Mi primita Martha 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por pepenudo_1.
Después de aquél primer día, los encuentros con Martha se fueron repitiendo y con ello fue aumentando las cosas que hacíamos en la soledad de mi casa o mi negocio.
Uno de tantos encuentros fue en mi negocio, unas semanas después del primero. Era sábado en la tarde y mi madre había invitado a mi tía a visitar a una comadre que vive al otro lado del pueblo, por lo que, mi tía me dejó encargada a Martha nuevamente.
Concociendo a mi madre cuando iba con su comadre, no regresaría hasta pasadas las diez u once de la noche, incluso había ocasiones en las que no volvía sino hasta otro día, por lo que tenía mucho tiempo de sobra para estar con Martha.
Serían alrededor de las 5:30 PM cuando ella llegó y todavía faltaba una hora y media para que cerrara, ya que tengo la costumbre de cerrar temprano los sábados y no volver a abrir hasta el lunes. Incluso hay ocasiones en las que me quedo a dormir en un pequeño cuartito en la parte superior de mi negocio para esas noches en las que tengo que quedarme a realizar algún trabajo especial o para no ir hasta mi casa a las afueras del pueblo, pese a que tengo coche para trasladarme.
Cuando la vi llegar, la observé, procurando que los clientes que había no se dieran cuenta de que miraba a la niña con ojos lujuriosos. Ese día, Martha vestía con una de sus usuales falditas cortas, incluso, noté que esa falda era más corta que el resto que le habia visto. Porque incluso, en algunos momentos, se podía ver parcialmente su ropita interior. Lucía perfectamente sus lindas piernitas e incluso, parecía moverse más cadenciosa que de costumbre. Como complemento, llevaba una blusita rosa de tirantes y unas sandalias de correas delgaditas muy bonitas. A simple vista, se veía como una niña coqueta, como hay muchas en el mundo. Sin embargo, esta no solo era coqueta, sino toda una calentorra, a pesar de apenas haber cumplido 9 años hacía unas pocas semanas.
Se sentó junto a mi, esperando a que los clientes se fuera, Pora mi mala ?o buena? suerte, aquél día había estado tranquilo y la clientela había sido poca, principalmente porque los fines de semana en mi pueblo la gente acostumbra irse de fiesta.
Ante tal panorama, cerré temprano, alrededor de las 6:15 y ni bien bajé la cortina de metal que separa mi negocio del exterior, Martha se acercó a mi y me abrazó por la espalda.
?¿Pepe, vamos a culear?
Yo me voltee a verla, sus grandes y bonitos ojos me miraban y en su boca mamadora se dibujaba una sonrisa llena de dientes.
?Ok ?le dije?. Pero primero súbete la falda.
?¿Para qué? ?me preguntó.
?Ahorita vas a saber.
La chiquilla se levantó la falda y de inmediato acerqué mis manos hasta su calzoncito y se lo quité. Después le bajé la falda y le dije que caminara hacia las escaleras que están al fondo de mi local, ocultas a la vista de mis clientes.
Martha caminó y pronto estuvo subiendo las escaleras, yo iba detrás de ella y observaba como su culito se movía a la vez que olía su bonita braguita amarilla con florecitas estampadas. En ese momento ya tenía una erección que me provocaba molestia dentro del pantalón.
Cuando llegamos a la parte alta, comencé a quitarme la ropa al tiempo que me sentaba en una camita que tengo para descansar en ese lugar. Quedé completamente desnudo mientras Martha se me acercó y me abrazó del cuello. Yo le agarré sus nalguitas y comencé a manoseárselas. Tiré a un lado el canzoncito que había olfateado todo el camino y comencé a rozarle su anito, el cual estaba calientito y suave.
?Me gusta eso ?dijo con voz temblorosa mientras empezaba a jadear por la excitación.
