Mi muchachito
(improvisación de chat).
Muchachito a los 5 años
Cuando llegué esa noche, mi muchachito ya estaba en la cama. Traté de llegar a tiempo para acompañarlo y leerle su cuento como a él le gusta, pero su madre ya lo había hecho. Aunque yo sé que a él le gustan más aquellos que le cuento yo. Lo malo es que con los míos se demora mucho en dormirse.
Es que mis cuentos son interactivos, ¿ven?
Anoche le conté el del gigante del bosque.
Se trata de un gigante que tiene un solo ojo y que vive dormido en un bosque. Solo los niños muy especiales pueden sacarlo de su sueño. Si algún niño lo logra, el gigante le dará un regalito.
—¿Y qué tengo que hacer para despertarlo? —me preguntó mi muchacho.
—Pues, aquí está el caminito que lleva al bosque. Si pones tus deditos así, paraditos, puedes recorrerlo y tal vez lo encuentres.
—¿Así, papi?
—Sí mi niño, así, sigue el caminito.
—Pero el caminito se pierde dentro de tu pantalón, papito.
—Pues, ábrelo y sigue el caminito hasta el final…
—¡Papi!, ¿por qué tienes tantos pelos ahí?
—Esos pelos son el bosque, mi amor. Por ahí es donde duerme el gigante.
—¡Papá!
—No retires la mano, mi amor. Es que tocaste al gigante y este dio un saltito.
—Ji, ji, ji, ¿lo toco de nuevo?
—Bueno.
—Ja, ja, otra vez dio un saltito. ¿Lo puedo ver?
—Pues, mete la mano y hazle cariño, a lo mejor se levanta.
—¡Ya!
—Eso, acarícielo muy suavemente.
—Parece que se está levantando.
—Así es, si se levanta capaz que lo puedas ver.
—Entonces lo acariciaré más para que salga del bosque, ¿sí?
—Bueno, yo creo que ya está saliendo, mire cómo se está levantando, ¿lo ve?
—¡Sí!, se está estirando tu pantalón, ¡quiere salir!
—Bueno, entonces dejémoslo que salga.
—¡Oh!, ¡papá!, ¡qué grande es el gigante!… ¡y tiene un solo ojo como tú dijiste!
—Mira cómo se estira, creo que ya está bien despierto, tiene el ojo abierto.
—Pero… ¡papá!, ¡el gigante está llorando!
—Oh, mi amor, eso le pasa siempre que lo despiertan sin que le den un besito de inmediato. Es como tú, ¿ves?, siempre que te despiertas quieres que te demos besitos.
—¿Le doy un besito, papá?
—Claro, mi amor. Dele un besito y verá que se pondrá muy contento.
—¡Muac!
—Mmm, pero los gigantes son diferentes, mi amor. Ellos esperan que les des besitos con lengua, para eso tienes que poner la cabecita entera en tu boquita y luego acariciarla con tu lengüita, de ese modo dejan de llorar. Es la única manera.
—¿En serio, papá?
—En serio, mi vida. Compruébalo tú mismo.
—chup, chup, chup
—¡Oh!, mi vida, ¡qué rico!
—¡Mira, papá!, parece que tengo que hacerlo de nuevo, porque le salieron más lágrimas.
—Oh, sí, hijo mío, hazlo muchas veces para que ya deje de llorar. ¡Pobre gigante!
—chup,chup,chup,chup
—¡Ahh!, mi amor, ¡sigue, sigue, que el gigante te dará un regalito!
—¡chup,chup,chup,chup!
—¡Aaahhh!, ¡qué boquita tan rica, mi vida! El gigante le va a dar una lechecita, tráguela toda, mi amor, ¡toda!
—Glup, glup, glup. ¡Papi!, ¡el gigante me dio una lechada muy rica!, ¡qué lindo es el gigante, papito!
—Uff, preciosura, ¡cuánto te amo, hijo mío!
—Me gustó mucho el gigante, papi.
—Lo sé, mi vida, a él también le encantaron tus besitos.
—¡Quiero darle más besitos!, ¡siempre!, ¡siempre!
Muchachito con papá a los 15 años
¿Te acuerdas, mi vida, cuando me llamabas a medianoche, agitado por lo que tú creías, eran monstruos bajo tu camita?, ¿te acuerdas que yo me acostaba a tu lado, en cucharita, y te abrazaba junto a mi pecho?
En una de esas ocasiones te diste vuelta, recuerdo perfectamente que estabas sin calzoncito y yo, en la premura de salir a verte, tampoco me vestí causando que mi verga quedara anidada en tu culito ardiente.
¡Oh, qué recuerdo aquél! En cuanto sentiste la carne de tu padre, llevaste tus manitas a tus nalgas y las abriste empujando tu cuerpo hacia atrás.
Juro que no quería, no miento, no quería, pero sentir la cabecita de mi verga ya enhiesta a las puertas de tu hoyito virginal me hizo perder el sentido. Empujé mis caderas y me incrusté en ti. ¿Lo recuerdas, mi muchacho?
Desde esa noche, sé que algo cambió en ti. Sé que desde ese momento tu idolatría hacia mí pasó a otro nivel. No había día en que yo no pensara en lo que había hecho, pero tampoco había día en que no notara tu insistencia en verme desnudo, en coincidir conmigo en el baño, en llamarme cada noche y repetir la experiencia de sentir mi verga en tu ano. Es verdad que ya años antes te habías acostumbrado a mi verga. Yo te llevé a ello, ¿recuerdas?, con los cuentos del gigante. Lo sé, fue arriesgado de mi parte, pero penetrarte es algo que no tenía en mi mente, mi amor. Sin embargo, has de reconocer que tú sí lo querías, lo anhelabas, me buscabas para que lo hiciera. Aún a esa edad, ardías en ganas de ser poseído por la verga que te trajo a este mundo. Tarde o temprano tendría que pasar. A los 6, a los 7 o a los 10, iba a pasar porque tú lo deseabas, ¿te acuerdas?
