Mi nacimiento y evolución en el sexo I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por argamedon40.
Me llamo Raúl, tengo 60 años, y llevo ya muchos años casado, pero ahora no es lo que mas importa, lo que hago en estos relatos es mostrar algunos aspectos y momentos de lo que me ha ido sucediendo en mi vida sexual.
Mi familia era una familia normal, aunque acomodada.
Vivíamos en una población de las afueras de Madrid, en una casa unifamiliar con un jardín no muy grande y piscina.
Mi padre Sergio era abogado, tenía un bufete en Madrid y mi madre Blanca, era propietaria de una farmacia, en la que además de ella trabajan otras dos personas mas, la familia la completaba mi hermana Susana que es 2 años menor que yo.
Todo esto empezó siendo críos, mi nacimiento a la sexualidad se produjo , me imagino que como en muchos casos, en el Colegio.
Cuando íbamos a los baños a orinar me fijaba en el pene de los que estaban al lado, lo mismo que otros se fijaban en mi.
No era por perversión sino por curiosidad, quería saber si mi instrumento era mayor o menor que el de los demás.
Con el tiempo fui viendo de todos los tipos y tamaños, como es natural, y en cuanto a lo primero yo tenía el capullo fuera y en cuanto a lo segundo el mío no desencajaba, es decir no puedo decir que fuese enorme pero si que para mi era mayor que los de la mayoría, aunque siempre en estado flácido.
También nos fijábamos en las chicas y me acuerdo que comentábamos con los amigos que ellas no tenían eso, que tenían una raja por la que orinaban, sobre todo hablaban mucho quienes tenían hermanas mayores ya que decían que les habían visto orinar.
Había quien decía que había visto a su hermana desnuda y que abajo tenían algo de pelo, además de las tetas.
En definitiva, no sabíamos nada, investigábamos por comentarios de otros
En aquella época no había PC y lógicamente internet no existía (aunque a muchos jóvenes les cueste creerlo), como mucho y unos años mas tarde, empezamos con algunas revistas que se conseguían de extranjis y en las que empezamos a ver las primeras mujeres desnudas, recuerdo, Lui, Playboy y Penthouse entre otras; en esta última comenzaban los relatos eróticos.
Tampoco había colegios mixtos, sino que los chicos íbamos a un colegio y las chicas a otro y las posibilidades de estar con chicas eran bastante escasas, ya que el mundo que nos rodeaba era muy poco permisivo y muy vigilante, por eso los comienzos, normalmente, eran siempre entre el mismo sexo.
Como yo era de los mas formales y estudiosos en clase siempre me ponían en la última fila, pensando en que no iba a crear ningún problema.
Esto primer episodio que voy a contar sucedió cuando tenía doce años y fue el comienzo de mis actividades sexuales compartidas.
Un día en clase de matemáticas y mientras el profesor explicaba un tema de ecuaciones de primer grado (a muchos les sonará a chino), sentí que algo me tocaba la pierna, pensé que Juan, mi compañero de pupitre, se habría movido y me habría tocado, así que no hice el menor gesto y seguí atento a la explicación.
Al cabo de unos minutos sentí de nuevo un roce, pero esta vez sentí que algo se ponía en mi pierna, me sobresalté y miré hacia abajo.
La mano de Juan estaba por debajo de la mesa y encima de mi muslo, no dije nada pero le miré y él me sonrió.
Como estábamos en clase no dije nada pensando en que me estaba tomando el pelo, así que seguí atento a las explicaciones del profesor, aunque mi mente no estaba del todo en ello.
Juan comenzó a deslizar su mano por mi muslo hacia arriba.
Yo comencé a no prestar atención a la explicación y sin saber que hacer, empezaba a acelerarme, así que hice como que no pasaba nada y seguí mirando al tablero del profesor.
El, al ver que yo no hacía ni decía nada, siguió su movimiento y llego a mi entrepierna; el sobresalto fue enorme, no entiendo aún como no se enteró el resto de la clase, pero por miedo a que alguien se diese cuenta seguí en silencio y cerré las piernas
Al cerrar yo las piernas, retiró la mano y no dijo nada.
El resto de la clase fue con normalidad, pero yo ya no estaba normal, mi curiosidad, mi inocencia habían hecho que me hubiese excitado por lo sucedido, pero no me atreví a decirle nada cuando salimos al patio, la realidad es que no sabía que decirle porque la sensación había sido agradable y me había gustado sentir sus caricias.
Ya en el patio del colegio fui a orinar y Juan se puso a mi lado, me sonrió y miró hacia mi instrumento de una forma descarada, yo también miré a su lado y vi que su polla era menor que la mía y que la estaba moviendo con su mano, como pajeándose para que la viese en toda su hegemonía.
Terminé de orinar, me di la vuelta y salí al patio a charlar con otros compañeros, con la mente turbada por lo sucedido.
Después, de lo que llamábamos en aquella época el recreo, teníamos clase de gramática, y nos dirigimos a clase.
Nada mas entrar nos dijeron que teníamos que leer unas páginas de un libro y que luego deberíamos comenzar una redacción sobre lo leído.
Todo era silencio en la clase, el profesor en su mesa estaba también leyendo algo y todos concentrados en el libro que teníamos delante.
¿Todos?, no, todos no, Juan puso nuevamente su mano en mi muslo; yo no dije nada, entre el silencio de la clase y lo acelerado que estaba por lo anterior y haberle visto la polla en el recreo me dejé hacer.
Al ver que yo seguía leyendo, se animó y de golpe trasladó su mano a mi entrepierna; esta vez no cerré las piernas y le dejé hacer, comenzando él a acariciar, por encima de la ropa, mi polla que ya se estaba poniendo dura.
Ni que decir tiene que aunque estaba encima del libro y leyendo, no me enteraba de nada de lo que leía, mi mente estaba en esa mano que me estaba acariciando la polla, que me excitaba y además me gustaba.
Juan se animó aún más y quiso meterme su mano por la cintura del pantalón.
Como yo estaba sentado hacia delante no podía, así que volvió a sus andadas y siguió acariciándome por fuera, de forma torpe pero efectiva ya que me mantenía con el instrumento en forma.
Yo estaba nerviosísimo y excitado, mi polla ya dura, pero callado como un muerto y sin concentrarme en lo que leía.
Al cabo de un rato Juan como no podía meterme la mano por la cintura, desistió y se puso a leer.
