Mi polla es tuya
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ocurrió hace unos 10, 12 años. En mi casa éramos dos hermanos, pero había mucha diferencia de edad entre nosotros: nos llevamos 8 años. Así que yo he sido casi como un tercer padre para mi hermano, siempre tan pequeño y tan ajeno a mi mundo. Un niño al que siempre defendía, ayudaba y me desvivía por él. Un niño bastante gracioso, como yo también lo era. Nos hemos llevado siempre bien. Pero como este es un foro sobre sexo, voy a relatar lo que toca respecto al sexo con mi hermano. Tenía yo unos 15 o 16 años, o sea, en plena adolescencia…, y mi hermano tenía unos 7 u 8, todavía un niño bastante pequeño. Desde hacía unos años, ocupábamos habitaciones distintas, porque a mí me parecía que me daba más importancia tener una habitación para mí solo… y mis padres habían accedido a ello ya que mi hermano pequeño ya no era un bebé. La desnudez no era un problema para nosotros, pues yo había visto a mi hermano desnudo miles de veces, le había limpiado, le había ayudado a ducharse, le había ayudado a todo. Mi desnudez no la había visto mi hermano o quizá la hubiera visto sin detalle en algún momento porque dormíamos en habitaciones distintas. Pero algo iba a cambiar en unas vacaciones en el monte en casa de unos amigos de mis padres:
Como somos los pequeños, nos dejan a ambos en una habitación en el extremo de la casa donde hay dos camas. Sin problema: ya he dicho que no tengo mucho pudor y mi hermano es pequeño como para tenerlo conmigo, que le he estado ayudando a lavarse hasta anteayer… Ese día estuvimos de excursión todos, y llegamos por la tarde reventados y bastante sucios. Sucios, no solo por el sudor, sino porque nos habíamos sentado en un tronco y habíamos dejado la ropa pegajosa de resina. Al llegar nos dijo mi madre que fuésemos a la ducha y le diéramos la ropa para quitarle la resina y echarla a lavar. Y con prisa, que teníamos que vestirnos para ir a cenar a un sitio. Los mayores se duchaban en casa…, pero nosotros teníamos la ducha en un patio trasero, al aire libre, sin agua caliente…, pero era una bendición esa agua fresquita con ese calor que hacía. ¡¡Daos prisa!!, nos achuchaba mi madre. En el patio, una vez localizamos la ducha y el jabón, mi hermano se empezó a quitar la ropa y se quedó desnudo para ducharse.
Yo me lo pensé un poco…, pero el tiempo apremiaba. También me desnudé y abrí el grifo de la ducha. ¡Hala!, dijo mi hermano mirando mi pene. Yo, con 15, 16 años, ya tenía el pene desarrollado, con mis 17 centímetros en erección, que no es corto aunque tampoco largo. Eso sí, es bastante anchote. Entonces, no estaba erecto, pero incluso así, comprendo el asombro de mi hermano al ver un pene flácido muchísimo más grande que el pene infantil suyo. Un poco de mosqueo tenía yo al estar allí en ese patio trasero que, aunque no pasaba nadie por detrás de las casas, podrían hacerlo y nos iban a ver. Bueno…, lo olvidé y nos pusimos a ducharnos alternativamente. Estábamos jugando echándonos agua fría, yo le daba una sardineta en el culo (como un azote con la punta de los dedos), y él me pega una toba en el pene. Nos reíamos. Me pregunta por lo grande que tengo el pene, los huevos y los pelos. Jajajaja, más grande todavía si se me pone tieso, le contesto. En los pelos de la base del pene me pongo gel de baño y hago espuma.
