Mi novia, su hija y yo (2° Parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por corto_maltesse.
Mi relación con Viviana realmente me había abierto algunas puertas que, personalmente, nunca pensé abrir. La entrada a ese culito redondo, ansioso y comilón, me representó un logro considerado inconquistable.
Mi difunta esposa nunca me había permitido realizar ese sueño. Ella era separada, y su anterior marido la había, prácticamente, violado por el ano, en una noche que no quería recordar de ningún modo, y yo, en consecuencia, no tenía posibilidades de concretar esa fantasía.
Asimismo, las distintas mujeres que tuve, algunas antes de mi relación con ella, y otras, antes de mi relación con Viviana, tampoco habían permitido tener sexo anal.
Pero como les contaba, a Viviana no le molestaba tener sexo anal; es más, le encantaba, aunque no le gustaba entregarme su culito todas las veces que estábamos juntos.
En realidad, siempre decía:
– En la variedad está el gusto.
Así que un día me chupaba la pija y me tragaba toda la leche que derramaba en su boca, otro día me daba el culo o la concha, algunas veces combinaba, y otras sólo me acariciaba o me pajeaba, pero era como que llevaba un registro de lo que me hacía, y al encuentro siguiente, variaba de jugada.
Además, compraba y cambiaba de ropas y vestidos eróticos.
Hacía algo más de un año que compartíamos esta vida, disfrutándonos tres o cuatro veces por semana, cuando paso aquello que cambió toda mi forma de pensar.
Anabella, la hija de mi novia, contaba con 16 muy hermosos años, y a decir verdad, la pendeja, rezumaba sexo por los todos los poros.
Realmente estaba para alquilar balcones. Cabello negro, oscuro como una noche sin luna; ojos marrones, algo achinados; una piel bronceada que brillaba, unas tetitas redonditas, turgentes y un culito goloso que apenas cubría con unas tanguitas minúsculas.
Y la guachita, calentona como toda pendeja, no dejaba de lucirse delante de mí, posando para mí cada vez que podía. Y yo, realmente, me calentaba con mirarla. Realmente estaba para llenarla de pija y leche por cada agujero de su cuerpo.
Para colmo de males, tanto la madre como la hija habían asumido una especie de paternidad de mi parte; es decir, yo, cuando se daba la oportunidad, hacia las veces de padre, al punto de acompañarla en el ingreso al salón durante la fiesta de su 15° cumpleaños.
Resultó que cierta noche, en la que iría a dormir en casa de una compañera de colegio, quedó todo arreglado. Yo la llevaría a la casa de la amiga, mientras la madre terminaba de preparar la cena.
En el auto me preguntó que como la veía, si estaba linda, bien vestida. Que iban a ir unos chicos de la escuela y quería verse bien. La muy calentona me mostraba la nalguita moviéndose en el asiento del acompañante. Se removía como lo que era, una gatita en su primer celo. Yo, haciéndome el distraído, le contesté que estaba muy linda, aunque la miraba pensando que el premio se lo levaría la madre.
De vuelta a la casa de la madre, realmente disfrutamos una cena maravillosa, frugal como siempre, y luego de cenar, música suave, muy poca luz y alfombra en el piso.
En cierto momento, me siento en un sillón de cuero, y Viviana se para delante de mí y me dice:
Esto es para vos. Y comenzó a desnudarse lentamente, bailando al compás de una música muy sensual.
Cuando culminó, se para delante mío, totalmente desnuda, se arrodilla en cuatro patas, me agarra la pija y se la traga en un sólo y rápido movimiento. Chupa un poquito, como para lubricarla, gira y me dice, con voz ansiosa:
– Cojeme, rompeme el orto, hijo de puta, rompémelo!!!
– ¿Te gusta, putita?
– Me encanta!!!
En un momento, la ensarto con la pija totalmente parada, y empiezo un bombeo furioso, desenfrenado, mientras ella grita que le rompa el orto, que se lo destroc, que le encanta tener mi pija adentro. Así sigo hasta que, en una explosión de placer, me derramo dentro de ella, llenándole las entrañas de leche. En ese momento ella pega un grito de placer, de alegría, de gozo y lujuria, y lentamente se derrumba sobre la alfombra, quedando recostada, agotada y satisfecha.
Yo me recuesto a su lado y descanso, mientras le digo:
– ¿Te gusta la pija, no, putita?
– Me gusta tú pija, guacho -, me contesta.
Al rato, me levanto y voy al baño a darme una ducha.
Cuando salgo del baño la escucho gemir de placer. La luminosidad del baño me ciega parcialmente la visión. Cuando me acostumbro a la poquísima luz de la habitación la veo acostada en la alfombra, boca arriba, con alguien ubicado entre sus piernas chupándole la concha, gimiendo de placer.