Yo por mucho que quería no me concentraba, así que cuando hicimos la redacción sobre lo que habíamos leído ninguno de los dos aprobó.
El profesor nos dijo que no comprendía que nos había pasado ya que siempre éramos de los buenos en clase, y como castigo (en aquella época existían los castigos), el profesor nos dijo que para el día siguiente teníamos que traerle una redacción de dos hojas relacionadas con lo que teníamos que haber leído.
Al salir de clase, me dirigí a Juan para aclarar lo que había pasado, y él, sin dejarme hablar, me propuso que fuéramos a su casa a preparar juntos la redacción.
Su reacción me dejó de piedra y sin saber reaccionar, le dije que conforme, que llamaríamos a mis padres desde su casa para avisar que llegaría tarde.
El inmediatamente se dio la vuelta y se fue a jugar con otros compañeros, y ahí me quedé yo, con cara de bobo, sin haber sabido reaccionar y confuso por la situación.
La verdad es que me había gustado y mucho que Juan me hubiese acariciado.
Yo lo hacía a solas en casa y hasta recientemente me había corrido y me había gustado, pero nada en comparación a lo sentido cuando él me acariciaba.
Al salir de clase por la tarde, nos dirigimos andando hacia su casa (entonces no había los peligros que hay ahora en la calle y podíamos movernos con libertad):
Yo no sabía como abordar el tema, y como él no paraba de hablar de los compañeros, de que tenía partido de futbol el sábado etc, casi no hablé en todo el tiempo hasta llegar.
Cuando llegamos a su casa nos abrió la puerta su madre, una mujer muy alta, o por lo menos me lo pareció a mí en ese momento, era muy guapa, aunque como no tenía experiencia no supe valorarla en su justa medida, con el tiempo me daría cuenta de que era una mujer diez.
La madre de Juan, según había oído en alguna conversación de mis padres, estaba separada hacía unos años y parece que había tenido algunos pretendientes pero ninguno había cuajado, ya sabéis cotilleos de barrio.
Nos dio la merienda y tras avisar a mis padres de que estaba en su casa, nos dijo que fuésemos a la habitación de Juan a hacer los deberes.
Así hicimos, nos dirigimos a la habitación y nos sentamos en una mesa de estudio.
Nuestras sillas estaban juntas; abrimos el libro y comenzamos a leer.
No habían transcurrido ni dos minutos cuando sentí la mano de Juan en mi muslo.
No hice nada, me imaginaba cual iba a ser el trayecto a recorrer y me acordaba del gusto que me había dado, así que seguí con mi cara fija en el libro y mi mente en la mano de él y en mi polla que estaba reaccionando.
El se tiró hacia atrás un poco para poder acceder con mas libertad, acariciándome la polla por encima de la ropa.
Fue directo a mi cintura, y esta vez con sus dos manos me desabrochó (yo la verdad no puse mucho impedimento), metiendo su mano por dentro de mi calzón y directamente fue a coger mi instrumento.
Ya la tenía tiesa y caliente, estaba como yo, excitada.
El, la tocaba, la cogía, la movía sin marcar un ritmo determinado, solo la manoseaba (éramos jóvenes y teníamos poca práctica, aunque en él se notaba mas experiencia).
De repente levantó una mano y cogiéndome la mía que la tenía apoyada en la mesa, me la bajó a su entrepierna, poniéndola encima de su polla que también estaba dura.
Sin saber como hacerlo, comencé a tocarla por encima, movía mi mano hacia delante y hacia atrás.
Al rato de toquetearnos, Juan quitó la mano de mi polla y movió su silla hacia atrás, fue hacia la puerta y puso un pestillo que tenía.
Yo no decía nada, simplemente le observaba.
Se acercó a mí y se bajó el pantalón y su calzón, quedando su polla al aire, dura y tiesa.
Yo había visto a otros, como he dicho, cuando orinaban, pero nunca había visto una así, salvo la mía cuando me acariciaba.
Se acercó, me cogió la mano y la llevó hacia abajo, hacia su polla.
Yo la cogí y comencé a moverla como me lo hacía yo últimamente, hacia delante y hacia atrás; él no estaba descapullado, así que éste estaba oculto, yo tenía la mirada fija en esa polla y me gustaba su tacto, sentía su tersura y su calor.
En una de las veces que le estaba acariciando vi que cuando tiraba hacia atrás le iba asomando el capullo así que me fui animando y conseguí sacarlo del todo, húmedo y suave.
Juan gemía, y miraba lo que le hacía.
Yo estaba ensimismado con su polla, acariciada por mis manos, la miraba, miraba sus huevos y quería que esa imagen quedase impresa en mi retina.
Hizo que me levantase y me hizo bajar la ropa, saltando mi polla como si tuviese un muelle.
Me llevó hacia la cama y nos tumbamos uno al lado del otro, yo no quitaba ojo de su polla y él de la mía.
Sus movimientos eran más rítmicos, seguían una pauta, lo que me indicaba que él se había masturbado muchas veces y sabía mas o menos lo que debía hacer.
Cuando llevábamos unos minutos pajeándonos mutuamente, sin hablar, solo miradas, suspiros y algún que otro gemido, noté que estaba llegando y fruto de la excitación comencé a pajearle con mas intensidad, lo que hizo que Juan se corriese en mi mano.
Yo no había quitado ojo de su polla mientras se corría, viendo la explosión de su leche por mi mano, llegando a su tripa y hasta su pecho.
A él le debió suceder lo mismo, la situación y su llegada al climax hizo que acelerara también sus movimientos sobre mi instrumento, yo ya no podía aguantar mas, su ritmo, lo vivido momentos antes, el ver el semen de Juan cogiendo por su polla y mi mano, hicieron que yo también me corriese, emitiendo un grito apagado.
Correrme pajeado por mi amigo, ver como de nuestras pollas había salido nuestra leche, que nuestras manos se mojasen de ese líquido blanquecino y sobre todo la complicidad compartida, fue muy placentera.
Mientras, tanto él como seguimos sin quitar ojo de la polla del otro, estábamos descubriendo el sexo compartido y ya no era mirar en los baños, sino que habíamos tenido una polla distinta a la nuestra en las manos, la habíamos observado, acariciado, masturbado y habíamos obtenido su premio.
