Mi primita Martha 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por pepenudo_1.
Habiendo logrado introducirle ya un par de dedos en su vaginita, decidí que debía penetrar a Martha con mi verga. Sin embargo, pasaron dos semanas sin que mi prima fuera a visitarme a mi casa. Y aunque me visitaba en mi negocio, normalmente iba cuando tenía clientela, por lo que era imposible hacer algo. No obstante, en algunas ocasiones, y arriegando a que alguien nos viera, mi primita colocaba una silla a un lado de mi y se subía a ella quedando arrodillada en el asiento, parando su precioso culito y poniéndome el momento difícil. Parecía que le gustaba provocarme cuando había gente en el local.
En una ocasión llegó incluso a bajarse el calzón teniendo el local lleno y una persona estuvo a punto de descubrirnos. Mas sin embargo, a ella parecía gustarle el riesgo de ser decubiertos. En cambio, yo temía que alguien se diera cuenta y me metiera en problemas.
Al principio, cuando comenzamos con los tocamientos, descubrí que la chiquilla era un poco voyeur, pero nunca imaginé que también fuera un tanto exibicionista. Y es que en muchas ocasiones, ella llegaba a mi negocio vistiendo con shorts super cortos, lo suficiente como para que parte de sus suculentos glúteos se mostraran al aire libre. Incluso, las minifaldas que se ponía eran bastante cortas. Vestía blusas escotadas bastante sugerentes y que de no ser por su pecho plano habrían mostrado bastante carne.
A cualquiera le habría extrañado que una niña vistiera así y que su madre no la reprendiera. Ciertamente a mi me encantaba verla tan sexy. Además, yo sabía que la razón por la que Martha vestía así era porque su madre viste de la misma manera, también su hermana mayor, Marcelina, que a sus 14 años en ese entonces, era una de las chicas más codiciadas de su pueblo, habiendo rumores de que la adolecente ya se había acostado con medio pueblo. Y es que su personalidad extrovertida y sus modos sensuales, no daban para pensar otra cosa. Hablando llanamente, la belleza les viene de nacimiento.
El tercer fin de semana, pensando en que Martha no iría a visitarme, decidí cerrar el local antes de mediodía e irme a pasar el fin de semana en una playa que se encuentra al norte de mi pueblo, ya que en ocasiones, me apetece un poco de soledad. Además, en esa playa, conozco una pequeña ensenada a la que nadie va debido a lo escabroso del terreno que se debe cruzar para llegar y a la que solo los pescadores entran cuando hay mal tiempo. Por fortuna, ese día era bueno y lo más seguro era que los trabajadores del mar la pasaran por alto.
Me fui a mi casa temprano para preparar mis cosas y largarme a un fin de semana en la playa. Tomé mi mochila y me preparaba para salir de mi casa, pero, al abrir la puerta me encontré con mi madre, mi tía y a su lado Martha.
Mi madre ni siquiera me dio los buenos días y me soltó:
?Pepe, dice tu tía que si le puedes cuidar a la niña hoy y mañana porque tiene que ir a su pueblo para unas cosas y quiere que yo la acompañe.
En ese momento se me vinieron a la mente muchas ideas, todas ellas involucraban a Martha desnuda. Aún así, me hice el difícil.
?Pero ahorita ando saliendo.
?¿Y a dónde vas?
?Voy a pasar hoy y mañana en la playa por el lado de Santa María (nombre de lugar ficticio) ?comenté.
?Oye, pero está muy lejos ?me advirtió mi madre.
?Ya sabes que voy seguido, no me voy a perder si a eso te refieres.
?Está bien… pero llévate a Martha para que te acompañe.
Aceptándo la propocisión le dije:
?De acuerdo, pero prepárenle algo en qué dormir y algo de comida, porque ya sabes que duermo a la intemperie.
?Gracias mi niño ?me dijo mi tía.
Las tres regresaron a casa de mi madre y yo las seguí para esperar a que todo estuviera listo para que Martha se fuera conmigo a ese viaje al campo.
