Mi maestro me castigó y aprendí.
Dicen que la letra con sangre entra… pero no dicen por qué parte del cuerpo. Ni qué otras cosas te pueden entrar..
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La historia de este relato empezó hace 45 años…
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Nunca he sabido la razón, pero siempre he sido un chico inquieto, nervioso, inteligente y gamberro. Sobre todo, esto último. Vivía en un pequeño pueblo con un antiguo colegio de aulas semivacías de chicos y de chicas separados. Uno de esos pueblos de los que las estadísticas de hoy día dicen que se están vaciando. A solo dos alumnos nos preparaban para ir a la universidad, pero para mi hermanita Sandra de recientes 14 años y para mí, estudiar era casi misión imposible, nuestros padres bastante hacían con sobrevivir cada día y poder alimentarnos. Y encima, con mi padre en muy mal estado de salud.
Me llamo Alberto, y en la época que empieza mi relato y mi nueva vida, yo tenía 16 años. Medía 176, era fuerte (hoy bien musculado por el gimnasio) y mi pilila, rabito, polla, o como queramos llamarlo, ya medía entonces 18 cm. No recuerdo la gamberrada que hice en el cole, pero debió ser gorda porque el maestro que hacía de director, me llevó a su despacho al terminar las clases (la segunda vez en el mes que me castigaban) y siguiendo una vieja tradición castellana, por primera vez me hizo bajar los pantalones (era lo más humillante para un chico de mi edad) me hizo apoyar sobre su mesa sacando bien el culo, mientras cogía una buena vara de flexible fresno que por allí tenía.
Pero cuando iba a descargar sus famosas “10 bendiciones” sobre mis glúteos desnudos, se dio cuenta que yo estaba empalmado total, y sobre todo, se dio cuenta del tamaño de mi juvenil polla. Tan impresionado se quedó, que hizo levantarme y ponerme de cara a él, o de polla a él, como gustéis. Y no se cortó, me bajó los calzoncillos por delante, me cogió la polla con una mano, luego con las dos, me separó la piel del prepucio para admirar mi grueso glande, me miró y tocó mis huevos, y sin soltarla y mirándome directamente a los ojos, me dijo:
–Cojones Alberto ¡menuda polla! ¿Ya has follado con hombres o todavía tienes el culo virgen?
Yo me sonrojé intensamente y creí comprender el porqué de su pregunta, y no referente a sexo con mujeres, sino con hombres, y respondí con juvenil chulería:
–Soy virgen todavía, don Ramón. Aunque algunas veces, mi tío Paco (primo hermano de mi madre) también me la menea y hace que menee la suya y se la mamé tragándome la leche. Le gusta que juguemos con nuestras pollas y bocas. Y como mis padres no tienen dinero y yo siempre estoy con los bolsillos vacios, cada vez que se la mamo me da 100 pesetas.
–Desde luego, tu tío no es idiota, es viudo, tiene negocios, casas, dinero…, puede vivir donde quiera y te veo mucho con él en el bar ¿Lo de tu tío lo sabe alguien más? ¿No te ha metido nunca su pollón por el culo?
–No, porque tiene una polla muy grande y gruesa, y todavía tiene miedo de hacerme daño y que no quiera seguir con él. Si viviésemos en la ciudad, seguro que ya lo habríamos hecho. Pero ahora lo que hacemos es jugar y acostumbrarme a mamar esa polla tan gruesa, mientras con sus dedos dilata mi culo. Espero que pronto me la meta y me dilate a lo bestia.
–Pues ya que te gusta jugar con pollas, te ofrezco una solución a tus castigos por gamberro. En lugar de pegarte, me la mamas y te bebes mi leche, y como yo tengo la polla más delgada, si me dejas que te la meta por el culo te pagaré cada vez y te aumentaré las notas.
Y sin esperar mi respuesta, se bajó los pantalones y apareció una polla un poco más pequeña que la mía, pero más sucia que un charco de cerdos. Me arrodillé ante él y apenas se la toqué se puso tiesa, tiesa. Cuando le aparté un poco la piel, casi estaba pegada de lo guarra que la tenía, así que una vez más, hice de tripas corazón, la fui chupando poco a poco y al final me la metí en la boca.
