Mi Pequeña Sofía – Parte 4
Nuestro primer trío.
Sofía y yo nos habíamos convertido en amantes, y el sólo hecho de pensar que éramos padre e hija lo hacía aún más morboso y deseable. Casi todos los días en que yo llegaba del trabajo y mi pequeña me notaba tenso y agotado, luego de cenar, me iba a la cama y ella me acompañaba, dándome masajes muy relajantes que solían terminar de una de las dos siguientes maneras: me daba sexo oral hasta hacerme eyacular, o teníamos sexo muy intenso. Y es que, desde que lo habíamos hecho por primera vez, cuando tuve ese impulso por sujetar su pelo mientras la penetraba, descubrí que a ella le gustaba sentirse sometida.
De hecho, tras hablarlo abiertamente, Sofía me contó las cosas que le gustaría experimentar algún día, y debo decir que algunas hasta me han sorprendido viniendo de una niña de su edad. Aunque, conociéndola bien, sé que su forma de ser tan caliente la haría desear tener experiencias intensas. Sin sospecharlo, yo no esperaba que una de esas experiencias iba a ocurrir muy pronto.
Recuerdo cuando un fin de semana, Sofía decidió invitar a su mejor amiga, Abril, a pasarlo en casa. Ese día, cuando tocaron el timbre de la casa, fui a abrir la puerta, mientras Sofía bajaba rápidamente por la escalera. Al abrirla, Abril y su madre nos saludaron. Dejé que Abril entrara, y Sofía la recibió con un beso en la mejilla. La madre de Abril, una mujer bastante bella y conservada, me dijo que ya se iría a trabajar, por lo que dejó a su hija y se despidió de todos.
Te describiré cómo es Abril: tiene la edad de Sofía, mide 1.43, cabellos dorados cortos que le llegaban hasta la mitad del cuello, ojos color miel, contextura corporal delgada, nalgas pequeñas pero redondas, y sus pechos estaban más desarrollados que los de mi hija, por lo que se notaban más debajo de su camiseta. Al igual que Sofía, Abril era una niña muy hermosa, a veces algo tímida, muy educada y amable.
Yo me había tomado el día libre para descansar, así que estuve con las dos niñas en la casa durante todo el día. Además de compartir desayuno, almuerzo y cena, pasamos la tarde en la piscina que teníamos en el jardín. Yo me quedé recostado en la reposera bebiendo una cerveza, mientras veía a esas dos pequeñas bellezas jugueteando en el agua. Sofía llevaba un bikini azul celeste que le quedaba muy sensual, pues la parte inferior era bastante diminuta, al estilo cola-less; mientras que Abril vestía un bikini blanco con florecitas rojas y volados en los bordes, tanto del sostén como en los de las panties, dejando notar sus pechos más desarrollados. Por otro lado, yo sólo vestía unos shorts veraniegos color azul, sin camiseta. Pasé largo tiempo viéndolas jugar, y mi mente no había dejado de imaginar situaciones morbosas con las dos.
Esa noche, luego de la cena, las dos niñas se fueron a la habitación de Sofía, dejando cerrada la puerta. Inmediatamente, y con aquello que me había contado Sofía aquel día en el parque, me imaginé que ambas volverían a jugar con el consolador. Eso me puso caliente, así que subí a mi habitación, me desnudé y comencé a masturbarme.
Hice el mayor silencio posible para tratar de escuchar algo proveniente de la habitación de Sofía, pero no logré escuchar nada. Supuse que aún estaban empezando con algún juego previo o algo, así que decidí levantarme, sin ponerme nada, y me acerqué sigilosamente hasta la puerta de la habitación de mi hija. Al pegar la oreja a la puerta, pude escuchar unos gemidos muy leves; supe que era Abril, pues se escuchaba diferente a cuando Sofía gemía. Además, pude escuchar el sonido suave de cuando una lengua pasa repetidamente sobre una superficie húmeda. Mi cabeza comenzó a imaginar que era Sofía lamiéndole la vulva a Abril para humedecérsela. El sólo hecho de ver esa imagen en mi cabeza, me puso a mil, pero no quise masturbarme detrás de la puerta porque podrían oírme y no deseaba interrumpirlas. Volví sigilosamente a mi habitación, cerré la puerta y, ya con esa imagen mental en mi cabeza, pasé unos minutos masturbándome con ganas. Pero faltaba algo, algo que me permitiera eyacular, pues no podía lograrlo.
