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Incestos en Familia, Intercambios / Trios, Sexo con Madur@s

Mi mamá resulta ser una buena profesora.

Mi mamá da clases a chicos que van mal, pero un día sus clases se volvieron mas interesantes y comenzó a tener sexo con su alumno.
Me llamo Mauricio y tengo 18 años. Vivo con mi mamá, Sofía. Mi mamá es una mujer de 38 años, con un aspecto muy atractivo. Tiene el cabello largo y ondulado, de un castaño oscuro. Sus ojos son grandes y expresivos, de un color avellana. Su piel es suave y bronceada, su cuerpo es curvilíneo y bien proporcionado; sus senos son generosos y firmes, y su trasero es redondo y voluptuoso, de esos que llaman la atención y que siempre resalta con sus pantalones ajustados o faldas cortas. Sus caderas son anchas y su cintura es estrecha. Tiene una manera de moverse sensual, sin intentarlo. Le gusta llevar ropa que realce su figura, y siempre está impecablemente arreglada.

Mi mamá es profesora en una universidad privada, donde imparte clases de matemáticas. Es conocida por su dedicación y pasión por la enseñanza, y sus estudiantes la adoran. Sin embargo, los fines de semana, da clases particulares de regularización para chicos que van mal en cualquier grado o nivel de escuela. Estos chicos suelen ser problemáticos y tienen dificultades para mantenerse al día con sus estudios, pero mi mamá tiene una manera de conectar con ellos y ayudarlos a mejorar.

Es una mujer muy organizada y disciplinada. Siempre se asegura de que todo esté en orden. Es una mamá cariñosa y atenta, pero también es estricta y exige lo mejor de mí. La casa en la que vivimos es grande y cómoda, con un jardín bien cuidado. reflejo del gusto refinado de mi mamá. Cada rincón de la casa está lleno de libros, ya que ambos compartimos una pasión por la lectura.

Un día, mientras mi mamá estaba en su estudio preparando materiales para sus clases, escuchamos el timbre de la puerta. Al abrir, nos encontramos con un chico llamado Rafael. Su apariencia era la de un chico de barrio: llevaba una camiseta desgastada, jeans rotos y zapatillas deportivas sucias. Su cabello era corto y desordenado.

«Hola, ¿está Sofía?» preguntó Rafael con una voz ligeramente ronca.

«Sí, soy yo,» respondió mi mamá, acercándose a la puerta. «¿En qué puedo ayudarte?»

«Vengo a pedir información sobre las clases particulares de matemáticas,» dijo Rafael, mirando a mi mamá con interés. «Me dijeron que das clases de regularización y necesito mejorar mis calificaciones.»

Mi mamá le sonrió amablemente y lo invitó a pasar. «Claro, pasa. Podemos hablar en mi estudio. Allí tengo toda la información que necesitas.»

Rafael entró y siguió a mi mamá al estudio. Mientras caminaban, no pude evitar notar cómo Rafael miraba a mi mamá, admirando su figura y su manera de moverse. Mi mamá, ajena a su mirada, se sentó en su escritorio y comenzó a explicar los detalles de las clases.

«Las clases son los fines de semana,» dijo mi mamá, entregando un folleto. «Puedo adaptarme a tu horario y necesidades. ¿En qué grado estás?»

«Estoy en tercero de preparatoria, es mi segundo año repitiendo tercero y me fui a extraordinario,» respondió Rafael, tomando el folleto. «Mis calificaciones son bajas y necesito pasar el extraordinario para no repetir el año nuevamente.»

Mi mamá asintió comprensivamente. «Entiendo. Puedo ayudarte a mejorar. ¿Tienes alguna preferencia por el día o la hora?»

Rafael se encogió de hombros. «Lo que sea más conveniente para ti. Estoy disponible todo el fin de semana.»

Mi mamá sonrió. «Perfecto. Podemos empezar el próximo sábado. ¿Te parece bien a las 10 de la mañana?»

«Sí, me parece bien,» respondió Rafael, devolviéndole la sonrisa.

Mientras Rafael se preparaba para irse, no pude evitar sentir una mezcla de curiosidad y preocupación. Había algo en la manera en que Rafael miraba a mi mamá que me hacía sentir incómodo, pero también había una cierta sinceridad en sus ojos que me hacía pensar que realmente necesitaba ayuda.

