Mi novia, su padrastro y mi suegra
Cuando se corrió sus padres se besaron y él comenzó a enjabonar a su hijastra hasta llegar a su coñito, donde se deleitó frotando con su mano..
Una vez tuve una novia cuya familia era un tanto…peculiar. Su madre se quedó embarazada de ella a los quince años, fue en las fiestas del pueblo vecino donde una amiga y ella participaron en una macro orgía. Según me contó no podía saber quién era el padre pues hasta el mismo alcalde del pueblo se la folló. Cuando su madre cumplió los dieciocho la cogió a ella y se fueron a la gran ciudad, harta de las habladurías de la gente del pueblo.
Trabajó duro para sacar a su hija adelante. Conoció a un hombre diez años mayor que ella, muy liberal, nudista y algo bohemio. Para mi novia era normal andar por casa completamente desnudos y el tabú no existía. Me comentó que muchas veces se mojaba cuando veía a su padrastro pasearse por la casa recién levantado con la polla tiesa (esas cosas que nos pasan a los chicos). Otras veces se le ponía dura cuando jugueteaba con su madre, a lo cual ella le agarraba la polla y se lo llevaba a la habitación. Siempre follaban con la puerta abierta, por lo que ella muchas veces los veía desde fuera y se masturbaba.
Un día, mi novia, entró al baño para ducharse y pilló a sus padres follando en la ducha. Su padrastro le dijo que si tenía prisa que entrase, que no molestaba. Así lo hizo. Él tenía cogida a su madre por las caderas zumbándola por detrás mientras el agua caía por su espalda deslizándose por su culo hasta caer al suelo de la ducha. Ella le había pedido la manguera de la ducha y mientras se duchaba veía cómo se la follaba. Cuando se corrió sus padres se besaron y él comenzó a enjabonar a su hijastra hasta llegar a su coñito, donde se deleitó frotando con su mano. Ella no dijo nada, estaba tan excitada que se dejó manosear. Fue su madre quien le dijo que la dejara a lo cual él respondió riendo: “déjala…mira cómo disfruta” y continuó hasta que se corrió. Recuerdo que cuando me contó esa historia se me puso tan dura que me pajeé delante de ella mientras me iba contando.
-¿Alguna vez te ha follado?-Le pregunté un día.
-Sí, de hecho fue él quien me desvirgó. ¿Quieres que te lo cuente?
Le dije que sí, mi polla ya estaba en mi mano lista para jugar con ella.
-Fue uno de esos días que mis padres se ponen a tontonear en el sofá, sólo que esta vez mi madre no se lo llevó a la habitación sino que comenzó a mamársela allí mismo, justo a mi lado. Él me miraba sonriente y yo no dejaba de ver su polla entrando y saliendo de la boca de mi madre. La verdad es que la chupa realmente bien, sabe cómo dar placer así. Primero suave, subiendo y bajando con dulzura, lamiendo la punta, volviendo a tragar para después, poco a poco, ir subiendo la intensidad de la mamada. Él aprovechó para tocarme las tetas y jugar con mis pezones. Instintivamente, sin darme cuenta, mis piernas se fueron abriendo, cosa que aprovechó él para acariciar mi coño. Estaba muy mojada y cachonda. Me abrí más para que pudiera tocarlo mejor. Cerré los ojos y de repente, sentí una lengua dentro de mí. Abrí los ojos con sorpresa y era él, de rodillas frente a mi, con su cabeza entre mis piernas comiéndome el coño mientras mi madre le acariciaba el pelo y sonreía. Cuando casi estaba a punto de correrme paró. Se puso de pie y pude ver aquella polla tan dura frente a mi boca. Me cogió la cabeza y me la metió en la boca. La chupé tratando de imitar a mi madre. Ella miraba y me decía: “así, así…muy bien”. Luego él la sacó, se la agarró con una mano, como el que sostiene una espada a punto de matar, se arrodilló de nuevo y muy suavemente me la fue metiendo en el coño. Al principio me dolió, por suerte estaba tremendamente húmeda y pudo entrar mejor. Luego el dolor, poco a poco, se convirtió en un verdadero placer y no paró de bombearme mientras mi madre se masturbaba mirándonos. ¡Qué placer! ¡Qué morbo! Me corrí antes que él y gritaba de placer. Él no paró ni un momento hasta que supo que se iba a correr, entonces la sacó, se puso de pie y se masturbó corriéndose en mi cara. Era la primera vez que sentía el semen de un tío en mi cara. Antes había hecho alguna paja a algún amigo, pero aquello fue una mezcla de asqueroso y excitante. Obviamente, a raíz de aquel día comencé a tomar la píldora ¡jajajaja!
Estaba a punto de correrme, ella lo notó y enseguida se la metió en la boca para que me corriera dentro. Me exprimió bien la muy zorra.
