Mi primita Azucena
Mi primita me dejo conocer tanto….
Como todos los veranos por agosto, al acabar los estudios, me encontraba en Valladolid para pasar unos días con mi abuela. Y como siempre me llevaba a visitar a la familia.
-Luisito, esta tarde vamos a ver a tu tía y a tu prima Azucena.
El nombre de mi prima me hizo acordarme de ella. Es más pequeña que yo, apenas nueve años. Yo tengo diecisiete. Tenía gratos recuerdos de momentos pasados con ella. Recordaba cómo desde muy niña, con cinco años, cuando iba a verla me abrazaba muy cariñosa y cogiéndone del brazo salía a la calle y decía a sus amiguitas y a sus madres que yo era su novio. Presumía delante de ellas. Siempre estábamos jugando, peleándonos.En casa de mi abuela, más de una vez la pillé, mientras yo estaba con mi pilila meando, observandome por la ventana del retrete y cuando se daba cuenta que le había visto, se iba corriendo riéndose. En otra ocasión que se quedó a dormir, pretendió meterse en mi cama a jugar conmigo. Recuerdo también cómo había veces que pasábamos por el Pisuerga y, aunque no llevabamos bañador, nos desnudábamos, bañándonos ella con su braguita y yo en slip. Nos metíamos en el agua y nos peleábamos, nos abrazábamos, jugábamos; éramos niños y todo era muy inocente, o al menos asi lo parecía. Mi prima Azucena es morena, rellenita sin llegar a gorda. Tengo un grato recuerdo de ella.
Cuando llegué con mi abuela a casa de mi prima, ella, alborozada, se echó con sus brazos a mi cuello y me abrazó, besándome en la cara. Yo me sentí un poco turbado por tanta efusividad y me sonrojé. Mi prima me cogió de la mano y dijo:
-Luisito, vamos a dar una vuelta al parque.
Asentimos todos: mi abuela, mi tía y yo.
Según íbamos hacia el parque, observé disimuladamente a Azucena. Había cambiado, de un año para otro. Había crecido. Yo era mucho más alto que ella; pero había dado un estirón. Me llegaba con su cabeza a la altura de mi pecho. Me fijé en el bonito vestido blanco almidonado,sin hombreras, que llevaba y admiré la armonía de sus brazos. El vestido le llegaba algo más de por encima de sus rodillas y pude contemplar sus piernas, que, a pesar de su niñez, estaban empezando a cambiar; se estaban moldeando y eran hermosas. Seguro que unos años más tarde tendria unas esbeltas y preciosas piernas de mujer. Según me iba fijando en ella, intenté sonsacarle cosas:
-Azucena, ¿Tienes amiguitas? ¿Juegas con chicas y chicos?
-Con niñas sí; con chicos no, porque tengo novio.
-Pero prima, y ¿Qué haces con tu novio? -le dije sonriendo maliciosamente y curioso.
-Pues nos cogemos de la mano y nos damos besos en la cara -dijo, con firmeza.
-Anda mentirosa -. Y Azucena salió corriendo, en dirección al parque, y yo detrás de ella.
En el parque había unos columpios, y mi prima se empeñó en subir, y que yo la empujase. Comencé a balancear el columpio, y mientras Azucena subía y bajaba, el vestidito se le subía algo más de sus rodillas y dejaba ver el inicio de unos tiernos muslitos al tiempo que se reía y decía:
-¡Primo, dame más fuerte!
Yo, como un juego, me propuse verle completamente sus piernas y con astucia de adulto, le insinué:
-Azucena, ¿A que no eres capaz de subir a lo alto de los tubos aquéllos?
Era un aparato, que hay en todos los parques, que tiene forma de medio círculo con dos tubos largos metidos en el suelo,por sus extremos, separados por un tubo más pequeño, haciendo como una escalera. Agarrándose a uno de los tubos puedes ir escalando hasta arriba del aparato para después seguir bajando por el otro extremo, hasta el suelo.
Mi prima no lo dudó un momento y se puso a escalar por los tubos hacia arriba. Según subía yo le miraba las piernas, que cada vez enseñaba más.
-Mira lo que hago -me dijo.