Una vez todo estuvo listo, Martha subió a mi coche y mi tía subió sus cosas a la cajuela, se acercó al lado de Martha y le dijo:
?Pórtate bien y hazle caso a tu primo.
?Si mami ?contestó.
Mi tía se acercó a ella y le dio un beso en la boca.
?Cuídala mucho mi niño y si se porta mal, dale unas nalgadas.
?Está bien ?le sonreí.
Arranqué el coche y rápidamente nos dirigimos hacia el lugar donde acamparía ese día y el siguiente. Mi tía, por su parte, cogió el camino contrario para dirigirse a su pueblo.
Yo tomé la carretera que va al norte, y a la velocidad que iba solo tardamos 20 minutos en llegar al camino de tierra que nos conduciría hacia el lugar donde planeaba acampar.
?Oye Pepe ¿Está lejos el lugar a donde vamos?
?Mas o menos. Todavía nos queda como una hora para llegar al final del camino y luego como quince minutos a pie.
?Entonces sí está bien lejos. ¿Y va mucha gente para allá?
?No que yo sepa.
Voy seguido a esa playa y a día de hoy, todavía no he visto que alguien se pare por allí. Y es que la verdad, el camino está muy malo y a la mayoría no le gusta caminar entre tanta piedra.
?Oye Pepe.
?¿Qué?
?Hace mucho calor.
Encendí el aire acondicionado del vehículo.
?¿Mejor? ?ella asintió.
Pasaron unos minutos, Martha comenzó a quedarse dormida y pronto estuvo en un profundo sueño. Ella se acurrucó de tal forma que su short se estiró hasta mostrar su calzoncito, ya que era bastante corto. Yo aproveché para admirarla.
Llegamos al final del camino. La desperté para caminar el último tramo.
Todavía medio dormida, Martha me dijo:
?¿Qué tanto falta?
?No mucho. Ya nada más queda pasar aquella roca y llegamos.
La roca en cuestión es un monolito de cerca de 5 metros de alto y 3 de ancho, el cual, deja oculto un pequeño sendero por el cual es más fácil acceder a la ensenada. Sin embargo, es engañoso, ya que el camino es bastante estrecho y hay mucha vegetación con espinas. Además, por ahí hay fauna un tanto peligrosa, como serpientes venenosas y escorpiones. Pero el lugar a donde íbamos vale la pena el riesgo.
Bajé unas cosas de mi coche, entre ellas, una pequeña hielera con ruedas donde llevaba comida y bebidas suficientes para pasar el fin de semana cómodamente.
Por fin llegamos a nuestro destino, la pequeña ensenada es un lugar muy bonito, pese a que se encuentra al final del desierto, como es toda la región donde vivo. la arena tiene un color grisáceo pardo y es muy fina, el agua es poco profunda, apenas suficiente para que alguna embarcación pequeña pueda navegar. A unos 200 metros se encuentra la entrada desde el mar, pero es poco profunda y se debe tener cuidado para entrar o se corre el riesgo de quedar encallado.
Martha me dijo:
?¡Esta bien bonito este lugar!
?¿Verdad que si?
?Espérame, ahora vengo.
La niña corrió hasta la mochila que mi tía le había preparado y de ella sacó lo que me pareció un traje de baño, un bikini para ser exacto. Luego, la vi correr hasta unos matorrales.
?Ten cuidado, que hay animales ?le dije.
Cuando terminó de cambiarse salió.
Al verla, sentí gran excitación, ya que el bikini le quedaba muy pequeño, como si fuera varias tallas menor a la suya.
?¿Cómo me veo? ?me preguntó.
?Te ves muy bien ?le contesté, controlando la excitación de verla tan sexy.
?No tengo otro, así que me lo traje por si acaso nos bañábamos en el mar.
?¿Y desde cuando lo tienes? ?pregunté, ya que al decirme que era el único supuse que tal vez ya tenía tiempo con él.
?Hace como tres años. Pero como mi mamá casi no nos lleva a la playa, pues es el único que tengo.
?Pues déjame decirte que te ves muy bien.
?Aunque me queda bien chiquito. Mira ?ella se volteó y pude notar que la pieza inferior se introducía entre sus nalguitas un poco.
