Mi madre y su «Querido Diario». – Primera Parte.
—¡Ah! … ¡Umpf! … ¿Qué te parece si refriego mi pene contra tu panocha? …. Me gustaría acabar en tu guatita … quiero bañar tu conchita con mi leche ….
En la vida suceden muchísimas cosas por casualidad, una de estas casualidades cambiaría toda mi vida en forma radical, sobre todo mi vida sexual.
En esos tiempos tenía catorce años, estaba en el primer año de la secundaria. Mi padre un conocido y exitoso empresario, no lo veía casi nunca por sus obligaciones comerciales y profesionales. Mi madre una mujer esplendida acababa de cumplir treinta y cinco años y lucía como de treinta o menos.
Siempre la había admirado por sus formas perfectas y provocantes, caderas anchas, cintura estrecha con un precioso culo a forma de corazón, exuberantes pechos 36D y una mirada inocente y llena de sensualidad innata. El tipo de mujer que puede hacer perder la cabeza a cualquiera.
Hecho este alcance, recuerdo ese día divino qué, no habiendo encontrado mi suéter preferido, entré en el dormitorio de mis padres, pensando lo hubiese puesto junto a la ropa de papá.
Comencé a hurgar en los cajones de mi padre y, nada. No lo encontré allí. ¿Será posible que lo haya puesto en uno de sus cajones?
Inmediatamente me fui a registrar los cajones de mamá y abrí uno lleno de ropa interior: ¡me sorprendió gratamente ver qué tipo de bragas y sujetadores le encantaba usar!
Todas prendas finas, había para todos los gustos: Calzones normales, otros diminutos, tangas trasparentes, con encajes y bordados, unos con perlitas. Pero mi verga dio un salto en mis shorts, cuando encontré esas bragas abiertas delante del coño. Imaginé los hinchados labios de un coño vistiendo ese tipo de bragas con los labios pendiendo al descubierto ¡¡Guau!!
Resté estupefacto. Eran semejantes a unas que le había regalado a la zorra de Matilda, mi novia, para que las metiera cuando teníamos sexo de todo tipo. Era muy excitante meter una mano bajo su falda, tocar la tela de sus bragas, para luego ¡Oh, sorpresa!, encontrar su coño caliente y desnudo, húmedo y dilatado, con mis dedos que podían penetrarla con grande placer.
Pero este tipo de bragas son muy particulares, están hechas para juegos sexuales, normalmente se venden solo en los sex-shops: ¿Las habrá comprado mamá? ¿Tendrá juegos sexys con papá?
Mientras admiraba la hechura y confección de las finísimas prendas, encontré un cuaderno tipo agenda de gruesas tapas, sentí curiosidad y lo tomé, me llamó la atención su título: “Querido Diario”
Obviamente ese título me llenó de curiosidad, lo abrí y me puse a hojear su contenido: apenas leí las primeras frases, se me agitó el corazón y un torbellino de sangre inflamó mis venas. Más que un diario, inmediatamente me pareció una obra pornográfica escrito de puño y letra de mi dulce progenitora.
En forma repentina, leyendo el contenido del diario, lo relacioné con las bragas abiertas sobre el coño. Leyendo algunos párrafos de lo escrito, entendí que mi madre escribía en su diario, al detalle, todas sus experiencias sexuales.
Por fortuna, tanto mi padre como mi madre se encontraban en el trabajo y no regresarían hasta la tarde, por lo que tenía todo el tiempo para leer su diario en santa paz.
No me importó más nada de mí suéter. Puse toda su lencería íntima con cuidado en el mismo orden, tomé el diario y me fui a mi habitación, recostado en mi cama, comencé a leer …… desde el principio:
“Querido diario,
Necesito confiar mis cosas en alguien, y ese serás tú, solo tú puedes escucharme con tu habitual discreción todas mis confesiones.
Quisiera expresar libremente mis deseos más perversos y depravados, pero en este mundo dominado de misóginos remilgosos, donde un varón que se folla todas las mujeres que encuentra a su paso es admirado como un “Don Juan”, “Un latín lover”, “Un mero macho”. Mientras a la mujer que le gusta la verga, inmediatamente viene llamada “Una zorra”, “Una ramera”, “Una puta”, “Una Mesalina” y debe esconder sus deseos de sexo … como yo que soy una zorra.