El cabrón de don Ramón estaba tan excitado que apenas la notó en mi paladar, se corrió, y como yo no lo esperaba tan pronto, casi me atraganto. Hasta por mi nariz subió su esperma y lo aguanté. La cantidad de leche que tiraba era casi tanta como yo con la mía. Al levantarme y ver que aún la tenía yo tiesa, me la fue masturbando y me dijo que cuando fuese a correrme se lo dijese para tragarse ahora él mi leche. Así lo hice y se metió casi toda mi polla dentro de su boca, y cuando me corrí, dejó toda la leche que no entró directamente en la garganta en su boca y jugó con su lengua, entre mi polla y el paladar. Del gusto que me dio, casi me corro otra vez.
Su polla seguía enhiesta, sus ojos brillaban y de la comisura de sus labios le goteaba la saliva, o mi leche. Se acercó a mí, me tocó varias veces el culo y me preguntó:
–¿Quieres 300 pesetas y varios sobresalientes? Pues inclínate sobre la mesa como cuando voy a pegarte, y te la meteré entera dentro de tu culo.
Yo miré su polla, se la toqué con las dos manos como calibrando su grosor y asentí. Hice lo que él me había dicho, me incliné sobre la mesa, saqué bien el culo, y como tenía verdadero miedo al dolor de las primeras veces, mi pollita se empequeñeció al máximo ¿Qué cómo sabía yo del dolor de las primeras penetraciones? Pues muy fácil, mis compañeras del cole y algunas madres conocían el tamaño de mi polla, y excepto alguna madre que no le importaba que la follase por delante, todas lo querían por detrás para no quedarse preñadas.
Incluso a mi hermanita fui el primero en romperle el culo años antes, y sé lo que gritó las primeras veces y cómo le salía algo de sangre, como a muchas de las demás. Al menos, la polla de don Ramón era más delgada que la mía. Y que un hombre me follase el culo no me importaba, eso les gustaba también a las mujeres y no eran mariconas.
Me separó los glúteos, me puso bastante saliva, que primero con un dedo y luego con dos, me la distribuyó por la entrada y el principio del intestino, la apoyó contra mi agujero anal y por una de esas casualidades, mientras él empujaba para dentro, yo sacaba mi culo, con lo que entre los dos casi la enterramos entera de un solo empujón. Don Ramón se puso muy contento y empezó a bombear su polla dentro de mí. Las sensaciones de las que hablaban mi hermana, amigas y madres, eran casi las mismas que yo notaba ¡y me gustó!
Notaba un dolor como si un cuchillo te cortase. El anillo anal ardía por el roce. Los músculos se estiraban de mala manera y con gran dolor. Un gran calor me llenaba el cuerpo de un deseo sexual increíble, tan increíble y maravilloso, que cuando me di cuenta tenía mi polla más grande e hinchada que nunca, y así como las mujeres, cuando les dabas por el culo se masturbaban para obtener ese doble placer, yo empecé a hacer lo mismo, hasta que don Ramón me quitó la mano y fue él quien me masturbó.
Mi maestro estaba muy nervioso, cada vez que la clavaba hasta el fondo aún se pegaba más a mí como para metérmela hasta el estómago, y de repente, note cómo se corría profundamente dentro de mi. Una serie de estremecimientos de su polla, unas descargas de leche espesa que se pegaba al intestino, y un abrazo muy fuerte que me dio junto con unos besos en la espalda y el cuello.
Pero viendo que aún no se le había relajado del todo y yo tampoco me había corrido, empecé a mover mi culo rotando las caderas, tal y como veía hacer a las mujeres… que siempre han sido mis verdaderas maestras. Y por lo visto no lo hice mal del todo, porque noté como la polla del maestro de escuela volvía a crecer, y también mis deseos. Francamente estábamos disfrutando los dos. Minutos más tarde me corrí yo ensuciando el frontal de su mesa con mi semen, y poco después se corrió él. Se abrazó a mí y me dijo:
–Te has ganado de sobra las 300 pesetas que te pagaré mañana y tres sobresalientes. Y si me la mamas ahora, cuando la saque de tu culo y me la dejas limpia, te daré otras 100 pesetas.
Y así lo hice. Noté el olor a mierda, vi un poco de sangre, unas pequeñas manchas marrón oscuras que todos sabéis de qué eran… me la metí en la boca y en pocos minutos se la dejé de cine sin importarme el sabor. Pero como no me pagó para limpiarle la parte interna de la piel de su prepucio y limpiarle su queso de hombre, eso se lo dejé tal cual.