Saqué mi dedo de entre sus nalgas y lo olí, el aroma de su culito me excitó más y mi verga se puso más dura. Me metí el dedo en la boca y lo volví a acercar a su anito, pero esta vez haciendo presión para introducirlo. Ella se estremeció cuando entró la primera falange, ya que no esperaba algo así, pero la tranquilicé diciéndole que pronto estaría muy a gusto.
Le dejé la punta de mi dedo adentro por unos minutos, para que su ano se acostumbrara. Después, lo saqué y volví a mojarlo para volver a meterlo. Hice presión hasta que la segunda falange estuvo adentro, entonces ella me dijo.
?Me duele.
?Ahorita te vas a acostumbrar ?varios minutos después le pregunte? ¿te sigue doliendo?
?Ya no ?me contestó?. Pero me dieron ganas de hacer caca.
?Eso es normal ?le dije?. Pero aguanta un poquito y se te va a pasar.
Comencé a mover poco a poco mi dedo de manera que no la lastimara y comenzara a disfrutar. Estuvimos así un buen rato, hasta que ella por iniciativa propia comenzó a mover sus caderitas. Se notaba que había comenzado a gustarle, porque luego me preguntó…
?¿Qué tanto me metiste el dedo? ?le señalé con mi otra mano que hasta la segunda falange del dedo medio?. ¿Me lo vas a meter todo?
?Esa es la idea ?le contesté.
?Entonces métemelo.
Haciendo un poco más de presión, metí completamente el dedo sintiendo en ese instante algo de consistencia pastosa, intuí que era su caquita. Jugué con mi dedo varios minutos más hasta que ella sola comenzó a moverse de nuevo. Para ese momento, mi verga estaba a punto de estallar.
?Martita.
?Mmmm
?Agárrame la verga ?al principio ella no entendió, así que le agarré una mano y la guié hasta mi miembro, donde instintivamente, ella comenzó a pajearme.
Estuvimos por varios minutos así y estaba a punto de correrme cuando ella me dijo…
?Pepe.
?Mmmm.
?Quiero hacer caca.
Teniendo que aguantarme para no correrme, le pedí que subiera sus piernitas encima mio para llevarla al baño, ya que si sacaba el dedo corría el riesgo de que ella se defecara en la habitación. Así que, con ella encima y con mi dedo en su culo, la llevé hasta el baño que está en la planta baja.
Era una fortuna que la cortina de acero cubría la entrada y que las ventanas son un poco oscuras, porque yo iba completamente desnudo, con una niña de apenas 9 años cumplidos y uno de mis dedos en su culo encima de mi.
La acomodé en el retrete y con delicadeza fui sacando el dedo de su interior.
?Haz fuerza para hacer ?le dije.
?Pero te voy a cagar la mano ?me contestó.
?No importa. Haz fuerza.
Ella obedeció y en el mismo instante que quité mi mano, un sonoro pedo salió de su culo y enseguida su excremento salió a presión. Miré mi mano y mi dedo estaba completamente cubierto de su mierda. Me acerqué al lavabo y me lavé bien con agua y jabón.
Martha comenzó a llorar apenada por haber echado a perder el momento. La consolé diciéndole que lo que había pasado era normal la primera vez. Lo sabía porque alguna vez, mientras me cogía a una chica de mi escuela por el culo casi se caga encima de mi.
Ella se tranquilizó y después de limpiarse, volvimos a subir a la habitación. Entonces, le pregunté si quería volver a experimentar con mi dedo en su culito.
?Pero ¿y si me vuelven a dar ganas de hacer caca?
?Volvemos a ir al baño ?le dije.
Ella dudó unos instantes, pero accedió…
?Bueno.
Entonces ella se acercó nuevamente a mi y se abrió sus nalguitas. Solo que esta vez, comencé a sacarle el resto de su ropita; su calzoncito amarillo pálido hacía varios minutos que yacía por allí en el suelo. Cuando por fin estuvo desnudita, se pegó a mi haciendo contacto su pancita con mi verga, la cual ya había recuperado su dureza después del episodio fecal.