Quisiera gritarlo a los cuatro vientos: ¡¡Me gusta la verga!!
Sí, ese pene estupendo de carne caliente, duro, venoso y lleno de ese néctar divino que me hace enloquecer cuando lo siento que se derrama en mis paredes vaginales o llena mi boca con su sabor exquisito.
El único que sabe de mis turbios deseos sexuales es mi esposo. Lo amo porque no me aprisiona, me deja la libertad de gozar todos mis deseos desenfrenados. Nos amamos mucho y el sabe y comprende que es solo una necesidad física. Además, él siempre está de viaje por el mundo a encargarse de sus vastos negocios multinacionales, así que el tiempo a dedicar a mi coño es realmente poco. Entonces, con su permiso, me organizo solita para procurar que mi dulce y tiernísima conchita, no esté nunca vacía y la alimento con el ingrediente especial, tanta, tantísima verga.
Diario querido, debes saber que tengo algunas debilidades a las que no puedo resistir, es más fuerte que yo.
Si un hombre me fija y comienza a acariciar su tronquito por sobre sus pantalones haciéndome entender claramente que se calienta conmigo, me enciendo inmediatamente, me excito a morir.
Para que decir si tiene el coraje de tirarlo fuera para hacérmelo admirar mientras se lo masturba: la sangre se me va a las sienes y mi cabeza pareciera como si fuese a explotar, mi conchita se contrae y se baña espontanea e impúdicamente.
¡Pero para llevarme a la cama se necesita aún mucho menos de eso!
Sí el macho que me pretende me abraza, me da besitos con lengua, me dice cositas deliciosamente picantes y hasta indecentes, bueno … entonces estoy lista a satisfacer cada uno de sus deseos, a concederme completamente a él, pudiera ser hasta mi hijo al que adoro con todo mi ser.
No me puedo contener, está en mi naturaleza y escrito en mí cordoncito genético; no puedo resistir los deseos explícitos de un macho. Me siento halagada al máximo, me siento hembra y … no sé decir: no.
***
Esta era solo la “Introducción”. A continuación, había un elenco detallado de todos los hombres que se había hecho, con fechas, tipos de acto sexual, lugar y un juicio sobre las prestaciones del hombre aludido. También tenía un cuadro con las dimensiones del pene, la resistencia, la cantidad de la eyaculación, las preferencias sexuales.
A alguno de ellos los conocía, eran amigos de familia, otros eran colegas de su trabajo, hasta un par de compañeros del colegio. Todos habían sido favorecidos con deliciosas mamadas, incluyendo la tragada de semen. A muchos le había dado la panocha y a algunos también les había dado el culo.
Así fue como me entere que, al jefe de su oficina, después de habérsela follado y enculada a placer, le gustaba que mi madre le lamiera el culo y las bolas mientras él se masturbaba.
Mientras leía mi polla crecía a dimensiones descomunales bajo mis pantalones.
***
Querido diario:
Deberías saber: Después de haberme enculada, follada como corresponde y haber hecho que me corriera un par de veces, agarró su pene en mano y comenzó a magrearlo con gusto, mientras yo estaba arrodillada detrás de él como una religiosa santita, con mi lengua bendita lamiendo su culo y sus cojones llenos de esperma.
Le metí la punta de la lengüita en ese oscuro agujerito y cuando su esfínter comenzó a contraerse, se la metí adentro lo más profundo posible para darle la dulce sensación que él me hizo sentir cuando me la metió por el culo. Luego lamo sus bolas con dulzura, me las meto a la boca una a la vez lascivamente … luego vuelvo a lamer su trasero. Escucho sus gemidos, lo veo gozar y esto me enorgullece.
Querido diario, su eyaculación es un espectáculo imperdible, los borbotones perlados de esperma vuelan al espacio y más allá y yo con la lengua dentro de su culo me divierto con las rítmicas contracciones. Demás está decirte querido diario, que para mí ir a trabajar es un verdadero placer.