Cuando iba hacia mi casa, pensé que no era tan malo el follar con hombres. Me ahorré los bastonazos, me dio unos sobresalientes y gané 400 pesetas. Cierto es que me gustaban las mujeres por encima de todo (y ahora también) pero había disfrutado y había ganado notas y dinero. Pero notaba en mi algunas cosas que no sabía relacionar con esa penetración: El ano lo notaba muy dilatado, ancho, lo que ahora sé que es normal, y de vez en cuando apretaba el culo como si quisiese saber si lo podía cerrar o si se quedaba abierto. Me sentía un poco mareado y con la cabeza algo «corcho». Las piernas las notaba flojas, aunque me daba la sensación de andar como siempre, pero era como si estuviesen más débiles…
En fin, qué deciros a todos y todas los que habéis pasado por estas primeras veces y quiero daros un consejo gratuito. En las farmacias venden unas cremas que son antihemorroidales, y casi todas llevan menta y una cánula para introducir la crema varios cms. dentro del ano. Las primeras veces que os hayan dado por detrás o que tengáis previsto hacerlo, comprad estas cremas (podéis decir que como esos días vais un poco estreñidos, os han salido unas gotas de sangre y os duele), os dejáis aconsejar y ya veréis que bien os van.
Al día siguiente, a la hora del recreo, don Ramón dijo que quería hablar conmigo. Me llevó a su despacho, me dio un beso caluroso en la boca, me dio las 400 pesetas y me dijo que al día siguiente, viernes, al terminar las clases, fuese de nuevo a su despacho para hacer lo mismo y que fuese muy discreto. Que dejase pasar unos minutos desde que se fueran los alumnos y las maestras, que él dejaría la puerta del aula y la del despacho abiertas, y que al entrar yo, cerrase por dentro la del aula. Así lo hice, dejé que los alumnos desapareciesen, entré en el aula y cerré por dentro con el pestillo de seguridad.
Entré en su despacho y allí me estaba esperando fumando un resto de un puro. Se acercó a mi, me acarició el rostro y como vi que quería besarme, me incliné un poco porque yo era más alto, más robusto y más fuerte que él. No sé el tiempo que nos estuvimos besando y jugando con nuestras lenguas. Al principio me dio asco su sabor a puro rancio y la cantidad de saliva que tenía y que yo me estaba tragando, pero en poco tiempo lo superé. Lo que si noté es que su respiración era muy agitada y su mano empezó a acariciar por encima del pantalón mi polla ya muy dura. Se apartó un poco de mi, sonrió, y me dijo:
–¡Desnúdate todo menos los zapatos!
Y fui cumpliendo sus instrucciones hasta quedar en pelotas y con el mástil durísimo. Aquello me estaba excitando como jamás pensé. No solo estaba obedeciendo las órdenes sexuales de un hombre, sino que además, este era, posiblemente, la persona más odiada por mi, por sus insultos, desprecio, y los palos con la vara de fresno. Al verme ya desnudo, me dio su resto de puro ensalivado y muy mordido y me pidió que me lo pusiese en la boca y lo fumase sin quitármelo. Le miré a la cara y sin soltar palabra así lo hice. Poco a poco, mirándome y sonriendo se fue desnudando también y cuando ya estábamos los dos desnudos, me preguntó:
–¡No te da asco fumar un puro tan mordido ni besarme tragándote toda mi saliva llena de ese sabor y de otros!
–¿Por qué tenía que darme asco? Hay cosas que me gustan más que otras, pero hasta la mierda puede tener un buen sabor si tienes hambre.
–Y si te digo que te comas mi mierda y me limpies el culo con tu lengua ¿lo harías?
–¿Por cuánto dinero?
Supongo que se quedó sorprendido de mi respuesta y no la esperaba. Así que me miró con verdadera cara de sorpresa y me preguntó:
–¿Tan vicioso eres que harías lo que fuese por dinero? Porque si eso es así, después de follarte, me voy a mear en tu boca para que te lo tragues todo. Nos iremos al baño, te comerás lo que defeque y me limpiarás mi culo con tu lengua, y lo dejarás mejor que las madres lo hacen con los culitos de sus bebés. No tienes ni idea de lo vicioso y pervertido que soy en el sexo.