Azucena tomó impulso con su cuerpo y teniendo las manos agarradas a uno de los tubos subió sus piernas y las dejó enganchadas en otro de los tubos. Según hacía esto su vestidito se le subió hasta la cintura y dejó ver una braguita blanca bordeada de encaje con calados que hacía que se le entreviese los puntitos de carne de su culito; al tiempo que aireaba los muslos de sus piernas, a cada movimiento. Yo me quedé extasiado mirándole el culo y comencé a notar un calentón y un despertar, debajo, en mi entrepierna. Miré a mi alrededor, por si había más gente. No había nadie en el parque, por el calor que hacía a esas horas. Me daba vergüenza que me viese alguien mirando así a mi prima, pues yo era mucho más mayor que ella y que me llamase la atención, recriminándo mi actitud. Al ver que no había nadie, me puse completamente debajo de su culo y lo miraba descaradamente, mientras mi prima se balanceaba. Mi calentón hizo que mi imaginación trabajase aceleradamente. Pensé en aprovecharme de mi prima. Eso sí, sin sobrepasarme. Sólo un magreo por su cuerpo que hiciese que a todo lo más mi calentón acabase con un desahogo corporal en mi calzoncillo. No se pasó por mi cabeza la idea de tener acceso carnal con mi prima, ni mucho menos desflorarla haciéndole perder su virginidad; por varios motivos: me podía traer complicaciones y además no quería hacer daño a mi prima ni física, ni sicológicamente; pues la realidad era que verdaderamente la apreciaba y quería como prima.
Nos sentamos en un banco, mi prima y yo, y le dije:
-Hace mucho calor, ¿por qué no compramos unos comics y vamos a leerlos a tu casa en tu cuarto?
-Vale, primo -contestó, entusiasmada.
Mi idea es que ella sugiriese a su madre lo de ir a su cuarto. Que no pensase mi tía que era cosa mía; y le insinué:
-Tienes que ser tú quien diga a tu madre, que vayamos a tu cuarto.
-Sí, primo. Yo se lo diré -respondió sin malicia.
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-Mamá, Luisito y yo vamos a mi cuarto a leer unos comics.
-Bueno…podéis echaros sobre la cama a leerlos, siempre que os quitéis los zapatos para no manchar. También os podéis quitar la ropa de calle para que no se arrugue y así estaréis más a gusto -dijo mi tía Celia.
-Sí, mamá.
-Después podíais dormiros un rato para descansar, para luego poder salir. Luisito, pórtate bien y no rompas nada -agregó mi abuela.
-Sí abuela -contesté modosito.
Azucena y yo nos sentamos sobre el borde de la cama y cogimos un cómic, cada uno. Mi primita de Superman y yo de Spiderman. Estábamos callados.Nos observábamos disimuladamente. Parecíamos meditabundos. No pasábamos de la portada del comic. No sabía cómo llevar a mi prima al huerto y conseguir mis propósitos. Venciendo mi timidez, quedamente, le dije musitando entrecortadamente:
-Azu…, ¿por qué no hacemos lo que ha dicho tu madre y nos desvestimos (astutamente no quise emplear la palabra desnudamos)?
Azucena, sin mirarme, se levantó y se quitó los zapatos; seguidamente con sus manos subió su vestido blanco y se lo sacó por su cabeza, quedando sólo con una camisetita, la braga y los calcetines. Yo la miré y me quedé maravillado de su lindo cuerpecito.
-Tú también primo -dijo.
Yo ante eso vencí mi indecisión y comencé a quitarme la ropa: la camisa, el pantalón, los zapatos y también los calcetines. Me quedé sólo con el slip, como si fuese a praticar natación, que era mi deporte favorito. Azucena me miró y se quedó alelada admirando mis musculosos pectorales y mi cuerpo atlético. Agarró los músculos de mi brazo y, apretándolos, dijo:
-Luisito…qué fuerte estás. Pareces un cachas.
Me fijé en que parte de la tela de su braguita se le había metido en su rajita. Eso hizo que me envalentonase y para enredar su mente y que hiciese lo que yo quería le propuse:
-Azucena, ¿a que no me puedes…a que no me derribas sobre la cama?