El día de las clases, noté cómo Rafael miraba el escote de mi mamá cuando se acercaba a explicar algo. Su forma de hablar con ella era muy hábil; parecía tener mucha experiencia tratando con mujeres. Le lanzaba piropos en doble sentido, y mi mamá solo reía y decía: «Vamos, Rafa, pon atención.»

«Sofía, tienes unas manos muy suaves,» dijo Rafael mientras mi mamá le corregía un ejercicio. «Deben ser mágicas, porque con ellas hasta las matemáticas se vuelven interesantes.»

Mi mamá rió suavemente. «Gracias, Rafa, pero mejor concentrémonos en los números.»

Rafael sonrió y se inclinó un poco más hacia ella. «Claro, pero no puedo evitar notar lo bien que te queda esa blusa. El color te sienta muy bien.»

Mi mamá, sin inmutarse, continuó con la clase. «Gracias, Rafa, pero mejor sigamos con el tema. Necesitas mejorar para que no repitas el año, ¿recuerdas?»

Rafael asintió, pero su mirada seguía fija en mi mamá. «Sí, tienes razón. Pero es difícil concentrarse cuando la profesora es la distracción.»

Mi mamá rió nuevamente. «Vamos, Rafa, pon atención. Estamos aquí para aprender.»

A pesar de los comentarios de Rafael, mi mamá mantenía la clase en orden y se aseguraba de que él entendiera los conceptos. Sin embargo, no podía evitar sentir una mezcla de curiosidad y preocupación por la manera en que Rafael interactuaba con mi mamá.

Esa misma noche, durante la cena, mi mamá comenzó a hablar sobre Rafael. «¿Cómo viste a mi nuevo alumno?» preguntó con una sonrisa.

«Parece que solo quiere pasar el rato, pero no le importa si aprende,» respondí con sinceridad.

Mi mamá rio. «Bueno, de alguna forma se comienza, hijo. Aunque se me hace un chico interesante, ¿sabes? Tiene carisma y, a pesar de aparentar ser un chico malo, sabe comportarse.»

Pasaron dos fines de semana más con Rafael actuando de la misma manera, lanzando indirectas a mi mamá y coqueteando sutilmente. Mi mamá parecía disfrutar de su atención y a menudo se le quedaba viendo con interés cuando Rafael escribía en su libreta o explicaba algo. Notaba cómo sus ojos se detenían en él más de lo necesario, y cómo una sonrisa sutil aparecía en su rostro cuando Rafael decía algo gracioso o coqueto.

Al tercer fin de semana, las indirectas de Rafael parecían más coqueteos que nunca. «Sofía, tienes una manera de explicar las cosas que hace que todo sea más interesante,» dijo Rafael, inclinándose hacia ella mientras miraba sus notas.

Mi mamá rió suavemente y respondió: «Gracias, Rafa. Me alegra que lo veas así.»

«Oye, Rafa,» dijo mi mamá, «te pareces mucho a un novio que tuve. Es curioso, solo que él no era tan atrevido como tú.»

Rafael levantó la mirada y sonrió. «Perdón, no era mi intención si dije algo que te molestara.»

«No pasa nada,» respondió mi mamá rápidamente. «Me gusta tu forma de ser. De seguro traes a muchas chicas detrás de ti.»

Rafael rio y se encogió de hombros. «Bueno, intento ser amable y atento. Pero contigo es diferente. Eres una mujer muy especial, Sofía.»

Mi mamá se sonrojó ligeramente y cambió de tema, pero no pude evitar notar la química que había entre ellos.

«Oye, mamá, regresó en un momento. Iré a ver si vende en la expo de libros del centro el libro de la novela que te conté,» dije, levantándome de la mesa.

«Sí, hijo. ¿Quieres dinero?» preguntó mi mamá.

«No, mamá. Me junté. No te preocupes,» respondí.

«Bueno, te vas con cuidado por que está lejos,» dijo mi mamá, abrazándome.