Minutos después, escuché que mi hija llamó a la puerta de mi habitación. -¿Papi? ¿Puedo pasar? – preguntó con su tierna vocecita, al otro lado de la puerta. – Sí, preciosa, adelante. – le dije, mientras me quedé ahí sobre la cama, totalmente desnudo. Al abrir la puerta, veo a Sofía vistiendo su camisón corto y sus panties, y detrás de ella apareció Abril, con una camiseta blanca que apenas cubría su ombligo, y unas panties blancas a juego, llevando el juguete en la mano. Rápidamente me cubrí el pene como pude, con las sábanas. – Tranquilo papi, está bien, yo le conté a Abril todo lo que hacemos tú y yo. – me respondió con calma, y continuó: – vinimos porque ella quiere ver cómo me penetras -. Me quedé en silencio por unos segundos , sorprendido y a la vez extasiado con lo que dijo. La idea de penetrar a mi hija mientras su amiga nos ve me puso muy caliente, pero decidí actuar con naturalidad. – Ok, está bien, Sofi, vengan. – les indiqué, quitándome la sábana que me cubría. Noté que Abril abrió bien grandes los ojos, viendo mi endurecido pene por varios segundos, sin disimular.
Las dos niñas se montaron sobre la cama, y Sofía no tardó en quitarse el camisón primero y los panties después. Se ubicó del lado derecho de la cama, abriendo sus piernas, mientras que Abril, sin quitarse nada y con algo de timidez, se quedó sentada al otro lado de la cama, curiosa por ver lo que iba a acontecer. Decidí poner unas almohadas debajo del cuerpo de Sofía para elevarla un poco, y teniéndola a la altura perfecta, comencé a rozar los labios de su vagina con mi pene. Abril miró atentamente el roce de nuestros genitales, algo distanciada. – Está bien, puedes acercarte y mirar más de cerca – le dije a Abril, quien a pesar de su timidez, sin decir nada, se acercó lo suficiente para ver con mayor detalle. Sofía y yo ya estábamos bien mojados, así que, sin más, empecé a penetrarla. Abril se quedó asombrada por cómo mi pene se introdujo en la pequeña vagina de su amiga, y se quedó allí, mirando como hipnotizada.
Sofía y yo comenzamos a gemir, por momentos olvidando que teníamos una invitada cerca de nosotros. El placer nos hacía concentrarnos en nuestros cuerpos, en aquel éxtasis que sentíamos. Mi hija gemía cada vez más fuerte, y en un momento empecé a escuchar otro gemido, algo más suave. Era Abril, quien mirándonos tener sexo duro, se había excitado y había comenzado a masturbarse, llevando su mano debajo de sus panties. Eso me excitó aún más, y al parecer a Sofía también, pues al girar su cabeza y ver a su amiga masturbándose, fue el detonante que la hizo llegar pronto a su primer orgasmo.
Al parecer, Abril se olvidó de su timidez, y al entrar en mayor confianza se quitó las panties y comenzó a rozar su vagina con el consolador. Me encantó ver que la amiga de mi hija ya estaba más desenvuelta mientras continuaba mirándonos tener sexo. Viendo cómo ese juguete comenzaba a introducirse dentro de la pequeña vagina de Abril me encendió aún más, y comencé a chocar mi pene contra el cérvix de la vagina de Sofía, dándole con fuerza. Mi hija gimió más fuerte aún, y a los pocos segundos llegó su segundo orgasmo, arqueando intensamente su cuerpo y temblando de placer.
