Mi primera vez con mi papá
No fue hasta los 7 años que tuve un tamaño adecuado para poder empezar a ser follado por el. .
Me gustaría contarles de cómo fue la primera vez que follé con mi padre. Ocurrió cuando yo tenía siete años y medio. Para muchos de los lectores que participan en sexo familiar, se les hará un poquito tarde la edad, ya que la mayoría comienza a los seis años, debido a que los chicos y chicas alcanzan la altura del ombligo de sus padres y de otros adultos, la marca comúnmente reconocida como suficiente de diferencia en tamaños para poder comenzar a ser penetrados por un apoyo adulto. Sin embargo, mi papá es un hombre a la fecha de 1.90, y yo no alcancé la estatura de su ombligo hasta que tuve siete años y medio de edad. Definitivamente, como algunos de ustedes ya podrán imaginarse, fue algo un poquito frustrante para mí, el ya tener seis y hasta siete años, y saber que mis primos ya se encontraban follando con adultos, mientras que yo ni siquiera había podido tener mi primer apoyo en el culo. Si bien ya me había dado la tarea de ser follado por algunos primos de mi edad, intentando recrear alguna de las escenas que veíamos en las orgías de cumpleaños o de navidad en donde nos reuníamos en familia, yo no pude gozar de una polla ya propiamente adulta hasta que tuve siete años y medio.
Soy un niño que crece en una estata sexual. Mis recuerdos sexuales comienzan a una edad bastante temprana, siendo principalmente bastante turbios, distantes, y en los que yo no tenía mucha participación. Es común poder recordar caminar desnudo por una casa en la cual alguna orgía durante una reunión está teniendo lugar, sentir una mano en tus nalgas, sentir una mano en tus genitales, sentir que alguien te besa a tu espalda, a tu pecho o tus mejillas, sentir que alguien te acarice las piernas, el que te invitan a probar con tu lengua una vulva, una polla, y a succionar pezones sobre todas las mujeres que tienden a ser mucho más niñeras que los hombres. Recuerdo la primera vez que había llegado a probar semen, cuando tenía cuatro años, mi madre dándole una mamada a mi padre en la sala. Yo, como todos los niños que crecen en un ámbito así, y como todos los niños de la sociedad en general, queriendo probar que yo ya era grande y que tenía las habilidades necesarias para poder lidiar con interacciones adultas, o, como decimos en la secta, de niños mayores, aquellos que, por lo general, de los seis años en adelante, ya puedan comenzar a follar con adultos de una u otra manera.
Recuerdo en esa ocasión acercarme a mi madre, quien estaba masturbando y mamando la polla en mi padre, insistiéndole que yo quería probar la leche de papá. Al principio mi papá me dijo que tal vez no me gustaría, como un padre le diría a su hijo cuando éste le pide probar un poco de cerveza o algún trago de alcohol amargo. Sin embargo, yo insistí. Eventualmente mi padre se vino, en la boca de mi madre, ella recolectándolo todo y volteándome a ver a mí para darme un beso, empujando con su lengua algo del semen de mi padre a la mía. Inmediatamente reaccioné con asco, a lo que ambos mis padres se rieron. Mi padre insistió que él tenía razón, pero que eventualmente, con la edad, los gustos cambiarían. No lo sabía en ese entonces, pero tenía toda la razón del mundo.
Eventualmente llegó el día en el que llegué a la pared de la estatura, en donde solían mis papás registrar el progreso que mis hermanas y yo estábamos teniendo en cuanto al crecimiento cada cierta cantidad de meses. Particularmente en mi caso, era de sumo interés saber cuánto estaba creciendo y qué tan alto estaba, ya que ansiábamos a que yo llegara a la altura del ombligo de mi papá para que así comenzara a follar con él. Cuando llegó el día, no pude sentir una emoción incontrolable, frenética, como si se tratara de un niño esperando el 24 de diciembre de noche los regalos que Santa Claus traería. Inmediatamente le dije a mis papás que cuando podemos comenzar, que yo ya quería ser follado, a lo que ellos me comentaron que primero tenían que prepararme el culo y que era un proceso que podía tardar unos cuantos días. Reaccioné un poquito impaciente y hasta un poco frustrado, llegando al llanto. Sin embargo, en mi cuarto, mi madre fue quien me consoló, diciéndome que esto era normal y que yo había nacido con un padre que era mucho más alto. Esa era su respuesta en general cuando yo reclamaba que mis primos ya follaban con sus papás y sin embargo, yo todavía no lo hacía. Siendo un chico de siete años de edad, y como todos los niños, queriendo ser considerado un niño grande, estaba desesperado por follar con mi padre y con otros hombres adultos, ya que eso significaba mucho más actividad y mucho más socialización con otros miembros de la familia en comparación con cuando uno es menor. Y claro, uno como chico folla con los hombres debido a que a esa edad uno no puede ofrecerle tanto placer a una mujer.