Me quedé pensativo un momento. Mi hermana y yo habíamos hablado muchas veces de cómo podríamos ir a estudiar a la universidad y ganar dinero para vivir esos años, ya que de nuestros padres no podíamos depender, una de las cosas que podían suceder, es que tuviésemos que pasar por muchas cosas, incluyendo la prostitución masculina y femenina, y lógicamente, cuantos más vicios aceptaras, más dinero ganarías. Una vez con los títulos en la mano, ese pasado quedaría bien pasado y enterrado, y nos dedicaríamos a los trabajos que nuestras titulaciones nos ofreciesen ¡error, error, error…!
–Don Ramón, por 1000 pesetas, me dejo follar, me trago su orín y me como su mierda.
–¡Mil pesetas! ¿Tú te has creído que soy el Ministro de Hacienda? Soy un miserable maestro de una aldea perdida. Te doy 600 pesetas.
–Mi padre dice que si no tienes dinero, no vayas a comprar. Solo por hoy le cobraré 750 pesetas.
Don Ramón se me quedó mirando fijamente durante un tiempo que se me hizo larguísimo. Luego sonrió cansinamente y me dijo algo que yo no esperaba. Algo que cambió mi vida con más rapidez de la prevista.
–Me gusta tu desparpajo Alberto. Eres un jovencito con una polla fantástica y por lo que se deduce de lo que estamos hablando, muy vicioso, y además te gusta el dinero. Yo puedo ayudarte a conseguir un hombre muy, muy vicioso, con buena polla, que te pagará todo lo que le pidas por follar contigo y hacer toda clase de marranadas, pero con una condición: Él te pagará los precios completos que tú y él acordéis y que no serán bajos, y a cambio, yo te pagaré mucho menos por haberte presentado esa caja de caudales que te llenará tus bolsillos. Además, yo puedo presentarte una colección de hombres maduros viciosos, de toda esta comarca, que te pueden follar todos los días, si tu culo aguanta sus pollas. Podrás ganar mucho dinero.
–De acuerdo, pero hoy son 750 pesetas. Al fin y al cabo, es Vd. el primero que quiere que le haga todo eso que nunca he hecho. Y me puede pagar a final de mes, cuando cobre su sueldo.
Se rió con gran fuerza, me empujó sobre la mesa, me separó los glúteos, apoyó su glande sobre mi ano, y de un solo empujón me enterró casi la mitad. Con esa penetración, me di cuenta que mis músculos anales estaban cediendo, como los de mi hermanita y las demás mujeres, lo cual era bueno, pero seguro que tenía algo de inflamación porque el dolor de la penetración y los roces era enorme, y cada vez que lo sacaba y metía, esa fricción me llenaba de un calor y de un dolor grande. De repente, me dijo al oído que me pusiese de pie poco a poco para que no se le saliese la polla, y el resto del follaje, me lo hizo estando yo “casi” de pie.
Todavía hoy me rio, pensando en cómo estaría él de puntillas detrás de mí, porque yo era al menos 10 cm más alto que él. Viendo que no tenía intención de masturbarme y yo tenía unas ganas enormes de hacerlo y correrme, empecé a masturbarme con ganas, y no me importó correrme por encima y el frontal de su mesa de despacho ¡ya lo limpiarían! Pocos segundos después se corrió él, se abrazó a mí dándome besitos en mi espalda. Poco a poco se fue saliendo su cada vez más disminuida polla, y empezaba su semen a bajar por mis piernas.
Una vez relajada su pasión, me hizo arrodillarme ante él y limpiarle de nuevo su polla manchada de sangre (había más que la primera vez) y de mierda. Me la metí en la boca y en poco tiempo se la dejé totalmente limpia. Y es ahora cuando viene lo escatológico, me dijo:
–Vamos al urinario y veremos que tal hombre vicioso eres.
Entramos en el urinario, viejo, medio roto, llenas sus paredes de restos de defecaciones y el suelo sin una buena fregada en años. Me hizo arrodillarme de nuevo y me dijo:
–Voy a intentar controlar la presión de mi meada sobre tu boca para que tengas tiempo para tragártelo todo, pero estate preparado para una buena cantidad de orín ¡tengo la vejiga llena!
