Mi Pequeña Sofía – Parte 2
Un encuentro en el parque, donde ella me propuso algo que no me esperaba..
El sábado siguiente por la mañana, de camino al trabajo, había llevado a Sofía a la casa de su mejor amiga, Abril, a quien visitaba regularmente. Mi pequeña llevaba una ceñida camiseta color morado claro, de mangas muy cortas, unos denim shorts pequeños y tenis blancos. Además, llevaba su mochila como de costumbre. Al llegar a la casa de su amiga, Sofía me dio un beso y se despidió con esa ternura que la caracterizaba. Le indiqué que la buscaría al salir del trabajo y continué el viaje.
La verdad, estuve toda la semana pensando en lo que había ocurrido la semana anterior con mi hija y el consolador. Tenía sentimientos encontrados: me sentía como un padre pervertido, pero también me gustaba lo que habíamos hecho y a la vez me daba tranquilidad tener esa confianza con mi hija, porque sé que ella me contaría todo lo que quisiera respecto al sexo y yo estaría ahí para apoyarla. Pensaba además en lo mucho que la amaba y en que lo que habíamos hecho era algo que ambos disfrutábamos ¿Qué tan malo podía ser eso?
El día en el trabajo se me había pasado rápido, y siendo las cinco de la tarde debía salir e ir a buscar a mi hija. Conduje hasta la casa de Abril, toqué el claxon y a los pocos segundos mi hija salió de la casa, despidiéndose de Abril y su madre. Yo les hice una seña de saludo desde el auto. Sofía subió al vehículo de un brinco, se arrodilló en el asiento de copiloto y me besó la mejilla, diciendo: – ¡hola, papi! – con su dulce voz. – Hola, bebé. – le respondí, sonriente.
Mientras íbamos de regreso a casa, le pregunté: – ¿Cómo lo has pasado con Abril hoy? -. Ella respondió: – Bien. Vimos televisión, nadamos en su piscina, comimos helado y… – hizo una pausa, como dudando de lo que quería decir, pero luego continuó: – jugamos con el regalo que me diste -. Con sorpresa disimulada, le pregunté: – ¿Ah, sí? ¿y cómo les fue con eso? – la verdad es que estaba intrigado por saber más detalles. Retomando su confianza, como si estuviera contándome de su día a día en el colegio, respondió con toda franqueza: – Bien… Bueno, en realidad lo intentamos hacer como lo hicimos tú y yo, pero no fue lo mismo -. Deseaba escuchar más sobre eso, así que le pregunté: – ¿A qué te refieres? ¿Qué es lo que no funcionó? -. Ella prosiguió: – Primero, intenté introducírselo, pero como que su vagina es muy pequeña y no pude meterlo; ella sí pudo metérmelo, y me lo metió por un buen rato… Es decir, sí, se sintió rico y me gustó, pero no logró lo que tú lograste cuando lo hicimos en casa -. Yo pregunté: – ¿Te refieres a tener un orgasmo? – a lo que ella respondió: – ¡Sí, eso! Se me había olvidado cómo se llama, jajaja – y continuó: – Y bueno… la verdad es que… me dejó con ganas, por eso quiero que me… me lo hagas otra vez.
Debo decir que me emocioné al pensar que mi pequeña sólo llegaba al orgasmo conmigo y deseaba repetirlo. Me pareció muy tierno de su parte, y la vez muy excitante. Con toda tranquilidad, le dije: – Claro bebé, yo te ayudaré las veces que lo necesites -. Mientras charlábamos, íbamos pasando por el parque central, llegando a una zona poco concurrida. – Detente aquí – me indicó Sofía, señalando una zona de parqueo. Yo sólo seguí su indicación y detuve el auto, dejándolo entre otros dos. El lugar estaba casi desierto. Muy de vez en cuando pasaba algún peatón por la acera. Sofía se inclinó hacia mí, giró la llave del carro y apagó el motor. Luego, se metió entre los asientos delanteros para llegar hasta el asiento trasero, donde se sentó a un lado, abrió su mochila y sacó el consolador. – Toma – me dijo entregándome el juguete. Yo, sorprendido, le respondí: – ¿Qué? ¿Aquí? Pero… ¿Qué tal si alguien nos ve? – a lo que ella respondió: – Es que tengo ganas ahora, y nadie nos verá, casi no pasa nadie por aquí – y continuó, cambiando su expresión como sólo ella sabía hacerlo cuando me quería pedir algo (y lograba obtenerlo): – Papi, por fa, házmelo aquí, ¿sí? -.
Para ser sincero, me excitó la idea de hacerlo en un sitio público, así que no dudé mucho en responder: – Está bien, pero procura no gemir muy fuerte, ¿ok bebé? -. Ella sólo asintió, y no tardó en acomodarse. Se quitó los tenis, dejándolos en el piso del auto. Desabrochó el botón de su short y, con una sensualidad que no la había visto tener antes, se los fue bajando con algo de lentitud, mientras me miraba y sonreía. Con el mismo movimiento, fue quitando sus panties color morado, hasta dejar al descubierto su pequeña y rosada vulva. Su sonrisa y sensualidad comenzaron a acelerar mi corazón, despertando mi excitación.