?Mejor ?le dije?. Tienes unas nalgas muy bonitas.
?¿Tu crees? ?preguntó con curiosidad.
?Si.
?Gracias ?su voz sonaba sensual.
?Vamos a bañarnos ?le dije.
?¡Si!
Ella corrió de inmediato al agua, yo la seguí rápidamente. Pasamos alrededor de una hora nadando y jugando en el agua. Cuando por fin nos cansamos salimos para comer algo. Aproveché el momento para montar una pequeña tienda de campaña que siempre llevo conmigo para cuando me voy a quedar. Con la práctica que tengo, me tomó poco tiempo armarla. Luego me fui a recoger un poco de leña para encender una fogata cuando estuviera por caer la noche.
Cuando regresé, Martha estaba sentada debajo de un gran mangle que hay en el lugar, ya que toda la ensenada está rodeada de un enorme manglar. lo que proporciona mucha sombra a mediodía. Aunque para ese momento ya eran cerca de las 4 de la tarde y las sombras eran suficientemente alargadas para no necesitar estar debajo de uno de los mangles.
?¿Te asustaste? ?le pregunté a mi primita cuando la vi acurrucada.
?Pensé que te habías perdido ?me dijo con sus ojitos llenos de lágrimas.
?Aquí no me pierdo, conozco todo el lugar.
Ella se paró y me abrazó.
?De verdad tenía mucho miedo.
?No te asustes ya estoy aquí ?le dije mientras la abrazaba?. Voy a encender el fuego ?y eso hice.
Preparé unos filetes de carne y los puse en una pequeña parrilla que siempre llevo conmigo.
Luego le ofrecí a mi prima un jugo y yo me tomé otro, ya que no bebo alcohol.
Finalmente comimos y esperamos un poco para pasar otro rato dentro del agua. Cuando el sol por fin se ocultó entre los cerros le dije a Martha:
?Aquí está bien tranquilo. Me gusta este lugar porque no viene nadie.
Martha se me acercó y me abrazó, yo la tomé de su cinturita y la coloqué entre mis piernas, su pequeño bikini se veía más pequeño en ese momento.
?Pepe.
?Mmm.
?Dice mi hermana que va a venir a pasar el año nuevo aquí con nosotros.
?¿De verdad?
?Si. ¿Tú la conoces?
?Claro que si. Desde antes que tú nacieras.
?Ella dice que quiere verte porque le caes muy bien ?cuando dijo eso noté un tono como de reproche.
?Martha ¿Estás celosa? ?le pregunté.
?La verdad es que si, un poquito.
?¿Por qué?
?Porque mi hermana es más bonita que yo.
?Eso no es cierto. Tú también eres muy bonita.
?¿De verdad?
?Si
?Pero… ¿Te culearías a mi hermana?
?Eso depende.
?¿De qué?
?De si me das permiso ?el hecho de pensar en follarme a Marcelina, la hermana de Martha, me puso tieso el pene.
?Bueno.
?Bueno ¿qué? ?le pregunté.
?Te la puedes culear.
Al principio no entendí aquella frase. Su significado lo entendí varios meses después.
?¿Qué tal si culeamos ahorita? ?le pregunté.
?Ok ?ella se levantó de su lugar entre mis piernas y estaba a punto de quitarse su bikini cuando la detuve.
?Así no ?le dije?. Mejor baila como en los videos que vimos el otro día.
Hacía unos días, en la soledad de mi negocio, Martha y yo veíamos videos de mujeres haciendo streptease, y le había dicho que en algún momento le pediría que hiciera lo mismo.
Mi primita se fue quitando su bikini lentamente, aunque sus movimientos eran un poquito torpes dada su inexperiencia en bailes sensuales, pero poco me importaba eso. Lo que realmente me excitaba era la rápido que Martha accedía a mis peticiones.
Primero se quitó el sostencito, deshaciendo poco a poquito el nudo en su espalda, tal como habíamos visto en los videos. Ya desatada la prenda, la fue deslizando lentamente por su pechito, ocultando sus penzoncitos y su pechito plano. Separó la prenda de sí misma mostrando completamente su torso desnudo. Ya solo quedaba la parte baja de su bikini.