Abrí la boca con ganas de saber cómo sería su sabor. Con mi hermana y otras pocas mujeres, nos bebíamos los orines y solo nos decíamos ¡que marranos somos! Su polla estaba fláccida, lo mejor para orinar bien, y casi me la metió entera dentro. Respiré con fuerza, y apenas lo hice empezó a salir su meado y llenar mi boca. Yo tragaba con deseos de terminar cuanto antes porque lo peor es no poder respirar, ya que al salir en chorro continuamente, respirar es casi imposible, porque el que te mea no para ni un momento, y este cabrón, era de esos.
Y encima, no debió ir a mear las dos últimas semanas. Hasta entonces, nunca nadie me había metido tanta orina en mi estómago. Los insultos de don Ramón eran constantes ¡cochino, guarro, maricón, vicioso de mierda, chapero, puto…! Pero veía en su cara que estaba disfrutando de cojones. Su sonrisa le delataba… hasta que su vejiga se vació y tuve que cambiar la bebida por la comida. Si amig@s, ahora me tocaba comer. Con una sonrisa en su boca, me dijo:
–Voy a inclinarme para cagar, así que pon tu mano o tus dos manos debajo de mi culo, y recoge todo lo que salga de mis intestinos, que no se caiga nada o lo oiré caer.
Los segundos siguientes fueron muy duros para mi. No es lo mismo limpiar una polla que ha estado en tu culo, o limpiar con la lengua un culo, que recoger todas las deposiciones y comértelas. Y por muy vicioso que seas y yo no sabía si realmente lo era, aquello daba asco. Me acerqué por detrás y puse mis dos manos bajo su culo. Poco después vi como el ano empezaba a dilatarse y empezaba a salir la primera bola, luego un trozo que me pareció un poco largo, y al final, otra bola pero más pequeña ¡ojalá no tuviese más ganas!
Y no las tuvo, pero plantó su culo delante de mi rostro, separó sus glúteos y no hizo falta que me dijese nada, metí mi boca ahí y mi lengua empezó a limpiarle el ano, y puse tanto empeño en hacerlo, que empezó a gustarme ese sabor, o en realidad, no me disgustó. Tanto fue así, que hasta mi lengua introduje varios cms dentro de su culo. Eso sí, me insultaba en todos los idiomas posible por ser tan asqueroso.
Cuando me separé de él y me miró, me llevé mis manos llenas de sus defecaciones a la boca y empecé a comérmelas ¡y el muy cabrón, el que se llamaba uno de los seres más viciosos del mundo, empezó a vomitar de asco! Yo me detuve y le observé. El se limpió la boca ¿de qué la limpiaba?, y me dijo que tirase el resto que quedaba en mis manos al inodoro y que me las limpiase bien. Me lavé las manos lo mejor posible y con los dedos me limpié la boca (los dientes) y acepté dos chicles y nos fuimos. Cuando iba para casa, mis pies estaban más fuertes que el primer día, mi cabeza menos embotada, pero mi culo lo notaba más hinchado y dolorido. Y a pesar de los chicles, no os comento el sabor de mi boca…
Al llegar a mi casa, me subí directamente al segundo piso donde teníamos el baño superior, el que normalmente usábamos mi hermana y yo. Era pequeño, solo lavabo, inodoro, y una ducha con cortinas de plástico. Pero mi hermanita, de recientes 14 años, acababa de llegar y la vi desnuda ya que iba a ducharse (ya era tarde), y al entrar yo, mi hermana se giró, olió, y me preguntó sonriendo:
–Hermanito ¿te has cagado encima? ¡Menudo olor a mierda haces!
Y al ver mi cara y darse cuenta que me estaba lavando las manos y brazos como si en lugar de lavarlos los estuviese lijando, y que antes de secarme las manos cogí el cepillo de dientes, me dejó parado al decirme mientras se reía.
–¿También tú eres un come-mierdas? Anda, lávate bien los dientes y luego coge ese frasco redondo que no tiene etiqueta. Es un desinfectante para la boca muy potente y te eliminará todos las bacterias que te hayan entrado -y riéndose, añadió- Y a partir de ahora, también te comerás algunas veces mi mierda y yo la tuya, con los recíprocos orines, así nos acostumbraremos a toda clase de vicios… y ya me dirás de quién ha sido esa caca que te has comido.
Como tod@s podéis ver, entre mi pequeña y amada hermanita y yo, no solo había una gran confianza, sino que el sexo entre nosotros y sus vicios, era muy natural.