***
Casi sin rendirme cuenta mientras leía las confesiones de mamá, me encontré con mi polla en mano a masturbarme, era mucho tiempo en que no hacía una cosa de este tipo ya que mi novia me masturbaba a menudo, más que nada fue un gesto instintivo. Comencé a magrearlo como cuando era un adolescente, la lectura me había hecho hervir la sangre.
Mi madre, mi dulce mamita, a la cual le había dedicado, como cualquier hijo hombre que se respete, tantas y tantas pajas durante mi adolescencia, era una zorra de primer orden.
Ciertamente no me escandalizaba que le hubiera chupado la verga y dado el culo a un sinfín de hombres y muchachos. No podía ser yo quien juzgara su promiscuo comportamiento, considerando que tanto yo como mi novia éramos un tanto indecentes en nuestras prácticas sexuales. La cosa que me llamaba profundamente la atención era que existía la posibilidad casi cierta de que también yo podría follarla.
Seguí a leer sus memorias, repasando todos los relatos de su gesta como afamada zorra. Mientras más leía, más me rendía cuenta de cuanto mi madre fuese una impúdica depravada, no se contentaba solo de gustarse las pollas de los hombres, sino que también le llamaban la atención los jóvenes penes de algunos adolescentes. Así fue como encontré la detallada aventura de cuando se comió al hijo de la vecina.
***
¡Querido Diario!
Esta mañana me sucedió una cosa inesperada, pero terriblemente excitante. Fui a hablar con la vecina para pedirle algunas informaciones sobre la calefacción centralizada. Me atendió un guapo jovencito, Leroy, hijo de mi vecina colombiana. Su piel muy oscura, pensé que él podía darme las informaciones que necesitaba. Me hizo pasar y por sus shorts de yoga, pude apreciar que estaba muy bien dotado. El chico de quince años se fijó en mi remera ajustada donde se veían claramente mis pezones y se llevó su mano a la verga impresionante bajo sus pantaloncitos. Inmediatamente sentí un “click” en mi cabeza y la sangre se me fue a las sienes.
Creo, querido diario, que has comprendido todo. Vislumbrar un pene de esas dimensiones y su dueño acariciarlo delante de mí, hizo que se desataran una oleada de pulsaciones en mi panocha. Apreté mis muslos y lleve mi mano al surco de mi conchita, me acerqué a él con mi boca entreabierta. En un principio se sorprendió e intentó retroceder, pero aferré sus pantaloncitos y se los baje hasta las rodillas y tiré fuera ese monumento al pene negro. Lo miré sonriendo y lo acaricié dulcemente.
—¿Está tú madre? …
—No … tenía hora con el doctor …
—¿Estas solito? …
—Sí … mamá no volverá hasta esta tarde, porque iba a visitar a su hermana después del doctor …
Me di cuenta de que tendríamos mucho tiempo.
—¿Sabes que tienes un bellísimo pene? … ¿Te gustaría que hiciéramos algo tú y yo? …
—¡Uhmmmm! … ¿de que se trata? …
Mi sangre hervía en mis venas, mí panocha se inundaba como una alberca, haciendo escurrir fluidos por mis muslos.
—Tesoro … me gusta mucho tu polla … quisiera meneártela … ¿te andaría de que juguemos juntos y quizás corrernos al mismo tiempo? … visto que tu madre no regresará muy pronto … ¿sabes dedear a una mujer? …
—No … no tengo novia …
—Pero … ¿sabes lo que es una paja? … ¿le sabes hacer un dedito a una chica? …
—Solo sé tocarme yo solo … y una chica me hizo una paja una vez …
¡¡Dios mío!! ¡¡Un chico virgen y con ese tamaño de pija!!