Mi primita siguió bailando, cada vez con más soltura, yo le hacía compañía poniendo la música con mi voz, mientras ella movía sus caderitas al ritmo de lo que salía de mi boca.
Tomó uno de los extremos de su bikini y comenzó a bajarlo, estando a punto de mostrar su conchita, pero se detuvo igual que en los videos que vimos, dejando la ansiedad en mí de ver más. Tomó el otro extremo y lo bajó a la misma altura que el otro, se dio la vuelta y moviendo sus caderitas lentamente se fue bajando el calzón quedando completamente desnuda frente a mi.
La fogata que había encendido estaba detrás de ella, por lo que veía solamente su silueta, no podía ver su expresión. Aún así, estaba super excitado, mi pene lo sentía casi reventando.
?Vamos a jugar ?le dije al tiempo que me quitaba mi ropa.
Ella se acercó y me abrazó al tiempo que me besaba. Yo abrí mi boca para dejar que su lengua se introdujera en mi. Nos estuvimos besando un buen rato mientras yo le tocaba sus ricas nalguitas y le acariciaba el ano, ella deslizó su manita, me agarró la verga y comenzó a masturbarme lentamente, justo como le había enseñado.
Se separó de mi y me dijo:
?Pepe, méteme el dedo en mi conchita.
No esperé y poco a poco comencé a introducirle un dedo en su rica conchita. Hacía algunas semanas que la había penetrado con mi dedo, por lo que era relativamente fácil volverlo a hacer.
Estuvimos interminables minutos en esa posición, ella masturbándome y yo masturbándola. Martha fue la primera en correrse. Unos minutos después, fui yo el que se corrió, cayéndole mi semen en su barriguita y pechito.
?Me gusta mucho culear contigo ?me dijo, su respiración era agitada, igual que la mia.
?A mi también ?le contesté con el mismo tono.
?Pepe. Si vas a follarte a mi hermana, quiero que primero me folles a mi.
A pesar de que la había acostumbrado a penetrarla con mis dedos, no era lo mismo hacerlo con mi pene, que es más grueso que mis dedos.
?Pero mi pene es mucho más grueso que mis dedos, te puedo lastimar ?le advertí.
?No me importa. Quiero que me lo metas.
Estuve negándome un tiempo, pero su insistencia era demasiada. Ciertamente deseaba penetrarla, pero tenía miedo de lastimarla, ya que ella, al ser más pequeña que otras niñas de su misma edad, tenía el conducto de su vagina más angosto. Sin embargo, fue tanta su insistencia que al final cedí.
?Está bien, pero si te duele mucho me voy a detener ?le advertí.
?Ok.
La tomé de su cintura y la acosté sobre la arena, la fogata que había hecho iluminaba el lugar y me permitía verla completamente a mi merced, su rostro infantil demostraba la excitación que sentía, su vientre y pecho bajaban y subían por su agitada respiración. Tenía miedo, yo lo sé, pero su deseo de convertirse en mi mujercita era superior.
?¿Lista? ?ella asintió.
Le tallé mi glande en su cuevita, esparciendo nuestros fluídos previos para lubricarla y esperando que su conducto se abriera un poco más, cuando sentí que era el momento comencé a empujar, lentamente, deteniéndome cuando sentía algún estremecimiento de Martha, temiendo que en algún movimiento mio la pudiera lastimar. Mi instinto me decía que la penetrara ya, sin contemplaciones, pero mi mente me pedía que fuera lento y cariñoso.
Pocos minutos después, mi glande ya estaba en su interior, ella me miraba con sus ojos vidriosos, aquello me preocupaba y a la vez me excitaba.
?¿Te duele? ?pregunté con preocupación y excitación a la vez.
?Un poquito ?pude notar en su mirada que realmente le dolía.
?¿Segura?
?Si.
Continué empujando, lento pero seguro. Mucho tiempo pasó, yo estaba tomándome mi tiempo para dilatarla. La estrechez y calidez de Martha eran increíbles, nunca había sentido algo tan placentero.
