Mi niñez, mi primo y otras anécdotas para los lectores
El título lo dice todo.
A lo largo de mi vida he podido ver la atracción irresistible que se da entre hombres adultos y las jovencitas, casi niñas, y pienso que al revés, sucede lo mismo, porque desde mi niñez he ido comprobando esas cosas que toda mujer va aprendiendo con el paso de los años, desde que empieza a darse cuenta de las primeras miradas, a sentir las primeras caricias, a dejarse llevar por el placer que se tiene al ser admirada como la criatura más hermosa por esos hombres a los que idealiza y los siente como protectores.
Todo eso es recíproco porque nos van enseñando los caminos del placer del que disfrutaremos plenamente si hemos aprendido a buscarlo de la mejor manera por alguien que nos quiere, y a pesar de las prohibiciones, censuras y represión que se haga, esto seguirá siendo así, porque siempre ha existido.
Todo esto he intentado explicarlo en los relatos que llevo escritos hasta ahora, que tantos lectores siguen y a los que les estoy muy agradecida por sus elogios, a la vez que me siento muy satisfecha de poder hacerles tan felices con todos esos relatos, por lo que me siento en deuda con ellos y atendiendo a las muchas peticiones, de algún amigo especialmente, para que cuente más recuerdos de mi niñez y de las relaciones con mi sobrino, voy a contar alguna anécdota más.
Sobre mi niñez, os contaré el primer trío que hice, que fue con una de mis primas y su padre. Esto se dio en unas vacaciones durante el verano, cuando solía pasar unos días en la casa de campo de mis abuelos, donde nos reuníamos toda la familia, y yo con mis primas y primos.
En esos calurosos días, la siesta era algo obligado para pasar esas horas de más calor, y donde se estaba mejor era en casa, y así acabábamos juntándonos en las habitaciones, compartiendo camas sin ningún problema.
Yo solía acostarme con una prima un poco mayor que yo, que se llamaba Teresa y que en esa época ya había cumplido los trece años, y en esa época nos gustaba hacernos confidencias sobre las cosas que habíamos hecho o experimentado con chicos, pero sobre todo, con nuestros padres. Yo aunque estaba ya acostumbrada a ver y disfrutar del pene de mi padre, mi prima era muy morbosa y tenía más experiencia que yo.
Teresa me preguntaba todo, lo que había hecho, lo que más me gustaba, como lo hacíamos, si mi madre nos había visto…… A mí me daba un poco de vergüenza hablarle de esas cosas, pero ella también me contaba como había empezado con el suyo, que se iba a la cama con él y que su madre no les decía nada, pero que no sabía si era porque no sospechaba nada o porque consentía todo eso.
Como en ese momento, yo estaba en un caso parecido, hablábamos de ello, dándole más misterio y emoción a esas relaciones que nos llenaban de emoción y adrenalina a esas edades. Nos pasábamos horas contándonos nuestros secretos entre risas y murmullos, ocultándonos a los demás, lo que nos llevaba a un grado de excitación que nos llevaba a tocarnos entre nosotras en algunas ocasiones, sobre todo, en esos momentos en los que estábamos en la cama juntas, siendo mi primera vez con otra chica, comprobando que al final era todo sexo igualmente, unas sensaciones diferentes, pero igual de placenteras.
Nos besábamos, nos lamíamos, nos masturbábamos mutuamente, pero lo que más me gustaba era cuando nos poníamos en posición invertida para chuparnos el coño una a la otra hasta que nos corríamos.
Recuerdo que durante esas vacaciones en las que coincidíamos, siempre estaba provocándome con ir a donde dormía su padre, ya que ella aprovechaba estos momentos de la siesta para estar en la cama con él, sin que los demás se dieran cuenta, o lo vieran normal.
Una tarde acabó convenciéndome y subimos al piso de arriba, donde su padre tenía su habitación y solía dormir la siesta él sólo, porque su madre estaba haciendo otras tareas.
Debido al calor, su padre dormía desnudo, apenas tapado por una sábana, y mi prima se la quitó para mostrarme el pene de su padre, que reposaba tranquilo, pero ya se apreciaba su magnífico aspecto, y ella, sin ningún pudor, se lo agarró e hizo que fuera aumentando su tamaño, provocando que su padre se despertara y la mirara con una sonrisa, y al darse cuenta de que yo también estaba en la habitación contemplando la escena, me dijo:
—¡Vaya!, tú también te has animado a venir. Tócala si quieres, como tu prima.
