Mi mujer, su padre, mi suegra y yo.
Serie en la que cuento cómo mi suegro empezó a follarse a su hija, mi mujer y de cómo yo empecé a saber que era un cornudo homosexual. .
Cristina y yo llevábamos juntos varios años y nuestra relación iba viento en popa. Los dos teníamos más o menos la misma edad. Cuando pasó esta experiencia que voy a relatar ella contaba con 35 y yo con 37. Mi profesión es regentar y dirigir negocios de hostelería y en uno de ellos la conocí como clienta. Fue ella la que me tiró los tejos y enseguida quedamos una tarde y de tomar café pasamos a estar follando como locos ese mismo día. Y de ahí a comenzar nuestra relación formal.
Ella vivía sola en un piso a escasos metros de donde yo trabajaba, por lo que no tardé en instalarme en su casa compartiendo los gastos. Cristina era secretaria de una gran empresa de construcción pero dejó su trabajo para comenzar otros estudios, por lo que empezó a pasar gran cantidad de tiempo en casa.
Sus padres vivían cerca, eran un matrimonio estupendo y bien avenido. Regentaban un negocio en el barrio y trabajaban juntos. Pronto las visitas a su casa o a la nuestra se hicieron habituales. Les caí bien y la relación era fluida. Ella se pasaba el día estudiando y yo trabajando. Al legar a casa ella usaba ese tiempo para descansar y yo para relajarme del trabajo. Casi siempre tomábamos un vino y tras asearme terminábamos follando en cualquier parte de la casa.
Yo era un hombre muy morboso y con mucho mundo recorrido por mi trabajo. Ella era una chica bien de barrio, recién separada de su anodino novio cuando nos conocimos. Cuando estábamos juntos la proponía ideas que le encantaban. Recuerdo un día que bajó a tomar café y estaba el bar solitario. Me dirigí a la puerta de la calle y bajé el cierre casi hasta el final. Rápidamente me fui a por ella y la puse boca abajo sobre la primera mesa del comedor. Le subí la falda y le bajé las braguitas a media pierna. Me bajé los pantalones y los slips y no tardé en estar follándomela de forma rápida. No disponía de mucho tiempo. En diez minutos me la había follado, la había llenado el coño de semen, le había subido las bragas y bajado la falda. Rápidamente subí el cierre del bar y no tardó ni un minuto en entrar un cliente. “Joder Jose, he visto e cierre bajado y no sabía que pasaba”, me dijo. Yo reaccioné rápido añadiendo: “Sí joder, me he quedado sin barril y he tenido que bajar al almacén a por uno, no quería dejar sola la barra y he bajado un momento el cierre”, le contesté con normalidad. Cristina seguía allí con las bragas pringadas de semen y se moría de la vergüenza de estar así en el bar. En la noche cuando llegué a casa no pude ni ducharme, me estaba esperando con las mismas bragas y caliente perdida. Me confesó que llevaba toda la tarde pensando en lo que le había hecho y que estaba muy caliente. El estar allí recién follada y con ese hombre la daban mucho morbo. Tuve que follármela de inmediato.
Otras noches sobre todo los fines de semana ella bajaba a tomarse algo y, se quedaba allí bastante rato mientras yo trabajaba. Recuerdo que a veces la pedía que bajase sin bragas debajo de la falda. Eso a ella la ponía a mil. El estar en el bar hablando con tanta gente y sin bragas la excitaban muchísimo. Tan cerca de tanto hombre y desnuda interiormente. Cuando terminaba y cerraba el cierre la agarraba y le metía la mano en el coño y estaba chorreando. Allí mismo me la follaba.
