Mi primera vez fue con mi madre – Por Xeda
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Xeda.
La primera masturbación nunca se olvida.
Es especial, la primera vez que llegamos al orgasmo es algo que queda para el recuerdo.
Es el comienzo de una rutina de pajas.
Cada dia, da igual la hora o las veces que nos toquemos, siempre son bienvenidas.
Es algo que, siendo muy jóvenes, hacemos casi en secreto para que no nos pillen nuestros padres por la vergüenza que nos daría.
Aunque mi caso es distinto.
Papá y mamá siempre han sido muy activos sexualmente.
Cada noche escuchaba ruidos extraños provenientes de su habitación.
Me llamo Román y tenía 14 años para entonces.
Era un novato completamente en cuestiones de sexo, aunque ya empezaba a investigar.
Mi pene había crecido, ya tenía algo de pelo y se me empinaba a poco que empezara a pensar cosas guarras.
En clase, mis compañeras ya empezaban a tener tetas, se dejaban ver los primeros tangas cuando se sentaban y encima mi profesora de gimnasia me volvía loco.
Pero bueno, dejemos el tema de las clases para otro momento.
Estaba en esa edad en la que el cuerpo te pide que le des placer.
Como iba diciendo, mis padres son muy activos, todas las noches, religiosamente, hacían sus cositas.
Yo, como de costumbre, me disponía a ir al baño a orinar antes de acostarme.
De camino al baño tenía que pasar por delante de su habitación.
La fiesta había empezado antes de tiempo, siempre solían esperar a que fuera más tarde para asegurarse de que yo ya estuviera dormido, pero los gemidos de mi madre ya se escuchaban.
Me paré ante su puerta.
Se escuchaban los muelles de la cama y el chocar de las caderas de mi padre contra el trasero de mi madre, a la vez que soltaba gemidos de placer.
Volví en mi y seguí hacia el cuarto de baño.
¡Menuda erección que tenía! Me toco esperar un rato para poder orinar.
Los días siguientes fue la misma historia.
Mi madre en celo gemía como una perra, yo me paraba a escuchar un rato, orinaba y a la cama.
Así pasaba, durante el día estaba súper caliente.
No aguantaba más.
Nunca lo había hecho, pero había llegado el momento de masturbarme por primera vez.
Lo dispuse todo perfectamente.
Mi habitación quedaba pegada a la de mis padres con lo cual, se oía todo a la perfección.
Cogí algo de papel, me senté en el suelo apoyado en la pared y esperé.
Siempre era lo mismo, yo me encierro en la habitación para acostarme y a los diez minutos mis padres entran en la suya para empezar la marcha.
Esa noche paso lo mismo, solo que no escuché el cerrarse de su puerta.
¿La habían dejado abierta? La idea de mi primera paja era masturbarme mientras escuchaba a mi madre gemir, pero si pudiera ver aunque fuera un poco sería una paja de leyenda… Ni me lo pensé, cogí el papel y salí de mi habitación.
Efectivamente, la puerta estaba algo abierta, lo justo para verlos.
Mi madre estaba encima de mi padre.
Qué manera de moverse.
Sus pechos botaban con cada cabalgada, mi padre le apretaba bien fuerte el culo y los gemidos se oían hasta en la calle.
Era ahora o nunca.
Tenía el pene bien erecto así que empecé mi labor.
Empecé a masturbarme a escasos metros de mis padres.
Intentaba seguir su ritmo pero era muy difícil, mi madre se movía muy rápido y yo estaba desentrenado.
Cambiaron de posición.
Mi madre se puso a cuatro patas, pude ver su depilada vagina y su ano a la perfección.
”Lo que daría por meterme ahí dentro” pensé.
Fue un segundo, pero vi que mi padre tenía un pene enorme, mi madre estaba bien servida.
Siguieron follando.
Parecía que mi madre ahora disfrutaba todavía más cada embestida de mi padre.
Follaban muy rápido y yo estaba a punto de reventar.
De repente, pararon y mi madre empezó a chuparle el pene a mi padre.
¡Casi que le estaba follando la garganta, qué diosa era mi madre! Mi padre se corrió en la cara de mi madre y yo reventé, llenando el papel de mi primera corrida.
Que sensación, que gustazo, menuda descarga.
Me quedé sentado alucinando durante unos segundos, me limpié el pene y vi que mis padres habían vuelto a lo suyo.
Ahora era mi padre quien chupaba la deliciosa vagina de mi madre.
Volví a mi habitación, misión cumplida.
Los siguientes días fueron un calco del primero.
En todos se dejaron la puerta abierta, así que aprovechaba para verles mientras me masturbaba.
Los días se convirtieron en meses, los meses en años.
Yo tenía 17 años, ya era todo un experto en masturbarme, había visto a mis padres en mil posiciones distintas.
Aunque seguía siendo virgen.
Cada vez que les veía me daba muchísima envidia… ¡Yo también quería follar! Una noche, todo cambio.
Como siempre, yo estaba masturbándome mientras les veía por la puerta entreabierta hasta que mi madre dijo:
– Román cielo, ¿quieres entrar?
Me dio un vuelco el corazón, incluso el pene se me desempinó.
¿Me habían visto? O lo peor, ¿desde cuándo sabían que yo les espiaba? Mi madre volvió a hablar:
– Venga pasa, si dejamos todos los días la puerta abierta es por algo.
Sabemos que nos ves mientras te masturbas.
Yo seguía paralizado con el pene ya flácido en la mano.