Yo alargué la mano y compartí con mi prima el tacto de esa preciosa verga, con sus grandes testículos, y empecé a masajearla , haciéndola alcanzar su máximo tamaño, descubriéndose el glande, que lucía hermoso, ya mojado con el líquido pre-seminal que iba saliendo de él, haciéndolo todavía más apetecible para dos niñas como nosotras, por lo que mi prima no tardó en empezar a lamerlo, notándose el placer que sentía al tenerlo en su boca.
Mientras lo chupaba me miraba a mí con picardía y después de un rato, me invitó a hacer lo mismo, a lo que no pude resistirme por mucho tiempo así que yo también probé aquella delicia que se me ofrecía, mientras mi tío, empezó a acariciar con sus dedos mi vagina, que se mostraba bajo mi vestido subido por la cintura.
Mi prima se desnudó para poner en la boca de su padre sus pechos, todavía pequeños, pero muy duros con los pezones abultados, que él mordía provocando los quejidos gimientes de mi prima. Mi tío quiso desnudarme a mi también para tenernos a las dos a su disposición, y empezó a lamer nuestras tetas, mientras mi prima, ya muy excitada, me besaba introduciéndome su lengua en la boca, imagen que excitó todavía más a mi tío, y que me obligo a abrir más las piernas para que él lamiera otro coño distinto al de su hija, haciéndome llegar con sus lengüetazos a mi primer orgasmo, mientras mi prima, impaciente, esperaba a ser penetrada, por lo que se colocó debajo de él, abriéndose de piernas, pero él siguió lamiéndome mientras introducía su pene en el coño de su hija, que empezaba a disfrutar sus primeras acometidas.
Luego, me mandó colocarme encima de mi prima, las dos tumbadas, de forma que le ofrecíamos las dos vaginas para ser penetradas, lo que hizo de forma alterna, dejándonos con las ganas cuando nos la sacaba para metérsela a la otra y esperábamos ansiosas una nueva penetración más continua que nos hiciera corrernos, lo que no tardó en pasar, pero de forma más intensa para ambas, hasta que yo sentí sus primeros chorros de semen en mi interior, que luego repartió con su hija.
Ella se notaba que llevaba tiempo haciéndolo con su padre y se mostraba muy viciosa, porque seguidamente, le pidió ser penetrada por el culo, una práctica a la que yo no estaba muy habituada, porque mi padre prefería hacerlo vaginalmente casi siempre, pero me gusto ver como se lo hacía a mi prima y lo disfrutaba enormemente, notándose que ya estaba muy acostumbrada a ser penetrada analmente.
Mi tío me propuso hacerlo también conmigo, y ante mis dudas por el tamaño de su verga, me tranquilizó junto a su hija para que me dejara hacerlo. Primero, me lo lamió mucho para facilitar la entrada y poco a poco fue introduciendo los dedos hasta que finalmente, puso su pene bien empapado de mis jugos vaginales que le hicieron deslizarse en mi interior, ofreciéndome un placer distinto al sentido hasta ahora y mis gritos fueron acallados por la mano de mi tío temeroso de que se oyeran en el resto de la casa.
Después de una buena follada, se corrió en mi interior mientras mi prima iba lamiendo el semen que iba saliendo de mi culo, lo que me llevó a un orgasmo memorable, de esos que siempre se recuerdan a lo largo de los años, en los que buscas alcanzar algo parecido sin que parezca que nunca llegue a lograrse. Desde luego, no hay nada comparable a esas primeras veces.
Ni qué decir tiene que mi tío me pidió discreción total sobre lo que habíamos hecho, aunque no sé si sabría que mi padre me follaba igualmente, pero allí todo se callaba.
Este encuentro con mi tío y mi prima volvió a repetirse otras dos veces, antes de terminar las vacaciones allí, y fue una de las cosas que más enriqueció mi vida sexual de aquella época.
Debido a mi edad, en aquellos momentos no era muy consciente de que el resto de mis primos, también tenían sus experiencias sexuales en aquellas tórridas tardes de verano, e incluso, por las noches, cuando debido a que no había camas suficientes para todos, teníamos que compartirlas con los padres o con otros primos.