Quedábamos mucho con los padres de ella y cenábamos a menudo. Tras la cena poníamos música y bailábamos los cuatro. No tardamos en estar bailando con las parejas cambiadas. A su padre le encantaba bailar con la hija y a mi con mi suegra. Su madre era una persona que con dos copas se ponía medio borracha ya. Y le gustaba beber. A veces en esos bailes se me rozaba demasiado a mi entender. A mí eso me dejó de importar pronto y más cuando veía a su padre agarrar a mi mujer de esa forma en la que se la pegaba demasiado al cuerpo. Mi suegra lo hacía por que estaba medio borracha, pero el padre de Cristina cada vez se le pegaba más a la hija. Había ocasiones en las que se notaba demasiado como le apretaba la polla contra su cuerpo mientras bailaban agarrados. El alcohol hacía el resto. Yo también me rozaba ya con mi suegra de forma ostensible, la giraba cuando bailábamos salsa y de espaldas a mí le apretaba la polla contra su culo para que la notase sin disimulo. Mi suegro hacía los mismo con mi novia, su hija. Cuando nos quedábamos solos terminábamos follando y pronto comenzamos a morbosear con esas situaciones. Recuerdo que a Cristina le gustaba que me la follara contándole como le había pegado mi polla a su madre y, ella se ponía como una perra contándome que su padre a veces la tocaba el culo y la apretaba demasiado su polla contra sus muslos o contra su pelvis. Esas confidencias, en el calor de nuestros dormitorios, nos llevaba a echar polvos de escándalo. De estas cosas entre los cuatro no se hablaba, acaecían en las noches de cena y tras divertirnos lo dejábamos ahí. Se corría un tupido velo y sólo se comentaba en la intimidad de nuestras respectivas parejas. Salvo los días de partido. Mi suegro y yo éramos muy futboleros y quedábamos a solas a ver los partidos de nuestros equipos. Poco a poco mientras mirábamos la tele y tomábamos unas cervezas fue hablándose del tema.
Con el paso del tiempo tanto mi suegro como yo estábamos procurando que nuestras mujeres fuesen vestidas cada vez más provocativas. Mi suegra lucía sus piernas y en el momento de las copas y el baile la cosa se volvía a desatar. A su vez Cristina, mi mujer, lucía también minifaldas de vuelo que dejaban sus muslos al aire y que deleitaban a mi suegro. Cuando terminaba la velada cada pareja se quedaba a solas y de nuevo follábamos como locos. Me encantaba oír a Cristina contarme como su padre pegaba la polla a las nalgas y como se le iba poniendo dura. Eso me volvía loco y nos poníamos a follar como posesos. Recuerdo que los día de partido a mi suegro le gustaba oírme cuando le contaba lo dura que se me ponía cuando se la apretaba a su esposa. Eso nos empezó a sorprender a los dos. Yo cuando hablaba con él a solas estaba siempre muy empalmado y sabía perfectamente que él también lo estaba por el bulto que le notaba en el pantalón.
En uno de los siguientes partidos que quedamos para ver juntos fuimos a un bar repleto de gente. Mirábamos la tele pero no dejábamos de hablar de nuestras cosas. Los dos ideamos la idea de llevar a nuestras mujeres a la próxima cita sin bragas debajo de la falda. Eso me puso a mil y a él también. En momento del partido mi suegro me dijo: “Estoy empalmado”, yo bajé mi mirada a su bragueta y observé el bulto que tenía. Sin cortarme me abrí un poco de piernas estando frente a él y le dije: “Yo también”. Me excitó muchísimo confesarle eso a mi suegro abiertamente. Los dos sabíamos que allí estaba ocurriendo algo entre nosotros.
Cuando le conté la idea a Cristina se excitó de tal manera que esa noche me ofreció hasta su culito para que me lo follara, cosa que raramente hacía. En medio del furor sexual Cristina me dijo: “Amor, te gusta que se la ponga dura a mi padre, ¿verdad?”. Yo la apreté fuerte con mi polla y le dije: “ Me encanta que le pongas la polla durísima a tu padre mi amor”. Cristina entre jadeos y gritos de placer me confesó: “Y a él le gusta que mi madre te ponga a ti como te pone, le gusta que saber que estás empalmado cuando bailas con tu suegra”. Eso fue culminante y comenzamos a corrernos los dos como posesos.