Nunca había sentido algo así, y aunque cada día, en mi soledad, empezaba mas a disfrutar de mi cuerpo, el placer que había sentido era muy superior.
Juan y yo nos miramos, nos reímos y volvimos a fijarnos en la polla del otro que iban disminuyendo de tamaño y posición.
Nos reímos nuevamente, hicimos algún comentario jocoso sobre como estaban disminuyendo de tamaño y tras limpiarnos nos pusimos a preparar nuestro castigo.
No hablamos nada de lo sucedido, cada uno lo llevaba dentro, había sido una sorpresa muy agradable y creo que en el fondo teníamos nuestra vergüenza.
No sucedió nada mas ese día, simplemente terminamos nuestra obligación del castigo y los deberes y llamé a mis padres para decirles que iba a casa.
Me despedí de su madre con un beso y me fui a casa, aunque ambos éramos conscientes de que habría una segunda vez.
Al día siguiente, en clase Juan hizo lo mismo que el día anterior, pero esta vez fue directo, respondiendo yo de la misma forma.
Estábamos en clase, el profesor explicando, nuestros compañeros atentos y Juan y yo tocándonos, calientes y excitados; en este caso los dos nos desabrochamos los pantalones sin bajarlos, lo que permitió que el contacto fuese directo, aunque no llegamos al final.
Esas actuaciones eran cada vez mas habituales, aunque pocas veces llegaba a correrse alguno de los dos, sobre todo porque teníamos miedo a que la mancha se viese luego en el pantalón y alguien pudiese fijarse en ello, pero no por falta de ganas de ambos.
Otra cosa era en sus visitas a mi casa o yo a la suya, en las que si las investigábamos, nos tocábamos los testículos, los palpábamos, nos pajeábamos y nos ensañábamos con nuestras pollas, haciendo comentarios de que se la he visto a tal y la tiene de esta forma, y a cual que la tiene mas pequeña etc, pero nunca pasamos de eso.
Después del primer trimestre, como el rendimiento de ambos había bajado (normal dado que en vez de estar atentos a las explicaciones estábamos a nuestras sensaciones) nos separaron en clase, Juan se quedó en la última fila con Rafael un vecino suyo con el que yo apenas había tenido relación, mientras que a mi me pusieron con Carlos un chico alto, rubio de ojos azules y muy deportista.
Cuando íbamos a orinar seguíamos con la misma trayectoria, mirando con disimulo al del al lado para luego comentarlo entre nosotros y calentarnos.
Un día coincidí, al orinar, al lado de mi compañero de mesa Carlos y vi que tenía una polla mas grande que la mía y también descapullada.
El se dio cuenta de que se la miraba, miró la mía con descaro, sin disimulo alguno y mirándome luego a la cara se rio.
Al cabo de unos días y en casa de Juan, cuando estábamos tocándonos las pollas para hacernos una paja, me dijo que se la había tocado a Rafael por encima del pantalón como a mí y que no la tenía muy grande, que le parecía que era mas gruesa que la suya y que se había dejado.
Yo le dije que se la había visto a Carlos y que él me había visto que le miraba y se había reído mientras miraba la mía; eso nos encendió más y acelerando el proceso llegamos ambos a corrernos al mismo tiempo.
Ya éramos maestros en limpiarnos y hacer luego los deberes, pero ese día nos dedicamos a preparar una estrategia para aumentar los intervinientes en nuestros encuentros.
Juan al día siguiente comenzó con el muslo de Rafael, éste sin mirarle le devolvió el gesto y bajó su mano a la entrepierna de su compañero, así que enseguida estaban los dos tocándose las pollas en clase.
Rafael movía sus dedos a lo largo de la polla de Juan con ritmo, presionaba con ellos sobre su capullo y jugaba con él, lo que hizo que Juan no pudiese evitar correrse.
Al salir Rafael le dijo que le había gustado y que si quería podían hacerlo en algún otro sitio que no fuese en clase.
Este le contestó que a él también le gustaría vérsela bien, así que quedaron en que irían después de clase a casa de Juan.
En el patio se dirigió a mi y vi que llevaba un libro tapándose el pantalón, algo no muy habitual, peo no dije nada.
Cuando llegó donde estaba me dijo que mirase su pantalón y apartando su libro vi que tenía una mancha.
– Juan, no me digas que te has corrido?
– Si, Rafael me ha hecho una paja con sus dedos por fuera del pantalón y me ha gustado tanto que no he podido aguantarme.
Hemos quedado para esta tarde en mi casa, así que ya te contaré lo que sucede
Yo no dije nada pero me moría de ganas por poder participar, aunque también entendía que las cosas debían seguir su proceso.
Juan y Rafael, como otros días nosotros, fueron a casa de Juan y en su habitación y sin preámbulos comenzaron a tocarse y enseguida estaban los dos con las pollas fuera, tumbados y pajeándose.
La de Rafael efectivamente no era muy grande, pero si gordita, su capullo escondido pero que salía enseguida al manipularla, se notaba que lo hacía a menudo.
Rafael mientras se pajeaban, se miraban los instrumentos y se tocaban los testículos, le dijo que hacía tiempo que quería tocar otra polla y ver como le salía leche; Juan le dijo que a él también le gustaba eso y que lo había hecho con otro amigo.
Rafael, le miró y le preguntó como lo hacían y como era la polla del otro amigo.
Este le dijo que como ellos estaban haciéndolo, que se miraban las pollas, las comparaban y luego se tocaban y masturbaban mutuamente hasta correrse, que cada vez era mas divertido y que cada vez lo hacían mas a menudo.
Rafael se calentó mucho y le dijo que le gustaría hacerlo con mas, que tenía que ser divertido, y fruto de la excitación
que le daba su imaginación y el movimiento que Juan estaba imprimiendo a su aparato, se corrió enseguida.
El cogió la mano de éste que estaba sobre su polla y apretándola le aceleró el movimiento para no quedarse con las ganas, corriéndose enseguida también.
Rafael con su mano se dedicó a expandir la leche por el pecho e incluso con un dedo llegó a ponerse un poco en la punta de la lengua, haciendo una mueca al notar su sabor.
Tras comentar el placer que había sentido, le preguntó a Juan si podría estar algún día con él y su amigo y así podían mirarse y tocarse los tres.
Le dijo que por él no habría problema, pero que tendría que preguntarle a su amigo, y le daría una contestación.