Mientras ella me abrazaba, noté que Rafael no dejaba de ver el trasero de mi mamá. Me sentí incómodo, pero traté de ignorarlo, cuando iba de salida, no pude evitar escuchar las risas de mi mamá por un piropo de Rafael. «Sofía, parece que tus jeans tienen un efecto magnético. Es difícil no quedarse mirando,» dijo Rafael con una sonrisa pícara.

Mi mamá rió suavemente, bueno a tu edad todo parece ser magnético, Me sentí incómodo, pero aun así salí a comprar mi libro.

Me hice casi tres horas de viaje para comprar mi libro. Al llegar, había muchas personas y tuve que caminar por todo el lugar hasta que encontré mi libro. En eso, observé que vendían material de las clases que impartía mi mamá en la universidad. Decidí marcarle para preguntarle si quería que le comprara material. Marqué una, dos y tres veces, pero no tomaba la llamada. «Qué raro,» pensé. Al cuarto intento, respondió.

«Hola,» dijo con una voz entrecortada y agitada.

«Mamá, soy yo. ¿Estás bien?»

«Sí, hijo, es que dejé el móvil en mi habitación y vine corriendo por él.»

«Ah, bueno. Oye, venden material de tus clases en la universidad. ¿Quieres que te compre ….»

¡hay no tan fuerte! … Grito mi mamá ¿Que? pregunte 

No nada,dijo igual de agitada y con esfuerzo: «Me cuentas cuando llegues.» añadió.

«Espera,» dije.

Mi mamá me interrumpió con esa misma voz: «Hijo. No me gusta dejar a mis alumnos esperando.»

«Bye, te quiero,» y colgó.

Me quedé pensativo. No entendía por qué mi mamá estaba tan agitada y por qué no me dejó contarle. Decidí regresar a casa lo más rápido posible para averiguar qué estaba pasando.

El tráfico me retrasó más de lo esperado, y cuando finalmente llegué a casa, mi mamá se estaba bañando.

«Mamá, ya llegué,» grité.

«Sí, hijo, ya voy a salir,» respondió mi mamá desde el baño.

Después de unos minutos, salió envuelta en una toalla.

«¿Cómo estás, hijo? ¿Cómo te fue?» preguntó mi mamá.

«Oye, ¿por qué me colgaste?» pregunté.

«Te lo dije, no me gusta dejar esperando a mis alumnos,» respondió mi mamá.

«¿Por qué andabas agitada?» insistí.

«Ya te dije,» respondió mi mamá, evasiva.

«Y ahora, ¿por qué tan preguntón, hijo?» dijo mi mamá, cambiando de tema. «¿Vamos a ver el libro?»

«Mira, es este,» dije, mostrando el libro.

«Oye, hijo, por cierto, se rompió la mesa donde doy las clases,» dijo mi mamá.

«¿Cómo y eso, mamá?» pregunté sorprendido.

«No sé, solo se rompió,» respondió mi mamá.

«Luego me ayudas a sacarla,» dije.

«Afortunadamente no me pasó nada, Rafa me alcanzó a sostener» dijo mi mamá.

«¿Sostener ? ¿Pues qué estabas haciendo?» pregunté, curioso.

«Bueno, ammm ya sabes que me estaba solo apoyando,» respondió mi mamá, nerviosa.

“¿No tienes hambre?” pregunto mi mama cambiando el tema-

«si un poco” respondí .”Bueno haré la cena,» dijo mi mamá.

El siguiente fin de semana, estaba preparándome algo en la cocina cuando escuché a Rafael y mi mamá en el estudio. Estaban en una mesa de plástico provisional para dar las clases y parecían más cercanos que nunca. Escuché a Rafael decir: «Luego no me culpes si se rompe otra mesa.»

Mi mamá respondió riendo: «Es que eres un animal. Te dije no tan fuerte y no haces caso.»

Rafael respondió: «Pero si bien que lo estabas pasando.»

«Cállate,» dijo mi mamá riendo.

No pude evitar sentir curiosidad y me acerqué para ver qué sucedía. Como el estudio solo tenía un arco y no había puerta, podía ver sin problemas. Al asomarme con cuidado, vi a Rafael sentado al lado de mi mamá. Ella reía y estaba sonrojada, y Rafael decía: «Vamos, solo un ratito.»