Tras recuperarse, Sofía se dirigió a Abril y le preguntó: – ¿quieres intentarlo? -. Abril nos miró a los dos, y yo la miré esperando su respuesta. Ella asintió en silencio, aunque se notaba que estaba emocionada por experimentar su primer penetración con un hombre. Sofía se levantó y se acercó a su amiga, a quien sin consultarle le comenzó a quitar la camiseta, mostrando sus crecidos pechos. Estando completamente desnuda, Abril se acomodó en donde había estado Sofía, y mi hija se quedó en el lugar de su amiga.
Tratándose de la primera vez de Abril, decidí ir con cuidado. Abrí sus piernas y comencé con el roce de mi glande en su ya húmeda vagina. A decir verdad, su vulva parecía aún más pequeña que la de Sofía, por eso decidí ir despacio. Mi glande trataba de abrirse paso entre los labios vaginales. Estuve así por unos minutos, intentando hacer que se introduzca. Sofía lo notó y pensó que faltaba lubricarlo, así que se acercó y echó un escupitajo sobre mi glande. Decidí esta vez hacerlo con mayor fuerza, así que tomé a Abril de las caderas, sujetándola con fuerza, y empecé a empujar mi pene. La vagina de Abril parecía abrirse con dificultad, pero poco a poco iba recibiendo mi glande. Ella tenía su boca levemente abierta, y parecía jadear suavemente.
Al introducirlo un poco más, Abril soltó un leve gemido. Pensé que la había lastimado, y al preguntarle que si estaba bien, volvió a asentir en silencio. Volví a moverme de atrás hacia adelante y comencé a penetrarla un poco más rápido. Tras cada movimiento, iba metiendo poco a poco mi pene con mayor profundidad. Abril dejó salir sus gemidos, cada vez más intensos. Mi pene había llegado a introducirse hasta la mitad, pero no podía introducirse más, pues había llegado al límite de su vagina. Sabiendo hasta dónde llegaba, comencé mis movimientos de atrás hacia adelante más pronunciados, y la pequeña gemía fuertemente, cerrando sus ojos.
Viéndonos mientras se tocaba, Sofía decidió hacer algo que calentó aún más el momento: se inclinó y se acercó a los pechos de su amiga, lamiéndolos y chupándolos con muchas granas, mientras una de sus manos rozaba el clítoris de Abril. En un momento, Sofía giró su cabeza y miró a su amiga con un deseo que no había visto antes, y dirigiéndose a mí me dijo: – dale duro, papi, quiero que le des muy duro -. No lo pensé dos veces: comencé a meter y a sacar mi pene con fuerza, hasta donde podía introducirlo, y la pequeña Abril había hecho que sus gemidos se convirtieran en gritos. Yo estaba como un animal salvaje, penetrando a esa niña como si fuera una mujer experimentada; estaba fuera de sí.
Cuando Abril cerró de pronto sus piernas, presionando aún más mi pene, lo supe: estaba teniendo su primer orgasmo. En ese mismo instante, di un gruñido intenso y llené su pequeña vagina con mucho semen, que luego terminó escucurriéndose entre sus labios vaginales, para terminar cayendo sobre la cama.
La niña tenía unas lágrimas saliendo de sus ojos. Le pregunté: – ¿estás bien? – y ella sólo dijo «sí», con su tierna voz. Sofía agregó: – Ella suele llorar cuando le meto el juguete, papi, pero nunca me dijo que me detuviera, ¿eso es normal? – a lo que yo respondí: – sí, bebé, es que hay mujeres que hasta lloran cuando alcanzan el orgasmo -. Mi hija le preguntó a su amiga: – ¿qué te pareció? ¿verdad que mi papá penetra muy rico? – y Abril, aún jadeante, respondió entrecortadamente: – S-Sí, me-me gustó mucho.
Esa noche fue muy intensa, pues entre los tres pasamos varias horas teniendo sexo, luego descansando, nuevamente teniendo sexo, y así sucesivamente, hasta sentir que me había secado por completo. Dormimos todos en mi cama, pues estábamos exhaustos de tanta faena.
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