Aunque yo no estaba comenzando a follar con él directamente, sí empecé a interactuar mucho más con él. Todas las mañanas me duchaba en su presencia, dándole una mamada matutina, extrañándole una dosis de semen a esa hora, antes de ir a la escuela. Por las noches, comencé a pasarla con mis padres, ellos follándose e integrándome a su sesión diaria de sexo, ayudando a mi madre a darle sexo oral, ella enseñándome las mejores recomendaciones para complacer a un hombre, mientras que mi papá ya también comenzaba a enseñarme cómo complacerla a ella oralmente, cosa que antes no se me enseñaba ni se me insistiera que hiciera. Por las tardes, después de la escuela, si mi padre llegaba a salir temprano, solía pasar por mí al colegio, un organismo de educación perteneciente a la secta. Solía llegar con helados para fomentar el vínculo padre-hijo, siendo en realidad un tentempié para ver el verdadero vínculo que inicia una vez que un hijo comienza a follar con su padre. Por lo general, platicábamos, comíamos en el estacionamiento, terminando el helado siempre con una mamada a él, extrañando una dosis de semen para la tarde.
Por las noches, antes de follar con mi papá, mi mamá solía ducharse conmigo, bañándonos y luego haciéndonos ambos un aseo rectal. Me compró mi primer dildo de aseo infantil, hecho a la medida para un chico de mi edad. Un dildo con frenestaciones por los lados, que permitían la salida de agua salina, que permitía lavar un recto de forma rápida y eficiente justo antes para ser follado. Ella utilizaba el suyo y se limpiaba el recto en frente mío, luego ayudándome a mí a hacer lo mismo, una práctica que llegaría a ser casi todas las noches por los siguientes años, antes de follar con mi padre o con cualquier otro hombre de la familia. Y al término, justo antes de dormir, lubricaba mi recto y me introducía un expansor anal, con la intención de que mi recto y mi esfínter se fuera agrandando con el tiempo, lo suficiente para que pudiera ser follado por mi padre.
En una de aquellas noches, alrededor de cinco días después de que había alcanzado la estatura del ombligo de mi papá, mi mamá me felicitó, diciéndome que ya el expansor había llegado al diámetro correcto para poder introducirme una polla. Celebramos los dos, emocionados, con un beso, como si se tratara de que yo hubiera sido aceptado en algún equipo de fútbol infantil, o alguna ocasión mucho más normal de gusto y felicidad. Informamos a mi papá cuando salimos del baño, el cual ya se encontraba algo entredormido entre las sábanas. Sin embargo, despertó inmediatamente a recibir la noticia. Inmediatamente mi papá me dijo que ocurriría al día siguiente, y me nos deseó buenas noches, los tres durmiendo juntos en la cama. Al día siguiente, el inicio para mí fue bastante feliz. Me metí a bañar con mi papá como ya era costumbre, dándole una buena mamada más energética de lo habitual, recibiendo su semen en la boca y la garganta. Me fue a dejar a la escuela, diciéndome que me veía en la noche. Mi madre pasó por mí y por mis hermanas, ellas siendo más chicas que yo, puesto que yo tenía siete años y la otra tenía cinco, y la más pequeña. Dos años, iba a un maternal. Llegando a la casa, estuve muy impaciente durante la tarde. Fue algo eterno, emocionado por lo que estaba a punto de ocurrir en la velada que se vecinaba.
Alrededor de las seis de la tarde noche, me metí a duchar, tomando yo mi dildo limpiador, introduciéndolo en mi recto. Saliendo, ya seco, mi mamá me untó crema corporal por toda la piel, poniendo principal énfasis en mis genitales y en mi ano. Tomó una botella de lubricante y dirigió la punta hacia mi ano, penetrándolo un poco, apachurrando la botella, una cantidad generosa de lubricante inundando mi recto, para facilitar la penetración que se había desindada. Sacó del clóset una camiseta de seda blanca que me quedaba un poco grande. Me dijo que era lo que yo tendría puesto cuando mi papá llegara. Él había tenido unas juntas en el trabajo, lo cual no le permitía llegar tan temprano como hubiera querido, y tuvimos que esperar hasta las nueve y medio de la noche. Mi mamá también estaba con un velo puesto, prácticamente una bata semitransparente. Y así estábamos los dos en la recámara matrimonial, esperando, ya habiendo escuchado que mi papá había estacionado el carro en la cochera y había subido las escaleras. Cuando abrió la puerta, se encontró a mi mamá y a mí, ella parada detrás mío, con sus manos sobre mis hombros, la habitación iluminada por una luz tenue, anaranjada.
