Mi Pequeña Sofía – Parte 5
Nos encanta jugar en cualquier parte de la casa, de a dos o tres..
Desde que Abril se había unido a nuestros encuentros íntimos, nuestra casa se convirtió en un lugar donde reinaba la libertad sexual. Mi hija y su amiga sabían que podían expresar sus deseos y experimentar placer cuando quisieran y donde quisieran.
No era raro que, estando sólo nosotros tres en la casa como cualquier fin de semana, dos o tres de nosotros estuviéramos involucrados en algún encuentro sexual en cualquier parte de la casa. Como ayer, por ejemplo, cuando bajé de mi habitación, yendo en dirección a la cocina, pasé por la sala y vi a Sofía chupándole la vulva a Abril sobre el sofá, quien gemía suave pero constantemente. Me había quedado viéndolas por unos minutos; hasta me había sentado un rato en el sillón de al lado de donde estaban ellas, y me masturbé un poco mientras disfrutaba del espectáculo. Ellas sólo continuaron como si nadie las estuviera observando, dando rienda suelta a sus deseos. Luego, fue el turno de Abril para chupar la vulva de Sofía, y mientras lo hacía, mi hija le acariciaba el pelo con una mano, se tocaba los pechos con la otra y me miraba con esa expresión de deseo tan deliciosa que tenía cuando estaba muy caliente.
Recuerdo otra ocasión en la que yo estaba en la cocina preparando el almuerzo, Sofía se había ido a bañar, y Abril se había quedado en la sala, viendo una película para adultos y masturbándose con el juguete. Estaba cortando una lechuga mientras podía oír los excitantes gemidos de la amiga de mi hija, provenientes de la sala. Continué cortando la lechuga, no sin sentir que mi pene se había puesto erecto debajo de mi pantalón. Un rato después, hubo silencio, y pensé que quizá Abril ya estaba satisfecha, dejando de masturbarse. Me concentré en seguir preparando los ingredientes, cuando escucho su vocecita detrás de mí: – Señor Ronald, ¿me permite chupar su pene, por favor? – dijo la niña, con su educada forma de expresarse. Yo me giré y la vi casi completamente desnuda, de no ser por una camiseta roja muy corta que apenas llegaba por debajo de sus pechos. – Por supuesto, Abril, es todo tuyo, ven – le respondí, dejando el cuchillo sobre la mesa y lavándome las manos.
La niña se acercó y le dejé vía libre para que hiciera todo el trabajo. Comenzó desajustando mi cinturón, para luego desabotonar mi pantalón y bajarlo junto con los bóxers. Mi erecto y duro pene se liberó, ya estando algo mojado. Ella lo tomó delicadamente con sus pequeñas manos, acariciándolo. – ¿Me enseña a chuparlo, por favor? – preguntó, mirándome con sus tiernos ojos. Ahora que lo pienso, ella no lo había chupado aún, seguramente deseaba experimentarlo. – Claro que sí, pequeña, yo te enseñaré – le respondí, y continué: – primero, lleva el prepucio hacia atrás para que quede descubierto el glande – le indiqué, tomando con cuidado su mano, apoyándola sobre mi prepucio y guiándola para llevarlo hacia atrás. – Aquí es donde más placer sentimos los hombres – le dije, señalando el glande. – Quiero que comiences lamiéndolo suavemente, pasando tu lengua de arriba hacia abajo, de lado a lado, con la punta y con toda la lengua, ¿entendiste? – a lo que ella respondió con obediencia: – Sí, señor -. Un segundo después, su lengua estaba rozando toda la superficie de mi glande, y no tardé en comenzar a sentir mi respiración agitada. Yo estaba parado, y ella se inclinó un poco para lamer mi pene.
