grácil y ágil movimiento. Quedó ante mis ojos solo con su panty roja. Había prendido la lámpara del buró y apagado la luz principal, así que la iluminación hacía aún más erótico aquel espectáculo.
Se tocaba sus bubis con maestría, como si se tratase de una experta en el arte del baile erótico. Se acariciaba su cuerpo al tiempo que bailaba muy lentamente ante mis asombrados ojos. Terminó de derribar mis dudas cuando se giró sobre sus piernas, dándome la espalda; tomó su tana de los costados de su cuerpo y la jaló con firmeza hacia arriba haciendo que esta se metiera en sus nalgas, para después agacharse provocadoramente con las piernas ligeramente abiertas. Todo su sexo se marco en la tela delgada de su tanga. Así como estaba pasó su dedo por sobre ella lentamente para que le viera. Se enderezó y caminó asta el borde de la cama y miró maliciosa y morbosamente mi pene que continuaba duro y palpitante al aire. Sensualmente se despojó de su tanga, haciéndola resbalar sutilmente por sus piernas. Colocó sus rodillas en la orilla de la cama y se agachó sobre mis piernas.
Puso sus labios en mis piernas en un tierno beso que se fue prolongando poco a poco al tiempo que recorría mi pierna hacia arriba. Sacó su lengua y con ella inició a lamer mi piel deliciosamente, recorriendo cada centímetro de mi piel; acompañó sus caricias con sus manos que recorrían también mis piernas, jugando de cuando en cuando con sus uñas sobre mi cuerpo, algo que me calentaba mucho, sobre todo cuando lo hacía en mis costados.
Siguió deslizando su húmeda y tibia lengua sobre mi cuerpo pasando cerca de mi pene, que no se molestó en tocar. Continuó por mi vientre, hasta llegar a mi pecho; tomó mis tetillas y las lamió cuidadosamente y las chupó haciéndome sentir el cielo. Después besó mi cuello, chupándome ávidamente marcando mi piel bajo sus caricias, tomó mis orejas en su boca, acariciándome y lamiendo hasta donde era posible meter la lengua.
Mi madre me estaba llevando al éxtasis con suma facilidad; mi piel estaba erizada de la cabeza a los pies y mi pene a punto de estallar. Me besó luego con pasión, mostrándome como hacerlo; nuestras lenguas jugaron un erótico baile dentro de nuestras bocas. Ella sentada arriba de mí y yo arqueando mi cuerpo buscando instintivamente penetrarle; en una de tantas conseguí tocar su espalda baja con mi babeante y rígido pene. Esto la hizo reparar en ello.
Se apoyó en sus rodillas y se levantó un poco; tomó mi pene con sus dedos por detrás y lo pasó varias veces por su sexo antes de colocarlo en la entrada de su vagina. Después de esto y mirándome fijamente a los ojos procedió a sentarse lentamente; estaba tan lubricada y mi pene tan duro que fue entrando suavemente. Se dejó ir en todo su peso hasta apoyar sus nalgas sobre mi cuerpo con todo mi pene adentro. Yo recuerdo haber volteado los ojos hacia atrás tan solo con eso. Ella empezó a cabalgarme de adelante hacia atrás, rozando su sexo sobre mi abdomen y babeando mi cuerpo en el proceso.
Se echó encima de mí poniendo sus bubis en mi cara.
_ Chúpalas!
Me dijo.
_ Yo tímidamente las metí en mi boca y traté de hacerlo como ella lo había hecho conmigo. En unos instantes se las chupaba con voracidad, más cuando veía que esto le ocasionaba un gran placer. A ratos dejaba sus bubis, solo para recibir sus ávidos labios y su lengua en mi boca, mientras seguí cabalgándome como domando un potro salvaje. Fue increíble cuando arqueó su espalda y empezó a moverse circularmente u onduladamente, como un látigo; sus nalgas eran la punta de este, donde terminaba de proyectarse la energía de su movimiento en un sonoro golpeteo sobre mi pelvis. A veces dejaba mi boca para verme a los ojos.
Cuando me encontraba cerca de venirme dentro de mi madre, esta aminoró la intensidad de sus movimientos y me dijo:
_ Tu ya estás listo casi ¿Verdad corazón?
_ ¿Qué?
Dije, en un letargo de placer sin saber qué me decía mi amorosa madre. Ella por respuesta se levantó y salió del cuarto a toda prisa. Apenas iba despertando de mi ensoñación cuando entró de nuevo a toda prisa desnuda y descalza. Sin decir nada brincó en la cama junto a mi rompiendo un sobre metálico pequeño; era un condón, que colocó inmediatamente sobre mi pene. Me dio una buena mamada otra vez por un instante y nuevamente se subió encima de mí.