La tomé de sus piernitas y las puse sobre las mias, de manera que su anito quedara más expuesto para su segunda penetración. Me escupí la mano y unté mi saliva en su hoyito, por suerte, la dilatación no había hecho sino aumentar después de la cagadita que Martha echó, así que volver a introducir mi dedo fue más fácil.
?¿Te gusta? ?le pregunté.
?Si.
?¿Sientes ganas de ir a hacer caca?
?Ya no.
Moví un poco más rápido mi dedo y lo saqué un poco para luego volverlo a introducir lentamente, como si fuera una verga. Martha comenzó a gemir un poco. Pronto estuve metiendo y sacando mi dedo de su ano con rapidez.
?Hay que acomodarnos mejor, porque ya me cansé de esta posición ?propuse.
Nos movimos para yo quedar acostado en la cama y ella encima de mi formando un 69, de esa manera, bajo mis indicaciones, Martha me haría disfrutar a la vez que yo lo haría con ella.
Igual que la vez anterior, nada más tuvo mi verga en sus manitas, comenzó a pajearme e incluso, en algunos momentos, me daba lengüetazos en el glande, haciéndome sentir en la gloria.
Yo por mi parte, había reanudado la penetración en su culo con mi dedo, pero con la diferencia que esa vez también utilizaba mi lengua en su vaginita para aumentarle el placer.
No fue mucho lo que estuvimos en esa posición cuando mi leche comenzó a brotar, mojando la carita de Martha, quien se hizo a un lado para no recibir la siguiente descarga. Por mi parte, seguí estimulando su culito, al punto que su conchita había estado derramándose mientras el líquido corría por sus piernitas abiertas. En un momento, mis movimientos eran más rápidos ya el ano de Martha se había acostumbrado al invasor y pronto, su conchita tiró un pequeño chorrito de líquido a presión a la vez que temblaba toda, lo que me indicó que había llegado al orgasmo.
Martha no es escandalosa a la hora de estimularla, así que es muy fácil pasar desapercibido en caso de estar en una zona con cierta cantidad de gente. Mi local está en la zona centro del pueblo y como tal, está expuesto a la presencia de muchas personas.
Para cuando tuvimos nuestro segundo orgasmo, la noche ya cubría el cielo. Miré el reloj de pared en la habitación y ya marcaba las 9:10 aproximadamente.
Me levanté y salí de la habitación seguido de Martha, bajé las escaleras y me acerqué al mostrador de mi negocio para tomar el teléfono, ambos íbamos desnudos. Marqué el número de móvil de mi tía, ella contestó, en el fondo se escuchaba música.
?¿Qué pasó Pepe? ?noté la voz de mi tía un poco adormilada. Intuí que estaba ebria.
?¿Van a tardar mucho? ?le pregunté.
?No sé mi amor.
En el fondo escuché la voz de mi madre preguntando: "¿Quién es?" a lo que mi tía contestó: "Pepe pregunta que si nos vamos a tardar". Pasaron unos segundos cuando la voz de mi madre se escuchó con mayor claridad y volumen.
?Pepe ?también sonaba borracha?. Quédate con la niña esta noche, porque aquí estamos muy a gusto. En la mañana pasaremos por ella.
Luego le pasó el aparato a mi tía nuevamente. Durante el transcurso de la llamada, Martha me había agarrado la verga y me había estado pajeando, lo que me provocaba una extraña sensación, entre nerviosismo y excitación por estar haciendo esas cosas mientras hablaba con mi tía y mi madre.
?¿Oíste sobrino? ?preguntó mi tía, tardé unos instantes en constestar por lo rico que sentía que Martha me estuviera masturbando en ese momento.
?Si tía ?contesté, fingiendo mi tono de voz para que no sospechara nada.
?Pásame a Martita.
Se la pasé. La niña soltó mi pene y contestó.
?Pórtate bien y no molestes a tu primo ?intuí que dijo porque Martha contestó…
?Si mami, me voy a portar bien. No te preocupes ?después cortó la llamada.