Me froto y me limpio los genitales mientras seguimos bromeando. Al echarme agua en los ojos, le hago un castigo de broma diciéndole que me lave el pene por haberme echado agua en los ojos. Todo con risas, coge la espuma que tenía en el abdomen y el pubis peludo y me lo pasa por el pene, que empieza a ensancharse. “Ahora me vas a agarrar la polla y la vas a limpiar bien”, le digo y le cojo su mano para me agarrase el pene. No logra abarcar con su manita toda mi polla, pero me la empieza a limpiar bajándome el prepucio y poniéndose el pene cada vez más duro y empinándose. No lo tomaba como algo sexual, sino más bien pícaro y de broma. Fueron varias bajadas de su mano por mi pene y con el glande hinchado de esa forma que se hincha a los adolescentes, que una vez que se pone tiesa la polla, no se baja y sigue dura. En esto sale mi madre por la puerta a recoger la ropa con resina que habíamos dejado en el suelo. Menuda escena… Nos reímos todos, mi hermano soltó mi polla, pero ésta no la pude yo esconder, en todo su esplendor y ahí estaba, tiesa y tirante a la vista de mi madre, que nos dijo que dejáramos de hacer el tonto y que nos diéramos prisa. Como lo dijo en plan cachondeo y sonriendo, no me preocupé de que nos pillara desnudos y yo con la polla tiesa.
Una vez aclarados, solo había una toalla con la que me sequé…, se la dejé a mi hermano y este la puso como alfombra en el suelo (un suelo con arenilla). Estaba inservible…, mi madre se había llevado la ropa, y no nos había dejado la de repuesto. Vaya panorama… Si me ocurriera ahora, me habría tapado la entrepierna con la toalla sucia o habría dado un grito a mi madre para que me trajera una toalla limpia, pero entonces se nos ocurrió a mi hermano y a mi ir corriendo a la habitación, en pelotas (y yo con la polla tiesa). Eso hicimos y durante algún segundo nos vieron mis padres y el resto, entre risas. Si fuera una persona vergonzosa, eso me habría afectado profundamente…, pero no lo soy, y este sucedido lo recuerdo con humor. Nos vestimos, acomodé mi polla bajo la ropa interior y el pantalón, aunque se notaba mi erección (qué remedio…, ya se bajaría) y tuve que aguantar los chistes de los demás.
El resto de días de esas vacaciones, repetimos las duchas de igual forma: nos íbamos los dos juntos a esa ducha exterior (curiosamente, ahora pienso que….., ¿alguien nos podría espiar desde el campo o desde alguna ventana?. No me lo planteé entonces…, pero ahora me surge la duda, jeje. Nunca lo sabré). Tras el jabón y el aclarado, siempre acabábamos con un lavado de mi pene: “Límpialo bien, hasta que se me ponga dura dura la polla”, le decía a mi hermano. Parece bastante erótica la situación, pero yo no pensaba en que mi hermano me hiciese una paja con una eyaculación. Si no había corrida y una lechada, solo consideraba un juego excitante con mi polla tiesa. Consideraba bien distinto jugar con mi polla tiesa que eyacular, cuando siento sensaciones distintas, menos excitantes sino más de cansancio. Entonces…, no iba a dejar a mi hermano que mi polla eyaculase. Solo me meneaba la polla un rato, y luego ya nos secábamos y nos íbamos a vestir (ya no paseábamos corriendo desnudos por la casa, sino que nos traíamos precavidamente unas toallas secas para taparnos los genitales y el culo). Sí….., se me quedaba la polla tiesa, pero no permitía a mi hermano que me pajease. Muchas veces, en la misma habitación con mi hermano, pero con la luz apagada, discretamente me pajeaba para vaciarme los huevos y descargaba toda la leche en el suelo de la habitación. Supongo que mi hermano no se enteraría. Yo le veía durmiendo. Luego limpiaba toda la leche derramada con pañuelos de papel que tenía allí.
Esto ocurría durante ese verano en esa casa de campo. Al volver a mi casa de ciudad, volvíamos cada uno a su habitación y se acabó esta “limpiada de polla” que me hacía mi hermano. Pasaron un par de años, y la habitación de mi hermano se dedicó a una habitación de estudio, con mesa para hacer los deberes… y sobre todo, como habitación auxiliar por si venía alguien o algún invitado, que tuviese una habitación con cama. Mi habitación pasaba a ser también la de mi hermano. No había pudor: yo me cambiaba de ropa delante de él, y él delante de mí… Sin problema. Pero……., ya no era el niño inocente sobre el sexo de hace un par de años. Ya tenía 10 años y se había enterado de muchas cosas.