-Ahora verás – y se lanzó con sus brazos sobre mí, apretándo fuertemente su cuerpo al mío y metiendo una de sus piernas entre las mías, haciendo fuerza para intentar derribarme. Yo me reía y le seguía el juego; me apretaba a ella y distraídamente bajaba mis manos por su espalda y furtivamente con suavidad las dejaba caer sobre las nalgas de su culito. Pensé que esto marchaba bien. Estuvimos forcejeando unos minutos hasta que hice un movimiento sobre ella y caímos los dos sobre la cama. Azucena quedó encima de mi cuerpo y seguía luchando; yo la abracé con fuerza, para que no se moviera, y descargué mis manos sobre su redondo culito sobándola descaradamente. Ella se movió y consiguió que diésemos unos revolcones por la cama; unas veces ella estaba encima y otras veces debajo de mí. Finalmente yo me impuse y quedé sobre ella, cubriendo todo mi cuerpo el suyo pequeño. Ella se quedó quieta y mientras yo presionaba mi paquete contra su vulva, comencé a besuquearla toda la cara, recorriendo con mi lengua su barbilla y llenándola de saliva. Ella bruscamente se separó, empujándome, y me dijo:
-¡Guarro…qué me haces!. Me has llenado la cara con tu babas.
Nos quedamos juntos, con nuestros cuerpos jadeando; ella boca arriba y yo de medio lado. Azucena miraba al techo. Parecía que estaba cavilando; como si estuviese analizando las nuevas sensaciones que debía haber experimentado con nuestro contacto y que desconocía hasta ese momento. Volvió su cara hacia mí y sonriendo me dijo:
-Luisito, qué malo eres.
Miré como la camiseta de mi prima se inflaba y desinflaba a cada movimiento de su pecho por su alterada respiración. Me fijé en dos bultitos de su pecho que hacían sobresalir la camiseta; debían ser sus tetitas. Me acerqué al oído de mi prima y le dije con voz meliflua:
-Azu…no tienes calor. ¿Por que´no te quitas la camiseta y te quedas como yo?
-No, no me deja mi madre. Si lo hago me castiga -contestó mi prima, con firmeza.
Yo pensé: Luis hasta aquí hemos llegado. Y vaya calentón que tenía, estaba totalmente empalmado.
En esto que se abrió la puerta y asomó mi tía Celia:
-Nos vamos la abuela y yo a ver unas tiendas, tardaremos como una hora.
-Luisito, pórtate bien y no rompas nada -apostilló mi abuela.
-Claro abuela.
Otra ocasión como ésta en la vida se me va apresentar, pensé. Lo que no sabía era como seducir a mi prima y que secundase mis deseos. Debía de jugar con su mentalidad infantil y así poder conseguir mis propósitos. Me acerqué a su cara y le dije susurrante:
-Azu, que guapa eres. Qué ojos y qué boca más bonita tienes. Debes tener loquito a tu novio.
-Anda calla, zalamero.
Y sin dejarla reaccionar aplasté mi boca a la suya con un apasionado beso. Ella de la sorpresa no se movía. Se oía sus respiración acelerada. Abrí sus labios y metiendo mi lengua en su boca toqué la lengua de mi prima. Después introduje parte de mi saliva en la boca de ella. Noté que ella se quería desasir y quité mi boca de la suya.
-¡Qué cochinadas haces, Luisito! ¡No me lo hagas más!
Quise dominar su pensamiento y le dije:
-Tú no tienes novio, si no sabrías que los novios se besan así. Además no sabes besar. Tienes que aprender si no quieres que te deje tu novio.
Azucena, colorada como un tomate, acercó su boca a la mía y nos fundimos en un hermoso beso. Juntamos nuestros labios y yo saboreé la dulzura de su boca. Había veces que metía toda su boquita en la mía. Tanto Azucena como yo jugabamos con nuestras lenguas, metíamos nuestras salivas en nuestras bocas. Así estuvimos cinco minutos.
Nos separamos y nos quedamos mirando como hipnotizados. Yo debía seguir con mi plan, así que aposte fuerte:
-¿Cómo se llama tu novio?
-Luis -contestó mi prima, indecisa y tímidamente.
-¡Como yo!
-Mi novio eres tú, Luisito -dijo quedamente.
-Pero si eres muy peque para mí, Azucena. Yo necesito una novia mayor.
-Yo puedo hacer por mi novio lo que cualquier chica mayor -respondió decidida.
Esta es la mía, pensé.
-Pues si quieres ser mi novia, tienes que quitarte tu camiseta.