Hacía semanas que había roto su himen con uno de mis dedos, por lo que no hubo barrera que traspasar, aún así…
?A partir de aquí no hay marcha atrás ?le dije.
?Dale ?sus ojitos derramaban lágrimas y su voz reflejaba el dolor que sentía.
En ese punto sentí que debía detenerme, pero estaba tan excitado y ella insistía tanto que ya no pude parar; la besé en la frente para calmarla.
Hice fuerza para terminar la penetración, seguí mi camino lenta pero constantemente. Finalmente, llegué al fondo de su cuevita, para entonces, poco más de la mitad de mi miembro estaba en su interior y nada más cabía.
Los ojitos de Martha estaban empapados de llanto, supe de inmediato que sufría mucho dolor. La besé en la frente y en los labios. Luego le dije al oído…
?Pronto te va a pasar el dolor mi amor.
Ella no hablaba, no podía.
Los minutos pasaron, yo seguía dentro de ella, debatiéndome entre sacarla y dejarla en paz o comenzar a moverme para follármela… decidí lo primero.
Saqué mi miembro lentamente de su interior viendo que mi pene estaba cubierto de sangre, evidentemente la había desgarrado. Estaba por tomarla en mis brazos y llevarla a dormir cuando ella me dijo:
?Pepe, cógeme ?yo la miré indeciso?. Métemela otra vez ?Aunque lloraba de dolor, ella insistía en que me la follara.
?Pero te lastimé ?ya para ese momento estaba muy nervioso y en cierto modo, arrepentido de haber accedido a la petición de mi prima para penetrarla.
?No importa, métemela quiero que me culees antes que a mi hermana.
Ella quería ser follada antes que su hermana mayor. Era su meta, lo supe varios meses después.
Escuchar sus ruegos me excitó mucho y la dejé acostada en la arena. Me posicioné nuevamente sobre ella y aprovechando que su conducto seguía dilatado, comencé a meterle la verga. Esa segunda penetración fue mucho más sencilla, pero no dejaba de brindarme aquella agradable sensación de estrechez.
Cuando por fin tuve la verga nuevamente adentro de ella, comecé un mete saca lento, pausado, intentando no lastimarla y que también se acostumbrara. No supe cuánto tiempo pasó, pero de lo que sí estoy seguro es que ella comenzó a disfrutar aquello, su respiración se hizo cada vez más agitada y su cuerpo sudaba a mares. Poco a poco fui aumentando la frecuencia de mis embestidas hasta el punto en que ya la penetraba a un ritmo más fluido, pero que no dejaba de ser lento para que ella no sufriera mucho.
Pasó el tiempo y el dolor había ido desapareciendo paulatinamente, siendo remplazado por el placer. Aún así, yo notaba que aquello seguía doliéndole un poco a mi primita.
Martha comenzó a jadear, estaba cerca del orgasmo al igual que yo. Poco a poco, la sensación de estar a punto de eyacular llegó hasta mis huevos y en un instante de indescriptible placer me vacié dentro de ella, lo que hasta el día de hoy sigo creyendo, le provocó el orgasmo.
Ella se estremeció como nunca lo había hecho, prueba de que aquello era lo máximo que había sentido, ya que en ese mismo instante, quedó inconsciente, desmayada completamente por la intensidad de aquella inmensa sensación orgásmica.
Saqué mi pene y de su interior brotó mi semen mezclado con su sangre. La limpié y llevé hasta la tienda, la acosté con sumo cuidado y me acosté junto a ella, abrazándola. Me dormí en poco tiempo, finalmente había hecho a Martha, mi primita de 9 años, mi mujercita.
La mañana siguiente llegó rápido, desperté alrededor de las 7:00 AM, Martha seguía dormida. Me levanté y de inmediato tomé un cordel de nylon, varios anzuelos y carnada para ir a pescar el desayuno. Cuando volví, encendí nuevamente el fuego, limpié los dos pescados que saqué y me dispusea cocinar. Como a la media hora, Martha se levantó, en sus mejillas se dibujaban las lágrimas derramadas la noche anterior por el dolor que sintió y en medio de sus piernas rastros de semen y sangre. Me miró a los ojos y me dio los buenos días.