Teresa me contaba con malicia, que el tío Tomás, no dejaba a su hija Ángela dormir con los demás, porque la quería tener siempre en su cama. Ángela era la más pequeña, y yo pensaba que sería por eso, pero si Teresa me lo decía, ya me hacía pensar en otros motivos.
Otra cosa que me llamaba la atención era que mi tía Rosa, que se había quedado en la casa de los abuelos, porque no se había casado, le decía a mi primo Kiko que fuera a dormir la siesta con ella, que su cama era más grande y tenían más espacio, pero aunque mi ingenuidad me hiciera creerme eso, su verdadera intención era otra, aunque los demás no parecían darle importancia, o no pensaban que fuera a pasar algo.
En esos años, yo tenía mucha curiosidad por escuchar las conversaciones de los mayores y siempre estaba atenta a cuando hablaban de temas que no querían que escucharan los niños, lo que me ayudó a comprender muchas de las cosas que me pasaban, a asimilarlas y naturalizarlas, podríamos decir.
Algunas de las que recuerdo se dieron también en el pueblo de mis abuelos, donde íbamos de vacaciones, donde al parecer, había unas costumbres o tradiciones, que allí veían normales, y sobre todo, las mujeres, aceptaban que las cosas sucedieran de una determinada forma dentro de sus familias, hasta el punto de comentarlo con otras mujeres, como era el caso de unas vecinas que se ponían a la puerta de sus casas.
En una ocasión estaban hablando cuando la hija de una de ellas llegó y se metió en casa, y la otra le comentó:
—¡Cómo ha crecido Luisita! ¡Qué guapa se ha puesto!
—Sí, desde que le han despuntado los pechos ya andan los chicos rondándola.
—Jaja, al padre no le gustará nada eso.
—Pues no, tiene miedo de que se la roben, jaja.
—Como mi marido con las mías, pero la mayor tiene suerte de que ahora se entretenga con la pequeña y puede estar más libre.
—¿Sí? ¿Ya ha empezado?
—Claro, como la mayor a veces se niega, lo hace con la pequeña, que la domina mejor.
—Ya, que a veces no le apetece chupársela, claro. Como la mía no tiene hermanas, se lo tiene que hacer ella, pero intenta que se corra enseguida para que la deje en paz.
—Es que tienen que aprender a la fuerza; pero bueno, luego les vendrá bien cuando tengan novios o se casen.
—Desde luego. Gracias a todas las experiencias que tuve yo, pude cazar al hombre que me interesaba. Sólo tienes que dejarles cumplir sus sueños y fantasías…..
—Ya te entiendo, jaja. Le das todos los caprichos….
—Claro, yo no hago dramas como otras. Otra cosa sería que la cría no quisiera y él la forzara. Si veo que pasa eso tendríamos que hablarlo.
—Es que los hay muy brutos, ya sabes, están acostumbrados a hacer lo que quieren, y a veces nosotras tampoco podemos impedirlo. Te podría contar casos, pero bueno, son cosas que quedan en casa.
—Sí, yo también sé de algún caso de esos. Al final todos lo saben, pero nadie se mete.
Más adelante, pasados esos años en los que a esas edades buscábamos tener experiencias con hombres adultos que nos enseñaran toda su sabiduría, a la vez que disfrutar del tamaño de esos penes que tanto nos llamaban la atención, llegó la época en que ya metidas en la edad madura, nos sentimos morbosamente atraídas por la frescura de esos chicos jóvenes incansables y vigorosos capaces de calmar nuestro apetito sexual más experimentado.
Así fue como se fueron dando los encuentros con mi sobrino, con la complicidad de su madre, que sabía muy bien lo que apetece a estas edades disfrutar de algo así, y luego de las experiencias que ya os conté, tuve otra oportunidad de estar con él, con tanto o más morbo que las anteriores.
En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de hacer un viaje para visitar a una tía mía, viuda desde hacía unos años, hermana de su abuela, y que hacía tiempo que no veía, por lo que le que hacía especial ilusión volver a ver al nieto de su hermana, que no veía desde hace 7 años.