-Es que si se entera mi madre me castiga y no me deja salir a la calle a jugar a la cuerda con mis amiguitas.
Vaya preocupación que tiene mi prima por no poder jugar a la cuerda.
-Pero si tu madre no se va a enterar. Si no va a volver hasta dentro de una hora. Nadie se lo va a decir.
Pareció pensarlo y con sus manos subió su camiseta hasta la altura de su cuello. Me quedé mirándola sus tetitas. Sólo eran dos pequeños bultitos a cada lado de su pecho. Tenía unas areolas sonrosaditas y en medio de ellas un puntito como pezoncito. Mi polla crecía por momentos. Me sentía muy acalorado contemplando los pechitos de mi prima. Me acerqué a ella y volví a besarla; esta vez si me respondió con sus labios. Bajé lentamente mi boca por su cuello, para luego seguir hasta una de su tetita y metermela entera en mi boca, saboreándola dulcemente y succionando para dentro haciendo que se endureciese su tetita y se empinase su pezoncito. Luego seguí hacuendo lo mismo con la otra tetita. Mi excitación era muy fuerte, notaba que mi prima se estremecía a cada lametazo que le hacía. Poco a poco yo fui bajando mi mano hacia su barriguita y empecé a tocar con suavidad el principio de su braguita; noté que mi prima se ponía tensa y que colocaba sus manos por encima de su braga. Yo despacio hacía movimientos con mi mano tratando de ir bajándole la braga, pero mi prima con sus manos oponía resistencia.
-Eso sí que no, primo.
Pensé que se había acabado todo, que mi prima se levantaría enfadada, se vestiría y yo me quedaría con un tremendo dolor por el calentón que tenía. Debía jugármela y dominar la mente de niña de mi prima. Me acerqué a su rostro y sujetando su cabeza, con firmeza, la miré fijamente a sus hermosos ojos negros y le dije seriamente:
-Si no te quito la braga, diré a tus amiguitas que no soy tu novio y ellas se reirán de ti y no querrán jugar más contigo.
Azucena cerró los ojos y no dijo nada. Yo me puse de rodillas, sobre la cama, a la altura de su pubis, y con movimientos hábiles y rápidos de mis manos logré quitar la braga de su cuerpo. Pude contemplar el cuerpo de mi prima totalmente desnudo, a excepción de los calcetines blancos que llevaba puestos. Era maravilloso ver el cuerpo de una niña de nueve años. Todo en ella era perfecto, dulce, tierno. Sus tetitas pequeñitas, su cintura de pajarito y su conchita cubierta por una fina pelusilla, sus piernas torneadas.
Pensé que debía conformarme con aquella visión y no continuar más; pero lo que tenía duro entre mis piernas se negaba a obedecerme. El paso siguiente era muy arriesgado y podía hacer que rompiese el hechizo que ejercía sobre mi prima y que se acabase todo y de mala manera.
-Azu, ¿te acuerdas de otros años, cuando querías ver mi colita?. ¿Si quieres verla ahora?
-Si ya te la he visto.
-Pero ahora ha cambiado.
Abrió los ojos y dijo curiosa:
-A ver cómo ha cambiado.
No dudé más y bajé el slip con mis manos surgiedo mi enorme aparato: un pene de 20 cm. y 5cm. de grosor (me lo había medido el día anterior). Mi pene vibraba de excitación y de ansiedad. Palpitaba el glande.
Azucena se quedó con la boca abierta, con cara de sorpresa y asustada y se puso las manos tapando sus ojos.
-¡Qué grande! Pero si antes era pequeña; es cuatro veces más grande y tres veces más gorda, que cuando yo te la veía.
-Tócala si quieres -le dije -si no te pasa nada.
Azucena parecía pensárselo, pero al final accedió, bajó su mano a mi polla y lo agarró. No era capaz de cubrir con su manita todo mi grueso aparato.
-Es muy suave – dijo, totalmente sofocada.
Me acerqué a su cara y fui besando su boquita, su cuello, sus tetitas, su ombliguito y allí me detuve. No quise seguir hasta la conchita, por si ella pensaba que era obsceno lo que le hacía y se rompía la magia del momento. Acaricié con mi mano su rajita y con los dedos pude notar que estaba muy mojada, muy húmeda, ya estaba preparada. Toqué con un dedo el agujero cerrado de su vaginita y noté que era muy pequeño, no debía tener de apertura más de un centímetro.