Mi mamá respondió: «No, está mi hijo.»

Rafael dijo: «Pues mándalo a hacer algo.»

mi mamá respondió: «No, ¿cómo crees que le haré eso a mi hijo?»

Y Rafael respondió: «Y entonces, ¿cómo le vamos a hacer?»

mi mamá respondió: «Hacer qué.»

Rafael dijo riendo: «Ya sabes, romper otra mesa.»

mi mamá respondió: «No, no vamos a hacer nada, Rafa. Pon atención. No me quiero sentir mal si repruebas. Hay tiempo para todo, pero hoy va a ser solo de estudiar.»

Luego, mi mamá se levantó, se acomodó la falda y tomó unos libros. Se acercó a su mini pizarrón y comenzó a escribir algo mientras Rafael solo miraba el trasero de ella.

Me aparté de la entrada del estudio tratando de asimilar lo que había escuchado y visto. Decidí esperar a que Rafael se fuera para hablar con mi mamá. Me quedé en la sala tratando de hacer guardia. En eso comenzó a llover. Cuando terminaron las tres horas de clase de Rafael, seguía lloviendo.

Rafael se despidió de los dos. Mi mamá lo detuvo: «Espera, ¿a dónde crees que vas?»

Rafael dijo: «A mi casa.»

Mi mamá respondió: «¿No ves que se está cayendo el cielo?»

Rafael dijo: «Sí, pero no pasa nada. Estoy acostumbrado a andar en la lluvia.»

Mi mamá respondió: «Nada de eso. Esperate a que se quite.»

Rafael dijo: «Bueno, pero se ve que va para largo.»

Mi mamá respondió: «No importa. Ven, toma. Ahí asiento. Lo llevó a la sala. Haré la cena. No te vayas a ir porque me voy a enojar contigo.»

Rafael dijo: «Sí, está bien.»

Luego me miró Rafael: «Hey, ¿qué hay? ¿Qué haces?» “leyendo” Respondí.

Le dije: «¿Y qué lees?»

Respondí: «Un libro de historia”

“Vaya, así que eres igual de intelectual que tu mamá.» Dijo Rafael

La lluvia continuaba y no parecía parar. Rafel dijo: «Me voy a ir así ya anocheció.»

Mi mamá respondió: «No, Rafa. Ten.» Le dio el teléfono. «Habla a tus padres y diles que te vas a quedar.»

Rafael miró el teléfono. «Bueno, mi papá debe andar con sus amigos ebrio y mi mamá debe estar trabajando, pero haré el intento.»

Hola, jefa, soy el Rafa. Oye, ando aún en casa de mi profesora porque está lloviendo mucho.

«No te lo juro, no estoy con mis amigos.»

Bueno, si no me crees es tu problema.

En eso, mi mamá intervino: «Pásamela, Rafa.»

Hola, buenas noches, soy Sofía, profesora de Rafa. Mire, es que está lloviendo y no me gustaría exponerlo de noche y con lluvia, así que si usted lo ve bien que se quede en mi casa.

Mi mamá estuvo hablando un rato con la mamá de Rafa. Luego colgó.

«Ya está, Rafa. Te quedas. Mañana temprano te vas a casa.»

Rafael dijo: «Vale, sí, está bien. Solo por que me lo pides tú.»

Mi mamá sonrió. «Vengan a cenar,» dijo.

Y todos fuimos a la cocina. En la cena, Rafael y mi mamá se lanzaban miradas mientras comíamos. Había risas de ambos. De la nada, un poco molesto dije: «Y ahora, ¿qué tienen de qué se ríen ?» 

Mi mamá trató de calmarme: «Hey, tranquilo. ¿Qué no podemos reírnos, hijo?»

Pues cuéntame el chiste para reírme también.

Mi mamá dijo: «No hay ningún chiste. Solo nos da risa. Ya sabes, como el juego de miradas.»

Más tarde, mi mamá se quedó lavando los platos. Rafael estaba en la sala mirando una serie y yo a su lado con mi libro. No me quería apartar de los dos. Luego mi mamá terminó y dijo: «Regreso. Voy por unas cobijas para Rafa.»