Rafael no paraba de mirar la polla de Juan ya flácida, la levantaba para mirarle los testículos y los acariciaba, así que la polla de Juan comenzó a reaccionar de nuevo y en esa situación él comenzó a hacer lo mismo con Rafael.
Cuando los dos estaban ya con la polla en posición, Juan retiró la mano de Rafael de su polla y cogiéndosela comenzó a pajearse frente a Rafael; este se cogió la suya y ambos empezaron a pajearse sin dejar de mirar lo que hacía el otro.
Al cabo de un rato Juan, con su capullo fuera, aceleró el movimiento corriéndose mientras jadeaba.
Rafael el ver lo sucedido aceleró también sus movimientos y se corrió igualmente, eyaculando y cayendo su leche en el cuerpo de su amigo.
Se miraban, comentaban, se reían y después comenzaron a limpiarse y vestirse.
Hicieron los deberes y se despidieron hasta el día siguiente.
Por la mañana coincidí con Juan y me contó lo sucedido preguntándome si me apetecía que fuésemos los tres para pajearnos; yo, acelerado solo de pensarlo le dije que sí, que por mi encantado.
Lógicamente no paré de preguntarle cosas de como era Rafael, como la tenía, si se había corrido y como etc.
, se hizo el interesante y me dijo que ye lo vería por mi mismo.
Así que quedamos para ir después de clase a mi casa, ya que en casa de Carlos su madre tenía merienda con amigas.
Una vez en clase y tremendamente excitado por lo que me había contado Juan y por lo que esperaba para esa tarde, me senté nuevamente al lado de Carlos; nos dedicamos a lo nuestro y en el recreo me dirigí a los baños a orinar.
Aunque había varios lugares vacíos, Carlos se puso a mi lado, me sonrió y saco su polla comenzando a moverla como si se estuviese masturbando.
Me fijé que miraba la mía con descaro, mientras movía la suya para que la viese.
– Raúl, te apetecería verla y tocarla?
– Carlos, ya la estoy viendo y es muy grande
– Raúl, si quieres quedamos después de clase y te la enseño.
– Carlos, esta tarde he quedado con unos amigos para hacer los deberes, así que no va a poder ser.
– Ok, Raúl, otra vez será pero me encantaría que nos las tocásemos mutuamente.
Me sonrió y tras moverla un poco mas, se la guardó y salió al patio.
Yo acelerado busqué a Juan y le comenté lo sucedido, él me dijo:
– ¿Porqué no le dices que venga con nosotros esta tarde? Seguro que quiere, plantéaselo y yo se lo digo a Rafael.
Me fui donde Carlos, que estaba con unos amigos, le aparté y le dije:
– Carlos, te he comentado que esta tarde vamos a estar tres amigos para hacer los deberes, pero lo que no te he dicho es que a veces también nos miramos y nos tocamos.
Carlos se quedó mudo, pero reaccionó y me dijo.
– ¿Lleváis mucho tiempo haciéndolo? Y ¿qué hacéis? ¿Quiénes vais?
No te voy a decir quienes vamos, si quieres vienes, si te apetece te quedas y si no pues te vas y no pasa nada, pero nada de esto a nadie.
¿De acuerdo?
Carlos, me dijo que si, que iría pero que tenía que avisar a sus padres de que iba a casa de un amigo.
Le di mi dirección y me dijo que su padre le acompañaría.
Por la tarde fui a mi casa antes que nadie para decirle a mi madre que iban a venir unos amigos a estudiar y que se quedarían un rato.
Al cabo de un rato llegaron Juan y Rafael, éste último un poco cortado porque apenas hablábamos en el cole y porque se imaginó que yo era el amigo del que Juan le había hablado.
Subimos a mi habitación y comenzamos a hablar de los deberes.
Rafael estaba muy cortado, no daba pie con bolo debido al nerviosismo que tenía.
Unos 10 minutos mas tarde, mi hermana me avisó que Carlos había llegado, así que bajé y le acompañé a mi habitación.
Allí estábamos los cuatro, nerviosos, aunque unos mas que otros y sin saber como empezar.
Juan dijo que nos sentásemos alrededor de la mesa de mi habitación (había traído mas sillas de otras habitaciones) y así lo hicimos, pusimos los libros encima de la mesa y todos callados, la espera se hacía larga, nadie actuaba, todos excitados y esperando que alguno rompiese el hielo.
Yo, sin saber que hacer ni que decir, comencé a hablar de los deberes que teníamos que hacer, aunque mi pensamiento no era precisamente ese.
Mientras hablaba vi como Juan bajaba su mano de la mesa y me imaginé que su mano iba a la polla de Rafael que estaba a su lado.
Este tras un susto inicial se dejó hacer y bajo su mano a la polla de Juan.
Carlos se dio cuenta de lo que sucedía y animándose por lo que estaba viendo bajó su mano hacia mi bragueta, tocando mi polla que comenzó a reaccionar.
Yo no esperé mas, habíamos ido a lo que habíamos ido y era tiempo de lanzarse, así que yo hice lo mismo y se la toqué, era enorme o por lo menos me lo parecía.
Juan que también estaba al lado de Carlos, estiró su otra mano y se encontró con la mía sobre la polla de éste, así que los dos comenzamos a masajeársela.
Nos echamos a reir los cuatro, la situación era de risa, los cuatro con ganas, los cuatro sabíamos lo que queríamos hacer y estábamos con las manos debajo de la mesa investigando como era la polla del que teníamos al lado.
Juan se levantó y se bajó la ropa quedando con su polla tiesa al aire y dijo:
– ¿qué os parece si hacemos todos lo mismo?
Carlos fue el primero en que se quitó la ropa y salió su polla, era mucho mayor que la mía y también descapullada, tenía un poco de líquido en la punta.
Yo fui el siguiente y Rafael aunque un poco mas cortado también lo hizo.
Su polla era la mas pequeña de las cuatro, pero como he comentado antes, era gordita.
Juan comenzó a masturbarse delante de los demás, de pie y sin quitar ojo de las pollas nuevas la de Carlos y la de Rafael.
Los demás le imitamos y comenzamos a pajearnos, la excitación iba en aumento, mirábamos las pollas de los otros y las caras, mientras las nuestras reaccionaban a los estímulos que íbamos recibiendo.
Juan se fue hacia Rafael y le cogió la polla comenzando a masturbarle.