Un día me dice: “¿Sabes que en mi clase algunos se hacen una paja en medio de una clase?”. Vaya…., pensaba…., aunque alguna vez habíamos hablado de sexo en plan cachondeo (al ver alguna foto o tocar el tema…, pero muy por encima), al hacerme esa pregunta mi hermano, me estaba preguntando para ver qué opinaba yo del tema. Ah…….., respondí, pensando que yo también me hice alguna paja en clase cuando era más pequeño. – “¿Y les has visto?. ¿Les han pillado”. Me respondió: – “Claro que les he visto. Son mis compañeros de al lado. Se ponían un libro y luego se sacaban la polla. Yo no… A mi me da vergüenza. ¿Tú lo has hecho?”. No podía mentir…, así que les dije que sí. Pero es que eramos bastante tontos. Cualquier profesor se da cuenta, aunque no vea la polla del alumno, que está moviendo el brazo y poniendo cara de vicio. Jajajaja, eso no lo pensamos los niños, pero ahora lo pienso y creo que el profesor se daba cuenta, y no se atrevía a decir nada. El tema siguió por esos derroteros, y yo le contaba lo que hacíamos…, que es lo mismo que lo que hacían los compas de mi hermano. Recuerdo que cuando nos ponían cine o algo en la sala de cine del colegio en la que apagaban la luz, nos juntábamos los pajeros y nos sacábamos la polla dejando el suelo o el respaldo del butacón de delante lleno de leche. Y recuerdo los otros niños que no se atrevían a pajearse cómo nos miraban. Pues mi hermano decía que también ocurría eso y que él miraba de reojo como se pajeaban sus amigos, pero él no se atrevía a hacerlo.
Se notaba que mi hermano se emocionaba cuando me contaba que miraba de reojo, y que le gustaba lo que yo le contaba, porque me preguntaba más cosas sobre las pajas con compañeros que nos hacíamos en el cole. Ahora yo ya tenía 18 años y ese mundillo lo recordaba con un poco de morbosa nostalgia…. Y fue cuando mi hermano me preguntó si yo me hacía pajas ahora en este momento (en el momento en que estoy contando esta narración). Pues….., sí, contesté un poco porque no quería mentir, y diciéndolo con sonrisa burlona. Y dice mi hermano: – “¿Me dejas que te agarre la polla, como cuando te la limpiaba en la ducha en verano?”. Vaya…, me quedé un poco parado, y aquí no dije nada. – ¡Venga, como en aquel verano, déjame lavarte la polla! Vamos al baño”. Yo noté que mi hermano lo que quería era revivir lo del verano, mezclándolo con las pajas que había visto en su clase. Bueno, dije yo… y fuimos al baño. Y dije yo, bajándome los pantalones: – “pero…, ¿quieres lavarme la polla o hacerme una paja como las que ves en clase?.
Es que me he duchado hace un rato y no tengo ganas de ducharme de nuevo”. Vale, me dijo mi hermano, no hace falta que te duches, pero bájate los gayumbos. Me los bajé y ahí volvió a aparecer mi polla, que mi hermano ya conocía. Pero en vez de verla, ahora lo que quería era agarrarla, cosa que no hacía desde hace dos años. Ahora no quería lavarla inocentemente, sino hacer una paja como las que veía en clase, y que él no se hacía a sí mismo. Me agarró el pene, empezó a bajar el prepucio asomándose el glande…, y ya sabéis cómo reacciona la polla de un adolescente cuando se la toca: se empezó a hinchar, a poner dura, a subir para arriba, a inflarse el glande. Yo le dije: – ¿Me quieres hacer una paja?. Y respondió que sí. Yo, que no quería, me dejé llevar por la curiosidad de mi hermano, y porque me encantaba tener la polla tiesa y que me fueran masajeando. Otra cosa es que no me hacía gracia que mi hermano me hiciese eyacular…, pero que me agarrara con su pequeña mano mi enorme polla, pues eso sí me gustaba.