«Sí, gracias, Sofía,» dijo Rafa.

Llegó después con las cobijas en un sillón hizo mi mamá una cama improvisada.

«Listo, Rafa. ¿Necesitas algo más?» preguntó mi mamá.

Rafa dijo: «Sí,» con una mirada pícara y sonriendo vio a mi mamá y ella se sonrojó.

«Eres un tonto,» dijo mi mamá.

«Bueno, vamos a dormir, hijo. Ya deja el libro. Hay que dormir,» dijo mi mamá.

Mi mamá me acompañó a mi habitación, me dio las buenas noches y dijo: «Ya no estés leyendo y duerme bien.»

asentí: «Sí, descansa igual tú.». Luego salió mi mamá apagando la luz y cerrando la puerta tras de ella.

Abrí mi puerta y no dormí porque sabía que mi mamá estaba más que dispuesta a hacer cosas con Rafa. Así que me quedé atento y desde mi habitación vigilaba que mi mamá estuviera bien y no hiciera ninguna tontería.

Más tarde, mi mamá salió y observó que mi puerta estaba abierta. Se acercó y me hice el dormido. Ella cerró la puerta. Me levanté y abrí nuevamente. Note que mi mamá dejó abierta su habitación. La luz estaba encendida del pasillo y se escuchaba a mi mamá hablar con Rafa en la sala.

«Sofía, te ves tan sensual,» dijo Rafael con una voz suave y seductora.

«Rafa, no digas eso,» respondió mi mamá con una risa nerviosa.

«¿Por qué no? Es la verdad. Me encantas,» dijo Rafael, acercándose más a ella.

«Rafa..,» dijo mi mamá.

«Vamos, Sofí. vamos hacerlo,» dijo Rafael.

Mi mamá le dijo a Rafael: «Vale, vamos a hacerlo, pero vamos a mi habitación.»

Rafael respondió: «No, en tu habitación hay más riesgo de que nos escuche tu hijo.»

Mi mamá insistió: «Claro que no. Eso dices tú. ¿Por qué no te escuchas gemir y cómo gritas?»

Mi mamá rio: «Cállate, solo es porque me haces sentir cosas.»

«¿Qué cosas?» preguntó Rafael, acercándose más a ella.

Mi mamá lo abrazó: «Cosas ricas.»

Rafael la besó, y ambos se besaron apasionadamente. Mi mamá se subió encima de él, ya que Rafael estaba sentado en el sillón. Él la tomó de la cintura y continuaron besándose intensamente. Sus labios se movían con urgencia, explorando cada rincón de la boca del otro. Las manos de mi mamá recorrían el torso de Rafael, sintiendo bajo sus dedos. Rafael, por su parte, acariciaba la espalda de mi mamá, haciendo que se estremeciera de placer.

Luego, mi mamá se quitó la bata, dejando ver que solo llevaba su tanga. La luz del pasillo iluminaba su cuerpo, resaltando sus curvas. Rafael la miró con deseo, admirando su figura. Sus ojos recorrieron cada centímetro de su piel, deteniéndose en sus senos firmes y su cintura estrecha. Mi mamá, sintiéndose observada, se sonrojó ligeramente pero mantuvo la mirada fija en Rafael.

Mi mamá comenzó a desvestir a Rafael, quien solo llevaba una playera y un pantalón. Le quitó la playera, revelando su torso. Mi mamá pasó sus manos por su pecho. Rafael, excitado, la atrajo hacia él, besándola de nuevo con una intensidad que la dejó sin aliento. Sus lenguas se entrelazaron, explorando y saboreando.

Mientras se besaban, mi mamá desabrochó el pantalón de Rafael, liberando su erección. Rafael, con una sonrisa pícara, la ayudó a quitarle el pantalón por completo. Ahora, ambos estaban casi desnudos, solo con la ropa interior. Rafael acarició las piernas de mi mamá, subiendo lentamente hasta llegar a su tanga. Mi mamá se movió sobre él, frotándose contra su erección.