Rafael se perturbó al principio pero llevado por el estímulo hizo lo mismo y cogió la polla de Juan, ambos miraban como era la polla el otro, las acariciaban y la masturbaban.
Carlos ante lo que estaba sucediendo se animó y se lanzó a por la mía.
Yo para no ser menos hice lo mismo y mi mano alcanzó la suya, que efectivamente era mayor que la mía.
Fue una sensación muy agradable, estaba caliente y la punta mojada, bajé la otra mano y la cogí con ambas, moviéndolas hacia delante y hacia atrás, mientras notaba que Carlos estaba muy excitado, lo que hizo que me animase a que una de mis manos se moviese hacia sus huevos tocándolos con suavidad mientras la otra seguía sus movimientos.
Nos mirábamos los cuatro, mirábamos como la pareja del al lado se masturbaba mutuamente mientras nosotros hacíamos lo mismo, esa situación hacía que el ambiente estuviese muy caldeado, se oían solo gemidos de placer, y la excitación estaba llevándonos a una situación nunca vivida.
Rafael se acercó a Juan y le dio un beso en la boca, fue un beso fugaz, sin experiencia y llegó enseguida a su punto final corriéndose en la mano de Juan, éste le dijo entonces que acelerara su movimiento, cosa que hizo impregnándose enseguida de la leche de este.
Carlos y yo les mirábamos, y vimos como se corrían ambos, y seguíamos tocándonos, cada vez mas excitados pero sin llegar aún, así que, sin saber como, le besé mientras aceleraba mis movimientos y surtió efecto, Carlos me devolvió el beso y aceleró también sus movimientos corriéndonos los dos al unísono.
La corrida de Carlos fue tremenda, ni Juan ni yo habíamos tenido nunca una corrida como esa, su leche me empapó la mano, salto sobre mi cuerpo y dejó una mancha en el suelo de la habitación.
Carlos cogió sus dedos con mi leche y se los metió en la boca, limpiándolos con su lengua.
Yo le miraba al igual que Juan y Rafael, yo nunca lo había hecho y la vez que probé mi leche no me había gustado, pero él expresó un mmmmmmmmmmmmmm como diciendo que le gustaba.
Una vez descargados, la tensión se relajó y comentamos que la experiencia había sido muy buena, que para próximas veces deberíamos ir cambiando de partner.
Fuimos al baño de la habitación y nos limpiamos, no sin dejar de mirarnos como lo hacíamos y como se quedaban nuestras pollas ya flácidas.
Hicimos algunos comentarios sobre nuestras pollas, todo coincidimos en que la de Carlos era la mayor y nos reíamos jugando con ellas, moviéndolas como péndulos etc.
Dado que teníamos muchos deberes que hacer nos dedicamos a ellos, aunque el poder de concentración que teníamos era mínimo porque ninguno nos quitábamos de la cabeza lo sucedido.
Cuando nos íbamos a ir Carlos me dijo que le había gustado masturbarme y que le gustaría repetir.
Rafael y Juan oyeron el comentario y dijeron que se apuntaban a la próxima y que encantados de repetirlo muchas veces mas, pero que teníamos que tener cuidado de que no se enterase nadie de lo sucedido.
Prometimos secreto.
Esas situaciones volvieron a suceder mas veces durante el curso y fuimos aprendiendo sobre estímulos, reacciones, sobre nuestras pollas y sobre las distintas formas de masturbarnos; en nuestros encuentros siempre salía algún nombre de algún otro compañero al que se la habíamos visto y que era de tal forma etc.
, también empezaron a asomar comentarios sobre chicas, sobre la hermana de Rafael, una rubia un poco gordita pero que según su hermano le había visto desnuda una vez.
Me preguntaron también por mi hermana si le había visto algo y de como sería verles desnudas etc, todo eso hacía que nuestros encuentros cada vez fuesen mucho mas creativos e imaginativos.
Aunque nuestros encuentros eran entre chicos, la sexualidad que se despertaba era indefinida ya que nunca habíamos estado con ninguna mujer y era poco lo que sabíamos sobre ellas.
Al año siguiente Carlos y Rafael cambiaron de Colegio, Carlos porque su padre cambió de empresa y ciudad y Rafael porque sus padres se separaron y al quedarse con su madre ésta decidió ir a la ciudad donde vivían sus padres, así que nuestros encuentros a cuatro desaparecieron.
Juan y yo seguimos a lo nuestro y en la medida que crecía nuestra sexualidad, crecía nuestro interés y curiosidad por las mujeres.
Al margen de que cada vez me fijaba en las chicas de mi entorno y deseaba estar con alguna para satisfacer mi curiosidad y satisfacer mi excitación, empezaba a fijarme mas en mi hermana, cuando estábamos en la piscina o cuando le había visto alguna vez con faldita corta.
Veía como iba creciendo, sus pechos comenzaban ya a reflejarse en la ropa y no digamos en bikini.
Miraba hacia su coñito sin saber como era pero queriendo adivinarlo, tocarlo, mirarlo.
Me hice mas de una paja por efecto de esas miradas que le dirigía y los comentarios que hacía con Juan al respecto.
Cuando tenía 15 años un día que estaba con Juan, desnudos en la habitación y pajeándonos mientras hablábamos de otras pollas y de lo que nos gustaría de las mujeres, entró Susana en la habitación, se me había olvidado cerrar la puerta, y nos vió.
Se quedó en la puerta, quieta, sin saber que hacer, con sus ojos fijos en nuestras pollas.
Nuestra primera reacción fue taparnos con las manos y luego coger la primera ropa que estaba al lado para taparnos aun más.
Ella se dio la vuelta sin decir nada y se fue.
Juan y yo nos quedamos cortados, nuestros instrumentos reaccionaron y se desinflaron como un balón, nos miramos con cara de susto y el miedo metido en el cuerpo.
¿qué iba a pasar ahora?, ¿mi hermana se lo diría a mis padres?
Inmediatamente nos vestimos esperando que subiese alguien, para regañarnos o no sabíamos para que, y mientras estábamos esperando muy asustados comentamos que yo tenía que hablar con Susana para que no dijese nada.
Recogió las cosas y le acompañé a la salida, ambos estábamos azorados temiendo que en cualquier momento mi madre nos llamase.
Le despedí y subí a la habitación de Susana.
Llamé a la puerta y me dijo que pasase.