Me abrí paso como pude para llegar al asiento trasero y hacerme al otro lado. Estando ambos frente a frente, ella levantó una de sus piernas y la apoyó el pie en el apoyacabezas del asiento. Para que se sintiera más cómoda, yo le sostuve la otra pierna desde la parte opuesta de su rodilla, elevándola un poco. Con mi mano libre, sostuve el consolador, pero me di cuenta que faltaba algo. – ¿Trajiste el lubricante? – pregunté. Ella respondió: – No papi, me lo olvidé, pero no importa, ya sé qué hacer-. Se inclinó hacia mí, tomó el juguete de mi mano y se lo llevó a la boca. Con la misma sensualidad con la que se quitó los shorts, chupó el consolador, metiéndoselo casi hasta la mitad, jugando con su lengua y llenándolo de saliva. Yo me quedé hipnotizado viendo cómo lo hacía, y ella me miraba deseosa.
Un par de minutos después, sacó el consolador de su boca, y un fino hilo de saliva conectaba sus labios con el juguete. Estando bien húmedo, me lo devolvió. Noté que su vagina ya estaba húmeda, al parecer se había mojado mientras chupaba el juguete. Comencé a rozar el consolador contra sus labios, y tal como lo habíamos hecho la primera vez, fui lento al principio, de a poco. Primero, metí el glande, moviéndolo de atrás hacia adelante. Sofía ya estaba sintiendo placer, pues sus gemidos no tardaron en aparecer. Eran suaves, y noté que trataba de mantenerlos a un volumen bajo para que nadie nos oyera. Tras unos minutos, su vagina ya estaba más mojada, por lo que comencé a meterlo más profundamente. De vez en cuando, se le escapaba un gemido fuerte, pero se tapaba la boca inmediatamente, mientras que con la otra mano se agarraba fuertemente del asiento. Para entonces, yo ya tenía mi pene erecto e incómodo debajo de mis pantalones, pero me enfoqué en darle placer.
Mientras lo iba metiendo cada vez más profundo y más rápido, le iba diciendo cómo podría usarlo la próxima vez: – El truco está en… – decía, mientras presionaba el juguete hacia arriba, estimulando la pared superior de su vagina -… presionar aquí mientras lo metes y lo sacas. Debes asegurarte que la vagina esté bien húmeda e ir de a poco si es necesario, para que lo que sientas sea sólo placer – aumenté la velocidad de mi movimiento, y Sofía parecía no poder contener mucho sus gemidos, aún cuando se tapaba la boca – ¿entendiste, bebé? -. Ella sólo asintió, con los ojos cerrados y su cara enrojecida.
Estuvimos así unos minutos más, hasta que su cuerpo volvió a arquearse como la primera vez que lo hicimos, conteniendo su respiración. Sus piernas comenzaron a temblar, y segundos después dejó salir un gemido largo y excitante, aunque sonaba apagado al estar tapando su boca con la mano. Su vagina hacía presión para expulsar el consolador. Dejé que lo expulsara y me quedé con él en la mano, disfrutando de la vista que tenía delante de mí, con mi pequeña teniendo ese orgasmo.
Tras recuperarse del intenso placer, Sofía se arrodilló en el asiento y se acercó hacia mí, diciendo: – Muchas gracias papi, estuvo delicioso, y veo que te ha gustado a ti también – expresó, mirando el bulto de mi pantalón – Deja que te ayude con eso -. Extendió sus manos hasta el cinturón y comenzó a quitarlo. Yo sólo atiné a tartamudear: – Sofi, no… ¿Qué…? -, pero mis deseos de placer eran más fuertes, así que simplemente dejé que me lo quitara. Bajó mi pantalón y mis boxers, liberando mi erecto pene. No era tan grande, pues medía unos quince centímetros de largo y cuatro de ancho estando erecto, pero a su lado era grande.
Sin más, ella se inclinó más, bajando hacia mi pene, lo tomó y comenzó a rozarlo con su lengua. Yo ya estaba en éxtasis, pues sentir la lengua y los labios de mi hija y a la vez ver cómo sus nalgas se empinaban hacia la luneta del auto, tanto que cualquiera que pasara por la acera pudiera verla, me tenía muy caliente. Aunque supe de inmediato que ella no era una experta en felación, sentir su pequeña boca chupándolo lentamente y como tratando de aprender a hacerlo en ese momento, me generó demasiado placer. Si mucho, podía meter mi pene un par de centímetros más profundamente después del glande, mientras frotaba el resto de mi pene con su pequeña mano.
Fueron cinco minutos los que pude aguantar con semejante excitación, cuando de pronto comencé a eyacular. Sofía no se alejó como hubiera pensado que haría, sino que simplemente se quedó allí, chupando mi pene y recibiendo todo el semen en su boca, para luego dejar que se derramara desde su boca hacia mi pene y mi zona púbica, dejando caer un poco en el tapizado del asiento. Fue demasiado placentero, no lo voy a negar.
Luego de limpiarnos y limpiar el auto con paños húmedos, nos vestimos, volvimos a los asientos delanteros y conduje el tramo que faltaba para llegar a casa. Aunque estábamos en silencio, nuestras miradas se cruzaban en complicidad, sonrientes, pues era algo que ambos disfrutábamos y que deseábamos continuar.
Excitante!
Muy excitante y con morbo.
wpw uf