Rafael, no pudo esperar más, deslizó su mano dentro de la tanga de mi mamá, sintiendo su calor y humedad. Mi mamá gimió suavemente, moviéndose contra su mano. Rafael, excitado por su reacción, la besó con más intensidad, sus manos explorando cada rincón de su cuerpo. Mi mamá, desesperada por sentirlo dentro de ella, se quitó la tanga y guió la erección de Rafael hacía su entrada.

Con un movimiento suave pero firme, mi mamá se sentó sobre Rafael, tomando toda su longitud dentro de ella. Ambos gimieron de placer, sintiendo cómo sus cuerpos se unían. Mi mamá comenzó a moverse, subiendo y bajando sobre Rafael, encontrando un ritmo que los hacía gemir y jadear. Rafael, con las manos en su cintura, la guiaba, ayudándola a mantener el ritmo. el sonido de sus gemidos llenaban la sala.

Mi mamá, perdida en el placer, inclinó su cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello. Rafael, sin perder la oportunidad, besó y mordisqueó su cuello, haciendo que mi mamá se estremeciera y se moviera más rápido.

Mi mamá brincaba sin parar sobre Rafael, con voz cortada dijo: «Vamos, amor, cambiemos de posición.» Se levantó, se puso empinada, sosteniéndose en el respaldo del sillón, justo mirando hacia las escaleras. Yo, con precaución, seguí mirando solo esperando no ser descubierto. Ella miraba a Rafael por encima de su hombro, esperando ser penetrada de nuevo.

«Así, así, justo así,» susurró mi mamá, su voz temblando de anticipación.

Rafael, con una sonrisa pícara, se levantó y se posicionó detrás de ella. Colocó sus manos firmemente en su cintura, sintiendo la suave curva de su cuerpo. «Te sientes increíble, Sofía,» murmuró, su voz ronca de deseo.

Con un empujón suave pero decidido, Rafael entró en mi mamá, quien gimió de placer, arqueando su espalda para recibirlo más profundamente. «Sí, así, Rafael. No te detengas,» dijo, su cuerpo temblando con cada embestida.

Rafael comenzó a moverse, entrando y saliendo de ella con un ritmo constante y profundo. «Te sientes tan bien,» dijo, sus manos apretando su cintura mientras la penetraba. «Me vuelves loco.»

Mi mamá, con una mano en el respaldo del sillón y la otra en su propio cuerpo, se tocaba, aumentando su propio placer mientras Rafael la penetraba. «Más fuerte, Rafael. Dámelo todo,» exigió, su voz entrecortada por el deseo.

Sus gemidos se mezclaban. Rafael, con cada embestida, la acercaba más al orgasmo, sus cuerpos chocando con un sonido húmedo y rítmico. «Voy a… voy a…,» comenzó a decir mi mamá, su respiración entrecortada y acelerada.

Rafael, sintiendo cómo mi mamá se tensaba alrededor de él, aceleró su ritmo, llevándola finalmente al orgasmo con un grito ahogado. «¡Sí, Rafael! ¡Sí!» gritó, su cuerpo tembló y convulsionó.

Mi mamá, gimiendo, con el cuerpo sudoroso y una respiración agitada, se apartó ligeramente de Rafael. «No, no hemos terminado,» dijo con una sonrisa traviesa, volteandose para mirarlo. «Vamos, amor, una vez más. Quiero sentirte de nuevo.»

Rafael, con una sonrisa de satisfacción, asintió. «Como desees, mi amor. Ponte así,» dijo, girándola suavemente para que se volviera a poner en la misma posición, empinada y sosteniéndose en el respaldo del sillón.

Mi mamá obedeció, colocándose de nuevo en la misma posición, «Así me gusta,» murmuró Rafael, posicionándose detrás de ella. «Te ves tan rica así. me encanta tu culote». Con un empujón firme y decidido, Rafael entró en mi mamá una vez más profundamente. «Así, así.» dijon mamá.

En eso, mi mamá se dio cuenta de que los estaba mirando. Se levantó, tratando de cubrirse. Me vio directamente. «¡Re rayos! ¿Haces despierto, hijo?» gritó, nerviosa y avergonzada.

Rafael se acercó a mi mamá y la abrazó por detrás. Ella se estremeció al sentir a Rafael abrazándola, pero no dejaba de mirarme. «¿Qué haces despierto?» volvió a preguntar.

