Mi madre y mi hermanita I.
Primera parte de cómo me reencontré con las mujeres de mi familia..
Aún recuerdo la mañana en que los gritos de mi viejo me levantaron. Tenía 7 años cuando bajé descalzo por las escaleras y vi a mi madre en la puerta con su bolso al hombro y mi hermanita en brazos.
No la vi más.
14 años después me ha buscado. Lleva meses enviándome mensajes vía Facebook y la verdad es que, siendo un adulto, no guardo más rencores.
Ella vive en Buenos Aires y yo en Mar del Plata. Ese fin de semana por fin volvería a verla.
Llegué a la dirección indicada. La casa era grande y cómoda. No le había ido tan mal a la vieja. Tomé un poco de aire y toqué el timbre.
Estaba nervioso, no porque vería a la mujer que me abandonó, sino porque era un sitio lleno de desconocidos y lo que menos necesitaba era pasar el mes entero sintiéndome un extraño.
Apenas se abrió la puerta y se abalanzó a mis brazos. Era mi madre y he de decir que era muy atractiva.
Petisa, de 1.60 de estatura, delgada y de ojos celestes. Su pelo cobrizo caía debajo de sus hombros en definidos caireles y su amplía sonrisa me daba la bienvenida.
-Rodrigo, hijo, qué alegría me da verte. ¡Eres todo un hombre!- Dijo la mujer.
«Pero claro, pelotuda, si me dejaste botado hace siglos». Pensé para mis adentros.
Tal vez sí que guardaba un poco de enojo después de todo, pero -Hola, mamá- Fue lo único que atiné a decir.
La charla transcurrió con normalidad, la incomodidad no se hizo presente, aunque tampoco se sentía un vínculo filial. Más bien éramos dos amigos conversando y poniéndose al día.
Me contó que se volvió a casar, pero que el marido viajaba constantemente por trabajo. El mes de mi visita no podría estar. Eso me alivió.
También me contó que no tuvo más hijos.
Cuando ella partió de casa, mi hermana tenía apenas unos días de nacida.
– Y, ¿mi hermana dónde está?- Pregunté.
– De campamento el finde. Se fue ayer viernes y estará de vuelta hasta el lunes a la mañana-
– ah…- Suspiré.
No había pensado en mi hermanita, pero en cuanto lo hice, la curiosidad por conocerla surgió.
-Le encantará verte, Ro-
-Seguro, mamá. A mí también-
-Vení, ayudarme a preparar el almuerzo ¿o preferís que pida algo?-
-Dale, así no te agotas-
Se levantó del sofá donde conversábamos dándome la espalda para buscar el teléfono entre los cojines.
-En esta casa todo se pierde- Se disculpaba mientras inclinada metía la mano en cada sitio del viejo sillón.
«¡Qué culo que tiene!» Pensé mientras la admiraba enfocándome en esa parte de su cuerpo.
-Dejá, mamá- Dije acercándome a ella.
Giró su cuerpo quedando frente a mí, así que tomé su mano trayéndola más cerca aún.
-… Llamamos del celu- Continué tomándola entre mis brazos.
-No me abrazaste desde que llegué- Reclamé falsamente.
Ya no estaba pensando como un hijo, ni siquiera como un hombre. Estaba pensando como un adolescente que obedece a su polla.
-Te extrañé- Seguía diciendo a la par que mis manos recorrían su espalda y mi pelvis buscaba la suya.
Mi erección crecía, pero yo ya no pensaba. La excitación era tal que no me cuestioné si ella quería o no, pero la verdad es que tampoco se quitaba.
-Te extrañé- Volví a decir entre jadeos.
-Yo a vos, Ro. Estás tan grande-
Entonces no era el único que jadeaba. Seguro sentir mi erección entre sus piernas la había calentado también.
-¿Sí? ¿Me extrañaste mucho, mamá?- Le decía sin soltarla.
-Mucho, Ro-
Mi pene estaba duro como nunca antes, mi erección pedía salir a gritos mientras mis manos se deslizaban por su cuerpo llegando hasta sus piernas.
Las metí debajo del aquel vestido a flores que llevaba, tomé su ropa interior y comencé a bajarla.
-Ro…- Gemía intentando sin fuerza apartar mis manos.
-Shh. Demuéstrame cuánto me extrañaste, enséñame cuánto me quieres, má-
-Te quiero, hijo. Te extrañé…-
Mi mano ahora estaba sobre la suya apoyada en sus caderas. La tomé llevándola dentro de mi ropa.
-Tócalo- Ordené.
Su mano rodeaba mi pene subiendo y bajando con cierto ritmo. El líquido preseminal mojaba sus dedos y facilitaba el vaivén.
-Te extrañé, Ro-
-Sí, mamá, así házme sentir tu amor-
-Oh, hijo, te amo…-
Retiré su mano, subí su vestido guiando mi pene entre sus piernas y se lo metí.
-Rodri…- Gimió.
Las embestidas iban y venían. Mi pene entraba y salía con fuerza una y otra vez. El vestido veraniego que llevaba se había desacomodado y sus pechos comenzaban a asomarse. Como un imán mi boca fue directamente a ellos chupando sus pezones. Me prendí como un bebé que se alimenta de su madre. Ahí estaba yo con 21 años alimentándome de la mía.
-Así, mi amor, así- Jadeaba -Chupa los pezones de mamá, cariño-
-¿Te gusta, mami? ¿Me extrañabas chupándolos?-
– ¡Oh, mi amor, lo extrañaba mucho!
Cógeme, cariño-
Parecía un animal follando el cuerpo de mamá y me encantaba.
-Te voy a llenar el coño- Gruñí.
-No, Rodri, adentro no, es mucho riesgo-
No me importó. Mi semén salió disparado dentro de ella en medio de jadeos.
-Ahhh…- dije satisfecho mientras la soltaba.
Mi semén escurría entre sus piernas y eso también me hacía sentir satisfecho.
Mamá se sentó desorbitada. Cuando la excitación pasa, la cordura vuelve.
-Rodrigo, ¿Qué acabamos de hacer? ¿Qué acabo yo de hacer? Decía con la mirada perdida en cualquier sitio.
Me puse de cuclillas frente a ella tomando sus manos sobre sus piernas.
-No te angusties, mamá, se dió. No ha sido culpa mía ni de vos, sólo se dió-
-No puede volver a pasar…-
Continuará…
Dejo mi correo de contacto. Escribo relatos a petición de sus fantasias.
Espero sus comentarios también. Abrazo.
Rico tu relato si tu madre re abandonó cuando estabas pequeño no supistes mas de ella y cuando se dio la oportunidad de reunirte con ella y la viste mujer se re para la verga al abrazarla y ella siente la erección y los gemidos que ambos emiten le metes mano de bajo de su vestido y aprovechando el momento le metes la verga en su coño rico se vienen los dos continua con tu relato amigo
Rico, pero ya Quiero leer lo que haces con tu hermanita
Excitante y tienen morbo.