Cuando llegamos a su casa, nos recibió encantada y se comió a besos a mi sobrino, diciéndole lo guapo que se había puesto y lo que había crecido, y nos ofreció la habitación que tenía libre para dormir, pero como había una cama sola de matrimonio, tuvimos que compartirla mi sobrino y yo, aunque ella se ofreció a que durmiera yo con ella y dejar a mi sobrino sólo, pero le dije que no me importaba, y que al fin y al cabo éramos familia y que no pasaba nada.
Lógicamente, no desaprovechamos la noche, y creo que ella algo oyó desde su habitación, por lo que a la mañana siguiente, me lanzó alguna indirecta que intenté esquivar para no escandalizarla, pero al final, estando ya solas, me insistió y tuve que confesarle la verdad, pero su reacción, contrariamente a lo que yo esperaba, fue de puro morbo, pidiéndome detalles y haciéndome mil preguntas sobre lo sucedido y si su madre estaba al tanto de ello:
—No me puedo creer lo que me cuentas, si es un crío todavía, pero la verdad es que está muy guapo y me lo comería entero.
—Pues eso me pasó a mi, tía. Cuando su madre me lo ofreció, no pude resistirme. Fue algo delicioso.
—Sí que lo sería. No sabes lo que sería eso para mí, a mi edad, y después de tanto tiempo sin catar a un hombre.
—¿Que te parece si tú también disfrutas de él?
—¿Qué dices? Es una locura.
—Tú déjame a mí. Ya verás que bien nos lo pasamos.
Esa misma noche, dije a mi tía que viniera a nuestra habitación, con cualquier disculpa y que se dejara llevar.
Tal como acordamos, así lo hizo. Venía con un camisón transparente, que dejaba ver sus pechos y grandes pezones de una forma muy sensual, que no pasó desapercibido para mi sobrino, que los miraba entusiasmado, por lo que le dije:
—¿Te gustan las tetas de tu abuela? Bueno, no es tu abuela, pero como si lo fuera.
Mi sobrino asintió con la cabeza y mi tía envalentonada, se las descubrió y le dijo:
—Tócalas si quieres, hijo. A ve si te gustan más que las de tu tía.
El chico se puso a manosearlas bien, deleitándose con su enorme tamaño y se puso a lamer con su lengua los pezones.
—¡Aaaahhh!, que gustito me das. Chúpalas bien —decía mi tía, entusiasmada.
Mientras tanto, yo eché mano al pijama de mi sobrino y le bajé el pantalón, para que mi tía pudiera ver su bonita polla empalmada por la excitación que le causaba ella, la que no tardó en agarrársela bien con una mano sin soltarla ni un momento, mientras mi sobrino succionaba sus gruesos pezones.
—Qué buena polla tienes. Ya tengo ganas de sentirla.
Mi tía estaba ya fuera de sí, sin creerse todavía lo que estaba pasando, pero ansiosa de disfrutar todo lo que le ofrecía su jovencito amante, así que acabó por quedarse completamente desnuda, dejando ver un peludo coño que llamó la atención de mi sobrino, y exploró con los dedos sus carnosos labios vaginales que resaltaban mojados entre sus piernas.
Viendo la escena, yo también me excite mucho y bajé mi cabeza hacia la polla que no soltaba mi tía de su mano, para metérmela en la boca, y que ella misma dirigía a su antojo, moviéndola entre mis labios.
Ahí estábamos las dos, disfrutando de un chico jovencito, como nunca hubiéramos imaginado, pero mí tía, al ser la primera vez que estaba con él, se mostraba con más deseos de aprovechar bien el momento y ya tenía tal calentura que no pudo esperar más tiempo para ponerlo entre sus piernas y dejar que la penetrara, como hacía tiempo que ningún hombre lo hacía con ella, dando un fuerte gemido al sentir el primer contacto en el interior de su vagina.
El movimiento de su polla dentro de su coño, hizo que encadenara un gemido tras otro hasta que un grito final nos indico su orgasmo, antes de que mi sobrino pudiera correrse dentro de ella, pero mi tía se había convertido en esa mujer viciosa que seguramente habría sido en su juventud y quiso recibir el semen de mi sobrino en su boca, por lo que le hizo sacar el pene todo mojado por sus jugos vaginales de su coño, para metérselo en la boca y succionar hasta la última gota de semen que saliera de él.