?¿Cómo te sientes? ?le pregunté preocupado por su integridad.
?Bien ?me constestó aún somnolienta?. Pero me duele un poco mi conchita.
?Es obvio ?le dije?. Anoche te metí la verga y apenas te cupo.
?Pero también me gustó mucho ?ella se acercó a mi y me abrazó, ambos todavía desnudos?. Quiero que me la vuelvas a meter ?su voz sonaba cachonda.
Lo que me extrañó, porque de haber sido cualquier otra niña psando por la misma experiencia, no habría hecho tal petición.
Hoy después de varios años, ese momento sigue rondando mi cabeza.
?Está bien ?le contesté en el mismo tono?. Pero primero hay que desayunar, después tendremos todo el día para follar.
Ella se acercó a donde yo estaba, pudiendo notar que no podía caminar bien del todo, lo que era normal después de habérmela cogido la noche anterior. Desayunamos en silencio, ella deboró su pescado y yo el mio. Cuando terminamos le dije.
?¿Qué tal si vamos a nadar un poco?
?¡Ok! ?dijo con entusiasmo, pero la detuve.
?Hay que esperar media hora después de comer para que no nos haga daño.
Esperamos el tiempo necesario y luego nos metimos al agua. Quiero hacer notar que ambos estábamos desnudos, ya que no había necesidad de vestir prenda alguna debido a la soledad del lugar. Nos divertimos toda la mañana y de vez en cuando aprovechaba para meterle mano a mi primita y ella hacía lo mismo conmigo.
Cuando salimos, nos tiramos en la arena para secarnos al sol. Ella cerró sus ojitos mientras yo la observaba. Contemplaba su figura infantil y morena, primero su carita de ángel, su ojos, aunque cerrados, hermosos; su naricita respingada y sus labios bonitos y besables; su pechito plano adornado de diminutos pezones, su pancita igualmente plana y su pubis sin vello, sus piernitas bien formaditas y sus nalguitas, aunque aplastadas bajo el peso de su cuerpo, se notaban duritas y apetecibles. La visión completa me empalmó por completo.
Me moví y quedé sobre ella tapándole el sol, mi pene rozándo sus piernitas.
?¿Quieres volver a coger? ?le pregunté sin rodeos. Ella abrió sus ojazos negros.
?Vamos ?me contestó con sensualidad.
La llevé hasta el interior de mi tienda y le pedí que me masturbara. Ella lo hizo sin que se lo dijera por segunda vez. Sus manitas morenas tomaron mi pedazo de carne y comenzó a bajar una y otra vez, lentamente y sin pedírselo, comenzó a mamar el glande brindándome una gran sensación. Pronto estuve a punto de eyacular, momento en el cual la detuve para yo acariciarla.
La acosté en el suelo, ella sabiendo lo que seguía, abrió sus piernitas invitándome a saborear sus juguitos. No me hice de rogar y de inmediato clavé mi rostro entre sus piernas. Lamí sus labios mayores y luego los menores, busqué su clítoris y cuando ya estuvo a mi vista, comencé a estimularlo, quería que casi llegara al orgasmo, pero me detuve antes de que terminara.
Sus ojos casi me suplicaban que se la metiera, por lo que no me hice de rogar y pronto estuve acomodándome para repetir lo de la noche anterior.
Puse mi cadera a la altura de la suya, bajé mi mano derecha hacia su vaginita desvirgada la noche anterior y le abrí sus labios para acomodar mi verga. Ella me sonrió invitándome a entrar nuevamente en su interior.
Poco a poco fui penetrando su cuerpito infantil, sintiendo la estrechez de su intimidad. Esa segunda vez ella ya no lloró de dolor, solo se quejó un poco, pero se dejó llevar por el placer de ser poseída carnalmente. Lentamente llegué hasta el fondo de su húmeda cuevita, me detuve para no ser muy brusco y permitir que su cuevita se acostumbrara nuevamente a mi miembro.