Nos saludó a los dos, primero empezando con mi madre, acercándose a ella y dándole un beso, luego bajándose a mí, también besándome en los labios. El tamaño de mi madre, una mujer de unos 65, contrastándola con lo de mi padre, un hombre de unos 90. Dijo que pasaría rápido al baño a ducharse, y mi mamá diciéndole que nosotros lo esperaríamos aquí afuera. Para el momento que concluyó su ducha, se dio algunos arreglos y salió a la habitación desnudo para encontrarse con nosotros. Nosotros nos encontramos ya desnudos también, postrados en su cama, esperándolo a su servicio, para su uso.
Inmediatamente me arrodillé, pero me percaté que mi madre no había hecho lo mismo. Le pregunté que si íbamos a empezar, a lo que ella me comentó que en esta ocasión, yo haría todo solo con mi papá, debido a que era mi primera vez. Entendiendo lo que esto significaba, me puse de pie al lado de él, tomando su polla con ambas manos, comenzando a masturbarla, agachando mi cabeza para comenzar a introducir el gland en mi boca. Mi papá puso sus manos sobre mi cabello, jugando con él, entrelazándolo entre sus dedos, mientras que comenzaba a soltar un poquito de gemido, debido al placer que estaba comenzando a darle. Sinceramente en la fecha creo yo que lo que tenía tan excitado era el hecho de que estaba a punto de follarse su hijo por primera vez, y no tanto la calidad de mi mamada, que no era nada a comparación de las que yo aprendería a dar en los siguientes años. Mientras tanto, mi mamá se dedicaba simplemente a contemplar la escena, al principio solamente observando, aunque eventualmente llegaría a estarse masturbando y masajeando a las personas mientras que contemplaba la escena entre su hijo y su esposo.
La mamada para mí ya no era problema, debido a que gracias a la exclusividad que había tenido para darle sexo oral a mi padre en los últimos días, ella me había compartido muchas recomendaciones sobre cómo complacer una polla de forma firme y placentera, sin generar alguna molestia por tomarla con demasiada fuerza o alguna otra molestia causada por los dientes. Así estuvimos un momento, mi mamá recordándome que no nada más se trataba de meterse el glande en la boca, y que tenía que bajar a lamer el tronco, así como llegar a lamer el escroto y sus bolas. Mi papá gimió un poco más cuando yo estaba masturbándole la punta mientras que mis labios recorrían sus testículos. Eventualmente regresé al glande, siguiendo con mi mamá. Sentí como su polla llegó a hincharse un poco de más, y mi padre se puso de puntas, contrayéndose completamente, claramente aguantando el orgasmo. Me pidió una pausa, a lo cual yo obedecí. Me tomó de la mano y me guió a la cama, al lado de mi madre, poniéndome de a cuatro, él arrodillándose detrás mío, abriendo mis piernas, separando mis nalgas con sus manos. Inmediatamente yo sintiendo su lengua alrededor de mi ano, algo que jamás había sentido y era una sensación completamente nueva, y vaya que placentera, que a día de hoy, disfruto.
Su lengua recorría círculos alrededor de mi ano, eventualmente la punta intentando entrar como el pico de un colibrí al néctar de una flor. Tomó un dedo y comenzó a empujar mi esfínter, eventualmente introduciendo la punta, algo que ya había hecho antes. Después de eso, llegó a meter hasta dos. Con un poco más de oral, saliva, y el lubricante que mi madre había colocado en mi recto comenzando a salir, comenzó a dilatar, dedicándole varios minutos a mi esfínter, eventualmente logrando que la punta de tres dedos entrara. Esa era la marca que quería alcanzar. Eventualmente se puso de pie, girándose, yo encontrándome con su polla, la cual ya había pedido un poquito de dureza debido a la concentración requerida para dilatar mi ano. La tomé con ambas manos y comencé a masturbarla nuevamente, metiéndome el glande en la boca para ponerla lo más duro posible. Una vez que esta ya estaba dura como estaca, se acostó al lado de mi madre, no sin antes darle un beso en el proceso, recordándole que la amaba, y luego volténdome a ver a mí a los ojos, diciéndome que me amaba también. Apuntó su polla al aire, hacia el techo, diciéndome que era hora de que me sentara.