Lance un órdago como final del juego en la partida.
-¿Quieres pijar conmigo? -le dije, como se habla en Pucela, o sea follar.
-¿Qué es eso? -preguntó, extrañada.
-Es lo que hacen los novios que se quieren más que los novios normales. Es un secreto que guardan si lo hacen y que no cuentan ni a sus padres ni a nadie. Se trata de meter mi colita en tu cosita.
Ella se asustó.
-Eso tan grande no puedes meterme dentro. Me harás daño.
-Si se puede con paciencia, además con cuidado no te hará daño. ¿Alguna vez tu primo te ha mentido. Te ha hecho daño?.
Azucena cerró los ojos y se quedó callada.
Me eché encima de ella y la besé nuevamente con dulzura. Seguidamente cogí con mi mano mi polla y lo dirigí hacia su vulva, tanteando el orificio de su vagina, intentando con suavidad que el glande penetrase dentro. Su agujerito era muy pequeño para tragar algo tan grueso. Tras varios intentos no había forma de que mi polla entrase. Me estaba poniendo muy nervioso. Enloquecido, arremetí violentamente con terrible fuerza mi polla contra la vagina de mi prima notando como algo se rompía, debía ser la telilla del himen y que mi polla se introducía en su cavidad ardiente. Mi prima abrio los ojos, quedándoseles en blanco, y soltó un desgarrador alarido:
-¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyy!
-¡Quítate bruto, me haces daño!
A mí no había ya quien me controlase. Metí hasta el fondo de la vagina de mi prima toda mi polla y comencé a culear sobre ella, con gran violencia. Mi prima lloraba y golpeaba con sus manos mi cara, al tiempo que decía:
-¡Bestia, me duele! ¡Se lo voy a decir a mi madre!
Yo seguía follándola, hasta que me llegó un grandioso orgamo eyaculando todo mi semen dentro de ella. Me quedé encima de ella jadeando y agotado. Mi prima no se movía. Luego me separé y vi a mi prima haciendo pucheros, con unos lagrimones cayéndole de sus ojos y unos mocos que le llegaban hasta la boca. Le salía de su rajita todo mi semen ensangrantado. Azucena y yo nos asustamos. Se lo limpié con mi pañuelo.
-Me has hecho daño, me has engañado, ya no eres mi novio, se lo voy a decir a mi madre lo que me has hecho.
Yo le dije, intentando amedrentarla:
-Si se lo cuentas a tu madre, yo le dire que has sido tú las que me has provocado y me has obligado.
En esto que se oyó abrir la puerta. Vístete que viene tu madre y la abuela.
-¿Os habéis portado bien? ¿No habrás roto nada, Luisito? -dijo mi abuela. Mientras Azucena y yo nos tapábamos las caras con el comic de Spiderman y Superman.
-He sido bueno, abuela -contesté.
###
Ya en casa de mi abuela Lina, pasé toda la noche en vela, no podía dormir pensando en lo que había hecho a mi prima Azucena; le había violado salvajemente, le había desflorado y quitado su virginidad de una forma brutal. Era un auténtico cerdo. No sé cómo había podido suceder y qué consecuencias me podría traer. Imaginé que mi primita le diría a mi tía Celia lo ocurrido y que mi tía me denunciaría a la policia. Me veía entre rejas. Me lo merecía. Además no tenía muy claro si mi eyaculación no tendría alguna consecuencia posterior, pues mi prima estaba en esos años que se pasa de niña a la pubertad y desconocía si ella ya lo había traspasado. De todas formas estaba dispuesto a asumir todas las responsabilidades que se pudieran derivar de mi actuación con mi prima.
Pasaban los días y no tenía noticias. La policia no me buscaba y mi familia no daba ninguna señal…………
…………….
-Luisito, tu tía Celia ha llamado y dice que quiere verte.
Ya está, esta tarde me encierran, pensé.
-Abuela estoy muy cansado. No tengo ganas de salir.
Pero conociendo a mi abuela me vi en direción a la casa de mi tía, que está cerca del Campo Grande de Valladolid. Allí estaban mi tía y mi prima Azucena. Mi prima no se tiró a mi cuello, ni me besó como siempre hacía.
-Azucena, no besas a tu primo -dijo mi tía.