Llegó la noche de nuestra siguiente cita y como habíamos acordado mi suegro y yo nuestras respectivas mujeres iban con su faldita corta y sin bragas. Al saludarnos nos miramos y nos guiñamos un ojo en señal de afirmación. Nos pasamos al salón y esa noche, como otras habíamos preparado un picoteo. Pronto la música empezó a sonar y los cuerpos a animarse. Mi suegra venía radiante con su falda negra pegada a su cuerpo y con esa generosa raja que lucía dicha prenda. Cristina llevaba otra faldita muy corta de color blanco y con un vuelo generoso. Rápidamente de formaron las parejitas. Recuerdo como mi suegro se acercó a Cristina y le dijo: “¿Me concedes este baile preciosa?”. Cristina le sonrió y le cogió de la mano accediendo a su petición. Mi suegra se vino hacia mí y la música de salsa y el vino hicieron el resto. Fue una velada loca. Los cuatro disfrutamos como enanos. Deambulábamos por la casa tomando vino y bailando a nuestro aire. Recuerdo que fue mi suegra estando los dos en la cocina abriendo otra botella de vino la que me dijo: “Mira yerno, ven aquí”. Me acerqué a ella y me abrió las piernas. Me cogió la mano que no tenía la copa de vino y se la llevó a su entrepierna. Instintivamente metí la mano debajo de la falda y la subí hasta llegar a su coño. Sabía perfectamente lo que iba a encontrar, mi suegro y yo habíamos planeado eso. Mi suegra iba sin braguitas y tenía el coño ardiendo y lubricado. Sus flujos invadían sus labios vaginales. Comencé a masturbarla mirándola a los ojos. Ella comenzó a excitarse y con la mano que tenía libre me apretó el paquete. Comenzó a acariciarme el terrible bulto que tenía bajo el pantalón, y me dijo: “A mi esposo le encanta que te ponga así, cuando se lo cuento me folla como un animal”, me espetó mi suegra entre jadeos. “Será mejor que volvamos al salón”, le contesté yo totalmente excitado con lo que acababa de decirme. Cuando volvimos con la botella de vino Cristina y mi suegro no estaban en el salón. Mi suegra los llamó y al momento salieron los dos del cuarto de baño. Mi suegro salía sonriendo, pero Cristina estaba pálida y algo nerviosa. Disimularon como pudieron y llenamos nuestras copas para brindar los cuatro. Discretamente los dos hombres nos fijamos en nuestras braguetas. No hay que decir cómo las teníamos. El vino hizo el resto esa noche y los besitos entre los cuatro empezaron a aparecer. La velada se alargó hasta que llegó la hora de despedirnos. Mi suegro y su esposa se fueron de casa muy alegres y antes de irse me dijo: “Jose, el martes hay partido, ¿Tienes libre la tarde?”, yo lo miré mientras agarraba a su hija por la cintura y le dije: “Pues sí querido suegro, podemos ver el partido juntos”. Nuestras mujeres quedaron en llamarse para hacer planes, a ellas el fútbol les importaba bien poco, y se alejaron entrando en el ascensor.
Cristina y yo cerramos la puerta y empezamos a comernos la boca. La excitación de ambos era enorme. Ella me besaba empujándome hacia dentro del piso, pero terminó metiéndome en el baño. Se apoyó en el lavabo comiéndonos la boca como posesos. Soltó su copa de vino, me desabrochó el cinturón y me bajó los pantalones y los slips. Mi polla saltó como un resorte y ella se subió un poco en el lavabo subiéndose la falda y abriéndome las piernas. Dejó de pasarme su húmeda lengua por mis labios y muy nerviosa me dijo: “Termina lo que mi padre ha empezado”. No tardé en comprender que, cuando salieron del baño ellos dos esta noche, la cara de nerviosismo de mi mujer era por eso. Su padre habría comprobado que ella venía sin bragas, pero lo había hecho bajándose los pantalones y metiéndole la polla a su hija. Eso y su silencio me volvieron loco y empecé a penetrarla con mi dura polla. Cristina estaba excitadísima y yo también. Me acerqué a su oído y le dije entre jadeos: “Sí mi amor, yo lo acabo”. No hizo falta mucho más para echar un polvo increíble, el cual, continuó en nuestro dormitorio.