Me puse de pie, su polla justo debajo de mis caderas, y comencé a descender, él guiando su polla hacia el techo con una mano, mientras que con la otra sostenía una de mis nalgas, guiando la velocidad con la que tenía yo que descender. Eventualmente mi ano y su polla hicieron contacto, algo que disparó un toque de electricidad y emoción en todo mi cuerpo, sabiendo lo que estaba a punto de suceder. En eso mi mamá se puso detrás mío, tomándome de los brazos. Se acercó a mí, diciéndome que me acordaba de empujar hacia afuera, lo que facilitaría que la polla comenzara a entrar, justo como hacíamos con los expansores anales que ella me colocaba todas las noches antes de dormir. Casi como arte magia, y gracias al acostumbramiento rectal y anal que mi madre había logrado con los expansores en las noches previas, la punta de la polla de mi padre desapareció en mi interior, eventualmente siendo lo único que llegaría a entrar, debido a la diferencia de estatura que había entre él y yo, puesto que yo nomás le llegaba al ombligo para ese entonces. Permanecimos así unos segundos, yo sintiendo un poco de dolor, comentándole a mi madre, preocupado, a lo que ella nada más me contestó, que era completamente normal. Mi papá me preguntó que si estaba bien, y yo le comentaba que creía que sí lo estaba. Sentí como me tomó de las caderas por primera vez, de una forma que jamás había sentido, y comenzó a subir y a bajarme, yo sintiendo como la cabeza de su polla se recorría de mi interior hasta casi el exterior, para volver nuevamente a entrar. No pude evitar sentir una sensación de rareza y desconocimiento, mientras que mi papá gemía, y simplemente escuchaba como mi mamá gemía también, masturbándose detrás mío, contemplando la escena de su esposo follándose a su hijo por primera vez.
Los gemidos de mi papá aumentaron, eventualmente el diciéndole a mi madre que no lo podía creer, pero que ya estaba cerca del orgasmo. Mi madre, un poco sorpresiva, le preguntó que si verdaderamente consideraba que era cierto, a lo que mi padre simplemente respondió que estaba demasiado excitado por el momento. Comenzó a subir y bajarme un poco más rápido, mientras que sus gemidos se tornaban un poco más fuertes. Eventualmente ya no me subía ni me bajaba, simplemente me sostenía mientras que movía sus caderas hacia arriba y hacia abajo, y yo sentía que su polla intentaba entrar un poco más profundo dentro de mi recto. Volteándome a ver a los ojos, diciéndome que me amaba, soltó un último gemido más fuerte que todos los que habían estado previamente emitidos por él, sintiendo yo por primera vez la sensación del líquido cálido que ahora me es tan familiar de semen en mi recto. Mi madre eventualmente se vino también, sin poder contener su emoción por lo que acaba de contemplar. También soltado un alto gemido cuando llevó su orgasmo.
Momento de pausa y silencio invadió la habitación. Ya había ocurrido, ya había sucedido. Esa era mi primera vez follando con un hombre. O mejor dicho, siendo follado. Mi papá me retiró de su polla, un poquito de semen goteando entre mi ano y la punta de su pene. Acostándome sobre él, dándome un beso en los labios, diciéndome que me amaba mucho. Mi madre se acostó del otro lado, también dándole un beso a él y luego dándome un beso a mí. Gozando también el periodo de relajación post-orgasmo que ambos habían tenido ya. Después de unos minutos así, mi papá recuperando el aliento del intenso orgasmo, que era más por placer mental que por placer físico seguramente, mi mamá me susurró al oído que quería hacer algo que esperaba con ansias hacer desde hace mucho tiempo. Me pidió que me pusiera a cuatro, ella poniéndose a cuatro detrás mío, abriendo mis nalgas similarmente a como mi papá lo había hecho antes, pegando su boca a mi ano. Sentí como su lengua entraba fácilmente a mi recto, ya algo dilatado por la cabeza de la polla de mi padre que había estado anteriormente ahí. Pero lo que me sorprendió fue el estímulo que generaba ella cuando lo succionaba. Comprendí entonces que lo que ella estaba intentando hacer era sacar el semen de mi ano. Una vez succionando la mayor cantidad que podía, me hizo rodillarme enfrente de ella, uniéndonos en lo que sería el primer beso de semen extraído de mi ano, compartido a través de nuestras bocas. Mi papá celebró ante la imagen, algo que seguramente estaba volviendo a calentarle los motores y poniéndole la verga. Esa es una historia para otro día. La velada todavía continuó con dos sesiones de follada más debido a la gran excitación que ambos mis padres tenían, al igual que yo. Espero comentarles o contarles pronto.
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