Efectivamente, su lengua provocó la rápida corrida del chico que sorprendió a mi tía por su abundancia, por lo que no le importó que se derramara entre sus tetas, exclamando eufórica:
—Qué maravilla, menuda cantidad de leche que tienes en los huevos, con lo que me gustaba que mi marido me la diera toda hasta dejarlo seco.
Mientras mi sobrino se recuperaba, nosotras le ofrecimos un número lésbico, que rápidamente hizo que se le pusiera dura de nuevo para que pudiera penetrarme a mí y me hiciera correrme como a mi tía.
A la mañana siguiente, mi tía estaba eufórica y se puso a contarme anécdotas de su juventud, de como en esos tiempos también pasaban las cosas que pasan ahora, e incluso más, en esos pueblos alejados de la ciudad.
Me sorprendió lo que me contó de su padre, un hombre de campo, primitivo, con una limitada educación, que siguiendo las tradiciones del lugar, se encamaba con sus hijas y las follaba de esa forma brusca, como él lo hacía. A mí tía también la tocó, como a sus hermanas, cuando una tarde la llevó al establo con los animales, y allí, en un rincón, entre la paja, se bajó los pantalones y se la metió por detrás, con bastante dolor para mí tía en esa primera vez.
Luego se lo volvió a hacer alguna vez más, a escondidas de su madre, aunque ella suponía que ella lo consentía todo eso, porque estaría acostumbrada a que eso pasara, y tenía que callar.
Cuando su hermana mayor se casó y se fue de la casa, ya empezó a tocarle más veces y a cogerle el gusto a que su padre la follara, pero con miedo a que la dejara embarazada, lo que era frecuente en otras familias, pero por suerte a ella no le pasó, ya que por lo menos, en muchas ocasiones, su padre se preocupaba de correrse fuera.
También me contó, con quizás algo de envidia, los casos de esas mujeres solas que se quedaban viviendo con sus hijos en casa, por no haberse casado, o después de un divorcio, y en esos casos, como no tenían que dar cuenta a nadie, la mente calenturienta de mi tía se imaginaba de todo, diciéndome con morbo:
—Y algunas, ya desde pequeños se los trajinan.
—Desde luego, tía, de la necesidad surge el vicio —como me dijo una amiga en una ocasión.
Después de la charla, cuando llegó el momento de marcharnos, no quería dejarnos irnos, pero le prometí volver con el chico, y nos despedimos, aunque antes nos volvimos a encerrar en la habitación para disfrutar del último polvo antes de salir de viaje.
Dentro de este tipo de anécdotas, os puedo contar que hace un tiempo, un amigo me comentaba los problemas que tenía con su mujer, que tenía demasiado consentido a su hijo pequeño, según él, ya que al parecer, como el crío no dormía bien por las noches, la madre se lo llevaba a su cama para que todos pudieran dormir tranquilos.
Eso molestaba especialmente a este amigo, que lo que hacía era irse a otra cama para poder dormir mejor, con más espacio, y eso se fue convirtiendo casi en una costumbre, y a pesar de que su hijo se iba haciendo mayor, continuó pasando prácticamente hasta la adolescencia del chaval.
Todo eso provocó que este amigo acabara separándose de su mujer, y aunque no le gustara hablarme de sus intimidades, me acabó reconociendo que durante ese tiempo, su mujer había empezado a tener algo más íntimo con su hijo, que no sabía desde cuando, pero que habían acabado follando, lo que ya fue la gota que colmó el vaso para este amigo, a pesar de las excusas y justificaciones de su mujer, que no sabía como explicar lo que había pasado a su marido, pero que él no pudo aceptar, claro.
Después de un tiempo de estar separados, y cuando él ya tenía otra pareja, me dijo que su ex mujer no había vuelto a tener otras parejas, y él me lo justificaba:
—Claro, si ya tiene la necesidad resuelta en casa, no va a buscar más.