Metió mi miembro en su vagina e inició con su sensual movimiento. En cuestión de segundos me tenía otra vez en el cielo mi dulce madre. La vi a la cara y noté como esta se desfiguraba también al tiempo que empezaba a gemir repetida y sonoramente. Me tomó con fiereza de los hombros, clavándome casi las uñas al tiempo que incrementaba el ritmo de sus movimientos. Sus nalgas golpeteaban sobre mi cuerpo produciendo un sonoro ruido. Cuando sus gemidos se convirtieron casi en gritos de placer yo ya no supe de mi hasta que sentí que mi pene estallaba en pocos pero violentos chorros de semen, que no se de donde salieron, pues ya me había masturbado dos veces en las ultimas horas.
_ ¿Ya terminaste mi amor?
Me dijo, al tiempo que aminoraba sus movimientos hasta hacerlos una tierna y lenta caricia de su sexo sobre el mío. Me besó apasionadamente mientras mi pene moría en sus últimos espasmos de infinito placer dentro de ella. Se dejó caer sobre mí y me abrazó por unos instantes, luego rodó sobre mi costado quedando junto a mí.
Nos quedamos inmóviles un rato, sin decir nada. Yo estaba desconcertado, pero feliz, ya se me había borrado esa sensación de haber hecho algo malo. Sentía su calor, sentía su cariño y su amor; qué más podía pedir.
Después de unos minutos su mano buscó mi pene dormido sobre el muslo, lo tomó cuidadosamente y lo empuñó moviéndolo lentamente de arriba hacia abajo, como pajeándome en cámara lenta. Yo sentía que me dolía un poco el tronco, pero no dije nada, sin embargo, cuando ella lamió mis tetillas nuevamente este empezó a responder y en cuestión de un minuto ya estaba duro como una piedra otra vez, pero me dolía un poco.
Lamió y chupó mis tetillas con voracidad mientras me pajeaba lentamente. Minutos después bajó nuevamente con sus labios a asaltar mi pene en un delicado y suave oral esta vez, como comiendo un delicado helado de chorro. Limpió todos los restos de semen que quedaban en mi pene con su boca y al final, con sumo cuidado me puso otro condón. Continuó haciéndome un oral con condón puesto, salivándolo lo más posible. Cuando inicié a gemir ella se levantó y me montó otra vez. Inició su cabalgar despacio, sin prisas, pero en cuestión de unos cinco minutos le vi transformarse su rostro; se mordía los labios y gemía fuertemente, sus pestañas temblaban y sus ojos a ratos se ponían en blanco.
Después de unos minutos, se echó de espaldas en la cama y abrió sus piernas, tocándose su sexo con morbosa calentura me dijo:
_ Ven aquí, cielo! Métemelo así!
Yo me acomodé arriba de ella y le penetré, empecé a moverme torpemente. Poco a poco fui agarrando el ritmo y la posición correcta de moverme mejor, lo cual no fue muy difícil. Mi madre me atenazaba con sus piernas atrayéndome hacia sí. Poco a poco fue incrementando la intensidad de sus gemidos, hasta casi gritar. Yo, apoyado en las rodillas y aprovechando los resortes de la cama le aventaba hacia atrás con movimiento rítmicos de mi cadera al embestirla, para luego recibirla de vuelta con suma intensidad, haciendo un fuerte ruido al chocar nuestros sexos.
Buscaba mis nalgas y las agarraba para jalarme hacia ella, buscando ser penetrada un poco más profundamente. Yo ya sabía como darle más fuerte y lo hice.
_ Así! Asi! Asi! Mi niño, Así! Duro, duro!! Aaaahh, aaahh, mmmhh!!
Tomó mis brazos arriba de la muñeca y me jaló hacia ella, entonces yo igual le tome de la misma forma, quedando nuestros brazos trenzados fuertemente; en cada envestida yo le jalaba hacia mi con fuerza y ella recibía todo mi miembro hasta el fondo como lo pedía. En unos pocos minutos, su cara estaba desencajada por el placer, y sus gritos lo hacían más evidente. Sentí sus uñas clavarse en mis carnes al tiempo que recibía los espasmos de su sexo sobre el mío, firmes, acompasados y continuos. Le dejé mi pene moverse dentro de ella lentamente unos segundos, disfrutando de su orgasmo. Después de unos instantes ella lo liberó y se metió entre mis piernas así como estaba acostada boca arriba, tomó mi pene y empezó a pajearme vigorosamente, yo arriba de ella de rodillas con mi pene apuntando a su cara. Me pajeó por unos cuantos minutos al tiempo que con la otra mano me apretaba las nalgas o acariciaba mis testículos. Yo estaba en el limbo cuando ella inició a combinar la mano con y la boca. A poco me pajeaba y luego se lo metía en la boca; lo más sabroso fue cuando lo hacia al mismo tiempo; pajearme y chuparlo al mismo tiempo. Fueron unos tres minutos de placer extremo que culminaron en un sensacional orgasmo dentro de la boca de mi madre, con una pequeña eyaculación acompañada de una serie de interminables e increibles espasmos de placer. Ella continuó chupando mi pene por largos instantes hasta que sacó cualquier cosa que quedaba dentro de éste.
