Mi primera vez con mi prima, hija de mi tía a quien también me cogí.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Jcarush.
Ella medía más o menos 165 cm.
Su piel es blanca, tenía los pechos de tamaño D, o eso calculo (es la hija de mi tía, a quien también me cogí y de la que ya publiqué cómo fue mi primera vez), su cabello es lacio y largo, sus ojos son café, ella es muy bonita de rostro, o al menos siempre me lo pareció a mí.
Sus únicos defectos eran que tenía un olor muy fuerte, lo cual llegué a apreciar ya que emanaba muchas hormonas y eso me ponía loco, y que tenía un defecto de nacimiento que, por el mismo motivo que no pongo nombres, no diré, ese defecto le dejó una enorme cicatriz, nunca me importó esto último.
Desde pequeños fuimos unidos, pero nos fuimos separando.
A través de mensajes fuimos capaces de contarnos muchas cosas y de acercarnos cada vez más.
Esto pasó en una época en donde era muy asertivo, simplemente decía lo que se me venía a la mente y por medio de un mensaje me confesé sin tomar mucha importancia a lo que decía.
Escribí casi sin querer que de no ser primos tendría sexo con ella en cualquier lugar y a cualquier hora.
El tiempo que tomó en responder, que no fueron más de diez segundos estoy seguro, se me hizo eterno.
En mi mente sólo podía pensar en que ella creía que era un enfermo por decir eso, mi estómago estaba revuelto y sentía mi cuerpo frío.
Cuando su respuesta llegó, todo el estrés que había acumulado se disipó.
Ella también tendría sexo conmigo si no fuéramos parientes.
La primera parte de la oración era lo que importaba, lo segundo es lo que nos decimos para no sentirnos mal y para engañarnos, pero lo cierto es que ambos queríamos tener sexo con el otro y lo comprobé cuando una semana después de los mensajes fui a su casa.
Habíamos hablado de consumar el acto, pero nunca fuimos explícitos.
Cuando llegué a su apartamento estaba nervioso, vivía en un lugar muy pequeño, con una recamara, sala, cocina y baño pequeños, entonces estaba cuidando de su bebé.
En ese momento no iba con la consigna de preguntarlo directamente, iba a pasar un rato con mi prima, o eso me decía a mí mismo; todo el tiempo que estuve en ese lugar, toda mi sangre estaba en mi cabeza, me sentía pesado, débil, y en algún punto la conversación se detuvo, hubo un silencio que el bebé ya no rompía porque dormía.
Hasta que pregunté:
?¿En serio sí lo harías conmigo?
?Sí.
Ella agregó en aquel momento que podíamos hacerlo en la cocina o en el baño, porque la sala estaba cerca de la puerta y los vecinos podían oír, y en la recámara estaba el bebé dormido.
Esa frase bastó para que toda la debilidad anterior se tornara en fuerza, nos levantamos incómodamente de los sillones que ocupábamos y caminamos decididos al baño como si ella me fuera a mostrar su nuevo espejo, como si fuera lo más normal del mundo, me sorprendo al recordarlo.
Por atrás su trasero, que de hecho no era ni muy grande, algo pequeño para mi gusto, se movía queriéndome hipnotizar.
Nos encerramos en su baño y nos dimos un tremendo beso que hizo que mi pene se pusiera completamente duro.
Había vivido una buena infancia con ella, nunca pensé que llegaríamos a hacer algo así y ahora ella se encontraba delante de mí, no sólo quería cogerla, quería poseerla, quería que fuera mía, aunque tuviera marido.
Después de dos besos más la puse contra la pared y rocé su culo contra el bulto que formaba mi verga.
Pegué mi cuerpo al suyo, quería disfrutarlo lo más que pudiera.
Siempre me gustó que fuera sumisa y en ese momento simplemente se dejaba hacer todo lo que quisiera.
De pronto la giré, le abrí su pantalón y lo bajé mientras yo me arrodilla enfrente de ella.
De chicos siempre nos tocábamos, jugábamos juntos, corríamos, inventábamos historias, era mi prima y mi amiga, nunca pensé tenerla, cogerla, saber cómo era desnuda y en ese momento podía apreciar su vagina mojada frente a mí.
Su clítoris hinchado, sus vellos, su olor, que he de decir era muy fuerte pero no me importó, la calentura podía más que cualquier otra cosa.
Comencé a hacerle sexo oral, a acariciar su clítoris con mi lengua, a chuparlo, a morderlo suavemente mientras sentía sus vellos púbicos.
No duré mucho porque quería penetrarla lo más pronto posible, ni siquiera dejé que me la mamara, simplemente me paré, la besé nuevamente mientras en mi lengua todavía había algo de sus fluidos vaginales, la volteé para que mirara a la pared y saqué mi verga que metí sin nada de esfuerzo en su rica cavidad.
La punta sintió lo mojado, después el calor invadió el tronco le pene, hubiese querido tener más verga para meterla completa, y sentir ese calor a todo lo largo, hubiese querido meter mis caderas todo lo más que pudiera para sentir sus paredes vaginales apretándome completo.