Lógicamente, él no estaba de acuerdo con esas cosas, pero todo eso me pareció muy morboso a mí, y aunque él viera a su ex como una degenerada, yo sabía que esas cosas pasaban, pero tampoco quise defenderla o justificarla a ella ante él, aunque me quedé con muchas ganas de haber profundizado más sobre lo que le había pasado, pero preferí no hacerlo porque era un tema del que no le agradaba hablar, quizás por haberse sentido herido en su orgullo masculino y no haber tenido esa mente abierta necesaria en estos casos para aceptar o disfrutar lo que te va deparando la vida, a veces con situaciones que no elegimos, pero suceden……
Sobre este caso, también me hubiera gustado analizar los dos puntos de vista, no solo el del padre mencionado, sino también el de la madre y el del hijo, y como eso condicionó sus vidas. Desde la posición de la madre, una mujer madura, desde un punto de vista egoísta, podría decirse, encuentra sus necesidades sexuales resueltas a través de su hijo, tenga la edad que tenga, y no ve mayor problema en ello, pero desde la posición de su hijo, en una edad en la que tiene que conocer a chicas y relacionarse con ellas, la relación con su madre no se en cuanto puede condicionar todo eso, al encontrar un sexo fácil en casa, sin necesidad de buscarlo fuera, algo que hubiera sido más natural.
Recuerdo que alguna película ha tratado este tema, con diferentes reflexiones y desenlaces, a veces dramáticos o trágicos para hacer más atractiva la película, aunque a veces, eso tampoco reflejara la realidad.
Por mi experiencia, he visto que este tipo de situaciones se van repitiendo a lo largo del tiempo, en distintas generaciones, épocas y culturas, y esto es una de las cosas que más me fascina al tratar estos temas, que parecen que no tienen fin, porque continuamente van saliendo casos nuevos que vuelven a incidir en esa prohibida atracón familiar o cercana, pudiera decirse, que se va repitiendo una y otra vez, y me obsesiona saber los motivos por los que todo esto sucede, lo que intento averiguar en ocasiones, con todos esos que me escriben.
En cierta forma, mis relatos, aunque sea desde el lado del morbo, son una búsqueda constante de esas respuestas, que pueden ser múltiples e interpretables, y a veces es el propio lector el que tiene que sacar sus propias conclusiones, lo que convierte a ese relato en algo vivo, que tiene continuidad más allá de su lectura más o menos excitante, lo que creo que es una característica que los enriquece enormemente.
Durante los últimos años, he tenido la suerte de que muchos hombres me confiaran sus más íntimas fantasías y experiencias, así como alguna de las vivencias que tuvieron en sus viajes por el mundo.
Me llamó especialmente la atención, lo que me contó un amigo que suele viajar con frecuencia a Tailandia, uno de los paraísos del sexo internacional.
Pues resulta, que me contó que ante la gran demanda de chicas jóvenes que hay para los burdeles de Bangkok y las zonas turísticas de Tailandia, las aldeas del interior del país se están quedando sin mujeres en edad de relacionarse con los hombres de la zona y mantener un equilibrio poblacional, y que se estaba extendiendo la costumbre de embarazar a las chicas jóvenes recién llegan a la menstruación, para que tengan hijos antes de que se las lleven o las vendan a los que comercian con ellas, y si son hembras, son recibidas con gran alegría en los poblados, por lo que a esas edades ya tienen una intensa vida sexual, a causa de esa falta de mujeres para relacionarse con los hombres.
Muchas de ellas ya son adiestradas desde temprano por sus madres en el arte del sexo (algo tradicional en su cultura), por lo que no es extraño que intervengan también los hombres de la casa (padre, tíos, hermanos mayores…).
En muchas otras zonas del mundo es habitual y algo normalizado el incesto, muchas comarcas aisladas de Chile, Perú y en casi todos los países sudamericanos, donde hay un desarrollo sexual precoz, y que suele centrarse en esas niñas que ya empiezan a tener pechos, que son acariciados y estimulados, principalmente por miembros de su familia, siendo frecuentes embarazos apenas iniciada la adolescencia, que de una forma u otra, es algo extendido en lugares concretos, porque es algo cultural igualmente, a pesar de la lucha para erradicar esas prácticas.
En otros lugares del mundo, esas costumbres ancestrales se han ido conservando, y aunque en algunos casos sean perseguidas, en otros son respetadas o toleradas, como os conté en otro relato, sobre como el sistema de castas en la India, permite a los hombres disfrutar de niñas y niños de la casta más baja, siendo algo asumido y ocultado por la sociedad, en cierta forma.
De todas estas experiencias y de mis vivencias personales nacen mis relatos, y que os cuento con mucho gusto, para dar vida a esas fantasías que tenéis en vuestras mentes y que de alguna forma, intento recrearlas y hacerlas realidad ficcionándolas a través de la literatura.


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