Ver a esa niña inexperta moviendo su lengua en todas las direcciones posibles me excitó demasiado. Mi pene se había mojado aún más y la saliva de Abril se mezclaba con mis flujos. Unos pocos minutos después, le di otras indicaciones: – Muy bien, pequeña, lo haces muy bien – le decía mientras acariciaba su cabello y una de sus mejillas. – Ahora quiero que hagas esto: rodea mi glande con tus labios, comenzando desde la punta, y poco a poco ve avanzando hasta que logres tenerlo todo adentro de tu boca -. Ella asintió y, obedientemente, apoyó sus labios en la punta de mi glande. Poco a poco, iba abriendo más y más su boca mientras introducía el glande más profundamente e ella. Mientras lo hacía, Abril llevó sus manos a mis caderas para apoyarse. Se sentía delicioso dentro de su boca, pues estaba cada vez más cargada de flujos.
Habiendo logrado meter todo mi glande en su boca, continué guiándola, ya con algo más de dificultad pues la excitación me estaba haciendo jadear y gemir un poco: – Eso es, bebé, lo estás haciendo deliciosamente – comenté, acariciando sus mejillas con mis manos – Ahora quiero que, mientras tengas todo mi glande dentro de tu boca, juegues con tu lengua rozándolo como lo habías hecho al principio y, al mismo tiempo, quiero que vayas metiendo mi pene cada vez más profundo, ¿está bien? -. Ella asintió, sin quitarse el glande de su boca, y comenzó a hacer lo que le indiqué. No sé si era porque lo hacía lento, porque era una niña o porque sus movimientos me excitaban, pero Abril estaba logrando excitarme con mucha intensidad, haciéndome gemir cada vez más.
La pequeña había logrado llegar casi hasta la mitad de mi pene, y noté que se esforzaba por querer meterlo más, pues se escuchaba ese sonido tan característico de cuando mi pene llegó hasta la parte anterior de su lengua, comenzando a provocarle arcadas. No le había dicho nada, pues ese sonido me excitó aún más, así que dejé que lo intentara un poco más. Sin embargo, cuando noté que se había alejado de pronto, sacándose el pene de su boca, con visibles náuseas, le dije: – tranquila, debes ir despacio, y si no logras meterlo hasta donde deseas, sólo mételo hasta donde no te dé náuseas. Respirando, ella volvió a asentir, y usando su corta camiseta, se quitó las babas que colgaban de sus labios. Tomó nuevamente mi pene y lo introdujo en su pequeña boca, esta vez metiéndolo apenas un par de centímetros más abajo de mi glande, continuando así por varios minutos.
En eso, aparece Sofía en la cocina, con su cabello mojado y una toalla que cubría desde sus pechos hasta apenas por debajo de sus nalgas. – ¿Están jugando sin mí? – dijo, en tono irónico, haciendo como si estuviera sorprendida, y prosiguió: – Ah, no, no, no, yo también quiero jugar -. Abril se detuvo y la miró a Sofía, sonriendo. – Está bien, es más, se me ocurre algo que podríamos probar – le dije a mi hija, mirando también a su amiga, – vengan.
Las llevé a la sala, me quité toda la ropa y me senté en el sofá. – Sofi, tú me vas a montar – le indiqué a mi hija, quien tras oír esa orden, se quitó la toalla, se montó sobre mi con una pierna a cada lado, frente a frente y, rodeando mi cuello con sus manos, comenzó a rozar su vulva contra mi pene. Estaba tratando de hacer que su vagina comenzara a mojarse. Mis manos se apoyaron en sus nalgas, a veces apretándolas. Abril se había quedado sentada a un lado de nosotros, mirando atentamente lo que hacíamos y, habiendo recogido el consolador de la mesa ratona, empezó a masturbarse, primero rozando su vulva y luego metiéndose el juguete en su vagina.