-Hola, Luis -respondió Azucena, manteniendose distante de mí.
-Hola, Azucena.
-¿Por qué no dais una vuelta, mientras preparo la cena?. Subid sobre las diez a cenar.
Según bajábamos la escalera de la casa, yo quise hacerme el cariñoso con mi prima e intenté abrazala; pero ella me rechazó violentamente y dijo:
-No me toques, que me ha dicho mi madre que no deje tocar por los chicos.
-Pero si yo soy tu primo.
-Tú eres peor que los demás chicos.
En la calle, semianochecido, mi prima no paraba de correr de una esquina a otra de la calle intentando esquivarme. Yo la seguía con insistencia. Al fin conseguí, en una esquina completamente oscura, atrapar a mi prima y apoyé su espalda a la pared y yo me apretujé a ella, dominandola con mis brazos para que no se escabullera.
-¿Estás enfadada conmigo?
-Sí, me dijo.
-¿Has dicho algo a tu madre?
-No, pero le he preguntado que cómo se hacían los niños y me ha dicho que era con amor de un chico y una chica, que el chico tenía que meter su colita en la rajita de la chica; pero que había que esperar a ser mayores y estar casados. Me ha dicho que yo era pequeña para preocuparme de esas cosas, que hasta que no tuviese la menstruación no podía tener niños. Le he preguntado que qué era eso y me ha dicho, que cuando te venga la mentruación verás cómo te das cuenta en seguida.
Con lo que dijo mi prima se me quitó un peso de encima.
-Perdóname, Azucena. No sé cómo pude hacerte eso.
-No, no te perdono, Luis.
Durante la cena, mi prima no dijo palabra; hasta mi tía, viuda de militar, que no paraba de beber para hacer más llevadero la ausencia de mi tío, lo observó:
-No hablas nada, hija. Parece que no te alegras de que haya venido tu primo.
Vimos la tele, los tres mudos, y después nos acostamos. Azucena ni siquiera se despidió de mí y se fue a su cuarto. Mi tía se fue con la botella de anís y yo me dirigí al dormitorio de invitados.
…………….
Llevaba unos minutos acostado en la cama y con los ojos abiertos no veía más que la oscuridad del cuarto. No hacía más que pensar y darle vueltas a cómo se había deteriorado la relación con mi primita.
Empezaba a coger el sueño cuando observé que, muy despacio, se abría la puerta y aparecía una figura menuda. Era mi prima Azucena que entraba sin hacer ruido y se dirigía a mi cama. Llevaba puesto sólo una braguita. Se acercó en puntillas y levantando con flojedad la sábana se introdujo entre ella. Yo me hice el dormido y mi prima se acurrucó al lado mío y me echó su brazo sobre la cintura y dijo bajo en mi oído:
-¿Duermes, Luis?
Yo no contesté, fingiéndo dormir.
-No estoy enfadada contigo, aunque me hiciste mucho daño. Quiero que sigas siendo mi novio. ¿Quiéres que sea tu novia?.
Yo haciendo cómo que me despertaba, le dije:
-Pues claro Azu. que quiero que seas mi novia. Si eres una mujer preciosa.
Ella acercó su cabeza a la mía y me dio con sus labios un apasionado beso. Luego apoyó su cabecita sobre mi pecho y se quedó quieta. Su respiración se aceleraba. Yo me olvidé de todo y cogí su manita y la puse encima del paquete de mi slip; ella no la retiró y empezó a notar como se iba haciendo de mayor tamaño mi polla.
-Si somos novios, podemos hacer todo lo que hacen los novios. ¿Sabes primita lo que llaman el sesenta y nueve?
¿Qué es Luis? -respondió extrañada. (Ya no me llamaba Luisito)
Cogí a mi primita y volví su cuerpo: su cabeza en dirección a mi slip y su culito hacia mi cara. Su boca quedó encima de mi paquete y mi boca debajo de su braguita. Teníamos la respiración muy acelerada los dos. Con mis manos bajé su braguita hasta sus rodillas y metí mi cara entre sus piernas a la altura de su vulva. Olía a un olor delicioso: una mezcla de orín y de su sexo. Con mis manos bajé mi slip y apareció ante los ojos de Azucena mi enorme polla. Azu. dijo: ¡Ahhhhh! de admiración. Dejó su cara encima de mi verga sin moverse.