Una vez dentro me preguntó que quería.
– Susana, lo que has visto sé que no está bien, pero por favor no se lo digas a nadie
– Raúl, llevaba tiempo imaginándome que algo estaba sucediendo porque cuando entraba en tu habitación después de que hubieseis estado, olía raro.
– Susana, por favor, no se lo digas a nuestros padres ni a nadie, haré lo que quieras pero que sea nuestro secreto.
– Raúl, ¿cualquier cosa?
– Si, lo que quieras, pero por favor no se lo digas a nadie.
– De acuerdo Raúl, lo pensaré y te contestaré
Me di media vuelta y volví a mi habitación, dándole vueltas a lo sucedido, ¿Qué iba a pasar?, ¿se lo diría a mis padres?, ¿lo comentaría a sus amigas? , ¿y éstas?
Esa noche me costó mucho conciliar el sueño.
Al día siguiente mi amigo nada mas verme me preguntó ¿qué había pasado?; le contesté como había ido la conversación y que estaba esperando la respuesta de Susana, que había pensado en amenazarle con algo si hablaba, pero entendía que era mejor por las buenas que por las malas.
Por la tarde llegué a casa después de clase y mi madre me abrió la puerta.
– Raúl, hijo, te estaba esperando, tengo que ir a hace unas compras y no quería dejar a tu hermana sola en casa, así que ahora me voy.
Portaros bien y cuida de ella.
Se fue a la compra y yo subí a la habitación de mi hermana, con el corazón en un puño y los nervios en tensión, necesitaba su respuesta.
Llamé a la puerta y entré, estaba haciendo sus deberes o por lo menos eso me pareció.
Me planté delante de ella y le pregunté que es lo que había pensado.
Ella me dijo que en su clase hablaban entre las chicas de como eran los chicos y que algunas de sus amigas decían haber visto la polla a su hermano, describiendo como eran, pero que ella nunca había visto ninguna, así que para estar callada Juan y yo tendríamos que enseñársela.
Yo me quedé perplejo, pensaba que me iba a pedir alguna de las cosas mías que a ella le gustaban, o que hiciese algún trabajo de casa cuando a ella le correspondiese, pero ni me imaginaba nada por el estilo.
Le contesté que eso no estaba bien, que éramos hermanos y que además no sabía si Juan iba a estar conforme.
Ella me dijo que si no lo hacíamos se lo diría a mis padres y a sus amigas para que lo contasen por ahí.
Me di cuenta de que estábamos en sus manos y que no me iba a quedar mas remedio que aceptar o llegar a otro acuerdo, así que le respondí:
– No sé si Juan querrá, así que ¿qué te parece si lo hago yo solo?
Ella sonriendo me dijo que no, que ella nos había visto a los dos y los dos teníamos que cumplir.
Me fui de su habitación cabreado y sin saber que iba a salir de todo eso, así que me fui a la habitación dándole vueltas a la cabeza.
Al día siguiente se lo comenté a Juan y ambos llegamos a la conclusión de que no nos quedaba mas remedio, y que si ese era el pago para que estuviese callada tendríamos que hacerlo, total era bajarnos la ropa enseñarle y se acabó.
Por la tarde le dije a Susana que conformes con su propuesta, pero me dijo que había cambiado de idea y que quería que cuando le enseñásemos las pollas estuviera también su amiga María.
Yo me quedé de piedra; le dije que ya había hablado con Juan y que un trato era un trato, contestándome que las condiciones habían cambiado y que si no aceptaba bajaba y se lo decía a mamá.
Además me dijo que al día siguiente iba a venir María a estudiar con ella y que mamá no estaría hasta las siete ya que aprovechando que ella no estaba sola había quedado con una amiga.
Me fui preocupado, no sabía como iba a reaccionar Juan y además, iba a estar también María lo cual me ponía aún mas nervioso y cabreado.
Juan se puso tenso cuando se lo conté, me dijo que no iba a ir y que hiciese lo que quisiera Susana, pero que con él no contase.
Yo le decía que iba a ser un problema si Susana hablaba y que al fin y al cabo, que mas le daba enseñar su polla a mi hermana o a ella y su amiga.
Tras un rato de discusión, aceptó, quedando para después de clase y que iríamos a mi casa, ambos sabíamos y éramos conscientes de que estábamos en sus manos y que aun sin seguridad de que cumpliesen, teníamos que intentarlo.
Por la tarde fuimos juntos a mi casa, nos abrieron la puerta María y Susana, estaban aguantándose la risa y nos dijeron que subiéramos a la habitación de Susana.
Así lo hicimos, no hablamos nada mientras subíamos, pero oíamos sus risitas nerviosas.
Al llegar Juan y yo, entramos y esperamos a que dijeran algo.
Susana y María se sentaron en la cama y nos miraban sonriendo.
Juan y yo estábamos azorados, nerviosos.
Ella me dijo:
– Raúl, ya sabes cual es nuestro acuerdo, os quitáis la ropa y nosotras nunca diremos nada de lo que vi.
María es de confianza.
No dije nada, le miré a Juan y comenzamos a quitarnos la ropa.
Primero nos quitamos la ropa de arriba y luego comenzamos a desabrocharnos los pantalones, quedándonos en calzoncillos en los que ya se reflejaban nuestras herramientas que por la morbosidad del momento empezaban a crecer.
Nos quedamos quietos.
Susana, mirándonos, nos recordó que habíamos quedado en toda la ropa, así que con muchos nervios procedimos a quedarnos desnudos.
Nuestras pollas quedaron al aire, ellas entre risas nerviosas cuchicheaban entre ellas.
Dije: Bueno, ya las habéis visto, ahora nos vestimos y nos vamos, pero vosotras ni una palabra de lo sucedido, ¿conforme?
Ellas cuchichearon y Susana contestó con una sonrisa en los labios.
– Eso no es lo que yo vi el otro día, queremos verlas como estaban el otro día, mas grandes.
Yo no sabía que hacer, mi hermana seguía con su chantaje y no sabía hasta donde iba a llegar.
Le miré a Juan y este me sonrió.
Me quedé estupefacto, ¿porqué me sonreía?.
Y comenzó a hablar:
– De acuerdo pero para que estén mas grandes hay que tocarlas, así que tendréis que hacerlo vosotras porque sino se quedarán así.