El martes llegó pronto y Cristina de marchó de compras por la tarde. A la hora convenida mi suegro apareció por casa. Aún faltaba un rato para el partido. Nos servimos unas cervezas sentándonos en el sofá. Sin pausa él comenzó a decirme que le había vuelto loco saber que mi suegra me había acariciado la polla mientras yo la masturbaba en la cocina. Me miró y me dijo: “ No sabes cómo me puso la polla oír eso cuando mi esposa me lo contó”. Yo llevaba caliente todo el día pensando en nuestra cita. Los dos nos mirábamos y sabíamos que el momento había llegado. Solté mi vaso en la mesa y le quité el suyo de su mano dejándolo junto al mío. Los dos nos echamos hacia atrás apoyando nuestras espaldas en el sofá. Llevé mi mano a su paquete y empecé a acariciárselo. Él me miraba fijamente. De repente me atreví a decirle cogiéndole todo el bulto con mi mano: “¿Esto es lo que le metiste a tu hija en el baño?”. No me contestó con palabras, lo hizo llevando su mano a mi entrepierna agarrándome la polla. Los dos comenzamos a jadear tibiamente. Dejé de tocarle la polla y le desabroché el cinturón con una de mis manos y con la otra desabroché el mío y nuestros botones. Él no dejó de sobarme polla.
Me acerqué a el con mi cara y lo besé en los labios. Mi suegro me correspondió con los suyos y comenzó a bajarme la bragueta. Separó su boca de la mía y me dijo: “ No sé lo que me pasa, pero saber que eres tan hombre y que mi esposa te pone tan duro me da mucho morbo y me está nublando la mente”. Yo le contesté bajando su bragueta y metiendo mi mano dentro de ella. No me bastó con eso y la introduje dentro de sus slips entrando en ellos por arriba. En seguida tuve la polla de mi suegro cogida con mi mano. Mi suegro cerró sus ojos de gusto, sobre todo cuando sintió que le bajé la piel de su miembro hasta abajo. En ese momento de placer él metió su mano en mis slips y me agarró mi miembro. Y comenzó a hacerme una paja. Me imitó por que llegaba con mi piel hasta muy abajo, aunque lo hacía con mucho tacto. Nos estuvimos masturbando mutuamente bajando nuestras manos muy abajo y dejando nuestros glandes bien al descubierto. Mi suegro de repente me miró y me dijo: “Ha llegado el momento de ver cómo te la pone tu suegra”. Lo miré a los ojos y saqué mi mano de su bragueta. Cogí al suya y le dije: “Está bien suegro, pero para eso tienes que sacar tu mano de aquí”.
Me levanté del sofá y me quité los zapatos y los calcetines, me desabroché la camisa y me la quité tirándola a una silla. Bajé mis pantalones y los saqué por mis pies. Mi suegro me miraba fijamente y no quitaba ojo de mi paquete. Llevé mis manos a mis slips y los bajé lentamente hasta que me los quité. De repente me vi desnudo y empalmado delante de él. Le miré a la cara y vi que no quitaba ojo de mi polla, y me atreví a decirle: “Así es cómo me pone tu mujer, mi suegra”. Él se echó hacia delante y me cogió la polla con una mano y continuó la paja que había comenzado. No tardé en empezar a jadear, mi suegro bajaba la piel de mi miembro y la subía lentamente. A su vez desabrochó los botones de su camisa y su pecho apareció ante mí. Yo cerré mis ojos un momento del gusto que me estaba dando con su paja. De repente sentí como mi suegro metía mi polla en su boca y comenzó a chupármela. No puedo expresar con palabras el gusto que me estaba dando y el morbo que sentía. Mi suegro comenzó a chupármela sin manos y se quitó la camisa. Levantó su trasero del sofá y bajó sus pantalones quitándoselos torpemente sin dejar de comerme la polla. Por momentos se la sacaba de la boca y me lamía los huevos. Yo lo miraba desde arriba observando como se la metía en la boca y mirando el enorme bulto que tenía en su entrepierna.