–Sandra, necesito hablar contigo largo y tendido. Tengo que contarte muchas cosas importantes y necesito hacerlo con tiempo para que tú y yo podamos dialogar, comprendernos del todo y planificar nuestro futuro, aunque digan que estas cosas no se hacen a los 16 años y menos tú con tus años ¿te parece bien mañana sábado a las 16h? Podemos vernos en nuestro escondite secreto, en la cueva del bosque.
–De acuerdo Alberto con que los dos hablemos transparentemente. Yo también tengo que decirte cosas muy importantes. Más de lo que te imaginas. Pero no mañana ¡esta noche y en tu cama!
–¿No estarás preñada?
–Gilipollas, sabes que nadie me follará por el coño mientras no lo hagas tú. Y lo quiero esta noche y sin condones, odio los condones. Deseo que me podáis llenar el coño de leche, como hacéis con el culo.
Sonrió, me cerró un ojo, y metiéndose en la ducha corrió la cortina, cayó con fuerza el agua de la ducha, y se acabó la conversación.
Tal y como os he dicho al principio del relato, yo tenía 16 años y mi hermana Sandra, con 23 meses menos, ya había cumplido los 14. Hasta los 9 años de Sandra, nuestra vida era normal entre hermanos, pero a esa edad, una noche de fines de primavera, hubo una tormenta de esas que crees que el universo entero se te va a caer encima, y mi hermana, en lugar de irse al dormitorio de nuestros padres o meterse debajo de la cama, se vino al mío. Se metió en mi cama y se metió entre las sábanas tan aprisa que el ligero camisón se le subió hasta las narices, se apretó con un enorme abrazo a mi… y me pilló haciéndome una paja.
Yo la abracé también a ella, intentaba calmarla, pero con las dos manos abrazado a ella ¿a ver quién me metía la polla dentro del calzoncillo? Al mismo tiempo, acariciando su cuerpo para relajarla, noté que no llevaba bragas y eso aún me la puso más dura. Empecé a acariciarle el culo, la zona lumbar y sus muslos, y cuanto más se relajaba ella, más ganas tenía de masturbarme yo, hasta que noté que una mano de Sandra me estaba acariciando la polla sin rubor alguno.
En algún momento de la noche nos relajamos de verdad, nos dormimos, y al sonar el despertador, me di cuenta que mi maravillosa hermanita me había dejado casi sin ropa en la cama, y no solo me estaba mirando la relajada polla, sino que al verme ya despierto, me la empezó a acariciar con sus dos manos y claro, en pocos segundos la tenía tiesa y supertiesa.
Recuerdo que la muy puta sonreía al jugar con ella, y al apartarle las manos y enviarla a su habitación, me dijo algo así «como que yo tenía la pilila más grande que había tocado». Os podéis imaginar cómo me sentó de raro esa frase ¿Y a quién o a quienes les había tocado sus rabos para hacer esas comparaciones una cría que entonces tenía 9 años?
Cierto es que mi hermana y yo siempre nos hemos sentido muy unidos, pero con esto me sentía raro, como celoso. Sin embargo, desde esa noche, ya hubiese una tormenta en la Antártida, amenazas de viento en Groenlandia, o una posible visita del Conde Drácula, mi hermanita empezó a venir “a dormir” conmigo, y poco tiempo después siempre venía desnuda. Tenía unas manos maravillosas para ponérmela dura, y una vez así, quitarme el calzoncillo, nunca al revés. Empezamos a acariciarnos, a besarnos, a estar estrechamente abrazados, a conocer nuestros cuerpos. Y semanas más tarde, «para no manchar la cama», empezó a tragarse mi polla y beberse toda mi leche. Pero tal y como la mamaba de bien, yo tenía claro que “alguien” le estaba enseñando.
Pero esa noche, tal y como ella acordó, pasada ya la medianoche, mi hermanita, totalmente desnuda entró en mi habitación y se metió en la cama, a mi lado, y agarrando mi polla me dijo con voz ronca.
–No hables ahora mi amor. Cállate y toca bien mi cuerpo. Piensa en el de hace años y notarás mejor todo lo que me ha cambiado y el por qué me desean.