Ellas se sobresaltaron, se miraron y comenzaron a cuchichear nuevamente entre ellas.
María se levantó y a continuación Susana.
María fue donde Juan y mi hermana se dirigió hacia mí.
Cuando llegaron a nuestro lado, cada una cogió la polla que estaba a su lado y comenzaron a tocarlas sin saber como hacerlo, eran las primeras pollas que veían y las primeras que cogían entre sus dedos.
Nuestro armamento comenzó a reaccionar esta vez mas aceleradamente, era la primera vez que estábamos desnudos delante de una mujer y que esta cogía nuestra polla.
Ellas notaban como iban creciendo y como iba aumentando de volumen y de temperatura, no quitaban ojo de lo que tenían entre manos aunque a veces miraban hacia el otro lado donde su amiga estaba haciendo lo mismo.
Juan cogió la mano de María y comenzó a moverla como a él le gustaba, María le miró y le sonrió comenzando a seguir los movimientos que le habían indicado.
Yo estaba a cien, mi hermana tenía mi instrumento entre sus manos, y a mi amigo, la amiga de ésta, le estaba pajeando, así que no tardé mucho en estar en plenitud.
Mi hermana le dijo a María que mi polla era muy grande y que me había crecido mucho, pero que era distinta que la de Juan porque mi punta era distinta que la éste.
Juan al oir eso cogió la mano de María y tiro hacia atrás de su piel, saliendo en todo su esplendor su capullo ya húmedo.
María dio un suspiro y se quedó anonadada de lo que había visto, estaba totalmente colorada y comenzaba a sudar, mientras su mano seguía masturbándole.
Susana también estaba sudando, había visto como salía el capullo de Juan y le había excitado.
Ambos cogimos las manos de ellas y apretándolas comenzamos a masturbarnos; no tardamos mucho en corrernos en las manos de ellas, nuestra leche salió expulsada con energía manchándoles las manos.
Ellas se quedaron mudas, pero se notaba que estaba muy excitadas, se miraron la una a la otra pero no se decían nada, solo tenían ojos para lo que sucedía y había sucedido en sus manos.
Juan reaccionó y le dijo:
– Nosotros ya hemos cumplido, pero vosotras habéis hecho algo que si lo dijésemos a nuestros padres también os castigarían, así que ahora vais a cumplir lo que os pidamos.
Ellas y yo nos miramos sin decir nada, no nos esperábamos esa salida.
Siguió diciendo que su castigo era desnudarse para que nosotros les viésemos desnudas y así estaríamos todos en paz.
Mi hermana protestó y dijo que eso no era lo pactado, a lo que Juan le dijo que o eso o iban con el cuento a nuestros amigos para que se enterasen de que les habían masturbado.
Ellas se apartaron y comenzaron a hablar entre ellas, tras unos minutos en que de vez en cuando nos miraban María nos contestó.
Conforme, pero nos comprometemos los cuatro a que no van a existir mas exigencias, a lo que dimos nuestra conformidad tras mirarnos.
Ellas comenzaron a desvestirse, tenían entonces 13 años y sus pechos comenzaban ya despuntaban, sobre todo los de María.
Se quedaron en sujetador y en bragas medio tapándose con las manos como podían.
Juan les recordó lo mismo que habían hecho ellas, el acuerdo era totalmente desnudas.
María se quitó el sujetador y aparecieron unos pechos no muy grandes pero muy tiesos, sus aureolas sonrosadas y apetitosas, con los pezones duros por la excitación del momento.
Mi hermana se quedó mirándole y procedió a hace lo mismo.
Mi hermana estaba desnudándose delante mío, eso hizo que mi excitación nuevamente actuase y mi polla se puso en plena disposición, algo que no pasó desapercibido para las dos.
A continuación María siguió bajándose las bragas, tenía una pequeña mata de pelo muy suave por encima de su vagina, rubia como ella y con algunos pelos que le salían por la entrepierna, se puso las manos para taparse pero, al mirarle fijamente nosotros, las volvió a quitar quedando totalmente desnuda a nuestras miradas.
Su cuerpo era grácil, aunque estaba un poco gordita era muy agraciada y se adivinaban ya sus curvas.
Giró la cabeza y se quedó mirando a Susana mientras esta reanudaba quitándose la ropa.
Cuando se quitó el sujetador me quedé estupefacto, tenía unas tetas pequeñas pero preciosas, sus pezones al igual que María estaban tiesos, probablemente por su excitación.
Me miró avergonzada como preguntándome si tenía que continuar, yo no decía nada, solo le miraba, aunque me había fijado en ella y me había masturbado imaginándomela, nunca se me había ocurrido pensar que mi hermana estaba tan buena.
Me fijé en Juan y tenía también los ojos en las tetas de Susana y su herramienta estaba tiesa como un poste, María la estaba mirando nuevamente y se relamía los labios.
Susana se dio la vuelta y se quitó las braguitas, su culo respingón y terso asomó, y sus cachetes estaban diciendo tócalos, se dio la vuelta y ahí estaba su coñito, también con pelo moreno que apetecía acariciar, tapando su raja.
No me lo podía creer, esa era mi hermana, nunca se me había ocurrido pensar que tras esa hermana estuviese esa mujer, ya casi formada, con un cuerpo precioso, una piel resplandeciente, unos pechos para amar y un sexo que aunque no se le veía, por la mata de pelo, se adivinaba goloso y complaciente.
Juan y yo estábamos enfrascados en los cuerpos que teníamos desnudos delante nuestro.
No nos atrevíamos a dar un paso hasta que María habló:
– No os apetece tocar y ver mejor?
Nos miramos y con un gesto asentimos, acercándonos a ellas.
Juan fue directo donde María y lo primero que hizo fue besarle, se notaba que nos faltaba experiencia porque se limitaban a labios.
Apartando su cara de la de ella, su mirada fue dirigida a sus tetas y con mucho miedo sus manos las tocaron.
María dio un suspiro pero no hacía nada, así que él se animó mas y comenzó a masajearlos.
Ni que decir tiene que nuestras pollas estaban a cien y veía que la de Juan, por la cercanía, rozaba la tripa de María.
Esta, animada por la situación, volvió a coger la polla de Juan y a masajearla como había aprendido la vez anterior.
Mientras, yo lancé mis manos a las tetas de mi hermana y comencé a jugar con sus pezones, me atraían como un imán.