Le cogí de la cara y se la acaricié, acompañando los movimientos de su cabeza con pequeños movimientos de mi pelvis. No quería parecerle brusco. Noté como mi primera gota de líquido preseminal salió de mi polla y lógicamente fue chupada por mi suegro. En ese momento le dije: “Uffffffff, para cariño, si sigues no sé cuanto aguantaré y yo también quiero portarme bien contigo”. Él se sacó mi polla de la boca y se echó hacia atrás. Me puse de rodillas y le cogí los slips y se los quité. Ante mi apareció la enorme polla de mi suegro. A esas edades se les pone muy gorda a los hombres y él tenía ya más de 60 años. No perdí ni un segundo en agachar mi boca y en comenzar a chuparle el capullo. Se lo acababa de descubrir tirando suavemente de la piel de su miembro hacia abajo, y le regalé una buen chupada en esa cabezota que tenía. Luego seguí metiéndomela casi entera en la boca hasta que mi suegro comenzó a jadear de gusto. Su polla me llenaba toda la boca, la tenía mas gorda que yo y por qué no decirlo un poco más grande. No tardó mucho en dejarme en mi lengua la primera gota de líquido que salió de su glande. La saboreé con sumo placer.
Los dos sabíamos que no duraríamos mucho más así que dejé de mamársela y me incorporé poniéndome de pie. Mi suegro me miró y me dijo: “Ahora qué”. Lo cogí de sus manos y le dije: “Vente conmigo”. Se levantó del sofá con su polla muy dura, al igual que tenía yo la mía. De la mano me lo llevé al dormitorio de su hija y mío. Nos tendimos sobre la cama y comenzamos a besarnos. Recuerdo como sentía el vello de su bigote en mis labios y eso me encantaba. Mi suegro y yo nos comíamos la boca y juntábamos nuestras lenguas con ardor. Nuestras pollas se rozaban y nos abrazábamos juntando nuestros pechos. No había tiempo que perder y más aún estando los dos tan excitados. Me acomodé pasando mi boca por su cuerpo y deteniéndome unos instantes en sus pezones. De ahí llegué a ponerme en la cama en una postura idónea para comenzar un 69. Los dos cogimos esa posición con gusto y comenzamos a lamernos nuestras pollas. De nuevo la tenía en mi boca y mi suegro la mía. Ahora se unía el placer recibido con el deseo de chupar al otro. Sin darme cuenta le puse el dedo en el culo a mi suegro y comencé a darle vueltas a su esfínter. El hizo lo mismo conmigo y no tardamos en meternos el dedo el uno al otro. Yo se lo apretaba con ganas y él a mí. Eso fue la gota que colmó el vaso, y dándonos buenos empujones mutuos dentro de nuestros culos los dos comenzamos a corrernos cada uno en la boca del otro. Recuerdo el semen de mi suegro como una baba espesa y caliente. Además, me pareció una corrida muy abundante. Por mi parte comencé a eyacular muerto de gusto en su boca apretándole la polla bien dentro mientras le metía el dedo por su culo. Ni mi pareja, su hija, había conseguido nunca darme tanto placer con una mamada. Recuerdo que me succionó el capullo hasta que me lo dejó limpio y me empezó a ser molesto. Yo tragué con placer esa baba espesa que había derramado en mi boca.
Mi suegro me atrajo hacia él y me comenzó a besar, me encantaba sentir el vello de su bigote sobre mis labios. Nos levantamos y nos vestimos. Al poner la tele vimos como el árbitro pitaba el final del partido, el nuestro había sido más interesante. Mi suegro me miró y me dijo: “Esto de momento no debe saberlo nadie, todo llegará en su momento”, me dijo. “Tranquilo”, le contesté yo, “Esto no lo sabrá nadie de momento”. Y nos despedimos antes de que su hija llegase a casa.
Esta aventura no ha terminado aún……….Espero que os guste…….
Muy buen relato me gustó mucho me causo mucho morbo el saber que harían un cuarteto sobre todo saber que el papá le metió su pollón a su hija
Leeré el siguiente
Saludos