Mi madre salió de la habitación, me miró y se empezó a reír.
– Jajaja, menuda estampa hijo.
Anda ven.
Me cogió del brazo y me metió en la habitación.
Me sentó en una silla y mi padre dijo:
– Mejor aquí con nosotros, ¿no? Así nos puedes ver mejor.
Allí me hallaba.
Sentado en una silla y mis padres en la cama, con mi padre encima follando a mi madre.
No tarde ni medio segundo en tener el pene otra vez erecto.
Mi madre me pregunto:
– ¿Ahora que nos tienes en primer plano no te tocas?
Yo seguía inmóvil.
La situación era súper irreal.
Mi madre me había pedido que les mirase y me pajeara mientras… Todavía no me lo creía.
Se miraron, mi padre saco el pene de la vagina de mi madre y se sentó a mi lado:
– Te toca, hijo
¿Qué? ¿Qué me tocaba? ¿Qué quería decir? No tardé en saberlo.
Mi madre se levantó, me tomó por el brazo y me tumbó en la cama:
– Tu padre y yo hemos hablado y hemos llegado a la idea de iniciarte en el sexo.
Sabemos que eres virgen, así que,
a no ser que no quieras, voy a hacerte un pequeño hombrecito esta noche.
¿Qué me dices?
Puede ser el sueño y la fantasía de muchos el que, tu propia madre, quiera tener sexo contigo.
Dejé a un lado mi timidez y dije:
– Va-Va-Vale…
Mi madre sonrió y empezó a pajearme el pene despacio.
Por suerte esa noche apenas me había tocado, podría aguantar un rato.
Era la mejor paja de mi vida.
Movía su mano lentamente de arriba abajo mientras me seguía mirando, ahora con una mirada más en plan caliente, como diciendo “te vas a enterar de lo que puede hacerte tu madre”.
Me empezó a acariciar los testículos con la otra mano mientras iba acelerando con la otra.
Mi padre seguía sentado en la silla mirándonos.
Y fue en ese momento cuando me hicieron mi primera mamada.
Esto era mejor que cualquiera de las incontables pajas que me había hecho en mi vida.
Su saliva empapaba mi pene, con su lengua acariciaba mi glande mientras sus labios apretaban el tronco haciéndolo moverse de arriba abajo.
Se metió mi polla entera en la boca, absorbía de tal manera que me daba un gustazo indescriptible.
Se quedaba con toda ella dentro unos segundos, lo que hacía que le faltase el aire, pero a mí me ponía muy cachondo.
Siguió chupándomela un buen rato.
Mi padre ya se había empezado a masturbar viendo la mamada de mi santa madre.
Entonces llego el momento.
Mi madre se puso encima mío, me agarro el pene y lentamente se lo empezó a meter en su vagina.
Bajaba y subía despacio.
Era una sensación muy distinta.
Notaba el interior de su coño caliente y muy mojado, encima como se la metía entera, sentía como cada centímetro de mi pene se estimulaba.
Empezó a moverse algo más rápido.
Apoyo sus manos en mi pecho, me follaba como lo hacía con mi padre, rápido y fuerte.
Yo estaba en una nube.
Había renunciado a decir o hacer nada, solo me dejaba follar.
Mi madre me llevó una mano a uno de sus grandes pechos y la otra a su culo.
Vale, ahora sí que estaba en una nube.
Entonces, me dijo:
– Ahora cambiamos cariño, te toca follarme
Mi madre se puso a cuatro patas.
Estaba esperando a que se la clavara.
Casi inconscientemente, lo que hice fue lamerle el coño.
Sabía riquísimo, sus fluidos resbalan por mi boca.
Le chupe por dentro, por el clítoris y por sus labios vaginales.
Menudo manjar.
Ojala lo hubiera probado antes.
Mi padre se rió y dijo:
– Jajaja mírale como aprovecha, no es tonto jajaja.
¡Adelante hijo!
A mi madre le había encantado la idea, pues gemía sin parar.
Seguí comiéndole el coño hasta que subí un poco más y llegue a su ano.
También era mi primera vez por esa zona y también me encantó chuparle su pequeño agujero.
Se veía que ella disfrutaba igual por los dos agujeros.
Al final se la metí en la vagina y empecé a follarla.
Ahora yo mandaba.
Tenía control total en ella.
La cogí de las cinturas y la empotraba bien fuerte contra mí, clavándosela hasta el fondo.
Como la posición lo permitía, ella se la chupaba a mi padre.
Ese fue también mi primer trío.
Se me ocurrió la idea de cambiar de agujero, así que saqué mi polla llena de los fluidos del coño de mi madre y se la metí por el ano.
Un lugar algo más apretado pero igual de placentero.
Al ver la situación, mi padre se metió como pudo debajo de mi madre y penetro su vagina.
Estábamos follándola los dos a la vez.
Mi madre gemía como nunca, yo la penetraba el culo hasta el fondo mientras mi padre hacia lo propio con su coño.
Hasta que no pude mas y me corrí dentro de ella.
Llené todo su ano con mi semen ardiendo.
Mi padre llegó también unos segundos después que yo.
Mi madre quedó tumbada bocarriba con el ano y el coño chorreando leche.
Por fin había follado, y de qué manera…
Desde esa noche, lo hago con mis padres.
Todas las noches dejamos a mi madre bien saciada.
He cambiado mis pajas a escondidas por follarme a mi madre.
La verdad es que es un gran cambio.
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