Ella también suspiró al contacto de mis manos y siguiendo el ejemplo de su amiga me cogió la polla y comenzó a acariciarla.
Me animé a besarle yo también tal como me habían contado que había que hacer, abrí los labios y con mi lengua recorrí sus labios.
Mi polla estaba muy cargada y encendida así que retiré la mano de mi hermana y le llevé hacia el borde de la cama sentándole.
Me puse de rodillas delante de ella, quería investigar, averiguar que había detrás de esa mata de pelo moreno.
Como ella se dejaba hacer, separé sus piernas y mis dedos fueron a separar sus labios.
Ahí estaba mi primer coño, sonrosado, húmedo y tierno, no sabía como era salvo por las revistas, que en aquella época tampoco eran muy explicitas, así que estaba decidido a investigar.
En la medida en que mis dedos buscaban, tocaban y rebuscaban, Susana gemía, sus suspiros se convertían en jadeos, yo estaba ya muy acelerado, todo era nuevo y excitante para mi.
Encontré su agujero pero solo lo miré, no me atrevía a nada mas; siguiendo mas hacia arriba encontré un pequeño bulto que palpé y en ese momento mi hermana soltó un gritito, yo temiendo haberle hecho daño le pedí perdón y le pregunté si le dolía.
Ella me sonrió y me dijo que lo que le daba era placer pero que tuviese cuidado que era muy delicado.
Juan a la vista de lo que yo estaba haciendo llevó también a Maria a la cama y abriéndole las piernas dejó también su coñito al alcance de nuestras miradas.
María sonreía y le miraba a Juan quien se animó a seguir mi ejemplo y a investigar, originando las mismas situaciones que nos estaban sucediendo a Susana y a mi.
Tras un rato admirando esa maravilla que mi hermana había tenido escondido hasta ese momento, hizo que me levantase y subiéndose un poco mas en la cama hizo que nos tumbásemos juntos, me dio un beso en los labios y con su mano volvió a coger mi polla empezando a acariciarla.
MI excitación iba incrementándose, así que sabiendo lo que me había dicho dirigí mis dedos a su clítoris y empecé a tocarlo y masajearlo.
Estábamos excitados, gimiendo ambos y besándonos; en la medida en que nuestra excitación subía, nuestros besos cada vez eran mas apasionados, sacamos nuestras lenguas juntándose y jugando a un juego desconocido para nosotros pero que nos gustaba.
Ella comenzó a jadear cada vez mas intensamente, su excitación era enorme y mordiéndome el labio gritó, había tenido un orgasmo, no creo que el primero pero posiblemente si el primero que le había provocado un hombre.
Inmediatamente comenzó a masturbarme con mas fuerza y velocidad, haciendo que mi semen saliese, mojándole la mano y mojando también su cuerpo.
Juan y María al oir el grito de mi hermana giraron la cabeza, él entonces se levantó y puso su polla al alcance de María quien como una autómata la cogió y empezó a masajear; yo viendo la situación y que María estaba sin nadie que le excitase, me bajé de la cama y me puse a su lado dirigiendo mis dedos a su coñito, sus labios eran mayores que los de mi hermana, y me dediqué a buscar un bultito como el que había encontrado en mi hermana.
Una vez localizado le hice lo mismo que a Susana, empecé a tocarlo, presionar, acariciar aumentando sus gemidos y su intensidad en la masturbación de la polla de Juan.
Este no aguantó mas y se corrió, su leche saltó no solo a la mano de María, sino también a su cara ya que estaba enfrente, ella se sobresaltó pero siguió masajeándola hasta que llego su orgasmo.
Se movía, gritaba, sus piernas querían cerrarse pero mi mano lo impedía, mientras ella tiraba y apretaba la polla de Juan como agarrándose a algo que pensaba le iba a sujetar.
Dejé de tocarle, Susana nos miraba perpleja y excitada, María comenzó a respirar mas relajadamente y nos sonrió soltando la polla de Juan manchada de su leche.
Nos quedamos tumbados un rato sin decir palabra.
Susana fue la primera que habló y de una manera fría, dijo que había sido la primera y última vez, que habíamos cumplido el trato todos y que aunque la experiencia había sido maravillosa, esta situación no podía continuar.
Sería nuestro secreto.
Nadie dijo nada, simplemente nos miramos y Juan besó a María.
Yo por mi parte le dije a este que era momento de retirarnos porque en poco tiempo llegaría mi madre a casa, así que nos fuimos a mi habitación, nos metimos en el baño y aunque al principio no decíamos nada, a medida en que nos limpiábamos comenzamos a comentar la experiencia:
Raúl, has visto el coño de María, era precioso me ha encantado tocarlo, incluso me apetecía pasar mi lengua por él, pero no me he atrevido.
¿Te has fijado lo que le ha pasado?, no sabía que las mujeres se corrían, cuando he visto a tu hermana me he asustado al principio, pero me he dado cuenta de que era de placer y eso me ha puesto a cien.
Yo iba rememorando lo que había vivido y que estaba contando Juan, y mi polla volvió a ponerse a punto, se notaba nuestra juventud por la capacidad de reacción que teníamos, así que comencé a pajearme cerrando los ojos y recordando lo vivido.
El, al verme, comenzó a hacer lo mismo y estuvimos dándole hasta que nos corrimos de nuevo.
Una vez terminado decidimos que debíamos intentarlo alguna vez mas con ellas, aunque con el comentario de Susana entendimos que lo tendríamos muy difícil.
A partir de ese día mirábamos a las chicas con una mirada distinta, nos fijábamos mas en sus tetas, nos imaginábamos como serían, y lo que podríamos hacer, intentábamos adivinar la forma de sus coños etc.
Nuestros conocimientos fueron aumentando, estábamos mas pendientes de las conversaciones de sexo que había con compañeros, nos fijábamos mas en revistas y sobre todo leíamos más los relatos de Penthouse en los que ya se hablaba de sexo explícito.
Comenzamos a acudir a una biblioteca empapándonos de toda la información que podíamos conseguir.
Eramos unos técnicos en la materia, pero en la parte teórica.
Tuvimos algunas relaciones con chicas, en ellas nos besábamos, nos tocaban, les tocábamos y nos corríamos, pero nada mas, era el comienzo de una nueva época en la que viviría nuevas experiencias y enseñanzas que contaré mas adelante.
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