Me llamabas en las noches y cada noche iba, cada noche acudía a tu llamado. Ya ambos sabíamos lo que debíamos hacer; tú me esperabas desnudo con el hoyito palpitante y ensalivado y yo… yo entraba a tu habitación con la verga lista para clavártela hasta las bolas como tú me exigías, como le exigías a tu padre en un acto de amor desesperado y carnal que no muchos han experimentado.
Rozar el hoyito con la cabecita de la polla significaba para mí la sensación más hermosa de todas las que hubiera sentido. Sentir como tu hoyito se abría lentamente, dándome paso a tu interior, abriéndote plenamente, dejando que el grueso trozo de carne de tu padre entrara completamente en ti. Y entonces, solo entonces… cuando ya solo mis bolas quedaban fuera, tocando tu culo, ambos comenzábamos un rítmico vaivén que nos llevaba al cielo. ¡Qué noches aquellas, mi muchacho!
Recuerdo que a veces creías ver en mi un enojo por tu deseo insaciable por mi verga… pero mi muchacho, ¿no sabías tú que eras y eres lo más preciado de mi vida? Cómo podría yo sentir enojo por el bebé hermoso que tengo por hijo y que cada noche me entrega su preciado culo, su ardiente cueva para que en ella aloje la verga paterna que te comes a besos cada vez que tu madre no está en casa. ¿Cómo podría sentir enojo si te llevo en la sangre, mi amor?
Mi muchacho, solo una cosa me llegó a preocupar y es que cada día inventabas una nueva excusa para no ir a la escuela. ¿Es que acaso lo hacías para no dejar de verme?, ¿para no dejar de probar la leche cálida que te entregaba cada mañana, tarde y noche?
Pero la tuya era una preocupación sin sentido, hijo mío. Solo te fuiste dando cuenta de que nunca te faltaría la herramienta con que tu padre te creó. Siempre tuviste la verga a tu disposición, ¿no es así?
La tarde en que me agarraste de los huevos desesperado por mamar y te reté, fue porque tu madre estaba en casa, y tú sabías que aquello era un secreto.
En aquella ocasión te envié a la cama, pero antes de que te durmieras, papá se acercó a darte un besito de buenas noches, ¿lo recuerdas?, ¿recuerdas qué te dije?, yo lo recuerdo muy bien:
—“Ahora vas a dormir tranquilo que papá te dará un besito de buenas noches, pero no el beso al que estás acostumbrado, sino uno diferente. Ven aquí, niño mío. Dame, dame tu lengüita y deja entrar la mía en tu boca. Así, mi amor, eso es, déjame comerte la boca que mi calor no me deja pensar en otra cosa. Qué labios tan ricos tienes, ¿sientes mi lengua dentro de ti?, Te amo, mi niño.”
Hoy me dices que te traigo con la verga alborotada, pero, bebé, hoy tú tienes una misión que no debes olvidar: No importa realmente que tengas la verga alborotada, lo que hoy importa es que tu cometido es servirme a mí cuando YO tenga la verga alborotada. ¿No recuerdas que tú consentiste en que así sería siempre, mi amor? Yo te lo expliqué con claridad, que si querías que esto continuara en el tiempo tendrías que someterte a esta servidumbre. Te dije que cuando me vieras viendo televisión y yo te hiciera un gesto, tú tendrías que hincarte frente a mí, abrir este cierre, meter tu mano y sacar la verga que ya conoces tan bien y mamar sin derramar ni una gota, ¿te acuerdas que prometiste hacerlo siempre, mi vida? Tú sabes que esa es tu labor, mi amor, adorar este trozo de carne caliente que reposa entre estos pelos negros y abundantes y rendirle pleitesía. Recuerda que esta es la que ha satisfecho tus ganas de mamar, tus ansias de leche a toda hora. Recuerda que cada vez que lames mis bolas, estás lamiendo la fuente de la vida, el origen de tu propio ser. ¡Son las partes privadas de tu propio padre las que sirves!, ¡son las que te dieron la vida, las que te han mantenido contento desde que eras un bebé!, Son las partes de quien te enseñó a mamar en esas noches en que te iba a arropar antes de dormir, ¿recuerdas? Te ponía la verga dura y babosa entre tus labios infantiles y tú chupabas con curiosidad y tomabas el tronco con tus manitas pequeñas y me mirabas con esos ojazos pardos y tu boquita entreabierta con la verga a medias dentro de tu boquita caliente. Lo recuerdas, ¿verdad?
Hoy me preguntas si ya no te quiero, que si quiero dejarte. ¿Te das cuenta, hijo mío, de lo que me dices? Tu padre jamás dejaría a su hijo hermoso, a su bebé, a quien recibe la verga paterna cada día, nunca, mi amor. Siempre has sido y continuarás siendo mi niño y mi esclavo.
Ahora, mi amor, vaya a darse un baño y espéreme desnudo en la cama, en MI cuarto. Su madre tiene turno de noche y Ud. va a ocupar su lugar esta semana.
Torux
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ufffffff mi estimado me dejas con la leche derramada me encanta como escribes y como nos llevas hasta el máximo estado de exitación, me encanta los relatos de incesto como los escribes y espero sigas y sigas, así me tendras como tu lector mas fiel, salu2
torux tus rlearos me gusta sigue contando amigo…. 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Gracias chicos. Me alegro que les guste lo que escribo. Pronto habrá más novedades.
Ufff me pones caliente tío. Qué bien escribes. Estoy leyendo todos tus relatos.