Ni qué decir que el día que conocí a sus padres se me pasaron por la mente todas aquellas historias y a duras penas podía contener las erecciones, porque sí, ellos estaban desnudos. A mí me costó un poco más seguir la tradición, hasta que ya lo vi normal también.
Un día me invitaron a comer. Era verano y hacía mucho calor. En aquel momento agradecí estar sin ropa, pero a pesar de eso, de tener el ventilador del techo del salón conectado y la puerta del balcón abierta, apenas corría una brisa. Comenzamos con un vermut y algo de picoteo, luego unas cervecitas y más picoteo. Mi suegro de vez en cuando me daba un golpecito con el codo y guiñándome un ojo me decía: “ya verás el postre…ya verás…”. Mi suegra me miraba y sonreía la gracia de su marido. Yo miraba a mi novia y sonreía disimuladamente. Cada vez que mi suegra iba y venía de la cocina a traer algo no dejaba de mirar su culo, es de esos culos para hacerse assjob y pensaba en la de veces que mi suegro habría disfrutado de ese culazo bien hecho. Mi novia no había heredado esa genética, tenía un culo normalito, para mi gusto le faltaba un poco de carne, por el contrario, la naturaleza sí le había provisto de un buen par de tetas con las que me hacía unas buenas cubanas.
Después, con la comida, seguimos bebiendo hasta alcanzar un puntito de “alegría” contagiosa. Al terminar de comer, mi suegro recogió la mesa y trajo de la cocina un bote de nata en spray y dijo:
-Ahora… ¡El postre! ¡¡¡Jajaja!!!
Mi suegra se levantó y muy suavemente se tumbó boca arriba sobre la mesa y se abrió de piernas. Mi suegro le roció los pezones con la nata y comenzó a chuparlos, cuando acabó puso una buena cantidad sobre la raja del coño, se arrodilló y se puso a lamerlo todo. Ella gemía gustosa, se apretaba las tetas mientras me miraba jadeante y mi polla se puso dura. Mi novia me puso un brazo alrededor de mi cuello y comenzó a besarme la oreja, el cuello mientras me decía cosas guarras en el oído que acabaron por excitarme aún más. Mi suegro se levantó y ofreciéndome el bote de nata me invitó a comer mi parte del postre. Yo miré a mi novia sin saber bien qué hacer y ella me empujó de la silla para que obedeciera. Así hice, me puse delante de mí suegra y me quedé un instante admirando aquel chocho húmedo, abierto, esperando ser degustado otra vez. Puse una buena cantidad de nata y la lamí hasta llegar a entrar con mi lengua en su coño. Ella, al sentir mi lengua recorriendo su interior, gemía moviendo las caderas de un lado a otro tratando de contener tanto placer. Soltaba tanto flujo que pude saborear su orgasmo en mi boca. Luego me levanté y vi que mi suegro le ofrecía su plátano que devoró gustosamente. Yo agarré mi polla y me dispuse a penetrarla. La mesa aguantaba bien los embistes que le daba una y otra vez. Mi novia se levantó y se puso al otro extremo de la mesa, se reclinó sobre ella, sus tetas colgaban como dos campanas acariciando con sus duros pezones la madera. Me miraba relamiéndose los labios mientras su padrastro ya se había colocado detrás de ella y se dispuso a follarla duro. Los dos nos miramos y cruzamos unas sonrisas de complicidad, era como decirle “mira, mira cómo me follo a tu puta” y él me respondía “así me gusta follarla por las noches cuando llega a casa”. Decidí sacar la polla y poner a mi suegra apoyada sobre la mesa, de tal manera que las dos estaban frente a frente. Tenía la polla muy húmeda y opté por cumplir mi deseo: follar aquel culo tan majestuoso. Puse la puntita sobre su orificio y muy despacito fue entrando hasta meterla toda. Ella gimió mientras se dejaba hacer. Estuve unos segundos con la polla dentro, sin moverme, acariciando su culo, azotándolo, luego, me agarré a sus caderas y comencé a follar su culo. Ella gemía, gritaba de placer. Yo miraba a mi novia gimiendo como una zorra, mirando como mi suegro se agarraba a sus tetas a la vez que le daba duro a su coñito. El cabrón acabó corriéndose dentro de ella gimiendo de placer. Yo seguía dándole duro al culo de mi suegra al grito de “puta, zorra!!”, como si quisiera atravesarla. No sé si gritaba de dolor o de placer o, tal vez, ambas cosas, el caso es que no paré hasta que eyaculé dentro de ella. La saqué y le di un par de palmadas a ese culito que por fin pude follar. Mi suegro se acercó y dándome una palmadita en el hombro me preguntó:
– ¿Te ha gustado el postre?
– Ya lo creo… igual luego repito…- Mi suegro rio complacido.
En efecto, fueron varias veces las que repetí y repetimos. Me quedé con la duda si alguna vez madre e hija habían hecho la tijera, me hubiera gustado pajearme mirándolas.
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