No lo pude evitar: estábamos solos en casa y el masaje que me hacía a mi hermano (una señora paja) terminó con una corrida de las buenas. Le avisé a él cuando iba a salir la leche, y asombrado estuvo sin quitar ojo. Una vez eyaculado, ya no me sentí tan a gusto como cuando estaba con la polla tiesa. Ya no era una sensación morbosa o de diversión, sino un poco una sensación de culpa. En fin, que esas cosas las doy vueltas en el cerebro. Sin embargo, mi hermano estaba muy contento por tener en sus manos una buena polla, haber hecho una paja (aunque sea con mi polla, no con la suya) y ver cómo era la leche de hombre.
Como era de esperar, esto no acabó ahí. Pasó una semana…, y, estando yo en la sala de estudios con el ordenador, mi hermano se me hizo el encontradizo y empalagoso. Me recordaba la paja de la semana pasada y me pedía que si le podía hacer otra. Yo no estaba por la labor…, así que puse cara de hastío. – “por fa, por fa, por fa…”, me suplicaba el muy tonto. Yo pensaba que por qué le gustaba mi polla…., pero eso me demostraba que siempre le gustó desde que la agarró hace un par de años. Por fa, porfa, porfa….. Vaaale, le dije, mi polla es tuya, le contesté, y me empecé a bajar la cremallera del pantalón, luego el pantalón, luego la ropa interior.
Mi polla estaba flácida, pero mi hermano ya sabía cómo despertarla. Bastaba con agarrarla y bajar el prepucio. Ahí estaba yo otra vez con mi pollón tieso, sentado, y mi hermano de rodillas viendo en primer plano ese pedazo de carne a reventar, con mi glande de color rojo oscuro, lleno de sangre y con ganas de expulsar leche…, como así hice tras diez minutos de pajeo. La cara de mi hermano estaba muy cerca de mi glande, pero jamás se me ocurrió decirle que lo chupara. Tampoco se le ocurrió a él. Eso sí, en esa posición y yo dejándome llevar, los chorretones de leche le dieron en la cara los dos primeros y al tercero ya cayó detrás de él al suelo. El cuarto cayó en su ropa. Le limpié cuidadosamente la cara (un lechazo le dio en la nariz y le cayó por encima de la boca. Le limpié corriendo los labios. También le limpié el pelo y la ropa). Me sentía extraño siempre que acababa la eyaculación.
Las pajas fueron haciéndose más frecuentes, cada 4 días, cada 3, cada 2…….. cada noche. Si no había algún problema, o que alguien no estuviera en casa, o alguno estuviera enfermo, el “ritual” era el mismo. Cuando ya nos despedíamos de mis padres e íbamos a dormir, en la habitación ya sabía que mi hermano me esperaba para sacarme la leche. Cuando me quitaba la ropa y me quedaba desnudo, me agarraba la polla y me la ponía dura. 10 minutos, y mis huevos vacíos.
Si él estaba haciendo algo, yo mismo ya me prestaba al “juego”: me ponía desnudo sobre mi cama y mi hermano terminaba viniendo y me empezaba a ordeñar. Así estuvimos varios años. Jajajaja, no sé cuántos litros de leche me habrá sacado mi hermano en esos años. Varios años después, lo que era diario empezó a ser cada dos días, cada tres, cada cuatro, cada semana………. Hasta que se fue espaciando cada vez más….. Yo supongo que mi hermano, ya con 13 o 14 años se empezaría a pajear él mismo. El caso es que aquello pasó. Yo, como dije al principio, lo recuerdo mitad con sonrisa, mitad con morbo y un poco de vergüenza.
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