Nunca me cansé de esa sensación.
Disfruté el rico calor de su interior por un momento, cuando me fijé en otra sensación: la de sus nalgas contra mi abdomen.
Se amoldaban perfectamente y tenían un efecto que no era de este mundo.
puedo decir con seguridad que nunca he sentido algo así con otra chica, y eso es porque lo prohibido siempre nos lleva a otras dimensiones de placer que no conocemos.
Comencé con embestidas suaves, sentía sus labios vaginales masajeando todo lo largo de mi pene, sentía sus fluidos cuando despegaba mi cuerpo del suyo.
Acariciaba mi glande todo lo que podía con sus labios antes de meterla de nuevo, quería disfrutar ese momento para siempre.
Duramos en ese trance veinte minutos, en un mete y saca constante mientras mis dedos se hundían en la carne de sus caderas.
Y de pronto comencé a hacer más rápidos mis vaivenes, ella respondió pegándose más a mi cuerpo, y pronto los dos nos acompasamos.
Cada quien se movía, para adelante y para atrás y antes de que me saliera de ella, nos movíamos violentamente en la dirección del otro, lo que hizo que mis embestidas tuvieran más fuerza.
Tomé su cabello y lo jalé, a ella pareció gustarle y pronto se tapó la boca para no soltar gemidos muy fuertes.
Comencé a agarrar sus pechos y sobarlos continuamente asegurándome de pellizcar sus pezones color café claro.
Cuando sentí que estaba a punto de venirme puse un brazo en su cintura y otro en sus hombros y la penetré con mucha fuerza.
Afortunadamente pude contenerme porque ella quería pasar a la cocina.
Con rapidez tomó una cobija y nos dirigimos a la cocina donde nos tumbamos sobre el tendido improvisado que hizo.
Yo me acosté y ella me dio la espalda, la penetré en esa posición durante un tiempo, siempre ha sido mi posición favorita, mientras me aseguraba de besar su cuello, morder su oreja y chupar su espalda procurando no dejar marcas.
Comencé a penetrarla más fuerte hasta que ella me hizo cambiar de posición, quería montarme y así lo hizo.
Sus vaivenes no eran tan ricos, la verdad, pero podía chupar sus pezones y morderlos a voluntad, masajear sus senos y agarrar su trasero.
Duramos poco en esa posición porque yo ya quería venirme, quería saber cómo se sentiría eyacular dentro de ella.
Con movimientos rápido ella se bajó y abrió sus piernas dejando expuesta a su vagina rosada, yo comencé a penetrarla primero suavemente, después más salvajemente.
En cierto punto me encontraba retrocediendo lo más que pudiera sin salirme, para después dejar caer todo el peso de mi cuerpo y de mis caderas en un solo golpe, cada vez que la penetraba sentía que un poco más de mi entraba a ella y sus ojos cristalinos, sus mejillas sonrosadas que siempre me excitaron de sobre manera, su boca entreabierta y su respiración cortada, me daban ánimos para seguir golpeando como si martillara, con una fuerza que experimenté por primera vez con ella y después usé cada vez que tuve sexo.
Los golpes siguieron hasta que sentí que me venía, pude sentirlo en la base de mi pene, le pregunté si ella se encontraba a punto del orgasmo y me dijo que le faltaba poco, me contuve lo suficiente y cuando le propuse venirnos juntos simplemente gritó: ¡YA! Mis embestidas fuertes cambiaron a unas rápidas y rítmicas mientras mi semen era disparado desde la base de mi pene y recorriendo todo el tronco hasta el glande en pulsaciones de placer que aún hoy recuerdo.
Las contracciones de la vagina de mi prima me acariciaban, y en cierto punto comenzó a temblar y simplemente no se podía mover, mientras yo seguía dentro terminando de expulsar lo que me quedaba de semen.
Cuando el momento de placer terminó maniobramos de tal manera que no nos separamos cuando me acosté cerca de ella y la abracé por la espalda.
Ella todavía seguía temblando mientras sentía un calor creciente en mi pene que volvía a su normal tamaño, haciendo en el proceso, que mi prima tuviera sensaciones y uno que otro espasmo.
Nos quedamos allí un tiempo, platicamos de cosas triviales mientras todavía seguía adentro.
El calor que sentía en mi verga ya flácida iba creciendo y aunque se volvía algo insoportable, disfrutaba de ello.
Finalmente nos separamos cuando su bebé comenzó a llorar.
Después hablamos de qué haríamos para ocultarnos de nuestra familia, bromeamos, conversamos de su marido, un poco de todo y quedamos en que lo que acababa de pasar se repetiría sin falta.
Ha sido una de las mejores experiencias que he tenido, nunca tuve que preocuparme con ella pues estaba operada así que siempre lo hicimos sin condón.
La primera vez sí que es algo especial y aunque no soy tan asertivo como en aquella época, si llego a encontrar a una familiar dispuesta a tener este tipo de experiencia conmigo por primera vez no desperdiciaré la oportunidad.
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