Yo respondí: «Y tú, ¿qué haces?»

Ella tragó saliva, apartó la mirada, tratando de buscar alguna excusa. «Nada que te importe,» dijo sin mirarme apartando la mirada.

«De qué hablas, te acabo de ver haciendo…,» comencé a decir, pero me interrumpió.

“Estamos mmmm…” se detiene y voltea la mirada nuevamente avergonzada, «Estamos… es decir…»

Rafael intervino, diciendo: «Estábamos cogiendo, las cosas como son».

Mi mamá susurró: «Así es.»

Rafael me miró y me preguntó: «¿Por qué no te nos unes?»

Mi mamá puso cara de shock y se estremeció. «¿Espera, qué?» dijo, tartamudeando.

«Lo que escuchaste,» respondió Rafael.

Mi mamá se quedó un momento sin palabras, luego solo dijo: «N-no sé…»

«De acuerdo,» acepté.

Mi mamá se puso más nerviosa y avergonzada. «¿Estás seguro?» preguntó.

«Sí, lo estoy,» respondí.

Ella se mordió el labio, solo asintiendo. Luego preguntó: «Entonces, ¿Qué hacemos?»

Rafael me miró y dijo: «Ayúdalo a desvestirse.»

Ella se acercó a mí, aún sonrojada y nerviosa. «Sí, claro,» susurró suavemente, pero decidida. Ella se acercó a mí, aún sonrojada y nerviosa. Me quitó primero la playera, luego el pantalón. Cuando me bajé la ropa interior, tímidamente apartó la mirada. Luego se levantó, diciendo: «Listo. Y ahora…»

Rafael se acercó detrás de ella y la acercó a mí. Él la acariciaba por detrás, sus manos recorriendo su cuerpo con deseo. Rafael le tocaba los senos desde atrás, apretándolos y masajeándolos suavemente. Luego, dejó sus senos libres para que yo los tocara. Bajé la mirada y vi su entrepierna, ligeramente velluda. Con curiosidad, puse mi mano sobre su sexo. Ella pegó un brinco al sentir mi toque, su cuerpo estremeciéndose de sorpresa y placer. Rafael, sintiendo su reacción, sonrió y continuó acariciándola, mientras yo exploraba su cuerpo con mi otra mano, sintiendo cada curva.

Con mis dedos, entré en ella y comencé a explora con ellos dentro de su vagina. Gimiendo, tomó mi mano, diciendo: «Más despacio, no vayas tan rápido.» Noté cómo su sexo estaba bastante húmedo, cubriendo todos mis dedos con sus fluidos. Continuamos por un par de minutos, luego Rafael la inclinó dejándola empinada ella lo volteo a ver. él le dijo sonriendo ya sabes que hacer, Ella volvió a girar, tomó mi miembro y comenzó a mover su mano arriba y abajo, acariciándome con una mezcla de suavidad y firmeza. Luego, lo introdujo en su boca, moviendo su cabeza en un ritmo constante, sus labios y lengua trabajando en sincronía para darme placer. Mientras tanto, Rafael la penetraba por detrás, sus embestidas rítmicas y profundas, haciendo que ambos gemimos de placer.

Rafael, dijo: «Te ves increíble así, Sofía sí, así, sigue así,» añadió Rafael, sus manos apretando su cintura mientras la penetraba con más intensidad. «Me encanta cómo te sientes.» Mi mamá, con mi miembro en su boca, emitía sonidos de placer, sus gemidos vibrando a través de mi piel, aumentando mi excitación. 

Después de un momento, mi mamá se apartó y me dijo: «Recuéstate en la alfombra.»

«¿En la alfombra?» pregunté, sorprendido.

«Sí, en la alfombra,» respondió con una sonrisa traviesa.

Asentí y me recosté en la alfombra, mirando hacia el techo. Ella se subió encima de mí, sonriendo mientras tomaba mi miembro y se lo introducía, bajando poco a poco. Sentí cómo su calor me envolvía, apretándome firmemente. Se inclinó hacia adelante, dejando su rostro junto al mío. Sentí su aliento en mi cuello mientras me besaba y mordisqueaba suavemente.

Te sientes tan bien,» susurró, moviéndose lentamente encima de mí.