Me retiré lentamente para luego volver a entrar en ella. Estuve así unos minutos para volver a aclimatarla, su conchita se sentía increíblemente bien, cálida y húmeda.
Fui aumentando de intensidad mis embestidas poco a poco para no lastimarla y hacerla disfrutar tanto como yo lo hacía. Muy pronto, estaba follándomela con completa soltura, su cuerpo se había adaptado rápidamente a mi. Estuvimos fornicando un tiempo indeterminado, nuestros cuerpos sudaban copiosamente, el aroma de nuestros sexos, llenaba el interior de la tienda. La levanté y me la subí en las piernas para que ella misma se empalara.
Miré mi miembro, en él había pequeñas cantidades de sangre, signo inequívoco de que Martha aún tenía heridas abiertas en su interior, pero al verla tan decidida y excitada, supuse que aquello no le importaba.
Martha se acomodó y comenzó a darse sentoncitos sobre mi carne, su respiración y la mia eran agitadas en extremo. El sonido de nuestras carnes húmedas frotándose era de lo más excitante, lo que me llevó a casi tener un orgasmo, pero yo quería alargar el momento, así que la levanté nuevamente y la acosté boca abajo pero con su culo en pompa para penetrarla desde atrás, ella, sumisa, aceptó.
La tomé de sus caderitas y comencé a bombear, mis huevos se balanceaban sin chocar con su coñito, ya que como he dicho antes, solo le entraba la mitad de mi verga, ambos empapado en sus jugos y en los mios.
?¡Qué rico Pepe! ?casi gritó. Su voz de niña sonaba realmente excitada, lo que me incitaba a aumentar mis embestidas, pero sin llegar a ser violento.
Las sensaciones eran increíbles, la estrechez de Martha me volvía loco y su humedad era magnífica. Mi primita jadeaba, yo igual y tenerla así, con su cabecita pegada al suelo y su culito en pompa era de lo más excitante.
Viéndola en aquella posición, y al tener a mi merced su anito, mojé uno de mis dedos y comencé a estimularle el culito, que no tardó mucho en comenzar a abrirse para darle cabida a mi dedo.
Estuve penetrándola con mi pene por su vagina y con mi dedo por su culo por un buen rato. Estaba tan excitado que cuando su coño y ano comenzaron a contaerse por el orgasmo, yo eyaculé nuevamente dentro de ella, bañando sus paredes con toda mi lujuria líquida.
Pasamos el resto del día follando y descansando por momentos, para minutos después reanudar nuestro encuentro. El mar y la playa habían perdido todo interés ante el placer que sentíamos.
Cuando el sol comenzaba a caer, mi verga ya me ardía de tanto follar, mi prima también me externó su sentir.
Antes de irnos, nos metimos por última vez al agua para limpiar los restos de sudor y semen, nos vestimos nuevamente y regresamos a la casa de mi madre, donde mi tía ya nos esperaba.
?¿Cómo fue todo? ?preguntó mi tía sonriendo.
?Bastante relajante ?dije.
?Nos divertimos mucho ?dijo Martha sonriendo, luego se bajó del auto.
Martha todavía caminaba un poco mal y mi tía lo notó.
?¿Por qué caminas así? ?preguntó.
Martha se quedó pasmada, y yo, ideando una respuesta rápida contesté:
?Debe ser el cansancio de pasar todo el día en el agua.
?Cierto, el agua cansa mucho ?dijo mi tía como señalando lo obvio.
?Nos bañamos un montón en la playa ?dijo Martha una vez pasó el susto.
?Se ve. Vienes más morena que antes y se ve que también muy cansada. Ve al baño para que te quites la sal del cuerpo ?Martha obedeció y corrió al interior de la casa. Mi tía me miró?. Gracias por cuidarla mi niño.
?No tiene que agradecer, ha sido un gran placer ?mi tía ni siquiera sospechó a qué placer me refería?. Nos vemos mañana ?arranqué nuevamente el coche y me fui a mi casa.
Durante el camino a mi casa rememoré las sensaciones de aquel fin de semana lleno de lujuria y sexo con mi primita.
Qué rico relato, ojalá tuviera una prima así!