Su voz había cambiado, era más ronca y agitada. Lentamente fui pasando mis manos por su cuerpo y me quedé admirado de las curvas que tenía a su edad y del bosque que se le estaba formando en la entrepierna. Nunca había prestado especial atención a su cuerpo. Solo era mi hermana, pero ella, como buena mujer apasionada, notaba mi excitación, y en un impulso irrefrenable, encendió la luz, salió de la cama, y se mostró totalmente desnuda frente a mí.
Yo la veía desnuda prácticamente cada día. Se duchaba uno mientras el otro estaba en el inodoro o esperaba turno de ducha, seguíamos durmiendo juntos muchas noches… pero al verla crecer cada día, hasta esa noche, hasta ese momento, nunca me había fijado en lo buena que estaba mi hermanita. Ella, mientras yo la miraba y mi mástil, que tampoco era el de años atrás, se ponía más rígido que el palo mayor de un velero, sonreía, se acariciaba el cuerpo, y me mostraba las desarrolladas curvas que la cubrían a su edad. Se giró hacia el rincón donde estaba el candil de aceite para los apagones de luz, con sus dedos untó de aceite la entrada de su coño y apretándose a mí, me dijo:
–Y ahora fóllame duro. Como tú presumes de hacerlo y tantos coños te dan la razón. No te preocupes de preñarme, eso es algo que no me importa.
–¿Quieres decir Sandra que cuando te abra el coño y me derrame dentro, también dejarás luego que lo hagan otros? Porque eso sí te preñará y te hará trabajar de puta para poder abortar ¿ser puta es lo que quieres? Los dos queremos estudiar en la ciudad y tener títulos que nos faciliten la vida, y un nuevo tipo de trabajo que no sea destripar terrones o cortar leña para calentarse en el invierno. Porque, o es eso, o quedarte en el pueblo y ser puta para siempre.
NOTA: Cuando una chica se quedaba preñada en el pueblo, ningún padre la echaba de casa, pero en un alto porcentaje se iban a Casa Cristina (la más cara y con putas muy jóvenes) y se hacían putas, independientemente de la edad ¿por qué? Por la razón que si trabajabas de puta allí, ellos te pagaban los abortos que fuesen precisos, ganabas bastante dinero, y en mi pueblo habían más putas que habitantes. Eran años de la mili obligatoria, cerca de allí habían tres cuarteles con más de 4000 militares y se estaba ampliando un polígono industrial, por lo que siempre faltaban “mujeres para follar” y cuanto más jóvenes y viciosas, más caras y más solicitadas).
Mi hermana me miró, sonrió, y de repente soltó la bomba que tenía guardada.
–Yo, Sandra Pérez García, te tomo a ti, Alberto Pérez García, como mi único esposo y marido, para ahora y para siempre, para lo bueno y lo malo, y te juro vivir siempre contigo. Tú serás mi marido y yo seré tu mujer. Y ahora, si deseas casarte conmigo, di SI QUIERO.
Y se lo dije:
–SI QUIERO Sandra, y te prometo que trabajaré en lo que sea y cómo sea sin importarme el qué, para que puedas estudiar la carrera de maestra o la que quieras. Y siempre viviré contigo y para ti.
–Del dinero no te preocupes mi amor –dijo mi hermanita- A pesar de mi edad, con mi cuerpo y con mi cara, y la experiencia sexual mamando pollas y ofreciendo el culo que he sacado estos años con los amigos y unos adultos, ya hace 2 meses que me han ofrecido trabajar de puta. Pero este agujero que me vas a abrir tú, quiero que sea mi regalo de bodas. Seré puta sin esperar a estar preñada y seré de las mejores, así cuando vayamos a la ciudad, además de irnos con nuestros ahorros, me recomendarán una buena casa de putas juveniles, y seré yo quien pague las carreras de los dos. Y ahora fóllame, ábreme el agujero, porque ya me han ofrecido dinero para follármelo mañana, y poder empezar a ahorrar para nuestro futuro.
Y le abrí el coño. Poco a poco fui metiéndola, hasta que me di cuenta que la tenía enterrada hasta el fondo de su coño. Fui subiendo y bajando, ladeándome y haciendo lo mismo con su cuerpo, hasta que la respiración de los dos se hizo enormemente agitada, y entonces, mi hermanita me hizo parar, se la sacó, me puso polla arriba y se sentó encima, clavándose de nuevo la polla que entró con relativa facilidad y empezó a cabalgarme. Como ninguno de los dos había apagado la luz, nos veíamos perfectamente nuestras felices caras. Empezamos a comernos a besos y a acariciar nuestros cuerpos, mientras mi polla seguía moviéndose dentro de ella ¿O era ella quién se movía más?