En eso, comenzó a quejarse y hacer gestos de dolor. Miré hacia atrás y vi que Rafael ya la estaba penetrando analmente. Sentí cómo su cuerpo se movía con las embestidas de Rafael, sus movimientos rítmicos y profundos. Mi mamá gimió, un sonido mezcla de placer y dolor, mientras Rafael la penetraba con fuerza.

«Que apretado está,» dijo Rafael, sus manos firmes en sus caderas mientras la penetraba con intensidad. «Te sientes increíble, Sofía.»

Mi mamá, con mi miembro aún dentro de ella, se movía con las embestidas de Rafael, sus gemidos eran fuertes. «Mo tan rápido» dijo, su voz entrecortada por el placer y dolor. después de unos minutos recibiendo las embestida de Rafel dijo ella «Me encanta cómo me sienten ambos.».

Rafael aceleró su ritmo, penetrándola con más fuerza y profundidad. «Voy a… venirme…» comenzó a decir, pero su voz se perdió en un gemido profundo mientras se venía, llenándola con su semen.

Mi mamá, sintiendo el orgasmo de Rafael, “O si mi amor lléname el culo se siente rico” dijo , Luego de que saliera de ella Rafael mi mamá se movió más rápido encima de mí, buscando su propio placer. Luego se puso de cuclillas y comenzó a subir y bajar gimiendo mientras se apretaba ella misma sus pezones. sentía como sus nalgas chocaban contra mi en cada movimiento de ella.

Se levantó repentinamente temblando salió de ella chorros de su vagina dejándome empapado, luego se dejó caer encima de mi, sentía su respiración agitada, luego se levantó sonriendo satisfecha. «Gracias, hijo,» susurró, besándome suavemente en los labios. «Fue increíble.» dijo, yo aun seguía en la alfombra cuando ella bajó hasta mi pene, comenzó nuevamente a chupármelo pero esta vez era muy rápido, “Vamos mi amor dale tu leche a mami” dijo y luego volvió a chuparlo era tanto el placer que sentía que con un grito solté mi corrida en la boca de mi mamá ella succionaba mi pene mientras me corría como queriendo sacar hasta la última gota. Luego se incorporó y se sentó en la alfombra pensativa aun sin creer que acaba de pasar. 

“Estás bien” Pregunté.

“Si estoy bien solo..eso.. fue muy intenso” se acurruco a mi lado luego le hizo seña a Rafael para que se tumbara al otro lado, quedando ella en medio.

“Mamá te amo” dije.

Sus ojos se llenaron de amor y calidez por mis palabras, “Yo también te amo cariño, no sabes cuanto ” dijo.

“Entonces qué va pasar ahora entre nosotros” pregunte, ella me miró y dijo “No lo se, esto es algo nuevo también para mi y es algo complicado, pero lo que si se, es que te amo y quiero que esto se vuelva a repetir”, se levantó bajo la cobija que antes había bajado para Rafael y con ella nos cubrió a los tres, me abrazo ella y tomó las mano de rafa para que el la abrazara a ella. en la calidez de su cuerpo y lo acurrucados que estábamos nos quedamos dormidos.

Por la mañana nos levantamos a ambos nos recibió mi mamá con un beso en la boca, ella se fue a bañar, luego Rafael y yo fui el último en ducharme cuando salí ya estaba el desayuno Rafael estaba en la mesa con mi mamá esperándome para desayunar. 

Luego se retiró Rafael a su casa después de desayunar. mi relación con mi mamá cambió totalmente una o dos veces a la semana volvimos a tener intimidad y cuando Rafael iba a casa igual lo hacía con mi mamá pero ya sin cuidarse de ser descubiertos. Rafael si reprobó pero mi mamá llegó aun acuerdo con el ya que iba repetir nuevamente el año, el acuerdo era que si quería fallársela debía tener buenas calificaciones. Él continuó tomando clases con mi mamá pero ahora si se lo tomo enserio ya que si quería seguir cogiéndosela.

28 Lecturas/8 julio, 2025/0 Comentarios/por lordlunatico
Etiquetas: amigos, baño, cogiendo, hijo, mama, semen, sexo, viaje
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