Intrigado me acerque, y al arrodillarme, siento que una mano toma la mía y la lleva a su sexo.
Era una mujer!!!
Tenía una tanguita minúscula.
Comienzo a masajearla, y luego de unos minutos, meto los dedos debajo de la tela, y noto una conchita totalmente depilada y cerrada. Busco con cuidado y localizo el clítoris, y empiezo con un juego digital que minutos después la hace gemir con fuerza.
A todo esto, siento que una boca ansiosa se traga, prácticamente, mi pija, y me la chupa con ansias, a lo que respondo bajando mi cabeza a la conchita jugosa que me invitaba a comer.
En eso, cuando estaba tragando jugos de mujer siento una segunda lengua en la pija, que me lame; y una segunda mano, que me pajea; y una segunda boca, que me chupa.
– Dejame! – escucho la voz de Viviana.
Y siento que me toman la pija, gorda como nunca la había sentido, y me guían, mientras que el cuerpo de la desconocida se contorsiona, y se coloca debajo para que la penetre, levantando las piernas.
Y yo, deseoso y desesperado, me mandé con toda la fuerza.
– Ahhh!!!. Suspiró la desconocida, y la voz delató a Anabella.
– Cojeme, por favor, haceme gozar.
Estoy asombrado. Mi novia, haciendo que coja a la hija. No entiendo un carajo.
– Dale, haceme mujer!!! – escucho que dice la hija.
– Dale, dale, que está que no da más – escucho que dice la madre – Pero dale despacio, que no sufra.
Y yo, alzado y caliente, empujo despacio, sintiendo la mano de la madre guiando mi pija dentro de la conchita virgen de la hija.
– Esperá!!! – grito, y me retiro. – Esto lo voy a disfrutar a mi manera.
Me acuesto sobre la alfombra con la cabeza entre las piernas de Anabella, y empiezo a pasarle la lengua por su conchita virgen. La muy hija de puta se había afeitado y todo, para que no me molestara el vello púbico. Y chupé, chupé como loco, y me tragué sus jugos, mientras la guachita gozaba, gemía y me pedía que la cojiera; en tanto la madre se prendió a mi pija y me la chupó como si fuera lo último que hiciera en esta vida.
Minutos después, cuando ya le había chupado bien chupada la conchita, me puse en posición y con mucho cuidado entre en ese sagrado templo de virginidad.
– Ahhh!!!. Me gusta, dale, dame mááááááás!!!!.
Gritaba, gozaba, y pedía más pija.
Y la madre, chupándole las tetitas.
Yo empecé un movimiento de caderas suave, entrando y saliendo de esa conchita fantástica, ajustadita, que pedía más pija, y ella siguió pidiendo pija.
– Cojeme, hijo de puta, cojeme. Haceme tu puta personal, cojeme todaaaaaaa!!!!!. Más, más, más, máááás!!!!
Y se acabó en un orgasmo largo y delicioso, apretando las piernas alrededor de mi cuerpo, para no dejar salir ese pedazo de carne que la hacía tan feliz.
Y yo no aguantando más grito:
– Me acaboooooo!!!!.
Saco la pija palpitante y Viviana la toma en sus manos y la lleva a la boca de la hija, diciendole:
– Tené, acá está lo más sabroso de todo. No pierdas una gota!!!
Y yo me acabé en la boquita virgen de Anabella. Y la pendeja chupó, y tragó todo lo que le dí. No dejó una gota, ni para repaso. Cuando terminó, se acomodo en el piso, y mirándonos a los dos, dice:
– Gracias, vieja!!!. Yo sabía que vos me ibas a ayudar a ser mujer. Y con él. Te quiero, mamá, y a vos también, te amo, te re-amo.
– Que rico que cojés-, me dice.
Yo la miro a la madre, saliendo de mi incredulidad, y Viviana me dice:
– Hace rato que te quiere coger, yo lo se hace varias semanas. Le encontré una noche haciéndose una paja, le pregunté, y me contó, y en los mimos, terminamos cojiendo en la cama de ella. Que polvazo que me eche esa noche. Y yo la hice feliz cojiendola despacito, pero te quería a vos, y vos sabés que no puedo negarle nada.
Viviana me acariciaba, y Anabella me abrazaba.
– Te gustó, papi. Te gusto cojerme, desvirgarme, y que te chupara toda la pija. Que te tragara toda la leche. Lo vamos a hacer de nuevo.
– Esperá, corazón, esperá. Tengo que recargar fuerzas. Es el segundo polvo de la noche, tengo que recuperar energías.
Permanecimos recostados en la alfombra los tres, durmiendo abrazados.
Mi novia, su hija, y yo…
Amigos, esta historia sigue, pero será en otra oportunidad.
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