El placer que me daba era inmenso y gracias al aceite que se había puesto, mi polla se deslizaba de maravilla. Tan de maravilla, que tuve la idea de penetrar su culo, de cabalgarla analmente. La levanté, y sin oposición por su parte, le cambié el agujero, y entre el aceite y que su ano ya estaba años dilatado, mi polla se deslizaba perfectamente. Pero mi hermana y esposa, prefería esa noche el coño y me hizo cambiar de ojete.
Creo que por vez primera, jugué de verdad con sus tetas y pezones y pude darle el placer de una corrida inmensa. Aún aumentaron más los besos y las caricias ¡cómo no acariciar como locos los cuerpos de unos recién casados! Mi hermana entró en éxtasis, se volvió a correr, casi se desplomó sobre mí. Un momento más tarde, me corrí dentro de su coño. La agarré bien con mis fuertes brazos, alargué mi mano para apagar la luz y la acosté a mi lado sin despegarla de mi, sin sacarle la polla de su coño. Y así nos dormimos los dos en nuestra noche de bodas.
Cuando sonó el despertador, mi hermana no estaba en la cama. Oí la ducha y antes que yo me levantase del todo, la oí canturrear y bajar corriendo las escaleras. Me terminé de vestir (entonces no nos duchábamos todos los días, había que ahorrar el agua ¡y de agua caliente nada!) Al bajar a la cocina para desayunar, mi madre estaba sentada en su lugar habitual, con los brazos cruzados y ojos vidriosos, y quien lo estaba haciendo todo era mi hermana ¡que estaba haciendo unos huevos fritos con jamón y no era domingo! Cuando me oyó entrar, separó la sartén del fuego, corrió hacia mí y aplastó sus labios con los míos delante de nuestra madre. Ante mi sorpresa, solo me dijo:
–La mamá sabe que nos hemos casado, que me has abierto el coño, y que me quede preñada o no, me voy a hacer puta. Anoche hicimos mucho ruido y para que no se despertase el papá por las pastillas del corazón, subió la mamá a ver qué pasaba, y como la puerta estaba entreabierta y la luz estaba encendida, nos vio y nos oyó. Ahora ya lo sabe todo.
Y nuestra santa madre, terminando de hacer lo que mi hermana había dejado del desayuno, me dijo entre lágrimas:
–Quiero Alberto que me jures que pase lo que pase, nunca abandonarás a tu hermana. Tú debes empezar tus estudios en la universidad antes que tu hermana los suyos, y por lo tanto, ese tiempo estarás casi sin ingresos (no sabía lo mío con el maestro). Tu hermana tendrá que irse antes de lo previsto para trabajar de puta, ganar dinero para manteneros vosotros dos, y ahorrar para el futuro. Así que si así sucede, lo que tú seas se lo deberás a tu hermana y al constante uso de sus agujeros, con todo lo que eso significa de embarazos y de posibles enfermedades ¿serás un cabrón y cuando sea ella quien te necesite la dejarás sola, o serás un hombre de verdad y la cuidarás?
–Te juro mamá que ni abandonaré a mi hermana ni te abandonaré a ti cuando fallezca papá, que espero sea dentro de muchos años. ¿Cómo quieres que abandone a mi mujer?
–Pues que así sea, hijos míos y sed felices los dos. Vivid vuestra vida que no será fácil.
Y los tres nos abrazamos, llorando, no sé si de felicidad, de histeria, o de una vida futura llena de enigmas. Pero los tres sabíamos que pasase lo que pasase, siempre estaríamos juntos y nos ayudaríamos en todo.
Y así ha sido.
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Buen relato espero más relatos de lo que hicieron tu y tu hermana y de lo que hiciste con el maestro y otras personas
Saludos
Excelente relato, tal y como nos tienes acostumbrados. Muy especial, morboso y excitante al máximo. La redacción y los tiempos maravillosamente llevados, una delicia leerte. Gracias y Felicidades por el relato. Valorado a tope, faltan estrellas para valorarte.
Joder Aida88. Enhorabuena por el relato y espero continuación. Nos estás poniendo el listón muy alto y caliente.