—¿Has visto como se corre una mujer? …
—No … he visto en la WEB algunos videos … pero no sé cuando se corren …
—No te preocupes … ahora aprenderás … primero nos abrazaremos y nos acariciaremos … yo hago a ti y tú a mí, ¿me entiendes? …
Me miró con los ojos que se le salían de las orbitas y muy entusiasmado me dijo:
—¡Oh, sí! … tu tocas mi polla y yo toco tu conchita … me gusta … podemos corrernos juntos … yo te lleno la mano de semen y tu me mojas todos mis dedos, ¿Ok? …
—Sí … bueno … eso sería genial … a mi me gusta beber tu lechita …
—Eso tampoco lo he hecho nunca …
—No tienes de que preocuparte … yo hare todo … déjame a mí …
No podía aguantarme más, el chico había tomado su pija en mano y comenzó a masturbarse ahí a centímetros de mí, me parecía que su polla se hacía cada vez más grande, mientras más se lo miraba más sentía la presión sanguínea en mis sienes. Sin importarme más nada lo abracé y le acaricié la mano con la que envolvía su enorme pija.
—¡Vamos, tesoro! … déjame hacer a mí … y toca mi cuquita …
—Quieres que toque tú vagina, ¿verdad? …
—Sí, tesoro … tócame y haz que me corra en tus deditos …
Me quité las bragas y me subí la falda hasta la cintura, después de senté en una silla de frente a él con las piernas ampliamente separadas. Sus ojos se encolaron a mi sexo, su rostro era una oda a la lujuria. Estaba totalmente excitado y aumento el ritmo de su mano magreando su enorme arnés.
—¡Uhmmmm! … ¡Qué linda! … ¡Qué hermosa panochita! …
Me abrí los labios de mí coño para hacerle ver lo mojada y caliente que estaba.
—¡Mírame, cerdito! … ¡Mira mi panocha como arde de deseos! … ¡Vamos! … ¡Méteme tus dedos! …
—¿Cuántos puedo meter? …
No sé si lo hacía de verdad o le faltaba algún peldaño a su escalera mental.
—¡¡Todos los que quieras!! … ¡¡Si quieres mételos todos!! … ¡¡Pero hazlo Yaaaaa!! ….
Me metió dos dedos, pero mi panocha estaba acostumbrada a más. Él sintió mi humedad y comenzó a follarme con sus dos deditos.
—¡Oh, mí Dios! … eres muy ancha y estas toda mojada …
—Cariño mío … mi panocha esta hecha para vergas que ni siquiera te las sueñas … ¡Vamos! … ¡Méteme de una vez todos tus dedos! …
Cuando sentí que obedecía y sus dedos llenaron mi cuquita, se me escapó un gemido de satisfacción.
—¡Hmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Ahora siii, mi cerdito! … ¡Fóllame con tus dedos cachondos y gírate un poco hacia mí … quiero besar y chupar ese grande y hermoso pene tuyo …
Se lo tomé primero en mano, realmente con mis dos manos, era demasiado grande, y comencé a masturbarlo mientras él follaba mi panocha desesperadamente, deliciándome con sus frenéticos movimientos. Miraba como sus dedos entraban y salían de mi encharcada conchita haciendo un ruido de sopeteo, este adolescente de quince años me estaba haciendo enloquecer follándome ardorosamente con sus dedos.
—¡Oh, cerdito mío! … Te gusta mi cuquita, ¿verdad? … Tu verga es muy linda también … ¡Vamos! … ¡Fóllame más rápido! … si lo hace bien te hago que me metas tu pija y te hago que me la rebalses con tu lechita … ¡Vamos! … ¡Fóllame fuerte! … ¡Jódeme con tus deditos de cerdito! … ¡Haz que me corra! … ¡Haz que me corra! …
Su tremendo pene parecía haber crecido algunos centímetros más y pulsaba caliente y duro como fierro, lo sentía agitarse y temblar, parecía que de un momento a otro iba a descargar su lechita, cuando me hace una propuesta que me hizo estremecer:
—¡Ah! … ¡Umpf! … ¿Qué te parece si refriego mi pene contra tu panocha? …. Me gustaría acabar en tu guatita … quiero bañar tu conchita con mi leche …
Querido diario, casi me corro en ese momento, acepté con mucho placer su sugerencia, acerqué la silla más a él y él se arrodilló frente a mí con su gigantesco pene a centímetros de mi labia vaginal, sentí la joven y dura cabezota de su pija refregar y apartar mis gruesos labios inflamados y mojados y lo incité como una verdadera puta:
—¡Uhmmmm! … sí, tesoro … ¡Qué bravo! … pásamela por toda la rajita … ¡Eso, asíii! … ¡Uhmmmm! … harás que me corra … ¡Oooohhhh! … ¡No te vayas a correr todavía! … ¡Mete la puntita de tu verga sobre mi clítoris! … ¡Uhmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Dedéame con tu pene! … ¡Uhmmmm! …
Me estaba haciendo gozar como una ramera de la calle este chiquillo y me vino a la cabeza de que podía ser mi hijo. Me pareció enloquecer cuando imaginé el rostro de mi hijo reflejado en la cara de este muchacho de piel oscura que restregaba su verga contra mis hinchados labios maternales.