Después de esto me tiré junto a ella que me miraba tiernamente a los ojos.
_ ¿Te gustó mi amor?
Me dijo, y me abrazó. No supe a que hora me quedé dormido, y ella conmigo porque en el transcurso de la noche sentí el calor de su cuerpo junto al mío, desnudos.
Horas más tarde, ya bien entrada la madrigada me acomodé detrás de ella y le abracé. Sentí el calor y la firma de sus nalgas acomodadas sobre mi pene, así de costado como estábamos. El cosquilleo en mi pene me despertó inmediatamente y junto conmigo mi pene volvió a la vida totalmente recuperado de lo vivido horas atrás.
Sin decir nada lo tomé con mi mano y lo restregué en el sexo de mi madre por detrás entre sus nalgas, cuando logré abrir sus labios aún mojados, bastó solo un pequeño empujón para metérselo, así de lado como estábamos le empecé a coger, tomándola por la cadera. Lo hice despacio, tratando de no ser brusco, sabiendo que se despertaría. Y así pasó, pronto empezó a gemir despacito y paró sus nalgas hacía mí empujándose hacia atrás. Le levanté su pierna y se giro un poco hacia mi lado. Le penetraba al tiempo que le lamia y chupaba sus bubis. Así lo hice hasta que empezó a gemir fuertemente otra vez.
Se acostó boca abajo, y me dijo:
_ Así házmelo, por atrás, duro, duro papi…
Separé sus nalgas y busqué su sexo; puse mi pene en su entrada y le penetré con facilidad. Así de rodillas como estaba le di como ella me había pedido: duro, duro. Ella, por respuesta arqueó su espalda y paró sus nalgas aferrándose con las manos a las sábanas. Estuvimos así cinco minutos en los que los dos disfrutamos intensamente. Ella después se puso de rodillas con su mentón sobre la cama con las nalgas y su trasero completamente expuesto. Yo de rodillas detrás de ella, de perrito seguí dándole, asta que sus gritos de placer inundaron de nuevo la habitación, yo también iba de subida al cielo, esta vez tomado de su mano.
Ninguno de los dos se acordó del condón hasta que al estar oprimiendo mi pene con un increíble orgasmo, recibía tremendos chorros de caliente semen en el interior de su vagina.
_ Mi niñoooooo!!! Aaahh!!!
_ Mi niñoooo!! No nos cuidamos…… MMmmmm!!
Dijo, más como un comentario que alarmada….Yo por respuesta le aplasté contra la cama con mi pene dentro tratando de llegarle hasta lo más profundo de su feminidad.
Antes de que terminara la noche y el sol alumbrara esa casa de pecado, lo hicimos dos veces más…
Desperté a las nueve sintiéndome un hombre… Vi a mi adre junto a mi en mi cama y sentí un amor infinito por ella… Le besé la espalda y le di los buenos días… Ella me sonrío.
_ Buenos días mi niño!
Me dijo, y tomándome del pene al tiempo que abría las piernas continuó:
_ ¿Me la metes otra vez?
Era Domingo…cogimos todo el día. No recuerdo que ropa alguna nos haya cubierto ese día. Lo hicimos en la sala, bañándonos, algo que fue riquísimo, en el lavadero parados, de perrito, en su cama, en la mía otra vez, y lo más erótico, en la noche que fuimos a ver unas cosas al gym, en su despacho, de pie frente al espejo de pared, vernos a la cara mientras cogíamos fue deliciosamente erótico.
Esa relación duró muchos meses, en que al menos, lo hacíamos una vez por día; los fines de semana era de hacerlo hasta seis o siete veces. Volvimos a tener una noche de seis veces. Tiempo en el cual me hice un experto en darle placer a mi mamá…
Pero todo terminó de una forma muy triste para los dos casi dos años después… Aunque esa historia no viene al caso.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!