Yo enloquecido ante la visión de su precioso coñito comencé con mi cara a restregar su húmeda conchita y a lamer sus pequeños labios vaginales. Notaba como mi prima se estremecía a cada lengüetazo mío. Comencé a notar que salían de la vagina de Azucena unas gotitas que cayeron dentro de mi boca, eran de sabor muy dulce, me las tragué. ¡Ah…Ah…Ahhh.! Azucena se corría, era su primer orgasmo. Mientras se estremecía con sus labios comenzaba a darme besitos en el glande de mi polla. Oprimí su cabeza contra mi verga y le dije:
-Chúpamela, Azucena…por favor.
Mi prima lentamente abrió su boca y se introdujo la cabeza de mi pene y con su lengua comenzó a jugar. Yo notaba el calor de su boca y el fluir de su saliva.
-Así, primita…así.
Presioné con fuerza la cabeza de mi prima y logré que mi polla entrase hasta la campanilla de su garganta. Todavía debía quedar unos diez centímetros de mi polla fuera de su boca. Cogí con mi mano la manita de mi primita e hice que apretase mi pene. Empece con mi mano y la de mi prima a frotar, arriba y abajo, mi rabo. Hasta que viendo que me iba a llegar el orgasmo solté mi mano y Azu. seguía frotando arriba y abajo, consiguiendo que me produjese un corridón brutal y soltando toda mi leche en la boca de mi primita. ¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhh! Azu. se separó. Estaba muy impresionada por la sensación de su semen en su garganta.
-No sabe muy bueno -dijo.
-La próxima vez no lo saborees y te lo tragas.
Y con restos de mi semen en sus labios se aproximó a mi boca y comenzó a besarme, poniéndose encima de mí. Ella con su pubis apretaba mi arrugada polla haciendo que poco a poco volviese a crecer.
Otra vez se puso dura y Azucena, con miedo por el daño de la primera vez, fue aproximando el hueco de su vagina a la cabeza de mi pija y sin dificultad logró que entrase. ¡Qué calor y qué sofocados estábamos los dos! Azucena temblaba. Yo bajé mi mano hasta su culo y pude notar que le había entrado entera toda mi polla; tan sólo mis testículos quedaban fuera. Ninguno de los dos nos movíamos. Tan sólo sentíamos nuestros cuerpos y nuestra respiración. Era una sensación maravillosa poseernos. Ya no podía aguantar más y comencé a tener espasmos de placer y Azucena como enloquecida comenzó a mover su culo, arriba y abajo, frenéticamente, y logramos el orgasmo los dos a la vez,: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh! ¡Ohhhhhhhhhhhhhhh! quedando uno encima del otro con convulsiones, jadeando y sudorosos.
-Azu. ¿quieres probar lo que hacen los novios para no tener niños?
-Lo que tu quieras, Luis.
Le di la vuelta y quedó boca abajo ofreciéndome su precioso culito de una niña de nueve años sin desvirgar. Su agujerito era tan pequeño que no entraba ni mi dedo meñique. Puse mi pollón en su entradita y arremetí con tremenda fuerza, que provoco un fuerte: ¡Ayyyyyyyyyyyyy! de dolor y noté que algo se desgarraba en el ano de mi prima. Le debía haber roto el esfinter. Pero no me detuve, seguí avanzando con mi polla por el culo de mi prima, hasta que eyaculé dentro. ¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Me levanté y vi como mi prima sujetaba con sus manos la sábana y mordía con su boca la almohada y que decía llorando:
-Soy su novia….es mi novio.
Cogí su cuerpecito en mis brazos y la llevé velozmente al aseo, donde lavé su culito ensangrentado y eche agua oxigenada para desinfectarlo. También le puse una gasita en su agujerito para que se cerrase su herida.
Volvimos a la cama y ella se durmió a mi lado con su manita en mi polla.
Cuando amanecía mi primita sigilosamente se fue a su cuarto.
……….
Al día siguiente volví a Barcelona a estudiar. No volví a tener más relaciones carnales con mi prima Azucena. Pasaron los años y ella se casó, después yo, y cuando nos veíamos en alguna boda o entierro nos quedábamos mirando, no decíamos nada; pero seguro que a ninguno de los dos se nos había olvidado aquellos días de aquel verano en agosto en Valladolid.
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