Querido diario, me perdonarás, pero el pensamiento de que fuera la verga de mi hijo entre mis piernas abiertas fue demasiado para mí. Me corrí como una puta cerda, la habitación giraba alrededor de mí cabeza, y lo único que atinaba a decirle a este chico que se corriera sobre mí.
—¡Ya! … ¡Córrete! … ¡Dame tu lechita caliente! … ¡Mójame con tú lefa ardiente! … ¡Córrete! … ¡Córrete! … ¡Córrete! …
Querido diario, tu que eres mi fiel y discreto amigo, te confieso que, si fuese estado mi hijo al puesto de este muchacho, de seguro que lo habría hecho que se corriera dentro de mí y me llenara el coño con su semen. Sí, querido diario, eso es lo que habría hecho, gozar con mi hijo como dos cerditos y lo habría hecho que rebalsara mi panocha con su esperma, habría sentido su cálida lechita en mi vientre y me habría hecho enloquecer del placer.
Afortunadamente, queridísimo diario, una situación así no se presentará nunca, ¡imagínate! Mi hijo sobre mí follándome con su duro pene. Solo cosas de mi loca cabeza. La verga contundente de mi hijo en mi famélica cuquita, no respondería de mis acciones. Yo misma lo tomaría en mi mano y lo guiaría para que me lo metiera todo, hasta sentir sus cojones azotar mis glúteos y yo gritando como loca: “¡Haz que me corra!” … “¡Haz que me corra!” … “¡Haz que me corra!” …
Sentí la lefa caliente del muchacho sobre mi vientre y alrededor de mi panocha, me limpié un poco con mis bragas y me levanté para irme, al salir por la puerta, el chico me preguntó:
—¿Lo volveremos a hacer? …
En realidad, no sabía que responderle, al ser un vecino mío y menor de edad, estaba arriesgando demasiado, así que respondí vagamente:
—Veremos …
Pero había decidido dentro de mí que no se repetiría, porque regresarían a mi esas perversas fantasías de estar haciéndolo con mi amado hijo y esto desgraciadamente no era posible.
De regreso a casa, querido diario, pensaba a cuanto fuese puta, depravada, perversa … pero era mi naturaleza … no había nada que pudiera hacer para contrarrestar estas ansias … no dependía de mí … era algo mucho más fuerte que yo.
Querido diario, quizás no sería demasiado difícil tirarme también a mi hijo, pero no podía arriesgarlo todo. Total, gracias al buen Dios … la concha es mía y vergas nunca me ha faltado.
***
Después de haber leído las confidencias de mamá, me encontraba fuertemente excitado, miré la fecha, todo había sucedido hace cuatro días. Entonces mamá alucina conmigo. Necesitaba solo hacerle sentir el contacto con mi cuerpo y ella se abandonaría a sus debilidades de la carne.
Pensé que era hora de que yo iniciara mis movimientos … Seguí a leer las aventura extraconyugales de mi madre. Era realmente bastante puta, si un macho le andaba a genio, lo perseguía hasta tirárselo en cualquier lugar se encontraran. Así aprendí y comprendí cuales eran sus gustos y debilidades cosa que jugarían a mi favor en el caso se presentara la justa ocasión. No sabía cuando ni cómo, pero de seguro que mamá y yo nos encontraríamos.
(Continuara …)
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Ufff que buen relato sin duda será increíble ver como el hijo hace sucumbir a su puta mami
Pasen el link de la segunda parte porfas