Teniendo la noche libre, subí nuevamente a la habitación y me vestí, lo mismo hizo Martha, solo que no la dejé ponerse su ropa interior. Salimos del local y nos subimos a mi coche, y partimos con dirección a mi casa, en donde seguiríamos con nuestro encuentro.
Al llegar a la casa, estacioné el coche más cerca de lo normal, para que de ese modo, si había algún vecino observando, no viera salir a Martha.
Entramos en mi casa y cerré la puerta, de ese modo, nadie nos molestaría. Como aún hacía calor, encendí el aire acondicionado para que el ambiente se refrescara un poco.
Entré al baño acompañado de Martha y me desnudé para ducharme, ya que el olor a sexo y un poco a mierda era más que evidente en nosotros. Me metí bajo la ducha, enseguida, Martha entró conmigo. Pronto estuvo pajeándome y dándole lamidas y besitos a la punta de mi verga.
Pese a solo tener 9 años, Martha era bastante caliente y tenía una resistencia envidiable. Me hizo correrme nuevamente bajo la ducha, a la vez que yo le masajeaba sus inexistentes pechos y le frotaba mi verga en el culo, ya que en un rápido movimento, ella se puso de espalda a mi y paró sus nalguitas como invitándome.
Así, desnudos y sin secarnos, la tomé en mis brazos y la llevé hasta mi habitación, donde comencé a lamerle su bizcochito, pronto sus jugos comenzaron a emanar indicándome que estaba excitada nuevamente.
Esa vez me atreví a meterle un dedo en su vaginita y logré hacerlo hasta la segunda falange. Su lubricación era excelsa, me permitía llegar muy lejos con apenas un poco de esfuerzo. El único impedimento era su estrechez, pero de eso me encargaría el resto de la noche, o por lo menos, lo que pudieramos aguantar sin dormirnos.
Estuve metiendo y sacando mi dedo por alrededor de diez minutos, tiempo suficiente para hacerla llegar a un orgasmo que la estremeció por completo. Yo ya estaba más que listo para recibir placer en mi verga, así que la acosté en la cama boca arriba y comencé a tallarle mi verga en su conchita, de forma que pareciera que estábamos follando realmente. Su clítoris era visible completamente, por lo que froté mi verga contra él haciéndonos llegar casi a la vez al orgasmo. Martha tiene un clítoris muy sensible, así que hacerla acabar es relativamente sencillo; eyaculé sobre ella rociando mi jugo sobre su pancita y pechito.
Después de disfrutar, nos quedamos un rato acostados platicando de diversos temas. Sin embargo, Martha me preguntó.
?Oye Pepe ¿te gustan las tangas?
?Claro ?le contesté?. Como a cualquier hombre.
?Mi mami tiene varias ?me dijo?. El otro día me quise poner una, pero me quedó grande.
?Eso es porque tu mamá es más grande que tú y usa tallas más grandes.
?Pero me gustaría saber qué se siente ponerse una.
En ese momento, me imaginé a la chiquilla vestida con solo una tanguita, moviéndose sensualmente a la vez que me masajeaba la verga. También me imaginé a mi tía vestida de la misma manera. Me empalmé de inmediato.
?Tengo una idea ?le dije.
?¿Cuál? ?me preguntó.
?Te voy a comprar unas tangas para que uses cuando vengas aquí ?le contesté.
?¿De verdad? ?me preguntó emocionada.
?Si. Pero tendrás que esperar un poco a que tenga tiempo de írtelas a comprar.
Aquella idea a la larga, nos reportó muchos momentos de placer y erotismo, no solo entre nosotros, sino también con otras niñas que se hicieron sus amigas.
Después de aquella conversación, nos dispusimos a dormir. Para lo cual, acomodé a Martha de lado y dándome la espalda, de tal manera que pudiera poner mi pene entre sus piernas. Nos quedamos así hasta la mañana.
Wooooooooww qué rico relato!