Tras humedecerse bien, Sofía ubicó mi pene con una de sus manos y, bajando como para sentarse, lo introdujo en su vagina hasta donde cupo. Ya teniéndolo dentro, comenzó a darme sentones, gimiendo acaloradamente. Dejé que lo hiciera por un buen rato para asegurarme de que estuviera bien excitada. Cuando noté que sus flujos caían abundantemente por mi pene, llegando hasta mis testículos y cayendo sobre el tapiz del sofá, le indiqué que se detuviera. Luego, le pedí a Abril que se levantara y reclinara el respaldo del sofá, haciéndolo una cama. Me recosté, sin moverme demasiado, y llevé a Sofía hacia mí, apoyando sus pechos contra el mío, sin quitar mi pene de su vagina. – Abril, acércate por favor, quiero decirte algo – le dije, y la niña se montó sobre el sofá cama, acercando su rostro al mío. Le susurré algo al oído, ella asintió y se bajó del sofá cama. Sofía me miró con mucha intriga, a lo que dije: – ¿confías en mí? – y ella, sonriendo, respondió: – Por supuesto, papi -. Le dije que ya no era necesario dar sentones, y yo sólo me limité a moverme de arriba hacia abajo lentamente. Nos mirábamos con deseo y complicidad, mientras ella apoyaba sus manos sobre el sofá cama, ubicándolas entre mis brazos y mi torso.
De pronto, Sofía dio un gemido mezclado con algo de susto. Giró su cabeza y vio de soslayo a Abril parada detrás de ella, sintiendo cómo le iba empujando delicadamente el juguete lleno de lubricante hacia su ano. Volvió a mirarme, abriendo la boca con una sonrisa, y visiblemente emocionada dijo: – ¿en serio, papi? – a lo que respondí: – Claro, bebé, sé que te gustará -. Poco a poco, mientras me movía penetrando su vagina, Sofía fue sintiendo cómo el juguete se iba abriendo paso dentro de su ano. Sus hoyos estaban tan expandidos que mi pene casi toca el consolador debido a la cercanía de los mismos. Mi hija iba teniendo gemidos con una leve mezcla de dolor, y aún tras preguntarle si deseara que Abril se detuviera, me dijo que no. Apoyó su cabeza en mi pecho, me abrazó fuertemente y siguió gimiendo. Sus gemidos se hacían cada vez más intensos tras cada centímetro que se introducía el consolador.
Habiendo llegado a meterlo todo, Abril lubricó un poco más el juguete y empezó a darle duro a Sofía. Yo la acompañé y también comencé a penetrar más duro su vagina. Por cómo se escuchaban sus gemidos, mi pequeña estaba gozando enormemente su primera doble penetración. No tardó en tener su primer orgasmo y, tras recuperarse, Abril y yo continuamos dándole más y más. Las piernas de Sofía temblaban descontroladamente en su segundo orgasmo; parecía como si fuera a perder el apoyo sobre la cama, por lo que logré sostenerlas y decidí seguir junto con Abril, penetrando cada vez más rápido y duro. Llegó el tercer orgasmo, y Sofía estaba perdiendo el control de su cuerpo, dejándolo caer sobre mí y temblando con mucha intensidad, mientras su respiración se escuchaba muy entrecortada. Le indiqué a Abril que nos detuviéramos, y abracé a mi pequeña mientras se recuperaba.
Aunque estaba demasiado excitado, hice todo el esfuerzo posible para evitar eyacular. Quise darle esa misma experiencia a Abril, así que, en cuanto Sofía estaba totalmente recuperada, fue el turno de su amiga para gozar siendo doblemente penetrada. Hicimos exactamente lo mismo, y para cuando Abril tuvo su primer orgasmo, yo ya no me aguanté y decidí eyacularle adentro, llenándola de semen que luego iba escurriéndose desde su vagina hacia mi pene, para terminar en el sofá cama. Al ver tanto flujo cayendo, Sofía acercó su cara hacia la vagina expuesta de su amiga y comenzó a lamer sus labios vaginales y mi pene, saboreando nuestros flujos mientras se derramaban. Sin duda, Sofía iba aprendiendo a ser muy sucia y pervertida.
que rico sentir , lamer esa pequeña vulva, chupar sus pequeños pies beber su orina sentir en la boca el chorrito saliendo de su vaginita.y lamer ese divino botoncito que tienen las niñitas.
Re historia de wattpad jAJSAJ